AS LEYES DE LA CULTURA AFRICANA
Fragmentos de una conferencia pronunciada en la Primera Conferencia de Escritores y Artistas Negros de 1956.
Nos guste o no, 1955 marcará una fecha importante en la historia del mundo, y en primer y más importante término, en la historia de los pueblos de color. Bandung será, de ahora en adelante, un punto de unión para estos pueblos. ¿Cómo creer que el espíritu de Bandung, para nosotros sobre todo espíritu de cultura, no anima también a los indios y en particular a los negros de América? Porque la raza negra, más que ninguna otra, fue la víctima de los grandes descubrimientos. El Renacimiento europeo fue edificado sobre las ruinas de la civilización africana negra, la fuerza de América se nutrió del sudor y la sangre de los negros. El tráfico de esclavos costó a África doscientos millones de muertos. ¿Pero quién podrá valuar la pérdida cultural? Gracias a Dios, la llama no se extinguió, la levadura está aún en nuestros cuerpos y corazones heridos, para posibilitar nuestro renacimiento hoy.
Pero este renacimiento será la obra no tanto de los políticos como de los escritores y artistas negros. La experiencia ha probado que la liberación cultural es una condición esencial de la liberación política. Si la América blanca cediese ante el reclamo de los negros, sería porque los escritores y artistas, mostrando el verdadero rostro de la raza, devolvieron a ésta su dignidad; si Europa está empezando a contar con África es porque su escultura, música, danza, literatura y filosofía tradicionales se imponen en un mundo asombrado. Ello significa que si los escritores y artistas negros de la actualidad quieren terminar la obra en el espíritu de Bandung deben ir a la escuela en África negra. Gide ya observó, a principios de siglo, que para un escritor o artista la manera más efectiva de ser apreciado y comprendido por un extranjero es siempre la de nutrir su trabajo con las raíces de su propio suelo.
No es posible en esta introducción a nuestro acervo cultural perdemos en detalles, ni siquiera tratar de las diferentes formas literarias y artísticas. No cabe tampoco hacer un resumen de la civilización de África Negra, sino más bien de la cultura, que es el espíritu de la civilización. Debemos.., en primer término esbozar una fisiopsicología del negro.
Con frecuencia se ha dicho que el negro es el hombre de la naturaleza. Por tradición vive del suelo y con el suelo, en y con el cosmos. Es sensual, un ser con los sentidos abiertos, sin intermediario entre sujeto y objeto; es él a la vez sujeto y objeto. Es, ante todo, sonidos, aromas, ritmos, formas y colores; yo diría que es tacto, antes de ser vista como los europeos blancos. Siente más de lo que ve; se siente a sí mismo. En sí mismo, en su propia carne, donde recibe y siente las radiaciones que emanan de cada objeto existente. Estimulado, responde a la estimulación, y se abandona, yendo de sujeto a objeto, del Mí al Tú en las vibraciones del Otro; no está asimilado: se asimila a sí mismo con el otro, lo cual es el mejor camino hacia el conocimiento.
El negro, por tradición, no está desprovisto de razón, como se supone que dije. Pero su razón no es discursiva: es sintética. No es antagonista: es comprensiva. Constituye una forma diferente de conocimiento. La razón del negro no empobrece las cosas, no las moldea según normas rígidas eliminando las raíces y la savia: fluye en las arterias de las cosas, se identifica con los contornos para habitar el corazón viviente de la realidad. La razón blanca es analítica mediante la utilización; la razón negra es intuitiva mediante la participación.
Esto indica la sensibilidad del hombre de color, su poder emocional. Gobineau define al negro como "el ser mas enérgicamente afectado por la emoción artística". Porque lo que afecta al negro no es tanto la apariencia de un objeto cuanto la realidad profunda de éste, su superrealidad; no tanto su forma como su significación. El agua lo conmueve porque fluye, fluida y azul, especialmente porque limpia, y por sobre todas las cosas porque purifica. La forma y el significado expresan la misma realidad ambivalente. No obstante se acentúa el significado, que es la significación de lo real, ya no utilitario sino moral y místico, un símbolo. Es interesante que los eruditos contemporáneos afirmen la primacía del conocimiento intuitivo por "simpatía". "La más bella emoción que podemos experimentar es la emoción mística. Allí yace la semilla de todo el arte y de toda la ciencia real."
