Del 50 al 99

Microrrelatos

50
Gema Alonso Servi

MI RELATO JAMÁS SOÑADO
Un soplo de aire se escapa de mi boca, mis labios entreabiertos sienten el frío de la noche. Mientras observo la luna sigilosamente, llegan a mi tantos recuerdos.. será por el polvo de la luz que desprenden las estrellas, que cae y se posa en mí, por lo que vuelo como campanilla a mi País de Nunca Jamás, donde los suspiros expulsan palabras de amor, donde podemos jugar al escondite con la luna y sentir que nuestro corazón no necesita que le demos cuerda...
Mi mirada vaga ante las sonrisas de la gente, y mis ojos absortos ni pestañean ni sienten...y el polvo de los astros se desprende de mi cuerpo y me poso (como el pájaro que detiene su vuelo y pliega sus alas...) el cuento se cierra, no hay nunca jamás y nunca jamás lo habrá porque cuando ese soplo de aire se escapaba de mi boca, cuado mis labios entreabiertos sentían el frío, y llegaron a mi tantos recuerdos.. solo entonces recordé que hay veces que es bueno soñar despierta

51
Fernando del Val Sanz
Valladolid

ME DIVIERTE CONTEMPLARME FRENTE AL ESPEJO 
Me divierte contemplarme frente al espejo. Me relaja verme desnuda, cuando a lo largo del día son tantos los que quisieran tenerme así. Repaso mi cuerpo con la templanza que pone el amante del arte ante una escultura griega. Mis pechos están caídos hacia arriba, un poco exagerados, tal vez, sí; mi vientre es tan rectilíneo y vertical como las paredes de las iglesias y muere en un pubis sin rastro de vello. Sinceramente, me gusto.
Ahora entras en la habitación. Cierras la puerta como si tal cosa. Me miras como a un objeto. Lo esperaba; llegas y me vistes. Deseaba que me enfundaras desde la cabeza esa camisa de tirantes que a los dos nos gusta tanto. Y todo sin apenas rozarme. Después de tantos años sigues siendo el mismo pudoroso, y eso me gusta. Hoy has decidido que no lleve ropa interior, cómo buscas que me miren… Sin tu seguridad no podría ponerme delante de tanta gente suficiente; delante de tantas miradas lascivas que traspasan la ropa que llevo, de tanto cretino que se corre con la mirada. Te miran como si les pertenecieras, no es de extrañar que tan a menudo me sienta en el Barrio Rojo de Ámsterdam. Noto cómo miran a izquierda y derecha, como asegurándose de que no hay nadie conocido; luego, disimulando, desvían sus pupilas hasta clavarlas en mis pezones.
Pero yo siempre pienso que estoy haciendo un trabajo, un papel. Y siempre, siempre, pienso en ti. En tu comprensión. Y en tus manos torpes y respetuosas. Ya sólo quedan las sandalias. Espera, te ayudo. Ahora sí, vestidita, ya puedes sacarme al escaparate de la tienda, junto al resto de maniquíes que anuncian las rebajas. Por cierto, se me ha roto un poco el plástico de la pierna, cerca del tobillo. Pero no importa, ahí nadie mira.

52
seudónimo Marita. María del Campo Rubens

CRIMEN SIN CASTIGO
Hacía meses que no la veía.
Recuerdo cuando la tuve que perseguir, sin resultados, una tarde entera. Tal era mi obsesión.
Soñaba con ella, su cuerpo amorfo era mi mayor pesadilla. No quería volver a verla nunca más, pero, a la vez, necesitaba encontrarla, tenía que verla.
Era para mí como una tarea inconclusa, de hecho lo era. Cuando no era en el sueño, era la causa del insomnio.
Este amor-odio me destruía la mente, me hacía vomitar, me estremecía entera. Pensaba en qué momento aparecería, con sus asquerosas uñas a rasgarme la piel, a chuparme la sangre...
La buscaba, la busqué infructuosamente durante mucho tiempo, hasta que la olvidé. Así no más, se me salió de la cabeza, de la guata y se me acabó el miedo.
Viví tranquila varios días hasta que... ahí estaba la maldita, horrible, gigantesca, negra descansando de quizá qué pavoroso asesinato, en medio de su telaraña.
Tomé la escoba y la maté.

53
Néstor Darío Figueiras
Argentina

LA CAVERNA
La noche parecía materializarse. Semejaba una sustancia negra que lo rodeaba todo, que se adhería a todo; incluso parecía adherirse a la burbuja de Uzannur. Tres lunas amarillentas iluminaban la superficie pedregosa con un resplandor mortecino. Esa noche Uzannur caía apaciblemente sobre las piedras de la superficie, dentro de una burbuja plástica que el viento transportaba a la deriva. A pesar de que él era el hombre designado por los dioses para destruir al terrible Draken, no podía conducir su burbuja protectora. Estaba librado al azar.
Luego de mecerse por horas, la burbuja se posó suavemente dentro de una caverna húmeda, plagada de estalactitas y estalagmitas agudas y blancuzcas. La burbuja se disolvió y Uzannur se dispuso a comenzar la búsqueda. Decidió explorar primeramente la caverna.
Gritó, para darse valor:
-¡Tras de ti voy, Draken! ¡Soy tu muerte!- Y blandió su espada.
Entonces el Draken serró su bocaza, húmeda como una caverna; plagada de dientes agudos y blancuzcos como estalactitas y estalagmitas; dientes que se trabaron sólidamente brillando a la luz de las tres lunas…

54
Óscar Garisa Moratalla

MUY APLICADA
Paco era ejemplar como padre y esposo. Pero tenía, claro está, sus pequeños vicios. Uno de ellos era aprovechar las breves ausencias de su esposa cuando salía a comprar o visitar a su suegra, para visionar alguna película porno adquirida de forma furtiva.
Una tarde que se encontraba solo puso en el DVD su última adquisición. Estaba contemplando extasiado aquellas impresionantes curvas de jovencitas de moral distraída, cuando al fijarse detenidamente en el rostro de una de ellas comprobó, con estupor y espanto indecibles, que una de ellas le resultaba demasiado familiar, más de lo que él jamás hubiera imaginado.
Por la noche, ya acostado en la cama, su mujer le comentó:
-Esta mañana ha telefoneado "la nena"- llamaban así a su hija, que estaba cursando un master en finanzas en París.- Está muy bien y te da recuerdos. Le he preguntado si necesitaba dinero, y como siempre, me ha dicho que no, que se apaña bien con los "trabajillos" que le van saliendo. Ay, qué suerte hemos tenido con esta hija, es muy aplicada...
-Sí- contestó Paco con una mueca de tristeza, que trató de ocultar a su mujer- es muy aplicada, en todo.

55
Óscar Garisa Moratalla

POESÍA ERAS TÚ
Por fin conseguí hacer acopio de valor y decidí lanzarme al vacío de sus ojos, decirle cuanto la amaba, cuanto la deseaba.
Me preparé concienzudamente: mi indumentaria, mis gestos, mis palabras. Todo calculado al milímetro.
Me dirigí hacia el centro comercial. Allí, en uno de los largos pasillos plagados de escaparates, debía estar ella, la dependienta de etérea belleza de la pequeña heladería. Debía, sí. Pero había desaparecido la cámara frigorífica, la caja, y la cajera. En su lugar habían colocado una máquina expendedora.
Esta vez ni siquiera me quedó el triste recurso del perdedor: preguntarle a la nueva empleada si sabía qué había sido de la anterior. Le pegué una patada a aquella maldita máquina. Me escupió un helado, el más caro. Quien no se consuela es porque no quiere, pensé desconsolado.

56
Josué Santago de la Cruz
Philadelphia, USA

QUIET MOON
Cautivada por el fulgor que a ratos ?unas veces más y otras veces menos? veía emanar de la montaña, Luna Silenciosa, preguntó a la madre:
-¿Por qué brilla así la montaña?
-Ese resplandor, amada hija, es la luz del fuego que se extingue.
La niña volvió el rostro y miró allá donde habían dejado el antílope y vio el fuego avivado en el centro ceremonial. Su luz no rebasaba las siluetas de las mujeres que lo alimentaban. Pasó la noche en duermevela, hasta que sólo quedó un hilillo de humo danzando en la penumbra sobre los despojos.
Al caer la tarde comieron y bebieron y ofrendaron a Manitú sus cánticos y danzas…
Cuando la noche se alzó en la distancia el abuelo se despidió de la tribu y caminó en dirección al monte sagrado.
Abrazada a su cuello, porque la llevaba en brazos, Luna Silenciosa, preguntó:
-¿Adónde va el abuelo, madre?
La madre, con la imagen del viejo reflejada en los ojos, contestó:
-A encender la fogata en la montaña, amada mía.

