Intervención Gonzalo Armero
Muchas gracias. Me parece muy bien que seamos pocos. Habrá quizá alguna Operación triunfo o un partido de fútbol o alguna cosa. Ya que somos pocos, voy a ser breve.
Esta charla la habíamos llamado Poesía, cuarenta y cinco veces. Don Quijote, cuatrocientos años. Le he puesto un subtítulo que es O nosotros no hacemos otra cosa que contar, que un poquito después lo explicaré, y le he añadido una dedicatoria que se la he dedicado a Santiago Amón y a Diego Lara, dos queridos amigos que no están entre nosotros y que cada uno, a su manera, ha influido mucho en mi vida y en la revista Poesía.
La revista Poesía nació por culpa de Santiago Amón, precisamente -no la revista Poesía, sino el que yo esté desde el principio, en el año 1978, en la revista Poesía, que tanto habló y tanto escribió de la arquitectura, y muy en concreto de la madrileña, con lo cual me encanta que esta charlita se dé en este Colegio de Arquitectos-, y de Antonio Fernández Alba, quizá uno de los más ilustres colegiados vivos de este Colegio. Los dos me propusieron como director de la revista en el año 1978 -era el primer Gobierno de Adolfo Suárez, era ministro Pío Cabanillas-. Entonces yo tenía, no sé, treinta años recién cumplidos, más o menos, y empecé a hacer la revista Poesía. Con Santiago Amón y con Antonio Fernández Alba, aparte de una gran amistad, nos unía un barrio que era el barrio de Moncloa -Antonio vivía en Hilarión Eslava, yo vivía en Hilarión Eslava y Santiago Amón vivía a la vuelta de la esquina, en Donoso Cortés-, nos encontrábamos en las calles, hablábamos y nos reíamos mucho. Incluso para la historiografía de la arquitectura de Antonio Fernández Alba voy a dar un dato que quizá no esté recogido en las monografías y es que Antonio Fernández Alba hizo la reforma de la casa de Santiago Amón en Donoso Cortés, 86, lo recuerdo perfectamente; temo que no esté recogido en la historiografía de Antonio Fernández Alba y creo que es un dato importante.
El caso es que me nombraron director de una nueva revista que quería hacer el Ministerio y que venía a sustituir a la casi legendaria que primero se llamó Poesía Española y luego Poesía Hispánica. El caso es que me hicieron director, empecé a pensar en la revista, primero en el título. Dada la complicación que había entre Poesía Española y Poesía Hispánica, opté por quitar todos los adjetivos y dejarlo en Poesía, así, por las buenas. Entonces lo primero que hice fue buscar a mi querido amigo Diego Lara, que fue un gran maestro en el arte del diseño gráfico, con el cual me unió siempre una estupenda amistad, y empezamos a pensar en hacer la revista. Al principio hubo un pequeño comité de redacción, en el cual estaba el mismo Santiago Amón, José Miguel Ullán, Mario Hernández, Joaquín Puig de la Bellacasa, pero el caso es que este comité de redacción nunca llegó a funcionar y me quedé solo ante el destino, y ante la responsabilidad de decidir quiénes eran los buenos y quiénes eran los malos, opté por que la revista no tuviera ninguna actualidad, es decir, que fuera totalmente inactual, que no tuviera nada que ver con lo inmediato. Así, en el número 1, al lado de firmas que en aquel momento eran ya muy conocidas como Jorge Guillén, Vicente Aleixandre, vino a colaborar gente como Francisco Pino, que en aquel momento no era muy conocido, Ferlosio, Schwitters, etc.
