Juan Goytisolo es -después del Arcipreste de Hita- el primer escritor español en hablar el árabe dialectal del norte de Marruecos. El mestizaje entre las culturas islámica e ibérica, la prosodia de la literatura medieval española, la mística sufí o la poesía de San Juan de la Cruz; son "espacios precarios" en donde va lanzando sus "imprecaciones coléricas". Narrador y ensayista nacido en la todavía Barcelona republicana de 1931, de donde tendría que emigrar en 1956 por su enfrentamiento con la censura del franquismo. Desde entonces su vida -en consecuencia su obra literaria- ha estado marcada por el exilio. Sus dos hermanos, José Agustín (muerto hace apenas unos meses) y Luis son también destacados escritores de la narrativa y poética española contemporánea.
Goytosolo es autor de mas de 20 novelas, vehemente escritor de cuentos y crítico irredento ante situaciones como: la llamada "inmigración ilegal", las tragedias nucleares, las guerras (ha estado en Argelia, en Chechenia, en Sarajevo), las contradicciones del "hombre moderno". Goytisolo vive entre París y Marrakech a lo largo del año. Es, según palabras del Nobel de Literatura Günter Grass, la " Casandra " de España, que por decir verdades es rechazado por sus colegas intelectuales y escritores españoles.
Goytisolo hace una literatura "prosódica", busca no ser leído sino ser "recitado", pues a su entender hay "un oído literario como hay un oído musical". Busca el entronque entre la modernidad y la literatura medieval. Entre los libros que ha escrito destacan "Juegos de manos", "El circo" (trilogía de "El mañana efímero"), un libro de viaje sobre Cuba llamado "Pueblo en marcha. Tierras de Manzanillo", las novelas "Señas de identidad", "Juan sin tierra", "La cuarentena", "Paisajes después de la batalla", "La saga de los Marx ", "Cuadernos de Sarajevo", "Argelia en el vendaval", "El sitio de los sitios" y "Las semanas del jardín". Novelista de realismo social, con ambientes urbanos de la posguerra.
ARMANDO G. TEJEDA - Usted ha estado en el exilio casi toda su vida, ¿qué tal se lleva esa condición?
JUAN GOYTISOLO - Bueno, yo me fui de España en otoño del año 1956. Pero viajaba a menudo hasta que a partir de 1964 empece a escribir en la prensa francesa bajo mi propio nombre, pues antes lo hacia bajo un seudónimo. El resultado de esto fue que la totalidad de mi obra estuvo prohibida en la época de la dictadura, desde 1962 hasta 1976, dos meses después de la muerte de Francisco Franco.
AT - En estos años de exilio, la familia Goytisolo se convirtió en un referente intelectual ante el grupo de exiliados republicanos españoles en Francia y en otros países, como México.
JG - La labor en estos años era en el plano editorial. Yo era entonces el consejero literario de la editorial Gallimard. Entonces ahí procuré publicar las novelas más interesantes que se escribían en España, alguna de ellas prohibida por la censura. Por otro lado, colaboré activamente en la revista, ya casi típica, de "Cuaderno de ruedo ibérico", en donde me encargaba de las cuestiones literarias, y no de las políticas. Era la única revista en la que se analizaba la situación política en España, y en donde publicaba preferentemente mis textos, poemas o ensayos literarios conflictivos que no podían ser publicados en el interior del país.
AT - Estos ensayos conflictivos eran ¿de qué tipo?
JG - Siempre con valor literario. Es decir, nunca he caído en el panfleto ni me gusta la literaria panfletaria, pero se trataba de obras que por motivos religiosos, o políticos, o sexuales o lo que fuera, chocaban con la censura de Franco.
AT - En estos años conoció en París al grupo de existencialistas franceses, como Jean Paul Sartre y Simeone de Beuvoir.
JG - Mi mujer, Maurice Blanche, se encargaba de lo relacionado a la literatura extranjera en Gallimard. Y conocía a la mayor parte de los intelectuales, aunque no pertenecía ni tenía amistad con el grupo de Sartre y Simeone de Beovouir. Yo viajé por España una vez, a la España del sur precisamente, con Simeone de Beovouir. Creo que publiqué también la primera entrevista con Sartre en la prensa española después de la muerte de Franco.
AT - España es la Itaca de Juan Goytisolo.
JG - Es una imagen literaria. Lo que ocurre es que la verdad no he regresado nunca a España definitivamente. La muerte de Franco llegó demasiado tarde para mí, cuando tenía casa en París y casa en Marrakech. Cuando vengo a España es a cuestiones literarias. Ni siquiera estoy domiciliado en España. Este año estuve de vacaciones en Sierra Nevada con dos niñitos marroquíes que tengo en casa, y de cuya educación me encargo. Pero nada más.
AT - La suya es una prosa poética, abierta, sin "ataduras".
