Entrevista a Miguel Delibes

Oscar Jara
Revista BABAB (julio 2000)

Quizás el mayor logro alcanzado por Miguel Delibes no haya sido obtener la cátedra de Historia del Comercio en Valladolid ni ser elegido miembro de la Real Academia Española o ser premiado con prácticamente todos los premios importantes de España, del Nadal al Cervantes, sino el hecho de haber conseguido a base de sencillez, sabiduría y trabajo un mundo inmenso de lectores adictos a la publicación de cada entrega de las páginas que ha ido publicando con el común denominador de realismo sincero que envuelve a sus paisajes y personajes.

Miguel Delibes Setién ha ganado con su última novela, El hereje el Premio Nacional de Narrativa, pero un cáncer le ha impedido estar en la ceremonia de entrega de premios y le ha quitado las ganas y la fuerza para seguir escribiendo.

Me advierten sus allegados que su salud ya no le permite largos y exhaustivos cuestionarios, que procuremos brevedad y por supuesto que lo entendemos. Cuando llega Miguel Delibes, saluda con amabilidad y habla pausadamente, nos damos cuenta que nos ha echado un salvavidas de la manera más natural, que no es una molestia, que él también es periodista y que cuando fue director de "El Norte de Castilla" hizo y encargó muchas entrevistas.

Parece tener sólo una obsesión que te marca desde antes que le realices la primera pregunta para que quede presente a lo largo de la conversación: que se ha retirado como escritor. " El hereje ha sido mi última novela. Para escribir novelas se necesita estar al cien por ciento y yo no me encuentro en esa situación. Puse fin a El hereje el mismo día que me diagnosticaron el cáncer. No volveré a escribir, aunque otros milagros se han dado".

De sus 80 años, ha dedicado más de medio siglo a escribir. Con La sombra del ciprés es alargada ganó el Premio Nadal y a partir de ahí los premios se han ido acumulando: Premio Cervantes, dos veces Premio Nacional de Literatura, de la Crítica... El hereje es el último Premio Nacional de Narrativa 1999, pero a Delibes le han premiado sobre todo los lectores. Los 400.000 libros vendidos de su última novela no dejan dudas y en la feria del libro de la ciudad donde vive, Valladolid, se ha leído su obra en voz alta, como se hace con el Quijote en Madrid. "Yo no tengo la dimensión de Cervantes, al que se puede leer en alto. A mí no. A mí bajito y procurando saltar los defectos".

Se emociona no obstante don Miguel por la devoción de sus vecinos: "A Valladolid y a Castilla debo todo lo que soy, ya que de ambas he tomado no sólo los personajes y escenarios sino también las palabras y el lenguaje. Por eso El hereje tiene una dedicatoria a Valladolid, la ciudad que me ha enseñado a hablar, novelar y vivir".

OSCAR JARA - ¿Cómo ha escuchado Delibes su novela, que no la ha vuelto a leer desde que le puso el punto final?

MIGUEL DELIBES - En boca ajena el libro sonaba bien y hubo en primera fila dos o tres mujeres que lloraban cuando el alcalde de Valladolid leía el último capítulo del libro en el que Minerva declara sobre la muerte de Cipriano Salcedo.

Delibes ha sido fiel a un universo, a un destino situado principalmente en la antigua Castilla la Vieja. No ha faltado la denuncia de las miserias de esos campos castellanos como en Las ratas y si ha salido fuera no ha sido lejos, en Los santos inocentes llega hasta el latifundio de Extremadura y en Madera de héroe y algún capítulo de El hereje sale al mar.

En todas sus obras, a pesar de la diversidad temática y el juego de variaciones de cada novela, bajo esa epidermis de palabras, "palabras que me inspiran el supremo respeto desde que ando en este oficio" queda el fluido de un pensamiento liberal, algunas veces en un dique de represión como en Cinco horas con Mario, que no es ajeno, en su propio contexto, a las experiencias de Cipriano Salcedo, el protagonista de El hereje.

OJ - ¿Toma más partido Delibes con sus ideas y concepciones en su última novela que en las anteriores?

MD - Mis ideas sobre la tolerancia o la crueldad no varían porque novele una época u otra. Yo no escojo una postura intelectual en El hereje sino simplemente razonable. No me considero intelectual, pero hay momentos en que las reflexiones del novelista deben ahondar más sobre temas fundamentales de la vida frente a otros menos trascendentes, y en El hereje reflexiono sobre una libertad que debe ser respetada ante todo, que es la religiosa.

El tema de su última novela conecta con la religión, y ésta parece enlazar con su peripecia vital. Le diagnosticaron el cáncer al estómago en mayo de 1998 y ese golpe sirvió de punto final a su novela. Después de tres operaciones los médicos le han asegurado que está curado, pero es consciente que existe un antes y después de la enfermedad. Cuando habla del cáncer se le nota un deje de cansancio, pero no es un tabú para él; es como una neblina que acompaña un día de caza y el cazador Delibes debe acomodarse a la fatiga de esta situación.