Voy a citar unas palabras que Luis Alberto de Cuenca escribió en un catálogo que se hizo de una exposición el año pasado en la Biblioteca Nacional de Madrid celebrando los veinticinco años de la revista Poesía : "En estos 44 números de Poesía -ahora ya son 45- que cubren sus primeros veinticinco años de existencia ha habido un poco de todo, como en botica -música, poesía, fotografía, arquitectura, y prosa, y verso, y discos, y cuadros, y postres, y separatas-, no ha habido nunca, eso sí, una atención preferente a esa falacia que llamamos actualidad y que no es más que un señuelo para que piquen los peces más ingenuos. La actualidad de verdad es la que ha desarrollado Poesía entre 1978 y 2003, pues pocas publicaciones representan con tanta fidelidad la fracción del último cuarto del siglo XX". Esta situación produjo en mí un alejamiento igual de lo inmediato para atender más a lo clásico en el sentido de siempre de clásico, es decir, actual, lo cual también me hizo de alguna manera incombustible y resistí a varios gobiernos del PSOE, del PP, del PSOE y del PP, a cientos de directores generales (yo no molestaba, yo no me metía con nadie, no pertenecía a ningún grupo, ni siquiera poético), hasta que el Ministerio decidió por la cuestión del liberalismo -el Ministerio no podía tener una publicación- abandonar la revista, aunque siempre siguió colaborando en los números posteriores. Yo recurrí a editores privados, como fueron Gran Vía con Chiqui Abril, Siruela con Jacobo Fitz-James Stuart o Jacobo Martínez de Irujo o Jacobo Siruela, con TF Editores y Tito Ferreira, que han ido haciendo los últimos números que han ido saliendo.
En el número 1, nada más había dos editoriales que son los dos únicos que han salido en la historia de la revista. Uno lo escribí yo y venía a decir: "Esta publicación nueva, Poesía , desde la que presento al lector esa parcela humana tan inasequible como es la de la poética, de límites tan imprecisos que obstaculizan toda definición. Inactual, aunque por ella se haya expresado lo mejor de nuestro siglo y en ella haya quedado glosado lo moderno, e inútil , aunque en ella radique lo más válido del hombre, la poesía recorre la historia como su más fiel constante. Poesía, del griego p? - ?s??, 'hacer', una vieja manía del hombre. Y hoy, en nuestros días, se hace la poesía más esquiva que nunca, más indefinible. De ahí que esta revista quiera, como única justificación, hacer referencia a la clara etimología antes citada y bajo ella amparar lo que compone este primer número (versos, prosas, dibujos, agujeros, tipografías...) y bajo ella amparar también los venideros".
Esta notita la escribí yo y es la única que he escrito en los 45 números de la revista, pero el auténtico editorial de la revista fue un editorial trouvé. Poco antes de que saliera el número 1, en el Rastro, en Madrid, en la plaza de Vara del Rey, que en aquella época al menos era muy frecuentada por los ropavejeros, en medio de un ropavejero encontré un gran álbum de caligrafía de un pendolista catalán llamado Ramón Stirling de finales del siglo XIX -un libro maravilloso, bellísimo-, y entre las páginas encontré una lámina con un texto caligráfico que sale reproducido en el número de la revista, en un díptico, en el que encontré todo lo que yo quería decir y no sabía. Dice así: "Después del don del habla nada hay más precioso que la escritura; pues ella es una segunda palabra; es el intérprete material de nuestros pensamientos, es un vehículo asombroso que transporta nuestras ideas desde las zonas de un hemisferio a las del otro. Por ella se han puesto en relación todas las naciones del globo; por ella sabemos lo que pasara en los más remotos siglos; y por ella en fin, sabrá la posteridad las sublimes acciones de los héroes de todos tiempos; los grandes descubrimientos de todas las épocas, y cuanto abraza la Historia universal de todo lo creado". Bajo este editorial, al cabo de veinticinco años me he dado cuenta de que le he sido radicalmente fiel, he intentado hacer un vehículo modesto pero asombroso para contar y poner en contacto unas cosas con unas personas, y eso es lo único no que he pretendido, porque nunca sabía lo que pretendía, pero a la vuelta del tiempo me he dado cuenta de que este editorial ha grabado lo que fue la revista.
Creo sinceramente que esta revista se debe sobre todo a la libertad y a la pasión. Al principio, en los primeros números, Diego Lara y yo nos entregamos a una tarea apasionada que la hacíamos en cualquier lugar, muchas veces, lo tengo que reconocer, en las barras de los bares de Madrid y hasta altas horas de la madrugada (decíamos: "Vamos a ponerle la futura a don Vicente Aleixandre o vamos a ponerle la caslon a Jorge Guillén, o vamos a hacer esto de esta manera o de esta otra"), y allí, en aquel discurrir ameno, muy ameno, nació la revista Poesía y vivieron los primeros números. Luego, Diego dejó la revista por motivos personales y, a partir de 1980-1981, de alguna forma se dio una segunda época porque, si ya estuve un poco solo en la dirección, también me quedé totalmente solo en el diseño, y empezó de alguna forma la segunda época también en libertad y también con pasión.
