DESACUERDOS

Carles Guerra
Desacuerdos 
Nuestra historia reciente

Un megaproyecto colectivo entre el Macba , Arteleku , Unia y el Centro de Arte José Guerrero se propone trazar una historia política del arte español de las últimas décadas


Desacuerdos ha destapado la caja de truenos. Todo el mundo está pendiente. La dimensión de este megaproyecto justifica las expectativas: varios años invertidos en numerosas investigaciones, seminarios, publicaciones, más de un centenar de colaboradores y, finalmente, dos exposiciones ( Macba , en Barcelona, y Centro de Arte José Guerrero, en Granada) y tres semanas de encuentros tituladas Mutaciones del feminismo: genealogías y prácticas artísticas ( Arteleku , en Vitoria).

Para nuestra historia reciente Desacuerdos es como un cepillo pasado a contrapelo. Levanta el polvo acumulado a lo largo de treinta años y a más de uno le da tos. En ese lapso de tiempo salimos de una dictadura, atravesamos una transición democrática (adjetivo discutible, sería preferible convulsa) y asistimos a la transformación radical de la sociedad española.

Las instituciones organizadoras, Arteleku , Macba , Unia y el Centro de Arte José Guerrero, han hecho esfuerzos por no transmitir el proyecto como "una historia del arte político", sino como "una historia política del arte". Manuel Borja- Villel , director del MACBA, declaró en la inauguración de Granada que "se trata de abrir resquicios en el sistemap or los que empezar a construir sujetos políticos, no consumidores" ( La Vanguardia , 10/III/2005).

La aclaración cobra sentido cuando se comprueba el tipo de materiales que tienen cabida en las exposiciones y los casos de estudio que abordan las investigaciones amparadas por Desacuerdos .

La exposición de Barcelona reúne documentación de los míticos Encuentros de Pamplona (1972), un festival organizado aún bajo la dictadura, trabajos de artistas con nombre propio, producciones colectivas y materiales de la cultura pop tan en boga durante los 80. Los programas de La edad de Oro (TVE) presentados por Paloma Chamorro y selecciones de rock radical vasco conviven con la música de Luis de Pablo, los proyectos de Isidoro Valcárcel-Medina y las propuestas de Zaj . Por otro lado, las investigaciones interrogan iniciativas oficiales de la política cultural española, Arco y la democratización del arte a través de su celebración mediático-mercantil, las iniciativas del Seacex , organismo encargado de promover el arte español en el extranjero. Así como la incesante emergencia de grupos aglutinados en núcleos de acción ideológica, política o de género, pero, en menor grado, estética.

Por lo que muy pronto, demasiado, el proyecto incurre en un binarismo que identifica las posiciones hegemónicas y sus correspondientes resistencias. Por suerte, la frontera entre unas y otras no se expone de manera taxativa. Pero se intuye con excesiva facilidad. El estudio sobre el Seacex , trufado de datos y minucioso en su inventario, caracteriza muy bien las intenciones manipuladoras del PP respecto a la cultura. Sin embargo, en ningún momento se plantea interrogar a los artistas que viajaron con la exposición El real viaje Real (PS1, Nueva York , 2003), organizada por Harald Szeemann y a mayor gloria de las relaciones entre España y los Estados Unidos. Y más teniendo en cuenta el momento. Justo cuando estábamos metidos en la guerra de Irak. La investigación, en este sentido, se queda a medias. ¿Por qué Jorge Luis Marzo, autor de este estudio, no pregunta a los artistas? ¿Por qué se dejaron utilizar? ¿Qué esperaban? Que respondan.

Esto demuestra que no puede trazarse una línea que separe la posición correcta y virtuosa de la hegemónica. Lo que explica el resentimiento histórico respecto a ciertas instituciones y nombres, en ocasiones muy justificado. Sólo hay que volver a leer una reseña que Juan Manuel Bonet , el último director defenestrado del Reina Sofía, publicó en la revista Cyam en 1991. Exposiciones tan diversas como una de Marcelo Expósito y otra de Pep Camps , o las organizadas por Dionisio Cañas y Mar Villaespesa , que ese año comisarió El sueño imperativo (Círculo de Bellas Artes), se las cargó sin contemplaciones. Se refirió a ellas como "un realismo social aggiornado en cuanto a su lenguaje, pero tan pedagógico y tan demagógico y tan siniestro como todos los que le precedieron". Así, el mismo crítico que había aupado la complaciente figuración madrileña tachaba aquellas iniciativas como "la peor moda de la temporada". La virtud de Desacuerdos está en recuperar a alguien como Manolo Quejido para alinearlo en un frente crítico. Desactivando oposiciones ancestrales que han dominado nuestro panorama contribuye a un mapa ideológico más complejo.

