Humorismo y retórica

Pío Baroja
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Yo divido las teorías -dice el Doctor GUEZURTEGUT- de una manera práctica, en dos clases: unas, las que tienen porvenir, es decir, las que permiten que se pueda seguir pensando con su ayuda; otras, las que no tienen porvenir y cierran las posibilidades de nuevos pensamientos. Estas, en el terreno de la filosofía, si no son absolutamente exactas, son perjudiciales.

Las teorías del doctor WEROEN me parecen, en parte, de las últimas; por eso no las acepto en bloque.

1-Te dicho antes que paramí dos términos antitéticos son el humorismo y la retórica. Desgranaremos esta antítesis general en varias antítesis parciales. El humorismo es improvisación; la retórica es tradición. Una fórmula retórica repetida es no sólo aceptable, sino agradable; una fórmula de humor repetida se convierte en antipática y fastidiosa.

El humorismo es invención, intento de afirmación de valores nuevos; la retórica es consecución, afirmación tradicional de valores viejos. El humor es dionisiaco, la retórica apolínea; el humor guarda más intuiciones de porvenir, la retórica más recuerdos del pasado.

El humorismo es el surco nuevo y tiene el encanto de lo imprevisto; la retórica es el surco viejo y tiene el encanto de la repetición necesaria para el ritmo.

El humor necesita inventar, la retórica se contenta con repetir. El humor tiene el sentido místico de lo nuevo, la retórica el sentido respetuoso de lo viejo. Se puede decir: «Todo es nuevo», como HERÁCLITO, y se tiene razón, pensando en la sustancia, que cambia constantemente. Esta será una afirmación grata para el humorismo. Se puede decir: «Todo es viejo, no hay nada nuevo bajo el sol>~, pensando en las formas. También se puede tener razón, y este aserto será grato para los retóricos.

La tesis: «Todo es viejo», inclina a pensar que las grandes concepciones filosóficas y artísticas están realizadas, lo que desde cierto punto de vista es verdad.

La tesis: «Todo es nuevo, nada está hecho, todo fluye y cambia constantemente «, hace pensar en la posibilidad de nuevos sistemas.

Hay en la Ciencia y en el Arte, sobre todo en el Arte, una a manera de geografía limitada de un planeta, y cuando se ha descubierto el Himalaya y el Chimborazo, el Nilo y el Amazonas (lo que en ciencia sería la teoría de COPERNICO y la de NEWTON, en literatura la creación de Don Quijote o de Hamlet), parece que ya no se puede volver a descubrirlos; pero para el discípulo de HERÁCLITO, para el que cree que todo fluye y todo cambia en un constante devenir -ideas conceptos, sentimientos y cosas- el Nilo de hoy y el Amazonas de hoy no son los de ayer, ni siquiera el Himalaya de hoy es el de ayer.

Mucho menos son idénticas a las de ayer las figuras literarias y artísticas de hoy. Ríos, montes y personajes literarios pueden ser, hasta con los mismos nombres de ayer, hechos completamente nuevos.

El humorismo, que tiene el sentido místico de lo nuevo, se basa en la intuición, en el instinto; la retórica, en el razonamiento, en la lógica. El humorismo acierta y yerra; la retórica acierta y yerra menos.

La tendencia retórica unida a sistemas que se consideran espiritualistas acaba en un mecanismo. Algo parecido les pasa a las religiones, que terminan en una mecánica de rezos. Para los espiritualistas retóricos y maniqueos, las ideas y los sentimientos tienen ya su forma tradicional; el retórico supone que el escritor no debe hacer más que barajar estas formas.

Es como quien busca en el guardarropa un buen disfraz ya cosido y, a lo más, se permite añadirle un lazo o una cinta.

Bueno y fácil procedimiento para vestir con elegancia, pero que no, nos entusiasma. Aunque alguien nos demuestre que estos bazares de trajes hechos de la retórica son el lógico e imprescindible resultado de una evolución que comenzó en el primer bípedo y sigue hasta nuestros días, miraremos con cierta desgana en almacenes de adomos otros bienes mostrencos.

