¿Sería la escultura un lugar en donde nos volvemos capaces de tocar el pensamiento o la lengua por nacer? ¿Sería una piel capaz de dar, a todo lo que ella toca, la relativa perennidad de las huellas? Las dos preguntas de Georges Didi-Huberman se hallan en este bello escrito, mezcla de crítica artística, de poesía, de ensayo dramático.
En Ser cráneo, muestra cómo el creador es un inventor de lugares y por tanto es capaz de dar encarnadura a espacios no pensados antes y casi imposibles pero que finalmente se hacen visibles. En este caso, el punto de partida es un cráneo, figura de la pintura antigua o moderna, figura de referencia para Leonardo y para Durero, pero asimismo para la anatomía o para el escultor contemporáneo.
Por ejemplo para el arte de Giuseppe Penone, que además es un gran escritor. «El espacio nos precede —dice éste—; el espacio ha precedido a nuestros antepasados; el espacio seguirá después de nosotros». Fosilizar los gestos realizados en cierto lugar marca el propio espacio, pues «crear una escultura es un gesto vegetal: es la huella, el recorrido, la adherencia en potencia, lo fósil del gesto hecho, la acción inmóvil, la espera».
Sus imágenes y sus palabras le permiten elaborar a Georges Didi-Huberman (nacido en 1953) decenas de reflexiones nuevas, luminosas, precisas, complejas, inquietantes.
—G. Huici, “Ser cráneo”, Arte y parte, nº 87, 2009, p. 138.
—De Georges Didi-Huberman, cuya abundante obra se ha vertido en todo el mundo, se ha traducido: La invención de la histeria (1982); La pintura encarnada (1985); Lo que vemos, lo que nos mira (1992); Venus rajada: desnudez, sueño, crueldad (1999); Ante el tiempo (2000); Imágenes pese a todo: memoria visual del Holocausto (2004); El bailaor de soledades (2006); La imagen mariposa (2007); Cuando las imágenes toman posición (2008); La imagen superviviente (2009); Atlas (2010); Falenas (2015).
—Su exposición Atlas —en el MNCARS Madrid, 2010-2011—, ha supuesto su consagración en España.