650
Seudónimo: Nakazanius
EXIMENTE
Imagino que lo más duro de todo es comprobar que no se cumplen las expectativas. Ese instante. Sentirse tan frustrado como cuando te elegían el último en el recreo. El fútbol siempre fue la misma excusa patética para establecer ciertas jerarquías. Al menos te dejaba la violencia para silenciar las risas que escuchabas de fondo. Nacer perdedor en un patio de colegio. Crecer perdedor. Ya no importa. Mi victimismo es insidioso a estas alturas. Alguien que se creía el capitán del equipo sostenía el balón en una mano y reclamaba la atención del universo. Mírame ahora. No quiero publicidad. Cambiemos ese balón por el cuello de una botella de vodka que acabo de estrellar contra el mostrador y el escenario por una gasolinera. Y mi pulso ya se ha comenzado a acelerar. Todos hemos sentido alguna vez la adrenalina invadiéndolo todo. A mí me llega además la visión del mismo recreo años después. Pero esta vez el premio son sólo dos billetes azules. Y unas cuantas monedas. La misma impresión aciaga. Repitamos las tres primeras frases.
Porque a partir de aquí todo se acelera. La sensación de derrota. La sensación de saber que el público puede leer lo que piensas en ese instante. Como el humorista que nunca consigue hacer reír. Frustración como elemento de serie en tu personalidad. Reincidente por decreto de memoria. De nuevo comienzo a escuchar las mismas risas de fondo. Vuelven. Y debo silenciarlas. Fotogramas de un patio de colegio. Y un empleado de gasolinera que se convierte por azar en el capitán del equipo. Si supiera que su final está tan cerca, probablemente no malgastaría sus últimos pensamientos en alguien como yo. Así que me observa. Paralizado. Como un muñeco de cera en un museo cerrado por deceso. Y trata de huir. Ahí todo se desencadena. Un acto reflejo. Mi violencia desmedida. Irracional. Y su cuerpo absorbiendo los golpes. Debe de resultar bastante doloroso morir de esa manera. Tan doloroso como que tu abogado intente justificar cuarenta y seis euros y un llavero del Atlético delante de un jurado. Tan doloroso como que sostenga que tu eximente reside en el inocente patio de aquella escuela.
651
Socorro Jiménez Varona
SOBRE LA TRISTEZA
A veces contemplo mi tristeza como quien contempla un cuadro abstracto, me acerco un poco, después me alejo. Guardo una distancia prudencial para comprobar el efecto en su conjunto. Al acercarme me pregunto a qué se deben esas manchas, y si las gotas de pintura, como mis lágrimas, están ahí por un impulso o si más bien serán debidas al azar. Me alejo aún más y no sé siquiera si me gusta o no, tampoco sé si debería gustarme. Me digo que no lo entiendo y tampoco sé si debería entenderlo.
Al final, al cabo de un buen rato pienso "al carajo la tristeza, cultura y el arte contemporáneo" y me marcho al bar más cercano y pido una copa y después otra hasta que los clientes, siempre en compañía, abandonan el bar y un camarero me insinúa a su manera que piensan cerrar pronto. Entonces balbuceo unas palabras sobre la tristeza y la pintura y me dirijo a mi casa procurando enderezar el paso. No sé si estoy menos triste que antes pero lo que si sé es a qué sabe esta tristeza incomprensible.
652
Verónica Halac
EL NIÑO SABIO
Había una vez un adulto que descubrió a un niño sabio. Quiso saber de donde extraía su sabiduría y decidió convertirse en su sombra.
Fue así como emprendió el viaje. La experiencia duró un largo tiempo. Finalmente el adulto logró descubrir el secreto aunque nunca podría imitarlo... es que él ya no era un niño.
653
Verónica Halac
OJOS BIEN CERRADOS…
Las puertas del Falcon se abrieron y mi vida se apagó.
Gritos, amenazas, y el sudor frío y amargo del miedo me encadenaron a una eterna oscuridad.
Tres muros y una reja, son todo lo que mis manos mugrientas pueden (o quieren) percibir.
Alguna vez pude vivir en el transcurso del tiempo, de la luz. Hoy, solo el penetrante frío de la noche, y el ruido de mi estómago que no renuncia, me dicen que aún estoy vivo.
Pasos que van y vienen; que vienen y se van. Los cuento, los distingo…les temo.
Voces, susurros, gritos… de dolor, de ira, de misericordia y de espanto. Pero no estoy solo, no; las voces rompen el silencio interminable, y llegan hasta aquí, y me acompañan. También los recuerdos: la voz de mi mujer acariciándome, la sonrisa de mi hija, el olor de mi hogar; y el ritmo de una vida, la mía, la que me arrancaron.
Trato de ser libre con los ojos bien cerrados.
654
Rogelio Rodríguez Cáceres.
EL OLVIDO DE LOS HOMBRES
Los dioses, que son hombres inmortales, se dieron cuenta de que carecían de un atributo que les confiriera una existencia perfecta y acabada: el de la autodestrucción. Idearon entonces una muerte constante que paliara su imperfecta eternidad, y el hombre y su especie fueron creados. Infinitas muertes efímeras dentro de una eterna existencia Les completarían. Los primeros seres mortales, conscientes de su destino, murieron prematuramente de desesperación. La compasión de un dios egipcio que era un halcón y un mono y la luna llena calmó su melancolía. Durante un tiempo, Thot convivió entre los hombres, enseñándoles a trazar figuras geométricas que significasen ideas; así fue como los mortales aprendieron a escribir su propia historia, a sentirse dueños de su mundo y a olvidarse del cometido para el que habían sido creados. Sólo entonces conocieron la felicidad.
655
Rogelio Rodríguez Cáceres.
IDEM
La piedra que rodó por una colina de Irán 35000 años antes de Jesucristo y que fue vista por alguien; la que empuja eternamente Sísifo por su montaña antes de que vuelva a caer; las cíclicas reencarnaciones que evitaron la iluminación de Buda hasta que fue Siddartha; la circularidad que representó al tiempo mientras que los hombres no pudieron ascender al cielo; las ruinas de Carnac y de Stonehenge que nos han ocultado sus secretos; la circunferencia que fue metáfora de Dios en la Francia del siglo XII…, son, esencialmente, la misma imagen.
El primer hombre que existió y que fue reflejo de Dios...
656
Maribel Arribas Leal
TROPIEZOS
Creí que todo sería menos complicado, pero cuando en el autobús caíste encima de mí, nunca imaginé ni remotamente lo que iba a sentir en ese accidental encontronazo. Doy gracias al cielo por ese día, y sobre todo por el frenazo que provocó tu tropiezo. No olvido aquel instante, tu huida de la gravedad desplomándose sobre mí, y mis ojos bajo tu aterciopelada nuca. Te levantaste y al hacerlo no pudiste evitar apoyar tus manos en mis pechos.
Entonces tu rostro, entre la confusión y el apuro, cambió del color blanco al rojo en cuestión de segundos. Te miré fijamente a los ojos y descubrí en ellos la fascinación de ser reflejada en aquellas verdes ventanas, que huían consternadas de las mías. Supliqué por otra muestra de la torpeza del conductor y, casi sin darme cuenta, te dirigías a la puerta de salida.
A mí aún me quedaba mucho trayecto y muchas paradas, pero sobre todo muchos frenazos.
657
Maribel Arribas Leal
EN SILENCIO
Érase una vez que te conocí, y presentí el delirio. Presencié tu piel de invierno y tu mirada de otoño, reconociendo así lo que probablemente acababa de engendrar dentro de mí. No me había equivocado. Mi fascinación por ti fue surgiendo como un hilo de agua, poco a poco, hasta que me rebosó y sentí ahogarme. Ni siquiera pedí auxilio, te hablaba sin palabras, pero nunca me escuchaste. La pena iba envolviendo a lo que ya sentía como el mayor de mis desórdenes internos.
Entonces saltó un golpe de amor, tremendo en su estallido y horrible en sus secuelas. Algo malo, pensé. Y no porque me torturase mi sentimiento, sino tu lejanía y el resto de mi vida callándolo. El caso es que érase una vez que te conocí, y me alegré por ello. Seguiré cruzándome contigo y seguiré disimulando, con la sensación de haber robado y con la tranquilidad de no haber dejado pistas.
658
Carmen Leal Vaz
FALTA DE FE
Me llamaste y casi fue un milagro, creo que mi agnosticismo dio un pequeño respiro y por un instante vi a dios en tu voz. Pero me dejaste plantada con mis lágrimas, mi dolor, mi rabia, porqué no mi odio y sobre todo con mi agnosticismo. Si tú no existes dios tampoco.
tranquilidad de no haber dejado pistas.