57
Josué Santago de la Cruz
Philadelphia, USA

NATIVIDAD
Cuando Cristóbal Colón, en su segundo viaje, llegó a La Española (en el anterior había hecho levantar allí una colonia a la que llamó La Navidad, porque en esas fechas sacras fue cuando encalló, en sus aguas, la Santa María), encontró muerte y desolación. La capilla, el campanario, la torre de observación: todo había sido reducido a escombros. Las osamentas de los colonos desparramadas por la playa y algunos huesos pelados rutilaban al sol contra la herrumbre de las viejas armaduras. Sólo se movía, al compás de la marea, el cuerpo de un joven aborígen, tumbado boca arriba en la orilla, con una cruz rota atravesándole el pecho, mientras el zumbido de las moscas y los zancudos se hacía cada vez más enconado.

58
D F R

EL ADIÓS
¡¡Venga ya!! Estabas dormida como un ángel... ¿como esperabas que te despertara? Estabas tan cansada....y no tenías ningún motivo para venir conmigo. No ha sido una despedida tan mala después de todo, ya estaba contigo, tú conmigo y te he dado un beso de despedida en silencio...sin lagrimas...Cualquier otra cosa hubiera sido peor. Siento haber roto mi promesa, eso es lo único.
¡¡No!! No llores tampoco ahora...siento haberme ido así. Sé que me quieres y sabes que te quiero. Ya hemos hablado todo. De verdad lo pensaba cuando te he dicho que te mereces todo lo bueno que te pase. Sólo tienes que esperar un poco más. Recuerda lo extraordinaria que eres. Lo sabes, ¿verdad? No, no lo sabes, pero ya no voy a estar más allí para decírtelo con palabras. Cada vez que dudes, lee esta carta. Nunca hubiéramos sido una buena pareja, me da igual lo que digas y lo que pienses ¿¿Tú nos has visto andando?? Te mereces alguien mejor que yo, no lo he conseguido ser, y ya estoy cansada de intentarlo. Pero te quiero más que tú a mi.
Te llamo cuando llegue. Nos volveremos a ver. Seguro. Confía....

59
Juanma Ruiz Suárez

DESDE LA PEQUEÑA SUCURSAL
Como al comienzo de cada nueva jornada, salió de su casa para dirigirse hacia su modesto puesto de trabajo, en aquel pueblo perdido de la mano de Dios. Se trataba éste de un empleo con escasa repercusión en una pequeña sucursal, una nimiedad comparada con la inmensa multinacional a la que pertenecía, aquélla a la que en definitiva debía rendir cuentas... Aunque en ocasiones la sentía tan lejana, tan ajena, que no lograba identificarse a sí mismo como parte integrante de ella.
Se dirigía hacia su puesto de trabajo caminando y cavilando, pensando que ya era hora de que algo cambiara en el seno de la empresa. La situación distaba de ser la óptima: muchos de los directivos de todo el mundo estaban sumidos en una decadencia que los arrastraba a cotas de una inmoralidad abisal, el presidente no era más que un viejo que chocheaba, y la imagen que entre unos y otros daban, estaba mandando la buena labor de tantos años al garete.
Desde luego, a tenor del panorama que la empresa tenía ante sí, lo más recomendable parecía ser que el poder cambiase por fin de manos y que, en un regreso histórico a los orígenes, volviese éste a recaer sobre trabajadores como él, humildes empleados a los que en verdad preocupa el bienestar de sus clientes.
Una vez hubo llegado a su puesto de trabajo, se sentó en el lugar que le correspondía dentro del confesionario, a la espera de que algún cliente, algún creyente, acudiese a él para pedir su absolución, en la sucursal de aquel pueblo perdido de la mano de... de la mano del jefe.

60
Juanma Ruiz Suárez

INSTINTO ANCESTRAL
Permaneció inmerso en un momentáneo estado hipnótico. Observaba el fuego con deleite y sonreía abiertamente, feliz ante la obra realizada. Sentía acaso un amago de escalofrío, el poder recorriéndole impetuoso la columna vertebral, o quizá algo más parecido a la euforia que debió sobrecoger a nuestro generalizado antepasado común, aquél que por vez primera tuvo la ocurrencia de golpear entre ellas las dos piedras adecuadas, haciendo brotar con el impacto una chispa de energía suficiente, siendo en definitiva el artífice del primer incendio provocado de la historia de la humanidad.
Lanzó la lata de gasolina al centro de la enorme fogata, y el mare mágnum de lenguas de fuego agradeció semejante regalo con nuevos bríos. Se sentía lúcidamente responsable de aquello... y no poco orgulloso. Se sentó en el suelo para disfrutar con mayor regocijo de aquellas llamaradas rojas, amarillas y azules. Se rió por fin con ganas, contento ante la idea de que después de tantos años en el paro, por fin la Oficina Nacional de Empleo le proporcionara un momento agradable que poder recordar.

61
Maria Catalan Ruiz

FEBRILES Y CIRCENSES
Un circense bajó del apartamento a comprar tabaco. Mientras, un febril tocaba el violín, y se mordía la lengua. La boca del febril manó sangre, trémula. Volvió el circense de comprar tabaco. En el suelo, el arco y el cuerpo inerte del febril. En el suelo, también, manchado de sangre, el violín. Y, mientras, el apartamento se iba inflando de una convulsa melodía.

62
Beatriz Gamble
Argentina

EL OBJETO AMADO
¡Eres un inútil, no sirves para nada! No me cansaré de repetirlo una y otra vez y mil veces más hasta que te entre en esa cabezota horrible que tienes. Eres despreciable, un inservible bueno para nada y mira, mejor que ni abras la boca y ni se te ocurra llorar porque es de maricones ¿Qué? ¿Ahora resulta que eres maricón? ¿Lloras cómo una niña? Mírate al espejo gordinflón, pareces una vaca lleno de rollos…y deja de hacer pucheros porque me voy a enojar de verdad y me voy a ir, no me verás nunca más, te quedarás aquí solo, encerrado en ésta pieza a oscuras con el Hombre de la Bolsa.
¡Te dije que te quedes quieto y no gimas! ¡Si te levantas de la silla te mato, te juro que soy capaz de asesinarte!
Es lo que debí haber hecho, haberte matado hace tres años, cuando la partera me dijo que estabas en mi vientre.

63
Seudónimo: Borderline
Ecuador,

LA EDUCACIÓN DE LOS HOMBRES
Contrario a lo que cuenta la mitología, lo que la serpiente ofreció a Eva no fue una manzana sino una palabra. Novata aún en los sonidos que le salían de la garganta, la mujer aprendió a sesear primero, imitando el murmullo de su maestra, y con paciente conducción a hablar después en el lenguaje restringido que usaban los supremos para someter a sus criaturas. El reptil, entonces, le dijo al oído esa palabra capaz de convocar a dios por su nombre primitivo, la que rompe los sellos, separa los océanos, ensarta el tiempo y abre los ojos; la que dicha con el gesto y el tono correctos materializa irreductiblemente la realidad para quien la pronuncia.
Luego de quebrada la ilusión del paraíso, dios fabricó para los humanos un nuevo mundo regido por dimensiones y espacios; agrupó y dispersó comunidades; multiplicó fonemas, ingenió códices con el afán de perder la llave que tenían en la lengua y la enterró bajo una combinación imposible en cualquier expresión lógica de comunicación.
Claro, también existe la remota posibilidad de que en algún momento la palabra deplorable y sublime vuelva a decirse, accidentalmente, en el tono y formas acertadas. Entonces se correrá de golpe el velo de la fábula y nos mostraremos, tal y como somos: primeras y monstruosas creaciones de un dios que ha decidido esconder, piadosamente, todos los espejos.