En aquel primer número que presentaba Vicente Aleixandre había unos poemas maravillosos de Jorge Guillén; un texto -antes lo hablaba- de Rafael Sánchez Ferlosio; Diego hizo un collage un poco constructivista para la cubierta, precioso, y dentro había cambios continuos de papel, había, yo qué sé, igual quince o veinte tipografías distintas -a los impresores les volvíamos un poco locos...-. Para hacer esos primeros números nos fijábamos mucho en las revistas de los constructivistas, en la revista dadá, en algunas revistas magistrales como Verve, también en la Nueva Forma de Juan Daniel Fullaondo, al menos en algunos números de la Nueva Forma de Juan Daniel Fullaondo y de Santiago Amón, pero también en revistas como Playboy, como Life y, como gran tipógrafo español, de una manera radical en Juan Ramón Jiménez, también en sus discípulos, en Altolaguirre, en ¿cómo se llamaba el otro gran impresor que hizo la revista Litoral? Es igual, pero eran discípulos de Juan Ramón. Juan Ramón fue el que trajo la manera sajona de editar a España.
Aquel número 1, en el que había diversidad de material, de papeles (había incluso cartulinas con agujeros), etc., tuve el honor de llevárselo al ministro de entonces, que se llamaba Pío Cabanillas, que ha sido el único ministro en estos veinticinco años que ha querido saber lo que iba a salir en la revista del Ministerio antes de que saliera. Entonces, se la llevé, la hojeó y me dijo: "Muy bien", y ésa ha sido casi toda mi relación institucional. Luego, todo lo que salía era a mi arbitrio, para bien y para mal. Incluso podía haber cometido alguna maldad que no se hubieran enterado en el Ministerio con la revista en la calle, pero, vamos, no lo hice. Bastante poco a poco, la verdad, porque hubo muchos problemas por motivo de las dificultades para hacerla y luego también por motivos burocráticos, la revista fue saliendo y se fue añadiendo a su nómina de colaboradores -nómina en la que ahora, viéndola a toro pasado, creo que están muchos de los grandes actores del siglo XX y anteriores-, que voy a citar nada más que a unos pocos: Juan Larrea, Edmond Jabès, José Ángel Valente, Francis Picabia, Ezra Pound, Frank O'Hara, María Zambrano, Salvat-Papasseit, Juan-Eduardo Cirlot, João Cabral de Melo Neto, Henri Michaux, Fernando Pessoa, Leopoldo María Panero, Blaise Cendrars, Lezama Lima, Casto Fernández Shaw, Julio Caro Baroja, Mallarmé, Luis Alberto de Cuenca, Manuel de Falla, Jorge Guillén, J. V. Foix, Antoni Tàpies, Salvador Dalí, Pablo Picasso, René Char, Ernesto Giménez Caballero, Salinger, Mario de Sá-Carneiro, Manuel Álvarez Bravo, Cravan y muchos más, pero realmente esta nómina es tan variada que sería difícil encontrar un denominador común a todos estos nombres.
En la revista Poesía, hay algo, viéndolo también desde ahora, que pienso que es significativo, y son los números monográficos. A lo largo de estos veinticinco-treinta años he hecho muchos números monográficos de la revista Poesía -Juan Ramón Jiménez, Fernando Pessoa, Vicente Huidobro, Martí, Rubén Darío, Dalí, Falla, José Almada Negreiros, Rimbaud, este Don Quijote que sale por aquí detrás y que acaba de salir-; todos ellos se hicieron pensando, por un lado, en el editorial trouvé, del que antes hablaba, y también, como explicación, en dos máximas que apliqué de manera rigurosa al quehacer. Una es de Francis Picabia y dice: "Este cuadro está hecho para contar, no para demostrar", y otra de Voltaire que dice, y es de donde viene el subtítulo que decía antes: "Nunca dirigiremos nuestras miradas hacia las profundidades de la teología, Dios no lo permita, la humilde fe nos basta. Nosotros no hacemos otra cosa que contar". Y así, de esta manera, se fueron haciendo estos números monográficos. La manera de trabajar era dejar al lector en disposición totalmente libre de elegir y de decidir y de interpretar. Nunca se ha interpretado a un autor, nunca se ha interpretado una obra, se ha abandonado todo deseo hermenéutico, solamente hemos elegido los textos, las imágenes, ponerlas en orden, los textos de la redacción indispensables, y nada más. Nunca ha habido una explicación. Quizá así se puede entender bien a Rimbaud o a Vicente Huidobro o a Juan Ramón Jiménez o la vida de un libro como el Quijote.
