FLORA CRESCINI : Alain Finkielkraut ha tenido con el Centro Cultural de Milán muchos encuentros; estamos aquí por quinta vez. La primera ocasión fue en 1992 para un encuentro sobre Charles Peguy y de allí nació como un regalo imprevisto el conocimiento de este pensador y escritor. Nos encontrábamos en Orleans para estudiar a Peguy y nos dijeron que acababa de salir en Francia el libro Le Mécontemporain: Peguy, lecteur du monde moderne (El Contemporáneo: Peguy, lector del mundo moderno), que entre otras cosas dentro de veinte días será publicado en italiano por la editorial Lindau. La lectura nos entusiasmó y sobre todo nos aclaró muchas cosas acerca de Peguy, pero nos entusiasmaron y todavía nos entusiasman otras cosas. Alain Finkielkraut quizás sonría cuando repito que de él nos ha gustado la definición de acontecimiento como "irrupción de lo nuevo que rompe los mecanismos usuales". Don Giussani decía que somos deudores de él por una definición tan viva, tan exacta, de la palabra acontecimiento, que a menudo ni siquiera en los entornos culturales y me atrevería a decir, dentro de los entornos eclesiásticos o en una religión que habla de incarnatus est, ha sido tan clara: algo que irrumpe en la vida. Lo hemos seguido paso a paso también en los libros siguientes: La humanidad perdida, Un corazón inteligente, el libro sobre Yugoslavia. Somos deudores con él por habernos aclarado un punto de partida justo para afrontar los problemas. Por ejemplo todo nosotros hemos sido presa de la urgencia educativa. En estos años, tanto en Italia como en Francia, se ha hablado de la cuestión educativa viendo el desastre de las escuelas, de la educación y de tantas otras agencias educativas.
En un libro suyo Finkielkraut dice que "a falta de adultos se buscan competentes". Es muy fácil ver esto en las escuelas donde se buscan competentes y se olvida de la responsabilidad que, en cuanto adultos, debemos tener. La primera responsabilidad es la de entender la vida con sus problemas, con sus matices, con sus complejidades. Finkielkraut es uno que explora la literatura como capacidad de entender un poco más los matices de lo humano. Nos gusta mucho esta tentativa suya. El último libro que ha escrito tiene un título bastante interesante: Y si el amor durase . Lo que nos gusta es que también la elección de las novelas que hace nos corresponde muchísimo: El primer hombre , Dostoevskij, El festín de Babette de Karen Blixen y tantos otros autores con los cuales de un modo u otro nos hemos cruzado. El otro relator que está conmigo es Luca Doninelli, de quien no hay necesidad de presentaciones. La primera pregunta que le dirigiría a Finkielkraut de manera general parte del título del encuentro, "un corazón inteligente", expresión también retomada por Benedicto XVI en el discurso del Bundestag. Finkielkraut, hace año y medio decía: “corazón e inteligencia deben volver a hablarse, el peligro que corremos no está en la ausencia total del uno o del otro, sino en su divorcio". También Benedicto XVI hablaba de "un divorcio entre el saber y el creer". ¿Qué es un corazón inteligente? ¿Dónde ve el divorcio entre el corazón y la inteligencia?
ALAIN FINKIELKRAUT : Buenas tardes mientras tanto y gracias por estar aquí de manera tan numerosa. Empezaré con una confesión: en realidad no he inventado esta frase, la he encontrado en un libro. He sacado este binomio de "corazón inteligente" de un libro de Hannah Arendt, y ha sido un préstamo del Rey Salomón porque hacía parte de sus oraciones, en cuanto que pide a Dios este bien supremo que es tener un corazón inteligente. Es una petición que preserva y mantiene todo su valor en una época signada por varios factores: la preocupación por la eficacia, por la rentabilidad, por esta idea kitsch , este sentimentalismo sin límites. Diría que podemos decir hoy más que nunca, la inteligencia necesita del corazón y viceversa, el corazón necesita de la inteligencia. Y para probarlo querría hacerles un pequeño ejemplo; tiene que ver con un pequeño libro publicado recientemente en Francia y quizás dentro de poco en Italia, si no me equivoco. En Francia ha tenido un éxito increíble el libro Indignaos . Este libro nos presenta una visión binaria del mundo, un mundo dividido entre bueno y malos; la visión maniquea es dominante y nos dice que la política necesita de la moral, pero que la moral sólo puede reducirse a indignación. Diría que no es verdad en cuanto que la moral requiere del pensamiento. En un libro de Hugo, cuyo título es El hombre que ríe , hay una parte que dice: "la complicación del acontecimiento produce la perplejidad del espíritu" y luego un poco más adelante, siempre en el mismo párrafo: “la responsabilidad puede ser un laberinto”. La reducción del mundo a este tipo de oposición entre dos fuerzas en realidad facilita la idealización. Es la literatura que nos permite huir de este tipo de idea porque es ella la guardiana de la pluralidad humana. Y por lo tanto yo creo fuertemente en la oración del Rey Salomón, en su actualidad; creo en la literatura pero con la condición que no se vuelva un juego de palabras y creo, si precisamente no se convierte en eso, que pueda cumplir tal ruego.
