Entrevista a John Cage

José Luis Jover, Santos Amestoy y Fernando Huici
dos entrevistas

.1) John Cage, primera figura de la música de vanguardia 
Texto: José Luis Jover y Santos Amestoy.
Publicado en Pueblo, 5 de agosto de 1972.

¿Cabe imaginar a Mozart de otra manera que con cuidada peluca, casaca y armonioso gesto? Sin duda, no. Mozart, como su música (un dejo de melancolía en un esquema ordenado y racional), es el siglo XVIII, una parte del siglo XVIII, la expresión misma del Siglo de las Luces. Hoy traemos a estas páginas -no únicamente musicales- las opiniones de un hombre que hace la música del siglo XX o quizá la del siglo XXI, un compositor revolucionario que ha enseñado -o pretende enseñar- a la Humanidad que la sensibilidad musical tiene un campo de realización más allá de los sonidos, de los instrumentos decantados por más de veinte siglos de cultura occidental… ¿Cabe, pues, imaginar a John Cage de otra manera que no sea manifestándose por los grandes temas que acucian al hombre de hoy y aún por los que serán problema para el hombre de mañana?

El último concierto que John Cage ha dado en España fue un continuo sonoro de dos horas y seis minutos de duración producido por las manipulaciones de John Cage y el pianista David Tudor sobre una serie de generadores eléctricos. Era la variación sobre zonas próximas a veces a los límites de lo auditivo -a lo ultrasónico y al silencio mismo- y sobre lo que nuestra cultura musical ha venido llamando "ruido"… "Empleo todos los métodos -ha escrito- que puedo descubrir con objeto de que las notas y las pausas -es decir, el sonido y el silencio- puedan ser, sencillamente, ellos mismos". De la importancia de Cage en el mundo de la música y de la vanguardia contemporánea da una buena idea el hecho de que, al haber llegado a los sesenta años de edad -nació en Los Angeles en 1912- haya sido la figura homenajeada y central en los Encuentros de Arte Pamplona 1972, de los que el "Equipo Informe" dio cumplida cuenta en estas mismas páginas. Quizá para el gran público -para nosotros mismos- quede lejano el eco y el sentido de la creación de John Cage, por ello aclaramos que las opiniones que aquí reflejamos tienen, por encima de todo, el valor de ser las de una figura clásica, universal y señera del mundo en el que vivimos. A sus recién cumplidos sesenta años. Cage es historia del siglo XX.

John Cage ha visitado España recientemente con el objeto de dar un concierto en compañía del pianista David Tudor, el hombre que, juntamente con Cage, inició la tendencia al "live" (la actuación en vivo), en contraposición a la pieza grabada. No era precisamente fácil conseguir una entrevista con el sexagenario John Cage, el hombre de entrecana barba patriarcal y ojos azules asombrosamente cristalinos, inventor del "piano preparado" allá por los finales de los años cuarenta (Cage consiguió, por medio de la introducción de diversos materiales -goma, madera, metal, etc.- entre las cuerdas, unos efectos sonoros absolutamente nuevos hasta el momento-, el hombre que ha hecho de la música la pasión de su vida y de la experimentación con los sonidos la más grande aventura.

Sabíamos que John Cage, recién llegado a España para actuar en Pamplona, podía igualmente acceder que no acceder a la entrevista. Esperamos en el "hall" del hotel hasta que entrase o saliese por la puerta que ya nos habíamos encargado de vigilar. Finalmente apareció caminando como los cazadores furtivos a la escucha de cualquier sonido (la música), tenue al quebrarse una rama, el purísimo del agua entre las piedras o el ensordecedor de los animales asustados en el bosque…

-Mr. Cage, ¿podría usted contestarnos a unas preguntas?

Consuelo Recio, nuestra intérprete, se había abalanzado literalmente sobre el músico.

-Estoy muy cansado, señorita; he pasado el día ultimando detalles para mi concierto; incluso he recibido a un realizador de televisión. ¿Por qué no dentro de tres días?

-Nos marchamos mañana, Mr. Cage. Serán sólo unas preguntas.

-Está bien; les veo mañana, a las cinco.