JG - Gran parte de lo que he escrito sí. Naturalmente cuando leo mis textos privilegio digamos los textos que han sido escritos para ser oídos. Hay un oído literario como hay un oído musical. En los textos hay una prosodia, en los que hay una coincidencia en lo que puede ser la vanguardia de este siglo que esta terminando con la literatura medieval de antes de la invención de la imprenta. Antes la gente escribía para ser recitada, entonces había un ritmo y prosodia que yo he encontrado en los textos medievales españoles. Incluso, por ejemplo, en la Celestina o en El Lazarillo, hay una prosodia extraordinaria. Ahora esto ha reaparecido en el siglo XX con una serie de autores como (Louis Ferdinand ) Céline, en Francia, o (James) Joyce. Me parece que es importante este reentronque entre la modernidad con la literatura medieval.
AT - Esta imagen épica, de oralidad de la literatura, se manifiesta también en distintos autores marroquíes y en la vida cotidiana de algunas ciudades de Marruecos.
JG - Hay una tradición oral que se manifiesta en la plaza de Marrakech. Yo aprendí el árabe dialectal estando a la escucha de estos narradores de la plaza. Están en una situación precaria, porque hay unas presiones económicas muy fuertes, entonces conseguí que la UNESCO considerara esto como patrimonio oral y ahora la plaza de Marrakech es patrimonio oral de la humanidad, y por lo tanto la literatura oral está protegida. Creo que en México, me explicaron alguna vez Carlos Fuentes y Fernando Benítez, existe también esta tradición oral extraordinaria que hay que preservar. Estuve hace dos años en México, en donde vi algunas, pero eran mas bien de música o de canciones.
AT - La situación de los inmigrantes africanos es una de sus afrentas publicas.
JG - Sí, hay barrios y zonas donde están los inmigrados, que viven en condiciones infrahumanas. Tampoco se ha hecho el esfuerzo necesario para mejorar la educación y el nivel de vida de la comunidad gitana, que es 90% analfabeta y sin posibilidades de trabajo.
El gobierno de (José María) Aznar ha manifestado que España necesita 300.000 temporeros anuales. O sea que si se necesita gente que venga a trabajar aquí, pues hay que tratarla de una manera correcta y digna, y no de la manera que se esta haciendo hasta ahora.
Hace tiempo yo hacía una comparación entre dos libros que había leído sobre lo que ocurre en Tijuana y en la frontera entre México y Estados Unidos, y lo que está ocurriendo ahora en Ceuta y Melilla, pero con la diferencia de que la travesía del Estrecho es mucho más mortífera. Se calcula que ha habido, según las asociaciones de defensa de los inmigrados, por lo menos mil desapariciones.
Estuve seis meses en La Jolla, California, y entonces iba a menudo a Tijuana. Ahí era visible ese contacto directo entre el primer mundo y el tercer mundo. Me impresionó mucho esta frontera. Luego lo he visto repetirse poco a poco en España. Los argelinos viviendo el terror que hay en Argelia, el subdesarrollo económico que hay en el norte de Marruecos, todos los subsaharianos de Tánger, probablemente centenares de africanos que están en pensiones de mala muerte o guardando la ocasión de meterse en una patera y venir a España. Es algo visible.
España ha sido un país de migración: hubo primero la migración económica a Venezuela, a México, a Cuba, a Argentina, etcétera; después vino la migración política con la derrota de los republicanos en la Guerra Civil. Pero en general los españoles fueron bien acogidos, en México ocuparon puestos importantísimos y contribuyeron de una forma muy activa en el desenvolvimiento de la cultura mexicana. Pero ahora esta sociedad -como llamo yo- de nuevos ricos, nuevos libres y nuevos europeos, cuyo resultado de la mezcla de las tres cosas es la arrogancia y el desprecio a la gente que viene de otros países. La forma de tratar a los sudacas o a los moros o a los africanos es vergonzoso. En lugar de haber aprendido del hecho de la migración parece que se estén vengando de su pasado en los inmigrantes pobres que llegan ahora buscando trabajo en condiciones mucho mas difíciles, que es la travesía del Estrecho, donde pueden dejar la piel. Esto me parece inadmisible.
AT - No se ha aprendido de la propia historia.
