Entrevista a Miguel Delibes

María Aurora Viloria
El Norte de Castilla, 16 de octubre de 2005.

MIGUEL DELIBES cumple mañana 85 años -nació en Valladolid el 17 de octubre de 1920- y, para celebrarlo, EL NORTE DE CASTILLA está ofreciendo a sus lectores su obra completa. 25 volúmenes de crónicas viajeras, diarios de caza y pesca, libros de artículos, semblanzas castellanas y algún título autobiográfico que se unen a las 21 novelas que el periódico publicó en el 2003. Además, 'Diario de un cazador' tiene ya medio siglo que Destino ha recordado con una edición conmemorativa -«a Lorenzo le traicioné, debería haber escrito 'Diario de un padre', 'Diario de un abuelo'», dice el escritor de su personaje, que ha considerado siempre un 'alter ego'-. Y el Instituto Cervantes inauguró el lunes pasado la Biblioteca que lleva su nombre en la sede de Moscú. Un buen momento para repasar -a través de un diálogo en su casa- cómo ve el mundo que le rodea quien lo ha acercado a sus lectores de manera tan extraordinaria en miles de páginas.

-La Biblioteca del Instituto Cervantes en Moscú se llama Miguel Delibes, ¿qué le parece?

-Me gusta que hayan elegido Moscú, porque en Rusia es donde más se me ha leído después de España. Es curioso, pero está comprobado tanto por el número de tiradas desde los años sesenta como por los libros traducidos.

-Usted ha dedicado uno de sus libros de viajes a los Estados Unidos, ¿qué opinión le merece la lamentable actuación de la Administración ante el desastre que el huracán 'Katrina' ha causado en Nueva Orleans?

-De George Bush no me sorprende nada. Si no supo cerrar su guerra, porque todavía no ha cerrado la de Irak, ¿cómo va a acertar a reparar el daño producido por el huracán?

-La guerra de Irak está indisolublemente unida al terrorismo mundial, ¿le preocupa esta nueva amenaza?

-El problema está en que este tipo de terrorismo ha olvidado que debe obedecer también a una causa, que generalmente existe para quienes lo practican aunque se suela decir que el terrorismo no tiene causa. Además, puede poner en peligro a la humanidad entera, porque la actitud del terrorista es tan violenta e irracional que no solo cae la gente que les molesta sino todos los demás.

-¿Cree que de alguna forma están resucitando viejos fantasmas en Europa?

-Sí y no, ya que los fantasmas que resucitan son mínimos y no tienen ninguna fuerza. A mí, por ejemplo, me parece esperanzador el empate que se produjo en las últimas elecciones entre los dos principales candidatos a gobernar Alemania.

-Sin embargo, los 'noes' a la Constitución europea parecen poner en peligro la propia unidad.

-Lo que me parece en peligro es la misma Constitución.

-¿Europa está envejeciendo?

-Más que vieja la encuentro enloquecida. Se nota que han cerrado los manicomios.

-¿Los movimientos antiglobalización son la moderna forma de protesta mundial?

-Todo ha tomado el aire de protesta y resentimiento.

-Después de las conversaciones con su hijo Miguel y del libro 'La Tierra herida', ¿está más tranquilo sobre el futuro del planeta?

-No mucho más tranquilo. Miguel es más sereno que yo y sabe muchísimo más de estas cosas del clima que yo. Así que cuando él cree posible que se enderece el camino que lleva a la destrucción, será que es posible. Así lo quiero creer. Tengo fe en los expertos.

Tensiones sociales

-¿Qué opinión le merecen los líderes mundiales que celebran con caviar y champán el haberse reunido para tratar de acabar con el hambre?

-El mundo y la política están llenos de disparates. No sé si es posible acabar con el hambre en el mundo, ni siquiera si esta nueva realidad que está viviendo Europa con la entrada de los que vienen de fuera buscando algo mejor va a cambiar a la propia Europa, o incluso si los que llegan van a tener sitio para quedarse.

-¿Le inquietan las avalanchas de inmigrantes que intentan entrar en Ceuta o Melilla?

-Es otra forma de tensión en que se manifiesta la sociedad actual. Desagradable. No hacen el mundo -de por sí malo e injusto- mejor o más justo, pero es lamentable.

