Entrevista a Emilio Lledó

Myriam Martínez
DIARIO DEL ALTOARAGÓN , 12-10-2009

"El asignaturismo es la enfermedad que arrastra la Universidad española"

El filósofo y académico Emilio Lledó abre la colección "Repensar la educación" de la UZ

"Uno de los defectos actuales de la Universidad no es sólo el asignaturismo, que viene de muy lejos, es también la funesta idea de utilidad, pensar que los cuatro o cinco años de carrera es la manera de ganarse la vida. Ésa es la manera más grande de corromper a la juventud, hacerle creer que se tiene que ganar la vida inmediatamente". Así lo cree el prestigioso filósofo Emilio Lledó, que recopila en el libro "Ser quien eres" una serie de ensayos en los que reflexiona sobre la educación.

  "Ser quien eres, ensayos para una educación democrática" es el primer volumen de la colección "(Re)pensar la educación", que edita Prensas Universitarias de Zaragoza y que ha creado y dirige la profesora Rosa Tabernero. Esta semana, Lledó viajó a Zaragoza para participar en la presentación de la colección y de su libro. Al día siguiente, el miércoles, realizó una visita privada a Huesca, donde confesó a DIARIO DEL ALTOARAGÓN lo "maravillosa" que había resultado la experiencia en la capital aragonesa y comentó algunas de sus deliberaciones. "El título del libro me pareció al principio un poco pretencioso -confesó-, pero luego me di cuenta de que era una cosa muy modesta y normal. Apunta hacia un ser racional e inteligente, bueno, honesto, decente, como era el ideal del sabio griego, una persona llena de ideales y de proyectos hacia el futuro; no de él solo, sino también de la ciudad a la que pertenece. Ese ser encarna un idea, pero, al mismo tiempo, es un ser que se construye, que necesita un dinamismo, un quien que sea, un quien que se proyecte, que luche, que tenga libertad de mente. Ahora se habla mucho de la libertad de expresión, que es esencial, pero antes hay que saber pensar. La libertad de pensar es tener las neuronas fluidas, el mundo de la libertad es el mundo de tener posibilidad".

Emilio Lledó, a sus 83 años de edad, tiene un avanzado concepto de la educación, que parece situarse a años luz del modelo actual de la universidad española. "El mundo es el mundo de la posibilidad insiste-. No vivimos en realidades cuajadas, eso sería una falsa educación, una falsa sociedad. Nosotros estamos atados a los instintos, pero gracias al lenguaje y mil cosas podemos desatarnos. Somos naturaleza, cuerpo, carne, huesos, corazón y ritmos vitales, pero al mismo tiempo tenemos posibilidad de ser cosas a través del lenguaje y la educación, abrirnos a determinados campos y que el mundo se nos presente como un horizonte móvil y transitable, no como un encasillamiento de carreras y estructuras estereotipadas, regidas por la funesta idea de utilidad". Y pensar desde la libertad, desde la posibilidad, es hacerlo, en su opinión, "sin esquemas establecidos, sin frases hechas, sin estereotipos que te dicen lo que es bueno, malo y regular, cuáles son los valores, cuáles los ideales y qué tienes que hacer. La mayoría es una pura falsedad".

LA UNIVERSIDAD ALEMANA

Lledó se confiesa admirador de la Universidad alemana, más próxima a su idea de que "educar es crear libertad, dar posibilidad al pensar". El filósofo sevillano vivió más de diez años en Heidelberg y más de cuatro en Berlín y se enamoró de la manera de educar el saber en el país germano. "Cada profesor, dentro de su especialidad, dedicaba un semestre a hablar de un tema que él mismo proponía. Los cursos se dividían en semestres y sólo había dos exámenes, uno hacia la mitad y otro al final. Para mí fue un descubrimiento. Yo venía de una universidad asignaturesca, con exámenes en junio y septiembre, una enfermedad que todavía arrastra la universidad española. Cuando regresé y fui a dar clases a la Universidad de La Laguna , un grupo de alumnos se acercó a preguntarme si yo iba a exigir los apuntes en el examen, qué texto iba a recomendar... Me quedé descolocado. El profesor que exija sus apuntes no merece ser profesor. Se necesita que los chicos sepan. El aprendizaje es un problema mixto entre el alumno y el profesor, pero el profesor tiene que crear el espacio de libertad para que el alumno elabore lo que les dice, lo asimile y lo recree. Les dije que el que diera el triple salto en la puerta de la Universidad y saltara seis metros, aprobaría. No me volvieron a preguntar jamás".