64
Xavier Basallo Fernández

LAVANDO ESPERO
Desde pequeño he ido experimentando sensaciones de temor al pasar cerca de las lavadoras, como si esos monstruos metálicos tuvieran vida propia, una historia escrita en los genes de alguna posterior, la de unos sofisticados ordenadores dirigiendo con firmeza y seguridad los destinos, el planeta y la mayoría de sus ocupantes. Esas pesadas esculturas de hierro, a base de darle vueltas y vueltas, empezaron a asimilar a través de la minúscula electrocución de energía, que desprendía la ropa que contenían todas aquellas coladas, un razonamiento primitivo después del cable eléctrico y las descargas. Las primeras vueltas, el primer contacto, los primeros segundos de tiempo eran los fundamentos y a fuerza de miles de millones de momentos, de vueltas y vueltas provocando olas en un mar de tambores sonando en las selvas de las casas, en habitaciones húmedas, llenas de vida latiendo en la gota, en el cristal del microscopio. Al principio, con brincos, luego una ligera vibración, una seriedad en el trabajo esclavizado, una discreción en los cuartos de baño y otros confinamientos. Vueltas y más vueltas, esperando el día en que empezarían a llegar a algunos destinos, a algún posible criterio propio, un último "clic" de la vuelta después del vaciado de aguas, la depresión posterior, el motor se para y el silencio reposa el ambiente.
El caso es que ya había tomado una determinación, deshacerme de la vieja Crolls Río, la pobre era ya incapaz después de 30 años de servicio, de seguir el sencillo programa establecido en su mente de rosca. Pero, de repente la "tía" reacciona, se pone a funcionar con energía, y hasta centrifugando con saltitos como en los viejos tiempos de máquinas de hierro y ordenadores con programas en cartoncillos con agujeritos.

65
Paula Margules
Argentina

EL DÍA QUE NO EXISTAN MÁS RATONES 
El citadino se burla del provinciano que desconfía del recién llegado que sospecha del afroamericano que recela del blanco que desprecia al francés que rechaza al polaco que duda del inglés que segrega al brasileño que se ríe del gallego que hace bromas sobre el argentino que margina al boliviano que rechaza al gringo que ofende al indio que huye del católico que humilla al judío que se aparta del palestino que mata al israelí que pelea con el árabe que desprecia a la mujer que maltrata a los chicos que pisan al sapo que come insectos que pican al hombre flaco que discrimina al gordo que se ríe del travestido que rechaza al policía que abusa del ladrón que roba al adolescente que señala al homosexual que critica al cura que rechaza al político que se aprovecha del débil que maldice al fuerte que atropella al distraído que vitupera al viejo que engaña al joven que contradice al adulto que se queja de su jefe que odia al gerente que acosa a su secretaria que envidia al cadete que huye del director que está harto del cliente que exige del vendedor que engaña al comprador que insulta al fabricante que se queja del funcionario que desdeña al periodista que hostiga al camarógrafo que prepotea al entrevistado que insulta al intelectual que señala al ignorante que ofende al estudioso que reprocha al médico que subestima al enfermo que sufre al burócrata que patea al gato que se come al ratón que muerde un tobillo y contagia la rabia.
El día que no existan más ratones se acabará la rabia y el mundo será un lugar maravilloso.

66
Paula Margules
Argentina

ÁNGELA (O LA RISA DE LOS DIOSES).
- Ángela es desatenta, superficial, pesimista, fría, apática, cortante, cerrada, desubicada, complicada, inexpresiva, falsa, chismosa, insulsa, enigmática, zafada, descarada, ignorante, aburrida, ordinaria, insolente, mentirosa, amarreta, interesada, desgarbada, prejuiciosa, sucia, petulante, aparatosa, engreída, cerril, vanidosa, tosca, descontrolada, entrometida, caprichosa, malhumorada, zopenca, orgullosa, grosera, desprolija, vulgar, quejosa, debilucha, abriboca, envidiosa, meterete, egoísta, celosa, desordenada, resentida, insaciable, codiciosa, torpe, mandaparte, prepotente, vueltera, desamorada, angurrienta, lenta, extravagante, traicionera, monotemática, tonta, irritable, desorganizada, altiva, fastidiosa, orgullosa, inmadura, peleadora, bruta, histérica, inútil, desafinada, pedigüeña, exagerada, parlanchina, terca, olvidadiza, egocéntrica, arrogante, despistada, osada, procaz, criticona. Huesuda.
Pero, hijo mío, si querés casarte con ella, no seré yo quien se oponga. Soy tu madre.
Sólo me importa tu felicidad.

67
Helmut Jaramillo Vlaes
Panamá

HOJE
El mundo se le había convertido a Sarita una cosa densa, rosada y espinosa. Desde el corredor podía ver los amaneceres derretidos sobre una ciudad pequeña y amarilla, siempre humeante. Ya nada representaba un reto verdadero. Se le había ocurrido tener un hijo para ayudar un poco con la monotonía, pensó en pedir un hijo prestado por un tiempo para no embarazarse y después sentirse muy arrepentida y tener que llamar a Carlos para explicarle que desde que nació siente que el error es no tener norte en la vida.
Cuando Sarita era niña tenía una obsesión por las sirenas sopranos, soñaba con ellas cada noche y cada mañana le contaba a su hermana Corina los sueños, ella escuchaba maravillada con la expresión sumisa de los hermanos menores.
Sarita nunca estuvo clasificada en sus entornos como una mujer bella, pero su carácter móvil y su risa le habían dado un atractivo importante que le permitió vivir dos noches maravillosas de intimidad en su vida como si las hubiera mandado a hacer. Aunque los galanes existieron cada uno una noche, el recuerdo sin embargo era tibio y le provocaba un salto inesperado en el vientre.

68
Helmut Jaramillo Vlaes
Panamá

MIEDO
El miedo viaja a través de sus vísceras cómo un fantasma viscoso.
Se acuesta boca abajo, pone los pies en la cabecera, se cubre con la cobija hasta la cabeza.
Se acerca! escucha otros latidos diferentes a los suyos, el primer mordisco!
La noche se dilata cómo otra herida...

69
Domingo Fco. Puerta Sánchez.

MUERTO EN VIDA
El teléfono sonó con estrépito, sobresaltándome de mi apacible siesta. "¿Quién demonios será a estas horas?"- pensé malhumorado. Descolgué el auricular y pregunté: "¿Diga?". Tras un breve silencio, una voz temblorosa y débil al otro lado del hilo masculló: "Estoy muerto, estoy muerto". Colgué violentamente. "¡Maldito gracioso! ¡Mira que estropearme así la siesta!". Regresé a la cama. Al rato el teléfono volvió a sonar. Decidí no cogerlo y esperar a que se cansaran de llamar. Saltó el contestador. "Está llamando a casa del señor Páez. En este momento no puede atenderle. Deje su mensaje después de la señal. Gracias. ¡Piiiiiiiiii!". La misma voz de antes contestó: "Estoy muerto, estoy muerto". Al escucharlo me inquieté y estuve toda la tarde dándole vueltas a la cabeza. Angustiado e intrigado a un tiempo, marqué el número de teléfono del que partía aquella tétrica voz. Esperé con la respiración contenida mientras un sudor frío surcaba mi frente. Un tono, dos tonos, tres tonos, cuatro tonos y… por fin, al otro lado, emergió una voz metálica, grabada, diciendo: "El número que está marcando no existe o está fuera de cobertura". Marqué numerosas veces más y nada, siempre igual. Más sereno, observé con detenimiento aquel número de teléfono. "¡Oh, Dios! No puede ser. ¡Es mi número!"- grité aterrado. Entonces me palpé el cuerpo y descubrí que tocaba la nada. Corrí hacia el cuarto de baño para mirarme en el espejo y allí no se reflejó nada. El muerto era yo. Estaba muerto. Muerto en vida.

70
Domingo Fco. Puerta Sánchez.

EL GALLO DENTADO
La comunidad científica internacional se ha visto sacudida con un hecho sorprendente. En el día de ayer, unos científicos de Los Ángeles, California (EE.UU.), convocaron una rueda de prensa para comunicar su último hallazgo: un gallo con dientes.
El extraordinario suceso saltó a los medios de comunicación nada más conocerse la noticia. Un granjero de Houston, Texas (EE.UU.), descubrió en su granja a un gallo peculiar, el cual tiene dientes y muelas. El granjero, Thomas Heribert Winston, de 63 años, no salía de su asombro. "No me parecía un gallo normal, pero nunca sospeché de él"- declaró a la prensa el atónito Winston.
El gallo, que ya se encuentra bajo observación científica, se ha convertido en una celebridad y ya tiene incluso su propio programa de televisión, llamado "Chicken´s Show". Su dueño, el bueno de Winston, ha pasado de la noche a la mañana a convertirse en una de las personas más queridas y populares de EE.UU. También su cuenta corriente ha aumentado de forma considerable. "Yo soy el representante de Winston Junior (que así se ha bautizado al gallo). Los beneficios de su imagen me pertenecen"- alegó el dichoso granjero, que ya considera al ave como el hijo que siempre quiso tener.