 

1. ESPECIOSO

El retórico tenderá a creer en la inmutabilidad de las especies zoológicas y botánicas; el humorista será consciente o inconscientemente darwiniano o goethiano, partidario de la evolución eterna.

Para el retórico seguirán existiendo, como moldes de hierro, los cinco predicables de la lógica aristotélica: el género, la especie, la diferencia, la propiedad y el accidente; para el humorista, género y especie, conceptus summus y conceptus infimus, que aparecen como topes en la lógica kantiana, no serán más que apariencias.

El retórico será absolutista; el humorista relativista. Para el primero, el mundo tendrá una disciplina estrecha, para el segundo, ni géneros, ni especies; caos y fantasmas en el dominio de los fenómenos y una incógnita más allá de los fenómenos. Las únicas conquistas posibles serán las de las palabras fiatus vocis, que decían los nominalistas. Para el hombre de humor, en el mundo que se está haciendo y deshaciendo constantemente, hay siempre lugar para formas nuevas, materia con que crearlas e inventarlas.

¿Es que las crean los humoristas? ¿Es que las inventan siempre? No, seguramente no; la invención será siempre escasa, pero es más fácil que la realice alguna vez el que cree en ella, que no el que no cree en ella.

La retórica, próxima a la teoría de la inmutabilidad de las especies, salida de la Biblia y embellecida por PLATÓN, tendrá el criterio moral, estrecho. Para la retórica, la fauna del mundo será la que se puede encontrar en una casa de fieras modesta. En cada jaula habrá su letrero, en que dirá: «Bueno o Malo».La fauna del humorismo evolucionista aceptará todos los ejemplares de la biología, los característicos y los vulgares, desde el tigre y el camello hasta el Protozoario, sin olvidar esos animales absurdos, como el ornitorrinco y los equidnas, que son mamíferos y ovíparos, Y los bichos raros que vinieron, como los terodáctilos y los arqueopterix, pajarracos que tenían al mismo tiempo pico y dientes, plumas y cola de lagarto. El humorismo tirará al viento las antiguas etiquetas y mirará de nuevo a sus bichos.

La retórica no acepta más fauna que la bíblica, la post-diluviana; el humorismo acepta la antidiluviana, la post-diluviana y la del porvenir.

La retórica defenderá ese casillero estrecho de las especies y ese pequeño simbolismo tradicional que pone a cada animal su etiqueta. La corneja será siempre agorera, y la paloma siempre cándida. Para la retórica las especies estarán separadas unas de otras por limites férreos.

El humorismo será Partidario no sólo de la evolución darwniana lenta y constante, sino de la evolución casi milagrosa de Hugo de VRIES; de un milagro racional y sin ningún carácter supernaturalista. La mutación brusca encontrada por VRIES es una forma de humorismo de la Naturaleza.

A pesar de esto, no es lógico creer que el humorismo sea una actitud literaria que haya de vencer a la forma retórica y clásica; no, la literatura siempre oscilará según las ideas del tiempo, de una manera a otra, del humor a la retórica.

Siendo una ciencia casi exacta la física, oscila entre los dos conceptos de continuidad y de discontinuidad de la materia y no acabará nunca su oscilación; no tiene nada de extraño que la literatura, más movible, cambie, empujada por varias tendencias.

 

2. TROPIEZOS DE NUESTRA TESIS

La obra del retórico es una obra cepillada, lustrosa y sin poros; la obra del humorista es informe, incompleta y porosa. La una está en un tiesto esmaltado que la aísla del ambiente, la otra en un tiesto de barro penetrado por las corrientes osmóticas de dentro y de fuera. La del retórico comienza y acaba a su tiempo, la del humorista ni concluye ni empieza. La una parece un producto más de cultura, la otra un producto más de naturaleza; la una es un poco la melodía de la música clásica, la otra esa melodía infinita que quiso implantar Wagner y que siendo una cosa buscada nos parece una mixtificación.

