Del 550 al 599

Microrrelatos

550
María Celina Cabarrou
Argentina

AMOR
Se querían mucho.
Él iba a trabajar en motocicleta.
Esa mañana, mientras se despertaba, la mujer tuvo un mal presentimiento.
Quiso cerciorarse de que el marido estuviera bien.
Lo llamó al teléfono celular.
Atendió y perdió el control de la moto.
Lo llevaron al hospital y ella pasó largos días tratando de que volviera del coma.
Cuando murió fue un alivio.

551
María Celina Cabarrou
Argentina

FRUSTRACIÓN
Una vida le resultaba poco.
Quería cinco y ser poeta, músico, científico, amante y político; cada uno de sus destinos a tiempo completo.
Se hizo clonar cinco veces para repartir las vocaciones entre ellos.
Cada clon tuvo el mismo problema que él.

552
Julio Gottheil
Argentina

AÑORANZA
SE CONOCEN, SE AMAN, SE DEJAN.
...
VUELVEN A ENCONTRARSE, VUELVEN A AMARSE, VUELVEN A DEJARSE.
...
DE NUEVO VUELVEN A ENCONTRARSE, DE NUEVO VUELVEN A AMARSE, DE NUEVO VUELVEN A
DEJARSE.
CADA VEZ MEJOR.

553
Julio Gottheil
Argentina

DESIGUALDAD
Cuando murió, le preguntó a San Pedro por su mujer y éste le contestó que la habían mandado al infierno por adúltera.
Se asustó mucho, porque él también la había engañado.
Pedro, leyendo el pensamiento, lo tranquilizó: "en los hombres no cuenta, porque está en la naturaleza creada por Dios."

554
(fuera de concurso, no se ajusta a las bases)
Juan Carlos Gorgojo de la Riera

LA GÁRGOLA TÍMIDA
Desde la altura, como excelso vigía, la gárgola observaba. Su primer conocimiento del mundo fue un rayo de luz que pudo vislumbrar por entre sus pétreos dedos. Sin embargo, la gárgola no era feliz. Ella nació con los diez dedos cruzados sobre su faz, hecho este que le impedía disfrutar plenamente del espléndido paisaje que desde su atalaya pudiera contemplar. Por ello, se la había bautizado como la tímida. ¡Qué erróneo atributo! Bien se daba cuenta de que sería muy difícil cambiar su apelativo. No estaba segura de que existiese un Dios de las gárgolas, pero por si éste en efecto existiera, clamaba todas las noches por un cambio, por un diminuto cambio de aspecto pero enorme en su percepción del mundo. ¡Y fue escuchada ! El día amaneció lluvioso, esto no hubiera sido importante para ella sino fuese que sendas gotas recorrían sus duras pupilas, suceso que la maravilló ya que nunca antes había sucedido. Pudo por fin ver separadas de su rostro las manos ahora invocando al cielo en un claro gesto oferente. Hubiera querido romper en mil pedazos la dura coraza que envolvía su alma y cubría sus labios para poder gritar a todos que ella estaba aquí, que no se ocultaba, pero eso no se le había otorgado. Con los dones concedidos esperó hasta que alguna de las criaturas, que por el suelo andaba, se percatase del cambio y, alarmada por hecho tan misterioso, corriese raudo a comunicárselo a sus convecinos. No pasó mucho tiempo hasta que una niña, curiosa siempre, se paró y observó. En su pequeño pero fértil cerebro, la lucha entre lo que hasta el momento había observado y lo que sus ojos mostraban, comenzaba. Cinco minutos fijó su mirada sin apenas pestañear, y cuando no pudo más, fue corriendo a buscar a su madre. Apareció, escéptica como es habitual en los humanos, clamando en voz alta que lo que la niña decía no eran más que alucinaciones o que, simplemente, se había confundido de gárgola. La noticia fue rápidamente divulgada, las autoridades no daban crédito ante lo sucedido. Investigadores, encaramados en andamios, afirmaban rotundamente que la piedra era la original. No se había reemplazado nada. El misterio cayó sobre la gárgola, pero ella había conseguido su objetivo por partida doble, observar y ser observada. Solo su calificativo perduró, siguió llamándose la tímida, solo que esta vez, el pueblo, se lo otorgó por su pertinaz silencio, por no contar qué había pasado.

555
Seudónimo: "Aaddaa"
Argentina

AMOR IMPOSIBLE
"Respondedme, loqueros, ¿cuándo se quiebra y salta roto en mil pedazos
el mecanismo del cerebro? ("Pero ya no hay locos" - León Felipe)

Sentado en un banco de plaza dentro del enorme parque del edificio, espera. Hace frío en ese soleado día de invierno. Dentro de poco se pondrá el sol que ahora ilumina de lleno la estatua de Venus desnuda en el borde de la fuente.
Félix aguarda que caiga la noche ya que cree que en el momento en que la diosa quede envuelta en las sombras, bajará de su pedestal, se sentará a su lado y acabarán haciendo el amor sobre los duros listones del banco.
Se está por dar el milagro cuando una enfermera, con la leyenda "Clínica de Reposo Bonanza" bordada en su uniforme, le palmea la espalda cariñosamente y le dice: "Félix, venga conmigo, ya hace frío. Es hora de la sopa calentita, el postre y después la camita".
Venus, sola, sigue en su pedestal en la casi oscuridad de esa tarde de invierno.

556
Seudónimo: "Aaddaa"
Argentina

DOBLE PÉRDIDA
"El mayor defecto del olvido es que a veces incluye la memoria"
Jorge Luis Borges

Lo había perdido. No recordaba cómo. Buscó en los cajones y en los bolsillos de las prendas que había usado, pero sin éxito. Se dijo "quizás en la cocina". Destapó ollas, abrió el horno, revisó los frascos, las latas, pero nada. De pronto recordó que muchas veces marcaba las páginas de los libros que leía con lo primero que encontraba a mano. Pensó "ahí debe estar. Seguro que entre las páginas de algún tomo". Su biblioteca de académico albergaba más de veinte mil volúmenes. Empezó con los de los estantes más bajos. Abría los libros como un abanico, los sacudía, pero no encontraba lo buscado salvo algunos billetes de banco ya fuera de circulación, boletos de tren, una lima de uñas, monedas, el negativo de una foto, la receta de un médico homeópata ya fallecido y una factura del sastre de fecha ya remota.
Así pasaron los días, los meses y los años. Al no poder alcanzar las estanterías más altas tuvo que valerse de una escalera. Una mañana, subido en el último peldaño, perdió pié y cayó sobre el escritorio. Horas después su ama de llaves lo encontró desvanecido.
En el sanatorio, después de varios días de internación recobró la conciencia, pero repetía "lo perdí... lo perdí..." Ante la pregunta del neurólogo que lo atendía sólo pudo responder, "no sé... también he perdido la memoria..."

557
Seudónimo: María Morena.
Argentina

EL PLAGIO
Definitivamente he decidido no llorar. Por supuesto que tal vez debería. Absolutamente debería. Con todas mis fuerzas. Desde adentro. Por las orejas y el ombligo. Fuerte, alto, dando alaridos para que el mundo escuche mi llanto.
No pienso en un llanto silencioso ni calmo, de esos en los que ruedan lágrimas una tras otra. No. Quiero llorar por los codos, por los poros, por el pelo y las cejas, convertirme en llanto; un llanto claro, largo, que sobreviva los días, las ideas, las estaciones; que corra por las calles, las avenidas, los aeropuertos, suba los escalones y vuele; si, un llanto volador. Que termine con la sequía que fecunde, que irrumpa. Un llanto todo mío, en que pueda caminar, navegar, nadar, construir un arca salvadora; hacer fiestas iluminadas por luciérnagas que también lloren. Entonces, acaso en medio de ese tremendo llanto estrepitoso; comer lágrimas, digerir lágrimas, volver la tierra una sola lágrima: de colores, de distintos tamaños y formas, que se puedan vender en las esquinas en puestos flotando sobre mis mismas lágrimas. Llorar, solo llorar... solamente llorar, sobrevivir llorando hasta que silenciosa y llorosa llegue la muerte y también llore, al verme seco, quebradizo, vacío, sin una sola lágrima más que derramar.
La sala se queda en silencio, todos se miran. En realidad me lo esperaba. No es un taller de poesía y aunque no tengo claro si puede llamarse poesía, es más parecido a eso que a un cuento. Nadie dice nada y mi corazón empieza a latir fuerte. No soy yo quien deba romper el silencio. Me muevo en la silla y me arrepiento, pero ya es demasiado tarde. El maestro sostiene la hoja y yo reviso las monedas para mi pasaje. Hay sol afuera y podría contar la historia pero no queda tiempo, como esa noche cuando después de leerla corrí a la esquina y doblé hacía tu casa. El gentío en la puerta me cerró el paso y yo apreté tu carta en el bolsillo y me sentí culpable, tan culpable como me siento ahora.