F. CRESCINI : Y si el amor durase toma en consideración cuatro novelas a través de las cuales son exploradas bajo diversas facetas las vicisitudes amorosas. Pero, más allá del análisis de las cuatro novelas que está bien hecho en el libro que esperamos sea traducido al italiano, es interesante el punto de partida, bien expresado en una entrevista concedida por usted hace una semana a la revista Tempi. Usted afirma que "la renuncia a la duración marca una época del mundo, como ha escrito Paul Valery: “Hemos entrado en la era de la precariedad, somos modernos, y todo para nosotros tiene un tiempo determinado. Nuestros empeños no nos empeñan más, la duración ha sido reemplazada por la intensidad. La intensidad y no el amor se ha convertido en el criterio; lo que sucede es que del amor se retiene sólo la intensidad amorosa, pero dentro de nosotros oscuramente sabemos que renunciar a la duración equivale a renunciar al amor".
Demos vuelta enseguida a la pregunta: "Dentro de nosotros oscuramente sabemos que renunciar a la duración equivale a renunciar al amor". Vista la nostalgia por la duración que existe en nosotros que somos post románticos y post modernos, ¿cómo ha hecho usted para descubrir o para entender que renunciar a la duración equivale a renunciar al amor?
A. FINKIELKRAUT : Digamos que no es un descubrimiento excepcional; decir "te amo" es como decir “te amaré”: la declaración de amor expresa un sentimiento y en su expresión hace una promesa.
He aquí porqué para nosotros tiene este carácter tan solemne. Es verdad, hoy el amor ha vencido los obstáculos externos y vive según su propio ritmo, pero no debemos hacernos ilusiones porque es una situación extraña. Junto a los sentimientos hay en el fondo una serie de pensamientos; estos pensamientos acompañan en el fondo los sentimientos. Si tales sentimientos no son amortiguados desde el nacimiento entonces integran la idea misma de su muerte. Balzac en uno de sus novelas más bellas, Las ilusiones perdidas, había expresado verdaderamente tan bien las cosas de poder considerar el título mismo de su libro un paradigma de la novela moderna. Las ilusiones en efecto se pierden paulatinamente en el tiempo y nuestra situación frente al amor es de algún modo paradójica en cuanto se inicia este iter ( camino n.del tr.) ya con el desencanto, con la desilusión, con el escepticismo que es por eso inicial y se ubica en el centro del lirismo amoroso. Sin embargo no estamos exentos de sorpresas positivas; el deseo de la duración es connatural en nosotros, sucede que los deseos se pueden realizar. Por tanto, para ser sincero, es precisamente porque mi escepticismo viene desmentido en la existencia, la razón por lo que he elegido escribir hablando de cuatro novelas sobre la duración del amor. Al mismo tiempo yo soy un post moderno y me he dado cuenta de ello leyendo a uno de los raros filósofos modernos que ha expresado las mismas cosas, es decir Kierkegaard. Kierkegaard ha evitado el matrimonio y ha dicho una cosa extraordinaria hablando de la fenomenología del amor conyugal, haciéndolo ha rehabilitado en realidad el amor conyugal. La frase en la que pienso, que quiero citar y cuya traducción es obviamente libre, dice así: "El esposo es en realidad lo opuesto al Don Juan, lo opuesto al enamorado romántico. El esposo es aquel que tiene al ser amado en un abrazo, en su abrazo, fiel a sus resoluciones" Tendríamos otra cita - para alegría del intérprete - siempre del mismo filósofo, y es el testimonio, sea de un mundo sea de una modernidad de la cual nosotros nos hemos alejado: "El paso del amor es ligero como la danza sobre la pradera, pero la resolución hecha sustenta al hombre cansado mientras espera que la danza reinicie". Y luego hay esta frase magnífica: “Mayoritariamente nosotros ya no somos más decididos" es decir no somos más ya seres con determinación, resueltos, sino que somos discontinuos, sobre todo cuando llega este momento en que uno se cansa. Estamos cansados, no esperamos la reanudación de la danza, por lo tanto no hay una resolución que sea lo bastante fuerte como para colmar el decrecimiento de la intensidad. Yo mismo podría, si quisiese elogiar el amor duradero, lanzarme en la rehabilitación de la resolución, pero no quisiera tener este tipo de actitud moralizante, moralizadora, porque no reflejaría mi experiencia, en cuanto yo soy un post moderno que ha tenido la suerte de conocer la duración.
