Veinte años de economía de élite

Susan George
Una breve historia del neoliberalismo:
veinte años de economía de élite y de oportunidades emergentes para el cambio estructural.

Bangkok, 24-26 de marzo de 1999 
(Conferencia sobre Soberanía Económica) 

Los organizadores de la Conferencia me han pedido una historia breve del neoliberalismo que ellos titularon "Veinte años de Economía de Elite". Lamento decir que, para que tenga algún sentido, debo comenzar mucho más atrás, alrededor de 50 años antes, justo después de la Segunda Guerra Mundial.

En 1945 o 1950, si uno hubiera propuesto seriamente cualquiera de las ideas o las políticas de la caja de herramientas neoliberal actual se le hubieran reído en la cara o lo hubieran llevado a un manicomio. Al menos en los países occidentales, en ese momento, todos eran keynesianos, socialdemócratas o demócratas social-cristianos o algún tinte de marxista. La idea de que al mercado debería permitírsele tomar decisiones sociales y políticas importantes; la idea de que el estado debía voluntariamente reducir su rol en la economía, o de que se debería dar completa libertad a las corporaciones, de que debería restringirse la actividad de los sindicatos, de que se debería dar mucha menos protección a los ciudadanos en lugar de darles mucha más... todas estas ideas eran completamente extrañas al espíritu de la época. Aún si uno estaba de acuerdo con estas ideas, el o ella hubiera dudado de tomar tal posición en público y hubiera tenido muchas dificultades en encontrar una audiencia.

No importa cuán increíble pueda sonar hoy, particularmente para los miembros más jóvenes de la audiencia, el FMI y el Banco Mundial eran vistos como instituciones progresistas. A veces se los llamaba los mellizos de Keynes porque eran producto de las ideas de Keynes y de Harry Dexter White, uno de los asesores más cercanos de Franklyn Roosevelt. Cuando estas instituciones fueron creadas en Breton Woods en 1944, su mandato era ayudar a prevenir futuros conflictos a partir de los préstamos para la reconstrucción y el desarrollo y suavizar los problemas temporales de la balanza de pagos. No tenían control sobre las decisiones económicas de los gobiernos individuales ni su mandato incluía un permiso para intervenir en la política nacional.

En las naciones occidentales, el Estado de Bienestar y el 'New Deal' habían sido puestos en marcha en los años 30 pero su difusión había sido interrumpida por la guerra. El primer orden de negocios del mundo de la posguerra fue ponerlos nuevamente en su lugar. El otro item importante en la agenda fue hacer que funcionara el comercio mundial; esto se logró a partir del Plan Marshall que estableció una vez más a Europa como un socio comercial importante para los EEUU, la economía más poderosa del mundo. Y fue en este momento que los fuertes vientos de la descolonización comenzaron a soplar, fuera que la libertad se obtuviese por otorgamiento como en India o a través de una lucha armada como en Kenya, Vietnam y otras naciones.

En general, el mundo se había enrolado en una agenda extremadamente progresista. El gran intelectual Roman Polanyi publicó su obra maestra "La gran transformación" en 1944, una fuerte crítica a la sociedad industrial del siglo XIX basada en el mercado. Hace más de 50 años, Polanyi hizo esta sorprendentemente moderna y profética declaración: "Permitir al mecanismo del mercado ser el único director del destino de los seres humanos y de su medio ambiente natural... resultaría la demolición de la sociedad"[p. 73]. Sin embargo, Polanyi estaba convencido de que tal demolición no podía ocurrir en el mundo de la posguerra porque, como él decía, [p. 251] "Estamos observando dentro de las naciones un desarrollo bajo el cual el sistema económico deja de establecer la ley a la sociedad y donde la primacía de la sociedad sobre ese sistema está asegurada".

¡Ay! El optimismo de Polanyi estaba mal emplazado: toda la idea del neoliberalismo es que debería permitírsele al mecanismo del mercado dirigir el destino de los seres humanos. La economía debería dictar sus reglas a la sociedad y no viceversa. Y tal como Polanyi predijo, esta doctrina nos está llevando directamente hacia la "demolición de la sociedad".