OJ - ¿El cáncer y El hereje han acentuado su sentimiento religioso, tocando un tema que en su obra anterior no se prodigaba demasiado?

MD - El tema religioso no lo he rehuído. Al rabino de Las ratas, por ejemplo, no le entra en la cabeza que un vecino con una cruz en el pecho haya asesinado a otro. En Madera de héroe hay dos curas que se confiesan mutuamente cuando estalla la guerra civil... Hay en algunos de mis libros, elemental o profundamente, una idea religiosa. Me eduqué en un colegio de hermanos cristianos, hermanos del babero, como les llamábamos. Luego me aparté de la religión como más o menos nos apartamos todos, pero nunca del todo. Me reconozco cristiano y católico aunque, desgraciadamente no libre de dudas que en ocasiones me torturan. Esta posición dubitativa que se me impone a veces hace más creíble el terrible final de Cipriano Salcedo en el auto de fe que cierra El hereje.

OJ - ¿Cuánto le preocupa la muerte a Miguel Delibes ?

MD - Ésta es una cuestión con la que contamos desde que tenemos uso de razón y que tenemos que admitir. Ha habido un momento en la vida que a mí me ponía los pelos de punta, pero la vejez me acerca más sumisamente a la hora, y lo soporto mejor. Estamos en un año de un nuevo siglo y ahora hablo con ustedes, pero cada vez el mañana es algo que veo más difícil de venir.

Ahora que dice no tener el aliento para escribir, recapitula y vuelve la vista atrás hacia su obra anterior, en un proceso de editar sus novelas preferidas agrupando sus mejores obras por razones temáticas: la tierra, el cazador, el equilibrio de la naturaleza, la crónica de ciudad de provincias, el tránsito de la ciudad al campo..., y en todas un elemento aglutinador: su ansiedad por la justicia. En esta selección se quedarán algunos libros fuera a pesar del abolengo y cariño de sus lectores, como sucede con: La sombra del ciprés es alargada, Aún es de día, Mi idolatrado hijo Sisí. Justifica la elección en la necesidad de mantener los mejores logros literarios: "Para tener una buena novela es necesario acertar en la propiedad y valor de las palabras, y acertar en lo imaginado. He prescindido de aquellas novelas donde cualquiera de estos dos elementos no están logrados".

Esta reedición de sus libros llegará a sus lectores y a otros que se incorporan, sobre todo de las nuevas generaciones. Cuando le pregunto si es porque las mujeres están cambiando el panorama de lectura en una España donde se sigue leyendo poco, él recuerda que "cuando ganó el Premio Nadal en 1947 ya don Pío Baroja le había asegurado que si ellas leían -en realidad Pío Baroja fue más despectivo ya que utilizó la expresión si esas leen - ya podía esperar que las ventas aumentasen".

MD - La inquietud espiritual de la mujer por la lectura no ha cesado de crecer en las últimas décadas y hoy podemos asegurar que las mujeres leen más que los hombres lo que ha provocado la expansión cultural en el último medio siglo en España, por eso encuentro natural que surjan escritoras que son muy leídas, que son originales y que copan los premios, como en el último Planeta. Queda todavía por ver hasta dónde son capaces de llegar, porque las primeras novelas siempre son endebles por exceso, porque se quieren decir más cosas que las que caben en una novela, pero es verdad, las mujeres escriben y las hay que escriben muy bien.

OJ - ¿Echa de menos el mareo de la Feria del Libro en Madrid, ese gran circo alrededor de la palabra impresa a donde acuden millones de personas?

MD - Yo no creo que sea un gran circo sino más bien una de las pocas maneras que tiene el lector de tomar contacto con su autor o autores favoritos. Es algo así como una conferencia masiva o algo por el estilo. Yo lo que siento es que llevo ya tres años sin asistir y, sí, lo echo de menos. La última vez que acudí fue una sola tarde y llegué a firmar 500 ejemplares, pero ahora no puedo hacerlo. ¿Cómo hablar con tranquilidad con mis lectores con todas estas molestias gástricas?

OJ - ¿Y cuál es su opinión sobre el libro electrónico y las nuevas tecnologías?

MD - Sé que son el futuro, pero no puedo pensar en ellas con sosiego, porque soy un hombre que parte de la base que en general la máquina ha calentado el estómago del hombre pero ha enfriado su corazón. De manera que yo creo en la intimidad del hombre con el libro bajo el halo luminoso de una lámpara, y seguiré creyendo hasta el final que nada puede todavía sustituir a eso.

A pesar de ello, el autor de Los santos inocentes cree fundamentalmente en la cultura por encima de los medios para manifestarse y lo demuestra aceptando la categoría de Socio de Honor de BABAB.

También acepta nuestra última pregunta.

OJ - Señor Delibes, en este nuevo siglo que comienza ¿hay más herejes o más santos inocentes?

MD - En España hay menos santos inocentes y menos herejes, lo que hay es personas completamente indiferentes. A nivel universal diría que basta ver los países del Tercer Mundo para darse cuenta que hay más santos inocentes o tantos como los que ha habido siempre.