Es esta fisiopsicología del negro la que explica su metafísica, y por lo tanto su vida social, de la cual la literatura y el arte constituyen solamente uno de los aspectos. Porque la vida social en África negra descansa, según el padre Placide Tempels, sobre una mezcla de conceptos lógicamente coordinados y motivados. A los que los europeos denominan "primitivos", afirma el mismo misionero, "viven" más de lo que lo hacen los europeos, "por sus ideas y de acuerdo con sus ideales".
En el centro del sistema, animándolo como el sol anima nuestro mundo, está la existencia, es decir, la vida. Es este el bien supremo, y toda la actividad del hombre está dirigida únicamente hacia el aumento y la expresión del poder vital. El negro identifica el ser con la vida, o, más específicamente, con la fuerza vital. Su metafísica es una ontología existencial. Como escribe el padre Tempels, "el ser es aquello que tiene fuerza", o mejor aún, "el ser es la fuerza". Pero esta fuerza no es estática. El ser está en equilibrio inestable, capaz siempre de ganar o perder fuerza. Para existir, el hombre debe realizar su esencia individual por el aumento y la expresión de su fuerza vital. Pero su fuerza, el sustrato de la vida moral e intelectual, y en tal medida inmortal, no es realmente la vida y no puede realmente crecer sino coexistiendo en el hombre con el cuerpo y la respiración de la vida. Estos, hechos de sustancia, son perecederos, y se desintegran después de la muerte.'
SOCIALISMO AFRICANO
Extractos de una conferencia que el presidente de Senegal pronunció en Oxford el año 1961. Tomados de West Africa, 11 de noviembre de 1961.
Entre los valores de Europa no tenemos la intención de conservar el capitalismo, por lo menos en su forma del siglo XIX. El capitalismo privado fue, desde luego, en sus primeros días, un factor de progreso, como lo fue el feudalismo en su tiempo, y aun la colonización...
Hoy día es un sistema social y económico anticuado, como el federalismo, como la colonización. Y, añadiría yo, como el imperialismo en que encontró expresión. ¿Por qué? Porque si la colectivización del trabajo constituye, con sus especializaciones, un paso decisivo hacia la socialización, la defensa, o más exactamente, la ampliación de la propiedad privada no va en ese sentido. Igualmente grave es la enajenación de que es culpable el capitalismo, tanto en la esfera material como en la esfera del espíritu. Porque el capitalismo funciona sólo para el bienestar de una minoría. Porque, siempre que la intervención del Estado y la presión de la clase trabajadora le obligaron a reformarse, sólo concedió el nivel de vida mínimo, cuando sería necesario no menos del máximo. Porque no ofrece ninguna perspectiva de una plenitud mayor del ser más allá del bienestar material...
Pero nuestro socialismo no es el de Europa. No es el comunismo ateo ni, en absoluto, el socialismo democrático de la Segunda Internacional. Lo hemos llamado modestamente Modo Africano de Socialismo... El señor Potekhin, director del Instituto Africano de Moscú, en su libro titulado Africa mira hacia el futuro, enumera del modo siguiente los rasgos fundamentales de la sociedad socialista: El poder del Estado está en manos de los trabajadores; todos los medios de producción son propiedad colectiva; no hay clases explotadoras, ningún individuo explota a su semejante; la economía es planificada, y su finalidad esencial es ofrecer la satisfacción máxima de las necesidades materiales y espirituales del hombre. Evidentemente, no podemos negar nuestro apoyo a esa sociedad ideal, a ese paraíso terrestre. Pero aún tiene que llegar; la explotación del hombre por su semejante aún hay que extirparla en la realidad; hay que llegar a la satisfacción de las necesidades espirituales que trascienden nuestras necesidades materiales. Esto no ha ocurrido todavía en ninguna forma de civilización europea o americana, en Occidente ni en Oriente. Por esta razón estamos obligados a buscar nuestro propio modo original, un modo negro-africano, de realizar esos objetivos, prestando atención especial a los dos elementos que acabo de señalar: democracia económica y libertad espiritual.
