Querido Peter,
ahora, que has muerto, me piden que escriba algo sobre tí. Esperan algo solemne, palabras altisononantes y graves, como sólo un amigo llega a encontrar frente a la muerte, frente a...
Pero yo sé, querido Peter, que no es esto lo que esperas de mí. Tú mismo estabas contra las solemnidades. Ocurre que en tus libros resultas patético al lector. Pero quien haya oído voz -¡qué bella voz tenías!-, a ese, tu modo de escribir le parecerá lo más natural del mundo, directament nonchalant.
Pero yo debo explicar a la gente cómo eras. De tí sólo saben que dormías de día, y que salías de noche a recorrer los cafés.
Eras, pues, un manirroto, uno que tira el dinero. Pues no, no lo eras: eras el más meticuloso de los meticulosos.
Cada mañana, antes de ponerte a descansar, contabas tu dinero. Podías dar cuenta de cada céntimo. Llevabas a la Caja de Ahorros todo lo que guardabas Y cuando, una vez -era en Gmunden-, te enteraste de un robo en un hotel, llevaste a la Caja de Ahorros hasta tu último céntimo y enviaste a tu hermano el siguiente telegrama:
"Querido Georg, mándame cien
Coronas, he puesto todo mi
dinero en la Caja de Ahorros,
no tengo de qué comer".
Eras, pues, un avaro. No, por Dios, en absoluto. Siempre tenías algo que dar a todos los niños desventurados de cuya existencia te enterabas por los periódicos. Peter Altenberg: 10 coronas. Eras una voz constante en los boletines de las asociaciones para la protección de los niños. Que pregunten a los camareros, a los botones, a las camareras. No, ningún caballero dejaba propinas más generosas que P.A. Y, cuando se trataba de comunicar a alguien, lo más rápidamente posible, un impulso del corazón, se llamaba al camarero en mitad de la noche para que mandase desde la central de correos un telegrama de diez páginas, que consumía casi por completo las cien coronas que le habías dado.
Contenido: ¡te amo! Pero en idioma altenberguiano.
Eras, pues, un derrochador. No, porque durante los dos últimos años viviste sólo de patatas, tres raciones al día, creyendo un gasto inútil tirar diez coronas por un plato de carne.
Eras, pues, un paladar fácil. No, esto sí que no lo eras. No se ha visto en el mundo un exquisito más delicado y sensible que tú. Entre centenares de manzanas, sabías escoger con absoluta seguridad las más exquisitas, pero no con las manos, no, sólo con los ojos. Con los ojos reconocías el cangrejo delicado, el bocado de riñón. De cualquier animal comías sólo lo más ligero: el filete. De la perdiz y del faisán comías solo La carne del pecho; dejabas de lado la carne oscura. Espárragos, sí, pero sólo las primicias más tiernas.
Y cuando, una vez, eras haber rechazado por tres veces al camarero, insistieron en que aceptases un plato de riñón, lo probaste, lo dejaste, pagaste, y te quedaste con el hambre.
" ¿No comes nada, Peter?". "No, por hoy ya he agotado mi presupuesto de gastos".
Estabas, pues, ávido de placeres. Porque se te e ncont rab a de preferencia en aquellos lugares donde sonaba música zíngara, se bebía champagne y bailaban las muchachas. Eras, pues, un alcohólico, querido. Pues no, nadie odiaba el alcohol más profundamente que tú. Como los niños detestan la amarga medicina, tú aborrecías el vino y el aguardiente, bebidas que se encontraban a litros en tu mesita de noche y de las que debías beber grandes vasos para hacerte venir el sueño. Pero en la mesa nadie conseguiría convencerte de que bebieses un vasito de licor. ¿Cerveza y champagne ? Cuando la cerveza se convirtió en tu somnífero -veinticuatro botellas por noche-, debiste renunciar a las míseras bebidas de tu mesilla, Eran, pues, las mujeres lo que te arrastraba. Pero te estabas sentado en un rincón, hablabas con los amigos y no te preocupabas de las muchachas. Detestabas el vals. Sólo cuando tocaban una melodía americana o inglesa prestabas atención, la escuchabas arrobado y la acompañabas con el canto. Tu voz tenía el timbre de un oboe.
A veces, pasaba que te gustaba una muchacha. Pero no querías hablar con ella. Querías gozarla con los ojos, cualquier palabra que ella pronunciaba era una desilusión.
¿Eras, pues, un misógino? Sí y no. Tus lectores afirmab a n haber comprendido de tus libros que eras el último de los trovadores. ¡Qué desilusión, cuando te oían hablar! Porque tú conocías a la mujer, tú, que en tu cuerpo masculino escondías un alma femenina.