659
Carmen Leal Vaz
OLVIDOS
Te tenía en el recuerdo, y aún pienso en que estaría pensando cuando me olvidé de ti.
660
Seudónimo: Aleksei Eden
LA AUSENCIA DE LOS OBJETOS.
Al abrir la puerta, volver a casa, comprobó que la mancha de café seguía derramada en el suelo, formando un dibujo pardo que cruzaba las baldosas de la cocina. En todo el tiempo que había estado fuera nada había sucedido; la taza aclarándose en el fregadero, los vasos, los platos, los cubiertos (tenedores, cuchillos, cucharas.) seguían en el mismo lugar, ocupando las mismas posiciones. Fue en aquel momento en el que luego diría que más la había echado de menos, en el que verdaderamente comprobó su ausencia.
Hubiera querido llorar o gritar, vencerse hasta la silla, hundir la cabeza y estirarse los cabellos, como los personajes de teatro. Sin embargo, ahora que ella ya no estaba, aquellos gestos eran inútiles. Durante unos segundos se quedó quieto, callado, en el mismo lugar, ocupando la misma posición.
661
Guillermo Arribas Leal
TÚ Y LO DEMÁS
Estábamos sentados en el mismo restaurante, tú a tres mesas de mí. No demasiado lejos para poder observarte aunque sí lo bastante cerca como para que me sorprendieras. Me fijé en tu forma de llevarte el suculento solomillo a la boca, en lugar de un tenedor parecía que sostuvieras una flor: suave, delicada, exquisita, leve... tus movimientos eran perfectamente armónicos, hasta que llegabas a la boca, la bella y majestuosa entrada, el almacén de los sabores, tus labios teniendo el gusto del primer roce con el solomillo el cual, poco a poco, desaparecía para formar parte de la saliva y ser entonces masticado por esos perfectamente alineados dientes, con sus incisivos, morales, caninos, todos colocados y blancos como el sostén que se dejaba ver a través de tu indiscreta blusa. Tu mano levantaba la servilleta y, al hacerlo, soltaba mariposas. Entonces la dirigías a la comisura de los labios dando pequeños toques a ambos lados como insistiendo en tu fragilidad. Era el momento de levantar la copa: ¿había algo más bello que tus dedos sobre el cristal, la inclinación hacia tu boca, lenta y pausada y tus labios, medio abiertos ya, ansiosos en silencio por el vino que contenía la copa, llegando al fin al estremecimiento al tomar contacto con el líquido manjar?.Bebiste un ínfimo trago y te animaste en una divertida conversación con tu acompañante. Entonces te levantaste hacia el baño, y yo decidí seguirte. Tus pasos decididos, tu forma de contonearte, el pelo acondicionado condicionándome a ser arrastrado hacia ti. Esperaba un encuentro de esos en que te quedas mirando a los ojos, te paralizas, pasan 15 segundos que no sientes, adoras la intensidad que va cobrando fuerza hasta que explota y se besan los labios sin tregua, a gran velocidad pero con exquisita ternura. Esperaba, en el baño, mirándome al espejo, cuando abriste la puerta de WC, y sin que nada pudiese hacer por evitarlo, saliste de ahí sin apenas percatarte de mi presencia. Entonces, desolado, llegué a dos conclusiones:1, la imaginación supera a la realidad y 2, no te había sentado bien la cena.
662
Rubén Domínguez Méndez.
ARABIAN EYES
Agustín Ramos fue un gran comerciante. Entre los años 1263 y 1270 logró prosperidad con una mercancía valiosa; capaz de abastecer cualquier necesidad, vendía esclavos y cautivos por el Mediterráneo.
Todos los puertos esperaban las insignias de sus naves. La antigua Alejandría, el Sidón de los fenicios, Génova, Marsella o Tarragona, acogían sus sarracenos, negros y malditos.
Sin embargo, sus libros de cuentas y anotaciones quedan truncados por una línea a modo de epílogo. En este punto la crítica historiográfica tira sus redes con tres anzuelos. El primero es de corte marxista. Los cambios en el modo de producción hicieron disminuir el beneficio que obtenía con esta actividad. Cansado del sabor de la sal en su piel -y de sus barcos, porque no decirlo-, decidió vanagloriarse de su fama en su Gerona natal. El segundo lo elaboró un sabio húngaro, quien estableció el paralelismo existente entre la crisis de algunos de los puertos citados y el regreso de Marco Polo desde la China. En estas circunstancias, Agustín Ramos no pudo hacer frente a los cambios tecnológicos que se desarrollaron en el campo de la construcción de barcos, por lo que su rastro desapareció devorado por el mismo sistema que le encumbró. Por último, el tercero es el más rechazado por los académicos y estudiosos, pero el preferido por taxistas, encantadores de serpientes y otros maestros del relato oral. Resulta que un día, nuestro protagonista comprendió su error al ver los ojos de una mujer maniatada en uno de sus barcos:"No se debe comerciar con el amor aunque sea posible vivir de él"…
A partir de ahí la historia queda desvirtuada. Nada más se sabe. No obstante, algunos cronistas hablan de extraño naufragio en las costas de Orán, de piernas corriendo por ganar la libertad, de un hombre siguiendo como astrolabio los ojos de una mujer.
663
Rubén Domínguez Méndez.
POR MOTIVOS DE SEGURIDAD
Esta miseria de ciudad no tiene sumideros para la esperanza. Las alcantarillas se mueven a la velocidad de la luz para tragarse toda ilusión. Ahora que la religión de nuestros padres nos separa, sólo nos están dejando unos bancos al lado del muro en los que poder tomar el sol, solos, resolos, caínamente solos en esta maldita ciudad que todo nos lo niega.
Si hubiéramos nacido a mordiscos, si hubiéramos tenido el valor suficiente para hacerlo, ese "Jesse James" de las películas americanas estaría orgulloso de nosotros. Ayer leí el libro de Romeo y Julieta que me regalaste. Me acordé de tus palabras: "mira, estas historias pasaban siglos atrás", pero no fue un consuelo. Con el poco árabe que me enseñaste su dolor me parecía ridículo comparado con el nuestro. Siempre creemos que el dolor de los demás es ridículo.
Qué cobardes estamos siendo, casi tanto como esta ciudad que apenas nos permite hablarnos a la cara. Tenemos unas rodillas de cristal y unos ojos de piedra negra como las que tu hermano lanza al buldózer de mi padre. Qué muertos estamos, yo por lo menos; parece que hubiera nacido hace 69.379.200 segundos y sólo me quedara un último siglo que vivir.
Qué injusta es esta ciudad que no nos deja vernos, que nos ahoga en sus alcantarillas y nos esta reduciendo. Esta maldita ciudad jíbara que nos exhibe como trofeos, como parte de su colección de ciencias naturales (calle x, vitrina 2).
Tal vez sea yo, o lo que piensas tu de mi, pero esta ciudad apesta.
"Israel seguirá construyendo el muro y pondrá todos sus esfuerzos para minimizar el daño que pueda causar en la vida diaria de los palestinos"
Ariel Sharon
664
Teresa Rubira
Alicante
MI TORRE
El sol iluminaba con fuerza los campos y la vieja Torre no se salvaba de sus rayos. La presintió cansada y rota.
Empujó con suavidad la puerta cuyos goznes chirriaron sin demasiada fuerza. En el interior todo era calma. Altos y silenciosos muros. Abrió las ventanas para que pudieran verse mutuamente en esta visita inesperada. La luz penetró sin pedir permiso y ella la imitó. Acercó sus dedos al tosco pasamanos y una mirada infantil le devolvió los mismos desconchados, la cenefa rota... y quizá la intromisión de alguna grieta no invitada. Con los ojos cerrados, subió peldaño a peldaño, respirando, como un rito, guiada por la memoria y el recuerdo. Ningún mueble la esperaba.
Sabor a soledad. Cada pared ajada, le recordaron su propio rostro en las mañanas de espejo y cada habitación vacía, un motivo para notar ausencias. Se preguntó insistente por qué cortan las raíces de una vida cuando apenas crecido el corazón se aferra con fuerza a lo que tiene en el momento. Por qué decidieron arrancarla de aquella tierra suya, en plena adolescencia.
Con parecida mezcla de pena y nostalgia ceñida a su garganta, salió de nuevo a la puerta. Estaba sola y se sentía sola. Ahora, desde un mundo adultos, todo parecía pequeño.