LUCA DONINELLI : Ante todo yo quiero dar las gracias al doctor Finkielkraut por los dos libros de los cuales hablamos esta tarde, uno traducido al italiano por Adelphi: Dónanos un corazón inteligente junto a Y si el amor durase que en cambio espera una traducción también porque no es menos bello que el otro.
Yo querría agradecerle como escritor, como narrador, mi agradecimiento es personal, porque el camino que nos está haciendo hacer esta tarde, también aquí, ahora, es el de usar la literatura como portadora de experiencia, por tanto como posibilidad de recrear un vínculo entre un modo abstracto de concebir la razón y un modo que se arriesga a ser ciego, sin perspectiva, de concebir la experiencia. Hay una brecha que cada escritor serio, o que busca al menos serlo, experimenta entre la idea que se ha hecho al principio, antes de escribir la novela - el plan de la obra, las ideas por expresar, el plot, la trama - y lo que ocurre cuando efectivamente se escribe. ¿Qué es lo que ocurre? Ocurre que el escritor hace una experiencia: hace las cuentas con aquello de lo que habla, sin este desafío la literatura no existiría. Esto lo decimos frente a una visión reductiva de la literatura de hoy, que la relega al ámbito del entretenimiento. La literatura en cambio es conocimiento, muchas veces es una modalidad de conocimiento que sólo ella misma puede darnos. Esto es de lo que nos ha hablado esta noche Finkielkraut. No son pensamientos abstractos es un redde rationemii con respecto a los hechos.
Yo quería, ante todo, referirme a la pregunta que ha hecho Flora e ir un instante sobre este tema. La primera vez que he leído el título Si el amor durase me ha impactado porque he pensado que - no hablo de mí mismo porque también yo soy post moderno - mis padres, mis abuelos habrían encontrado absurda esta pregunta. ¿Cómo que si el amor durase ? La duración pertenece a la definición misma del amor, es decir es precisamente porque dura que es amor, es precisamente porque promete una duración que es amor. Excúsenme, pero es absurdo, es como decir: “¿Y si los triángulos tuvieran tres lados?”
¡Los triángulos tienen tres lados! Entonces mi pregunta es ésta: antes hemos hablado de escepticismo, ¿qué ha ocurrido en la experiencia del amor que ha podido quitarle la duración? ¿Por qué nos encontramos haciendo cuentas con esta absurdidad de un amor reducido a algo que no dura? Porque tiene razón Finkielkraut, nosotros partimos de aquí. Es ésta mi primera pregunta. ¿Dónde ha ocurrido esta fractura? ¿Cuáles son las consecuencias también en el modo de concebir la razón, por lo tanto la inteligencia, puesto que también la inteligencia tiene un contragolpe con respecto a esta ruptura? Éste es el primer bloque de preguntas.
