Entrevista a Juan Marichal

Alfonso Lázaro Paniagua
Publicada en la revista ALFA de la Asociación Andaluza de Filosofía.

La Asociación Andaluza de Filosofía se siente profundamente agradecida por la respuesta de Juan Marichal a la solicitud de entrevista que le hicimos y a la que accedió gentilmente. El interés que suscita su obra, atenta a la España trasterrada, forjada en el exilio y en los valores del liberalismo y la democracia; orientada fecunda y creadoramente desde las fuentes de Américo Castro; rastreadora de los veneros ocultos y dramáticos del liberalismo español y felizmente vinculada a su compilación de la obra completa de Azaña y a los estudios que le dedicó como político y humanista, convocó nuestra atención en el grupo de Granada para estudiar detenidamente su último libro, "El secreto de España". Galardonado con el Premio Nacional de Historia, pone de relieve con pasión y rigor los hitos más graves por los que ha atravesado España en su convulso vínculo con la Modernidad. A continuación transcribimos su carta-respuesta:

"Amigos de Granada:

Me da mucha pena (como dicen en México) no haber podido hasta ahora responder al cuestionario suyo. Y no voy a enumerar las causas del retraso (sobre todo una: la falta de ayuda en la pobre ILE). De todo modos ya dije al profesor Cerezo cuán honrado me sentía por la atención prestada por ustedes a mi SECRETO. Y ahora van las respuestas (¿?)[, sin indicar las preguntas puesto que ustedes las tienen].

1ª. ¿Puede afirmarse que haya un talante liberal o, más bien, libertario en el carácter español, o todo es producto de la educación y las circunstancias?

R.- En términos generales resulta muy difícil hoy hablar del carácter de un pueblo histórico. Sin embargo, por el hecho mismo de tener historia (cosa que no tienen la mayoría de los países del planeta) se puede hablar con cierto rigor de "los españoles", y quizás también de la continuidad de unos rasgos colectivos que sorprendieron a los viajeros de otros países: como la dignidad de los más pobres. Creo que las observaciones de Metternich eran muy acertadas.

2ª. ¿Cuáles cree que han sido las razones para que no haya habido un cristianismo o catolicismo liberal en España? ¿Fue el cervantismo un cristianismo liberal?

R.-Es una pregunta que requeriría mucho tiempo y espacio para contestarla. Digamos que un hecho decisivo en la historia española fue la ausencia de Reforma (en el sentido histórico europeo), y de ahí se deriva todo lo demás hasta nuestros días. Respecto a Cervantes todavía no se dice que probablemente fue descendiente de cristianos nuevos, puesto que su padre era cirujano, y en Castilla no había cirujanos que fueran cristianos viejos. Por otra parte, los erasmistas eran cristianos "liberales".

3ª. ¿Encuentra justificada la distinción de Ortega entre liberalismo y democracia? ¿Tiene que ver con ello, acaso, la falta de mutuo entendimiento político entre Unamuno, Ortega y Azaña, larvante la II República, pese a ser los tres convencidos liberales?

R.- Ortega era un liberal, sí, pero le resultaba difícil aceptar la democracia "de masas". O más precisamente no podía aceptar lo que sentó Jefferson como un principio absoluto: "No hay que tener miedo del pueblo nunca". Azaña, en cambio, era un liberal demócrata pleno. Y, sin duda, la falta de entendimiento con Ortega podía verse como la de dos maneras casi opuestas de ser liberales. En cuanto a Unamuno, es demasiado gigantesca su figura para poder reducirla a un solo rasgo político.

4ª. ¿Cree que la aportación de los liberales españoles al liberalismo ha sido fundamentalmente ética? ¿En qué cifraría esta aportación?

R.- La aportación de los liberales españoles ha sido (en el siglo XIX) muy cuantiosa institucionalmente (mi hijo, Carlos, lo muestra en su agotadísimo libro sobre la revolución liberal). Pero podría mantenerse que los liberales fueron, sobre todo, hombres de gesto (¡y de gesta!), dado que tuvieron que batirse en los campos de batalla frente a invasores y frente a los carlistas. No fueron hombres de pensamiento, desde luego. Pero en pensamiento político los "inventores" son muy escasos aquí y en cualquier sitio.

5ª. Es impresion muy común suponer que las grandes reformas y los grandes ideales de la Ilustración tropiezan, en España, con un doble problema en cuanto a implantación y generalización: el problema compartido con las restantes naciones y el que se genera de ella misma como problema, el problema de España. ¿Cree ud. que todavía perdura la idea de España como problema en algunas zonas de nuestra mentalidad o, por el contrario, España no es más problema para sí que Italia o Francia?

R.- Todo lo relativo al "problema de España" nos amenaza (¡y de qué modo!) con las celebraciones del "98". Las anunciadas hace dos días [la fecha de la carta es 6-4-97; A. L. P.] en Salamanca muestran que el gobierno actual ha caído en la misma trampa que el gobierno anterior con el desastroso "92". Hasta podría decirse que el "problema de España" sigue siendo, en su misma enunciación, una prueba del desdichado narcisismo español. ¿No hay acaso problemas muy serios para poder tirar por la ventana miles de millones?

