En 1965, ocho años después de que el escritor francés de origen argelino Albert Camus (1913-1960) recibiera el Premio Nobel de Literatura, aparecieron dos tomos de sus obras completas en la Bibliothèque de la Pléiade. Hallazgos recientes y estudios académicos han redimensionado el trabajo narrativo y periodístico del autor de El extranjero: Gallimard acaba de lanzar, completamente reestructurada, la última versión de sus libros. Aquí, una aproximación al nuevo Camus.
Los Gallimard dieron a conocer a Camus y un Gallimard acabó con su vida. A partir de El extranjero, todas las obras del escritor fueron publicadas por esa empresa familiar, la editorial más prestigiada en la literatura francesa del siglo XX. De hecho, cuando Camus llegó a París a principios de 1940, una de las primeras personas a quienes conoció, en el periódico Paris-Soir, fue Janine Thomasset, quien más tarde sería la esposa de Pierre Gallimard y, después, del primo de éste, Michel Gallimard.
La editorial no tardó mucho en sacar un par de tomos en su colección Bibliothèque de la Pléiade en honor del ganador del Premio Nobel, quien entonces ya había fallecido. El primero apareció en 1962 y la edición estuvo a cargo de Roger Quilliot; Théâtre, récits, nouvelles, dedicado a la obra de ficción de Camus, quedó complementado en 1965 por Essais, un volumen de ensayos. Sin embargo, desde entonces ha aparecido material nuevo, sobre todo El primer hombre, la última —e inconclusa— novela de Camus y, en el otro extremo de su carrera, Una muerte feliz, obra precursora de El extranjero que no se publicó sino hasta 1971.
También era necesario tomar en cuenta los estudios académicos que se han llevado a cabo sobre sus escritos; por ejemplo, el ensayo en donde Jacqueline Lévi-Valensi, la gran especialista en Camus, analiza las contribuciones reales, probables y posibles del autor al periódico clandestino Combat, ensayo que apareció en 2002 (y que, huelga decir, se publicó en Gallimard). Había llegado el momento de hacer una nueva edición conmemorativa, así que ya tenemos esta colección de Camus en la Pléiade, destinada eventualmente a consistir de cuatro tomos dispuestos por orden cronológico más que temático. El equipo editorial fue dirigido por la profesora Lévi-Valensi, quien también redactó la introducción general de la colección pero, como ella murió en noviembre de 2004, esto significa que alguien más tendrá que asumir la responsabilidad editorial de los dos últimos tomos.
Los volúmenes de la Pléiade representan un magnífico homenaje para cualquier escritor. Cuentan con una sobria introducción, con un admirable trabajo de investigación realizado por los principales especialistas, incluyen notas académicas y variantes de lecturas, bibliografía, cronología y demás; están impresos en las pastas tradicionales con letras doradas, conservados en forros de plástico transparente y cada tomo tiene un estuche blanco individual. Buscan ser la versión autorizada de la obra del autor elegido.
Su imperfección aparece sólo si uno trata de leerlos: la letra minúscula, las notas aún más pequeñas y las mil páginas, o más, de delgado papel, del tipo que suele usarse para las biblias y los devocionarios, son una desventaja para su uso en la vida real. La semana pasada, cuando viajaba en tren a Cambridge, me pareció impropio sacar del estuche el primer volumen de Camus, sobre todo al encontrarme en un vagón de segunda clase… era como leer un folio empastado en cuero en un McDonald's. Uno debería estar en una biblioteca privada para poder abrir cada volumen sobre el regazo o una mesa, y volver las páginas lentamente, con respeto.
La Pléiade incluye ahora a escritores como Simenon, cuya canonización se apoya en cimientos más dudosos que la de Camus, pero la presencia física de la Pléiade (para no mencionar su precio) exige una actitud reverente hacia la colección y el autor. Uno no desea subrayar nada ni anotar números de página en la guarda ni garabatear un comentario escéptico ni siquiera hacer una corrección al margen (por ejemplo, junto al número de página equivocado que aparece en una nota al pie del tomo uno, página 1,273, con referencia a la biografía de Olivier Todd sobre Camus).
Si la colección de la Pléiade sobre Camus debe considerarse como la biblia de la obra del autor, entonces el mejor comentario que lo ayuda a uno a orientarse a través del primero de estos volúmenes es “Albert Camus ou la naissance d'un romancier” de Jacqueline Lévi-Valensi. Este libro empezó siendo su tesis doctoral en 1980, pero no fue sino hasta mucho después que ella se decidió a revisarlo para publicarlo. Cuando murió, en eso seguía y contaba con la ayuda de Agnès Spiquel (quien finalmente se hizo cargo de publicar esta edición). Lévi-Valensi inicia su análisis de las primeras obras de Camus abordando un momento crucial en la vida de éste: cuando, en 1930, se hizo consciente de su vocación como escritor y de su propia mortalidad; en diciembre de ese año, un mes más o menos después de haber cumplido los diecisiete años, a Camus le diagnosticaron que tenía tuberculosis. No fue sino hasta octubre del año entrante que él pudo reanudar sus estudios en el Grand Lycée de Argel, en el grupo de Jean Grenier (quien llegaría a ser uno de sus amigos más importantes).
