El planeamiento de vecindarios orgánicos

Walter Gropius
(1949)
Del libro Arquitectura y Planeamiento (Ed. Infinito, Buenos Aires) 

Con el desarrollo de la era maquinista, rápidamente se desintegró la coherencia y eficiencia de la antigua comunidad, caracterizada por la artesanía. La falta de trazado de una nueva y bien integrada comunidad, que se ajustara a las distintas condiciones de vida de la era maquinista, es el más serio retroceso en la promoción de un genuino crecimiento democrático.

Falta de un trazado integral
El cuerpo llamado "sociedad" es una entidad indivisible que no puede funcionar cuando algunas de sus partes no son integradas o son abandonadas; y cuando no funciona correctamente, enferma. La enfermedad de las actuales comunidades en los países "civilizados" es el resultado lamentable de los fracasos del hombre en ubicar necesidades humanas básicas por encima de los requerimientos económicos e industriales.
Abrumada por las potencialidades milagrosas de la máquina, la codicia cotidiana humana ha intervenido en el ciclo biológico del compañerismo humano que mantiene saludable la vida de una comunidad. En el más bajo nivel de la sociedad, el hombre ha sido degradado al ser empleado como instrumento industrial; ésta es la verdadera causa de la amarga lucha entre capital y trabajo y de la ruptura de las relaciones comunales. La vida de la comunidad debe ser equilibrada nuevamente; el impacto de la máquina debe ser humanizado. La llave de una exitosa rehabilitación de la comunidad es el propósito de convertir el elemento humano en el factor dominante.

La creciente indiferencia social
El tamaño descomunal de las despersonalizadas administraciones actuales de la ciudad ha crecido más allá de la escala humana. El habitante común de la ciudad no tiene contacto personal con sus representantes electos; es obligado a rendirse a un poder distante. Como consecuencia, la creciente indiferencia social ha empobrecido las relaciones de la comunidad. La irresponsabilidad y el aislamiento social se están difundiendo. Arte, ciencia y religión son en la actualidad islotes inconexos; una nueva síntesis debe agrupar nuevamente lo que ahora está, desgraciadamente, desvinculado. Sólo entonces, llevado por una nueva fe, podrá integrarse al individuo dentro de su comunidad.
La ciencia, el arte y la filosofía están listos para proveer los elementos para un nuevo orden. El alimento, la recreación y la libertad pueden ser contenidos por todos, pero un método práctico de colaboración y distribución debe ser aún encontrado. Solamente dentro de su propio vecindario podrá el ciudadano actual experimentar y aprender el procedimiento democrático de dar y recibir. Unidades vecinales sanas son, por lo tanto, la simiente de mejores relaciones humanas y de niveles de vida superiores. Ayudar a desarrollar un sentido de lealtad comunitaria que encuentra expresión en la acción convenida hacia un progreso social y cívico.

Los problemas de la vivienda y su relación con los demás
Una finalidad tan amplia no puede ser llevada a cabo solamente por medio de un mejor alojamiento. La vivienda, tenida en cuenta únicamente como una de las múltiples funciones de la comunidad, no puede ser encarada separadamente sin constatar la capacidad de absorber nuevas áreas residenciales que tienen las comunidades vecinas y de proveer una buena circulación y correcta vinculación entre los distritos de habitación, lugares de trabajo y áreas de recreación. El cuidadoso estudio de un plan orgánico de la comunidad como estructura indispensable debe preceder cualquier programa de viviendas. Sin él, aun viviendas nuevas pueden convertirse rápidamente en áreas inútiles y convertirse en gasto abrumador.
El cuidadoso planeamiento de las comunidades, conducido por comisiones locales de planeamiento, debería convertirse en un requisito anterior a cualquier apoyo público para viviendas. Aun más, la tendencia actual hacia la descentralización debe ser cuidadosamente vigilada si no queremos que nos conduzca a conjuntos de viviendas dispersos y sin relación con un plan.