Todo, menos una llama interior, humilde y segura, como la de los candiles que iluminaron viejos miedos. Esa que sobrevivía año tras año, para mantener encendido el enorme cariño que sentía por la Torre. Nada ni nadie, había conseguido apagarla. Bajo sus pies, la misma tierra en la que tantos antepasados dejaron vida y trabajo. Al tocarla, podía sentir, oler, vivir, en una mezcla de sudor y sonrisas que la devolvían a la infancia. Cerrando los ojos , repitió muchas veces: "mi torre, mi torre..."
665
David Peña Pastor
EL TRAIDOR
No se había dado cuenta de que la persona que tenía enfrente llevaba años engañándole. Cuando el puño descargó su furia contra el espejo, su mano comenzó a sangrar y su alma cicatrizó.
666
David Peña Pastor
PROGRESO
Se sintió abrumado al contemplar cómo el fertilizante del progreso había convertido el huerto en el que su familia cultivó tomates durante generaciones, en un enorme edificio en el que se hacinaban las vidas por docenas.
667
Emma Cristina Zamora
Tucumán - Argentina
EL HAMBRE
El hambre vino caminando un día y pidió hospedaje en casa. Nadie dijo nada, la ley de hospitalidad no nos lo permitía. Se instaló en el gallinero y nosotros lo espiábamos por turno (en tiempos tan difíciles no era cuestión de que cualquier ladronzuelo se quedara con lo de uno); parecía gustarle el lugar porque pasaba horas enteras jugando y corriendo tras los pollos. Después, cuando la diversión se acabó, simplemente optó por caminar entre la siembra dándonos consejos que aplicamos con cierta desconfianza. Más tarde, ya sin inhibiciones, familiarizado, se sentó a nuestra mesa. Intentó convencernos de que nos fuéramos con él a probar suerte en otra parte; hablamos, discutimos, gritamos, pero todo quedó igual. Ahora que lo conocemos bien, que comprendimos la profundidad de su mirada y su parca sonrisa, se va. Nadie dice nada. Mi mujer y mis hijos, estáticos, me soplan no sé qué cosas a través de los dientes amarillos, de las fosas nasales y aun de los ojos. Yo mismo bisbiseo frases deshechas o quizás es el aire que vaga por la casa, se cuela por mis costillas y alcanza a sostener la única falange expresiva en actitud de despedida.
668
Emma Cristina Zamora
Tucumán - Argentina
EL RELOJ DESCOMPUESTO
Mi marido y yo nos levantábamos, desde hacía quince años, a las 5.30 hs. puntualmente. Mientras él se duchaba yo le preparaba el desayuno; mientras desayunaba, conversábamos unos minutos, escasos, por cierto, para la jornada larguísima que nos mantenía separados (regresaba a las 22.30). Poco a poco comenzamos a notar que teníamos que apurarnos, que los márgenes de tiempo en los que habitualmente nos movíamos, resultaban breves y un día (y otro y otro más) perdió el subte de las 6.20 y, con él, el bendito "presentismo" con que su empresa premiaba a los empleados de asistencia perfecta. "Tal vez el reloj anda mal", sugerí, pero, ya sea por cansancio o por fastidio o por ambas cosas, pareció no escucharme. Lo cierto es que debimos levantarnos más temprano: primero a las 5.00, luego a las 4.30, poco después a las 4.00 y así, sucesivamente, hasta hace dos días. Llegó a las 22.30, cenó, de inmediato entró a ducharse mientras yo le preparaba el desayuno y aun así llegó tarde a la oficina.
Anoche tomó el reloj, pegó su oído a la parte posterior, lo movió varias veces, lo puso patas arriba, boca abajo, de costado y, finalmente, lo tiró por la ventana, de un solo envión, a la alcantarilla de enfrente.
Dormimos como dos santos y nos despertamos, felices, a las 5.30 hs.
669
Mónica Gutiérrez Sancho.
Zaragoza
PELIRROJA
El mechón se escapaba por su espalda formando unas ondas vertiginosas naranjas. Lo recogió con el resto de su cabello en un moño a la altura de su nuca. Se quitó la ropa y se quedó de pie frente a él, desnuda y blanca con sus delgadas manos entrelazadas a la altura de la cadera, como tratando de cubrir todo su cuerpo, aunque quizá se trataba de un simple gesto. Él observó esa belleza efímera y dura, sólo durante un segundo, sin atreverse a fijar sus pupilas en aquella joven por más tiempo. Le indicó que se cubriera de cintura para abajo. Ella pareció agradecerlo, se cubrió rápidamente, aunque dejó que sus senos blancos siguieran paseando por la habitación con la tranquilidad y descaro de quien lo ha hecho en infinidad de ocasiones, en infinidad de sitios sórdidos y desconocidos.
Él le indicó que se sentara en el suelo de espaldas y se pusiera de nuevo sus gruesas medias negras. Ella lo hizo de manera cuidadosa tanto que resaltaba de manera cruel con los agujeros que éstas tenían en la puntera y la infinidad de remiendos que las recorrían como cicatrices de demasiadas guerras. Le llegaban hasta las rodillas.Medias gruesas y viejas, insuficientes para noches frías y húmedas como esa.
Así permaneció ella sentada en el suelo de espaldas a él, con el torso desnudo y los brazos apoyados sobre sus rodillas, el tiempo suficiente para que el rebelde mechón pelirrojo volviera a liberarse y se paseara de nuevo con descaro por sus hombros.
-- ¿Lo que ha pintado tiene título, señor? - Preguntó ella con unos interrogantes y cansados ojos verdes, mientras terminaba de vestirse.
-- La Toilette -- respondió él, que hasta ese momento no había siquiera pensado si pasaría de ser un simple boceto.
Ella sonrió, como quien está satisfecho de algo y continuó en silencio hasta que llegaron a la puerta de entrada de la casa.
-- ¿Y su nombre, señor, podría decírmelo?
-- Toulousse Lautrec ¿Y el tuyo?
-- Qué importa eso - respondió ella mientras comenzaba a bajar las escaleras para perderse en las calles de París que comenzaban a desperezarse y despertar ansiosas de vida nocturna, sexo, y alcohol, mucho alcohol, y la magia provocada por el 'Hada Verde' de la absenta.
670
María Beatriz Clementi
SALVACIÓN
Con los ojos clavados en la ventana del café, la mirada perdida y los dedos nerviosos jugando con una servilleta de papel, ella se sentó a contemplar la vida.
En el silencio de la tarde buscaba respuestas que no llegaban.
No era feliz y ya no tenía fuerzas para luchar por nada que se refiriera a sí misma.
La personas pasaban con sus caras apuradas y grises. Se chocaban y seguían caminando sin pedirse disculpas. Iban a todos lados y a ninguna parte en un monótono fluir de la existencia, sólo matizada por los colores de los abrigos que exige el invierno.
"Nada tiene sentido", pensaba. "Nada de esto tiene sentido..."
Junto a una vidriera reventando de zapatos, un chico de unos nueve años, descalzo, dejaba chorrear su escurridor en un balde lleno de agua jabonosa, mientras esperaba que el semáforo se pusiera en rojo para reiniciar por enésima vez su tarea de limpiar parabrisas.
Ella pagó el café y salió. Se acercó al niño y le tendió la mano. El le dio una moneda y le regaló una sonrisa porque descubrió que esa mujer tenía toda la pobreza de la tierra.
Los dos se habían salvado, de alguna manera.
671
Diego Alonso
(Valladolid)
LA BAIGNEUSE
Ella fingía no sentirse observada mientras yo permanecía en la bañera, sumergido en agua tibia. Seguía secándose el pelo, interminablemente, con las piernas muy juntas y la espalda ligeramente arqueada. Sus pechos, en un leve balanceo, parecían dulcemente esculpidos en mármol. Perdido en la silueta de su cuerpo, pensaba en lo fácil que era ahora desnudarla.
672
Diego Alonso
(Valladolid)
AUSENCIA
En noches como ésta, tu ausencia lanza piedrecitas contra mi ventana hasta que por fin la dejo pasar. Una vez dentro, se acurruca como un ovillo contra mi pecho y yo la rodeo con mis brazos y aprieto hasta que empieza a dolerme, sus blandas espinas clavándose dulcemente en mi piel.
673
Moriak Núñez Castro.
…Y LLORÉ…
Mi novia me regaló una distinguida flor, pero venía con una pequeñita al lado que no alcanzó a nacer, y…
674
Moriak Núñez Castro.