Entonces, ¿qué ha ocurrido? ¿Por qué hemos alcanzado este punto, medio siglo después de la finalización de la Segunda Guerra Mundial? O como se preguntan los organizadores, "¿por qué estamos organizando esta conferencia ahora?". La respuesta corta es "a causa de una serie de crisis financieras recientes, especialmente en Asia". Pero esto lleva a la pregunta, una pregunta que están realmente haciendo: "¿Cómo pudo emerger este neoliberalismo de su ultraminoritario ghetto para convertirse en la doctrina dominante en el mundo hoy?" ¿Por qué pueden el FMI y el Banco Mundial interferir a voluntad y forzar a los países a participar en la economía mundial, básicamente en términos desfavorables? ¿Por qué está el Estado de Bienestar bajo amenaza en todos los países donde fue establecido? ¿Por qué está el medio ambiente al borde del colapso y por qué hay tanta gente pobre tanto en los países ricos como en los países pobres en un momento en el cual nunca ha existido tanta riqueza? Estas son las preguntas que necesitar ser contestadas desde la perspectiva histórica.

Como ya expuse en detalle en la publicación trimestral norteamericana Dissent, una explicación para el triunfo del neoliberalismo y los desastres económicos, políticos, sociales y ecológicos que lo acompañan es que los neoliberales han comprado y pagado sus propia "Gran Transformación" viciosa y regresiva. Han comprendido, como no lo han hecho los progresistas, que las ideas tienen consecuencias. Comenzando con un pequeño embrión en la Universidad de Chicago con el economista-filósofo Friedrich von Hayek y sus estudiantes como Milton Friedman en su núcleo, los neoliberales y sus sostenedores han creado una inmensa red internacional de fundaciones, institutos y centros de investigación, publicaciones, intelectuales, escritores y mercenarios de las relaciones públicas para desarrollar, empaquetar e impulsar implacablemente sus ideas y su doctrina.

Han construído un cuadro ideológico altamente eficiente porque comprenden lo que el pensador marxista italiano Antonio Gramsci decía cuando desarrolló el concepto de hegemonía cultural. Si uno puede ocupar la cabeza de la gente, sus corazones y sus manos la seguirán. No tengo tiempo para dar detalles aquí, pero créanme, el trabajo promocional e ideológico ha sido absolutamente brillante. Han gastado cientos de millones de dólares, pero el resultado valió cada penique gastado porque han hecho que el neoliberalismo pareciera una condición natural y normal de la humanidad. No importa cuántos desastres de todo tipo el sistema liberal haya visiblemente creado, no importa cuántas crisis financieras puede engendrar, no importa cuántos perdedores y marginados puede crear, todavía hace que parezca inevitable, como un acto de Dios, el único orden económico y social disponible para nosotros.

Permítanme acentuar cuán importante es comprender que este vasto experimento neoliberal bajo el cual todos estamos obligados a vivir ha sido creado por gente que tiene un propósito. Una vez que uno comprende esto, una vez que uno comprende que el neoliberalismo no es una fuerza como la gravedad sino una construcción totalmente artificial, uno también puede comprender que lo que algunas personas han creado, otras personas lo pueden cambiar. Pero no pueden cambiarlo sin reconocer la importancia de las ideas. Estoy a favor de los proyectos de base, pero también les advierto que estos colapsarán si el clima ideológico general es hostil a sus objetivos.

Entonces, de una pequeña secta impopular con virtualmente ninguna influencia, el neoliberalismo se ha convertido en la mayor religión del mundo con su doctrina dogmática, su sacerdocio, sus instituciones proveedoras de leyes y tal vez lo más importante de todo, su infiernos para los infieles y pecadores que osan contestar la verdad revelada. Oskar Lafontaine, el ex ministro alemán de finanzas a quién el Financial Times llamó un "Keynes no reconstruido" ha sido recién enviado a este infierno porque se animó a proponer mayores impuestos a las corporaciones y recortes impositivos para las familias comunes y las de menores recursos.