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Teofilo Gago Gago
valladolid

SUCEDIÓ EN MONASTERIO DE VEGA
Lugar
en el que hace aproximadamente,
222 meses,
no nace un ser humano.

A las 22 horas de aquella noche, después de dos días encarnizados, de cuellos altos, huidas agazapadas, miradas precipitadas y desorbitadas, y cuerpos bajo las pajas, mamá perdiz y toda su pollada, exhausta y desencajada, protegiendo y cobijando a sus polluelos, en el hogar de una zarza, del paraje Las Dos Aguas, se entregan a la república del sueño, advírtiéndoles por enésima vez: -Hijos, leed alto, despacio y claro nuestra sempiterna queja, al líder de la raza humana.
Este colectivo, pide pasar página respetuosamente, y que cesen tantas batidas asesinas, disfrazadas de paseos campestres, tantas manifestaciones de violencia entre las especies, tantas manipulaciones descaradas, indecentes, contra los sentimientos a flor de sueño y piel, de todos los niños del planeta.
En nombre de una especie animal, pacífica donde las haya.
En nombre de la auténtica cultura de la felicidad.
En nombre de la naturaleza limpia de la vida.
En nombre de una literatura libre, justa y digna, Sr. Presidente, retire plumas, bolígrafos, pinturas y lapiceros, a tantos escritores retorcidos y descerebrados, que finalizan sus historias diciendo.......
……fueron muy felices, comieron muchas perdices y colorin colorado, este relato se ha acabado.
Salud para emprender altos, duraderos y placenteros vuelos, Sr. Presidente.

72
Fernando del Val Sanz

DESEOS DE PLÁSTICO POLICROMADO
Me divierte contemplarme frente al espejo. Me relaja verme desnuda, cuando a lo largo del día son tantos los que quisieran tenerme así. Repaso mi cuerpo con la templanza que pone el amante del arte ante una escultura griega. Mis pechos están caídos hacia arriba, un poco exagerados, tal vez, sí; mi vientre es tan rectilíneo y vertical como las paredes de las iglesias y muere en un pubis sin rastro de vello. Sinceramente, me gusto.
Ahora entras en la habitación. Cierras la puerta como si tal cosa. Me miras como a un objeto. Lo esperaba; llegas y me vistes. Deseaba que me enfundaras desde la cabeza esa camisa de tirantes que a los dos nos gusta tanto. Y todo sin apenas rozarme. Después de tantos años sigues siendo el mismo pudoroso, y eso me gusta. Hoy has decidido que no lleve ropa interior, cómo buscas que me miren… Sin tu seguridad no podría ponerme delante de tanta gente suficiente; delante de tantas miradas lascivas que traspasan la ropa que llevo, de tanto cretino que se corre con la mirada. Te miran como si les pertenecieras, no es de extrañar que tan a menudo me sienta en el Barrio Rojo de Ámsterdam. Noto cómo miran a izquierda y derecha, como asegurándose de que no hay nadie conocido; luego, disimulando, desvían sus pupilas hasta clavarlas en mis pezones.
Pero yo siempre pienso que estoy haciendo un trabajo, un papel. Y siempre, siempre, pienso en ti. En tu comprensión. Y en tus manos torpes y respetuosas. Ya sólo quedan las sandalias. Espera, te ayudo. Ahora sí, vestidita, ya puedes sacarme al escaparate de la tienda, junto al resto de maniquíes que anuncian las rebajas. Por cierto, se me ha roto un poco el plástico de la pierna, cerca del tobillo. Pero no importa, ahí nadie mira.

73
Daniel Gaitán

FRÍO DE MUERTE
Es un frío duro, cortante, que apenas abierta la boca les seca la garganta y deben esforzarse para hablar. Las manos envueltas en trapos y escondidas bajo los brazos para mantenerlas calientes, mientras el viento sigue entrando.
El lugar es un gran caño al costado de la General Paz, lo dejaron después de un trabajo inconcluso y ellos lo adoptaron. El fondo linda con otro caño cruzado. No les fue difícil terminar de taponarlo. Adelante lo cubrieron con maderas y cartones, pero el viento pasa sin pedir permiso, pasa y los hiela.
Esta noche toman mate caliente, mientras afuera se cubren los pastos con una fina capa de hielo. Es una noche de alegría porque han conseguido un poco de combustible que usan hasta que se les acaba. Después vuelven a soportar el frío que tratan de combatir con alcohol. Uno se duerme acurrucado y se arropa con lo poco que tiene. El otro le nota la bronca de tener que pasar esas penurias. Lo sabe por la mueca. Una vez su compañero le había comentado "espero que la muerte me llegue pronto y me lleve al paraíso".
Para ellos es mejor el verano.
El que no puede dormir, después de un par de horas, viendo que su amigo no se mueve, lo toca. Entonces se da cuenta de que el frío lo venció, se lo llevó. Parece de madera, duro. Seguramente, piensa, debe de estar disfrutando de su muerte. Entonces le saca los zapatos que están mejor que los de él. Las medias. También el pullover.
Sabía que algún día debía ocurrir.
-Gracias, amigo, -lo despide- yo también tengo frío.

74
Rosa Ruiz Martín

LA DEDICATORIA
Querido -
Perdona que me extienda tanto en esta dedicatoria. Con ella dejaré definitivamente plasmados mis sentimientos, y ya no te molestaré nunca más. Gracias por haber aceptado que nos veamos, y darme en persona el obsequio que tenías preparado para mí.

Como ves, yo también te he preparado un pequeño detalle. Este libro, "The End of The Affair", del que ya te hablé en uno de mis correos, me ha hecho pensar mucho en ti. Te dije que era por los paralelismos entre la protagonista y tú. Una mujer casada que vive un romance apasionado con otro hombre y quiere romper su gris matrimonio, pero no se decide, porque siente compasión por su marido. Quizá te pareció raro que te comparara con una mujer, pero que el correo debió de gustarte, pues fue la primera vez que me contestabas después de una larga serie de intentos fallidos por mi parte. La verdad es que el libro me hizo pensar en ti por muchas razones que en ese momento omití, para evitar que te sintieras acosado y que volvieras a encerrarte en tu silencio para conmigo.
Verás que el ejemplar que tienes entre tus manos no tiene aspecto de nuevo. Lo es, pero las muchas lágrimas que he vertido sobre él lo han avejentado. Como a mí, que hace sólo unos meses estaba pletórica, me han marchitado la soledad y el desengaño que me causó tu indiferencia tras la tormenta de pasión. Si he llorado tanto sobre este libro, ha sido porque he deseado ser el amante de la mujer casada, abandonado como yo, pero sabiéndose intensamente amado. Tú, en cambio, aunque te duela, acabarás rompiendo tu matrimonio, y la nueva afortunada no seré yo, sino la otra, aquella cuya aparición coincidió con el inicio de tu frialdad conmigo.
Gracias por venir. El haber recibido un regalo tuyo por correo me habría dado la sensación de que me estabas pagando por las noches que pasamos juntos, dando por finiquitada la relación, sin más cargos pendientes en tu cuenta. Me he humillado rogándote que vinieras a verme. Me humillo aun más: que sepas que te esperaré siempre.

75
Héctor Horacio Otero
Argentina

PUER AETERNUS
Iachtus se introdujo en el flotario y el andrógeno en sus células. Al finalizar se irguió y miró a su alrededor antes de escapar. Vio la armadura utilizada para ir al mercado negro, dañada por la lluvia ácida. Recordó con rabia la duplicación del precio de la hormona por parte de los mutantes.
Aunque aún no era su tiempo, alguien había adivinado lo que se proponía. Manos fuertes lo tomaron del cuello por detrás y lo sumergieron hasta darle muerte. Fue entonces cuando el semblante de su hijo reflejó el alivio del deber cumplido.

