Entrevista a Derek Walcott

Itzíar de Francisco
El Mundo. 5 de agosto de 2005.

Cuarenta y cinco años dedicado al teatro y ni una obra estrenada en España. El poeta y Premio Nobel de Literatura Derek Walcott rompe esa maldición y estrena en el Festival de Mérida Una odisea antillana, escrita y dirigida por él mismo. Con más de 15 actores, una banda de música caribeña y la presencia en escena por primera vez de Lucía Bosé, Una odisea antillana recrea el poema homérico desde el particular universo del autor, que desvela las claves de su obra en esta entrevista.

Cuando en 1992 Walcott recibió el Premio Nobel de Literatura, en España no se había traducido ninguna de sus obras poéticas. Hoy, aunque más traducido y conocido, Europa sigue olvidando al dramaturgo y director de escena que lleva dedicado al teatro casi medio siglo junto a su compañía, la Trinidad Theatre Workshop. Autor de obras como Harry Dernier (1952), Dream on Monkey Mountain and other plays (1970), Remembrance and Pantomime: two pays (1980), Three Plays (1986) y de una versión de El burlador de Sevilla (1978), Walcott estrena por primera vez en España, y lo hace con Una odisea antillana, su visión caribeña de la obra de Homero que acaba de verse en Siracusa y que hoy llega al teatro romano de Mérida. En ella música y texto se funden ante la presencia del Mediterráneo, papel interpretado por Lucía Bosé, que sube a escena por primera vez.

–¿Cómo surge este proyecto?

–La Royal Shakespeare Company me pidió que escribiera una adaptación teatral de mi libro The Odissey, así que escribí esta obra. Ellos fueron los primeros en producirla y estrenarla en Strantford-upon- Avon y más tarde en Londres.

–¿Por qué eligió a Lucía Bosé para este montaje?

–Fue el productor quien sugirió su nombre. Así que escribí algunos poemas en conexión con el texto para que ella los leyera como prólogo.

–En Una odisea antillana utiliza una banda de música caribeña. ¿Con qué objetivo?

–En esta versión he trasladado intencionadamente el mundo troyano y el griego al caribeño, en concreto a una gran plantación isleña de hace dos siglos, así que la música es folclore caribeño. Además creo que los actores se sienten más cómodos en ese entorno al serles muy cercano y reconocible.

–A pesar de que lleva 45 años trabajando con su compañía Trinidad Theatre Workshop su labor como dramaturgo y director no es muy conocida en España. ¿Cómo afronta su trabajo en el campo teatral?

–Es algo a lo que estoy muy acostumbrado porque llevo haciéndolo desde hace casi medio siglo con mi compañía, y previamente con otra formación en Santa Lucía. Pero es cierto que en Europa, salvo en Londres, este trabajo no ha trascendido, a pesar de que en América he estrenado en numerosas ocasiones, sobre todo en Nueva York.

–¿Existe una estética que dé unidad a su trabajo en escena?

–La verdad es que no tengo una teoría sobre la dirección. Me gusta escribir las obras para mis propios actores, así que yo diría que mi estética surge de ese sentimiento de compenetración con mi grupo, formado por actores que yo he elegido y a los que conozco desde hace tiempo. Todo lo que hago desde la escritura lo hago para ellos. Por eso me considero afortunado al poder escribir directamente para los intérpretes durante un periodo tan largo.

–En Una odisea antillana está presente de nuevo la figura de Homero y su gran obra, La Odisea. ¿Qué valor adquiere para usted conceptos como el viaje, la guerra, el tiempo, el exilio y el amor a la patria tan presentes en la obra homérica?

–Todos esas ideas son importantes en esa lucha de un hombre que desea volver a su casa y que se enfrenta a ciertos retos que se lo impiden. Uno de los conceptos que más me interesa del libro es el del tiempo, porque estamos hablando de una época en la que el hecho de viajar llevaba días, semanas... Hace algunos siglos una carta tardaba meses en llegar a su destino, ahora, si alguien quiere volver a casa sólo tiene que coger un avión. ¡Pero Penélope tiene que esperar 20 años el regreso de Ulises! Así que el concepto de tiempo y su medida ha cambiado mucho desde Homero hasta nuestros días. Aunque la verdadera cuestión de La Odisea se halla en las aventuras que alguien tiene que superar para llegar a casa.