6ª. ¿No cree que hay un déficit de educación liberal en la vida social española y, además, un tipo de culturización de masas que obstaculiza el aprecio y difusión de los valores liberales?

R.- No sólo en España hay deficiencias en la educación liberal (en su estricto sentido). La educación liberal puede mantenerse todavía en países ricos (como en los EE. UU. ó Alemania) pero es, probablemente, una forma educativa en peligro de extinción. Por otra parte, en la España actual el pueblo ha alcanzado niveles de cultura bastante altos (o "medios"), sin que haya podido afectarle demasiado la horrible televisión. En este terreno hay ahí un problema que ni el PSOE ni el PP han sabido resolver.

7ª. Pese a que no abundan en su obra implicaciones personales en momentos que Ud. debió vivir de lleno, cuenta una anécdota extraordinariamente significativa: un campesino extremeño le revela la razón de su lucha: "¿sabes? Nosotros luchamos por la libertad del mundo." Ud. ve en esas palabras "el ánimo de entrega generosa, la profunda conciencia de su dignidad individual". Con ello Ud. reconoce en el pueblo, no en la masa o la gente, al hombre de la profunda conciencia moral. Parecido reconocimiento alienta en la obra de Cervantes, Galdós, Unamuno, A. Machado, María Zambrano, etc. Parece que lo que justifica al intelectual español es entrar en sintonía con el pueblo; reencontrar el vínculo que alguna vez se rompió. ¿Es esto exacto, qué hay de verdad en ello?

R.- Tengo que repetir lo que he dicho en otras ocasiones: yo salí de España (verano del 38) llevándome conmigo recuerdos de nobleza extraordinaria por parte de hombres y mujeres del pueblo. Y, por supuesto, hay en la historia espiritual de España un reconocimiento de las figuras excepcionales del pueblo español, por su sentido de la dignidad propia. Respecto al intelectual español (término que más y más me hace sentir incómodo) y su entrar en sintonía con el pueblo es una cuestión muy peliaguda: porque acaso la definición más propia del intelectual sea la de un ser que no está en sintonía con su comunidad natal (¡Unamuno!).

8ª. ¿Cuál sería, a su juicio, la tarea del liberal en la España de hoy, a la vuelta del siglo, tanto desde el punto de vista intelectual como social y político?

R.- El primer deber del intelectual español (en una muy amplia acepción) es la de una profunda humildad. Algo que no parecen sentir los pontificadores que todos conocemos. Políticamente, en esta hora de España, hay una gran confusión ideológica y moral: que también existe en otros países (la confusión actual en los Estados Unidos, cuya vida colectiva sigo diariamente, es algo enorme). Señalar deberes específicos es casi absurdo. Lo que digo de la humildad podría ser un consejo: el antiguo de Montaigne, el de no sentirse capaz de explicar lo que sucede en el mundo, el de saberse falible (como replicaba tan ejemplarmente Soros al típico pontificador que es Vargas).

9ª. ¿No cree que faltan algunos nombres de liberales valiosos en su nómina: Madariaga, Maravall, Bergamín...?

Faltan nombres, desde luego, en mis apuntes sobre el pensamiento político durante la tiranía caudillista. Yo escribí esas observaciones en el año 1956 (para Mañana, publicada clandestinamente en París) y no podía dar ciertos nombres que podrían correr peligro. Conocía bastante bien a Maravall y a Marías: pero ninguno de los dos era, entonces, propiamente "político". En cuanto a Bergamín, a quien conocí en México en 1942 (y luego vi en París en 1955 y más tarde en Madrid) no podía incluirlo porque Bergamín no era un liberal. Eso sí, Bergamín es un gran escritor (y una gran imaginación "sensitiva"), pero era también un sembrador de confusiones. O un paradojista muy peligroso, como cuando decía que la paz del mundo se lograría cuando el Vaticano y el Kremlin se unieran. Y yo le dije: don Pepe, ya le comprendo, es usted el Gran Inquisidor perfecto. Perdonen ustedes que me haya dejado llevar con demasía en este terreno que despierta en mí antiguas polémicas verbales.

10ª. ¿Qué consejo o aviso considera Ud. pertinente y necesario en esta hora de la transición democrática española para las nuevas generaciones de españoles?

¡Menuda preguntita! Yo les diría lo que siempre aconsejaba a mis alumnos latinoamericanos (todos de las oligarquías): que tenían que aprovechar su trabajo en Harvard para dedicarse a la política, en vez de explotarlo para ganar más dinero del que ya tenían. Sólo uno lo cumplió a rajatabla, y hoy es Ministro de Medio Ambiente en Colombia (siendo él un liberal de gran integridad y sagaz inteligencia). Es muy necesario dignificar la política, pero, sobre todo, es urgente que los jóvenes españoles de hoy deben conocer otros países. Lo de "europeización" es otra cosa hoy, porque Europa es otra. Sin embargo, trasponer los Pirineos para prolongadas estancias es indispensable para el porvenir español. ¡Horror! Estoy pontificando: les ruego me perdonen."

 

Alfonso Lázaro Paniagua es presidente de la AAF y profesor de Filosofía en el IES "Ángel Ganivet" de Granada.