Paul Virilio

Rachid Sabbaghi y Nadia Tazi
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Una forma de pensar este mundo en la actualidad se relaciona como una visión de la sociedad en términos de telépolis, o telepresencia, la sociedad de las comunicaciones instantáneas, de la velocidad del motor y del ciberespacio. Una serie de fenómenos estudiados por Paul Virilio, en el contexto de su dromología, "la lógica de las carreras", la lógica de lo que corre, de lo que es veloz. La hipervelocidad de la información en las comunicaciones genera efectos de desaparición del cuerpo, del espacio y del tiempo histórico. La tecnología, como dimensión pragmática del discurso científico, generaría una realidad no narrativa, donde el instante veloz impide el relato y la comunicación.
Paul Virilio, es autor de obras como: Estética de la desaparición, Anagrama, Barcelona, 1988; La máquina de visión, Cátedra, Madrid, 1989; El arte del motor, Manantial, Buenos Aires, 1993; La velocidad de la liberación, Manantial, Buenos Aires, 1995; El arte del motor. Aceleración y realidad virtual, Manantial, Buenos Aires. 1996; Un paisaje de acontecimientos, Paidos, Buenos Aires, 1997; El cibermundo, la política de lo peor, Cátedra, Madrid, 1997; "La inercia polar", Trama, Madrid, 1999; La bomba informática, Cátedra, Madrid, 1999; La inseguridad del territorio, La Marca, Buenos Aires, 2000; El procedimiento silencio, Paidós, Buenos Aires, 2001.
Virilio, nacido en París, en 1932, estudió arquitectura en París, y fue director de la Escuela de Arquitectura parisina durante tres décadas (1968-1998). En 1963 fundó, junto a Claude Parent, la revista de la modernidad arquitectónica y urbanística Architecture Principe. Ha participado en numerosas exposiciones de arte contemporáneo en la Fundación Cartier. En 2000 en Japón se realizó el Museo de las Catástrofes.
En la entrevista que se presenta a continuación Virilio aborda sus temas característicos: la dromología, los peligros de dominio totalitario del mundo virtual generado por internet; la pérdida de la experiencia directa del tiempo local, del espacio circundante y de la propia corporalidad por una percepción succionada por la inmediatez y la velocidad de la comunicación electrónica.

Pregunta: Internet es el fruto de un matrimonio contra natura entre los militares y la comunidad científica. ¿Subsiste algo del pensamiento militar en la red, o es uno de esos casos ejemplares de recuperación y subversión de este pensamiento por parte de la universidad y de la sociedad civil?

Paul Virilo: Internet, o más bien ARPANet, como se decía entonces, es una consecuencia de la disuasión nuclear que ha gobernado el mundo durante cuarenta años y que ha militarizado la ciencia. Debía resistir, en caso de guerra nuclear, los efectos electromagnéticos capaces de destruir las comunicaciones. Y, en efecto, los universitarios contratados por el Pentágono lo han copado y progresivamente se ha difundido y banalizado. Lo que se ha heredado de este pensamiento de la guerra que envuelve al mundo es que se nos habla de inteligencia colectiva y de un cerebro mundial en el que no habría más que neuronas conectadas unas con otras, se ve cómo se perfila este riesgo totalitario Por el momento, aún es nuevo y libre, y no es caro. Tras las autopistas de la información se encuentra lo contrario de la anarquía. Quiero recordar que las autopistas nacieron durante el fascismo, las autostrade y las reichautoban... Internet prefigura las grandes autopistas de la información que se desarrollarán a lo largo del siglo XXI, y que representarán, para las potencias, el envite (militar, económico, político y cognitivo) más importante. La comunicación, ya lo decía Esopo, es la mejor y la peor de las cosas. El carácter totalitario o más bien "globalitario" de Internet.

- La idea de la mundialización, que tan de moda está hoy en día, es tan vertiginosa como un "mal infinito": en ella, lo extensivo se cruza con lo intensivo sin que se sepa que hay de tras. ¿Es para usted un concepto operativo?