–¿Dónde radica esa fascinación por el mundo homérico que tanto ha marcado su obra?

–Escribí Omeros porque vi un paralelismo entre la vida de un pescador en las islas, viajando entre ellas y trabajando en el mar, y la época de Homero y su gran protagonista, Ulises. En ese sentido Omeros es “homérico” porque el mar siempre está presente pero no está basado literalmente en La Iliada o La Odisea. Aunque el mar, el Caribe, siempre ha estado allí, como el Egeo, como las islas.

RENOMBRAR LA REALIDAD

–¿Qué idea le sugiere eso?

–Detrás de todo esto se esconde la importancia de los nombres, el nombramiento de las cosas. Mucha gente del Caribe cambia su nombre cuando llega a América, así que se produce un renombramiento, un bautismo de esas personas cuando cruzan el Atlántico. Alguien que viene de Polonia se llama de forma distinta en Nueva York. Y al cambiar los nombres se está cambiando la realidad, las creencias, la identidad...

–El mar es una constante en su obra. ¿Qué valor tiene para usted?

–Yo vivo muy cerca del mar, en una parte de la isla que está casi sobre él, así que tengo un gran conocimiento de sus cambios y de su belleza. Y eso está presente en mi obra porque el mar está muy relacionado con el lugar de mi nacimiento y de mi infancia. Por otro lado creo que existe un paralelismo entre lo que pasa en La Odisea y la vida en las islas porque cualquier pescador que se adentre en el mar y regrese no se diferencia mucho de Ulises.

–¿Imagina su obra sin el mar?

–Si hubiera nacido en algún lugar de Norteamérica, en Idaho, por ejemplo, donde no hubiera visto nunca el mar, mi obra habría sido muy distinta.

–¿Recuerda cuándo y cómo empezó a escribir?

–Escribo poemas desde muy pequeño porque mi madre era profesora de colegio y mi padre solía escribir, pero murió joven. Creo que empecé a escribir poemas como consecuencia de la influencia de mi madre maestra y porque el trabajo de escritura de mi padre quedó interrumpido por su muerte. Así que desde que puedo recordar siempre he estado escribiendo.

–¿Y el mar no le incitó a escribir?

–Por supuesto. Hay niños que quieren ser astronautas; yo simplemente quería hacerme mayor y ser marinero para viajar por el mar y recorrer las islas. Pero sólo es una fantasía de infancia.

–¿Se definiría usted más como Homero o como Ulises?

–Tenemos que partir del hecho, obvio, de que La Odisea es el símbolo de la experiencia humana, del viaje a través de la vida. Los encuentros de Ulises son unas veces políticos, como el episodio del cíclope; otras veces se refieren a la fidelidad sexual, como en el capítulo de Circe; y en ocasiones están relacionados con el mundo sobrenatural, como su descenso al infierno. Es un viaje que recibe el nombre del hombre que lo realizó, Odiseo, pero lo que esta obra representa es cómo enfrentarse y conquistar nuevas experiencias. Ulises es una suerte de héroe, y yo no soy un héroe…

MARINERO LITERARIO

–Quizás sea un héroe para la cultura caribeña...

–(Risas) No lo sé. Pero no soy un aventurero moderno, sino que escribo sobre la gente. En ese sentido mi identidad está formada por todo aquello que imagino.

–Para un hombre criado en la realidad de Santa Lucía pero que se ha educado en el sistema anglosajón, en Boston, ¿cómo influyen esas realidades en su personalidad artística?

–Yo nací y crecí en el Caribe, de ahí soy, de ahí vengo y desde ahí escribo. Aunque es cierto que estoy vinculado a América, donde enseño y en ocasiones vivo en Nueva York, mi centro es Santa Lucía, yo pertenezco al Caribe. Pero la otra cara de esa experiencia es la situación que padecen las gentes del Caribe que llegan a América y que son juzgados sólo por el lugar del que proceden. Este es un problema crucial todavía.