Emilio Lledó les examinaba, porque así se lo exigía el Estado para dar después el título a los estudiantes, pero en esas pruebas sólo pedía a los alumnos que escribieran sobre algo que les hubiera interesado del curso. No obstante, si el estudiante aportaba otra cosa y estaba bien hecha, se ganaba el sobresaliente. Además, les planteaba diez o doce preguntas, para que escogieran dos o tres, y no ponía límite de tiempo para contestar. "Yo he hecho exámenes en los que había diez minutos para contestar cada pregunta y eso es la muerte de la creatividad, del pensamiento, de la libertad y de la educación".

Emilio Lledó lo tenía muy claro, debía ser coherente con su forma de ser, de pensar y de entender la Universidad. Y lo era. "Hay que dejar a los jóvenes que se encarnicen cuatro o cinco años con la literatura, con la química orgánica, con el derecho administrativo, que sueñen un poco. Luego ya se colocarán. La universidad no tiene que ofrecer salidas, lo que tiene que ofrecer son entradas y espacio para permanecer en ella". El éxito de la educación en países como Alemania o Francia, en su opinión, es que la enseñanza pública "está mimada", algo que le gustaría que también ocurriera en España. Además, desearía que se pudiera desterrar "esa especie de encorsetamiento de exámenes y apuntes".

EL PROFESOR, ESENCIAL

Emilio Lledó estima que, si sus alumnos le tienen cierta estima, no es ningún mérito suyo. "Me ha gustado hacer lo que he hecho y poder dar algo de mí mismo, que es lo bonito de esta profesión, para mí la más hermosa. El profesor es esencial en la formación de la solidaridad, de las ideas, de la libertad de mente -asegura-. El profesor tiene que ser capaz de estimular el pensamiento de los que le escuchan, no está para que el alumnado reproduzca frases hechas. Si volvemos a insistir en la tesis de que el ser humano es lo que la educación hace de él, imagínate la responsabilidad que tienen los educadores. El profesor tiene que transmitir amor a lo que enseña y al mismo tiempo tiene que amar a los que enseña. Y, si no, volveremos lentamente a las cavernas".

Reconoce que puede parecer grotesco el hecho de animar a los jóvenes a amar el saber y el conocimiento, pero apunta que, de no hacerlo así, sería una "castración" de la vida intelectual. "El aprendizaje no es sólo un caminito que te lleva derechito a tener una colocación en tal o cual empresa. Eso me parece un error garrafal de los sistemas educativos actuales. Podríamos terminar creando, por ejemplo, especialidades en paraísos fiscales", ironiza.

Insiste en la importancia del profesor. "Yo creo que es una de las funciones más hermosas que puede haber en la vida comunicarte a través de la enseñanza, pero no para que te dé autoridad, la autoridad hay que ganársela con el entusiasmo, con tus ganas de comunicar lo mejor que sepas. La desasignaturización de la Universidad debe permitir al profesor moverse en ese espacio de libertad, con todo el rigor que sea preciso". Y también subraya: "Cuando nos quejamos del nuevo alumnado, yo creo que lo primero que tenemos que hacer es quejarnos de nosotros mismos, de muchos de los docentes".