76
seudónimo: Ayesha, la Vizcondesa de Bragelonne.
Mexico

LOS ANDRÓGINOS
Como cada atardecer él estaba ahí, en el atemporal balcón, con su triste mirada de niño perdido y la palidez mortal en su semblante... y ella lo amaba sin reservas y sin temores... lo amaba… desde el inicio de los tiempo se pertenecían... nada más necesitaba saber de él... Aquellos hermosos ojos de mirada triste le juraban amor eterno y eso era cuanto ella necesitaba. Las palabras eran superfluas entre ellos dos...
¿Porqué continuaba él encerrado entre aquellas paredes que le parecían una prisión? ¿qué oscuro secreto lo mantenía ahí… qué extraño misterio parecía consumir su vida día a día? Ella no lo sabia... a ella no le interesaba saberlo... él estaba ahí cada tarde cuando ella regresaba a su lúgubre morada, y su sola presencia daba a la dama la esperanza de que él algún día detendría aquel carruaje que cada tarde le arrebataba de su lado...Finalmente, una fúnebre noche invernal descubrió ante ella aquellos ojos tristes que la atormentaban; ahí estaba él, más pálido que nunca y con un dejo de dolor y desesperación en el semblante... No se hablaron... no podían romper el hechizo que flotaba en el ambiente... No se dijeron sus nombres ¿Para que si ellos se conocían desde el inicio de los tiempos? Simplemente se quedaron uno frente al otro: perdiéndose en aquellos ojos que tan bien conocían, haciéndose en su mudo lenguaje promesas de amor eterno que nunca cumplirían... Y así la muerte sorprendió a aquel hermoso hombre de ojos tristes, en los brazos de aquella que era su complemento; su alma gemela; su andrógino... en el primer y último contacto de unos cuerpos que habían sido creados para complementarse…

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seudónimo: Ayesha, la Vizcondesa de Bragelonne.
Mexico

CUANDO SE NOS MUERE UN MITO
Él era mi mito personal, la leyenda que siempre me contaba… Él, mi héroe y, sin embargo, yo sólo tenía las historias que alguna vez había escuchado donde se me aparecía rodeado de un hálito de mito más que de hombre… quizá por eso, mi febril mente creó esa imagen, esa efigie de semi-dios para él… Él era el hombre invencible, inmortal… el caballero andante que tarde o temprano rescataría a su princesa… ¡Hermosa niñez que nos induce a forjar héroes en los hombres!... ¡Héroes! seres que mitificamos, que convertimos en gigantes sin ver la realidad… ¡Oh Dios que dura es la caída cuando nos damos cuenta de que aquellos titanes también sangran!
Aquella niña que fui ayer yace olvidada en un oscuro rincón de mi mente, contándose una y otra vez sus fantásticas historias para no morir de terror… encadenada por la mujer que hoy soy, por la que ya no cree en héroes que sangran y mueren… en caballeros andantes que nunca rescataron a las princesas… en aquel hombre semidios que la dejara tarde tras tarde esperando una sombra perdida que nunca llegó… Hoy, la edad ha herido mi tambaleante mente y surgiendo entre las tinieblas de la locura, una débil voz me culpa por matar mis mitos, por encadenar a esa niña asustada y llorosa, por negarme a secar las lágrimas que ya pronto se cansará de verter… Pero, este es el camino por el que me han llevado: asesiné mis fantasías en un vano intento por entregarme a la realidad, a la madurez, a la cordura… y hoy la amargura me ha enterrado en los más hondos pantanos de la demencia… ¡Y todo por no querer creer más en el hombre que desee… que esperé… y que no llegó!

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Ginés Mulero Caparrós / Amelia Almeda Ortega

ME MIRA.
Cae la noche. Él se ducha y me mira; la lluvia interior cae con la misma intensidad que la noche y mojado me mira. Se peina atolondradamente y en el espejo se refleja su pasión que me mira. Se cepilla los dientes con garbo y de reojo me mira; su sonrisa blanca está llena de la espuma de las olas. Con la barra de desodorante se borra las axilas y con deseo me mira. Se palmea la cara con dedos de colonia y me mira. Me guiña un ojo esperando mi aprobación y con el otro ojo azul me mira. Yo le guiño un ojo, gesto que espera, y cómplice me mira. Nos amamos y me mira: me mira con el alma y con el cuerpo y con las manos y hasta con los ojos me mira. Acabado el juego amoroso me da un beso dulce de "buenas noches" y ahueca la fresca almohada con el puño y apaga la luz y cierra las persianas de los párpados y se duerme plácidamente y hasta en la oscuridad siento que me clava la mirada... que me mira. Hasta en mis sueños veo que su obsesión me deifica: me mira.

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Ginés Mulero Caparrós

EL OTRO LADO DE LA BATALLA DE COVADONGA.
El guerrero sarraceno blandió al cielo su cimitarra refulgente cercenando primero la brisa y luego el arco del sol naciente en dos mitades, tras la continuada cordillera abrupta. Las yeguas árabes, por decenas, estilizadas, briosas, oprimidas por el bocado, con las pupilas titilando (presagiando un baño de sangre), piafaban nerviosas preludiando la tragedia. En medio, el campo de batalla, una inmensa pradera, un ancho río verde que se mecía en el silencio apócrifo, que esperaba los ojos ensartados, los muñones sanguinolentos, las heridas abiertas en los vientres como bocas del diablo… En lontananza, bajo la falda de la montaña, se recortaba negra la silueta interminable de los combatientes cristianos con caballos astures, por cientos, embrutecidos, alimentados con infantes musulmanes y bereberes, de infectada sangre, que relinchaban vanidosos anunciando la victoria, y en un lado, diminuto, robando el viento del norte, el cruel Don Pelayo, arengando, incitando a la algazara junto a los acantilados filosos, con la boca plena de espumarajos, ensalivada de injurias, azuzando a sus fieles vasallos a que no dejaran moro con cabeza sobre los hombros, iniciando la Reconquista. Corría el 722 y el guerrero sarraceno no lo hacía por Alá, ni por la gloria militar..., allí estaban todos obligados; lo único que lamentaba era que con su última batalla, su particular sultana, la mujer más dulce que los higos, que la miel, que las nueces… no volvería a ver su vida; aunque al Amor, no podrían derrotarlo esos cristianos bárbaros que frenarían el avance de sus huestes, cuando el relumbrón del amanecer ya estuviera en su apogeo. El guerrero sarraceno se ajustó el turbante, volteó su cimitarra hasta hacerla un huracán y clavó su pétreo talón en la carne de su yegua árabe, hermosa como la Libertad, hermosa como la...

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Marco A. Silva Martínez
Mexico

CARDUMEN, SIRENA
La muerte es así: voluble y rejega. Nunca viene cuando tú la llamas, pero eso sí, está lista para sorprenderte al menor parpadeo. ¿No fue eso lo que le pasó a Ignacio? ¿Te acuerdas cuántas veces intentó seducirla, cómo la piropeó y le hizo fiestas? Pero ella nada de nada. Si acaso le permitió juguetear un tiempo con algunos avances y técnicas de suicidio, pero siempre lo dejó vivito y coleando. Él se cansó de nadar en esas aguas y mejor se puso a vivir con la resignación de una felicidad a medias: un trabajo más o menos seguro, una casa propia, una familia convencional, en fin: una rutina de marca social registrada a la cual rendirle cuentas. ¿Y qué pasó cuando Nacho tropezó con el universo infinito de otros ojos que lo miraron sin reservas? ¿No se volcó entero como un cardumen inocente al azaroso y cruel abrazo? ¿No se colgó en las redes capilares de aquella hermosa sirena? ¿No encontró lo lazos de la muerte creyendo que asía los del amor? No sé. No sé si haya respuestas, porque, ¿quién te dice que no son el amor y la muerte los abismos de una igual somnolencia, el mismo espejo del alma, el gemelo y ciego enojo, las pupilas idénticamente inabarcables de un dios que es él o ella?

81
Marco A. Silva Martínez
Mexico

AMOR EMPATADO
Murieron amándose hasta el tope del cielo raso en el claroscuro calosfrío de la alcoba. Enredados, confundiendo sus cuerpos ahora quietos por el desmayo eterno, envueltos en la tela invisible de su vitalidad, los devotos febriles, los amantes empatados re-flexionaron una y otra vez sobre sí mismos. No hubo antorcha inquisitoria que osara prenderse de su nicho, ninguna escoba divina los corrió jamás del paraíso. Sí, con texto propio, aunque sin venenos, sin celos, sin envidias que les hicieran mosca, enamorados cayeron en sus propias redes, se calcinaron, se corrieron solos y se ultimaron por el puro instinto del abrazo amoroso. Nada que ver con Adán y Eva, Dafnis y Cloe o Romeo y Julieta. Pero si yo quisiera hablar de un amor parejo, de un amor empatado, tendría que contarles la historia de este par de arañas que, caídas del cielo raso de mi habitación, yacen hoy en el cementerio polvoso del estéreo.