PARADOJA.
Cuando vio cómo empuñaba el cuchillo para sacar un nuevo trozo de carne de su plato, notó que el mismo que ahora era su amado novio, había sido el que la asesinó en alguna vida pasada.
675
Yuri Larios Rodríguez
COSTUMBRE.
Seis de la mañana, por la ventana entra el sol que con sus brazos luminosos me abraza, aun en la cama estiro mi cuerpo y uno de mis hombros cruje, me estoy oxidando -pienso-, y sonrío. Me voy a duchar, el champú hiere mis ojos, diario me pasa y diario me prometo que mañana los cerrare, limpio el vapor del espejo y este me muestra una imagen que dista mucho de ser yo, ese del espejo tiene ojos rojos, ojeras y el lado derecho de la cara medio caído, hago una mueca, el del espejo también tiene canas sobre las sienes, me asusto y decido ir a vestirme, seis veintisiete, aun tengo buen tiempo, me tiro a la cama mirando el techo por unos minutos, al vestirme como todos los días me pongo la camisa y la corbata antes que el pantalón, uff, que calor!!, después de peinarme -sin mirar el espejo-, me acomodo el saco, ¿dónde está mi portafolios?, seis cuarenta, ¡caramba!, se me hace tarde, seguro lo deje en la oficina, abro la puerta y salgo a un pasillo de alfombra azul, y un muchacho de uniforme rojo y botones dorados me da los buenos días, ¿quién diablos es ese?, antes de poderme responder, una señorita detrás de un mostrador me recibe con un "¿durmió usted bien?", mientras me muestra una sonrisa angelical, además que su cara y cuerpo también son angelicales, esto es el colmo, ¿dónde estoy?, salgo por una puerta de cristal que dice "vuelva pronto", y al salir me tallo fuertemente los ojos por el asombro, encuentro nada mas, pero nada menos que ¡el mar!.
Esto pasa después de veinte años sin vacaciones, siempre se olvidan.
676
Yuri Larios Rodríguez
INSPIRACION
-¿Por qué en los últimos años no ha escrito ?. Pregunto el reportero.
-Solamente se me fue la inspiración. Respondió el escritor.
-¿Se le fue?, así nada mas.
-Si, me imagino que mi inspiración andará paseándose por las calles del centro de la Ciudad de México, siempre y cuando no haya manifestaciones, o estará por los salones del instituto Tecnológico de Colima jugando a las escondidas con mi cuerpo cuando ando por allí, o igual y ahorro, compro su boleto para Europa y tomo su avión a Paris,
y se encuentre bailando con alguna chamaca en el barrio latino, la chamaca puede ser también catalana, portuguesa o de cualquier nacionalidad, siempre y cuando sea muchacha, porque me imagino que mi inspiración no tiene tendencias gays, incluso puede se que esté en la plaza de San Pedro en Roma, que aunque yo soy Ateo, mi inspiración sabe apreciar la belleza, o ¿sabe donde pudiera ser que esté?, en la plaza de la revolución en la Habana, mi inspiración es medio rebelde. En fin, si mi inspiración tiene la oportunidad de ver esta entrevista le pido que regrese, que vuelva al cuerpo de donde se salió sin avisar, porque si algo me gustaba en la vida es inventar historias, crear historias, y compartirlas.
-Muchas gracias por la entrevista.
-Gracias a usted.
En la falta de inspiración, me inspire para escribir.
677
Seudónimo: Aliosha
Santiago, Chile.
ASUNTO DE JÓVENES
Corrían en el mismo parque a la misma hora, cada uno por su lado. Cobraban el cheque de la pensión en el banco principal y en la misma cola, uno adelante y otro atrás. Deportistas, viudos, abuelos y pensionados viviendo en igual ciudad sin conocerse.
Abelardo tenía su hogar a poca distancia de Adelaida, vivía con un hijo divorciado y un perro. Mientras ella tenía en su casa a su hija y tres nietos. Amaban el deporte y la lucha contra la senectud. Ingerían medicamentos con jugos naturales y cenaban comida muy sana.
Un día cualquiera, el mismo por cierto, los dos pensaron sobre el motivo por el cual querían mantenerse más activos y jóvenes. Fue una pena descubrir que no tenían una verdadera razón, porque las siete décadas ya les pasaba la cuenta de una vida.
Decidieron no volver a correr y tampoco a lidiar contra la vejez. Aceptarían sus dolores y esperarían el final de sus días en paz, sentados en un sillón viendo televisión.
Pero en una ocasión, debieron salir de sus hogares y dirigirse al parque. Uno, a pasear al perro para que hiciera sus necesidades y la otra a pillar mariposas (tratar) para que su pequeño nieto dejara de llorar.
Fue entonces, que por causa de un nieto y un perro, Adelaida y Abelardo se conocieron. Ambos se miraron, ambos se encontraron viejos, pero de dulce mirada y ambos se dijeron lo primero que les vino a la mente: "¡Qué lindo el perrito!" "¡Qué bello el niño!".
Desde ese día, cada tarde, los ancianos se ofrecieron para esas tareas en sus respectivos hogares. Abelardo para sacar a pasear al perro y Adelaida para cazar lo que fuera con cualquiera de los nietos. En un inicio se veían y sonreían. A la semana, se decían "Buenas tardes" y opinaban del clima. Al mes se saludaban de beso y conversaban. A los tres meses se casaban en la iglesia de la ciudad y vivían en la casa de Abelardo.
Volvieron a correr y a tomar jugos naturales, se olvidaron de pasar el resto de sus vidas en un sillón y combatieron otra vez la ingrata senectud.
Ahora se les ve juntos, no sólo en el parque entre trote y trote, sino que en su nido de amor, entre amigos y familia… rejuveneciendo.
678
Elizabeth Ortiz
ITINERARIO DE UNA GENERACIÓN
De niño, frente a su cama colgaba el Sagrado Corazón; a los quince, Los Beatles; a los dieciocho, el Che Guevara; a los cuarenta....un gran espacio en blanco.
679
Elizabeth Ortiz
eliortizpizarro@yahoo.com
MISIÓN CUMPLIDA
Antes de morir, sonrieron. Habían cumplido con su deber para con el mundo. Él, jamás saboreó una lágrima; ella, nunca conoció el orgasmo.
680
"Armot"
LA VENUS SENTADA EN EL ESTUDIO
La Venus aguarda paciente, sentada entre sábanas que cubren el taburete donde se halla, con su cuerpo desnudo, de espalda flagelada, resignando sus dolores al olvido, hasta que Tamara, la artista, comienza a plasmar en el lienzo, aquella figura perfecta, de piel suave y blanca, de rostro pasmado por el castigo. Ella se pierde entre la blancura del estudio que la envuelve, al tiempo que Tamara traza grosores, manchones coloridos y finos delineamientos, al son de un canto interno, de felicidad, de la complacencia de observar ese rostro tan hermoso y atormentado. Ella le sonríe, mas la Venus desprecia su atención.
Sus ojos se fundieron con la mirada de aquella mujer de profundos luceros verdes. Le parecía tan enigmática y atractiva que, en la conversación, se desprendió de sus palabras. Fue una calurosa tarde de febrero, en el café más pintoresco de la ciudad, aquella de bancas negras desplegadas por todo el ancho de la vereda, dejando una brecha por donde proseguía el paseo peatonal. La Venus y Tamara se encuentran por primera vez. Se les antojó un helado de crema bañada en salsa de frambuesa. Dos copas llegaron a la mesa. Mientras se agasajaban con aquella delicia, se miraban y analizaban. La artista no puede eludir aquellos labios gruesos, furiosos y apasionados. La ve sonreír y se deja cautivar. Venus, en cambio, se deleita con aquellos ojos que iluminaban su rostro. Ambas supieron entonces que había trato.
La lluvia arreciaba aquel atardecer de invierno. Un humeante café era lo más reconfortante que tenía. La Venus se escondía tras un grueso chaleco marrón, ocultando también su cuello y parte del rostro. Leía el correo electrónico en la universidad. En aquella lista, una tal "Tamara Santos, artista pictórica". ¿Quién era? La invitaba a participar en un cuadro como modelo. La paga ofrecida le venía bien. Eso si: Advertía que muchas veces era superada por sus ímpetus, y que cada modelo le producía sensaciones particulares, respondiendo a ellas, también de manera particular. "Nos vemos los primeros días de febrero. ¿Estás interesada?" "Sí", respondió la Venus, confirmando su presencia en algún café de la ciudad.