Habiendo establecido un estadio ideológico y el contexto déjenme ahora avanzar más rápido para situarnos en un marco de veinte años atrás. Esto significa 1979 el año en que Margaret Thatcher llegó al poder y llevó a cabo la revolución neoliberal en Gran Bretaña. La Dama de Hierro era ella misma discípula de Friedrich von Hayek; ella era una darwinista social y no tenía ningún remordimiento en expresar sus convicciones. Fue muy conocida por justificar su programa con una sola palabra TINA(sigla de la frase en inglés "There Is No Alternative": no hay alternativa). El valor central de la doctrina de Thatcher y del neoliberalismo en sí mismo es la noción de competencia, la competencia entre naciones, regiones, firmas y, por supuesto, entre individuos. La competencia es central porque separa las ovejas de las cabras, los hombres de los niños, los aptos de los no aptos. Se supone que asigna todos los recursos sean físicos, naturales, humanos o financieros con la mayor eficiencia posible.

En un agudo contraste, el gran filósofo chino Lao Tzu terminó su Tao-te Ching con estas palabras: "Sobre todo, no compitan". Los únicos actores en el mundo neoliberal que parecen respetar su consejo son los actores más grandes de todos: las Corporaciones Transnacionales. El principio de la competencia apenas se aplica a ellas; prefieren practicar lo que podríamos llamar un Capitalismo de Alianza. No es accidente que, dependiendo del año, dos tercios a tres cuartos de todo el dinero denominado "Inversión Extranjera Directa" no se dedica a inversiones nuevas para la creación de trabajo sino a las Fusiones y Adquisiciones que casi siempre invariablemente resultan en pérdidas de empleos.

Porque la competencia es siempre una virtud, sus resultados no pueden ser malos. Para los neoliberales, el mercado es tan sabio y tan bueno que, como Dios, la Mano Invisible puede sacar el bien de un mal aparente. Por lo tanto, Thatcher, en un discurso dijo una vez "Es nuestro trabajo glorificar la desigualdad y ver que se liberan y se expresan los talentos y las habilidades para el bien de todos nosotros". En otras palabras, no nos preocupemos por aquellos que puedan quedar atrás en la batalla competitiva. La gente es desigual por naturaleza, pero esto es bueno porque las contribuciones de los bien nacidos, los mejor educados, de los más fuertes finalmente beneficiará a todos. No se debe nada en particular a los débiles, a los pobremente educados, lo que a ellos les ocurre es su culpa, nunca la culpa de la sociedad. Si se "libera" al sistema competitivo como dice Margaret, la sociedad será la mejor a causa de ella. Desafortunadamente, la historia de los últimos veinte años nos enseña que la situación es justo lo opuesto.

En la Gran Bretaña anterior a Thatcher, alrededor de una persona de diez estaba clasificado como viviendo bajo la línea de pobreza; no era un resultado brillante pero era honorable en cuanto al general de las naciones y mucho mejor que en el período anterior a la guerra. Ahora una persona de cuatro, y un niño de tres es oficialmente pobre. Este es el significado de la supervivencia de los más aptos: gente que no puede calefaccionar sus hogares en el invierno, que debe poner una moneda en el medidor antes de tener electricidad o agua, que no tienen un saco impermeable abrigado, etc. Estoy tomando ejemplos del informe de 1996 del Grupo de Acción Británico para la Pobreza Infantil. Ilustraré el resultado de las "reformas impositivas" más importantes de Thatcher con un solo ejemplo: durante los años 80, 1 por ciento de los contribuyentes recibían el 29 por ciento de todos los beneficios de reducción impositiva, de tal forma que una sola persona que ganara la mitad del salario promedio encontraba que sus impuestos habían aumentado un 7 por ciento, mientras que una sola persona que ganaba diez veces el salario promedio obtenía una reducción del 21 por ciento.

Otra implicancia de la competencia en tanto valor central del neoliberalismo es que el sector público debe ser brutalmente achicado porque no obedece ni puede obedecer la ley básica de la competencia por las ganancias o por una parte del mercado. La privatización es una de las transformaciones económicas de los últimos veinte años. La tendencia comenzó en Gran Bretaña y se difundido en todo el mundo.