558
Seudónimo: María Morena.
Argentina

LA OTRA
Ha pasado tanto tiempo y entonces, es que de alguna manera de pronto era tener el pasado frente a mí. No estaba preparada. Sabes que siempre evité la mentira y en esos nuestros juegos, porque eran juegos en los que me ponías a prueba y sonreías, y en tus ojos azules se instalaba una chispa de gracia, y yo no podía, trataba te lo juro, pero no podía; por más blanca que fuera, por más piadosa, me sacaba del orden, y tu sabías resolverlo, no te costaba nada e inventabas mentiras. Ahora estoy como esta calle, vieja y vacía y no volteé a mirarte porque hay cosas que no valen la pena, ya no me queda tiempo. Abrí la puerta, la llave temblaba en mis manos, sabía que seguías mirándome, que no te bastó con mis palabras, que cuando dijiste mi nombre y yo miré tus ojos algo del ayer se hacía presente. Soy yo, Pablo, repetías, Pablo. Y te dejé decir, explicar, sin dejar de mirarte, y dijiste mi nombre; y lo negué, no podía decirte que era cierto, que después de tantos años era yo esa que tú creías haber reconocido. Supe por los diarios que el gran maestro había regresado, pero el pasado es algo que no vuelve; lo vi en tus ojos, en tu pelo ralo, en tu paso incierto. Yo ya no canto, perdí la voz, perdí la juventud, perdí a Miguel tu gran amigo, hace menos de un mes que ha muerto. Y ahora que con las luces apagadas pegada al cristal te sigo mirando, quieto bajo el farol de la calle, sin moverte, no te puedo decir que a pesar de la guerra, a pesar que la vida ha transcurrido separados, siempre estuviste entre nosotros, y son los años los que han sumado en ti ese peso al hablar. Miré tus manos, esas que corrían sobre las teclas del piano como por mi piel desnuda, esas que lograron las primeras planas de los diarios, esas que se quedaron con todo lo que alguna vez fue importante. Pero tengo que decir que no mentí, yo nunca miento y tú lo sabes. No era yo con la que te cruzaste en la calle. Yo me quedé contigo en el muelle al otro lado del océano, esa tarde cuando nos separamos.

559
Seudónimo: Karlos
Cuba

CORAZÓN
Una joven, locamente enamorada, grabó sobre la blanca y fina arena de la playa el secreto corazón de sus ardores.
Por un instante, suspendida por brazos invisibles bajo el cielo, sus ojos refulgieron de alegría y asomó a sus labios una sonrisa temblorosa, mientras se deslizaban por sus mejillas fugaces lágrimas de infinito goce.
Pero, ¡oh, Señor!, tú que sabes que no es ajena la felicidad del sufrimiento. Tú, que pacientes trenzas con hebras invisibles nuestras alegrías y tristezas, contemplaste apacible desde el trono inalcanzable de los cielos cuan breve fue su arrebato, cuando sobrevino desde el azul inmenso la furia torpe de una ola encrespada.
¡Qué dolor! De golpe, se ensombreció su rostro al descubrir sólo burbujas transparentes donde antes resplandeciera su corazón estampado. De rodillas cayó al suelo como gaviota fulminada por un rayo. Gimió, se retorció de pena y sus dedos crispados se clavaron donde la ola dejó el rastro de su alma helada.
? ¡Devuelve lo que has robado vil ladronzuelo de sal y espuma! - gritó la desdichada.
Pero por toda respuesta a su reclamo rodó a sus pies descalzos el espinazo de un pez.
? ¡Oh, infame! ¿Quién eres tú que a cambio del corazón más vivo devuelves este inerte esqueleto?
Rugió el mar y le ofreció la más hermosa perla atesorada en sus profundidades.
? ¡Maldito! - vociferó ella tomándola en su mano -. Acaso, me tomas por la tonta que pierde la razón por una lágrima lastimosa de tus ojos crueles.
Y lanzó furiosa la perla a lo lejos.
El mar hizo un último intento rodeándola de caracoles, conchas, corales y algas de colores deslumbrantes.
? Si supieras, no brilla más la estrella en lo alto del firmamento que la humilde llama de la vela que disipa las penumbras de nuestra celda.
El mar embraveció, como un toro bufaba y desencadenó su furia de bestia endemoniada sobre la orilla donde la joven le increpaba.
? ¡Iré por él! -gritó finalmente -. Podrás enterrarlo bajo la arena, encadenarlo a recias rocas, ocultarlo en lo más profundo de tus aguas… No importa. ¡Arrancaré mi corazón de entre tus brazos.

560
Seudónimo: Shang-ch`uan

FETO
Íbamos en comitiva o en un grupo de familiares. Buscábamos algo. Era camposanto o zona arbolada limitada por pequeños setos.
Subiendo a un promontorio nos introdujimos por una pequeña apertura: túnel de gusano bajo tierra. Nuestros vientres, nuestros codos, nuestras piernas reptaban entre suelo y techo cobalto, cada vez más estrecho.
De pronto iba primero. La compulsiva respiración y cabeza apenas si podían ya con la tensión. Cuando el anhelo era casi insoportable asomé a lo alto de una pequeña cavidad apretado por las paredes.
Vi un cuerpo-crisálida con postura fetal. Piel y cuerpo claro, casi transparente. En su lecho, en el cráneo naciente, se hendía una depresión de fractura mortal.
No pude. No pude. Todo mi ser convulsionó en un movimiento de llanto y sollozos ahogados, desesperados, en una tensión de infinita angustia.
Estaba en un cementerio conventual familiar.
Experimenté el sino de la vida violenta.

561
A. Gustavo Espeche Ortiz
Argentina

LA EFIGIE DE LA MONEDA
Encontré la extraña moneda bronceada entre el cambio del boleto del bus. Parecía una medalla y tenía grabada una efigie que me miraba desde la palma de mi mano y con su mirada me transmitió algo -una orden o un impulso- que me hizo descender en la parada siguiente. Comencé a caminar palpando con los dedos la figura dentro de en un bolsillo. No sabía a dónde iba, pero entré a un bar y encontré a Liza esperándome en una mesa. Me presenté y luego todo fue vertiginoso. Poco después vivíamos juntos en nuestra casa, felices y apasionados. En ningún momento abandonaba la medalla y cada vez que la observaba encontraba a la efigie mirándome a los ojos. Sabía que en ese cruce de miradas estaba mi garantía de felicidad y continuidad junto a Liza. Todo terminó cuando, por descuido, me alejé de la medalla y se produjo el inevitable acto de despertar. Estaba solo en mi habitación, como siempre. Entonces no dudé un instante y lo intenté.
Tomé un bus de la misma línea que en el sueño, pero al revisar el cambio sólo hallé monedas normales. Una de ellas cayó al piso y al buscarla encontré la medalla bajo un asiento. Era idéntica a la soñada, pero su efigie no sólo me miraba sino que también sonreía enigmática. Bajé en la misma zona y caminé hacia el bar, pero encontré a Liza poco antes, mirando una vidriera. El sueño había sido exageradamente premonitorio o la realidad se aproximaba demasiado a él.
Liza me alcanza una taza de café, en nuestro dormitorio, y cuando regresa a la cocina observo furtivamente la efigie, cuya existencia ella ignora.
Sé que sin el sueño esto no estaría sucediendo, pero todo sería perfecto si no lo hubiera soñado antes. Porque cada momento junto a Liza me parece idéntico al último instante que compartimos en ese sueño, salvo que entonces todo parecía destinado a ser eterno gracias a la posesión de la medalla. Ahora, no puedo dejar de pensar constantemente que si me alejo de ella -y quizás aunque no lo haga- en cualquier momento puedo despertar.-

562
A. Gustavo Espeche Ortiz
Argentina

ESQUIROL
Fui en busca de trabajo en mal momento. Había un conflicto laboral y en la entrada los del sindicato me comentaron que la empresa estaba incorporando personal que le era incondicional para que en las asambleas votara contra cualquier medida de fuerza. "Que no cuenten conmigo", los tranquilicé
En Recursos Humanos me dijeron que volviera más tarde. Me dirigía a la cafetería, donde habitualmente charlaba con mis colegas, cuando al cruzar por el salón central, que estaba repleto de gente, vi en el otro extremo a mi amigo Granados, el delegado, parado sobre un escritorio junto a un desconocido. Me paré para saludarlo pero no me vio. Un murmullo generalizado le impedía oírme. Todos hablaban o vociferaban incrédulos: "¡no puede ser!", "¡es la tercera vez!", "¿cómo lo definimos?". Entonces me pareció que Granados me miraba y lo saludé con la mano, tratando de sobresalir entre otros brazos levantados. Vi su gesto de sorpresa mientras el que estaba a su lado casi cae del escritorio al señalarme gritando entusiasmado "¡ahí, 54!". Escuché una ovación y muchos desconocidos se abalanzaron sobre mí para felicitarme y palmearme. La muchedumbre enfervorizada me arrastró hacia la cafetería, para celebrar, decían. Mis amigos y conocidos protestaban. Entonces entró el que estaba junto a Granados, con el gerente de Recursoso Humanos, quien con sonrisa satisfecha informó que yo había sido incorporado a la empresa esa mañana. Aclaró que si no estaba conforme podía renunciar y se me abonaría el único día trabajado.
Mis amigos se alejaron frustrados, sin saludarme. A los desconocidos no les preocupó que no participara de su triunfo. La asamblea que debatía la aplicación de una huelga, y cuya votación había empatado tres veces en 53 votos, resolvió suspender toda medida de fuerza por varios meses al romperse la paridad con mi voto.
A la semana fui incluido en la primera tanda de cesantías. El sindicato se hizo cargo de todas las demandas laborales pero no de la mía, ya que había sido expulsado de la organización el día de la asamblea, por inconducta gremial y actitud propatronal durante un conflicto laboral.-