681
"Armot"
¿QUÉ LE SUCEDE A EGIDIO?
¿Qué le sucede a Egidio? Hace días que duerme en ese sillón de respaldo verde, aquel que interrumpe una buena conversación de almuerzo y que se deja ver desde la calle. Duerme como un niño embelesado en sus sueños, en el disfrute conciente del seguir durmiendo. Pero ni un gesto ni movimiento: Yace como un recuerdo de quien fue, tan abstraído en el mundo sin tiempo que las visitas de su familia y de sus amigos no son problemas para proseguir dejado a los aires de Morfeo. Sus más queridos se preocupan. ¿Qué sucede con él? El médico no tuvo más que atenderlo en ese plano ido, sin poder despertarlo ni poder recetar un buen diagnóstico. La gente se paseaba en las afueras de la casa y ni las cortinas de raso fueron obstáculos para inmiscuirse en el extraño devenir de Egidio. Tan pronto como la noticia se esparció, los periódicos respondieron al interés ciudadano, llenando columnas con entrevistas a testigos, comentarios de sicólogos y transcripciones de artículos especializados, pero ni los consejos de los periódicos pudieron traerlo de vuelta. Una, dos y tres semanas también, y el único que no se veía preocupado era su mejor amigo, Alonso. Sostenía que Egidio aguardaba el momento propicio para despertar. "No está dormido, solo espera". ¿Esperar qué? ¿Que su cuerpo se tullera por la falta de ejercicio, tal vez?
Al completar el mes, su figura era causa de devoción por quienes lo creían vagando en la dimensión de los muertos. Era un santito urbano que superó los linderos de la ciudad y llegaban cuantiosas procesiones en busca de algún milagro, regalándole velas que pronto adornaban el muro exterior de la casa. Y aunque Doña Céspedes, la madre, se empecinó por ahuyentar a los curiosos, nada pudo hacer por evitar la visita de Marcia, un amor perdido de su hijo y que regresaba desde Otavalo, Ecuador, tras larga ausencia. Inevitable fue una detención en la casa de Egidio, donde se enteró del mal que padecía. En una rápida inspección visual, descubriéndolo ido, se acercó para besarle las pálidas mejillas en un deseo de pronta mejoría. Mas en el preciso momento -vital instante- del beso cálido, Egidio selló su mirada con la de Marcia.
-¿Ven? Solo esperaba el momento.
682
Seudónimo: Calvin Boyd
SOLO SOY UN PERRO
Me levanto muy a las 7:30 AM con la esperanza de que mis amos me lleven a dar una vuelta por el parque. Hay cosas que no puedo hacer allí. Me dirijo hasta su habitación. Aún duermen y los comprendo, fue una noche larga de escritura. Mejor espero otro rato.
Son algo así como las 12:00 M y uno de mis amos se ha ido para yo no sé donde. Me imagino que era importante pues no se percató de que yo le estaba pidiendo algo de atención, por otra parte mi otro amo se encuentra tomando un ligero desayuno. Aun no se ha bañado, mejor espero un rato a que se arregle y así pueda llevarme al parque, a deshacerme de todo esto que tengo en la vejiga.
Como!, ya son las 2:30 PM y aquel tipo no me ha puesto atención. Voy y lamo su mano para que se de cuenta de lo que quiero, pero solo me regaña y me pide que me vaya. No entiendo es bastante simple lo que quiero. Deseo ir al baño.
Son las 4:30 PM y mi otro amo ha salido también. No me explico que ocurre, ¿que acaso no saben que estoy esperando salir desde hace tiempo?. Tal vez fueron a la esquina por algo y ya volverán para darme mi paseo. Igual, ¿quien soy yo para decirle a que horas debo salir o no al baño? Soy solo un perro y aquellos son mis amos. Ellos me han dado todo lo que tengo, no me puedo quejar. Me asomo por la ventana a ver si logro ver a alguno de ellos, pero en cambio veo muchos perros afuera con sus amos. Están felices. Vuelvo a la puerta y me recuesto. Seguro que no deben tardar.
Son las 6:30 PM. Mi vejiga me comienza a doler intensamente. Pero sé que en cualquier momento aparecerán mis amados amos. El dolor es peor cada vez, mejor me recuesto de nuevo. Vaya… que silencio… ¿que es esa luz? Tal vez uno de mis amos… seguro que es alguno…
Ahora me encuentro en un lugar donde puedo ir al baño cuando quiera, la comida crece de la nada cada que siento hambre, y juego con miles de niños muy agradables. Lo único que me duele es no haber podido encontrar a mis dueños todavía.
683
Seudónimo: Calvin Boyd
NO TENGO TIEMPO
Soy Calvin y estoy a merced del tiempo. Siempre voy más atrás que todos. Yo prefiero disponer un poco para un cigarrillo, una copa, un último polvo. Pero el tiempo y yo no congeniamos en nada. Él siempre con su "tic tac" y yo con mi "glup glup".
Ella es Dulcemarzo, un nombre no apropiado para describirla. Con su cabello negro, su sonrisa de oreja a oreja, su cuerpo y sus labios siempre provocativos.
Siempre piensa que el tiempo es su amigo, así no lo sea. Le fascinan las flores blancas con aromas a lavanda y almizcle, con tiernas espinas que hagan brotar su sangre roja y tibia. He llegado a pensar que esto le excita.
Ella es como un volcán a punto de hacer erupción, pero jamás la he visto conseguirlo; aunque me gustaría experimentarlo Es un volcán que espera el momento propicio para la erupción más certera y devastadora, pero yo no tengo tiempo para esperarla. El tiempo con su "tic tac" y yo con mi "glup glup". Tal vez sea demasiado viejo, o crea estarlo. Tal vez ella no desea desperdiciar su primera erupción conmigo. "Tic tac".
Trato de persuadirla, pero no logro convencerla. Ella es calculadora y obsesiva. Quiere que todo sea perfecto, pero pienso que jamás lo será. "Tic tac". Ella me seduce con su cuerpo, con sus labios, con su linda sonrisa; pero no consigo que haga erupción. "Tic tac". Le digo una y otra vez: "Nena no tenemos tiempo" pero ella me reprocha que sí lo hay. Me da un beso en los labios, introduce su lengua en mi boca y juguetea un rato mientras yo la tomo por el trasero. "Tic tac".
La llevo al sofá que tengo en la salita de estar, la recuesto mientras tomo uno de sus senos entre mis grandes y masculinas manos. "Tic tac". Ella se contorsiona, gime y pide: "¡más!". Bajo lentamente hacia su pantalón y la tomo de nuevo por el trasero. ¡Es pura gloria! "Tic tac", "tic tac".
Ella me besa con pasión y acaricia mi larga cabellera con sus manitas de dama. Sigo bajando con audacia por su pantalón y suelto el botón de plata cromada. Ella me dice basta, pero yo quiero continuar. "Tic tac". Le pregunto qué pasa. Ella simplemente me contesta con otra pregunta: "¡¿Por qué quieres follar tan rápido?!". Maldigo y la suelto. Miro por la ventana de la salita de estar; el cielo completamente despejado y la luna, amarilla de cansancio, coronaba la que pudo ser mi noche. Vuelvo a mirar el reloj de pared. "Tic tac". Once menos cuarto. Momento de regresarla a casa. "Tic tac". "¡Maldita sea!, nunca tengo tiempo".
684
Paula Sanz
PREPARACIÓN
Hacía una semana que no probaban la carne. Las criadas habían acometido una limpieza exhaustiva, como cuando llegaba la primavera. Los ríos de agua sucia no dejaban de correr escaleras abajo. De París habían llegado una colección de pañuelos bordados: uno por cada miembro de la familia. Las flores aguardaban en la floristería a que fueran a recogerlas, el cura había cumplido después de una generosa propina y los enterradores sólo esperaban el final.
La que iba a ser viuda había entrado primero. El traje recién traído del modista hacía fru fru cuando andaba. Luego hicieron pasar a las hijas. Vestidas de negro también, parecían todas iguales. Al único nieto le había puesto unos pantalones cortos que dejaban ver sus piernas llenas de arañazos. La corbata anudada a su cuello le asfixiaba. Le dijeron: entra, despídete de tu abuelo.
Estaba tendido en la cama. A pesar del incienso podía distinguir su olor a rancio. Ven, hijo, siéntate en la cama. Su voz sonaba muy vieja. Hizo como le pedía. Manoseaba sus manos nervioso.