Déjenme comenzar preguntando por qué los países capitalistas, particularmente en Europa, tenían servicios públicos desde el comienzo y por qué algunos todavía los tienen. En realidad, casi todos los servicios públicos constituyen lo que los economistas llaman "monopolios naturales". Un monopolio natural existe cuando la dimensión mínima para garantizar la eficiencia económica máxima es igual a la dimensión real del mercado. En otras palabras, una compañía deber ser de una cierta dimensión para realizar economías de escala y por ende proveer el mejor servicio posible al menos costo posible para el consumidor. Los servicios públicos también requieren muy grandes desembolsos de inversiones al comienzo como vías de ferrocarril o redes eléctricas, lo que tampoco estimula la competencia. Es por eso que los monopolios públicos fueron la solución obviamente óptima. Pero los neoliberales definen cualquier cosa pública como "ineficiente" ipsofacto.

Entonces ¿Qué ocurre cuando un monopolio natural se privatiza? Muy normalmente y naturalmente los nuevos dueños capitalistas tienden a imponer precios monopólicos al público, mientras que se remuneran ricamente. Los economistas clásicos llaman a este resultado "falla estructural de mercado" porque los precios son más altos que lo que deberían ser y el servicio al consumidor no es necesariamente bueno. A fin de prevenir las fallas estructurales de mercado, hasta mediados de los 80, los países capitalistas de Europa casi universalmente le confiaron el correo, las telecomunicaciones, la electricidad, el gas, los ferrocarriles, los subterráneos, el transporte aéreo y usualmente otros servicios como el agua, la recolección de residuos etc a monopolios del estado. Los EEUU es una gran excepción, quizá porque era demasiado grande geográficamente hablando para favorecer monopolios naturales.

En todo caso, Margaret Thatcher comenzó a cambiar todo esto. Como beneficio adicional, pudo también usar la privatización para romper el poder de los sindicatos. Al destruir el sector público donde los sindicatos eran más fuertes, pudo debilitarlos drásticamente. Entonces, entre 1979 y 1994 , el número de empleos del sector público en Gran Bretaña fue reducido de más de 7 millones a 5 millones, una caída del 29 por ciento. Virtualmente todos los empleos eliminados eran empleos sindicalizados. Como el empleo del sector privado estuvo estancado durante esos quince años, la reducción general en el número de empleos británicos llegó a 1,7 millones, una caída del 7% comparado con 1979. Para los neoliberales, un número menor de trabajadores es siempre mejor que un número mayor porque los trabajadores chocan contra el valor de los accionistas.

En cuanto a otros efectos de la privatización, fueron predecibles y predichos. Los gerentes de las nuevas empresas privatizadas a menudo exactamente la misma gente que antes, doblaron o triplicaron sus propios salarios. El gobierno utilizó el dinero de los contribuyentes para borrar deudas y recapitalizar las firmas antes de ponerlas en el mercado; por ejemplo, la autoridad del servicio de agua obtuvo 5 billones de libras de alivio de la deuda más 1,6 billones de libras llamados "la dote verde" para hacer a la novia más atractiva a los posibles compradores. Un montón de alboroto de relaciones públicas se hizo con respecto a cómo los pequeños accionistas tendrían su premio en estas compañías, y de hecho 9 millones de británicos efectivamente compraron acciones, pero la mitad de ellos invirtieron menos de mil libras y la mayoría de ellos vendieron sus acciones bastante rápidamente, apenas pudieron hacer dinero con las ganancias instantáneas.

