Ciudadanismo

Ricard Zapata-Barrero
La Vanguardia, 01/05/2005

Prácticamente casi todas las administraciones y colectivos implicados en la gestión de la multiculturalidad están convencidos de haber encontrado un enfoque adecuado para interpretar el proceso en el que nos encontramos y orientar sus prácticas: el enfoque de la ciudadanía. Quisiera apoyar este enfoque expresando una preocupación. La realidad discursiva sobre la inmigración abusa tanto del término ciudadanía que la propia noción corre el mismo peligro que el de integración: designa realidades tan dispares que el enfoque mismo puede sucumbir al populismo fácil e inconsciente, o lo que denominaré ciudadanismo .

Detrás de esta nueva retórica de la inmigración existe un ciudadanismo de izquierdas y un ciudadanismo de derechas. El resultado es el mismo: la instrumentaliza- ción política del concepto de ciudadanía; usar el concepto de ciudadanía no como finalidad, sino comou n medio que esconde otras intenciones. El ciudadanismo es, de hecho, una democracia mal entendida. Pretende dirigirse al interés de la sociedad, pero en realidad se dirige a un sector de la sociedad (al inmigrante no ciudadano, por ejemplo) que se enfrenta a otro sector (al ciudadano votante, por ejemplo). El ciudadanismo no es un discurso vertebrador , sino que invertebra la sociedad. El discurso ciudadanista tiene una función reactiva para el discurso, puesto que construye sus argumentos centrándose en las quejas con el objetivo de que se traduzcan en acción social contra otros sectores de la sociedad, confundiendo la realidad y el ideal de la sociedad, sedando la responsabilidad social y política que requieren estos temas que tienen efectos inmediatos sobre la estabilidad y la cohesión sociales.

El ciudadanismo esencializa los intereses/necesidades del ciudadano y del inmigrante. Las necesidades se crean y son siempre resultado de un proceso. Por lo tanto, son cambiables. El debate sobre la inmigración y la ciudadanía necesita una teoría de las necesidades y de los intereses para poder orientar los discursos que se están dando. El interés del ciudadano o del inmigrante no tiene necesariamente el estatuto de verdad democrática. Usar el argumento de la ciudadanía para dar estatuto de legitimidad a una propuesta es una práctica discursiva ciudadanista . Construir argumentos hasta el extremo que las necesidades de unos (ciudadanos o inmigrantes) son incompatibles con las necesidades (sociales, culturales, económicas) de otros es también una forma de ciudadanismo .

El ciudadanismo de izquierdas tiene detrás un discurso del inmigrante bueno, es paternalista en actitud, y genera un sistema de argumen tac ión que va de un exotismo decimonónico (el inmigrante-primitivo-que-debe-ser-civilizaotros y del ellos, y los debates nominalistas que pierden el sentido de la realidad). El ciudadanismo de derechas construye discursos protectivos de los derechos sociales adquiridos (¡quién lo iba a decir!), se nutre de las emociones desorientadas que tiene la ciudadanía, y tiene un lenguaje donde mezcla la protección de la identidad nacional con la seguridad física y el mantenimiento de la estabilidad.

El enfoque de la ciudadanía que están siguiendo los principales discursos sociales y políticos, los discursos institucionales y administrativos, tiene este nuevo ismo que, en lugar de solucionar un problema, puede llegar a formar parte de un nuevo problema que resolver en esta larga marcha del proceso de multiculturalidad de nuestras sociedades pensadas iniciales bajo un patrón monocultural.

 

RICARD ZAPATA-BARRERO, profesor de Teoría Política de la UPF