Pero un alma femenina perversa, de forma que, a los ojos del mundo, todo estaba en su sitio.
Sólo tu relación con los niños era malentendida. No sabían que se trataba de una relación femenina, maternal.
Femenino era tu amor escrupuloso por el orden, tu amor por el cuidado de tus cosas. Tu apartamento es conmovedor y yo pido aquí a Viena, a la ciudad de Viena, que tu apartamento sea trasladado al museo de la ciudad. Debe encontrarse un lugar para las habitaciones donde ha vivido P.A. También deberán conservarse las tapicerías que él escogió. Y que todo esté en el sitio justo, incluída la tacita de agua bendita, la guirnalda de rosas y la imagen de Nuestra Señora de Mariazell, que costaba diez coronas, que te había regalado la muchacha de la limpieza.
¡La muchacha de la limpieza!
Hoy, en el Graben Hotel, todos están llorando. Incluso el mozo de cuerda. P.A. era un tirano. Pero nunca un tirano así fue tan amado, porque era el más humano de todos los tiranos.
¿Habré conseguido, con estas pocas líneas, hacer entender a la gente cómo eras. No lo creo.
¡Pero qué importa! Ninguna voz sería lo bastante fuerte y autorizada para hacer comprender a los vieneses que, desde el día de los funerales de Grillparzer, nadie más grande fue acompañado hasta la tumba.
Adolf Loos (1919)
Peter Altenberg seudónimo de Richard Engländer nació en Viena en 1859 y murió en la misma ciudad en 1919. Fue más conocido por su seudónimo, Peter Altenberg, con el cual publicó una obra basada en textos breves y esparcida en una docena de volúmenes. Alcohólico, neurasténico, noctámbulo, algo más contradictorio que cualquier ser humano, conoció tanto la vida de los cafés y los locales nocturnos como la de un hospital psiquiátrico y fue fatal testigo de la caída del imperio austro-húngaro. Cultivó la amistad de Karl Kraus (a quien, no obstante ser considerado su impulsor, Altenberg le reprochaba haber contribuido a que le quitaran alguna "amiga") y de Adolf Loos, fue admirado por Alban Berg, Arthur Schnitzler, Thomas Mann y Robert Musil ("el mejor poeta del fin del siglo", según sus palabras) y su influencia puede hallarse en Kafka y Rilke. Este hombre que supo decir que "el arte es el arte, la vida es la vida, pero vivir artísticamente es el arte de vivir" fue uno de los escritores más singulares de ese apasionante, riquísimo y axial momento que la historia le dio al arte en la Viena de fines del siglo XIX y comienzo del XX.
«Tengo la mala suerte de que mis esbozos siempre son considerados como pequeños ensayos, cuando en realidad son todo lo que puedo ofrecer».
Cavilaciones de un revolucionario (fragmento)
" Los debilitamientos trágicos: comer cuando no se tiene hambre. Beber cuando no se tiene sed. Moverse cuando se necesita descanso. Copular cuando se carece de amor. ¡Sabiamente nos conduce la naturaleza! Cuando tenemos hambre, al pan. Cuando tenemos sed, al agua. Cuando estamos cansados, al sueño. Cuando estamos llenos de amor, a la mujer. No tomarse la propia vida más en serio que una pieza de Shakespeare! ¡Pero tampoco menos! Dejar que la vida se apodere de uno como en el teatro. El teatro de la vida. ¡Ser el espectador ideal de uno mismo! ¡Estar del todo concentrado y, sin embargo, saber salir luego de los embrollos e intrigas al aire fresco de la noche! ¡Haber vivido lo que no se ha vivido y no haber vivido lo que se ha vivido! ¡Así te purificas de ti mismo! Y tus "propias tragedias" te proporcionan la sonrisa.de la sabiduría. "
LIBROS
• Wie ich es sehe (Prosaskizzen), 1896
• Shantee (Prosaskizzen), 1897
• Was der Tag mir zuträgt (Prosaskizzen), 1901
• Prodromos (Gesundheitsideen, Modenotizen, Rezepte, Aphorismen, *Skizzen (Splitter), 1906
• Märchen des Lebens(Prosaskizzen), 1908
• Bilderbögen des kleinen Lebens (Prosaskizzen), 1909
• Neues Altes (Prosaskizzen), 1911
• Semmering 1912 (Prosaskizzen), 1913
• Fechsung (Prosaskizzen), 1915
• Nachfechsung (Prosaskizzen), 1916
• Vita ipsa, 1918
• Mein Lebensabend, 1919
En español se ha publicado
• Páginas escogidas
• AMANECER EN EL PRATER