UN LIBRO MUY ACTUAL

En el libro "Ser quien eres" late de manera inconsciente esa búsqueda de la libertad y también de la propia identidad del autor. Algunos de los ensayos que recoge son inéditos, pero otros fueron escritos hace diez años. Sin embargo, no han perdido ni un ápice de frescura y su vigencia sigue siendo plena. "Eso es porque no solucionamos los problemas esenciales, porque no nos damos cuenta de que los seres humanos son producto de su educación -analiza. Somos seres que aprendemos a hablar y en el lenguaje, que es la primera gran avalancha de reflejos condicionados, aprendemos una manera de ver el mundo. El lenguaje es como una mano que agarra la realidad y nos la dice, pero también hay que crear una lengua matriz, una lengua personal, de tu propia libertad, de tu propia experiencia, de tu propio contacto con la realidad, con la vida, con los otros seres humanos, y tener unos determinados ideales de solidaridad y justicia, de todas esas palabras que ahora no se estilan y que, sin embargo, constituyen los centros elementales de la cultura humana. Si quitas la bondad, la belleza, la justicia y la verdad, qué queda en la vida -se pregunta-. Es cierto que esto suena un poco a música celestial, pero el día que renunciemos a esto no merecerá la pena vivir".

Emilio Lledó afirma que todo esto se consigue "con una educación de la mirada". "En nuestros días, es normal decir que una imagen vale más que mil palabras y nadie duda de la fuerza de las imágenes, pero, si no somos lenguaje, palabra, si no tenemos nada dentro, no vemos nada, no entendemos nada, no captamos nada e incluso lo malen­tendemos". Además, está convencido de que los estudiantes son mucho más listos y sensibles de lo que creemos, y, cuando se les transmite amor e interés, lo reciben. Precisamente, él tuvo la oportunidad de comprobarlo recientemente en un instituto de Numancia de la Sagra , en la provincia de Toledo, que lleva su nombre. "Para mí, han sido unos de los días más hermosos de mi vida últimamente", asegura, al recordar el "interés y la receptividad" de los alumnos y a unos profesores que considera "maravillosos y admirables".

UN PROFESOR QUE "LEVANTA" CÁTEDRA

Emilio Lledó podría haber sido casi cualquier cosa en la vida, seguramente, pero su apego a pensar y su amor al conocimiento y al entregado oficio de enseñar, conceptos relacionados con la Filosofía , guiaron sus pasos hasta la Universidad. "No hay que sentar cátedra, sino levantarla", afirma el profesor, y eso es lo que hizo en las clases con sus alumnos, y lo que hace cada vez que escribe un ensayo o imparte una conferencia. Porque las palabras de Lledó no pretenden ser concluyentes, sino abrir puertas y ventanas e invitar a pensar. Y desde la humildad que sólo tienen los grandes sabios con mayúsculas lo consigue, su discurso provoca el impacto de una sacudida que despereza la mente y levanta el ánimo. A Emilio Lledó le gusta hablar de valores como la libertad, la solidaridad, la belleza, la justicia o el amor, y no le importa que todas estas palabras suenen a música celestial. "El día que no marquen nuestro camino estaremos perdidos", afirma.

Emilio Lledó Íñigo (Sevilla, 1927) estudió en las universidades de Madrid y Heidelberg Filosofía y Filología Clásica. Ha sido catedrático en varias universidades alemanas y españolas y ha obtenido importantes reconocimientos. En 1988 fue nombrado "fellow" del Wissenschaftskolleg de Berlín, recibió el Premio Alexander von Humboldt de la República Federal Alemana (1990), fue Premio Nacional de Literatura (1992) y desde 1994 es miembro de la Real Academia Española. Además, Lledó es autor de numerosas publicaciones y estudios. "Yo tengo muy claro dónde estoy y al país que pertenezco", asegura este filósofo, que encuentra su patria en el Arcipreste de Hita, Cervantes, Miguel Servet, Goya, Jovellanos, Machado, Lorca y Galdós.