82
Ángel Salinas Sánchez

EL LABRADOR DE CUERPOS
Dicen que la última vez que se le pudo ver, corría a toda prisa para no perder el autobús. Yo, en cambio, siempre le recordaré como aquel joven sosegado y minucioso en su trabajo. Sus manos, perfectos utensilios que labraban la madera, creaban figuras que lentamente cobraban vida. Aquellas ninfas de madera, expresaban un movimiento mágico, como si fueran cómplices de un hechizo capaz de ralentizar el tiempo hasta el punto de que los relojes carecieran de sentido. Y al igual que esas figuras, yo le recuerdo así, despacio, pausado, robándome lentamente mis días en cada visita que le hacía en su taller. Tengo que reconocer que con aquel hurto me llegó a enamorar. Pude disfrutar de cómo sus manos tallaron de nuevo todo mi cuerpo…
Le echo tanto de menos que a toda prisa, y sin pensármelo, usaría mis propias manos para convertirme en un títere inerte. La misma prisa con la que aquel día, él cogió aquel autobús para no volver.

83
Ángel Salinas Sánchez

ODIO
Odio sus silencios, que acaban siendo insoportables. Odio la prisa que tiene en acabar la comida del plato para refugiarse, absorto de todo, frente al televisor. Odio su indiferencia ante mi nuevo peinado, mi nueva blusa o mi nuevo cuadro. Odio el descubrir que nuestro aniversario no supone nada mas que pasar la mañana pescando con su mejor amigo. Odio todas estas tardes en las que sé que, intencionadamente, se queda un par de horas más en la oficina. Odio su lado frío de la cama por las noches. Odio el ruido de madrugada de sus llaves al caer sobre la mesilla. Odio tener que dormirme con ese perfume que no encuentro entre los míos. Creo que en el futuro, puede que llegue a odiarle a él. Pero lo que más odio es tener que preguntarme cada día: ¿cómo es posible que entre tanto odio, aún le pueda querer?

84
José

PRIMER RELATO:
¡Coño, que mala suerte! Ya estaba todo listo, al fin había dado con la solución al último problema que se me planteaba. Tenía el lugar donde lo mataría: la alameda. La fecha: el 15 de agosto. La hora: sobre la una. El método: partirle la cabeza con la pequeña macana que siempre llevo en el coche. El modo de hacer desaparecer el cuerpo: enterrándole en mi jardín. ¡Ahí estaba la pega!. ¿Como enterrar, el cuerpo de ese hijo de puta que me iba a convertir en un asesino? Según la novelas de serie negra para que un cadáver quede bien enterrado, y no lo huelan y desentierren los animales, se necesita meterlo en un agujero de 200 x 50 x 200 centímetros, y secreto mucho secreto y dígame usted como podría yo solo mover dos metros cúbicos de tierra sin que nadie de la urbanización se enterara. Después de mucho cavilar, y muchas noches en blanco, di con la solución. Compré una arqueta en el Leroy y dije a todo el mundo, que aprovechando las vacaciones de Rosa, iba a montar en el jardín un depósito para la fermentación de residuos orgánicos con el fin, tan de moda, de hacer abono ecológico. ¡Brillante!. El sábado, después de dejar a mi mujer y a mi hijo en el tren con destino la playa, me pondría al acecho, a esperar a que pasase el cabrón que había estado amargándome la vida en los últimos años, como todos los sábados por la noche, borracho como una cuba, me lo cepillaría, lo metería en el coche con la cabeza dentro de una bolsa de basura para que no lo pusiera todo perdido, lo escondería en la bodega y comenzaría a cavar. Calculaba que para el miércoles 19 toda la operación habría concluido y al fin podría a vivir tranquilo. Y esto hubiera sido así, si al maricón de mi jefe no se le hubiera ocurrido suicidarse, tirándose por la ventana de su oficina, el viernes por la mañana. Menos mal que se me ocurrió guardar el ticket de compra del arcón.

85
José

SEGUNDO RELATO:
¡Aplaudirme, a mi el ODIO, ahora que ya sólo vivís en mi memoria, ahora que os habéis descarnado en fantasmas del pueblo extinguido de la tierra. Adoradme, una vez más, antes de que los últimos vestigios de vuestra presencia se pierda en mi recuerdo. Aplaudir sólo por el mero hecho de que ya, yo soy el único que existo y me apetece por última vez gozar de vuestra entrega y veneración. Mostrarme vuestros pasados afanes y las destrozadas maletas donde reposan vuestras ilusiones muertas. Dejad escapar de vuestras desdentadas bocas todas la quejas que os resten para sea el susurro perdido de los rojos ríos ya yertos, antes tibios y pastosos y ahora, y para siempre, secos de quebradiza costra amoratada. Viejas corrientes de sangre que surgieron por doquier cuando convertí vuestras carótidas en los surtidores que celebraron y embellecieron mi definitivo triunfo sobre la miseria, la mediocridad y la muerte. Mi alma se refociló contemplando vuestros cuerpos como os empalabais en los troncos quemados, cuando extraíais los fetos de los vientres de vuestras queridas. Cuando reventabais vuestros ojos con los alfileres que habían sujetado las túnicas de las hetairas que os habían masturbado. ¡Oh , que felicidad al escuchar vuestros desgarradores gritos¡ !Que deleite al ver vuestros retorcimientos, vuestros patéticos lamentos, vuestras muecas de terror¡ Al fin, cuando vuestros huesos se deshicieron sobre la tierra y desapareció la última huella de vuestros afanes; el silencio, mensajero de la nada, voceó el final del sueño del dios borracho. Desaparecieron los absolutos, se subsumió el tiempo y la cruel naturaleza se autoinmoló disolviéndose en el vacío del universo. Fin. ¡Salve humanidad¡

86
Maite San José Ortega

HAIKU URBANO
En la gran ciudad
de atascos e ilusiones,
cayó Peter Pan por la ventana...

87
Nuria Hernández Alfageme

COMPAÑÍA
Afortunado. Sí. Afortunado. El cielo está abriendo después de la tormenta, y tú estás a mi lado. Tranquila. Leyendo como te gusta en los días así. Te miro. Veo cómo disfrutas del libro, que te tiene atrapada en este momento. Absorta en un mundo en el que eres la dueña de cada palabra. Descubro en mí una sensación parecida a los celos… no, nada de parecida, son celos, pero no lo quiero reconocer. ¿Celoso de un libro? Me río de mi mismo. Decido concentrarme en la música que acompaña mis lecturas…
Cierro los ojos. Llevo horas haciéndolos navegar por las letras que dibujan ese mundo nuevo que estoy viviendo a mi gusto. Abro los ojos. Te miro. Tan concentrado en tu lectura. Una de las tantas revistas de ciencia, tecnología, investigación, naturaleza… que puedo encontrar en el rincón más extraño de la casa. Te admiro. Sí. Te admiro. Escucho tu música. Cierro los ojos. Me doy cuenta de que yo si leo sin ella, me siento rara… y hay momentos en los que la falta de tu compañía en los tiempos de lectura, hacen que no sea todo lo agradable que debiera… Abro los ojos. Te miro. Concentrado, disfrutando de cada párrafo. ¿Qué nuevo avance de la técnica te tendrá ausente del mundo exterior? Me dan ganas de gritar "¡Eh! ¡Estoy aquí! ¿Recuerdas?" Me río. Disfruto viéndote así.
La tormenta ha llegado a su fin, los rayos de sol asoman tímidamente entre las cortinas que forman las nubes. La habitación toma ese color azulado que tanto nos costó conseguir.
Marqués de Rodezno.

88
Seudomino: J.S. de Montfort.

NO ERA LUÍS. 
No era Luís, pero esa voz seca que tenía, y cómo la matizaba en cortantes intervalos..., esa voz era exacta copia de la de Luís.
Y pronto descubrir sus manos, al engarzar los dedos en juego; sus manos toscas, como las manos de Luís.
Ella buscó su compañía, utilizando una desdeñosa ingenuidad, como suele hacerse a esas edades.
Una noche, en un parque donde se daban en florecer los primeros setos, su intimidad fue sorprendida por sombras que les curioseaban.
Ella reclamó la discreción de las luces apagadas y la distancia de una cama de préstamo.
El hotel era barato. Afuera se escuchaban coches extraños.
Pero había una cortina oscura. A ella le pareció justo.
Como se preveía, en el solaz de la penumbra todo él se convirtió en desnudez indubitable -igual que la voz, igual que las manos-.
Fue rápido. No la obligó a mucho.
Después de irse, ella sintió que seguían allí firmes sus manos, agarrándola con fuerza. La voz profundía en el centro de la glotis, y bajaba hacia el estómago.
Regularizaron las salidas, los encuentros. Se siguió sin demasiadas exigencias.
Por suerte, sus cuerpos -tanto en la cercanía como en la distancia, tanto en la oscuridad como en la sombra- se cogieron apego. Todo iba bien.
Con el tiempo, se percibió que la ternura dispuesta para cada uno -el hombre / el recuerdo- era diferente. Y luego fue darse cuenta de que uno y otro hacían el amor también de manera diferente.
Para no atormentarse, ella no dudó en abusar de las menudas similitudes.
Pasaron los años. Hubo una celebración de casamiento.
Se compró una casa, una berlina, maceteros grandes y una mesa camilla. Lo único, que no hubo embarazo.
La vida fue afable y convincente.
Fue tan severo el engaño, que por la casa se pasea un hombre de aspecto moribundo, y que tiene la costumbre de apagar pronto las luces, tras la cena.
Ella sospecha que la clave está en el ahorro.