A. FINKIELKRAUT : Bloque impresionante, espero no hayan otros más. No soy capaz de contestar directamente a esta pregunta, puedo hacerlo con la intermediación de una novela. Estoy pensando precisamente en una novela como Profesor del deseo de Roth, quizás un poco menos célebre, menos famosa, no como La pastoral u otros, pero indudablemente una novela de grandísima riqueza, que aclara de algún modo el amor con una agudeza prodigiosa. Esta novela es la historia de una educación sentimental pero también de una educación sexual. Estamos hablando de Kepech, este profesor veinteañero en los años 50, que soñaba con la liberación sexual justo en aquel período en el que, en América, había un gran puritanismo. Lo vemos, después de varios percances, encontrar el amor. Estamos prácticamente en los años '70 y el amor que encuentra está encarnado en una mujer maravillosa, Claire, y es precisamente un amor al cual nada se opone, están justo hechos el uno para el otro. Sin embargo el personaje, Kepech, sabe y siente que justo en el momento clou , en el centro mismo del idilio, pierde el deseo, siente que este amor que sería perfecto está condenado paulatinamente a degradarse. Y por lo tanto se da cuenta que esta libertad sexual que había querido tanto y por la que había luchado tanto, en realidad es una sexualidad que sólo está en su cabeza; el cuerpo reivindica su derecho y se convierte en una especie de déspota caprichoso, que va adelante de modo arbitrario. Vive precisamente ad interim , se da cuenta que la vida está hecha de una sucesión de interim , de discontinuidades, que es una especie de discontinuidad, por lo tanto es una precariedad perpetua. Y es siempre Kepech quien describe la imposibilidad de un amor duradero mientras ve en contemporánea el amor indiscutible, indestructible de sus padres, y es la superposición de estas dos posibilidades de amor que hacen a este libro tan único y tan profundo. El padre encarna al esposo - siempre según Kierkegaard - que tiene en un abrazo, que abraza fielmente en su resolución a la esposa. Él es un ayudante de cocinero en un hotel, ella entra en este hotel como cliente, él la ve y piensa enseguida que se casaría con ella, y lo logra. Estas dos personas, en otras palabras, se han elegido, y es esto el ser modernos, no se trata de una boda arreglada, han seguido su voluntad pero la cuestión es que no distinguen entre su voluntad y su deseo. La madre está enferma de un tumor y luego muere, sucesivamente morirá el padre: Kepech y Claire van juntos a una localidad de vacaciones junto a él, junto a ellos va también un amigo que es un sobreviviente de los campos de la muerte. Kepech piensa que pronto perderá a Claire y que también estos dos hombres bajo su techo están de algún modo en peligro, están en vilo, tienen los días contados. Es su modo de amar, de habitar la tierra que acabará con el final de ellos. Luego no quiere ponerlo como modelo pero no desea tampoco olvidarlo. De algún modo la vocación de la literatura es la de sacarnos de nuestra actualidad, de esta dictadura de las urgencias o emergencias actuales que nos hacen perder la profundidad del tiempo.
L. DONINELLI : Gracias. Las preguntas que surgen serían muchísimas, yo me atengo precisamente a las que había preparado aunque un poco me da pena. Ven que el cuadro se ha complicado, en el sentido que hay como dos antropologías en confrontación en la novela de Roth que ha ilustrado Finkielkraut. De una parte hay la ilusión de ser eternos que sin embargo trae consigo la ilusión del amor como algo instantáneo y fugaz, de la otra está la eternidad del amor que se entrega a nuestra conciencia de ser finitos. Yo quisiera hacer una pregunta muy simple al doctor Finkielkraut: ¿la palabra corazón, que es tan fundamental en su obra reciente, de dónde la toma? ¿De dónde trae el significado de esta palabra? ¿Del romanticismo, de la red, de facebook, de la Biblia? Sí, yo quisiera saber dónde ha aprendido la definición de esta palabra tan importante, sea cual sea el modo en que la usamos, tan decisiva aunque a lo mejor nosotros la usamos superficialmente. ¿Con cuáles otras palabras diría la palabra corazón?
A. FINKIELKRAUT : La potencia de lo kitsch y del sentimentalismo es tan fuerte que no habría osado nunca utilizar este término tan inflacionado si no hubiese leído la obra de Hannah Arendt. Habla de algo relativo al oxímoroniii cuando utiliza el binomio "corazón inteligente". Del mismo modo sé que la literatura está llena de novelas de amor. Sé que ciertos libros dan una explicación sobre el amor. En el fondo yo no concibo un pensamiento que no sea afectivo y nada me da más miedo que un amor sin pensamiento.