Pasa un poco en este trabajo que, por deformación profesional, cuando yo me enfrentaba o me enfrento a algo que tengo que leer o que ver, ya lo veo puesto en la página, lo veo bien colocado, bien aseado, en el sitio preciso para que el lector lo aprecie. Cómo aparezca ese texto, esa imagen depende del propio texto y de la propia imagen, por eso soy un poco escéptico en cuanto al diseño. El diseño es el contenido y cada contenido tiene que aparecer de una manera necesaria. Si no es así, algo falla. Al mismo tiempo, es algo muy modesto. Mi oficio siempre me ha parecido muy similar al de los sastres, ambos visten algo y también sólo lucen cuando tienen una buena percha. Ahora, ya que han venido ustedes, les voy a hacer un pequeño obsequio: una frase. Ya que estamos hablando de sastres y estamos cerca de Navidades, les voy a regalar la fórmula magistral que nos dejó José de Almada Negreiros, publicada también en un número de la revista Poesíaen el cual Almada Negreiros nos daba esa fórmula magistral para distinguir el buen gusto del mal gusto. Decía Almada: "Mal gusto: percal imitando la seda; buen gusto: seda imitando el percal". Es un pequeño regalo, nada más. Entonces, según decía, el único nexo entre todos los distintos números de la revista es el abandono de todo intento de interpretación de un autor o de su obra, dar la palabra sólo a los protagonistas, documentar, seleccionar, ordenar, que sólo exista una lectura: la del lector.
Pero todos los números son muy distintos, así, el número de Pessoa, cuya obra en toda España era poco conocida y poco divulgada, cargaba en la publicación de los textos de Pessoa un gran número de las páginas; en el caso de Rimbaud, que sería el caso opuesto, cuya obra está muy traducida y muy publicada, la carga estaba más en la biografía del poeta. Incluso ha habido casos como el Guernica , que son dos tomos: uno de ellos, que tiene 800 páginas, es una reproducción a escala 1/1, o sea, a escala natural, del cuadro, de tal manera que si arrancáramos las páginas de la revista y las pusiéramos en la pared, sería tal cual el tamaño del cuadro de Picasso; también, de alguna manera, era contar algo: contar un cuadro. Luego han salido otros números: Dalí, Lorca, el cine, Almada, el caligrama, Juan Ramón, José Martí, etc.
También hubo cosas que se quedaron en la cuneta, como un número precioso, en lo que intuí, dedicado a Cataluña. Conté con el apoyo entusiasta de Salvador Espriu, al que desgraciadamente no le quedaban muchos meses de vida. Recuerdo una visita; Espriu recibía siempre en casa de su hermano el médico en el Paseo de Gracia, y en una de las visitas que le hice para hablar de este proyecto, en un momento de entusiasmo, casi de levitación, Salvador Espriu me agarró del brazo y me dijo: "Venga, venga, señor Armero", y me abrió el balcón que daba al Paseo de Gracia y apareció enfrente el edificio Batlló, y me dijo: "Esto es Cataluña, tiene que ser la imagen de la cubierta del número de Poesía, esa especie de dragón", me decía don Salvador. Ya os decía que Espriu murió un poco después y lamentablemente se quedó este número aparcado.
También intenté hacer un número dedicado a Gaudí. Estuve hablando con Bassegoda varias veces allí, en la Cátedra de Gaudí en Barcelona, pero no prosperó. Hubo otras cosas: otro dedicado a la cultura chicana, otro dedicado a la cultura brasileña, pero no salieron. El caso es que fueron saliendo los números y los números poco a poco, lentamente.
