Entrevista a Alexandr Solzhenitsyn

Daniel Kehlmann
Diario CLARIN. Ñ 25 noviembre 2006
Traducción de Cristina Sardoy.

Perseguido y censurado durante décadas, el Premio Nobel Alexandr Solzhenitsyn verá por primera vez su obra completa editada en Rusia. Serán 30 volúmenes, de los que acaban de lanzarse los tres primeros. En esta entrevista, el autor de "Archipiélago Gulag" habla con escepticismo del futuro de su país.

La fascinación de Alexandr Solzhenitsyn por la historia rusa ha definido su obra y su vida. A lo largo de toda esa existencia combatiendo la censura y hablando contra regímenes opresivos y corruptos, la estatura de este Premio Nobel de Literatura declinó y revivió con el auge y la caída de la Unión Soviética y las fluctuaciones del ánimo del público.

Ahora resulta irónico, pero de joven, Solzhenitsyn fue, según su biógrafo Michael Scammell, un marxista ferviente. Pese a haber prestado servicio como oficial en el Ejército Rojo durante la Segunda Guerra Mundial, en 1945 lo acusaron de criticar a Stalin. Su condena a ocho años de cárcel seguida por un período de exilio interior no sólo cambiaría su vida sino el devenir de la sociedad soviética. Fue sentenciado al gulag, una serie de campos de trabajos forzados donde se calcula que perecieron decenas de millones de personas. El sobreviviría para convertirse en un crítico sin pelos en la lengua del comunismo, y para crear obras que harían conocer el sistema de gulag en todo el mundo.

En 1962, la publicación de su primera novela, Un día en la vida de Ivan Denisovich, que describía la vida en el gulag, le valió aplausos en su propio país y el reconocimiento como escritor importante. Cuando Solzhenitsyn siguió publicando relatos críticos de la vida en la URSS y empezó a ser considerado la "conciencia del país", cayó en desgracia ante el Partido Comunista.

Pasó a la clandestinidad y a las editoriales extranjeras para distribuir sus obras, y en 1970 sus esfuerzos le valieron el Premio Nobel. Cuando parte de El archipiélago Gulag, su clásica historia/autobiografía de los campos que introdujo la palabra "gulag" en Occidente, se publicó en Europa en 1973, al poco tiempo Solzhenitsyn fue expulsado enérgicamente de la URSS. Se instaló con su esposa, Natalia, en la pequeña localidad de Cavendish, en Vermont. Durante su exilio en Estados Unidos es bien sabido que vivió recluido, centrado monásticamente en su obra y rara vez concedió entrevistas a los medios y los admiradores que lo veneraban. Las relaciones de Solzhenitsyn con el gobierno ruso mejoraron cuando el presidente soviético Mikhail Gorbachov introdujo la política de glasnost y finalmente la Unión Soviética cayó. En mayo de 1994, él y su esposa regresaron definitivamente a su país.

Sin embargo, el entonces presidente ruso Boris Yeltsin, que había dado por sentado el apoyo de Solzhenitsyn, muy pronto descubrió que el escritor era tan crítico de su nuevo gobierno como lo había sido del régimen comunista. En presentaciones televisivas y en ensayos, Solzhenitsyn denunciaba los excesos de los flamantes capitalistas de Rusia, exigía reformar los órganos judiciales y señalaba que los sistemas de salud y asistencia social de Rusia estaban colapsando.

Dicen que lo decepciona que los rusos más jóvenes no hayan podido leer su obra, aun cuando su novela El primer círculo (cuyo manuscrito había enterrado en 1949 para burlar la censura) fue adaptada y convertida este año en una popular serie televisiva.

En esta entrevista exclusiva, Solzhenitsyn habla del efecto que tuvo el gulag en su escritura y cuál puede ser el futuro de Rusia.

- —Usted ha dicho en reiteradas oportunidades algo que resulta paradójico: su alivio de que lo enviaran al gulag, de que su destino le fuera impuesto, por así decirlo. Ha escrito que lo llena de terror pensar qué clase de escritor hubiera sido sin el gulag. ¿Cómo habría sido esa clase de escritor?
- —Antes de hablar sobre el papel decisivo que desempeñó el gulag en mi vida de escritor, permítame decirle algo. En 1936, a los 18 años, yo ya quería describir y comentar en detalle la historia de la Revolución rusa de 1917 (que puso fin al gobierno autocrático del zar Nicolás II; los bolcheviques enseguida tomaron el poder). Por esa simple razón elemental, no podía desarrollarme como autor soviético leal. Pero lo que me tocó en el gulag tuvo un gran efecto a lo largo de los años sobre mis opiniones y mis creencias. Me dio una percepción clara de lo que eran el bolchevismo y el comunismo soviético, y eso en definitiva me permitió penetrar a fondo en las condiciones de nuestra existencia.