A partir de los resultados, uno puede fácilmente ver que toda la cuestión de la privatización no es ni la eficiencia económica ni el mejoramiento de los servicios al consumidor sino simplemente transferir riquezas del bolsillo de la gente (que podía redistribuirla para igualar desigualdades sociales) a manos privadas. En Gran Bretaña y en otros lugares, la mayoría abrumadora de acciones de las compañías privatizadas están ahora en manos de instituciones financieras y de inversores muy grandes. Los empleados de la British Telecom compraron solamente 1 por ciento de las acciones; los de la British Aerospace un 1,3 por ciento, etc. Antes del ataque violento de Margaret Thatcher, gran parte del sector público británico era rentable. Consecuentemente, en 1984 las compañías contribuyeron más de 7 billones de libras al tesoro. Todo ese dinero está ahora yendo a los accionistas privados. El servicio en las industrias privatizadas es hoy a menudo desastroso: el Financial Times informó acerca de una invasión de ratas en el sistema de agua de Yorkshire y cualquier persona que sobreviva luego de haber tomado un tren Thames en Gran Bretaña merece una medalla.

Exactamente los mismos mecanismos han sido puestos en funcionamiento en todo el mundo. En Gran Bretaña, los expertos del Instituto Adam Smith fueron los socios intelectuales para crear la ideología de la privatización. USAID y el Banco Mundial también han usado a los expertos del Adam Smith y han empujado la doctrina de la privatización hacia el Sur. Para 1991, el Banco había hecho 114 préstamos para acelerar el proceso, y cada año su informe de Finanzas de Desarrollo Global enumera cientos de privatizaciones llevadas a cabo en los países que tienen préstamos del Banco.

Yo sugiero que dejemos de hablar de privatización y usemos palabras para decir la verdad: estamos hablando de alienación y de entrega del producto de décadas de trabajo de miles de personas a una minúscula mayoría de grandes inversores. Este es uno de los más grandes robos de nuestra o de cualquier otra generación.

Otra característica estructural del neoliberalismo consiste en remunerar al capital en detrimento del trabajos y por ende movilizar riqueza de la base de la sociedad hacia la cima. Si uno está, aproximadamente, en el 20 por ciento superior de la escala de ingresos, es probable que gane algo del neoliberalismo y cuanto uno más alto en la escalera, uno más gana. Por el contrario, lo que están en el 80 por ciento de la base pierden todos y cuanto más bajo se está para empezar, más se pierde proporcionalmente.

En caso de que piensen de que me he olvidado de Ronald Reagan, déjenme ilustrar este punto con las observaciones de Kevin Phillips, un analista republicano y ex ayudante del presidente Nixon, quien publicó un libro en 1990 llamado La Política de los ricos y de los pobres. El trazó el derrotero de la doctrina neoliberal de Reagan y de las políticas que habían cambiado la distribución de ingresos de los norteamericanos entre 1977 y 1988. Estas políticas fueron elaboradas mayoritariamente por la Heritage Foundation, el principal 'think tank' (grupos de creación de ideas) de la administración Reagan y aún hoy una importante fuerza en la política americana. A lo largo de la década del 80, el 10 por ciento de las familias norteamericanas con mayores ingresos los incrementaron su promedio en 16 por ciento, el 5 por ciento incrementó el suyo un 23 por ciento pero el extremadamente afortunado 1 por ciento de la cima de las familias norteamericanas pudieron agradecer a Reagan un 50 por ciento de incremento. Sus rentas fueron de una rica suma de U$ 270.000 a una embriagadora suma de U$ 405.000. En cuanto a las familias más pobres, todos los que estaban en el 80 por ciento de la base perdieron algo; de acuerdo a la regla, cuanto más bajo estaban en la escala, más perdieron. El 10 por ciento de norteamericanos ubicados en la base llegaron a su nadir: de acuerdo a las cifras de Phillips perdieron el 15 por ciento de sus ya magros ingresos: de una dura base promedio de U$ 4.113 anuales, cayeron a una cifra inhumana de U$ 3.504. En 1977 el 1 por ciento de la cima de las familias norteamericanas tenía ingresos 65 veces más grande que aquél 10 por ciento de la base. Una década después, el 1 por ciento de la cima era 115 veces más rico que el decil de la base.

Estados Unidos es una de las sociedades más desiguales sobre la tierra, pero virtualmente todos los países han visto crecer sus desigualdades a lo largo de los últimos veinte años a causa de las políticas neoliberales. La UNCTAD publicó irrecusables evidencias de este efecto de desigualdades en los ingresos, empobrecimiento y vaciamiento de las clases medias en su Informe de Comercio y Desarrollo de 1997 basado en unos 2600 estudios de casos separados. El equipo de la UNCTAD documenta estas tendencias en decenas de sociedades muy diferentes, incluyendo China, Rusia y otros países anteriormente socialistas.