La tendencia retórica es una fuerza centrípeta; con su preocupación de técnica va poco a poco cerrando el horizonte mental del escritor; la tendencia humorista es una fuerza centrífuga, echa al escritor fuera de la literatura al campo de la filosofía, de la ciencia, de la poética o de la nimiedad. El ¡Viva la bagatela!, del abate Swwr es muy sintomático del amor final de los humoristas por la futilidad.

La retórica tiene que basarse en un espíritu de autoridades, por eso se vale de la fuerza de los prestigios históricos; de aquí que la retórica tienda al dogmatismo y a la pedantería. El método retórico tiene el inconveniente de que lo estrecha todo y lo hace mecánico; la falta de método del humorismo es una teoría peligrosa, como todo anarquismo, porque lleva a la exaltación, a la extravagancia y al caos. Para emplear este método de no tener método hay que confiar en si mismo y no temer el fracaso.

La retórica, que es como un arte de ornamentación, necesita masas y líneas fijas, necesita sustancias duras, envejecidas por el tiempo; el humorismo es la fantasmagoría de los líquidos y de los gases espirituales. La retórica descansa sobre lo que parece más seguro y respetable, el humorismo en lo que se considera más movedizo y pasajero. La retórica tiende a forzar la armonía de las cosas y a inmovilizar, por tanto, el mundo espiritual; el humorismo tiende a relajar, a dar a todo flexibilidad y blandura.

La retórica quiere remacharlo todo, apretar los tomillos; el humorismo intenta soltar los tomillos; la una aspira al orden por la sujeción, el otro al orden por la anarquía; el uno es un arte de armonías violentas, el otro arte de antinomías.

Un retórico se comparará muchas veces con un orfebre, un humorista del tipo de RICHTER o de CARLYLE habría que compararlo con un salto de agua, con una solfatara o con una nube.

A pesar de esto, cuando el humorismo acierta, marca las líneas claramente, y cuando la retórica desacierta se pierden las líneas. El conceptismo en literatura, el barroquismo en artes plásticas, a fuerza de adornar llegan a una especie de humorismo. Con arreglo a su tendencia, cada arte ilumina sus obras; la luz de la retórica es una luz lejana y clara, con la cual se dibujan las formas de una manera hábil y artificial, esa luz falsa que les gusta a los pintores para sus cuadros; la luz del humorismo es como la luz de la antorcha, que tan pronto esclarece fuertemente los objetos como los llena de humo.

La retórica es lo fijo, el humorismo lo cambiante; la retórica tiene fórmulas, el humorismo no las tiene.El humorismo no puede tener una fórmula, una fórmula de humor sería una cosa desagradable y repulsiva, además; cuando una fórmula permite su repetición penetra en el dominio de la retórica, cuanto más permite su repetición automática es más retórica.

 

3. DISTINGUIMOS

El humor es como el ave fénix que renace constantemente de sus cenizas, es un extraño pajarraco mal definido, que tan pronto parece gris como lleno de pluínas brillantes y de colores; a veces se quiere creer que no existe y que es pariente de las sirenas, de los dragones, de los gnomos y de otros seres de una fauna irreal y mitológica, a veces tiene una objetividad tan manifiesta como las jirafas, los dromedarios y los camellos.

No es fácil siempre separar el humorismo de las especies literarias algo afines, el humonsta se confunde muchas veces con el cómico, con el satírico, con el bufón y con el payaso. Como el camaleón cambia constantemente de color y estos cambios de color no lo confunden, sino que le caracterizan.

Entre el cómico antiguo y el cómico humorista moderno quizá no haya más diferencia que los nervios, la sensibilidad. Los antiguos tenían los nervios más duros que los hombres de hoy. Un QUEVEDO de nuestros días no mortificaría a su Don Pablos con tan constante saña y un CERVANTES actual no haría que a su Don Quijote le golpearan tanto. Desde la época en que se escribieron estos libros a acá nuestra sensibilidad se ha afinado.