563
Eduard Diéguez de Jaureguízar

EL VIEJO Y EL NIÑO
El viejo descansa dejando que el calor del sol se deslice por su apergaminada piel, escuchando el trinar de los pajarillos, y deleitándose con las risas y los chillidos infantiles que invaden el parque como todas las mañanas de domingo de esta agradable primavera. Sus manos, presas de un ligero temblor, se aferran con vigor a la empuñadura del nudoso bastón, bastón fabricado por él, surgido lentamente de una fuerte rama de moral. Piensa en su larga vida, en las experiencias acumuladas; la infancia en el cortijo, la guerra, la escasez, la llegada a esta ciudad que ya es la suya, el nacimiento de sus hijos y ahora el de sus nietos. Pero una sombra de aflicción cruza su rostro. No es recordar el pasado lo que lo entristece, sino vivir el presente. Siente que ya no es importante, que ya no es necesario. Le han obligado a apearse del tren en el que viajaba. Sus opiniones, sus sugerencias, ya no interesan. Le dan la razón como a los tontos. A él, que tanto sabe.
Un balón le golpea las espinillas despertándolo de su ensimismamiento. Un niño de unos diez años, temeroso de su reprimenda, lo recoge. Pero el viejo le sonríe y le acaricia el cabello.
- Hola, ¿qué haces? - pregunta el chiquillo.
-Tomo el sol - contesta el viejo.
- ¿Juegas conmigo?
- De acuerdo - dice contento el viejo levantándose fatigosamente, aunque dispuesto a emular a los ases del fútbol.
Y los dos, viejo y niño, entablan su particular encuentro.

564
Eduard Diéguez de Jaureguízar

AMOR NEGRO
Tu piel negra, mi piel blanca. Oscuros tus ojos, claros los míos. Mis labios una delgada línea, los tuyos carnosos, gruesos. Son rosadas las palmas de tus manos... igual que las mías. Rubio, largo, liso tengo el cabello. Negro, corto, rizado lo tienes tú. Me acaricias con tacto rugoso; rezuman por tus poros años de esfuerzo trabajando la tierra. Cuando miras veo la hospitalidad de tu pueblo, aunque también el abandono a que te ha llevado el mío.
Bésame. Has atravesado las dunas del desierto, has dominado las olas del mar y has llegado a mi lado. Todo para obsequiarme con tu amor, tu ternura y con la sabiduría ancestral que viaja contigo. Te quiero. ¿Son navegables tus venas?. ¿Tus músculos son transitables?. ¿Pueden visitarse tus sueños?.
Te vi por vez primera acompañado de tus amigos. Juntos semejabais una atractiva construcción de ébano. Entonabais canciones, bailabais ritmos africanos al son de pequeños timbales. Te brillaba la cara expuesta al sol del verano. Casi en éxtasis quedé mirándote. Parecías extraño a la gente, pero bello a mí. Rápidamente convertí en costumbre el ir a verte. Y llegó el día en que tú también me viste...
Hoy lo recordamos mientras luchamos contra la incomprensión que nuestra pasión genera.
Pensaba en el negro como en el color del luto, de la muerte. Ahora ya no. El negro es amor, el negro es vida.

565
Placido Romero Sanjuan
Las Escuelas. Jaen

RECUERDOS DE UN REICHSMARK
In memoriam Krzysztof Wyrzyski
Mi camarada de muchos años pasó -imaginó que para pagar una deuda antigua e improrrogable- a la cartera de piel de cocodrilo del comandante; pero no permanecí mucho tiempo solo. El capitán no tardó en conseguirme nuevos compañeros -tal vez antiguas deudas que se cobraban, con rigor prusiano, en lo que parecía el final de los tiempos-. Unos habían estado en la fría Rusia, otros en la cálida Libia. Todos acabaron escoltándome en la ancha cartera del carcelero de Bikernau. Cuando las cercanas chimeneas dejaron de expulsar su lúgubre humo, sonó la señal para que el Lager fuera desalojado. El amo consiguió un coche, un sólido Mercedes de otra época -entonces las fábricas no vomitaban continuamente tanques y aviones- y se dirigió hacia el oeste. Nos perseguía una implacable sombra que amenazaba -eso contaban nuestras solitarias historias- con un lodozal y con la nada.
Una noche, el amo entró en un Nachtkabaret y se desprendió de los compañeros a cambio de un espumoso francés y de las caricias de una rubia checa -su acento la delataba-. Invitó a varios oficiales de uniforme negro, azul, gris, en cuyo rostro estaba reflejado el miedo y la desesperación. Varias veces me sacó de su ancha cartera. Temí que me entregará a la arrugada alcahueta que ya había tomado a otros compañeros. El amo, sin embargo, se apiadó de mí o quizá se contuvo al ver el dibujo que la pequeña Erika había realizado sobre el escudo del Reich, en tiempos mejores.

566
Margarita Mediavilla Pascual
Valladolid,

MEMORIAS DE LA ABUELA
-¿Cómo vivíais en los años de la abundancia, abuela? ¿Era todo tan bonito como dicen?
-No te dejes engañar, Julieta, no es oro todo lo que reluce. Lo que había en aquellos años era consumo, mucho consumo. Los centro comerciales eran tan enormes que mareaban: miles de accesorios para la casa, para la cocina, cientos de yogures de diferentes sabores y marcas... Y los coches, ¡la gente iba a más de 100 km por hora y viajaba hasta 40 km para ir al trabajo! Pero la vida no era tan fácil, teníamos muchas cosas, pero mucho trabajo y muy poco tiempo para cuidaros a los niños o estar con los amigos. Entonces no había sensibilidad con las madres y padres trabajadores. Y lo más contradictorio era que no podías trabajar menos porque la vivienda, te exigía un buen salario. Eso sí, luego podías comprar montones y montones de cosas que no necesitabas.
-Dicen que lo peor fueron los años de la Depresión ¿es cierto?
- Si, fueron años difíciles. Aunque ahora, mirado con nuestra mentalidad de finales del XXI, no era para tanto. Sin embargo, el consumismo se había calado hasta tal punto en nuestra forma de vida, que no éramos capaces de reaccionar ante la crisis. Lo peor fueron los grupos ultras, las persecuciones contra inmigrantes, la intolerancia y el miedo. Por suerte las fuerzas más positivas y solidarias de la sociedad también se hicieron fuertes y reaccionaron con medidas audaces. El desempleo galopante de los primeros años se fue corrigiendo poco a poco a base de medidas sociales y de bajar todos a la vez de nivel de vida. Al final la gente se empezó a dar cuenta de que no tenían que sentirse unos miserables por tener que ir en bicicleta al trabajo o por no poder comprarse un traje de lino, que la cultura y la calidad de vida suplían el consumo al que estábamos acostumbrados.
-Y qué piensas abuela ¿se vivía mejor entonces?
-Pues no lo sé Julieta, creo que igual. Ahora no se tiene la sensación de vivir en una burbuja falsa. Es diferente.

567
seudónimo: "Hipatia".
Velliza (Valladolid)

ATMÓSFERA.
El cansancio le agota las mejillas porque los ojos, en vez de pupilas e iris, son hilos colgantes de espera interminable, ciega; y los labios, rotos, sin palabras, líneas cerradas como bocas sin aliento.
Voces sin sentido flotando alrededor. -Me alegro de
vertecómoestásbiennosvemoshastaprontotellamoundíadeéstospara...
[........] largos espacios de silencio.

Cuando el aire agita sus manos entre dedos mudos de gestos, camina. Densamente envuelto, una capa de vacío sigilosa acompaña sus pasos.
Hojas tersas, otoño; amarillo o marrón. Ciertos gritos de niños entre risas sin futuro, desconcertantes, componen una escena muda y lejana. Hombres de mirada invisible saludan a otros sin rostro, que pasan. Risas falsas en bocas-cremallera.
El hombre inexistente, desdibujado, ausente de miradas, arropado de ausencia y de objetos visibles (Colores-formas-masa-velocidad-espacio) camina entre millones de ojos cerrados y de bocas hirientes, sin lengua, sin voz, sin nada; apenas instantes de una tarde. (¿Dónde? ¿cuándo? las palabras).