P.V. : Para mí, se trata esencialmente de una mundialización del tiempo y de la velocidad. Hasta ahora se ha vivido el tiempo de la historia, mientras que desde ahora se conoce una mundialización instantánea, un tiempo inaudito, absoluto, astronómico, que sé sale "de sus casillas", como decía Hamlet. Un tiempo de inmediatez y de la ubicuidad, que se vive "en directo". Un tiempo que hace posible el accidente integral, la catástrofe que tiene un valor sistémico y que, como tal, tiene como consecuencia todas las variables. La primera alerta tuvo lugar en 1987, con la quiebra bursátil. Hoy, con la crisis asiática, Greenspan y otros grandes sacerdotes de las finanzas nos dicen que ya no hay garantía, y que los fusibles empleados estallaron ya hace 10 años.

- Si hay ambivalencia, ¿cuál será la aportación positiva de Internet?

P.V.: Es el cosmopolitismo bien entendido, la ciudadanía del mundo. Serían necesarias varias generaciones para llegar a esto, es decir, para instruir leyes. Yo les recordaría a todos aquellos que predican la desregulación, ya se trate de liberales o ciberpunks, que la ley beneficia a los débiles, mientras que su ausencia le conviene al fuerte.

- Entonces, el debate político sobre la regulación de Internet, y en concreto sobre la censura, ¿estaría usted más bien en el terreno de los europeos y contra los estadounidenses?

P.V.: Esto es más que una postura política, esto remite a un ser- en- él- mundo. El pensamiento anglosajón, que es el de una antigua potencia marítima, es un pensamiento ondulatorio, que remite al nomadismo, a la flexibilidad, a la fluctuación, a la fugacidad en la existencia: favorece la incertidumbre, se complace con el relativismo, el relacionismo absoluto. Nosotros los continentales somos territoriales, nuestro pensamiento está más marcado por el suelo y el arraigo. Las nuevas tecnologías que niegan el aquí y ahora ignoran el in situ, nos son menos familiares.

- La tensión de lo virtual va más lejos, porque llega hasta el fondo, pretende soltar por completo las amarras: quitarse el lastre del cuerpo, y evacuar lo real de esta vieja tierra extenuada y sin remedio. Algunos americanos, como J. Perry Barlow, proponen una Constitución virtual, por ejemplo, lo cual denota tanto un "espíritu ondulatorio" como un fondo gnóstico o puritano y una antropología dualista.

P.V.: Esto se pudo observar bien con la secta Heaven´s Gate, que tenía un site en Internet donde se preparaba a la gente para que abandonase la estratosfera. Lo virtual es inquietante cuando se vuelve exclusivo, en vez de conjugarse con lo real. Asociar estas dos modalidades es preparar una estéreo-realidad, procurar que dos fuentes den más lustre y riqueza, como ocurre con el sonido. En lo que respecta a esta reacción nihilista contra el cuerpo, hay que tener en cuenta que el cuerpo territorial, el cuerpo humano y el cuerpo social están indisociablemente unidos en el fundamento de lo político. Tal es la lección que nosotros los continentales hemos recibido de Atenas. Lo que hay que pensar más es la apuesta de una democracia no territorializada... lo que es casi una contradicción en los términos: un Estado - mundo fundado sobre leyes democráticas.

- ¿Se puede hablar de ciberciudadanos si no sólo no hay cuerpo sino que tampoco hay sujetos en Internet: apariciones evanescentes, intervenciones verbales concretas, volátiles y muy móviles, canalizadas con precisión?

P.V.: En este punto es donde no se puede ahorrar una reflexión sobre la ley y la relación de la ley con el sujeto. Pero no debe ser dirigida por grupos de presión ni por individuos como Bill Gates que estén a la cabeza de multinacionales que quieren dar una dimensión imperialista y mercantil a un objeto técnico. La nueva tiranía no es ideológica sino económica: la del pensamiento único y el mercado mundializado. La cibernética local no está en juego, a lo que se puede temer una vez más es a la máquina total, la correlación sistemática de las poblaciones. Norbert Wiener lo ha dicho antes que yo.

- Ha habido, y sigue habiendo, estrategias locales sobre internet que han dado pruebas de su funcionamiento: desde Sarajevo y las grandes causas hasta el levantamiento de censura contra la secta de la cienciológia, o los Estados, pasando por los foros de discusión sobre temas de actualidad. ¿Qué opina usted de estas acciones y de las propuestas utópicas de los grupos literarios o neosituacionistas de los años 80 que han intentado radicalizar, por Internet, un pensamiento del "disentimiento"?

