Este texto, desconocido hasta noviembre de 2011, se suma a ciertas publicaciones—como Dichos y escritos, de 1995, o los Seminarios, 1997-2014, culminados por Subjetividad y verdad— que han renovado mucho la comprensión de los libros de Foucault, al reconsiderar todos los motivos de su pensamiento.
En 1968, tan decisivo en el pensamiento europeo, el crítico Claude Bonnefoy grabó sus palabras para hacer un libro muy personal de diálogos. Michel Foucault (1925-1984) sintió ese ejercicio autobiográfico como «un peligro que seduce», pues, si bien encontraba un registro íntimo absolutamente inédito, pensaba que tanto él como sus libros se verían comprometidos por lo que estaba diciendo.
Tras contar lo que había sido escribir desde su adolescencia y juventud, se define no como un escritor o un interpretador, sino como alguien que mide desde ciertos ángulos la distancia existente entre el pasado y la actualidad. De hecho, encuentra en la escritura la posibilidad de «colocarse en esa distancia que nos separa de la muerte», y de rastrear así una verdad que hace «que yo no esté muerto en el momento en que escribo sobre ciertas cosas muertas».
Con este escrito sorprendente, se inauguró la colección «Audiographie. La voix des sciences sociales» (EHESS), que rescata palabras, voces y hasta entonaciones no publicadas, determinantes en la circulación de los saberes en cada momento.
Se publicó también, simultáneamente, en alemán y en italiano. Para esta edición, precedida por un documentado ensayo de Philippe Artières, se ha elaborado un apéndice sobre M. Foucault y Cl. Bonnefoy.
Dice aquí Foucault: “Actualmente, el problema que me preocupa, que de hecho no ha dejado de preocuparme desde hace diez años, es el siguiente: en una cultura como la nuestra, en una sociedad, ¿qué supone la existencia de las palabras, de la escritura, del discurso? Me parece que nunca se había dado tanta importancia al hecho de que, después de todo, los discursos son algo que existe. Los discursos no son una especie de película transparente a través de la cual se ven las cosas, no son simplemente el espejo de lo que es y de lo que se piensa. El discurso tiene una consistencia propia, su espesor, su densidad, su funcionamiento. Las leyes del discurso existen como las leyes económicas. Un discurso es algo que existe como un monumento, que existe como una técnica, que existe como un sistema de relaciones sociales”.