568
(fuera de concurso, no se ajusta a las bases)
Luis Diaz
Girona España

IDIOTEZ DESCAFEINADA
Mientras el periódico insiste en venderme injusticias y penas al módico precio de mi incondicional atención. Cuando intenta contarme de bombas en Medio Oriente, de hambre al sur y sobrepeso al norte; de ayudas humanitarias deshumanizadas. Aunque me griten en silencio estas frías, ásperas y hormigueantes hojas sobre sed y agua, vacunas antitodo aquí arriba y enfermedades sin antídoto por allá abajo; de gobiernos títeres en petroleros países, de oligarcas y proletarios, de mentiras que son verdades únicamente en la tierra del tirano de turno, ése que invade, mata y saquea "por el bien de la humanidad".Mi mente soñadora vuela por sobre todo eso con la certeza de que es egoísta en el acto, no olvido las penurias, las aparto y por un momento soy feliz y también el idiota más grande de todos, quién sino un idiota puede ser feliz habiendo y sabiendo de sufrimientos y culpables impunes. Pues yo no leo el periódico, sino sus labios. Tiene los labios húmedos, cálidos e inalcanzables y la sonrisa más perfecta que este maravillado lector pudo apreciar. Su mirada recorre las mesas e ilumina el local. De pronto me observa, casi instintivamente me oculto tras la enorme barrera de papel, la miro y me sonríe. Se acerca y me sonrojo. Sí!!! Al fin al cabo de un año y medio me sonríe, tal vez me coquetea. En mi aturdida cabeza pasan citas, besos apasionados y "te quiero's".Se detiene frente a mi, la observo, sus labios se mueven pero no la escucho, el estado de idiotez momentánea me lo impide y cuándo por fin logro oírla confirmo fehacientemente que soy un idiota. -"Señor el periódico está al revés"- me dice. Lo giro torpemente, mientras gotas de transpiración poco discretas y menos oportunas surcan mí espantado rostro.-"Es qué el mundo está patas arriba"- respondo tontamente. Sonríe por cortesía y se aleja. Suelto las monedas sobre la mesa que parece burlarse de mi al igual que la taza y todo utensilio que puebla mi rincón favorito; ya ni hablar del traidor ex mejor amigo y desde ahora enemigo acérrimo, periódico. Al cruzar la puerta su mirada está en mi nuca y me pesa, la mirada del mundo entero se clava en mi espalda hiriendo mi cabizbajo ser. Mientras me alejo repito para mis adentros; "no volveré mas" y busco excusas que involucran injustamente a cafés mal hechos, medialunas viejas y la carencia de área de no fumadores. Pero vamos, sé que nada de eso es cierto y que mañana estaré aquí como cada día, tan idiota ó más, para superar el trago amargo de formar parte de este mundo y por un momento ser feliz.

569
Jacqueline Brabant Olivier

AMINA
Milagrosamente la palmera seguía en pie, sus grandes hojas agitadas por el viento escondían pájaros invisibles que se delataban por un piar incesante. Entre las ruinas de la casa, un perro, que olfateaba en busca de no se sabe el qué, alzó de pronto la pata y orinó sobre una viga, entonces Amina se levantó para ahuyentarlo. El animal retrocedió y se sentó un poco más lejos, observándola con mirada resignada; bajo el pelaje color canela se le podía contar las costillas, parecía tan perdido como ella. Le tiró un trozo de pan y el animal asustado se levantó, la cola entre las patas, dispuesto a huir. Luego, se acercó cauteloso y, después de tragar el bocado, paso largo rato buscando las últimas migajas entre los hierbajos.
- Tu y yo lo hemos perdido todo -suspiró Amina.
Rebuscó entre los escombros, seguida por el can. La casa había sido arrasada primero por las bombas y luego por los saqueadores. Miró alrededor y no vio a nadie; entonces se puso a cavar al pie de la palmera y sacó una pequeña caja de metal. La había enterrado en el patio cuando empezó la guerra; nadie lo sabía, ni siquiera su esposo. Él había desaparecido. Lo buscó durante días entre los heridos de los hospitales pero no lo encontró, y por mucho que preguntó, nadie sabía si estaba muerto o vivo, así que volvió a casa de sus padres. Al abrir la caja, bajo la mirada expectante del perro, encontró el dinero y las joyas. Era poca cosa pero el fulgor amarillo de su pulsera le levantó el ánimo. Era como una semilla de esperanza, algo conque empezar. Guardó el cofrecillo bajo la túnica y contempló el único clavel que había sobrevivido al desastre; emergía entre los ladrillos derrumbados, tieso y oloroso. - ¿Por qué todo eso? ¿Por qué? -le preguntó al perro.

570
"Uno"

OOJJOOSS
Ddooss ojos; sí, ddooss; que veían así, doble, en pliegue, por duplicado, miraron a Raquel aquel día, al pasar: piernas ágiles, cabello volandero, insinuado escote. Se percató de inmediato:
-¿No le da vergüenza mirarme los pechos así?
El dueño de los ojos en pliegue los replegó:
-Me da. Pero intuyo tanta belleza que no veré...
Raquel siguió andando furiosa. De pronto, paró, dio media vuelta y se plantó frente al de los ojos.
-Despliéguelos y mire bien.
Los liberó del sostén, los extrajo de su interior, los plantó ante él.
-Gracias -boqueó el anciano sentado en el parque- Nunca lo olvidaré.
-¿Cuál de los dos?
Y mientras Raquel, de nuevo escondido el doble tesoro en su cofre, se volvía a alejar, creyó oír tras ella el galope suicida de un corazón.
-Buen provecho -se oyó mumurar a si misma.

571
Consuelo Miguel Roldán
Sevilla. España

ÉL FUE EL ÚNICO QUE NO ME VIO
Él fue el único que no me vio. No puedo decir que lo lamente, era lo que pretendía, pero a qué precio.
Camiseta, pantalones y unas deportivas, que me quitaron la respiración cuando les vi el precio, para acudir a la cita. Todo fue a parar a las manos de completos desconocidos.
La estrecha calle, ocupada por innumerables nazarenos que precedían a la Macarena, estaba coronada por edificios con balcones. Esta fue mi salvación y también mi infortunio.
Con un acelerado gesto, y sin mediar palabra alguna, cogió toda mi ropa y la lanzó por el balcón, me dio un empujón, que apunto estuvo de obligarme a seguir la misma trayectoria que mi vestimenta, y cerró las puertas. Y allí estaba yo, en paños menores, como hubiera dicho mi abuela, viendo como los transeúntes, que se habían cobijado, entre las paredes y las cofradías, se disputaban las prendas que habían caído, no sabían de dónde. Ellos no lo sabían, pero yo sí, yo, y casi un centenar de personas que como yo, pero por otro motivo, ocupaban los balcones de aquella calle.
Estábamos revolcándonos en su colchón, cuando oímos la puerta y el sonido de unos pasos acercándose. Después, media hora, interminable, me exhibió ante todos aquellos, supuestos devotos de la virgen, que estaban congregados tras aquellas barandas. Pasado este tiempo, sentí abrirse las puertas a mis espaldas. La miré. Él se había ido. Alargó sus brazos y me entregó una camiseta y unas calzonas y, con un gesto, me indicó que me marchara. "Es todo lo que puedo ofrecerte", me dijo. Mientras me vestía, la observé. Realmente, ¿quién había utilizado a quién? Hasta ese instante, no lo habría dudado: yo. Pero entonces dudé, y mi mente se abrió, y lo vi todo más claro, y no me gustó lo que vi, y me propuse cambiar.
Él fue el único que no me vio, y yo... yo no volví por aquella casa, ni tan siquiera por aquella calle. Y ahora sigo dudando, con mi mente abierta, viendo todo más claro, sin gustarme lo que veo, y proponiéndome cambiar. Esta inexperta lucidez, esta tosca consciencia, me acompañan desde ese día, minando mi vida con una inquietud, hasta ese instante, desconocida para mí. Esta fue la tarifa que tuve que pagar, este es el arancel que continúo pagando.

572
Consuelo Miguel Roldán
Sevilla. España

PRONTO IRÉ A POR TI

"Pronto iré a por ti" me decía, pero yo, entre otras cosas, estaba impaciente. Le suplicaba, le imploraba, pero siempre me repetía la misma frase: "Pronto iré a por ti". Hacía tiempo que la esperaba, sin embargo, durante las últimas semanas, la espera se volvió deseo. La deseaba desesperadamente, por eso, quizás, finalmente vino a buscarme.
Estaba decidido, no podía, o tal vez no quería, seguir apelando, seguir rogando por una cita que acabaría con mi espera. Sí, estaba decidido, sabía como acelerar los acontecimientos, y ella, no tendría más remedio que venir a demandarme, y yo, no me resistiría.
Había pensado, muchas veces, cómo sería nuestro encuentro. Lo tenía claro: sosegado, sosegado y dulce. Una música suave, unas velas aromáticas, la bañera llena de agua caliente... me ayudaron a construir el escenario adecuado, según mis deseos, para la ocasión. Ya faltaba poco. Me desnudé y me sumergí en la calidez de aquellas aguas. Tomé la cuchilla y rasgué mis muñecas. Comenzó a apoderarse de mí un amigable estupor, y cuanto más me adormecía, más cerca estaba ella. Casi llegué a sentirla cuando, unos bomberos, echaron la puerta abajo y, chapoteando, llegaron hasta mí. Me comprimieron las muñecas y ella se fue. Me dejé los grifos abiertos y no pudo perdonarme algo tan tonto, por eso se alejó, por eso se marchó.
La sigo deseando, pero ya no me desespero, porque ha vuelto a hablarme: "Pronto iré a por ti".