Al día siguiente estaríamos media hora antes de nuevo en el vestíbulo del hotel. Repasamos mentalmente algunas de nuestras preguntas, sin advertir que, después, la charla iba a marchar por derroteros completamente distintos. Nos interesaban los sistemas de notación -la pauta- de Cage, el papel que el azar y la combinación juegan en su obra, las enseñanzas orientales que indudablemente ha introducido en su música (las de Sri Ramakrishma, las de I Ching o "Libro de los cambios"), la ausencia de partitura, etcétera, y, sobre todo, preguntarle si, efectivamente, las historias de la música terminan con la aparición de John Cage. Lo cierto es que muy poco de eso íbamos a hablar. La mitad de la entrevista iba a transcurrir poco menos que persiguiéndole por la calle, y la otra mitad, gracias a la audacia de nuestra intérprete, algo más sosegadamente.

Una vez en el hotel, pedimos a la telefonista que avisase a Mr. Cage por los altavoces. Mr. Cage no aparecía. Posiblemente había olvidado la cita. Veinte minutos más tarde bajaba junto con su compañero de concierto, David Tudor.

-Mr. Cage, teníamos una cita con usted a las cinco. ¿No lo recuerda?

-La verdad es que tengo mucho trabajo. Vamos a preparar en este momento el escenario para nuestra actuación de mañana en la Ciudadela.

-Va a ser sólo un momento, Mr. Cage…

Habíamos salido ya del hotel y empezado a correr tras los dos músicos por las calles de Pamplona; era lo más parecido a una persecución callejera.

-Si lo desean pueden venir conmigo a la Ciudadela. Es posible que allí tengamos un rato de tranquilidad y podamos hablar.

La ciudadela es un viejo fortín deshabitado. Electricistas, carpinteros y demás operarios esperaban las instrucciones de Cage: posición de las tarimas, altavoces, micrófonos, el atril…

-¡El atril! -exclamó John Cage-. Es necesario buscar otro y tres mesas…

-¿Qué altura desea para las mesas, Mr. Cage?

-Ochenta centímetros, lo convencional.

Mr. Cage observaba y se lamentaba de no poder entenderse con los empleados. "Parece que esta gente y yo no nos comprendemos muy bien". Nuestra intérprete sabía que la mejor forma de ganarse la confianza de John Cage era haciendo de mediadora entre él y los operarios. "Pongan esas mesas aquí, por favor". Mr. Cage ya nos miraba agradecido, y todo comenzaba a ser más fácil.

-Esto está prácticamente terminado. ¿Podemos empezar la charla, Mr. Cage?

-Sí; vengan conmigo. Aquella columna nos protegerá del viento.

-Díganos: alguien ha hablado de la relación entre su música y la poesía de Mallarmé o, mejor, entre su sistema de notación musical y la notación poética de Mallarmé…

-No creo que haya exactamente una relación. Conozco su libro, "Un coup de dés" (Un golpe de dados) y le admiro muchísimo, pero le repito que no creo que exista una relación precisa. Lo que me gusta de Mallarmé son los espacios en las páginas y esos cambios en la tipografía. Me encanta su obra, pero no llego a comprenderla del todo. Sé que ese libro está dedicado, sobre todo, al manejo de los cambios o manipulación de las variaciones; en ese aspecto sí que puede haber alguna relación. Yo mismo también me he dedicado a la manipulación de las variaciones.

-¿Conoce usted la música española del momento? ¿Bernaola, De Pablo, Zaj…?

-Me gusta mucho la obra de Zaj: Juan Hidalgo y Walter Marchetti. Me gusta, especialmente porque, para mí, representa la simetría en el tiempo. Cuando usted oye esa música se siente obligado a crear su propia experiencia, porque lo que ellos hacen es totalmente simétrico y comprensible desde el principio.

(Aclaremos al lector que unos días antes de la actuación de John Cage, el grupo Zaj dió un concierto, en el que manipuló con las catorce sillas a que Cage hará referencia.)

-Lo que hicieron con aquellas catorce sillas -continúa Cage- fue muy interesante; bien, pues repitieron la acción catorce veces. Es una situación en la que se puede encontrar cualquiera varias veces al día en un supermercado, por ejemplo, donde fácilmente se pueden ver catorce botes de sopa de tomate; entonces tiene usted que encontrar algún modo de aplicar y mantener viva su imaginación. Esto se puede hacer fácilmente dándose cuenta uno de que la luz y la sombra de cada bote de tomate es diferente: no puede ser la misma…, porque cada cosa, ya sea un ser humano, una roca o un bote de sopa, es Buda.

-Arte y libertad, Mr. Cage.

Cage ha sonreído, igual que nosostros lo hicimos al nombrar él inesperadamente a Buda.