Hay gente que ha calificado esta revista como guadianesca y tiene toda la razón, porque aparece y desaparece. Este número del Quijote ha salido ahora en el año 2005 y el anterior había salido en el año 2002 que fue el dedicado a Rimbaud, y el anterior había salido en el año 1998 dedicado a García Lorca. El caso es que hace unos cuatro años pensé que era muy oportuno hacer un número dedicado al Quijote, a algo que me intrigaba del Quijote , que sentía una gran curiosidad por saberlo. Porque, realmente, todos los números que he hecho han sido motivados por la curiosidad: yo quería saber más de algo y la manera de saber más era haciendo un número de la revista Poesía , con lo que he aprendido mucho, claro. Entonces pensé: el año 2005 es el cuarto falso centenario de la publicación de la primera parte. Falso, porque el Quijote se publicó en el año 1604, no en el año 1605, lo que ocurre es que, por motivos burocráticos, aparece la fecha en el año 1605. Se sabe que el Quijote en las navidades del año 1604 circuló por Madrid y por Valladolid, pero se da por bueno que es en el año 1605. Y también falso porque realmente la novela se termina de publicar en el año 1614, que es cuando se publica la Segunda Parte, pero ocurrió lo mismo en el primer centenario que se conmemoró el Quijote , que fue el tercero, en 1905, y se conmemoró con muchos fastos, un poco como ahora..., no tanto, porque lo de ahora es demasiado. Se celebró muchísimo en 1905. Pero en el año 1614, que era cuando se había publicado realmente -se había terminado de publicar el Quijote-, que yo sepa, nadie se acordó (debían tener reciente todavía la resaca del año 1605 y no se conmemoró). No sé qué ocurrirá en el año 2014, ya veremos. Este falso centenario favorecía encontrar algo sine qua non y era la financiación, el patrocinio, la esponsorización o como lo queramos llamar. Se resolvió: el Ministerio de Cultura colaboró a través de la Sociedad de Conmemoraciones, la Fundación Telefónica también, TF Editores se hizo cargo de la parte de la edición en el sentido más de imprenta que de otra cosa. Soslayado el aspecto económico, que era fundamental, estuvimos trabajando un equipo durante tres años y pico. En esos tres años fuimos acumulando materiales, textos, imágenes, miles y miles y miles. Tengo que decir, primero, que yo en aquel momento sabía un poco, lo más difícil quizás, aquello tan simple que enunció Lenin: qué hacer. Ya cómo hacerlo era más difícil, pero qué hacer era algo que me pareció y me sigue pareciendo portentoso y sumamente atractivo: es cómo Don Quijote sale del libro, irrumpe en la realidad y cómo en ella permanece creciendo a través de cuatro siglos, algo que no ha ocurrido nunca, que yo sepa, en la historia de la cultura: Don Quijote había tomado vida propia. Entonces me propuse: hay que escribir la biografía de Don Quijote, con sus grabadores, con sus libros, con sus cuadros, con sus tapices, con sus marcas de vino, hasta. Hoy venía en el periódico que van a hacer un casino en Ciudad Real que se va a llamar Don Quijote, y el otro día leí que hay una tuneladora que se va a llamar Dulcinea, y qué sé yo...
Esto lo cuenta muy bien un ilustre cervantista, de los mayores que ha habido en el siglo XX; nunca Cervantes hubiera pensado que se iba a convertir en una rama de la Filología: el cervantismo, pero existe. Edward Riley define muy bien lo que ha pasado con el Quijote: "Cervantes ha realizado el sueño de cualquier publicista: crear un símbolo ampliamente reconocible para su producto. [...] Lo sorprendente es que [a Don Quijote y a Sancho] no los reconocen sólo las personas que conocen la novela, sino aparentemente un número mucho mayor de personas que nunca han leído ni leerán el libro".