No hay nada misterioso acerca de esta tendencia hacia una mayor desigualdad. Las políticas están diseñadas para dar a los que ya son ricos más ingresos disponibles, particularmente a través de recortes en los impuestos y de bajas en los sueldos. La teoría y la justificación ideológica de tales medidas es que ingresos más altos para los ricos y mayores ganancias llevarán a más inversiones, mejor asignación de recursos y por ende más empleos y bienestar para todos. En realidad, como era perfectamente predecible, subir el dinero por la escalera económica ha llevado a burbujas en el mercado accionario, inusitada riqueza en los papeles de unos pocos y el tipo de crisis financieras de las que hemos estado oyendo mucho en el curso de esta conferencia. Si el ingreso es redistribuido hacia el 80 por ciento de la base de la sociedad, sería utilizado para consumo y consecuentemente beneficiaría al empleo. Si la riqueza se redistribuye hacia la cima, donde la gente ya tiene todo lo que necesita, ésta no irá a la economía local o nacional sino a los mercados de acciones internacionales.

Como Uds. ya saben las mismas políticas han sido implementadas en todo el Sur y el Este bajo la apariencia del ajuste estructural, lo que es meramente otro nombre para el neoliberalismo. He utilizado a Thatcher y a Reagan para ilustrar las políticas a nivel nacional. A nivel internacional, los neoliberales han concentrado sus esfuerzos en tres puntos fundamentales:

Ø libre comercio en bienes y servicios;

Ø libre circulación de capital;

Ø libertad de inversión.

A lo largo de los últimos veinte años, el FMI ha adquirido una fuerza enorme. Gracias a la crisis de la deuda y al mecanismo de condicionamientos, se ha movido de ser apoyo a la balanza de pagos a ser el dictador cuasi-universal de las llamadas políticas económicas "seguras", refiriéndose por supuesto a las políticas neoliberales. La Organización Mundial de Comercio (OMC) fue finalmente establecida en enero de 1995 luego de largas y laboriosas negociaciones, a menudo forzadas en los parlamentos que tenían poca idea de lo que estaban ratificando. Afortunadamente, el mayor esfuerzo reciente para hacer reglas neoliberales comprometedoras y universales, el Acuerdo Multilateral de Inversiones (AMI) ha fracasado, al menos temporalmente. Le hubiera dado todos los derechos a las corporaciones, todas las obligaciones a los gobiernos y absolutamente ningún derecho a los ciudadanos.

El común denominador de estas instituciones es su falta de transparencia y confiabilidad democrática. Esta es la esencia del neoliberalismo. Arguye que la economía debería dictar sus reglas a la sociedad y no viceversa. La democracia es un estorbo, el neoliberalismo fue creado para los ganadores, no para los votantes, que necesariamente incluye tanto a ganadores y perdedores.

Quiero terminar pidiéndoles que tomen muy seriamente la definición neoliberal del perdedor, a quien nada en particular se le debe. Cualquiera puede ser expulsado del sistema en cualquier momento, a causa de una enfermedad, de la edad, de un embarazo, de ser percibido como un fracaso o simplemente porque las circunstancias económicas y la transferencia incesante de riquezas de arriba hacia abajo lo demandan. El valor de los accionistas lo es todo. Recientemente el International Herald Tribune informó que los inversores extranjeros estaban "llevándose" a las compañías y los bancos tailandeses y coreanos. No es de sorprender que se espere que estas compras resulten en "fuertes despidos".

En otras palabras, los resultados de años de trabajo de miles de tailandeses y coreanos están siendo transferidos a las manos de las corporaciones extranjeras. Muchos de aquellos que trabajaron para crear la riqueza ya han sido, o serán pronto, dejados en la calle. Bajo los principios de la competencia y de la maximización del valor de los accionistas, tal comportamiento no es visto como criminalmente injusto sino como normal y realmente virtuoso.