Por eso, en lo que toca a la exposición, siempre será más interesante leerla como un cúmulo de estéticas transicionales . Si el arte conceptual catalán es interesante y merece la pena mostrarlo por enésima vez, no es por sus logros estéticos, sino porque representó, como ocurrió en muchos rincones del mundo,

un instrumento de acción colectiva. Fuera de aquellas circunstancias políticas y específicas se desinfla. Eso hace que el énfasis feminista de Àngels Ribé y Eulàlia Grau sea, a la larga, más interesante que la ortodoxia de Muntadas . Yque alguien como Joan Rabascall deje de ocupar una segunda fila. Con Elections Show (1977-1978) demuestra que no siempre hace falta un talante analítico para entender la realidad política. Vivir con las imágenes a veces impide la distancia crítica. Y saberlo también es bueno.

Pero el tiempo cambia el significado de las obras, los gestos, las acciones y los discursos. Lo que el 23 de diciembre de 1983 hicieron un grupo de artistas vascos al secuestrar una escultura de Oteiza expuesta en el Museo de Bellas Artes de Bilbao -"para devolverla al pueblo", como dijeron entonces- y entregarla al Ayuntamiento de la ciudad, hoy lo hace la cultura del espectáculo. Una inmensa réplica de un Oteiza se alza frente al consistorio bilbaino . Monumentalizado, y más allá de sus proporciones naturales, así nos lo devuelven. En esto es en lo que falla Desacuerdos . Detecta los momentos álgidos, pero se le escapan las dinámicas a largo plazo. El riesgo de monumentalizar la reivindicación acecha en todo momento.

Y si eso ocurre es porque Desacuerdos pone en práctica una política de reconocimiento. Aspira a dar cobijo a todos aquellos agentes que han evitado ceder el derecho de representarse a sí mismos. Como dice Fefa Vila en nombre de LSD, un grupo de activistas lesbianas, estaban "hartas de que los otros nos utilizasen y nos representasen". Sin embargo, también admite que la incursión en las esferas institucionales ha llevado a su colectivo a un punto de inflexión crítica. La visibilidad en el museo se paga muy cara. Puede incluso aniquilar el acuerdo tácito para mantener la disidencia. Ya lo decía Santiago Carrillo en esa película de Cecilia y José J. Bartolomé de 1981, refieriéndose al Pacto de la Moncloa : "El consenso fue un mal menor".

No obstante, Desacuerdos tiene a su favor un escenario idóneo para llevar a cabo su cometido. Lejos del entusiasmo que caracterizó los primeros años de la democracia (entonces se decía que si la democracia era joven el arte también debía serlo), agotadas las huidas al futuro (llámense Expo 92, Juegos Olímpicos o Fòrum de las Culturas) y en plena crisis del sistema de representación por partidos (si hacía falta mayor confirmación, ahí está el caso del 3%), Desacuerdos irrumpe en el punto más bajo de esos consensos artificiales que han marcado nuestra vida pública. La cosa, literalmente, se derrumba. Y si no, que se lo pregunten a los vecinos del Carmel.

De lo cual se deduce que Desacuerdos trenza evoluciones paralelas. Una sigue el declive de lo público. La otra señala una alternativa encarnada en una constelación de resistencias, cuyo inventario roza el límite de lo imposible. Ni lo que eufemísticamente se ha denominado "una investigación coral" (que en el fondo se parece más a una estructura de subcontratas), parece suficiente para contener ese océano de actividad.

Así pues, el proyecto empezó hace dos años pero sugiere un camino mucho más largo por recorrer. En este momento puede decirse que Desacuerdos ha plasmado una cartografía crítica, pero tal como escribió Juan Luis Moraza en 1981, "la alternativa crítica, sino es epistemológicamente constructiva, es mixtificación". Dicho esto, el reto más evidente al que se enfrenta Desacuerdos es haber iniciado un proceso que no puede concluirse dentro de los fueros institucionales que han permitido ponerlo en marcha. Puede ocurrir como ocurrió con el proyecto de las Agencias . Que se plantee un final abrupto. Que el museo explote y se repliegue.No sería la primera vez. Tal vez hay que aceptar que este sea su destino.