573
Tito Alejandro Bustos Harm

RECORDANDO
En aquellos días de carabela botada, el negrero nació al mundo; los portugueses fueron los primeros, más los ingleses, los mejores negreros, tomados de guerras, adulterios, vendidos por sus reyes o capturados por los europeos, fueron embarcados en fardo flojo "o fardo prieto", si "flojo" sobrevivirían más, si "prieto", el cuarenta por ciento sería en el mar sepultado, dos tercios serían varones un tercio mujeres, tenían sus casas de reproducción donde el amo del esclavo "acrecentaría" su capital laboral. En minas, campos, herrería u otro oficio si el esclavo lo conocía, llevaría el esclavo a la fuerza del trabajo pesado sobre sus hombros, otros casos, lo llevarían hasta el cargo de maestro de escuela pero el más "exclusivo" de los "oficios" le fue reservado y en "verdugo" casi seguro destinado, la esclava. Si nodriza del hijo del amo tenía la probabilidad de algún mejor trato; pero si era amante del amo y quedaba embarazada, el destierro interno de madre e hijo era destino asegurado, en mil setecientos y tantos fue abolida, y los ingleses la persiguieron, pero en mil novecientos cinco, barcos franceses llevaban "pasajeros libres" de Africa a las colonias de varias naciones en la costa del Índico. En dos mil cuatro en Francia fueron liberadas ciento cincuenta personas esclavas, existiendo también en Suiza y Austria. En este año se recuerda la abolición, pero: ¿Dejó de existir la esclavitud?

574
Eduardo Gómez Cuadrado

RETRATO NOCTURNO.-
Aún no sé su nombre. Es casi seguro que nunca lo sabré. La conocí en un bar de barrio de la periferia de la ciudad. Era un local de pésimo gusto y peor vino. Iba allí por que su decadencia me gustaba, tal vez porque me recordaba un poco a la mía.
Ella entró con no sé que estúpida y bendita razón, y habló un segundo con el camarero. Después, me miró y me pidió fuego. Era el ser más maravilloso que había visto jamás, y es raro porque a mí no me gustan las pelirrojas. - No fumo - dije mientras maldecía mentalmente mi buena salud. - Mejor - añadió ella - así yo tampoco.
Comenzamos a hablar. Le hablé de mi vocación de pintor y de mi maldición de contable en una empresa de papelería. Ella me miraba, con ese tipo de ojos que se merecen el poema más cursi pero también el más bello del mundo y adornaba mis frases con constantes gestos de interés, de sorpresa, de alegría, de complacencia.
El camino hasta mi casa, lo recuerdo vagamente. El camino de la puerta a mi cama, no lo quiero detallar y el camino de su lengua por mi cuerpo, no lo puedo contar.
A media noche me desperté. La quité un cigarro del bolso y me dirigí a la ventana para encenderlo mientras miraba la calle desierta. - La ocasión lo merece - pensé - ¿qué es un buen polvo sin el cigarro de después? -.
La miré tumbada en mi cama, tan dormida, tan desnuda. Con esa postura tan insultantemente sensual.
Comencé a dibujarla, a lápiz normal y detrás de una vieja factura de la oficina. No podía perder tiempo en buscar nada mejor, tal vez cambiase de postura y el momento se perdería.
Cuando acabé guardé el boceto en la carpeta donde guardo los dibujos que no pienso retocar y volví a la cama. La abracé y me dormí.
A la mañana siguiente, la lluvia golpeaba los cristales de la habitación. Yo yacía solo abrazado a la almohada.
Me levante buscando con la mirada su presencia, aunque sabía de sobra que se había marchado. Tomé la carpeta y saqué el dibujo de la noche anterior, y he aquí mi sorpresa cuando descubrí que lo que esa misma factura contenía en su reverso, no era su imagen sino la mía tumbado desnudo en mi cama y durmiendo plácidamente.

575
Seudónimo: José, Ciudadano del Mundo
Madrid

LA PALOMA DE LA PAZ
Erase una vez una paloma blanca que se llamaba Paz. Era una mensajera. Pero no necesitaba llevar ningún mensaje. Con sólo verla, inspiraba paz. Y tenía una amiga: una cigüeña, que se llamaba Amor. Su nombre era muy significativo, pues inspiraba amor. Siempre volaban juntos encima de la ciudad. Donde se posaba Paz, junto con su amiga Amor, unos miraban a la paloma y le decían: "¡Qué bonita eres! Tan blanca y pacífica!" Y ella contestaba: "Me llamo Paz. Esta es mi amiga, la cigüeña Amor. Representamos lo que vosotros, los hombres, necesitáis. Nunca peleamos." Y otros decían a la cigüeña: "¡Eres realmente preciosa! Inspiras verdaderamente amor, junto a tu fiel amiga. ¿Acaso estás enamorada de ella?" Y Amor contestó: "El amor no tiene límites, sobre todo cuando se trata de mi amiga Paz. Formamos una pareja ideal de algo que el Hombre necesita de verdad: Amor y Paz." Y todo el mundo se quedó asombrado pensando: "¿Será verdad?"

576
Seudónimo: José, Ciudadano del Mundo
Madrid

GALI EN EL ZOO
Un día llegó una gaviota que se llamaba Gali. Era de Galicia. Había volado mucho para llegar a Madrid. Se posé sobre un poste, cerca de sus amigos los tres delfines del zoo. Les dio un nombre a cada uno: Delf, Elfi y Findel. Se convirtió en amiga de los tres. Gali se sentía a gusto y libre por los aires del zoo. Necesitaba la compañía de otros animales. Visitó a varios pájaros del zoo y les habló de su largo viaje desde los mares de Galicia adonde volvería algún día, después de una temporada en el zoo, para conocer a todos sus habitantes. Su estancia fue muy enriquecedora y fue muy feliz. No le faltó nada. Pero le tiraba su tierra, tenía morriña, y volvió con su familia después de tres meses de ausencia. Su familia la había echado de menos y la acogió como se merecía. Gali siguió muchos años feliz. Se casó y tuvo una familia numerosa. Y colorín colorao, este cuento se ha acabao.

577
Pseudónimo: MURIEDES

¡SALTA!
Te despiertas sobresaltada y te llevas la mano a la frente. Está sudada. Te limpias el sudor con las sábanas. Te incorporas y te sientas en la cama. Tienes miedo. Algo ha perturbado tu mente durante tu sueño y temes volver a dormirte por si aparece, porque no puedes huir. La pesadilla está en tu mente y tu vida unida a tu cabeza y a tus pensamientos.
Te levantas de la cama y das vueltas por la habitación. La puerta y la ventana están cerradas, y te parece estar en una jaula. Caminas muy deprisa, rompiendo el silencio con tus pasos nerviosos. De pronto paras. Esperas oír el silencio, pero el sonido del reloj es como un martillo en tus oídos. Te vuelves a tumbar en la cama. No has dejado de sudar y el sueño te puede pero el miedo es más fuerte, porque ha atrapado tu mente y la ha hecho su presa para tenerla esclavizada. Te pellizcas para no dormir. Te vuelves a levantar aún más nervioso y abres la ventana, entrando una bocanada de liberación. La noche está en calma, las calles vacías y en tu mente habita una pesadilla. Los nervios te hacen temblar y enciendes un cigarro. Mientras fumas, te tiembla la mano y se te cae el cigarro al suelo. El miedo aumenta y te entra pánico. La habitación se empieza a hacer pequeña y te empuja a saltar. ¡SALTA!. Mientras caes la pesadilla va desapareciendo hasta que el golpe contra el suelo la elimina y tu cuerpo yace sobre ella.
Tu corazón late débilmente. La vida ha sido generosa abrazándote fuerte y dándote otra oportunidad. No la malgastes. Enfréntate a tus miedos para que no te la vuelvan a arrebatar. Y si al final de la lucha, sigues sin ver una salida, vuelve a saltar.

