"El oso hambriento no baila", dice un viejo proverbio griego de la época en la que por las calles se veían osos encadenados bailando al son de las panderetas de sus amos. El caso es que, cuando tienen hambre, los osos no se muestran muy dispuestos al baile. Algo parecido sucede ahora mismo en Grecia en estos tiempos de crisis. Los artistas y otros profesionales de la escena cultural son incapaces de bailar porque tienen el estómago vacío. Además, no se vislumbra salida a la situación porque el público no sólo es incapaz de ofrecer unas pocas monedas al final del espectáculo, sino que ni siquiera parece dispuesto a seguir asistiendo a él.
La cultura ha sido una de las primeras víctimas de las políticas adoptadas por el gobierno griego tras las exigencias del Fondo Monetario Internacional, el Banco Central Europeo y la Unión Europea. El desempleo entre los actores alcanzó el 95% en la primavera del 2011, el 97% entre los bailarines, el 80% entre los músicos y el 50% entre los cantantes profesionales según un estudio publicado por el periódico Avgi el pasado 31 de julio. La situación es aún peor si tenemos en cuenta que los profesionales de las artes que sí encuentran trabajo en el sector privado ganan menos de lo estipulado en los convenios colectivos.
Una palabra que se oye con frecuencia ahora en Grecia es cierre, la clausura de negocios, empresas e incluso de bibliotecas escolares y teatros de barrio. Otro término que se escucha con frecuencia es fusión, un eufemismo para el abandono de hospitales y escuelas. El curso escolar 2011-2012 se inicia en Grecia con mil escuelas menos (de un total de 16.000), una reducción que se hace notar de modo especial en los pueblos mal comunicados donde las escuelas funcionan como epicentros de cultura y vida social. Este verano, además del cierre de escuelas, hemos visto el cierre de cafés tradicionales, sobre todo en las zonas con poco turismo. En muchos pueblos, sólo las campanas de la iglesia siguen sonando; por lo general, para anunciar funerales más que bodas y bautizos. Un buen número de escuelas ahora cerradas eran ejemplos de arquitectura tradicional o tenían un significado histórico especial.
La televisión y la navegación por internet se han convertido en las formas más accesibles y baratas de entretenimiento. Las señales de la crisis son del todo evidentes en la televisión ya que las producciones griegas son sobre todo reality shows, programas de cocina, así como culebrones turcos que han desplazado a las telenovelas latinas. El acontecimiento más importante para la televisión ha sido la decisión gubernamental de cerrar ET1, un canal público que emitía sobre todo programación cultural. Se trata de un duro golpe para las artes porque ET1 era el único canal que ofrecía programas originales sobre temas como poesía, prosa, artes visuales, arquitectura, cine, teatro, etcétera. Este cierre, junto con el de muchas emisoras de radio locales, se ve acompañado de paro masivo de otros trabajadores, algo que afecta negativamente a la calidad de los restantes programas.
Cantidad y calidad
Los recortes en la financiación han causado también estragos en nuestras orquestas sinfónicas con el resultado de que cientos de músicos llevan meses sin cobrar. Se dice que muchos de ellos han tenido incluso que vender sus instrumentos, sus violines y guitarras, lo cual nos recuerda el Pinocho de Carlo Collodi, donde Gepetto se veía obligado a vender su abrigo para comprarle los libros de texto a su hijo. Artistas con años de experiencia y talento productivo se consideran afortunados si encuentran trabajo como camareros, mientras los actores trabajan en producciones cinematográficas o teatrales a cambio de una simple promesa de porcentaje de los ingresos de taquilla.
La crisis en las artes no sólo afecta a la cantidad, sino también a la calidad. Menos no es siempre mejor, y la situación no respalda la opinión de quienes ven la crisis económica como una oportunidad para la mejora. Por ejemplo, cuando grandes editoriales con largas tradiciones en la literatura griega cierran sus puertas, esa pérdida no se limita a los centenares de personas que se quedan sin trabajo. Lo que ocurre es un empobrecimiento del desarrollo cultural del país en su conjunto.
Son muchos los ejemplos que pueden citarse: la desfinanciación de museos, con el implícito de que la historia y las artes no son importantes en estos tiempos de crisis; el desempleo entre los jóvenes; la destrucción de la red de seguridad para aquellos que tienen necesidades especiales o sufren enfermedades mentales, para los pensionistas y para otros que se encuentran en una situación similar. La cuestión es si, en tiempos de crisis, pueden surgir formas alternativas de expresión social y cultural, como fue el caso de Argentina hace unos diez años. En Grecia, donde la izquierda tiene una fuerte tradición de lucha social, no hay una salida así a la vista. Si bien es cierto que muchos artistas han tomado partido contra las reducciones de puestos de trabajo y las medidas de austeridad por medio de peticiones, happenings, conciertos, etcétera, esas acciones se han desarrollado dentro del ámbito limitado de una pequeña vanguardia. No se han extendido a sus colegas del sector de la cultura o al público en general.
La elección entre "pan y rosas" es falsa. En tiempos de dificultad, como la ocupación alemana y la dictadura militar, muchos actores, músicos, artistas visuales y escritores tomaron partido y no sólo de palabra, sino también en el contexto de sus obras artísticas: canciones, poemas, libros. Hoy necesitamos nuevas voces y nuevos métodos. Necesitamos un nuevo lenguaje creativo que dé expresión a una época de resistencia impulsada por el movimiento de los indignados.
Hay una cosa clara: la situación está cambiando con rapidez. Lo que parece inimaginable o incluso imposible hoy, puede ser normal mañana.