Sin excluir a Fedro y a La Fontaine , los fabulistas suelen resignarse a repetir, con diversa y a veces afortunada retórica, las antiguas ficciones que los griegos atribuían a Esopo y que tal vez fueron anteriores a él. No así Robert Louis Stevenson.
Este, en una nota crítica sobre las Fables in Song (1874) de Lytton, había opinado que los elementos esenciales del género son lo onírico y lo moral. Hacia 1887 inició la escritura de sus fábulas; la publicación de su conjunto fue póstuma.
De las veinte que integran el volumen, hemos traducido dos. A primera vista son muy distintas. La titulada El bar co que se hunde es de tono humorístico. La otra abunda en imprevisibles cosas fantásticas: el pavo real, Odin, el fakir, los naipes, las Moradas Celestiales, las palabras finales de un personaje que no ha hablado hasta entonces.
Ambas ilustran una misma ética. El hombre tiene que ser justo, aunque Dios no lo sea o aunque no exista Dios.
Jorge Luis Borges-Roberto Alifano
Buenos Aires, diciembre de 1982
El barco que se hunde
"Señor", dijo el teniente primero, irrumpiendo en el camarote del capitán, "el barco está hundiéndose".
"Está bien, señor Spoker", dijo el capitán. "Pero esa no es razón para que usted se presente a medio afeitar. Haga uso de su inteligencia por un momento, señor Spoker, y usted verá que para una mente filosófica nada nuevo ha ocurrido. Puede decirse que el barco, si es que está hundiéndose, estaba hundiéndose desde el momento en que fue botado".
"Está hundiéndose aprisa", dijo el teniente primero, cuando volvió afeitado.
"¿Aprisa, señor Spoker?", preguntó el capitán. "Esa frase me extraña, porque pensándolo bien, el tiempo es relativo."
"Señor", dijo el teniente, "creo que no vale la pena embarcarnos en esta discusión ya que estaremos en el fondo del mar dentro de diez minutos".
"Razonando de esa manera", dijo el capitán suavemente, "sería inútil iniciar cualquier investigación importante.
Lo más probable es que muramos antes de haberle dado fin. Usted no ha considerado, señor Spoker, la situación del hombre", agregó sonriendo y moviendo la cabeza.
"Prefiero considerar la situación del barco", dijo el señor Spoker.
"Como buen oficial", contestó el capitán, poniendo la mano sobre el hombro del teniente.
Desde la cubierta anunciaron que los marineros se habían metido en la bodega, donde ahora están emborrachándose.
"Marineros, esto es insensato", dijo el capitán, "el barco está hundiéndose. En diez minutos ustedes me dirán: y entonces ¿qué? Para una mente filosófica, nada nuevo ha ocurrido. En el curso de nuestra vida, se nos podría haber roto una arteria, o nos podría haber partido un rayo, no sólo dentro de diez minutos, sino dentro de diez segundos; yeso no nos ha impedido almorzar ni depositar dinero en el banco. Les aseguro con la mano en el corazón que no acabo de entender su actitud".
La tripulación ya estaba demasiado borracha para oir sus razones.
"Se trata de una escena muy penosa, señor Spoker", dijo el capitán.
"Sin embargo, para la mente filosófica", dijo el teniente, "podría decirse que empezaron a emborracharse desde el momento en que se embarcaron".
"No sé si usted sigue mi razonamiento, señor Spoker", dijo el capitán suavemente. "Pero sigamos".
En la santabárbara dieron con un viejo lobo de mar que estaba fumando su pipa.
"Dios mío", dijo el capitán. "¿Qué está haciendo?"
"Bien, señor", dijo el viejo marinero, como disculpándose, "me dijeron que el barco estaba hundiéndose".
"Y aunque así fuera", dijo el capitán, "para la mente filosófica, nada nuevo ha ocurrido". La vida, viejo amigo, la vida, en cualquier momento, desde cualquier punto de vista, no es menos peligrosa que un barco que se hunde.