L. DONINELLI : Una última pregunta: en todos los textos que he leído de Alain Finkielkraut, sea cual sea el argumento que traten, sea que hablen del problema hebreo o en general de la modernidad, sea que hablen de un siglo o de novelas como hemos dicho esta noche, detrás de las palabras y la escritura de Alain Finkielkraut, se mueve la historia, se siente el movimiento de la historia, a menudo es un movimiento duro y cruel. Si hay una gloria puede estar sólo allí. He sido impactado por una definición que Finkielkraut ha dado de nuestra cultura, de la cultura en que vivimos. No se trata sólo de la cultura de los periódicos o de los libros, sino del clima cultural en el que todos viven y del que no podemos sustraernos. Hablando de la sociedad plural y de los problemas que esta sociedad pone, Finkielkraut habla de “narcisismo penitencial". ¿Qué significa esto? El modelo tradicional de tolerancia que sirve en la confrontación frente al otro, que no puede ser excluida ni siquiera por la experiencia del amor y del multiculturalismo, ¿está destinado a la derrota, al fracaso, a la quiebra? Porque para mí esta expresión "narcisismo penitencial" describe de manera muy realista la percepción cultural de nuestro tiempo.
A. FINKIELKRAUT : Me es difícil ahora dar una respuesta, no es que quiera huir de la solicitud, pero el argumento es totalmente diferente de lo que estamos afrontando, de lo que he tratado –bien o mal- de afrontar, que sería como abrir un poco brutalmente todo otro argumento. Es una generación de la cual Europa denuncia los crímenes, de la que se ha hecho culpable para hacer prevalecer la propia ánima bonita. Es un tipo de complacencia en la autocrítica: esto nos llevaría a consideraciones políticas que no tienen nada que ver con el argumento de nuestra conferencia y por esto me detengo aquí.
F. CRESCINI : En su último libro cuando habla de Bergman, "el perdón – escribe Hannah Arendtlibera de las consecuencias del acto bien sean de quien perdona, o bien de quien es perdonado. Henric no sabe devolver esta libertad ni asumirla, lo que significa que no entenderá nunca nada; a pesar de toda su buena voluntad está impedido para voltear la página, no puede abrirse a una vida nueva. Vivir para él es siempre revivir la exclusión de que ha sido víctima en la infancia, el rencor que en él habita no es reactivo sino prejudicialiv". ¿Qué diferencia existe entre "rencor reactivo" y esta expresión magnífica "rencor prejudicial" como actitud típica de nosotros los post modernos y no sólo con respecto al ámbito amoroso?
A. FINKIELKRAUT : Entre los cuatro libros que analizo en Si el amor durase hay uno del cual no se tiene la costumbre de tratarlo como si fuese una novela pero que amerita plenamente esta denominación: Con las mejores intenciones de Ingmar Bergman. Es un libro que se presenta como un guión que no ha sido conocido gracias a Bergman sino a Bille August que fue un discípulo suyo. Es una película académica que ha ganado la Palma de oro en Cannes en 1992. Con seguridad la novela es mejor que la película y el guión. Bergman de algún modo se siente libre de narrar hasta ir a la profundidad del ánimo de sus personajes. Vayamos a los personajes, el padre y la madre, incluso antes que los conozca. Escenario seguramente no edípico. Es como si Bergman liberase a sus padres de su rol de padres, los toma en consideración por como son ellos mismos. Él ha vivido una situación familiar difícil y oscura. Evoca el nacimiento de su amor, de esta atracción irresistible del uno por el otro. No quiero entrar en los detalles de la novela. Se trata de un amor que acabará mal. Bergman padre es un hombre incapaz de perdón. Al principio el abuelo le suplica que vaya a encontrarse con su abuela moribunda pero él, acordándose del abandono a causa de varias historias del padre, se niega porque es incapaz de perdonar. Muchos años después se casa y en un cierto punto la mujer lo traiciona. La mujer, por consejo del pastor, confiesa la infidelidad. También aquí se desencadena el mismo mecanismo y él no la perdona y esto abre el camino a una vida infernal.