Lo ocurrido realmente es fascinante, les doy unos pocos datos: se acaba de publicar la novela, habían pasado unos pocos meses, y ya en julio, en Valladolid, en 1605 encontramos un desfile en el que aparecen, en unas fiestas en honor del nacimiento del que sería Felipe IV, en una comitiva festiva, unos personajes que son Don Quijote y Sancho Panza; en 1607 aparecen en unas fiestas en Perú; inmediatamente aparecen en Baena, en Salamanca, en Úbeda, por todos lados; en 1613 aparecen en unas fiestas en Alemania y quedan retratados en la primera lámina que se conoce y que se publica en la revista con el retrato del caballero editado en el año 1614. De ahí la presencia se multiplica en ilustraciones, en los muros de los palacios, en la ópera, en el ballet, en el teatro, en la literatura, en las aleluyas, en las etiquetas comerciales y en los casinos y en las tuneladoras, por supuesto. En las páginas de la revista van apareciendo las primeras imágenes, las principales ediciones, los primeros textos, lo que piensa la gente del Quijote, lo que hablan, sus traductores, los músicos, los tapices gobelinos... Don Quijote entra en los diccionarios y se convierte en adjetivo, no solamente en España, también en Francia, en Alemania, en Italia, en Portugal, en Inglaterra; la lectura de los escritores románticos, las grandes ediciones ilustradas; los autores del 98; el cine; la publicidad; Kafka; Nabokov; Unamuno; Ortega; Juan Benet; Sánchez Ferlosio; Pollock; Picasso; Dalí; George Grosz; Edward Hopper; Strauss; Mendelssohn; Falla; Nureyev; Orson Welles... La humanidad entera quedó prendada del Quijote, aunque no lo leyeran. Hay un testimonio muy bonito de Leonardo Sciascia -no sé cómo se pronuncia-, que dice: "Es creíble que entre los diez o veinte grandes libros que, en unos lugares más y en otros menos, constituyen un duradero patrimonio humano, el Quijote sea en todas partes, incluida España, uno de los menos leídos. Y la razón es muy simple: que todos creen saber de qué se trata, como si se hubiese leído en una vida anterior o como si se hubiese soñado". Todo el mundo sabe perfectamente quién es Don Quijote aunque no lo haya leído, todo el mundo conoce a Don Quijote y cualquier persona reconoce -mira, por ahí va un Don Quijote, por ahí va un Sancho-. Es como si hubiera sido "transmitido por medio de señales, símbolos, figuras y situaciones, al igual que los proverbios [...], de modo que, creyendo saber qué es el Don Quijote -y sobre todo qué es Don Quijote-, no son demasiados a quienes les entran ganas de descubrir lo que no es el libro [...]. Es posible, pues, que en España el libro se lea menos que en otros lugares, en proporción inversa a lo mucho que se habla de él, a la presencia del nombre y de la figura del personaje y de su autor por doquier: monumentos, lápidas, nombres de mesones y de tiendas, marcas de productos, etcétera." Lo que ocurre de alguna manera es que Don Quijote es parte de todos. ¿Por qué ocurre esto? Por un lado, porque la escritura del Quijotees muy visual y en seguida le ponen cara y le ponen un atuendo y le convierten en una persona, pero principalmente es un poco lo que decía Sciascia, Don Quijote estaba dentro de nosotros y todos le conocíamos desde hace mucho.
Hay otro testimonio por ejemplo de esa personalización con Don Quijote que todos hemos tenido la tentación de sentir, que es la de Nietzsche. Nietzsche se indigna con Cervantes por haber tratado tan mal al caballero y dice con unas palabras muy duras: "Yo opino que Cervantes despreciaba a los hombres, sin excluirse a sí mismo; ¿o es que no hace otra cosa que divertirse cuando cuenta cómo se gastan bromas al enfermo en la corte del duque? Realmente, ¿no se habría reído incluso del hereje puesto sobre la hoguera? Más aún, ni siquiera le ahorra a su héroe aquel terrible cobrar consciencia de su estado al final de su vida: si no es crueldad, es frialdad, es dureza de corazón lo que le hizo escribir semejante escena final, es desprecio de los lectores, cuyas risas, como él sabía, no quedarían perturbadas por esta conclusión". Esta crítica literaria tan sui generis de Nietzsche únicamente se entiende porque Nietzsche realmente se sintió violentado al ver en la muerte de Don Quijote, por ejemplo, cómo su autor le devolvió la razón antes de morir, y no lo soportaba. Cervantes había traicionado una idea de rango superior al de la novela, algo que era de todos y que estaba entre todos nosotros, algo a lo que Cervantes había venido con su novela a dar nombre y a lo que, por tener que ser políticamente correcto, había dado un final contrario a la verdad o, al menos, a lo poéticamente verdadero.