Yo sugiero que el neoliberalismo ha cambiado la naturaleza fundamental de la política. La política solía ser inicialmente sobre quién gobernaba a quién y quién se quedaba con qué porción de pastel. Algunos aspectos de estas preguntas siguen siendo centrales, por supuesto, pero la gran pregunta central de la política es, desde mi punto de vista, "¿Quién tiene derecho a vivir y quién no?" La exclusión radical es ahora el orden del día; y digo esto muy seriamente.

Les he dado ya muchas malas noticias porque la historia de los últimos veinte años está llena de ellas. Pero no quiero terminar con una nota tan deprimente y pesimista. Mucho ya está ocurriendo para contrarrestar estas tendencias que atentan contra la vida y hay un enorme espectro de acciones futuras.

Esta conferencia va a ayudar a definir mucha de esa acción que creo debe incluir una ofensiva ideológica. Es hora de que definamos la agenda en lugar de dejar que los Dueños del Universo la definan en Davos. Espero que los que apoyan monetariamente estos proyectos comprendan que no sólo hay que apoyar esos proyectos sino también las ideas. No podemos contar con los neoliberales para hacerlo, entonces necesitamos un diseño que pueda trabajarse y sistemas internacionales equitativos de impuestos, incluyendo la Tasa Tobin sobre todas las transacciones de mercado financieras y monetarias e impuestos sobre las ventas de las Corporaciones Transnacionales en una base a prorrateo. Espero que analicemos en detalle tales cuestiones en los talleres aquí. Los trámites de un sistema de impuesto internacional deberían apuntar a cerrar la brecha Norte-Sur y a la redistribución a toda la gente de lo que les ha sido robado en los últimos veinte años.

Déjenme repetir lo que dije antes: el neoliberalismo no es una condición humana natural, no es sobrenatural, puede ser desafiado y reemplazado porque sus propios fracasos lo requieren. Tenemos que estar listos con políticas de reemplazo que devuelvan el poder a las comunidades y a los estados democráticos mientras se trabaja para instituir la democracia, el gobierno de la ley y la justa distribución a nivel internacional. Los negocios y el mercado tienen su lugar, pero Este lugar no puede ocupar la esfera completa de la existencia humana.

La buena noticia adicional es que hay mucho dinero chapoteando por allí y que una pequeña, una ridícula fracción infinitesimal de él sería suficiente para ofrecer una vida decente a cada persona del planeta, brindar educación y salud universales, limpiar el medio ambiente y prevenir una mayor destrucción del planeta, para cerrar la brecha Norte-Sur, al menos de acuerdo al PNUD que necesita una ínfima cantidad de $ 40 billones por año. Esto, francamente, son migajas.

Finalmente, recuerden por favor que el neoliberalismo puede ser insaciable pero no es invulnerable. Una coalición de activistas internacionales solamente ayer los obligó a abandonar, al menos temporalmente, su proyecto de liberalizar todas las inversiones a través del AMI. La victoria sorpresa de sus oponentes enfureció a los partidarios del gobierno corporativo y demuestra que una red de guerrillas bien organizada puede ganar batallas. Ahora tenemos que reagrupar nuestras fuerzas y mantenerlas de modo que no puedan transferir el AMI a la OMC.

Mírenlo de este modo. Tenemos los números de nuestro lado porque hay más perdedores que ganadores en el juego neoliberal. Tenemos las ideas mientras que las suyas están siendo cuestionadas a causa de sus repetidas crisis. Lo que nos falta, hasta ahora, es la organización y la unidad que en esta época de tecnología avanzada podemos superar. La amenaza es claramente transnacional entonces la respuesta debe también ser transnacional. La solidaridad no significa más ayudar, o no ayudar, sino encontrar la sinergia oculta en las luchas de cada uno para que nuestra fuerza numérica y el poder de nuestras ideas se conviertan en algo abrumador. Estoy convencida de que esta conferencia contribuirá fuertemente a este objetivo y quiero agradecerles a todos por su grata atención.