Por tanto, no perdonando se encierra también a sí mismo en el acto que se convierte en una prisión. La belleza de este libro está precisamente en esto: Henryk ama a Anna pero no conoce, no obstante aquello, la gracia del amor. La conclusión es realmente muy bella, no estoy pensando tanto en Con las mejores intenciones sino en la escena de Encuentros privadosv con Liv Ullmann: aquí Anna va a encontrar al pastor, aquel mismo pastor que le aconsejó decir la verdad, y que, cuando se encuentra en el lecho de muerte, está preocupado y quisiera saber cómo ha acabado el asunto. Por mucho tiempo no ha visto a Anna, que además es su pariente, por lo tanto quiere saber, pero ella no dice la verdad, miente, elige la mentira, una mentira piadosa y por lo tanto perdona mintiendo. Es la respuesta de Bergman y de la literatura en general a la filosofía, particularmente a la de Kant, cuando dice que la veracidad es un deber del hombre respecto a todos, cualquiera sea el daño recibido por él o por los otros. Anna descubre así no tanto el derecho a mentir sino el deber de mentir.
F. CRESCINI : Resulta interesante un pasaje, pocas páginas antes, en el que la protagonista del escrito de Bergman va donde el tío Jacob, el pastor protestante, que la escucha pero lo esperan en la iglesia así que invita a Anna a que lo busque después de la celebración, para una charla privada. Alain Finkielkraut escribe: "es decir: estamos entre luteranos por tanto una confesión sin confesional." Habría mucho que reflexionar sobre esta afirmación que hace velozmente pero de manera precisa. Concluyamos el encuentro con un gran agradecimiento, permítame Finkielkraut leer un pasaje relativo a Kundera, autor de la magnífica novela La insoportable levedad del ser : Thomas, uno de los protagonistas, ha vivido siempre, en nombre de la ligereza, relaciones eróticas sin nunca atarse a ninguna mujer, a un cierto punto de la novela se encuentra en su casa a Teresa, una joven mujer que se enferma y de repente se encuentra cambiado, se encuentra cuidando la vulnerabilidad, la fragilidad de esta mujer que se encuentra en una condición de necesidad. Finkielkraut escribe: "Antes de Teresa, Thomas era él mismo, nada más que sí mismo y protegía celosamente su integridad. Ahora es más de sí mismo, está habitado, está obsesionado, es un rehén. Sin prevenirlo, sin gritarlo de ninguna manera, su libertad se ha trocado en responsabilidad". Había querido y sabido separar el eros de su limo sentimental, pero sin tener en cuenta el amor desinteresado al que la tradición judío-cristiana ha dado el nombre de ágape . Kundera no me lo perdonará quizás nunca, pero yo corro el riesgo, para aclarar la relación que hay entre Thomas y Teresa, al citar a Joseph Ratzinger, alias Benedicto XVI: “Si bien el eros inicialmente es sobre todo sensual, cuando se aproxima al otro se planteará cada vez menos preguntas sobre sí mismo, para buscar cada vez más la felicidad del otro, se preocupará de él, se entregará y deseará « ser para » el otro. Así, el momento del ágape se inserta en el eros inicial.vi El ágape es el invitado imprevisto de La insoportable levedad del ser y frente al ágape la ironía de Kundera baja las armas.
Hago esta cita no porque me interese hablar del ágape , hay también un amor erótico que como tal tiene que ser, sino en cuanto que leyendo de manera conjunta estos dos autores, tan lejanos entre ellos, Alain Finkielkraut y Benedicto XVI, se empieza a entender algo del ágape , de otro modo lo que se leía de este gran tema serían bizantinismos incomprensibles o sentimentalismos de bajo mercado. Debemos a Alain Finkielkraut el haber entendido una cuestión tan central para quien hace una experiencia cristiana o intenta hacerla, y también por esto le agradecemos. Concluimos el encuentro retomando una frase que él ha dicho: "Soy un post moderno que ha tenido la gracia de la duración". También nosotros somos post modernos, esta gracia la hemos recibido y queremos seguir teniéndola.
Gracias por su atención.