-Mire usted, tenemos libertad en unas ocasiones y en otras, no. Por ejemplo: tenemos libertad en lo que respecta a nuestras relaciones con el mundo estático, las cosas que vemos, el sonido de las cosas… Pero imagínese que salimos de excursión con el fin de recolectar champiñones…

-¡Cómo champiñones!

-Sí, champiñones: déjeme terminar. Esos champiñones pueden estar envenenados y ocasionarnos la muerte. Hay imperfección en todo: el río, el agua o el modo de conducirse la sociedad moderna. Hay que hacer algo para corregir todo esto, pero, desgraciadamente, no contamos con mucha libertad para ello, ¿Usted me entiende?

John Cage se ríe cuando habla de los champiñones; en realidad se trataba de una broma, una broma muy parecida a la nuestra al preguntar por arte y libertad…

Se dice que John Cage ha dado conciertos que han consistido en desmontar, pieza por pieza, un piano…

-¿Cómo va a ser su actuación?

-Las veces anteriores que he venido a España con David Tudor ha sido él quien ha interpretado mi música. Ahora venimos como autores independientes. Cada uno de nosotros interpretará su propia música, pero al mismo tiempo los dos. Se trata de expresar la practicabilidad de la anarquía, porque ninguno de los dos dice al otro lo que debe hacer.

-¿Conoce la música vasca de Txalaparta?

-¿Txalaparta? ¡Ah!, la música de los palos del ritmo natural de un galope… Termino de escucharla y me parece absolutamente deliciosa. Podría estar oyéndola durante horas. Es una música enormemente maleable y flexible…

-Mr. Cage, hablenos de algo que no tenga nada que ver con la música.

-Puedo hablarles de nuevo de los champiñones, o del ajedrez, o de la sociedad. Son otras tres pasiones mías.

-Olvidemos los champiñones, Mr. Cage.

-Estoy interesado por la sociedad, no por la política, no por los gobiernos. Me intereso por la utilidad de las cosas, por las personas.

-Usted, Mr. Cage, ¿es un hombre joven, a pesar de sus sesenta años?

-¡Ah!, me habla usted de juventud… Mire, en el mundo hay una gran división entre ricos y pobres. Por una parte, tenemos a mucha gente preocupada por el poder y por el dinero…

-¿Pero qué tiene que ver todo esto con la juventud?

-Verá como sí. Por una parte, le decía, tenemos a mucha gente preocupada por el poder y por el dinero; por otra parte, a una juventud mundial (usted lo está viendo), que se ha dado cuenta de que si continuamos así, no sólo nos destruiremos a nosostros mismos, sino que destruiremos la naturaleza misma. Esta juventud mundial sabe que un gran cambio va a tener lugar, y será precisamente ella la que lo haga posible… La razón por la que creo esto es porque a medida que lleguemos a una superpoblación mundial, la mayor parte de esa población será joven. Probablemente ocurrirá que llegue un momento en el que la mayor parte de la gente tenga menos de quince años…

-¿Y entonces?

-Entonces será el momento de hacer esa revolución.

-Mr. Cage, ¿quiere añadir alguna cosa más?

-Unicamente el placer haber hablado con ustedes.


 

2) El hombre que ríe
Texto: Fernando Huici.
En RUIZ, Javier y HUICI, Fernando, La comedia del arte (en torno a los encuentros de Pamplona), Madrid, Editora Nacional, 1974.
1.- Diario "Pueblo". (R)

-La influencia-

No creo que John Cage sea un profeta o un maestro porque estos términos han sido tan gastados, usados y vendidos en libros y revistas "a la page" que casi toman ya un matiz de insulto o burla, o al menos de cliché mohoso y polvoriento que da a la persona a la que se aplican un aspecto vulgar o mediocre. Cage es simplemente un hombre, un hombre que ríe. Ríe con la boca abierta, un agujero negro que le da de pronto el aspecto de un clown, como dice Frank Jotterand. Sí, efectivamente Cage ríe todo el tiempo, mientras te observa con los ojos semientornados, vivaces y con un cierto aspecto burlón. Más interesante que su música, es la experiencia de su presencia física. Cuando hablas con él, te envuelve una atmósfera muy especial y te das cuenta de que estás con un hombre que realmente se comunica contigo y no te lanza simplemente pequeños mensajes. Yo había quedado con él un sábado por la mañana, a las diez, en el vestíbulo del hotel "Tres Reyes", de Pamplona. Había entendido que se trataba de una rueda de prensa a la que asistirían otras personas y la idea me molestaba bastante. El día en cuestión, me desperté a las diez y cuarto, y con un susto considerable encima, con las facultades físicas bastante entorpecidas por el sueño, corrí al hotel de Cage. Al llegar no encontré a nadie en el vestíbulo y llamé a su habitación. Lo desperté, pues no se acordaba ya de nuestra cita (la rueda de prensa existía sólo en mi imaginación). Cuando bajó, su estado mental era bastante semejante al mío, lo que hizo que la conversación se desarrollara en un clima más personal, evitando en gran parte todo tipo de consideraciones "elevadas" y técnicas. Al principio el ritmo fue bastante lento, hasta que nos dimos cuenta que realmente una "entrevista" sobre música es sencillamente una estupidez.