Con esta perspectiva ante nosotros, decidimos tomar de los experimentos socialistas —lo mismo teóricos que prácticos— sólo ciertos elementos, ciertos valores científicos y técnicos, que injertamos como vástagos en el tronco silvestre de la negritud. Porque esta última, como complejo de valores civilizados, es tradicionalmente de carácter socialista, en el sentido de que nuestra sociedad negro-africana es una sociedad sin clases, que no es lo mismo que decir que no tenga jerarquías ni división del trabajo. Es una sociedad basada en la comunidad, en la que la jerarquía —y por lo tanto el poder— se funda en valores espirituales y democráticos: sobre el derecho de primogenitura y sobre la elección; en la que se discuten toda clase de decisiones en conferencia, después de haber sido consultados los dioses ancestrales; en la que comparten el trabajo los sexos y los grupos técnico-profesionales, basados en la religión...
Así pues, en la creación de nuestro modo africano de socialismo, el problema no es cómo poner fin a la explotación del hombre por su semejante, sino impedir que tenga lugar en ningún momento, volviendo a la vida la democracia política y económica; nuestro problema no es cómo satisfacer necesidades espirituales, es decir, culturales, sino cómo mantener vivo el fervor del alma negra...
Investigación científica, planeación y cooperación resumen exactamente el programa que mi país, el Senegal, acaba de poner en acción actuando de fuerza motriz el señor Mamadou Dia, primer ministro. Nuestro primer plan cuatrienal está en marcha con sus institutos de investigación, sus bancos del Estado, sus empresas estatales, sus juntas de mercadeo de la producción, sus cooperativas, que abarcan ahora el 80 % de los campesinos, los cuales constituyen el 70 % de la población total. Todo esto fue precedido de un estudio social y económico en el que se emplearon más de 18 meses.
Y todavía no hemos suprimido legalmente el capitalismo, que es extraño a nuestro país; aún no hemos nacionalizado nada. Sobre todo, no hemos derramado ni una sola gota de sangre. ¿Por qué? Porque empezamos por analizar nuestra situación como país subdesarrollado y colonizado. La tarea esencial fue volver a ganar nuestra independencia nacional. Después tuvimos que eliminar los defectos del dominio colonial aunque conservando sus aportaciones valiosas, tales como la infraestructura económica y técnica y el sistema educativo francés. Finalmente, esas aportaciones positivas tuvieron que ser enraizadas en la negritud, y al mismo tiempo fertilizadas por el espíritu socialista, para que dieran fruto. Tuvieron que enraizarse en la negritud por una serie de comparaciones entre sistemas existentes. Cuando el capitalismo privado entra en competencia pacífica con el socialismo, me parece seguro que este último sale triunfante, siempre que trascienda los objetivos del mero bienestar y no segregue odio. Entretanto, necesitamos capital, aun de fuentes privadas. Nuestro propósito es encajarlo en el plan de desarrollo, controlando su uso.
En este punto nos separamos de los experimentos socialistas de la Europa oriental, con los experimentos comunistas, aunque tomando sus logros positivos. Hablé antes de la experiencia viva de recobrar la libertad. A la lista de necesidades que el plan debe satisfacer, tengo que añadir el ocio. Así es como la investigación, la planeación y la cooperación trascienden, en su esencia, el objetivo del bienestar material. La ciencia, por la cual entiendo la busca de la verdad, ya es una necesidad espiritual. Como lo es el rapto del corazón, del alma, que expresa el arte, arte que en sí mismo no es más que la expresión del amor. Esas necesidades espirituales, que tanto pesan en los corazones negro-africanos, fueron tratadas de pasada por Marx y por Potekhin; pero Marx no las destacó ni las definió plenamente
MUJER NEGRA, DE CANTOS DE SOMBRA
de Leopold Senghor
" ¡Mujer desnuda, mujer negra
Vestida de tu color que es vida,
de tu forma que es belleza!
He crecido a tu sombra;
la suavidad de tus manos vendaba mis ojos.
Y en pleno verano y en pleno mediodía,
te descubro.
Tierra prometida desde la alta cima de un puerto calcinado,
tu belleza me fulmina en pleno corazón,
como el relámpago del águila.
Mujer desnuda, mujer oscura,
fruto maduro de carne tersa,
sombrío éxtasis del vino negro,
boca que haces lírica mi boca,
sabana de horizontes puros,
sabana estremecida
bajo caricias ardientes del viento del Este.
Tamtan esculpido, tamtan terso
que ruges bajo los dedos del vencedor.
Tu voz grave de contralto
es el canto espiritual de la Amada. "