P.V.: La tecnoguerrilla existía antes que Internet, y ha demostrado lo que podía dar de sí. Desde los años 30, con la aparición de las radios no profesionales, se iban a dar la mano. En los años 70, el fax facilitó algunas revueltas estudiantiles en Italia... y hubo el debate sobre las radios libres, el recurso del video. Con Internet se han visto movilizaciones democráticas, pero de igual modo se ha calibrado el efecto del rumor cuando tuvo lugar el "caso Clinton": un único site, como Reporto, que emite informaciones que no han sido verificadas, puede poner en peligro a la Casa Blanca: todos los medios de comunicación del mundo han ido a la zaga. La caja de resonancias de Internet es ya tan fuerte como la televisión. Y el riesgo no es la censura por privación de información sino rigurosamente lo contrario: la censura por saturación, indiferenciación, ruido e interferencias, babelización: todo el mundo habla, nadie se escucha. Crece la despolitización.

- ¿Qué reproche le hace a la cibercultura, que sea folklórica o que este manipulada?

P.V.: Le reprocho que se drogue con "la técnica dura" y que abandone el mundo. Que cree netyonquis y alucinados de lo virtual. Se ha entrado en la tercera dimensión; después de las masas que han hecho la historia y la energía, la información, que ya produce sus añagazas y sus víctimas, también debe generar nuevas luchas históricas.

- No se puede pensar la imagen sin pensar la óptica, dice usted, porque pasamos del régimen del objetivo al régimen teleobjetivo. ¿Cuáles son las grandes líneas y los efectos de esta mutación?

P.V.: Nuestra visión del mundo no es objetiva sino "teleobjetivo". El debate en torno a la imagen está minado por la vieja disputa entre los idólatras y los iconoclastas. Ahora bien, no se puede pensar la imagen sin pensar en su destino. Y el destino de las imágenes es la óptica. La primera óptica remite a la geometría, a Galileo, al espacio real, a un medio, ya se trate de la transparencia del aire o del agua. A mediados del siglo XX apareció una segunda óptica, donde no se trata de rayos que pasan a través de un medio difractado sino de una difusión electromagnética que transporta los fotones, los electrones, es decir, la señal digital (audio, vídeo...) que favorece ahora una óptica numérica. La imagen es preponderante a través de una nueva luz propia de la óptica electrónica: una luz distinta a la del sol o la de la electricidad, indirecta, y que viene a través de las pantallas, de los monitores, de los cascos de visión... asistimos, pues, a un desdoblamiento de la óptica. La primera se perpetúa y la segunda es generada por la velocidad de la transmisión de una señal. El debate sobre la imagen está tan minado que no se habla de esta tecnociencia. Que se ha convertido en el lugar del poder. La mediatización, él condicionamiento de las opiniones (cf. Berlusconi, Ros Perot...), procede de esta óptica que es fruto de la velocidad de la luz: la transparencia de las apariencias que induce se transmite instantáneamente a distancia mediante una señal (transmitida o recibida). Esto produce, entre otras cosas, la televigilancia.

- ¿Cómo piensa usted la relación entre lo real y lo virtual?

P.V.: La relación con lo real no se da sin la virtualidad de las imágenes mentales, de los sueños del espíritu, por usar un termino clásico. Hoy este dominio está parasitado por una imaginería virtual puramente instrumental. El culto a la performance y el elemento publicitario han introducido productos lisos, eficaces y perfectos que modifican la percepción. Cada cual puede representarse a Madame Bovary a su gusto, según sus fantasmas personales.

A Marilyn Monroe todavía se la rodea de representaciones mentales, las jóvenes se esfuerzan por imitarla... Cuando se tiene puesto un casco de visión sobre los ojos, es otra cosa, se está atrapado por imágenes instrumentales. Porque se trata de una captura que aniquila al resto. Nos dirigimos hacia un darwinismo de la imagen: las más sofisticadas y las más "performantes" amenazan a las otras, a las que pasan por "subdesarrolladas". Se impone una ecología de las imágenes si se las quiere proteger en su diversidad: esto, que vale para la lengua, vale para las imágenes. Todo ocurre como si la descalificación propia de las colonizaciones de antaño se aplicase en lo sucesivo a todas estas instancias de lo humano, para desembocar en último término en un darwinismo social. El proceso de digitalización ya ha comenzado y consiste en la purificación tecnológica. Ahí hace falta aún poder disponer de estas dos formas: la analógica y la numérica; por ejemplo, el parecido de una metáfora y la similitud de un código, por lo que se gana en exactitud se pierde en profundidad simbólica.