-¿Vas a morirte, abuelo?
Tosió tres veces entre sus manos. Escondió la flema roja para que no la viese su nieto y contestó:
-Sí, hijo. Tú también.
685
Paula Sanz
ALTRUISMO
Conocíamos de sobra su espíritu altruista.
Ya de pequeña, que su madre decidiera ponerse el abrigo de pieles en noche vieja suponía que el resto de la familia nos íbamos a quedar sin probar las uvas. Gustaba además de soliviantar a todos los primos contra la tiranía de la sociedad representada, en este caso, por los padres (problema que ellos solucionaban a base de guantazos) y fueron también numerosas sus campañas pro salvación del pavo.
Sin duda, de su paso por la universidad lo único que aprendió fue la capacidad de transformar su espíritu revolucionario en hechos concretos. Así, no era difícil verla en la televisión a la cabeza de cualquier manifestación, pintada con los colores más imposibles y defendiendo las causas más absurdas.
Y nosotros, qué remedio, aprendimos a aceptar los que considerábamos meras excentricidades producto de la juventud y de una educación demasiado permisiva.
Pero lo que, bajo ningún concepto podremos aceptar y mucho menos perdonar es que, debido al capricho temporal de querer afiliarse a PSDJ (partido de salvación de enanitos de jardín) haya abandonado después de tantos años de servicio al pobre "mudito" en el bosque.
686
Ernesto Ortega
Madrid
SUEÑOS DE TIZA
Aquel curso de 2º de la ESO curso estaba llegando a su fin. El verano intentaba interrumpir la clase colándose por las ventanas del aula, cuando Nicolas, el profesor de lengua, les hizo la pregunta. Unos segundos de silencio, de indecisión, y comenzó el bullicio. Manos apuntando al cielo de la clase, gritos entusiasmados por destacar entre los demás, ritmos africanos saliendo de los pupitres... hasta que el profesor puso orden. Una vez se hubieron calmado, fue haciéndoles la pregunta uno por uno y llenando la pizarra de palabras en tres dimensiones y rayas de tiza. Después de cada una había aplausos y abucheos compitiendo entre sí. Cuando alguna respuesta se repetía, el profesor añadía, al lado de la palabra, otra raya vertical y, al llegar a cinco respuestas idénticas, trazaba una línea horizontal sobre las cuatro anteriores. Salieron dos astronautas, una ministra del gobierno, cuatro corredores de Fórmula 1, dos bailarinas, un inspector de policía, una modelo, cinco futbolistas de otra galaxia, dos cirujanos plásticos, dos presentadoras de televisión, un guitarrista de rock y un presidente del Banco de España. En total: veintidós rayas de tiza en la pizarra.
Cuando sonó el timbre que indicaba el cambio de asignatura, Nicolás, el profesor de lengua, abandonó el aula y los veintidós alumnos comenzaron a hablar todos a la vez. La profesora de matemáticas no tardó en llegar. Pidió silencio, pero nadie se callaba. Sólo cuando cogió el borrador y, como si se tratase de una brocha, empezó a pasarlo por la pizarra, las voces se fueron apagando. Mientras las rayas y las palabras desaparecían el silencio se iba haciendo con el mando de la clase, hasta que sobre el encerado no quedó ni rastro de tiza. Entonces, los alumnos de 2º C sacaron sus libros de matemáticas y continuaron por la lección doce.
687
Ernesto Ortega
Madrid
PIEL DE MANZANA
No sabía cómo había llegado hasta ella. Debía de haber cruzado toda la pista de baile, abriéndome camino entre un bosque de cuerpos sudorosos que se movían al ritmo de la música, y ahora la tenía enfrente sin saber qué decir.
Llevaba una camiseta de tirantes y una manzana roja tatuada en el hombro izquierdo que hacía juego con unos labios. Señalé el tatuaje y simplemente dije: "Es mi fruta preferida". Se rio. Me contó que en algún lugar crecía un árbol cuyas manzanas eran mágicas y que los hombres que las probaban quedaban enamorados para siempre de la mujer que se las ofrecía. Me reí. Nos acercamos a la barra para charlar. Al rato, nos dimos cuenta de que, sin habernos dado cuenta, habíamos comenzado a besarnos, y salimos a la calle a bailar en un jardín de farolas. Al día siguiente, cuando se despertó, me sorprendió mirándola. Sonrió y se giró para continuar durmiendo, dejando el hombro izquierdo al descubierto. El perfil de la manzana se veía interrumpido por tres pequeñas curvas, como si alguien, al amparo de la oscuridad, se hubiese refrescado con su sabor. Podría jurar que la noche anterior estaba intacta, pero ella me convenció de que el tatuaje ya tenía ese mordisco. No sé si creerla, sólo sé que, desde entonces, todos los días le preparo el desayuno.
688
Seudónimo "Nalda",
Valladolid
¡OH, NO!
Había subido los escalones hasta el segundo rellano, no sin cierta dificultad. Cargada con tantas bolsas como pudo, ya empezaba a notar las marcas de las cintas de plástico en sus dedos...
Apoyó la carga de manzanas, naranjas, la leche de soja y el pan de semillas, que tanto le gustaba, junto a la puerta del apartamento 14-N, realizando una verdadera maniobra de equilibrios y contra pesos.
Todavía con las mejillas coloradas y las manos entumecidas por el frío, metió la mano en el bolsillo izquierdo de su abrigo de lana de forma automática. Sopesando cada uno de los rincones de la tela, ya con bolitas del uso, confirmó que tan sólo quedaban algunas monedas y su teléfono móvil. Tras comprobar el lado derecho, enrabietada pegó un puntapié que derribó la inestable pirámide de frutas. ¡Cómo pudo olvidar las llaves!
689
Seudónimo: Pelanas
ESCALERA DE COLORES
Desde arriba hasta abajo. Una sonrisa tras otra. Todas diferentes, pero todas divinas... Arriba del todo, una sonrisa blanca, pequeña, pero inmensa. Debajo, una sonrisa inocente, calmada, azul clarito como el cielo. Bajando, entre unos bonitos rasgos, un tímido e intenso esbozo de sonrisa. Verde… Amarillo, el sol, una gran luz ilumina el siguiente escalón. Radiante y llena de fuego. Abajo del todo, un estallido de color. Una niña, un rojo chillón. Una mirada y una sonrisa que emana felicidad. Soy yo, ¡brillante!
Esa foto espontánea que nos hicimos aquel día todas juntas, formando esa escalera de colores, sin augurar nada del destino que nos esperaba...
Cierro los ojos y sueño con elevarme hasta el cielo. Subiendo desde el último escalón. Pero los abro y estoy aquí. Una mujer madura pisando una tierra ocre y triste. Soy yo, sin brillo…
690
Seudónimo: Pelanas
LAS ILUSIONES DE AGUSTÍN
"Uno, dos, tres"… Vaya, la niña de rojo ha vuelto a tropezar. Parece muy divertido. Ahora le toca a la otra niña. Debe ser mayor, por eso dura más rato saltando. "…Diez, once, ¡doce!". Deben ser algo bueno, porque la señora de al lado le ha dado un gran beso. No sé si será su mamá. Es que hay otra señora que se parece mucho y también le ha dado un beso antes. A lo mejor una de ellas es su mamá y la otra es su abuela. Claro, eso debe ser, como yo. Yo tengo una mamá y una abuela. Hoy vine al parque con mi abuela, pero otras veces me trae mi mamá. Ah, y algunos sábados vengo con las dos. Y me dan muchos besos. Sobre todo, cuando bajo por el tobogán o cuando subo en el balancín…Seguro que lo hago genial. Me encanta venir al parque, me lo paso tan bien. "¿Te gusta el saltador?". Claro que me gusta, abuela. "Mañana te compro uno". Qué suerte, mañana tendré uno como el de las niñas. Y cuando juegue en casa con mi abuelita no voy a parar de saltar.
- Míralo, mi niño, cómo se ríe.
- ¿Qué le pasa?.
- No puede caminar, ni hablar. Pero lo entiende todo.
- ¿Cómo se llama?
- Agustín.
- ¡Qué ojos más preciosos tienes, Agustín! ¡Qué agradecido! No deja de sonreir y de mirar a todos los niños.
- Sí, le hace mucha ilusión venir al parque.
691
Seudónimo : ¡Mi mujer está muerta, estoy libre !