578
Pseudónimo: MURIEDES

ACUARELA
Colocas el papel sobre la mesa, te sientas correctamente y pones cerca de ti todo el material necesario, porque ni la creatividad puede ser interrumpida por nada ni una obra de arte dejada a medias. Con el lápiz esbozas el modelo que has elegido para inmortalizar, y en unos minutos, la pureza del papel queda inundada de trazos que has dejado caer sobre él. Observas lo que has plasmado en el papel y lo comparas con el objeto real. Si necesita correcciones, este es el momento, un pequeño problema pasado por alto puede venir como una gran pelota contra ti y dejar una mancha en el papel, aparte porque lo eterno ha de ser perfecto, pues mientras dure en el tiempo será admirado por todos.
Tonteas con los dedos sobre los pinceles hasta dar con el elegido. Lo coges y observas su pelo, lo atusas con el dedo y lo metes en el vaso de agua. Abres la caja de pinturas y admiras los colores que serán de tu obra. Eres creador de color y mezclas todos los que quieras hasta crear un color único, tu color. Bautizas a tu obra con esa primera pincelada y te guías de las líneas que el lápiz marcó para darle una realidad al dibujo rellenándolo de color. Piensa bien cada pincelada, mientras fluye sobre el papel al compás de tu mano, porque no hay vuelta atrás, ya que el color no se despega, e intentarlo es matar tu obra. Cada vez queda menos espacio en blanco, y la última pincelada que das es la que da vida a tu cuadro.
El papel está aún mojado por la pintura aguada, y es el aire quien tiene la última palabra y lo roza hasta secarlo. La acuarela espera tu aprobación, y tú se la das al firmarla y hacer que te pertenezca.

579
Seudónimo: Yday
Venezuela.

ÉL Y YO
Él y yo, yo y él <<suena bien>> me digo una y otra vez tratando de grabármelo como hice con el alfabeto, el número de cédula y mi fecha de nacimiento. Pero suena bien solo en mi mente porque ante la gente no es más que un retrato absurdo de una aberración. Sí se oye cruel, pero es así. Nadie que nos ve juntos considera ni remotamente la posibilidad de que estemos de manera sincera atraídos, que sintamos una conexión inexplicable pero cierta y en el peor de los casos única y especial.
Nadie asume una posición madura como hacen cuando nuestro caso es protagonizado por un hombre adulto y una adolescente. El escándalo empieza porque una mujer no se deja embelezar por la idea de la menopausia y se decide a vivir a plenitud su sexualidad, aún por encima de los prejuicios sociales. Decide vivirla en pareja. Una pareja que tal vez no la iguala en edad, en madurez, en profesión, en estabilidad, en metas o logros pero que completa ese lugar vacío que la hace sentir plena y hasta, aunque parezca ilógico: eterna.
Con mirarnos y señalarnos esconden su represión, regodeándose al tiempo de sus propios pecados. Encubriendo con sus críticas sus propias malicias y el morbo excitante que produce la felicidad ajena.
Él y yo, eso somos, aunque nadie lo acepte, aunque mi hija mayor luzca mucho más idónea para él que yo, aunque al tomarnos de la mano ofendamos a todo el mundo, aunque su madre replique << Pa' vieja yo>>. Somos eso indefinible, inconsistente, inaceptable, inmoral: él y yo, yo y él, solo eso.

580
Jesus Nicolas Alegre

ECHANDO CUENTAS.
Nuestra rutina en el amor era vernos los fines de semana, compartiendo desgracias y malos trabajos. Nos pidieron madurar así que hicimos cuentas y calculando el tiempo que íbamos a pasar juntos gastamos todo nuestro dinero para viajar a París y suicidarnos allí. Nos dimos la mano y nos lanzamos al rió más hermoso del mundo.

581
Jesus Nicolas Alegre

BARTLEBY SIGUE VIVO.
Después de leer "Bartleby, el escribiente", de Herman Melville, me lancé a la calle desesperado en busca de seres extraños llenos de soledad, de tristeza y de compasión. Personajes que al preguntarles solo me contestasen: "Prefiero no hacerlo" y que viviesen discretamente en mis oficinas, añorando terriblemente los tiempos felices de las cartas muertas.
Pero solo me encontré a otros escritores que como yo buscábamos al amanuense por Wall Street.

582
Seudónimo: Sargas.

DE SÚBITO
»De súbito -lo que no necesariamente significa sin previo aviso- algo sublime e inmenso se derramó en un torrente de violencia bajo el sombrero del tipo de la gabardina oscura, reduciendo a aquello que solía ser un físico teórico a tan sólo un montón de carne en estado catatónico tendido sobre el paseo que se extendía frente a la Facultad. El inspector jefe de la policía no fue capaz de retener un escalofrío que, ante la mueca de horror en que estaba deformado el rostro del desafortudado individuo, recorrió su hasta entonces veterana médula espinal. Por suerte, quién sabe si buena o mala, aquél cuerpo no era aún el de un cadáver.
»De súbito -lo que ahora sí que significa sin previo aviso- el colchón de la cama del hospital cedió a causa del estertor del paciente al despertar del largo letargo. Pero lo que había bajo aquél camisón ya no era un físico, ni siquiera una persona. Todos sus conocimientos, sus recuerdos y experiencias, su vida se había perdido para siempre en el olvido, dejando su mente cual tabula rasa. Fisiológicamente, a aquél hombre no le pasaba absolutamente nada, no había motivo alguno para que le hubiera ocurrido tal calamidad. Pero el hecho era el que era...
»Nadie fue capaz jamás de averiguar que había sufrido un ataque de omnisciencia, que ese "algo sublime e inmenso" que se había derramado en su mente no era sino la entera comprensión de la esencia última del Todo, sin estar su cerebro -ni el de nadie- preparado para ello. Largos años habría llorado por sí, de no ser porque aquel tipo ya no existía tras la expresión ausente y vacía de un rostro que apenas semejaba al suyo.

583
Seudónimo: Sargas.

UN CIERTO SENTIMIENTO
La balaustrada de mármol blanco difuminaba en su superficie la suave luz de la luna llena que se alzaba allá en lo alto. Apoyada sobre aquella, la nívea en color y calor mano diestra. Sostenida por la siniestra, una manzana verde mordida y algo manchada de sangre. Su dueño escupió el trozo arrancado, pues aunque lo sabía jugoso no podía saborearlo, y menos aún ingerirlo. El único placer que había de conocer su paladar por toda la eternidad era el que fuera capaz de obtener de la sangre humana, y lo cierto es que de la del desgraciado que acababa de perecer envuelto en su abrazo no había obtenido ninguno. El rostro del verdugo, de facciones marcadas y piel pálida, dejaba entrever un cierto sentimiento de melancolía en que se mantenía a flote la escasa alma que aún conservaba. De su duro rictus manaba un fino hilo carmesí, y de la tristeza de sus ojos distantes y profundos como el océano que se extendía ante ellos habría hecho lo propio el llanto, de no ser porque a los vampiros no se les permite llorar.

584
seudónimo: Lagomersindo Huapi.
TORTUGUITAS (Buenos Aires).

SU HORA MAS GLORIOSA
Finalmente, había llegado mi hora más gloriosa.
Cierto, no había sido fácil. Tuve que luchar mucho. Pero ahí estaban los resultados, el premio de mi esfuerzo: El lago de los cisnes, una meta ambicionada por cualquier bailarina, en todo su esplendor.
Me había tocado como compañero Julio Diáspero, con quien nos entendíamos a la perfección. Un muchacho maravilloso y un bailarín de primerísimo nivel que ya había actuado en La Scala de Milán. Las pirouttes fueron una joya de acrobacia mayor. El pas de chat una delicatesse verdaderamente felina. La grand jété, prácticamente un vuelo sobre el escenario. No hubo movimiento que no fuera cuidado y ejecutado con la mayor destreza.
Concluyó el ballet y salimos a saludar. El teatro se venía abajo con los aplausos, los vivas y los bravos.
Julio estaba radiante y yo no me quedaba atrás. La función había superado todas nuestras expectativas. Verdaderamente, ese era mi mundo y yo me lo había sabido construir. Volvimos a saludar, a saborear nuestro triunfo.
En ese momento me di cuenta de lo tarde que era. Me acerqué con mi silla de ruedas al aparato y apagué el televisor.

585
Eugenio Georger Castillo,
Santiago, CHILE

NUNCA TE OLVIDARÉ.
Muy sola se despertaba en las mañanas, ya nadie le musitaba al oído: nunca, nunca te olvidaré, para luego abandonar la cama. Ya no corría a la ventana a contemplarlos alejarse rumbo al puerto, si bien algunos le retribuían sonrientes la mirada, otros, tras habitar su casa recorrer su huerto y libar sus frutos, se perdían calle abajo sin volver la cara. Se levantó por un café, al pasar encendió la radio y un cantar adolescente y cálido quebrantó la soledad del cuarto: "nunca, nunca te olvidaréeeee… Palabras que como las aves ahuecadas al viento siempre alzan el vuelo, y que de boca en boca es peor que un peñasco atado al cuello.
Sosteniendo la taza de café se detuvo frente al tocador, algunas flores y figuritas de cerámica adornaban el mueble, no habían cuadros, tampoco fotos que pudieran detener al visitante, o preguntar ¿esta eres tú… que bella estás… y este señor quién es?..., y sin otras consideraciones continuar la marcha. Por unos instante permaneció frente al espejo, con un peine se fijó el cabello, aprensivamente acercó su rostro y sobre el fondo plateado del cristal pudo contemplar una piel raída, unos magros huesos, luego los fantasmas y mas allá los sueños. Y entre fantasmas y sueños esa cruz de palo que colgaba vacía en un rincón del muro distante del lecho. Bebió un sorbo de café, dejó la taza sobre el mueble y ajustándose la bata que marcó el contorno anguloso de su cuerpo, fue a apoyarse a la ventana. Un batir de gaviotas se elevó desde el océano y una brisa mañanera estremeció su piel, cerró los ojos, extendió las alas y liberada de residuos ancestrales, en el útero del tiempo se esfumó.