Sin embargo, la gente suele usar paraguas y zapatos de goma y emprende grandes obras, y se conduce como si fuera inmortal. En cuanto a mí, desprecio al hombre que, aun a bordo de un barco que se hunde, deja de tomar una píldora o darle cuerda a un reloj. Semejante conducta no sería humana.
"Disculpe, señor", dijo el señor Spoker. "¿Pero qué diferencia hay entre afeitarse en un barco que se hunde y fumar en la santabárbara?"
"0 hacer algo en cualquier circunstancia", dijo el capitán:
"Estoy convencido; convídeme con un cigarro."
Dos minutos después el barco estalló con una gloriosa detonación.
Fe, media fe y ninguna fe
En los antiguos días tres hombres emprendieron una peregrinación. Uno era sacerdote, otro una persona virtuosa y el tercero, un viejo vagabundo con su hacha. En el camino el sacerdote habló del crecimiento de la fe.
"Vemos las pruebas de nuestra religión en las obras de la naturaleza", dijo, golpeándose el pecho.
"Así es", dijo la persona virtuosa.
"El pavo real tiene una voz muy áspera", dijo el sacerdote, "así lo afirman nuestras escrituras. ¡Qué alegría! ", exclamó, con una voz que era un gemido. " ¡Qué consuelo! "
"Yo no preciso semejante prueba", dijo la persona virtuosa.
"En tal caso, tu fe no es razonable", dijo el sacerdote.
"Grande es la verdad y prevalecerá", exclamó la persona virtuosa. "Hay lealtad en mi alma; estemos seguros de que hay lealtad en el alma de Odin".
"Ese es un mero juego de palabras", replicó el sacerdote.
"Una arroba de esos dislates nada le importa al pavo real. "
En aquel momento pasaban junto a una granja en la que había un pavo real. El pájaro abrió el pico y cantó con la voz de un ruiseñor.
"¿Y ahora qué me dices?", preguntó la persona virtuosa.
"A mí esto no me inquieta. Grande es la verdad y prevalecerá."
"Que el diablo se lo lleve al pavo real", dijo el sacerdote y durante una milla o dos estuvo muy triste.
Pero después llegaron a un santuario, donde un fakir obraba milagros.
" ¡Ah! ", dijo el sacerdote. "Aquí están los genuinos fundamentos de nuestra fe. El pavo real era un detalle.
Esta es la base de nuestra religión". Se golpeó el pecho y gimió como si sufriera de cólico.
"Esto no es nada para mí", dijo la persona virtuosa.
" ES tan impertinente como el pavo real. Creo porque sé que la justicia es grande y prevalecerá. Este fakir podrá seguir haciendo pruebas hasta el día del Juicio Final, sin embaucar a un hombre como yo".
Al oír sus palabras el fakir se indignó de tal manera, que sus manos temblaron y mientras obraba un milagro las barajas se le cayeron de la manga.
"¿Y ahora qué me dices?" preguntó la persona virtuosa.
"Sin embargo, a mí no me inquieta".
"Que el diablo se lleve al fakir", exclamó el sacerdote.
"No hay ninguna razón para que sigamos peregrinando."
"No desmayes", exclamó la persona virtuosa. "Grande es la justicia y prevalecerá".
"¿Estás seguro de que prevalecerá", dijo el sacerdote.
"Doy mi palabra", dijo la persona virtuosa.
El otro prosiguió su camino con el corazón amargado.
Al fin alguien llegó corriendo y les dijo que todo estaba perdido y que los poderes de la sombra habían sitiado a las Moradas Celestiales, que Odin iba a morir y que el mal triunfaría.
"Me han engañado burdamente", exclamó la persona virtuosa.
"Todo está perdido", dijo el sacerdote.
"Espero que no sea demasiado tarde para entendernos con el diablo", dijo la persona virtuosa.
"Espero que no", dijo el sacerdote. "En todo caso haremos lo posible. ¿Pero qué estás haciendo con tu hacha?", le dijo al viejo vagabundo. El viejo vagabundo contestó:
"Voy a morir con Odin".
FIN