Lévi-Valensi nos lleva de la mano a través de los doce años que precedieron la publicación de El extranjero (1942) y examina lo que Camus escribió, desde la perspectiva que implica conocer dicha novela; la editorial anuncia este libro como “Camus avant L'étranger” [“Camus antes de El extranjero”]. Este enfoque inevitablemente implica una distorsión, al condicionar en cierto modo el interés de las distintas actividades literarias de Camus (periodismo, ensayos, teatro y novela) a la forma en que éstas se relacionan con su primera gran obra; por ejemplo, la especialista describe Una muerte feliz, que Camus escribió de 1936 a 1938 antes de acabar abandonándola, francamente como “une erreur” [“un error”]; a pesar de eso, la colección Penguin de clásicos modernos incluyó en julio A happy death entre las obras traducidas de Camus.
Es cierto que, una vez que decidió cuál era su vocación, Camus fue un escritor asombrosamente consciente de sí mismo. La declaración que hizo en 1935 de que “L'oeuvre est un aveu; il me faut témoigner” [“La obra es una confesión; debo declarar como testigo”] podría ser el epígrafe de todos sus escritos subsecuentes. Ya desde entonces, en un cuaderno que llevó de 1938 a 1942 (que se publica aquí por vez primera, bajo el título de “Sans lendemain”), él planeaba “une oeuvre à faire” [una obra por hacer], dividida en ensayos, obras de teatro y novelas, que comenzaría con un primer grupo que describe así: Lo Absurdo (ensayo), Calígula (obra de teatro) y Un hombre libre (novela).
Para el mes de junio de 1947, ya había desarrollado esta idea en su cuaderno hasta convertirla en un esbozo más detallado de su obra, existente y futura, dividiendo novelas, ensayos y obras de teatro en cinco grupos: primero, “L'Absurde” [“Lo Absurdo”] (El extranjero, El mito de Sísifo, Calígula, El malentendido); segundo, “La Révolte” [“La Rebelión”] (la novela La peste, recientemente terminada, el ensayo El hombre rebelde y la obra de teatro Los justos; estas dos últimas estaban inconclusas en ese entonces); tercero, “Le jugement” [“El juicio”] (una categoría en donde podría incluirse La caída, una novela que escribió mucho después, aunque parece ser poco probable que él la haya planeado con tanta anticipación); cuarto, “L'amour déchiré” [“El amor destrozado”]; y, por último, “La Création corrigée ou Le Système” [“La Creación corregida o El Sistema”], que incluye “gran roman + grande médiation + pièce injouable” [gran novela + gran mediación + obra de teatro imposible de llevar a escena].
Huelga decir que la existencia de semejante plan no significa que, aun de haber vivido, Camus lo hubiera seguido a pie juntillas, pero sugiere la existencia de una fuerte determinación detrás de su vocación (con un toque de humor en la última sección), así como la voluntad de creer que su tuberculosis no necesariamente era una sentencia de muerte. Sin embargo, estos mismos cuadernos contienen muchas anotaciones acerca de proyectos que no encajan en el esquema y que nunca se llevaron a cabo; por ejemplo, “Étude sur G. comme esprit opposé a Malraux” (la nota de la Pléiade nos indica que la G se refiere a Grenier, aunque también podría tratarse de Gide, un escritor vivo a quien Camus admiraba, al igual que a Malraux); o “Nouvelle ou roman Justice”; o bien “Pièce Dora…”. Todos estos proyectos aparecen más o menos por la misma época, en 1947 o a principios de 1948.
Y aunque es fascinante contemplar en los cuadernos y en los proyectos frustrados la base de lo que llegaría a convertirse en las principales aportaciones de Camus a la literatura, resulta igual de fascinante ver lo que podrían parecer desviaciones de esa ruta, por ejemplo, su trabajo como periodista. Al considerar los textos de la década de los treinta desde el punto de vista de su relación con El extranjero, Lévi-Valensi tiene muy poco que decir acerca de la participación del escritor con el Partido Comunista o con el grupo teatral con el que colaboró en la obra Rebelión en Asturias (1936), que el alcalde de Argel prohibió por considerarla subversiva y que es la primera obra que se incluye en el primer volumen de la colección de la Pléiade.