586
Eleodoro Sanhueza Ramírez

FIRMAS
El cuchillo que encontraron ensartado en el marco de la ventana, produjo innumerables opciones de saber qué era realmente lo que había ocurrido, y en realidad, se trató de algo que sucedía por primera vez en la historia de la humanidad, tanto, que la brigada experta en homicidios quedó boquiabierta. El arma, no sólo tenía las huellas del asesino. Además de eso, se pudo distinguir claramente, las firmas de todos los que querían que la víctima se muriera.

587
Eleodoro Sanhueza Ramírez

¡¡PUF!!
Mariela odiaba ir a su trabajo, sobre todo vestirse como tenía que hacerlo, prefería el anterior empleo, donde las faldas ajustadas y del mismo tono de la chaqueta, la hacían verse una dama de respeto. ¡Una señorita! Corrigió, mirándose al espejo con rabia, con pena, maldiciéndose. Pese a todo esbozó una sonrisa, como que había en todo esto, algo que la entusiasmaba. Y era que después de siete horas de labores, recién la cosa empezaba a gustarle y parar allí, a las cinco A.M., era casi imposible, sobre todo si los clientes llevaban harto que gastar. Abrió bien los ojos como mascullando una frase sin decirla y se miró a sí misma, como quién mira a alguien que le sorprende. Luego encendió su cigarrillo y salió meneando la cartera hacia la esquina donde trabajaba, despampanante, atrevida.

588
Mercedes Molina Mir
Yecla, Murcia

PUTA SOLEDAD
¡Ya no sufrirá más! ¡Ha sido lo mejor! Eso no era vida.
Las consabidas frases revoloteaban y se entrechocaban en el denso ambiente del tanatorio, para repetirse con más o menos variaciones, mientras contemplo tras los cristales los restos de tu cuerpo, mi querido Luis. Un amargo sudor me recorre de arriba abajo: tal vez, el siguiente sea yo; la edad no me da muchas alternativas. Me repugnan estos familiares de "cumplo y miento" que en vida te discriminan y ahora corean tus lindezas, pero. ¿dónde demonios han estado en estos últimos años? ¡Cómo te alegrabas cuando yo aparecía por tu casa! Cada día tu apretón de manos era más débil y tus intervenciones más lacónicas; y tú, gorrioncillo indefenso, siempre allí, sonriéndome desde tu butacón, atento a mi monólogo y sin más compañía que Mari Dulce, la tierna muchacha venezolana que te cuidaba y compartía con respeto el secreto de nuestro amor.
Luis, ¡cuánta hipocresía en esta fría y elegante sala!
¡Puto Alzheimer! ¡Puta soledad!

589
Seudónimo: Artemio Benavídez
Buenos Aires, Argentina

EL ESPARCIDOR
Hay cosas que pueden perfeccionarse; pero se llevan en la sangre. Otras, se aprenden; y existe una que se cultiva sólo en Buenos Aires. Como en tantas cosas, los porteños somos campeones mundiales.
No existe título oficial, pero se puede reconocer fácilmente a un especialista. A él o a su rastro. Es "el esparcidor de mierda". Ese que busca la mejor defecación de perro, la pisa y la disemina por la acera para beneplácito de los admiradores del oficio. O para que los novatos continúen la obra partiendo de un desafío no tan inabarcable. Su intervención se concentra en los primeros metros: pisa, advierte y camina arrastrando con sutileza el pie afectado. A la distancia vemos un rengo; de cerca, un esparcidor.
Si se conforma a los pocos metros, vimos el trabajo de un principiante; si decide culminar su performance desviándose hacia la calzada y ejerciendo un movimiento pendular contra el canto del cordón, reconoceremos en la fluidez de esa evolución a un avanzado. Y así como hay principiantes y avanzados, también existe el supremo, el descollante. A ése, al sublime, no muchos lo han visto. Yo (y no quiero sonar presuntuoso), lo disfruté en vivo.
Fue así: excremento gigante promediando la fila en la parada del autobús. Cuando llega el ómnibus, la fila avanza y nuestro héroe lo pisa de lleno. Luego lo arrastra armoniosamente, antes de subir realiza un toque mágico en el cordón de la acera y después, ¡la genialidad! El pie enfila rasante hacia el primer escalón y con total justeza lo acaricia de abajo hacia arriba deshaciéndose de la casi totalidad de inmundicia.
Pero un maestro no termina su obra con un arpegio menor. No, ya dentro del autobús, aprovecha el tiempo de detención de los pasajeros que sacan pasaje, levanta ligeramente el pie y repite el movimiento en sentido inverso. Es importante que usted, lector, lo visualice en toda su opulencia: lento pero firme, desde arriba hacia abajo, del talón a la punta. Por la montañita de mierda depositada sobre el fleje metálico, entendimos con alborozo el gran finale que el Maestro nos tenía preparado.
Los que subían detrás, por envidia -supongo- lo insultaron.


590
Seudónimo: Artemio Benavídez
Buenos Aires, Argentina

EL HOMBRE QUE DORMÍA
Vicente fue despedido del trabajo de modo sorpresivo; un tema delicado. Sabía que no sería sencillo conseguir un nuevo empleo, por eso decidió reducir gastos. Lo primero fue dar de baja la televisión por cable. Luego, y ya que contaba con una salud de hierro, resignó la medicina prepaga. Sus finanzas algo mejoraron pero se le hizo evidente que sin ingresos debería ser más drástico. Canceló el teléfono; ¿Para qué gastar? Después suprimió el gas y la energía eléctrica. Una buena medida, pensó. Incluso podría vender los artefactos electrónicos y calefón, estufa y cocina. Administrando de modo correcto lo percibido podría vivir bien un año entero. Bueno… vivir un año entero. Pero Vicente fue aun más previsor y actuó antes de que se agotasen sus ahorros. Comenzó a dormir más. Por lógica, cuanto más durmiera menos consumiría. Más tiempo durarían los recursos y menos privaciones sufriría cuando despierto.
El entrenamiento fue sencillo: no tomaba café (no tenía con qué comprarlo ni cómo calentarlo) y siempre había sido de buen dormir.
Comenzó a aumentar los períodos de sueño en media hora cada día a partir de su promedio usual de nueve horas. El día veintinueve estuvo despierto sólo media hora. El día treinta ya no estuvo despierto en absoluto.


591
África Duque
Valladolid

EL DESEO TRANSPARENTE
Tan dulce y sutil, como la noche que mece la luna, es tu sonrisa deslumbrando mi timidez.
No hace falta que continúes la conversación, déjame mirarte a los ojos… ya sé o que me quieres decir ¿Qué importancia tienen las palabras cuando el deseo es transparente? No vamos a analizar el sentimiento, jamás romperemos la magia, ni diremos "espera" a la pasión. Olvidemos cuales son las horas inadecuadas y perdámonos en lo incorrecto para conocer el camino de la realidad.
Espero que odies las frases cortas porque no podré parar de hablar de tu belleza, no intentes descifrar lo que siento, pregúntamelo, soy transparente, arrojare los tabúes y tapare la vergüenza, mírame, desnudo mi corazón ante ti.
Aunque halla un callejón podremos escapar, dame la mano, que el amor nos busque que nosotros estaremos amándonos, que el cielo sonría, ya tendrá tiempo de llorar. Gastare la vida devorando los segundos que me dejas con cada retraso, solo pensare en hacerte feliz, quiero tenerte cerca, rozar mi cara con tu pelo, que la brisa que desprendes al caminar sea para mi el roció, quiero excederme, pedir lo imposible y dar cuentas más tarde, quiero que me quieras noche y día…
Te quiero a ti, escuchando mi voz y haciendo caso a mi corazón, mi amor, te entregaría mi alma para que la cuidaras durante, aproximadamente, la eternidad.


