El spleen es el sentimiento que corresponde a la catástrofe en permanencia.
El curso de la historia como se presenta bajo el concepto de catástrofe no puede, en realidad, demandar mayor atención a quien reflexiona que el caleidoscopio en la mano de un niño, en el que lo ordenado se derrumba para formar un nuevo orden con cada giro. Esta imagen está totalmente justificada. Los conceptos de los gobernantes fueron siempre los espejos gracias a los cuales se formó la imagen de un "orden".- El caleidoscopio debe ser destruido.
Uno de los secretos que recién la gran ciudad abrió a la prostitución son las masas. La prostitución abre la posibilidad de una comunión mítica con la masa. Pero el surgimiento de las masas es simultáneo al surgimiento de la producción masiva. La prostitución parece albergar asimismo la posibilidad de sobrevivir en un espacio en el que los objetos de nuestro consumo más próximo se han vuelto, cada vez más, objetos de consumo masivo. En la prostitución de las grandes ciudades la mujer misma se convierte en un artículo de consumo masivo. Es esta nueva impronta de la vida urbana la que le otorga su verdadero significado a la recepción del dogma del pecado original de Baudelaire. Este concepto antiquísimo le pareció a Baudelaire justo lo suficientemente probado como para abarcar un fenómeno totalmente nuevo y desconcertante. El laberinto es el hogar del dubitativo. El camino de aquel que teme alcanzar la meta dibujará fácilmente un laberinto. Eso es lo que hace el instinto en los episodios que preceden a su satisfacción. Pero eso es lo que hace también la humanidad (la clase social) que no quiere saber hacia dónde se dirige.
Si la fantasía es quien le ofrece las correspondencias al recuerdo, es el pensamiento quien le dedica las alegorías. El recuerdo junta a ambos.
En las Fleurs du mal no existe ni el menor indicio de una descripción de París. Esto alcanzaría para distinguirla decisivamente de la "lírica urbana" posterior. Baudelaire habla hacia el bramido de la ciudad de París como quien le habla a la rompiente. Su discurso es nítido en cuanto es perceptible. Pero hay algo que se mezcla con él, afectándolo. Y el discurso queda mezclado en este bramido que lo propaga, añadiéndole un significado oscuro.
El souvenir es la reliquia secularizada.
El souvenir es el complemento de la "vivencia". En él se cristalizó la creciente alienación del hombre quien inventariza su pasado como una posesión muerta. La alegoría se retiró del mundo circundante en el siglo XIX para radicarse en el mundo interior. La reliquia viene del cadáver, el souvenir de la experiencia muerta, que, eufemísticamente, se denomina vivencia.
Las fleurs du mal fueron el último libro de poesía que ejerció su influencia en toda Europa. ¿Antes de él, tal vez Ossian, Das Buch der Lieder?
La alegoría es la armadura de lo moderno.
En Baudelaire hay temor de despertar un eco –ya sea en el espíritu, ya sea en el espacio. A veces es abrupto, nunca es sonoro. Su forma de hablar se distancia tan poco de su experiencia como el gesto de un prelado perfecto se distancia de su persona.
El jugendstil aparece como el malentendido productivo, debido al cual lo "nuevo" se convirtió en lo "moderno". Lógicamente este malentendido ya está delineado en Baudelaire.
Lo moderno se opone a lo antiguo, lo nuevo, a lo siempre-igual. (Lo moderno: la masa; lo antiguo: la ciudad de París).
Las calles de París de Meryon: abismos, sobre los cuales pasan las nubes muy arriba.
La imagen dialéctica es centelleante. Hay que retener la imagen de lo pasado, en este caso la imagen de Baudelaire, como una imagen que resplandece súbitamente en el ahora de la reconocibilidad. La redención que se produce de esta forma, y sólo de esta forma, puede rescatarse únicamente sobre la percepción de lo que se pierde irremediablemente. Habría que traer a colación aquí el pasaje metafórico de la introducción a Jochmann.
¿Qué es esto?: hablar de progreso a un mundo que se hunde en la rigidez de la muerte. Baudelaire encontró la experiencia de un mundo que ingresa en la rigidez de la muerte expresada con una fuerza incomparable en Poe. Esto es lo que volvía insustituible a Poe para él; que éste describía el mundo en el que tenían su lugar la poesía y los esfuerzos de Baudelaire. Compárese la cabeza de la Medusa en Nietzsche.
El eterno retorno es un intento de combinar entre sí los dos principios antinómicos de la felicidad: el de la eternidad y el del: otra vez. La idea del eterno retorno hace surgir mágicamente de la misère del tiempo la idea especulativa (o la fantasmagoría) de la felicidad. El heroísmo de Nietzsche es la contrapartida del heroísmo de Baudelaire, que hace surgir mágicamente de la misère del filisteísmo la fantasmagoría de lo moderno.
El concepto de progreso debe fundarse en la idea de catástrofe. Que "siga así", eso es la catástrofe. Esta no consiste en lo que se está acercando sino en lo dado. El pensamiento de Strindberg: el infierno no es nada de lo que nos espera –sino esta vida aquí.
La redención se aferra a la pequeña grieta en la catástrofe continua.
El intento reaccionario de convertir formas condicionadas por la técnica, es decir variables dependientes, en constantes, se da en el futurismo en forma semejante a la del Jugendstil.
Hay que investigar la cuestión de en qué medida los extremos que debe abarcar la redención son los del "demasiado temprano" y los del "demasiado tarde".
Que Baudelaire tuviera una postura hostil frente al progreso fue una condición indispensable para que pudiera abarcar París en su poesía. Comparada con la suya, la poesía urbana posterior está bajo el signo de la debilidad y esto especialmente porque vio en la metrópoli el trono del progreso. Pero ¿¿Walt Whitman??
La maquinaria se convierte en Baudelaire en una clave de fuerzas destructivas. También el esqueleto humano es una maquinaria de este tipo.
La alegoría barroca ve el cadáver sólo desde afuera. Baudelaire también lo ve desde adentro.
La mistificación en Baudelaire es una magia apotropéica semejante a la mentira en las prostitutas.
Muchas de sus poesías tienen su pasaje más incomparable al comienzo –allí donde son, por así decirlo, nuevas. Esto fue señalado a menudo.
Baudelaire tenía como modelo ante sus ojos al artículo de consumo masivo. Era allí donde su "americanismo" tenía su base más sólida. El quería publicar un "poncif". Lemaitre le confirmó que lo había logrado.
La mercancía pasó a ocupar el lugar de la forma de ver alegórica.
En la forma que adoptó la prostitución en las grandes ciudades, la mujer no aparece sólo como mercancía sino claramente como un artículo de consumo masivo. Esto se insinúa en el ocultamiento artificial de la expresión individual detrás de la expresión profesional que genera el maquillaje. Que era este aspecto de la prostituta el que se volvió sexualmente determinante para Baudelaire parece casi demostrado, especialmente por el hecho que el fondo sobre el cual plantea sus múltiples evocaciones de la prostituta no es nunca el burdel, pero a menudo la calle.
FIN