-¿Qué puede obligarles a perder la vida por un paraíso que no existe?

-Ellos creen que existe.

-Estamos viviendo un fuerte debate con la ley que permite los matrimonios homosexuales.

-Creo que se parte de un absurdo, que es llamar a esto matrimonio, aunque me parece bien que se pongan los medios necesarios para que todo ser esté atendido. Pero no hay por qué llamar matrimonio a lo que solo puede ser la unión de un varón con una hembra. Llamar así ahora a la unión de dos varones o de dos hembras es un contrasentido. Habría que haberlo definido de otra manera.

-¿Leyes como esta pueden poner en peligro a la familia?

-Yo creo que no se destruirá la familia con leyes como esta, pero también que hay que hacer política con muchas cautelas.

-El otro problema en candelero es el de la educación, y especialmente, qué se hace con la Religión.

-Lo que pasa es que nadie encuentra la manera de impartir la Religión. No se ponen de acuerdo en los contenidos, en sí es historia de principio a fin, ni en sí hay que darla antes o después de las clases, ni mucho menos en si es o no obligatoria. Aunque he perdido de vista los problemas educativos desde que no tengo cerca chicos en edad escolar, sí sé que antes de tener una asignatura más que los otros se hacen ateos. Tienen su parte de razón.

La mala educación

-¿La unidad de España está, a su juicio, en peligro por el 'Estatut' o las reivindicaciones de los nacionalistas?

-Llámalo hache.

-¿Qué papel cree que están jugando los medios de comunicación?

-La charanga corre de su cuenta.

-¿Algunos están excesivamente comprometidos con una determinada opción política?

-Evidente. Pasada de fecha.

-¿Se ha vuelto, de alguna forma, a esos tiempos en que valían las medias verdades o, incluso, las mentiras para conseguir movilizar a los ciudadanos?

-La mala educación acabó triunfando.

-Las ediciones digitales de los periódicos crecen cada día, ¿le parece que no está muy lejos la desaparición del papel y la lectura exclusivamente por ordenador?

-Yo creo que ese momento ha llegado.

-¿Cada vez se habla peor?

-Al pueblo le ha dado por enriquecer el idioma y especialmente a los políticos, por eso cada día surge una palabreja nueva. Pero todo se puede decir de manera más sencilla, con las palabras de siempre.

-Pero es que algunos adolescentes tienen un vocabulario muy cortito.

-Ahora la Academia, siempre al acecho, ha editado un diccionario muy curioso. Lo llama 'Diccionario del estudiante' y es apropiado para cortitos.

-Entonces, ¿su opinión sobre el mundo es pesimista?

-Yo normalmente soy pesimista pero creo que al mundo actual no se le puede juzgar de otra manera.

-¿Algo habrá mejorado?

-Es difícil saberlo. Para mí lo más positivo que se ha demostrado con los regímenes de fuerza, sean de izquierdas o de derechas, es que no le bastan al hombre para vivir. Los hombres necesitan una atención más próxima y personal.

 

El periódico de Miguel Delibes es EL NORTE DE CASTILLA desde 1941, fecha en la que ingresó como caricaturista. Fue luego redactor y subdirector, de 1952 a 1958, año de su nombramiento como director, cargo del que, obligado por sus problemas con la censura, dimitió en 1963. Sin embargo, ha seguido siempre vinculado al diario, que ahora ofrece a los lectores sus libros.

-¿Qué significa para usted la edición por su periódico de su obra completa?

-Ver que se cumple una gran ilusión, dado que yo siempre he tendido a la fidelidad.

-Ahora se publican 25 libros, que se unen a las 21 novelas que usted ha escrito. ¿Le parece una gran obra literaria?

-Me parece un número razonable de libros, porque teniendo en cuenta que he sido un hombre que ha dedicado su vida a escribir, no creo que 46 sean demasiados, ya que he estado escribiendo más de 45 años.

-A pesar de que usted sea sobre todo un novelista, estos libros tienen un gran atractivo.

-Creo que en esta segunda parte de mi obra hay tanto interés como en la primera.

-Además, ¿es incluso más personal?

-Si en una novela el autor se define a través de sus personajes, con mayor razón lo hace en libros que a fin de cuentas tienen carácter autobiográfico.

-¿Sigue interesado por el fútbol?