592
pseudónimo: Osky Kanal

CAROLINA AMANTE
Tres planetas luchaban por la conquista de una misma órbita. En el planeta azul, una lluvia delicada cubría de rocío las amapolas coloradas de los campos entre las montañas. Dos pequeños colibríes aleteaban alrededor de un gran jazmín que crecía cerca de un río casi congelado. Una trucha competía con la corriente para demostrarle que era mucho más rápida. Cerca del mar dónde desembocaba el agua del monte, el desesperado señor de los árboles de la orilla buscaba a Carolina. "Ojalá esté vacía hoy la playa", pero era algo imposible en la ciudad de la noche. Luces y faros de amanecer sobre arena fría, y allí, Carolina impasible, sirve de amada a un perro negro cuan media noche. El señor marchó lejos para dejar infidelidad lejana. La ninfa del mar le siguió, y pidió perdón avergonzada. Dos mechones enseguida arrancó el druida a la dama, quemó uno, y con claras palabras "Te perdono, pues no se que haría yo sin ti ahora, pero, la próxima vez que me falles, este segundo mechón quemaré, y tú, querida Carolina, arderás junto a él" el señor. Noche tempestuosa de verano repentino una mañana de primavera en las costas del olvido, y el señor buscaba de nuevo a su amada, entre mar, cielo y tierra abandonada. Nubes blancas que nublaban su visión en el edén, y cinco días deambulando por tierras cercanas al desdén, hicieron llegar a la idea que el mar era gran laberinto. Allí en la profundidad, poco duró el desengaño, y aunque el señor no lo quiso creer, sus ojos se lo mostraron. Vio allí a la sirena, y Dios estaba con ella. El segundo mechón comenzó a arder.... La trucha perdía su apuesta con la corriente, y desde dónde esta marchaba, el jazmín cerraba sus cortinas por miedo a la oscuridad que se acercaba. Los colibríes volaban hacia el cielo rojo que aún lloraba, y el planeta azul seguía luchando por conseguir su órbita preciada.


593
pseudónimo: Osky Kanal

MI MUERTE
Así llegó fríamente, pisando los charcos de mi soledad, el caballero negro se detuvo en seco a observar mi temor. Los descomunales árboles se quedaban mirándole, mientras las hojas temblaban y sus venas de sabia se putrefactaban cada segundo más tan solo por su presencia. Adelantó dos pasos acercándose a mi cuerpo que reposaba tirado en el suelo, cansado tras una larga batalla, mi vida, cansado tras tan corta ilusión, cansado simplemente. Notaba mi espanto, lo sé, sabía que estaba pensando, pero no me importaba. En esos momentos solo intentaba recordar los momentos bellos de mi existencia, tan lejanos y tan escasos que me costaba realmente hacerlo. Él no tenía miedo, se arrodilló acostumbrado a esto, acostumbrado a su monotonía, pero era algo nuevo para mí, nuevo y a la vez único. Acercaba poco a poco sus manos frías hacia las mías, las manos de mi despojado cuerpo que yacía aún aturdido entre la maleza. Sentía su aliento mientras acercaba su rostro hacia el mío. El caballero negro rozó sus labios con los míos, y rápidamente se incorporó. Mis ojos, inconscientemente, dejaron caer una lágrima. Qué estúpidas fueron mis últimas palabras, cuándo pensaba que ya nada valía la pena. Mi cuerpo orgánico aún, comenzó a sudar veneno, el mismo que me estaba haciendo sentir tan mal. El caballero negro prosiguió su camino, dejándome allí agonizante, pensando todavía verdaderamente lo que quería ahora. "Es solo un juego", pensé, y ordené a mi corazón que dejara de palpitar. Así lo hizo.


594
Ana Ruiz Echauri

ASCO (En veintidós palabras)
Sed de noche. El vaso con agua en la mesilla. Un sorbo ansioso.
La enorme mariposa nocturna también tenía sed. Maldita oscuridad.


595
José Menéndez Trigos.
Valladolid

EL CULO Y LAS TÉMPORAS
El enano sodomita se hallaba a cuatro patas, sobre una maltrecha mesa, en la cárcel de los españoles de Nápoles. Un maestro cirujano, con luz de candela, le examinaba el fundamento en compañía de un corrido escribano que daría fe del negocio, por mandado del Virrey, el Duque de Osuna. Mientras le apartaban las nalgas, el bufón, Floristán de Pasamonte, se esforzaba por pensar en lo sucedido el día precedente, domingo de Quasimodo, año del Señor de 1585, cuando le prendieron en una casa de juego y baratería, a las afueras de la ciudad, junto a vividores que se andaban a placer: unos a echar dados, y otros a echarse, carnal y venalmente, con mancebos en la recámara oscura. La guarda del capitán Lozano, a cuyo cargo estuvo la redada, se cobró varias piezas de valor: Julio César Galtier y Decio Juvarra, prebostes locales, varios putos regalados, algunos pajes del antedicho mandatario, don Pedro Téllez Girón, y él mismo, también a soldada en su séquito, con el cual vino a Italia, para holganza de esta Corte.
Un hecho le desazonaba, tanto o más que el embarazo presente, como dolor de ijada o gota coral: la evaporación, poco antes de asomar las picas de los soldados por el palacio de los nefandos, de León de la Rúa, deán; de Delfín de Valderrama, chantre; y de otros arrechos miembros del cabildo napolitano, todos de bragueta desatacada y bien cabalgados. Anchos de fundamento y cargados de razones divinas. Habríanse retirado, con premura, a penar con ayuno, fuera de cuaresma y témporas.
El perito concluyó su cometido. No encontró desolladura alguna en el paraje y susurró al notario: bujarrón más que bardaja. Floristán dudó si de este reciente tormento pasaría al de la cuerda, y si, en tal caso, delataría a los clérigos. En verdad, ¿qué le iba a la Justicia en ello?. Un papahigo.


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Seudónimo: David Avante
Santiago, Chile.

NO PISARÁS SOMBRAS
Para los azimutkaris, pueblo seminómade del norte de Africa - proverbial es su habilidad con el arco y la flecha -, constituye una ofensa grave pisar la sombra del otro. Los viajeros que han visitado sus poblados, suelen hablar del caminar zigzagueante de la gente por las calles, o de las curiosas y pintorescas cabriolas que hacen las mujeres cuando compran en el mercado, empeñadas en esquivarse mutuamente las sombras que proyectan.
Cuentan que entre el pueblo azimutkaris, también llamados azimutíes por ciertos naturalistas, representa una muestra de gentileza dar un brinco saltando la sombra del otro al cruzarse caminando dos personas. Tal gesto ha llegado a reemplazar al saludo o al equivalente de levantar el sombrero en nuestra cultura, y se lleva a cabo aún sin sol.
Los actos multitudinarios, se realizan siempre a mediodía y duran sólo hasta que el sol declina levemente, lo cual explicaría el escaso interés que manifiesta el pueblo por la política.
Otra información interesante: entre los azimutíes resulta peligroso salir a pasear a la caída del sol: no es raro recibir un flechazo desde el otro costado del pueblo, proveniente de algún ciudadano indignado porque le han pisado su sombra.


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Seudónimo: David Avante
Santiago, Chile.

LA PAREJA
En el mundo quedan sólo dos personas: un hombre y una mujer jóvenes.
Vagan sin rumbo, sin encontrarse, de una ciudad en ruinas a otra ciudad en ruinas.
Los anima tan sólo descubrir latas de alimento almacenadas en derruidas y oscuras bodegas. Mientras recorren las desoladas carreteras, en coches de lujo que antaño anhelaron, las aves de rapiña sobrevuelan buscando carroña.
Un día se topan en una estación bencinera aún habitable, en medio de un desierto. Hablan. Buscan juntos latas de conserva. Conviven varios días sin llegar a intimar.
Ella encuentra que él no es su tipo. Él no la encuentra atractiva.
Se separan.


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Seudónimo: Eugenia Nader
Argentina -Buenos Aires

LAS LLAVES DE CASA
Estábamos de visita en Dublín, era fin de otoño y fuimos invitados a la casa de un amigo. Llegué con mi antiguo novio Leopoldo. Mi amigo Julio obligaba a todos a sacarse los zapatos para estar en su casa. Era una rara costumbre celta que adoraba cultivar. La calefacción de caldera y la alfombra con motivos persa avalaban su petición. Decidimos pasear al día siguiente para aprovechar las pocas horas de luz que la ciudad ofrecía. Mientras desayunábamos, Julio nos llamó desde su trabajo para pedirnos los números del medidor del gas que se encontraba en el recibidor de la casa. Estábamos en plena tarea cuando se nos cerró la puerta de golpe. Nos quedamos afuera, descalzos y en pijamas. Salimos a la calle a buscar ayuda. La cara de los pasantes ante nuestro inexistente inglés, despeinados, en ropa de dormir y descalzos los espantaba. Además, la puerta que necesitábamos abrir era de una casa que no era la nuestra. Nadie nos ayudó. Esperamos en el recibidor hasta las seis de la tarde cuando Julio llegaba exhausto de la oficina.
Mi antiguo novio se volvió a Madrid. Mi antiguo amigo tardó tiempo en explicarle a su rentista el inconveniente y perdió la posibilidad de seguir alquilando allí. Y yo sigo recordando en estas callecitas el frío que pasamos esperando encontrar las llaves de casa en mi desordenado bolso.