Ahora bien, el libro de Lévi-Valensi sí hace hincapié en la persistencia de ciertos temas en la obra del escritor, empezando con la idea de lo Absurdo. Ésta se vincula claramente con el hecho de que el autor descubriera a temprana edad que su vida era amenazada por la tuberculosis; el concepto camusiano de lo Absurdo se deriva de la certeza de la muerte: “juger que la vie vaut o ne vaut pas la peine d'être vécue, c'est répondre à la question fondamentale de la philosophie” [“juzgar si la vida merece vivirse o no es contestar la pregunta fundamental de la filosofía”], escribe al principio de El mito de Sísifo. “Le sujet de cet essai est précisément ce rapport entre l'absurde et le suicide, la mesure exacte dans laquelle le suicide est une solution à l'absurde” [“El tema de este ensayo es precisamente la relación que existe entre lo absurdo y el suicidio, la medida exacta en la que el suicidio es una solución para lo absurdo”].
No obstante, cuando este libro estuvo listo para ser publicado, la guerra estalló. El conflicto armado y la ocupación de Francia replantearon todas las preguntas acerca del valor de la vida y de lo que podría darle algún sentido. En efecto, Raymond Queneau, uno de los editores de Gallimard, se vio obligado en 1942 a escribirle a Camus para explicarle que, debido a algunas “dificultades locales”, Gaston Gallimard deseaba que el capítulo sobre Kafka quedara fuera de El mito de Sísifo; no sería prudente publicar un estudio acerca de un escritor judío durante la ocupación nazi. Aunque Pascal Pia le sugirió que el libro se publicara en Suiza, Camus aceptó la petición de Gallimard y el capítulo sobre Kafka no apareció sino hasta después de la guerra.
Los otros dos páneles del tríptico sobre lo Absurdo son El extranjero, la novela más conocida de Camus (que Sartre, para disgusto de Lévi-Valensi, describió como “une illustration concertée des thèses soutenues dans Le mythe de Sisyphe” [“una ilustración concertada de las tesis que se sustentan en El mito de Sísifo”]) y la obra de teatro Calígula, en donde el emperador romano se convierte en un héroe “absurdista”; la Pléiade nos permite seguir la obra a lo largo de sus distintas versiones. Un tema recurrente que aparece en las entrevistas y en otros textos que Camus escribió al respecto es su rechazo a la idea de que cualquiera de sus obras “ilustra” conceptos filosóficos, ya sea propios o ajenos. Por eso es que, en 1948, Camus se toma la molestia de escribirle al editor de La Nef para expresar su irritación por el hecho de que Henri Troyat describiera Calígula como “una ilustración —esa odiada palabra— de los principios existencialistas del señor Sartre”.
El propio Camus insistió en la reseña que hizo de La náusea de Sartre: “Un roman n'est jamais qu'une philosophie mise en images” [“Una novela nunca es tan sólo una filosofía representada en imágenes”]; y estaba decidido a mantener esta distinción en su propio trabajo (distinción que fue respetada en la edición original de la Pléiade), entre novela, teatro y ensayos; esto es, entre el arte y la teoría.
El segundo volumen de esta nueva edición de la Pléiade sólo incluye una de las novelas más importantes, La peste, y está integrado sobre todo por artículos de periódico y otros textos escritos por encargo. Camus siempre tuvo un concepto elevado del periodismo en tanto que profesión, concepto que su experiencia durante la guerra reforzó de manera natural: “Pour de hommes qui, pendant des années, écrivant un article, savaient que cet article pouvait se payer de la prison et de la mort, il était évident que les mots avaient leur valeur” [“Para los hombres que durante años supieron que, al escribir un artículo, podían pagarlo con la cárcel y con la muerte, resultaba evidente que las palabras tenían un valor propio”], escribió en Combat en agosto de 1944. Sin embargo, decirles a los periodistas que lo que escriben es un asunto de vida o muerte tiene como resultado que éstos exageren su propia importancia y los artículos periodísticos de Camus también pueden ser excesivamente moralizantes.
Después de superar las desventajas físicas de estos volúmenes, demasiado preciados, uno descubre mucho material fascinante, sobre todo en los escritos de menor importancia: reseñas literarias, entrevistas, prefacios y cuadernos. Hay un interesante artículo, que data de la preguerra, sobre el nacionalismo argelino que se publicó en 1939 pero, salvo por esto, Argelia parece estar ausente. Una de las razones de ello es que los artículos que Camus escribió sobre su tierra natal, sobre todo la importante serie que escribió para Combat en mayo de 1945, cuando las masacres de Sétif, se publicaron posteriormente en el volumen Crónicas argelinas, 1939-1958 y tendrán que esperar su turno hasta que se publique la última parte de esta colección.
Como es comprensible, el problema de Argelia preocupaba mucho a Camus y acabó atormentándolo; uno no tiene más remedio que especular sobre el giro que habrían dado sus ideas si el autor hubiera vivido para presenciar la independencia de ese país en 1962 y la campaña asesina de la OAS que fue la respuesta de los pieds noirs. Si tan sólo hubiera seguido con su plan original de tomar el tren de regreso a París, en vez de aceptar que Michel Gallimard lo llevara en su auto... A Camus se le había oído comentar alguna vez que no había nada más absurdo que morir en un accidente automovilístico.
Buss. Escritor y traductor. Especialista en literatura francesa .
Traducción de Katia Rheault.