- —En más de una ocasión usted escribió que la experiencia sombría del siglo XX fue algo que Rusia en cierto modo debió sufrir como representante de la humanidad. Por otro lado (su novela) "La Rueda roja" aborda una y otra vez el carácter inevitable de la catástrofe y que la historia fácilmente podría haber tomado un rumbo completamente distinto. ¿Realmente piensa que ese sufrimiento enorme fue necesario, o que podría del mismo modo haber sido totalmente absurdo?
- —Con respecto a la historia del mundo en su conjunto, me parece que sin la Revolución rusa, algún tipo de revolución similar inevitablemente habría sacudido al mundo, como una continuación de la Revolución francesa del siglo XVIII (que desató revoluciones en muchos otros países europeos). Porque la humanidad en su conjunto debía inevitablemente pagar por la pérdida de una idea de limitación auto-asumida, de moderación auto-asumida de sus deseos y exigencias; por la codicia sin reservas de los ricos y poderosos (personas y también estados enteros), y por el abandono de sentimientos de solidaridad humana.

- —Muchos pensadores y escrito-- - res occidentales apoyaron activamente la dictadura soviética. Básicamente, sólo la postura resuelta que usted adoptó y el efecto que tuvo a nivel mundial fueron capaces de producir un cambio. Por esa razón usted también se negó a reunirse con Jean-Paul Sartre cuando visitó la Unión Soviética. ¿Hubo de verdad una "traición de los intelectuales", como la llamó el filósofo francés Julien Benda: una traición, por ende, de intelectuales con los valores de la Ilustración?
- —El apoyo generalizado a la dictadura comunista a partir de los años 30 entre los pensadores occidentales es un signo y una consecuencia de la decadencia del humanismo secular: la estamos sufriendo en este momento y continuaremos sufriéndola en el futuro.

- —Probablemente, desde Voltaire, ningún escritor ha tenido mayor impacto político que usted... ¿Se siente satisfecho? ¿O hay cosas que todavía le gustaría concluir?
—En varias ocasiones, he exhortado a las potencias occidentales a no asimilar al comunismo soviético con Rusia misma y con la historia rusa. Por desgracia, muchas de las potencias occidentales no hacen esa distinción. Y la política de las potencias occidentales, aun después de la debacle de la dictadura soviética, apenas ha cambiado en su ferocidad hacia Rusia. Esto es profundamente decepcionante. Pero los hechos en Rusia desde la década de 1990 han tomado un rumbo aún peor. Antes de que se produjera la recuperación nacional, tanto moral como económicamente, las fuerzas de las tinieblas rápidamente ganaron ventaja: los ladrones más inescrupulosos se enriquecieron saqueando libremente la propiedad del país, ahondando el cinismo de la sociedad y el daño moral ya perpetrado. Eso fue una catástrofe para toda Rusia. He asistido con mucho dolor a estas transformaciones. ¿Cómo puedo hablar entonces de "satisfacción"? Además, a mis 87 años, y con una salud muy mala, no tengo fuerzas para ejercer una influencia real en la evolución de los hechos.

- —Para cerrar, la pregunta inevitable: ¿Cómo ve el futuro de Rusia? ¿Democracia o un estado autoritario según el modelo chino?
- —Me preocupa mucho el futuro de Rusia. No arriesgaré ninguna predicción. Sus preguntas se relacionan más que nada con el orden social. Es algo de suma importancia, pese a que el orden moral es más importante todavía. En lo que se refiere a la ansiada democratización de Rusia, presenté mi propio modelo ya en 1990 en un ensayo titulado La reconstrucción de Rusia, un plan para una construcción gradual de estructuras democráticas, empezando por nuestra administración autónoma local y avanzando hasta el nivel gubernamental. La actividad de la administración autónoma local en muchos países occidentales es un modelo que yo exhorto a mis compatriotas a imitar. Mi modelo es diferente del sistema parlamentario de partidos que prevalece en Occidente. Considero que la existencia de partidos políticos cuya única preocupación es llegar al poder no es algo que pueda considerarse bueno sino malo. Por eso hasta ahora mi propuesta no ha sido vista con simpatía. Aun así, prefiero ver una democracia rusa como ésa antes que una versión pedida prestada a Occidente.

(c) Cicero, Alexandr Solzhenitsyn y Clarín, 2006.

Alexandr Solzhenitsyn
KISLOVODSK, 1918. ESCRITOR

Hijo de un terrateniente cosaco muerto poco antes de que naciera y de una maestra, estudió ciencias en la Universidad de Rostov entre 1936 y 1941, año en que fue enviado al frente. En 1945 fue detenido por "delitos de opinión" y deportado a un campo de trabajo donde permaneció hasta 1956. Sus experiencias en la cárcel le proporcionaron material para su novela Un día en la vida de Iván Denisovich (1962), que tuvo una gran repercusión tanto dentro como fuera de la Unión Soviética. Aquella experiencia, también, es la base de Archipiélago Gulag, que escribió en la más completa clandestinidad entre 1958 y 1967. En 1969 fue expulsado de la Unión de Escritores Soviéticos por denunciar la censura oficial, que había prohibido algunos de sus libros. Entre sus novelas más importantes figuran El primer círculo (1968), El pabellón del cáncer (1968-1969) y Agosto 1914 (1971). Si bien en 1970 recibió el Premio Nobel de Literatura, su situación se agravó: fue detenido y, finalmente, deportado en 1974 a Alemania Oriental, luego de privarlo de la ciudadanía soviética a raíz de la publicación de Archipiélago Gulag en varios países de Occidente. En 1994, después de varios años de exilio en los Estados Unidos, regresó a Rusia, donde aún vive en las afueras de Moscú con su esposa Natalya.