–Desde esa posición entre ambas orillas, ¿cómo ve el conflicto entre la cultura americana y la indígena?

–Los nativos americanos no sobrevivieron porque la cultura indiamericana fue barrida por el hombre blanco, por colonos de origen europeo. Es la historia del colonialismo, del imperialismo. Los nativos americanos tienen una trágica historia con muchos paralelismos con el imperialismo europeo.

–¿Y los caribeños?

–En el caso de los caribeños algunos han nacido ya en Inglaterra porque sus padres llegaron aquí hace años. Son verdaderos ingleses, de piel negra y británicos. No conocen en absoluto el Caribe ni desean ir allí. Pero también hay muchos poetas caribeños que escriben en inglés sobre su experiencia en Londres.

–¿Ese fascinación por un clásico griego indica una afinidad entre el carácter mediterráneo y el antillano?

–Al igual que el Caribe, el Mediterráneo es un espacio muy grande. Si alguien se adentra en él le parecerá que todas las islas y que toda su gente son iguales, pero la verdad es que hay tanta variedad en cada una de ellas que son como microcosmos. Hay influencias españolas, danesas, francesas... Y ese crisol de culturas también está presente en el Mediterráneo, aunque se da de forma más concentrada en el Caribe.

–¿Por qué no llegan noticias de la literatura y el arte antillano?

–No es que no haya, el problema es que en Europa no hay interés por lo que allí sucede. Quiero decir que nadie en Francia u otro sitio, por ejemplo, está especialmente interesado en leer literatura caribeña. Yo encuentro esa postura muy provinciana puesto que no les importa otra cosa que ellos mismos, aunque estemos hablando de países muy potentes. Hay muchos y muy buenos poetas y novelistas caribeños y el hecho de que no sean conocidos en Europa no significa nada. Europa no es un juez, no es un tribunal cultural: uno no es juzgado por lo que Italia o Francia, por ejemplo, opinen de tu trabajo. Ya no se tiene que complacer al señor porque ya no perteneces a él. Eso es un imperialismo desfasado.

–¿Su origen antillano le ha supuesto en alguna ocasión un obstáculo?

–No, en absoluto. El Caribe es la consecuencia de un periodo de la historia muy sangriento y ambicioso. Es un sitio hermosísimo pero en términos históricos, de los sucedido con los indios, de las luchas que allí han tenido lugar, de la esclavitud, de las enfermedades y pobreza que hemos padecido todo lo que ha sucedido en el Caribe es terrible. Y es gracioso que desde fuera a veces sólo se vean sus hermosas playas, sus montañas... detrás de eso se esconde una historia de masacres horribles.

–¿A qué obstáculos, como Ulises, se ha tenido que enfrentar?

–Me preocupa la corrupción de los políticos caribeños y también la indiferencia de los gobernantes por las artes, por su ausencia en el sistema educativo.

–Creó su compañía hace medio siglo. ¿Qué tipo de trabajo realizaban?

–Nos centrábamos mucho en los actores, entrenándoles para que interpretaran de forma natural, sin imitar el acento inglés; también hablábamos la realidad caribeña. Pero los comienzos fueron muy difíciles, apenas teníamos espacios para ensayar y casi no estrenábamos. Fue una verdadera lucha en la que la ausencia de ayuda gubernamental fue total.

DE LA POESÍA AL TEATRO

–¿Por qué le interesaba tanto el teatro en sus inicios?

–Mi madre solía interpretar y mi padre escribía pequeños sketches. Además, el amor por la poesía me llevó a Shakespeare y de ahí al teatro. Yo escribo en verso, así que fue algo casi natural llegar al teatro. A eso hay que sumarle que llegó un momento en que quería formar una compañía, aunque fue difícil porque hasta entonces apenas había tradición teatral.

–¿A qué se debe esa ausencia de tradición teatral caribeña?

–Tiene que ver con el dinero y el apoyo gubernamental, puesto que todos los países caribeños imitan al imperio en el mal sentido de no apoyar a las artes. Los gobiernos caribeños entienden el arte como algo amarteur, así que no se gastan dinero. No tenemos buenos teatros, si ni siquiera tenemos pequeños teatros.