RH: Ayer empleó usted gran cantidad de aparatos electrónicos para dar su concierto. Aunque yo no había visto, en directo, ninguno de sus conciertos, sabía que, aunque utiliza frecuentemente el computador, no es excesivamente partidario de los medios electrónicos. ¿Supone esto un cambio?

CAGE: No, ayer se interpretaron dos obras simultáneamente y la pieza de música electrónica era de David Tudor. (Según declaró en otro momento, esta superposición trataba de expresar la practicabilidad de la anarquía, porque ninguno de los dos decía al otro lo que debía hacer) 1. Yo sólo utilicé mi voz. Usada ayer y perdida hoy. (Realmente estaba afónico. Pero es una pena que la escritura no pueda representar el sonido de su voz que es realmente música, como todo en el mundo de Cage y en el de los demás, aunque no sepamos darnos cuenta). Pero también lo hice electrónicamente. Utilicé ocho micrófonos conectados a ocho controles distintos de tono. La mayor parte de mi trabajo es de este tipo.

RH: Ha utilizado mucho las técnicas del cut-up con cinta magnética. Burroughs da una gran importancia al cut-up por el azar, semejante a trabajos sobre el I Ching, como método para entrever el futuro. ¿Ocurre esto también en música?

CAGE: No empalmo nunca simplemente. Utilizo para ello el I Ching a modo de computador.

RH: Hablar sobre usted es casi un poco como hablar sobre el happening. ¿Qué le proporcionó esta experiencia y que significa para usted en este momento?

CAGE: Lo que me gusta del happening es que desarrolla un teatro en el que las cosas reales pueden ocurrir. Nos observamos mutuamente pero participamos en la existencia. Y eso es lo que ocurre en nuestra vida diaria. Hay cosas para oír, cosas para ver y van juntas sin interrelacionarse, sin expresar las ideas personales. Quisiera conseguir no expresar las ideas que tengo si no cambiarme a mí mismo para estar más abierto con respecto al mundo en que vivo, sin pensar si es bueno o malo. Si es malo, por supuesto hay que cambiarlo, pero no por medios artísticos sino por otros más efectivos.

RH: ¿Es la primera vez que viene a España?

CAGE: No, vine cuando tenía diecisiete años y estuve durante tres meses en Mallorca. Después fui a Córdoba, Sevilla, Madrid, Toledo… Viajé en tren utilizando un kilométrico de tercera clase. Los asientos eran de madera y la gente comía en el vagón. (Entonces los vagabundos del Dharma se extendían por la esfera).

RH: Ha llegado otra vez a España años después. Y lo ha hecho en una situación muy especial, como son estos Encuentros de arte de vanguardia, en este país y en una ciudad como Pamplona. ¿Qué le han hecho pensar?

CAGE: Me han gustado mucho estos Encuentros entre músicos de vanguardia y de diversas regiones, como los vascos, cuya música he encontrado maravillosa. Me hizo muy feliz el que ayer tras mi concierto, viniera uno de los hermanos Arce a preguntarme si podía utilizar mi música para trabajar con sus tablones, porque a él también le gustaba lo que yo hacía. Eso sí fue un bello encuentro. (De la música española de vanguardia Cage aprecia mucho la obra de Hidalgo y Marchetti en Zaj. Para él representa la simetría en el tiempo. Cuando uno oye esa música se siente obligado a crear su propia experiencia. Porque lo que ellos hacen es totalmente simétrico y comprensible desde el principio. Con obras como la de las catorce sillas se desarrolla una situación en la que puede encontrarse uno en cualquier momento, en la calle, en un supermercado, con los botes de conserva o con las piedras, porque cada cosa es Buda). También me ha gustado mucho el que todos los espectáculos fueran gratuitos y la gente de la ciudad no tuviera dificultad para acceder a ellos. Sé que ha habido problemas pero no me interesa la política o la protesta. Me interesa la sociedad y quisiera que ésta cambiara, pero no quiero comprometerme con una acción de protesta.