Chile
EL VIAJE ESENCIAL
Sea en la tierra de las mujeres de aire mediterráneo o en la cual la gastronomía cuenta con un abanico de papas mayor que los posibles colores de la piel humana o en esas costas donde pareciera que el agua siempre hirviera y estuviera lista para cebar sea en esos lugares venerados por los álbumes fotográficos pues gracias a ellos están llenos y los vacíos listos para llenar sea sí sea para los hombres de esos sitios una misma definición de la palabra destino la que ellos profesan y esa sería punto de llegada o para unos pocos el encadenamiento de sucesos que terminan por la fatalidad sea este viaje más que eso y el destino del día considerado un mero escalafón sea ¡hombre! poner de lado ese templucho del conocimiento y trasladar nuestra atención a lo que después acaecerá sea el billete en el bolsillo y la mano sudada y el pie en el pedal sea justificado el acto de dejar sin candado la bicicleta y correr al supermercado con la lengua ávida a sopaipillas pasadas y sea permitido molestar a los empleados y preguntarles dónde está la harina que la chancaca ya la encontré igual que los polvos royal y el zapallo espera en casa y sea mirar desesperado cuando la cajera pregunta si voy a llevar este Kilo de harina pues no queda más que responder Sea.
692
Marianne Díaz Hernández
PESADILLA
Había dejado de temer a mis pesadillas. Incluso habían dejado de importarme. Era igual tener un buen o un mal sueño, al punto que ya no los recordaba al despertar, al día siguiente, aunque podía saber con certeza, por la jaqueca, que había tenido pesadillas.
Pero aquella noche era distinto. Dormida, tuve la certeza de que aquella pesadilla debia detenerse. De que debía cambiarla a tiempo, o se volvería irremisiblemente realidad. Sentí algo muy cercano al pánico, e intenté con todas mis fuerzas entrar en control de cuanto ocurría en mi pesadilla. Recordé un libro leído al azar, donde recomendaban tratar de familiarizarse con algún objeto en el sueño, y traté de ver mis manos. Tal como narraba el libro, me dieron la clara sensación de que aquello era sólo un sueño, no obstante no dejaba de ser una pesadilla, aterradora pesadilla de la que tenía que salir.
Me esforcé por traer a mi sueño cosas que no pudieran pertenecer a la realidad, cualquier cosa que evitara que aquella historia se trasladara a mi vida verdadera. Lo fui llenando lo más rápidamente que me fue posible, de quiméricas creaciones al peor estilo Disney, hasta que habiéndome convencido de que el problema estaba resuelto, decidí despertar. Abrí los ojos, respiré profundo, y comprobé que estaba en mi habitación, desordenada y sucia, como siempre, lo cual me tranquilizó sobremanera. Habiendo despertado por completo, por primera vez en semanas, podía recordar nítidamente mi pesadilla, la peor que hubiese tenido, aquella donde todos mis deseos se habían realizado a completa cabalidad, perfectamente como yo los había deseado.
693
Silvina Kaspin
DE CÓMO NACIÓ EL HOMBRE DE LA BOLSA
"Sin resistencia murió y mató a sus hermanos".
La clave que daba sentido a la mirada fría del viejo Ruckalsky había aparecido en forma de necrológica en el diario pueblerino de General Roca, el 30 de marzo de 1920.
- ¡¡¡Que sea la última vez!!! - gritaba el viejo cuando nos instalábamos en el frente de su casa. Lo conocíamos como el "Hombre de la Bolsa". Solitario y pendenciero disfrutaba del terror que provocaba en todos los chicos.
Gracias a las pretensiones de archivista que escondía mi abuelo, treinta años después entiendo el secreto de su rostro.
Salomón -el mayor de tres hermanos- presenció la muerte de su padre a los once años, cuando apenas había comenzado a cambiar el alfabeto ruso por los modismos del español. Samuel -de seis años- le exigía respuestas que él no podía dar mientras su madre intentaba amamantar a un bebé recién nacido. Día a día la mujer parecía más distante. Ya no se ocupaba de protegerlos, más tarde dejó de hablar.
Una noche Salomón -que todavía conservaba calor en las pupilas- descubrió cómo se puede ahogar a un hijo sin cambiar la expresión de la cara. La crónica policial sentenciaba locura.
"Sin resistencia el menor de los Ruckalsky murió en brazos de su madre", aseguró el periodista de la época. Faltaba agregar que también mató a su hermanos, uno de ellos reciclado años más tarde en los ojos del "Hombre de la Bolsa" que acechó los años de mi infancia.
694
Carlos López Ortega
Valladolid
QUIERO
Quiero no pensar en ese día que viene después, ahora solo quiero mirarte a los ojos y que me des la mano para que vivamos en este segundo, solo es un instante, pero detente, mira lo que nos rodea, todo es felicidad y amor, yo no necesito más…
Mañana nuestras vidas vuelven a cambiar y es algo contra lo que nadie puede luchar crecemos y evolucionamos hacia un destino que desconocemos.
Me sentía seguro, agarrado a nuestro amor sin dejar que ninguna ola naufrague mi sueño, pero ahora me siento incierto y creo que al bajarme de tu sonrisa me estoy ahogando. Se que son miedos, idiotas e inútiles pero ahí están, perdóname. Eres y serás mi sueño, mi gran amor al que siempre voy a prometer que mi corazón será tuyo, tú me has prometido lo mismo, y me has dicho que no romperás esa promesa. Serán cosas sin importancia, de adolescente, pero sé que eres lo que necesito en este momento de mi vida. Simplemente te quiero, es algo sencillo decirlo pero antes de pronunciar esas dos palabras por mi mente han recorrido imágenes… el primer ramo de rosas que te regale, nuestro primer beso, nuestro primer despertar juntos, tus ojos tornándose en el amanecer y tu voz susurrándome que estas enamorada de mí.
Adoro ser parte de tu vida y que mi amor hacia ti sea puro y sincero, como la gota de lluvia que preludia el roció. Te quiero y quiero estar junto a ti, siendo tu apoyo y el chico que te va a escuchar, una confianza ciega que podrás recordar. Quiero que el mañana solo signifique algo si tú ahí estas. Quiero que de tu boca desaparezca el adiós y quiero que no nos separe nada para dirigirnos juntos hacia ese incierto destino. Te quiero.
695
Seudonimo: Juan Horacio
LA GLORIA PARAFRASEA
Nada dice mejor adiós que una bala.
Raymond Chandler
Horacio se acomodó en la silla de hierro del patio del bar, sacó un cigarrillo y sentenció, con una mirada hacia la barra para pedir dos imperiales fríos, que la sesión después del concierto quedaba raudamente inaugurada. Juan encontró en el bolsillo de su campera un paquete de cigarrillos y prendió uno con un encendedor que ya tenía en la mano. Acercó el fuego al cigarrillo de Horacio y éste le sopló la llama en una actitud un poco festiva y otro poco reaccionaria, como si una estrategia rápida de defensa hubiera intercedido ante el gesto amable de su amigo.
Con la cerveza fría en la mesa y un platito de ingredientes, Juan miraba a su alrededor como un búho. Subió la vista por una de las columnas del patio abierto y divisó el fogonazo de un relámpago. Bajó la vista para alertar a su compañero de la probable lluvia y se detuvo frente al estallido de un fósforo, impresión que le produjo la sensación casi fascinante de una extrapolación entre las circunstancias de la atmósfera y las de la mesa en la que acomodaban circularmente él, su compañero, y una silla vacía en la que descansaba su trompeta. Horacio había desenfundado del bolsillo una cajita de cuarenta fósforos y había encendido uno. Las hebras del tabaco habían ardido con rapidez y habían dibujado en las pupilas de Juan unas estelas blancas parecidas al estallido de un relámpago entre nubarrones de tormenta.
Juan tocaba tranquilamente el último número del repertorio y Horacio lo miró a través del agujero en la sordina, se llevó el accesorio a la boca y pasó un cigarrillo a lo largo para sostenerlo entre los labios. Después de encenderlo sacó la sordina con la mano derecha en un movimiento que concluyó en la boca de la trompeta, ubicación que se tornó definitiva después de un empujón suave con el dedo índice. Con la izquierda amartilló el revólver bajo la mesa y con un cambio de mano apuntó hacia la trompeta, colocó la punta dentro de la sordina y disparó. El estallido del revólver se confundió inevitablemente con el sonido metálico de la última nota de la frase de Juan.
696
Seudónimo: Kamasero
UN ESCRITOR
Colgó el teléfono. Miró al espejo y se rascó la barba. Se vio sucio y le apetecía una ducha, pero prefirió esperar a tomarla después de su desayuno.