- Cuando se intenta periodizar las grandes mutaciones de la modernidad se habla de las revoluciones industrial, científica y técnica y, como última etapa, de la cibernética. ¿Cuál es su propia periodización de estos acontecimientos?

P.V.: Creo en primer lugar que no se ha comprendido la llegada del motor. No sé ha visto que se trataba de la invención de un movimiento perpetuo o casi: el motor a vapor, a explosión, eléctrico, electrónico, a inferencia lógica en el caso de la computadora y en espera del motor de búsqueda de Internet.

Considero, con Ernst Junger, que esto va más lejos que la revolución industrial. Un Huygens o un Descartes no ignoraban la primacía de esto, sin duda porque todavía podían referirse al Primer Motor de Aristóteles, al divino. La laicización y el mercantilismo explican su relativo desconocimiento: se ha visto la posibilidad de reproducción en serie de los objetos, más que el aspecto energético y dinámico. Para mí, las grandes periodizaciones están, pues, vinculadas a la revolución de los transportes en el sentido amplio del término, y esta revolución está unida al motor. Hoy, el motor de inferencia lógica ha sobrepasado el estadio de la máquina como instrumento: a la revolución de los transportes le sucede la de las transmisiones, a cuyo término se sitúa la revolución cibernética que hoy conocemos. Y lo que se anuncia es la revolución de los transplantes.

Con los clones tocamos la imbricación de la maquinaria industrial y lo vivo. Con los tecnotransplantes, que no son ya xeno-trans-plantes animales, las micromáquinas pueden suplantar a los órganos. Las prótesis adicionales existen ya y ahí se localizara esta otra mecanización- motorización de lo vivo que es el genio genético, es decir, la posibilidad informática de programar células y de producir organismos transgénicos, clonados en el reino vegetal y animal (como hoy se los conoce). Esta tercera revolución es inconmensurable con relación a las otras, puesto que de aquí en adelante el robot ya no es el doble del hombre que se encuentra junto a él, sino que penetra en el interior mismo de lo vivo: Es el ser cibernético que se acerca al dibbouk o al golem.

- Según usted, la ingeniería genética no se puede desinventar, como tampoco la bomba atómica. En lugar de instalarse en el rechazo y el miedo, habría de pensar en la superación: no desinventar sino inventar el desenlace, la aufhebung, el relevo.

P.V.: Me siento obligado a sostener una postura extremista. No creo en él retroceso de la historia sino en las regresiones éticas, humanas. Incluso cuando hay grandes catástrofes, las cosas se retoman o se interrumpen, pero no se retrocede. "Seréis salvados como a través del fuego", dice San Pablo: uno se salva cuan avanza, mirando a la Medusa cara a cara. Josué dijo a sus tropas: "Hay que ponerse de cara al sol" para combatir al enemigo. Y los soldados replicaron: "Estás loco". Él respondió: "Sacaremos brillo a nuestros escudos". No hay más solución que confrontarse con la Medusa de lo virtual y de la eugenesia.

- Desde Fukuyama se habla del fin de la historia. Usted habla de una forma perdida de la historia.

P.V.: Fukuyama tiene razón y a la vez está en un error. Efectivamente, asistimos al fin del tiempo histórico, de la larga duración, el del tiempo local de las sociedades inscritas en los territorios dados, de las alternancias diurnas y nocturnas, de los usos y horarios, de las generaciones. El tiempo mundial, el de la inmediatez, la instantaneidad, y la ubicuidad destruye los fundamentos de la historia al suplantar las temporalidades locales. La historia se vuelve estadística. Ya no está exocentrada sino egocentrada en el presente perpetuo. Y este nuevo régimen del tiempo astronómico o universal carece de referencias en cuanto al destino de los hombres.