Ejemplos se podrían dar muchos. Hay un ejemplo, a ver si lo encuentro. Moreno Villa, en un texto inédito que se publica ahora en este libro, dice algo que también viene a abundar en lo que decía. Dice: "Con Don Quijote -no con el Quijote - me está ocurriendo un verdadero fenómeno: lo siento como de mi familia, como si fuese un hermano mayor, todo lo superior en virtudes que podamos imaginar, pero de mi sangre. Este fenómeno, este singular parentesco comienzo a sentirlo aquí, en América, desde hace unos cuatro años; al principio, de una manera vaga, sin darme clara cuenta. Yo notaba que me acudía a la memoria y me incitaba a pintarla en situaciones actuales, de hoy, como queriendo salir de España o ya en el camarote del barco viendo por un ventanillo la estatua de la Libertad del puerto neoyorquino. Jamás me pedía que lo pintase en alguno de sus trabajos o empresas; en cambio se me mezclaba con el ambiente y los acontecimientos últimos de mi vida y sin ademanes heroicos, como si, habiendo recobrado cierta lucidez a fuerza de escarmientos, anduviera un poco desconcertado. En fin, como uno de tantos españoles, como un verdadero hermano. A esta clase de familiaridad no se llega por la frecuente lectura del Quijote. Es que el Quijote, el personaje, nuestro hermano, hace tiempo que se salió del libro, esto es, de su casa, y vive entre los hombres".
Si no es así, cómo entender los miles de -se han contabilizado más de mil obras musicales dedicadas al Quijote - óperas; conciertos; canciones; cerca de doscientas películas; cientos de continuaciones del Quijote (hasta la reciente, que sigue la tradición, de Andrés Trapiello); cuadros (desde Eduardo Arroyo en nuestros días hasta Le Nain, en el siglo XVII, pasando por Daumier, pasando por Pollock, pasando por., es raro encontrar un pintor que no lo haya pintado). Los artistas de los tapices gobelinos lo recrearon; está en la publicidad; está en el ballet; está en todos lados.
No cabe duda, y esto es lo que se pretende contar en estos cientos de páginas de la revista, de que Don Quijote pertenece a la vida real. Nosotros, los que hemos hecho este trabajo, entre los que me cuento, nos hemos limitado a buscar las huellas, los rastros de esa existencia errabunda de ya cuatro siglos que muestran las mil caras con que el caballero y compañía se han ido adaptando a la cultura y a la sensibilidad de cada época. Hemos seleccionado las que hemos pensado más oportunas y las hemos puesto en orden y concierto. Únicamente quiero mencionar que este trabajo no se habría hecho -yo de alguna manera lo he dirigido y lo he impulsado- sin el concurso y el trabajo de Lola Albornoz, de Mario Armero, de Bruno Lara, de Ana Naharro, de Margarita Arias, de Ernesto Filardi, de Myriam Sterling, de los representantes de todos los oficios de las artes gráficas, de Titto Ferreira, de José Luis García Velasco, de Luis Alberto de Cuenca, de Luis Miguel Enciso, de la Sociedad Estatal de Conmemoraciones y Centenarios, de la Fundación Telefónica... Y en todos estos años de documentación, de acarreo de materiales -tantos años, tantos materiales que hubo un momento en que sentí la tentación de abandonar porque no sabía cómo encaminarlo-, al final creo que su lectura va a ser muy beneficiosa para el que abra el libro de todos estos cientos de imágenes y textos.
Para terminar -se me han desordenado un poco las hojas-, lo que decía antes: no sabemos lo que pasará en el año 2014 cuando se cumpla el centenario de la Segunda Parte del Quijote, si se ignorará como se hizo en el siglo pasado. Ahora el caballero debe de estar un poco agobiado y un poco harto y habría que dejarle descansar. Habrá que dejarlo estar. Como cumplido colofón, valgan las palabras de don Benito Pérez Galdós que escribió con motivo del tercer centenario y decía:
"Si lanzamos nuestro espíritu a los vagos espacios del tiempo venidero veremos a los humanos, que españoles ya no habrá, celebrando el centésimo aniversario de la publicación del Quijote".
Todo está en estas cuatrocientas y pico páginas de la revista. Estoy seguro de que todo aquel que se acerque a ellas encontrará algo nuevo, algo sabio, algo entretenido o algo bello, algo que al final creo que le hará un poquito mejor. Por eso les invito a buscar el libro. La edición que se había hecho de 5.000 ejemplares ya se ha agotado desde el punto de vista editorial. Ahora está todavía únicamente en las librerías, y las últimas noticias que tengo -ignoro los motivos- es que no se va a reeditar. Se va a convertir en una rara avis. Hoy por hoy sigue en las librerías. Quizás se reedite, pero, de momento, todo lo que queda de la edición está en casa de los libreros.
Muchas gracias.