Hacia pocos minutos que había despertado y tenía ganas de continuar su bosquejo. Se sentó a la mesa - había papeles por todos lados -, tomó su Parker y encendió un cigarrillo. De nuevo observó los retratos vacíos que lo acompañaban y sintió miedo. Mordió su Parker y escribió:
"Siempre pasa. A unos menos, a otros más."
Afuera era invierno y en el viejo hotel el otoño era perpetuo. Él, la mesa, el papel, la Parker, todo era gris; como aquella noche donde encontró el significado de una mirada que le dirigieron.
Aquel vistazo lleno de belleza y agonía lo inspiró.
Remarcó el punto seguido y por fin escribió:
"A veces… llega el momento de comprender algo después de mucho tiempo, y a pesar de ello no saber cómo continuar."
Soltó la Parker y en ese preciso momento golpearon a la puerta.
- Si?
- Señor, su ginebra.
697
José Gregorio Bello Porras
PEDRO Y EL LOBO
Pedro anunciaba que venía el lobo. Por ignorancia más que por broma. Nadie le creyó desde el principio. Eso no le causó la más mínima molestia, por el contrario, cuando de veras llego la noche de luna llena, disfrutó mucho atacando incrédulos, transformado en bestia.
698
José Gregorio Bello Porras
OJOS DEL CORAZÓN
Vio a su victimario con los ojos del corazón: dos heridas limpias, simétricas y almendradas hechas por el puñal agresor.
699
Lautaro Ramos
Chile
SOBRE NÚMEROS Y NUMEROLOGÍA
No juegues con el dos , me dice la vieja lectora de cartas , tarotista se hace llamar , ¿por qué ? le interrogo con inquietud , qué sabe ella del dos , como si fuese pecado , si gracias al dos , el sistema binario puedo escribir en este computador y contar esta historia.
El dos es la reunión , la síntesis de la vida , me repite una y otra vez , no la escucho , no quiero ser mal agorero , me entra un cosquilleo como de temor , pero ella insiste , me recalca que tengo esa infantil virtud de ver ángeles donde pueden existir demonios . Otra vez la dualidad .
- Tu dos es romanticismo , entusiasmo , ahí está el peligro de tu juego - me fastidia la mujer .
Bromeo , hablo sobre las bondades de caminar entre dos senderos.
Pero , la vieja me sonríe maliciosamente y me descubre en el juego de los corazones .Me susurra que sabe que mi juego es el dos , dos amores , aunque para mí uno es desamor , es lo mismo , otra dicotómica dualidad .
El tres , en cambio es la expansión , es un número divino , ama lo excitante , lo desconocido- ahora la mujer se mueve , viene a mí , siento su rancio olor a ropa sucia , me sonríe enigmáticamente .
Y yo me dejo acariciar , entiendo el mensaje de la tarotista , me dejo acariciar , porqué ¿qué otra cosa puedo hacer , sabiendo que ella sabe que tengo un amorío ?
700
Felipe Eduardo Grucci Rodríguez
EL DOLOR
Fue durante su rutinaria caminata hacia el boliche, que sintió por primera vez el dolor tipo puntada, no muy fuerte, debajo de las costillas derechas. Siguió caminado a ver si se le iba, pero no. Enseguida le empezó a trabajar la cabeza. Recordó que había días que se sentía algo desganado y que no tenía el mismo apetito de siempre. También que hacía años que no se hacía un chequeo.
Miró hacia arriba, hacia las hojas amarillentas de los árboles que bordeaban el camino. Le gustó esa visión inesperada, siempre caminaba mirando hacia abajo. Siguió contemplando el paisaje y pensando. Dio la vuelta y se encaminó hacia su casa. Cuando entró, su señora lo miró, extrañada. Esa mañana no sólo la ayudó a cocinar sino que hasta le pasó el brazo por los hombros y le dio un beso. El dolor había pasado, pero al mediodía, durante el almuerzo, volvió y algo más fuerte. No dijo nada y se lo aguantó hasta que aflojó un poco. Durante la siesta se mostró muy cariñoso con su mujer, tanto que hasta tuvieron relaciones, insólitas para esa hora del día.-
Caía la noche cuando se decidió a agarrar el teléfono y discó un número. - Hola ¿Pablo? Si, soy tu padre - Bueno, no es para tanto, a veces me acuerdo. Si estamos bien ¿Y Uds.? ¿Cómo está mi nieto? ¿Si? Quisiera verlo... ¿Por qué no lo traen esta semana? Bueno, cuando puedas, pero mirá que tengo muchas ganas de verlo...
Luego llamó al mecánico para que viniera de una vez por todas a arreglar el auto. Tenía unos ahorros jubilatorios y podía afrontar el gasto. Aprovechando el otoño se irían a pasear al campo. Pero esa noche el dolor se hizo insoportable y tuvieron que llamar a la Emergencia.
A media mañana ya lo habían operado de un cálculo en la vesícula sin ninguna otra complicación. Tuvo una convalescencia rápida y apenas volvió a su casa llamó al mecánico que esperara un poco. Luego se fue al boliche y pagó una vuelta a todos para celebrar.
Cuando volvió borracho, su señora se tranquilizó. Volvía a ser el de siempre.-
701
Felipe Eduardo Grucci Rodríguez
EL TERROR
Leyó despacio la última página y se quedó pensando. Afuera llovía intensamente. Estaba solo y comenzaba a anochecer. Todo se prestaba para darle clima a la novela de terror que acababa de terminar. Y se preguntó el porqué de un terror tan complicado, con tantas recetas clásicas tan repetidas a lo largo de cientos de películas y novelas del género. El sabía que existe un terror cotidiano, simple, escondido o adormecido debajo de los sucesos y objetos más comunes, los que nunca podríamos imaginar que pudieran transformarse de repente para espantarnos. Es sólo cuestión de ponerse a pensar cuán riesgosa es la vida, cuántos peligros nos acechan desde el nacimiento mismo, cuánto hay de milagro en el hecho de que estemos vivos y con salud. Espantosas enfermedades, terribles agresiones físicas, invalidantes traumas psíquicos que no nos ocurren a nosotros pero que a veces pasan cerca: a un vecino, a un familiar, a un amigo. Deseó estar acompañado para comentar con alguien esos pensamientos. Sacudió la cabeza, fue hacia el baño y se mojó la cara. Luego abrió la heladera y se sirvió un vaso de leche. No había terminado de tragar el primer sorbo cuando le vino un acceso de tos, involuntario y terriblemente inoportuno. Y en su maravilloso organismo algo falló. La tos perturbó el mecanismo de cierre de un conducto y el líquido entró donde no debía. Sin pensar, sin calcular, automáticamente siguió tosiendo para tratar de expulsar la leche. Y con cada contracción de la tos, fue aumentando la asfixia. Intentó aspirar algo de aire y sólo consiguió exhalar un ronco quejido. Entonces, se dio cuenta de la situación y lo invadió el terror, no el de las novelas sino el verdadero. Estaba a pocos metros de la puerta de entrada pero comprendió que no llegaría a ella, que ya no tenía tiempo. Se le aflojaron las piernas y sintió que se hacía un vacío dentro de su cerebro. Se apoyó contra la pared y levantó los brazos en un postrer e inútil esfuerzo para hacer entrar aire a su entregado organismo. Y nada podía ayudarlo: ni la heladera abierta, ni el libro de terror, ni el vaso de leche a medio terminar.-
702
Juan Pablo Cesio
MENGUANTE
Hasta donde se informó, el hecho se imputó a una mera distracción, a un exceso de cansancio. Sé que iba lúcido, que la soledad lo llevó al recuerdo, que el secreto lo condujo al camino y su confluencia inicua a acelerar los acontecimientos. La niebla influyó y tampoco iba cansado.
Se adujo que el empalme con la ruta principal lo esperaba detrás de una larga pared de álamos. Una distracción atribuida al agotamiento emergió de la necesidad de esclarecer el hecho.
Esta versión no está autorizada pero en todo caso, ¿cuál de ellas lo está? Poco importa. Las sombras que se alzaron entre árboles, alambrados y tranqueras, pudieron lograr que la visión fallara. Aunque no. La velocidad por el camino de tierra y un sentido menguante, le advirtieron sobre la necesidad de encender las luces. Las largas encandilaron.
Sé que el recuerdo brotó de la niebla para cegar el cruce. Sé que el secreto lo desarticuló por una fracción de segundo. Sé que entonces llegó el temblor, el volantazo inútil y un solo cuerpo en la mitad del camino.