89
César Frómeta Leyva.
Estados Unidos.

LO IMPENSADO.
Era una mañana otoñal.Yo traía puesto el abrigo de visón que me regaló
mi abuela antes de morirse.Cuando bajé la escalinata, escuché unos pasos,
que percutían en la silenciosa estación e iban a chocar con las paredes
huecas,que nos atrapaban en el largo y húmedo túnel.
Por unos instantes,sentí un miedo que me transportó a mis días de infan-
cia;pero otra fuerza mayor me obligó a seguir adelante,sin volver la vista.Ya estaba cerca, solo me restaban diez o quince pasos,para tomar el metro.
Nunca podré precisar el momento exacto,en que mis manos chocaron con el
frío metal de la puerta cerrada.Solo,sé que miré a mi lado y ella estaba allí.
Fin.

90
Laura Martínez Domínguez

ATRACCIÓN
Voló directamente hacia la luz artificial. El día era claro y la temperatura agradable, pero el levísimo zumbido del fluorescente azul atrajo irresistiblemente para sí el vuelo del insecto, aún a sabiendas de que aquella no era la luz del sol. No le importó. Todos los soles del universo no podrían haber llamado más su atención que aquella varilla incandescente que le susurraba embriagadores sonidos, danzando con ella en un baile frenético, enloquecido.
Las chispas saltaban con cada aleteo, con cada insignificante movimiento de sus patitas, incapaces aún de tocarla.
La polilla se resistía a alejarse; simplemente no podía, no quería conformarse con su vida gris hasta ese momento, quería toda la luz que su cuerpo fuera capaz de absorber, toda la vida que nunca tuvo.
El éxtasis estaba cercano; las alas comenzaron entonces a replegarse y marchitarse por el sofocante y mortífero calor. Sus sentidos colapsados, los ojos cegados. Sólo danzar y danzar, un baile perfecto de final esperado.
Los músculos se mueven solos, abandonados a una devorante locura, perdida ya toda razón. Hasta que la chispa final carboniza por completo el pequeño cuerpo, una muerte tan placentera que hubiera deseado volver a nacer tan sólo para caer de nuevo en su mortífero abrazo; feliz; sabiendo que su cuerpo se fundirá en ella.

91
Nelson Bocanegra López

80 AÑOS DESPUÉS
El rumor debajo de la puerta no para de sonar pero ellos siguen haciendo el amor.
Al salir, él soporta la mirada y el deseo de todas.
La madre superiora, una anciana de 80 años envuelta en risas y sábanas pequeñas, es rodeada por todas sus hermanas curiosas. Él se toma unas vacaciones con la billetera llena y el alma absuelta mientras en el lugar
todas empiezan a besarse.
Un milagro se va gestando.

92
Seudónimo: José V.
Argentina

EL ROBO

Me robaron la cartera. No tiene nada extraordinario el hecho de un robo para esta época turbulenta e insegura. Estaba ensayando una denuncia ante el jefe de policía. El dijo, en esta ciudad hay más ladrones que gente. No tuve paciencia para preguntar por qué los ladrones no eran gente o por qué, él no hacía algo al respecto. Seguía con la máquina, aporreando las teclas, borrando cada tres palabras lo anterior. La denuncia parecía interminable. Saqué a propósito y con el sólo ánimo de apurar el trámite, el cuchillo ensangrentado de la bolsa de los mandados. Él pareció mirar profesionalmente mi mano y el cuchillo, pero sólo preguntó ¿edad? Soltera, viuda, casada (no nombró en ningún momento separada) casada, dije y él siguió ¿en su casa? ¿el robo fue en su casa?, ¿puerta abierta o forzada?, ¿cuántos hijos? ¿mayores o menores?
Yo puse el cuchillo sobre el escritorio. Él lo tapó con las hojas de la impresora. La sangre ya estaba seca y no le manchó las hojas. Firme aquí y aquí. Esta copia para usted, venga a la otra sala que le doy la constancia. Dejé el cuchillo sobre el escritorio con la esperanza de que nos llamara. Que movilizara su curiosidad. Nada de eso ocurrió. Ahora estamos en el quincho, el lugar del robo, comentando la poca seguridad, los imprevistos, que alarma sí o no, pero hay algo molesto realmente, siempre estos robos acarreando consecuencias. Cada vez que comemos, tropezamos con las piernas que rígidas asoman debajo de la mesa. Deberíamos comprar un mueble que lo tape.

93
Seudónimo: José V.
Argentina

LOS DIENTES

Hay ciertas obsesiones que se meten en el cuerpo inocentemente. La mía había comenzado con el sencillo hábito de limpiar los dientes. No sé en qué momento la limpieza se transformó en algo meticuloso. Dos cepillos, uno fino, otro grueso. Las encías perfectas. Los dientes por arriba y por abajo, al costado, al revés. Tres tipos de pasta dental, para bruñir, para encías sensibles, para esmalte controlado. Los dientes cada vez más blancos, más limpios, seguramente tomaron nota del caso. Fastidiados, supongo, un día se dejaron caer. Fue un día preciso en que yo estuve escrupulosamente higiénica. Se cayeron en hilera, toda la parte de abajo. Uno puede resignarse a la pérdida de piezas dentarias. Uno sabe que con la edad se pierden algunas muelas. Pero esto ha sido demasiado horroroso. Mis dientes y algunas muelas se treparon en otras bocas ¡en agujeros ajenos!. Y me provoca un asco tremendo verlos reír o masticar en la boca de mis amigos.
Yo ahora uso cloro. Me parece perfecto para los enjuagues bucales.

94
José Carlos Iglesias Dorado
Aranda de Duero (Burgos)

LA HORA DEL TÉ
Cada tarde, a las cinco en punto, abro de par en par las puertas del salón y anuncio el inicio de la ceremonia. ¡Señores: La hora del té!
Acuden raudos mis demacrados amigos, Rimbaud, Baudelaire, Dostoievski, Hemingway, Faulkner, Vian, Celine, Gil de Biedma, Bukowski...
Así paso la tarde, rodeado de dipsómanos, fugitivos, morfinómanos, iconoclastas que han de purgar sus excesos encerrados en esta inexpugnable fortaleza.
Entonces, y una vez atendidas sus cirróticas señorías me pongo a escribir esta literatura insulsa y banal, siempre bajo la supervisión de un buen wiski irlandés.
Ese que me transportará algún día al fantasmal paraíso de los suicidas empedernidos.

95
Gerardo Sánchez Navarro

SIN DESPEDIDA
Había sido un día maravilloso. Uno de esos días que los enamorados no pueden olvidar, esos que quedan grabados en la memoria como un sello indeleble de una bella historia.
Se amaban con locura, eran el modelo de pareja ante los ojos de todos los que los conocían: sus amigos, la familia, los vecinos. La envidia de los infelices. La alegría era una de las características de ambos. El; hombre ordenado, amante del hogar, trabajador, fiel. ¡Qué más podía pedir una esposa! Ella, cuidadosa de su buena presencia, amorosa, tierna; el ama de casa y trabajadora, la amiga y la esposa ideal.
Esa noche habían regresado de cenar juntos, como siempre.
-Voy a bajar para comprar cigarrillos y enseguida regreso. ¡No tardaré! -Dijo él besándola en la mejilla, sin quitarse el sombrero.
-Llévate la llave, cuando vuelvas abre y entra. Me encontrarás aquí, como siempre. -Respondió ella acariciándole el rostro tiernamente.
Cuando él abrió, lo primero que vio fue su imagen reflejada en el espejo del armario que estaba frente a la puerta, envejecido, con el cabello canoso. El saco gris que había perdido la brillantez original, y el sombrero descolorido parecía una pieza antigua.
Al lado de la puerta, sobre el mostrador de la cocina, en la pared, asegurado con un pequeño clavo, estaba un papel amarillento que decía: "No demoraré, espérame, que he ido un instante a la florería".
Se colocó de nuevo el sombrero, guardó el papel en el bolsillo del saco, cerró la puerta y se marchó.
Había pasado demasiado tiempo.