- Su investigación inventa un lugar en el cruce de las disciplinas (urbanismo, estrategia, teoría de la técnica, ergonomía, sociología...) para tratar cuestiones como la velocidad, la guerra, las nuevas tecnologías... A este respecto, usted habla de "dromología" o ciencia de los fenómenos de la velocidad.

P.V.: La dromología (de dromos) es la "lógica de la carrera". Sin comprender la velocidad o la aceleración no se puede aprehender el territorio. El territorio se define, en efecto, como el medio- velocidad regido por el animal (con la domesticación del caballo), después como el de la potencia marítima, seguido del de la revolución de la industria y de los transportes. Hoy se asiste a la puesta en practica de la velocidad absoluta del dominio electromagnético. La velocidad es, pues, un medio. Y el territorio es entonces a la vez aquello que permanece y que se cultiva y lo que pasa. La dromología surge a comienzos del siglo con los futuristas y se nutre del pensamiento de la técnica a partir, sobre todo, de Heidegger. Yo me esfuerzo por abordar todo dominio en términos de velocidad, determinando qué tipo de aceleración está en juego. La dromología sería a la sociedad moderna lo que la musicoloía a la música moderna: una inteligencia rítmica, coreográfica, de los grandes flujos y movimientos del pensamiento, de las conquistas. Porque, si ésta es la época del dinero, la velocidad es el poder o la cara oculta de la riqueza. La revolución de los transportes ha llevado hasta su punto más alto una aceleración máxima que desemboca hoy en la velocidad de la luz de las ondas electromagnéticas, haciendo posibles las teletransmisiones, las redes electrónicas etc., en una palabra, la mundialización. El gran encierro del que hablaba Foucault no tuvo lugar en el siglo XX, y se perfila en el XXI.

- Usted va muy lejos a este respecto porque contrariamente a Deleuze, que piensa la velocidad como intensidad liberadora, usted no vacila en evocar el fascismo.

P. V.: Desde 1910 el futurismo ha introducido con la velocidad el odio del mundo. El fascismo lo definiría en primer lugar como asalto. Para Heidegger en Friburgo, el ser es el asalto; tras la guerra, es la espera... Indiscutiblemente, el fascismo y la velocidad se emparejaron para provocar una reducción del mundo, por lo demás aprobada por Hitler cuando afirma en 1943: "El mundo es en adelante demasiado pequeño para la guerra". En el nazismo, paralelamente a Auschwitz, se produce la exterminación mediante la Blitzkrieg, es decir, por el asalto absoluto.

-En la actualidad, hay fascinación por el ciberespacio. Usted se encuentra entre los que critican este nuevo avatar del mito de la comunicación. ¿Cómo define usted este territorio?

P.V.: El ciberespacio es la última forma de la cibernética social, es decir, de la interconexión de los individuos y de la puesta en la red de lo viviente. La cibernética, según Wiener, se define como una ciencia del gobierno. Si la velocidad es el poder, la velocidad absoluta que permite la cibernética instantánea es el poder absoluto. Se podría asistir a un condicionamiento mundial de las sociedad de y por el ciberespacio. Y, respecto al espacio, se trata sobre todo del tiempo, ya que aquí el territorio se confunde con la tierra, es decir, con un espacio limitado. Nosotros somos la única sociedad que ha alcanzado los límites planetarios. La mundialización es el fin del mundo, no en sentido apocalíptico, sino en el sentido de un acabamiento, de una clausura. El ciberespacio señala el advenimiento de este medio- velocidad absoluta, convertido en pole position de la carrera. El medio político por excelencia. La puesta en práctica de la velocidad de la luz hace que la Tierra en cuanto a extensión se reduzca, por así decirlo, a nada, y que el único lugar que subsista sea la velocidad misma. Cuando Einstein habla de la relatividad, se refiere a los espacios cósmicos, a la velocidad de las partículas. La velocidad de la luz es, como su nombre lo indica, un horizonte cosmológico. Hoy la relatividad ha sido repatriada en la Tierra, a escala de la vida cotidiana, y nosotros debemos regularla a través del ciberespacio, ¡hic et nunc! (*)

 

(*) Fuente: "Hay que defender la historia", entrevista con Paul Virilio, porRachid Sabbaghi y Nadia Tazi; editada con anterioridad en El Paseante. No. 27-28. Madrid.