RH: ¿En qué trabaja ahora?

CAGE: Trabajo siempre. Escribo música y libros, toco jazz, estoy siempre ocupado. No tengo la oportunidad de aburrirme. He acabado una obra para una orquesta sin director y dos libros. Este año estaré de gira durante seis meses. A mediados de agosto, en Munich, presentaré una pieza. Desde aquí voy a Berlín a dar tres conciertos y volveré a Nueva York. Después Londres, Munich, Yugoslavia…

RH: ¿Qué significó para usted su encuentro con Suzuki y el Zen?

CAGE: Significó tanto que es difícil responder a la pregunta. Nunca he seguido las disciplinas del Zen como quien atraviesa sentado un tunel. Intenté comprender los principios de esta filosofía y aplicarlos a mi trabajo, a mi vida. Creo que el mensaje principal que Oriente nos enseña es que el buen camino hacia el que vamos no está fuera de nosotros sino en nuestro interior. Y consiste en liberar el "ego" de su propia atención y abrirse hacia el mundo de fuera y los sueños interiores. Lo que dice el budismo Zen es que el Nirvana hacia el que vamos es el Samsara en el que estamos. O sea, que Nirvana y Samsara son uno. ("Podéis luchar lo que queráis, el Nirvana debe ser buscado en medio del Samsara" D. T. Suzuki - Ensayos sobre el budismo Zen - Tomo I).

RH: Es como el Paraíso Reencontrado, de Blake.

CAGE: Oí hace algún tiempo una historia muy bella sobre Suzuki. Se encontraba en una reunión de filósofos en Hawai, parecida a esta de artistas. Tras escuchar una conferencia, otro filósofo le preguntó qué le había parecido. El respondió: "¡Oh! Era muy buena, pero en el Zen lo más importante es la muerte". Al día siguiente y tras otra conferencia, la misma persona volvió a preguntarle qué pensaba de ella y él respondió: "Ha sido excelente, pero lo más importante en el Zen es la vida". El hombre, sorprendido, le preguntó: ¿Cómo puede usted decir la muerte un día y la vida otro?" Y Suzuki respondió: "Bueno, en el Zen, no hay mucha diferencia". Pienso que algo como esto debe ser la base de vuestras corridas de toros.

RH: ¿No se queda a los sanfermines?

CAGE: No, debo ir a Berlín. Soy un esclavo de mi trabajo.

RH: ¿Conoce el restaurante Marceliano donde solía beber Hemingway?

CAGE: Sí, pero he encontrado otro que me ha gustado mucho. Cerca de la plaza de toros. Entras en el bar y pasas a una gran sala con barricas. Es muy barato y el vino es excelente.

RH: Eso es bueno. En este momento se le iluminó la cara de una manera tan especial que me di cuenta de lo absurdo de la entrevista, del magnetofón y del libro, de la música y de los Encuentros, y de que la verdad residía en el vino en el que se reúnen los cuatro elementos.

-RH: Me ha hablado usted como músico. Aunque es difícil para uno mismo, dígame: ¿cómo es usted como persona?, ¿cómo vive?, ¿qué clase de ser humano es?

CAGE: Intento olvidarme a mí mismo. Me gusta conocer otra gente. Trato de cambiarme y la mejor manera de lograrlo es estar interesado en otras cosas. (Y aquí viene la pregunta que cayó sobre mí como un rayo, como el abanico que lanza el maestro Zen a guisa de respuesta) ¿Donde compraste tus zapatos? -Cage, el hombre que es capaz de maravillarse de tus zapatos- Hsien: la influencia (la atracción). Hsien indica éxito y libre curso. Su conveniencia dependerá de la corrección y de la firmeza, al igual que cuando se contrae matrimonio con una dama joven. Habrá buena fortuna. Aguas de un estanque sobre la montaña. Tui sobre Kan. El sureste sobre el noroeste. El placer sobre el descanso. La oveja sobre el perro. La boca sobre las manos. La hija menor sobre el hijo menor. Cage I Ching. Cage I King. I Cage King. Kingicage. Chingicage.