-Muy poco, cada vez menos, desde que se ha convertido en un asunto de dinero. Me parece absurdo que un hombre gane por jugar hora y media a la semana las cantidades que están pagándose hoy día. También se hacía antes con el boxeo, pero tengo la impresión de que era un deporte que practicaba la gente necesitada.

-¿Y el ciclismo? ¿Qué le ha parecido la Vuelta a España?

-Aburridísima. Además me parece una bajeza moral atribuir a Armstrong problemas de drogas cuando a nadie le consta que no haya ganado limpiamente sus siete Tour.

-¿Va al cine habitualmente, como hacía antes?

-Cada vez voy menos porque estoy bastante sordo y esos diálogos mezclados con música me impiden oír la una y los otros. Igual que el teatro, me gusta menos porque no lo oigo.

-Puede ver las películas en vídeo.

-Pero no es lo mismo. Necesito ver la bombilla roja y a los acomodadores con linternilla buscándote por los pasillos. El cine en casa es un sucedáneo.

-¿Qué está leyendo ahora?

-Ahora leo muchas biografías. En los últimos meses he leído muchísimas, pero sobre todo me ha interesado una que acabo de terminar y es muy curiosa, la de una muchacha de un pueblo de Cuenca, La Cruz de la Zarza, que apenas sabía escribir cuando empieza el libro. Pero a lo largo de las 400 páginas que tiene va mejorando, de forma que a medida que avanza, aprende a hacerlo. Muestra cómo una mujer paleta se convierte en una buena pintora y se transforma de tal manera que acaba siendo amiga de Dalí -de Gala dice que era muy antipática- y de Chillida, así como admiradora de Picasso. Me ha gustado porque es distinta de otras divas y porque con un estilo sencillo, a veces simple, acaba diciendo lo que quiere decir. La autora es Amalia Avia, la viuda de Lucio Muñoz, y empieza diciendo que no sabe escribir, pero termina convenciéndose y convenciendo del interés de lo que cuenta.

-¿No lee entonces novela o poesía?

-Leo poca novela o poesía, porque me interesa más la fabulación de un personaje vivo que la de un personaje inventado. Así son las cosas. A mí siempre me interesó la biografía, pero ahora he llegado a preferirla a todo lo demás.

-¿Ve televisión?

-Veo un poco la televisión, pero es lo que la gente suele rechazar, los telediarios y grandes finales deportivas, de baloncesto, fútbol, tenis, también algunos conciertos, que es lo que veo. A mí eso de la lucha por la audiencia me deja frío. No me interesa.

-El viernes comienza la Semana de Cine, que le dedicó un ciclo y ha estrenado varias de las películas basadas en sus novelas, una cita que usted no se ha perdido nunca. ¿Le sigue interesando?

-Me ha interesado siempre muchísimo, sobre todo cuando la Seminci servía para dar a conocer películas que de otra manera no podíamos ver. Luego ha ido cambiando y hoy encuentro que tiene menos interés. Pero es que están muy lejos los tiempos en que la gente iba a Perpignan a ver 'El último tango en París', un filme que ahora se ve por televisión en España.

-Es que por televisión ahora se puede ver todo, o casi. ¿Piensa que la pequeña pantalla es de alguna forma responsable de la agresividad juvenil y hasta infantil actual?

-Creo que hay que respetar los horarios y vigilar un poco más la televisión infantil, pero no conozco la causa de esa agresividad que, efectivamente, se ha desbordado. Niños que matan a los amigos, a los hermanos; madres que tiran a sus hijos recién nacidos al contenedor. Creo que estas cosas son nuevas y terriblemente duras. No sé si las costumbres irán a mejor o a peor, pero no me gustan un pelo. La mujer por un lado ha progresado, pero por otro hay en España cientos de muchachas muertas porque se casaron con un animal que pensaba que la mujer era suya y hacía con ella lo que le daba la gana.

-¿Valladolid también ha cambiado?

-Mucho, y para mejor, pero me parece que tantas obras nos están matando a los que nos ha cogido en medio el cambio. Los que vengan detrás estarán más cómodos, al menos eso espero.

-¿Y tiene futuro?

-Eso es jugar a las adivinanzas. ¿Qué va a pasar en España? ¿Y con Fasa? ¿Se deshace una o se va la otra? No se puede opinar sin saberlo