Trazado básico de las comunidades
Una bien planteada rehabilitación de la comunidad parece necesitar primero drásticas medidas para estimular el interés comunitario y la responsabilidad de cada ciudadano, haciéndolo participar activamente en los asuntos locales. Para alcanzar esa meta, la estructura administrativa de la comunidad debe ser humanizada, es decir, llevada a una escala humana. Debería basarse en unidades vecinales auto-suficientes, convertidas en entidades diferenciadas, lo suficientemente pequeñas como para servir de organismos de reactivación de intercambio social. Después de una generación de verificación y errores, arquitectos y técnicos en planeamiento se han puesto de acuerdo sobre el siguiente trazado básico de la comunidad con miras a un futuro inmediato.
La más pequeña unidad comunitaria auto-suficiente –básica para las áreas urbanas y rurales por igual- debería ser la "unidad vecinal" de 5.000 a 8.000 habitantes, que es la población suficiente para asegurar el funcionamiento eficiente de una escuela elemental.
La unidad administrativa inmediatamente mayor debería ser un recinto o distrito en la ciudad o un municipio rural, incluyendo cada una un grupo desde cinco a diez unidades vecinales –es decir, desde 25.000 a 75.000 personas- con una escuela secundaria en su centro.
Finalmente, la mayor unidad debería ser la ciudad entera o la metrópoli con facilidades de primer orden para la educación y recreación. Cada unidad vecinal de este tipo debería tener su propio gobierno local independiente.
Un lineamiento gubernamental como el mencionado aseguraría una influencia más directa de la voluntad de la población sobre su propia administración, al mismo tiempo que desarrollaría un sentido de espíritu comunitario. Las vinculaciones entre familias, amigos y equipos cooperativos tendrían una mejor oportunidad como factores creativos de la vida ordinaria. La participación directa en la vida corporativa de la ciudad vecinal se convertiría así en una función natural de cada ciudadano, protegiéndolo contra la soledad y el aislamiento. Sin considerar algunos ermitaños recluidos, el hombre es un animal gregario cuyo desarrollo está siempre acelerado y mejorado por la vida en una saludable comunidad. La influencia recíproca de unos individuos sobre otros es tan esencial al desarrollo mental como es la comida necesaria al cuerpo. Aislado, sin el contacto de su comunidad, la mente del ciudadano se adormece y su crecimiento se paraliza.

El punto de vista humano

En correspondencia con la administración local a escala humana, la escala física de tal estructura social orgánica también debe ser humana; es decir, debe integrarse en el ciclo diario de veinticuatro horas, ya que el hombre y no las máquinas, determinan la escala fundamental.
El tiempo empleado en el transporte diario no debe totalizar más de treinta a cuarenta minutos. La dimensión de la unidad vecinal –sea rural o urbana- debería reducirse a distancias a pie, ya que es el andar de los seres humanos el que debe definir el alcance del espacio de la vida local. Todos los lugares de actividad e interés en la unidad vecinal deberían estar comprendidos dentro de una distancia máxima de diez a quince minutos a pie. De tal modo, el área estaría confinada a un radio de alrededor de media milla o aún menos. (…)

La nueva articulación regional
Por medio del interés cívico y la lealtad proveniente de las buenas relaciones dentro del vecindario inmediato y a través de un saludable espíritu competitivo y el orgullo en los resultados, la articulación regional se desarrollará nuevamente después de haber sido perdida en la conmoción industrial del pasado. La delincuencia y el crimen también disminuirán con las mejores características sociales de la unidad vecinal; porque se ha descubierto que los males sociales resultan de la falta de coherencia y efectividad del grupo social antes que de factores biológicos y psicológicos, o de la pobreza misma. De tal modo que, por medio de previsiones y un correcto planeamiento del medio físico vecino bien integrado, la unidad vecinal tiene una buena oportunidad de crear su propia identidad, de retenerla y fortalecerla. Un buen plano de una comunidad no puede de por sí crear un espíritu comunitario pero puede proveer un medio lleno de posibilidades.
El centro cívico de la unidad vecinal es el corazón del organismo comunal que coordina las posibilidades de una vida rica y diversificada y del cual se desprenden las arterias sociales que determinan el carácter y fuerza del grupo entero. Desde el comienzo, un centro como éste requiere un salón de reuniones y varios locales para las comisiones, y podría ser perfectamente desarrollado en vinculación con la escuela. Es aquí que la gente misma puede conducir su vida diaria en contacto con grupos de todas las edades e influir tanto en la administración como en las actividades culturales. Como núcleo social, el centro cívico brinda una dirección y estimula los esfuerzos de grupos concentrados, al mismo tiempo que permite a cada individuo, a través de una atractiva participación, alcanzar su entero valor dentro de la comunidad (...)