Bien documentado y argumentado, este libro plantea los problemas que afectan a la prensa escrita, víctima a la vez de una crisis de confianza y de un modelo económico vetusto.
En efecto; describo el panorama actual de una prensa sin brújula y atolondrada tras la desintegración de su ecosistema tradicional, acosada por los impactos sucesivos de la revolución digital y del desarrollo vertiginoso de las redes sociales. En la nueva «sociedad-red», cada ciudadano tiene la posibilidad de erigirse en periodista, apropiándose de los dispositivos que la revolución de la Web 2.0 pone a su alcance. Internet, los blogs, Twitter o Facebook transforman el campo de la comunicación como ningún otro medio lo hizo hasta ahora desde la invención de la imprenta en 1440 por Gutenberg. Los usuarios disponen ahora del poder de comunicarse entre sí con sonidos, textos, fotos, vídeos; pueden añadirlos a la información existente, divulgarlos, fundirlos con otros documentos y subirlos a la Red, donde otros los verán, integrándose así en el nuevo movimiento circular de la información.
Multiplica usted los ejemplos de publicaciones que desaparecen.
El panorama desanimaría a cualquiera. Entre 2003 y 2008, la difusión mundial de los diarios de pago cayó un 7,9 por ciento en Europa y un 10,6 por ciento en América del Norte. Solamente en Estados Unidos desaparecieron ciento veinte periódicos, con la pérdida de unos 25.000 empleos. Actualmente, en el mundo, la difusión de la prensa escrita cae un 10 por ciento al año. Al igual que, por ejemplo, el Christian Science Monitor, numerosos órganos han sacrificado sus ediciones impresas. El Financial Times, uno de los adalides del capitalismo liberal, paga a sus redactores solamente tres días por semana. Y cuando los sitios web solicitan una cuota de acceso, el número de visitas se hunde (en el Times de Londres pasaron de veintidós millones a doscientas mil...). Por otra parte, la masificación planetaria del periodismo a tiempo parcial hace que las informaciones que hallamos en la Red sean a menudo poco fiables, lo cual provoca en el ciudadano un sentimiento de inseguridad informativa.
¿El tránsito de la era de los medios de masa a la de la masa de los medios será largo y difícil?
Se ha de pasar por un período de selección de tipo darwiniano: muchas especies de periódicos no se adaptarán al nuevo ecosistema y se extinguirán. Otros, en versión papel o digital lucharán contra las tendencias mediáticas actuales (urgencia, brevedad, simplicidad, frivolidad, espectacularidad, inmediatez, superficialidad) y sobrevivirán. Algunos hasta se afianzarán.
La exigencia de velocidad, de tiempo real y los imperativos del mercado hacen que las normas de la investigación se degraden rápido. Por ello se multiplican los errores y los riesgos de manipulaciones. Ciertos géneros apreciados por la opinión pública, como el periodismo de investigación o los reportajes, están ya en vías de desaparición. Cuestan demasiado caros. Mientras tanto, proliferan y se refuerzan los sitios web innovadores. Mejor adaptados al nuevo ecosistema, se atreven a competir con los medios tradicionales en decadencia, superándolos a veces. Además, si antes existían «mediossoles» en torno a los cuales gravitaba el sistema de la información, ahora han surgido los «medios-partículas». Me explico: cada individuo, con su ordenador o su teléfono inteligente, puede difundir sus ideas.
¿Llegaremos a un «periodismo sin periodistas»?
Las redacciones siguen representando el alma de un periódico. Pero van desapareciendo. Los periodistas ya no necesitan reunirse en un lugar preciso para componer un periódico. La prueba: la plantilla del journal de Montréal, el diario más vendido en Quebec, estuvo en huelga durante más de quince meses. Su propietario lo siguió publicando gracias a colaboradores espontáneos que proponían a precio de ganga sus artículos vía internet, e incluso consiguió aumentar la tirada.
Las publicaciones consagradas ya no son las únicas. Los periodistas-ciudadanos les dan lecciones. Sitios como WikiLeaks ponen al descubierto sus fallos.
Una iniciativa como WikiLeaks no sería posible si existiese un verdadero periodismo de investigación. WikiLeaks no hizo sino suplir una carencia. Ahora bien, ha tenido la inteligencia de asociarse con grandes medios internacionales considerados -con razón o sin ella- rigurosos, apelando a la experiencia de sus periodistas para contextualizar, verificar y desmenuzar los telegramas «fugados». De ese modo, WikiLeaks aceptó que existen «periódicos de referencia».
La filosofía de WikiLeaks profesa que, en democracia, todo secreto oficial termina por descubrirse, Assange no está solo y su acción es imparable. Con la dtvulgación de archivos sobre la corrupción en Túnez desempeñó un papel determinante en el estallido de la rebelión popular, incluso antes del suicidio del joven Mohamed Bouazizi. Dicho esto, la información vía web no podrá provocar el final milagroso de la explotación humana, pues existe la famosa «brecha dgital» y dos de cada tres habitantes del planeta carecen de acceso a la Red.
Utiliza la imagen de un Gulliver llegado a la isla de los liliputienses, un periodista en el suelo, atado por miles de lazos invisibles. Está desbordado y sometido por la revolución numérica de los enanitos.
La prensa ha dejado de ejercer el «cuarto poder». Es más, los grandes medios plantean un problema al liberalismo; han dejado de ampliar el campo democrático, pasando a restringirlo, incluso a sustituirlo. En esta etapa de la mundialización se comportan como herramientas ideológicas o partidos políticos.
Creo que la primera razón del desapego de la gente hacia la prensa es la falta de credibilidad de esta. Los ciudadanos recelan de unos medios pertenecientes a un puñado de oligarcas que ya controlan el poder económico, y a los que ven a menudo en connivencia con los poderes políticos.
Si miramos la situación de la prensa en general, observamos uno de los periódicos más influyentes del mundo, el New York Times, cuya audiencia digital ha sido, en 2008, diez veces mayor que en la versión impresa. Sin embargo, los réditos de la publicidad en la web resultaron diez veces inferiores que en la edición de papel. Conclusión: para que la publicidad en la web sea rentable, el número de lectores digitales ha de ser cien veces superior que los de la edición de papel Difícilmente alcanzable.