Los estúpidos dicen que eso es sentimentalismo. Si existiera esta palabra entre los bárbaros, lo mismo diría el bárbaro viendo que el civilizado no corta la cabeza al enemigo muerto: Le mata y no le corta la cabeza. ¡Qué mentecato! ¡Qué sentimental! Y el antropófago diría lo mismo del bárbaro incapaz de comerse al enemigo: Este hombre corta la cabeza del enemigo y no se aprovecha luego para hacer un frito con sus sesos, ní para comerle un riñón. ¡Qué estúpido sentimentalismo!

No es fácil, seguramente, separar el tipo cómico clásico del humorista, tampoco lo es distinguir cierto tipo de humorista del satírico. Hay varias clases de humoristas. Hay el humorista de cepa amarga estilo Swívr y el humorista de cepa predicadora estilo THACKERAY y la cepa agridulce de STERNE y la malvasía de DICKENS. Los primeros de cepas agrias se confunden con los satíricos; indudablemente entre ellos no puede haber más que ligeros matices que los separen.

Parece que el satírico juzga el mundo y los hechos teniendo como norma exclusiva la virtud, y que el humorista no tiene una norma tan definida y tan clara; el punto de vista del satírico es un punto de vista moral, el del hombre de humor es un punto de vista filosófico. Podría añadirse que el satírico tiene un ideal que aunque no esté convertido en máximas o en sentencias, no sería difícil convertirlo, y que el humorista, si tiene un ideal, debe ser un ideal un tanto vago y subjetivo. El satírico tiende a la corrección y al látigo, el humorista a la interpretación y al bálsamo.

Esto haría suponer que el satírico es hombre de espíritu lógico y el humorista es más bien un sentimental. El uno hombre de cabeza, el otro hombre de corazón.

El punto de partida de ambos no es tampoco idéntico.

El satírico parte de una irritación agresiva, ataca y tiende a hacer reír, el humorista siente una excitación no agresiva y tiende a hacer reflexionar. Respecto al tono, el satírico emplea un tono más elocuente y más retórico. No en balde la sátira es casi una invención de la Roma antigua.

El satírico es un ser razonable que cree en la razón, el humorista es un individuo razonable que duda de la razón y a veces es un vesánico que dice cosas razonables. El satírico, desde el banco de los buenos, señala a los malos y a los locos; para el humorista el mundo tiene por todas panes algo de jardín, de hospital y de manicomio.

El humorista no puede tener la risa rencorosa de las gentes de mentalidad simplista del tipo de Julio VALLÉS o de Luis VEUILLOT.

Respecto a la cosa representada, hombres, sociedad, etc., el satírico tiende a dividir el mundo en buenos y malos o en gente de época buena y de época mala, el humorista menos aficionado a divisiones históricas y morales, tiende a encontrar bueno y malo, todo revuelto, en todos los hombres y en todos los países.

¿No somos la mayoría de los hombres así, mitad buenos, mitad malos, medio cristianos medio paganos, mitad hombres, mitad bestias como los centauros?

El humorista no crearía a Ariel todo espíritu y a Caliban todo barbarie; haría un Ariel-Caliban mixto de ambos.

Que la sátira no es el humorismo, se comprueba con casos, por ejemplo el de VOLTAIRE, que siendo el mayor satírico de los tiempos modernos, no tuvo rasgos de humor. En él había demasiado ingenio para que se notase la naturaleza. El ingenio y la ironía no se pueden identificar con el humorismo; la ironía es objetiva, más social, puede tener técnica; el humorismo es más subjetivo, más ideal, más rebelde a la técnica. La ironía tiene un carácter retórico, elocuente; el humorismo se inclina a tomar un carácter analítico y científico.