96
Gerardo Sánchez Navarro

EL REENCUENTRO
El camino se hacía más sinuoso a medida que se acercaba a la cima. Marta tuvo que disminuir la velocidad del auto. Temía que de un momento a otro ocurriera lo peor, pues la intensa lluvia no le permitía ver más allá de unos pocos metros por delante. Había advertido a su esposo que no se preocupara, que ella podría conducir sin dificultades. Él, tenso, ni pestañaba.
Otros autos la seguían a corta distancia, lentos, cuidadosa-mente. Pareciera que todos sentían la misma preocupación. El abismo era profundo. Debajo se vislumbraba el tintinear de las luces de las callejuelas de pueblo que yacía en las laderas de la montaña.
De pronto en la curva, las luces de un auto que venía en sentido contrario rasgó la negra cortina de la noche, impidiéndole distinguir el espacio frente a ella. Todo pasó en cuestión de segundos, nadie pudo reaccionar, nadie pudo evitar el choque. La lluvia, la oscuridad y la boca oscura del desfiladero se tragaron ambos autos.
La gente se amontonó al lado de los coches, que pararon repentinamente en el borde de la carretera, para tratar de descubrir algún vestigio de vida. Alguien llamó a servicio de emergencias.
Abajo, en la ladera del pueblo, sobre el pavimento del último callejón, estaban los dos coches destrozados, aún con las luces encendidas.
Se incorporó súbitamente. El pánico, la angustia, el susto, la sorpresa, y la desesperación la habían dejado atontada.¡Eran demasiadas fuertes sensaciones agolpadas al unísono!
Lloraba, gritaba desesperadamente. La policía, los socorristas y la ambulancia ya estaban en el terreno. Observó, de pie a unos metros, cómo el personal de emergencia levantaba en una camilla a su esposo, que sangraba en la cabeza. A pesar de sus gritos, nadie la escuchaba.
De pronto alguien se le acercó -No te preocupes Marta, todo pasará. -Dijo el recién llegado con tono suave y sereno, mirándola afectuosamente.
-¡Tú.... Andrés! ¡Pero... si... tú estás muerto!
-Tú también Marta

97
Seudónimo: Conejito
Argentina

PASEO SURREAL
Abro con llave, salgo a la vereda, cierro con llave, miro para ambos lados, cruzo la calle y me atropella un auto. Gueim ouver. Abro con llave, salgo a la vereda, cierro con llave, giro 180°, miro para ambos lados, cruzo la calle y llego hasta la otra vereda. Camino. Una señora se asoma por la ventana y tira un balde de agua justo cuando paso por debajo de ella, como no sé qué inventar para que lo haya hecho, rebobino y después me apuro para no mojarme; apenas paso la ventana, me quedo mirando para ver cómo la señora tira el baldazo - como no lo hace, asumo que no le anda la videocassettera. Camino, camino. Una paloma decide hacer sus necesidades justo en el momento en que sus coordenadas difieren con las mías sólo en el eje Z. El resultado puede verse claramente en mi pelo. Como no tengo con qué limpiarme (ni ganas ni pañuelo) decido decretar (telepáticamente) que el adorno que ostento en la cabeza está de moda. Puedo ver unos adolescentes tirando laxantes colombófilos a las cornisas que tienen agujas de acupuntura para las palomas. Camino, camino, camino. Doblo una esquina hasta dejarla prácticamente recta. A nadie parece importarle, andan sobre rieles. Incluso a los encargados de la planificación urbana de la ciudad les parece una idea interesante. Veo que no hay autos estacionados y que los que están andando no se tocan entre sí. Sean n la cantidad de autos y p, la de personas; si p < n, entonces hay autos que se manejan solos. Escucho un ruido detrás mío, me doy vuelta. Me queda la piel adentro y los huesos afuera. Me doy vuelta otra vez y otra vez, quedo parado con la cabeza. Me doy vuelta otra vez y otra vez y quedo mirando para el lugar desde donde venía el sonido. Éste era una mera excusa para escribir algo impreciso como 'darse vuelta'. Esta es la última oración de un texto que no es más largo porque nadie lo leería.

98
Ana Moreno López
Valladolid

A MIGUEL.
La magia había sido su vida. Ya desde pequeño le encantaba manipular las cosas cotidianas, disfrazarlas y transformarlas de repente en algo distinto, más hermoso, por el puro placer de ver agrandarse los ojos de los demás y observar el momento único y feliz del nacimiento de una sonrisa. Siempre fue el favorito de su familia, de sus amigos y de su clase, por aquel talento suyo precioso de fabricar sueños. Se convirtió en mago profesional porque no hubiera sabido hacer otra cosa que no fuera crear bellas fantasías.
Pero ahora se sentía viejo y sin fuerzas. Sus dedos ya no encontraban caramelos o monedas en las orejas de los niños, los pañuelos en tiempos vistosos que sacaba de su chistera parecían ajados, e incluso el conejo blanco que extraía de ella en el número final no era auténtico, si no una buena imitación que desde las butacas y con un poco de habilidad parecía vivo.
Aquella tarde en el teatro su mujer estaba sentada en la primera fila, entre sus dos hijas. Demasiado cerca para poder engañarlas, pensó con pena. Para que las pequeñas lo vieran como alguien maravilloso capaz de todo. Dónde se había quedado aquel niño que escamoteaba una baraja de casa para embelesar a los compañeros en el recreo. Un gesto maquinal buscó el conejo falso en el sombrero. Ahora era tan sólo un ilusionista sin ilusión.
El dolor fue agudo y repentino. Miró sorprendido al pequeño animal que sostenía en la mano. Le había mordido. Mientras aquel viejo calor tan grato y casi olvidado le iba llenando el cuerpo, entregó el conejillo a su hija mayor. Pero el animal se le escurrió de entre los dedos, saltó por encima de la madre y se acomodó en el regazo de la pequeña, que lo acarició suavemente. Los ojos de la niña desbordaban vida y brillo.

99
Patricia Ríos Scott

CADA UNO A SUS MENESTERES
Sofía y su tía Elena, se dirigían a la casona del campo de don Gregorio, el tío Gregorio. Llovía con intensidad, el camino de tierra estaba despejado, pero el auto de Marta comenzó a tambalear.
- Tía Elena, ¡lo único que nos faltaba!. Algo le ha sucedido al auto. - ¡Mira cómo llueve!-, -¡no tengo paraguas ni impermeable!-.
Sofía se bajó del auto para revisarlo. Un neumático se había roto, al parecer un clavo o alambre lo había pinchado. Regresó al interior y le dijo a su tía: ¡Qué hago!. No tengo rueda de repuesto y para colmo ¡no sé como se cambia una rueda! Comenzó a llover con más intensidad. Para suerte de Sofía, su celular aún tenía batería y pudo comunicarse con don Gregorio. - Tío, un neumático se pinchó, estamos a medio camino y no sé cómo cambiar una rueda-.
Después de media hora llegó don Gregorio. Con inigualable estampa de hombre de campo, se acercó al automóvil y con rostro tenso, sólo dijo - ¡Mujeres! -Fue a su camioneta y trajo herramientas y una rueda. Solucionado el problema se retiró refunfuñando. Las dos mujeres, aliviadas, lo siguieron.
Llegaron a casa, mojadas hasta los huesos. Se cambiaron de ropa y se sentaron cómodas a beber té inglés. Don Gregorio, indignado les decía: - ¡Cómo se les ocurrió salir de compras con este día! ¡Qué saben de automóviles!. Las mujeres hoy en día están haciendo cosas qué no entiendo. ¡Cómo han cambiado los tiempos, Dios! Las mujeres deberían estar en la casa, al cuidado de los hijos y sus maridos. Si no saben cómo conducir un vehículo, menos cambiar una rueda. ¡Siempre termina el hombre solucionando todo!
Elena molesta, casi indignada, le contesta a su marido: - A ver mijito: tanto que has hablado de las mujeres y de cómo cambiar una rueda y manejar un automóvil, dime: ¿Cómo es la receta de la torta que te vengo preparando hace veinte años? ¿Ah...?
Gregorio las miró y se quedó mudo. Sonrientes las mujeres bebieron con ansias el delicioso y aromático té. Gregorio no dijo palabra y se fue a dormir la siesta.
- Ves hija-, le dijo a Sofía - Muy macho será, pero cada uno a sus menesteres-. Vamos a preparar esa rica torta y que Gregorio siga tan hábil con las herramientas.