JG - Siempre hay una versión dulcificada de la historia. Esto se vio en las conmemoraciones de 1992. Únicamente Sánchez Ferlosio y yo fuimos los únicos que nos preguntamos: "bueno, qué estamos conmemorando". De la colonización española nació un continente y aportó cosas buenas. Pero tiene su lado negrísimo, y no se puede sólo celebrar -digamos- lo positivo y meter entre paréntesis el exterminio de comunidades enteras, como ocurrió. Cuando planteé esto, establecí una comparación entre el bicentenario de la Revolución Francesa con el descubrimiento de América. Dije que a consecuencia de la Revolución Francesa, aun con el terror, la guillotina, el zarismo de Napoleón, las guerras, quedó algo de valor universal y de valor actual: la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Con el Quinto Centenario hay dos versiones: la leyenda negra, que habla de que los españoles fueron para robar el oro y explotar a los indígenas; y hay la versión suavizada de decir: "fueron a evangelizar". Yo me pregunto, ¿el ir de un país a otro a imponer tu propia religión, tu propia cultura es un valor actual, un valor universal? Obviamente no. Me respondieron diciendo que aquí se celebra el descubrimiento pero no la conquista. Entonces, celebrar un descubrimiento es ir haciendo abstracción de las circunstancias en las que se conoce. ¿Podemos celebrar, por ejemplo, que las primeras autopistas de Europa se construyeron en Alemania en los años 30, olvidando la mano de obra esclava que trabajaba en esas obras? Las circunstancias de España en la época del descubrimiento de América coincide con la expulsión de los judíos, la conquista de Granada y el consiguiente incumplimiento de las promesas de libertad religiosa y cultural que dieron a los musulmanes, la creación de la Inquisición, la creación de la Santa Hermandad -el primer cuerpo de policía moderno-; la expulsión de los gitanos con la declaración de la muy santa reina Isabel la Católica diciendo que si osaban regresar a los reinos les "cortarían las orejas"; y es la condena a la hoguera de los bígamos y de los sodomitas. Es decir, el Estado totalitario. Por eso yo les preguntaba, ¿bueno, qué estamos celebrando? El resultado fue que me acusaron de mal español, y me dijeron como le decían a Günter Grass : "los pájaros que ensucian su propio nido". El deber del intelectual está en recordar lo que ha sido o lo que ha ocurrido.
AT - ¿Por eso cree que no es querido en España?
JG - Yo soy el primer escritor español que habla el árabe dialectal desde el Arcipreste de Hita, y en lugar de ser considerado como un plus, aquí en España despierta una agresividad enorme.
AT - ¿Qué significa haber hecho la cuarentena de la muerte?
JG - Es esta leyenda islámica de la cuarentena. En la que se supone que durante 40 días, el alma vaga por los lugares donde ha vivido, al cabo de los 40 días conoce la sentencia de si va al paraíso o es condenada al infierno. Entre tanto, ve -digamos- el mundo material desde un estado inmaterial. Es una leyenda muy bella. Aquí yo he jugado un poco con las visiones del más allá, la de Dante y la de Ibn Arabi, quien como musulmán no podía negar la existencia del infierno. Pero él encontró esa cosa admirable de que de la misma manera que hay seres aéreos, o seres acuáticos, o seres terrestres, Arabi dice que hay unos seres "ígneos", que viven en el fuego su felicidad, entonces sacarlos del fuego sería un sufrimiento. De esta forma resuelve el infierno. A mí me impresionó mucha la belleza poética de esta visión, infinitamente más caritativa que las que recogió Dante. En el libro también entra la Guerra del Golfo. El capitulo octavo de "La cuarentena" lo escribí en el momento en que se declaró la guerra del golfo. Este capítulo fue una visión premonitoria de toda la plaza invadida de sangre de Bagdad. Entonces las visiones de Dante o de Ibn Arabi, son sustituídas poco a poco por las imágenes de la Guerra del Golfo, que inició cuando ya estaba escribiendo mi novela y la incorporé a ella. Aquí lo que me interesaba era mostrar esta reflexión en la que entra toda la tradición literaria cristiana y musulmana con la guerra del golfo.
AT - La relación cultural con la muerte es tan variable como las propias culturas
JG - La muerte en la cultura occidental es ocultativa. Yo viajé a El Cairo y logré vivir en la Ciudad de los Muertos. Es un cementerio enorme, donde vive un millón de personas: se han construído bloques de casas rodeados de tumbas y al mismo tiempo hay mausoleos donde las familias o descendientes de los guardianes de las familias que a lo mejor han desaparecido, viven en los panteones. Hay mausoleos grandes, algunos con televisión en color. Logré dormir en uno de estos mausoleos, que para mí fue una cura maravillosa. Esto lo cuento en "Estancia en las Ciudad de los muertos". La muerte en la sociedad occidental es siempre ocultativa. Hay que ver los entierros en Estados Unidos donde maquillan a los muertos y las muertas como si fueran a una fiesta.
AT - Günter Grass dice de usted que es el escritor que más le gusta de la literatura española actual.
JG - Günter Grass es un escritor del que todos hemos aprendido. Es uno de los grandes maestros de la novela de este siglo. Creo que desde Octavio Paz ha sido el mejor Premio Nobel que se ha dado.
AT - Cómo ve el próximo siglo.
JG - Si me asomo al próximo milenio, será con periscopio y por poco tiempo.