Del 200 al 249

Microrrelatos

200
María Luisa Landman Rodríguez
Santiago. Chile.

EL DOCTOR VAN BUREN...
Otra vez soñé con el Doctor Van Buren...
Iba caminando por una plaza, tranquila, como paseando; llegué a un edificio viejo, medio abandonado, entré y me topé enseguida con él; tenía un delantal blanco, la cara pálida, pero se enrojecía seguido, se apoyaba tranquilamente contra el marco de una puerta.
-"Soy el Dr. Van Buren"..., me dice.
(Todos sabemos que era un médico que se volvió loco y está separado de la medicina hace tiempo, porque le encantaba recetar remedios letales...)
-"Sí, ya sé..."
-"Le voy a recetar esto"... Y me extiende un frasquito plástico, más grande que los "colirios", parecido a los de "plasticola"...
-"¿Qué es, un veneno?... Pregunto desconfiada y sonriendo, haciéndome la tranquila y la que todo está normal...
-"No, son gotitas para el estómago".
Las tomo y reviso. Sí, son gotas para el estómago, pero están vencidas... Se lo digo y lo rocío con el contenido apretando el frasco.
Se ríe y enrojece.
Pero luego me da unas pastillas blancas y me tiende sobre una camilla. No las trago, las escupo... Se enoja, me pasa otras, más grandes, amarillentas. Finjo que me las trago para salir del paso. Queda conforme. Pero, cuando empiezo a sentir que ya estoy fuera de peligro y que lo engañé, me empieza a estrangular con los brazos rectos sobre mí y la cara rojísima...
Ahí despierto aterrorizada y ahogada, con el pulso a 130...
¿Cómo es posible que se meta a mis sueños cada vez que quiere encontrarme para recetarme algo?...

201
(fuera de concurso, no se ajusta a las bases)
Ruben Amato.
Buenos Aires,

SENSACION DE INFANCIA
Donde termina la estación de trenes, donde comienza.
Tal vez esas rejas, que ya no dividen izquierdas de derechas, tengan esa respuesta que ya no le interesa a nadie, y que ya no te sirve ni a vos mismo, y que a esta altura de la soiree no detengan a nada ni a nadie. Porque un tren que termina de llegar son cientos de historias de vida que arriban de ningún lugar y de todos, al mismo tiempo. Que se convierte en un espejismo custodiado por andenes y que miramos sin ver desde la ventanilla. Así y todo nos bajamos con los ojos a recorrerla por un rato hasta donde te permita la osadía. Y ves y miras a los que bajan a destiempo de una esperanza, a los que se suben a un sueño, a los que miran como si nada en el medio de una despedida. Los que , resignados, se dejan llevar pasivamente hacia una promesa. Los que postergan sus deseos por partir hacia lo desconocido y se alejan sin mover un músculo, de todos modos, impactados por la proeza.
Ves ese beso que se ofrece, de sopetón en el estribo, dando inicio a un nuevo y apasionado amor pero que "de un saltito" se posterga hasta vaya a saber uno cuando.
Y el guarda que viaja de colado, y los gendarmes te dan más miedo que los pungas.
" Hace tanto calor que hasta los durmientes se desenroscan los bulones para desperezarse frente a los andenes que se la pasan jugando ajedrez con fichas humanas, una partida re-contra-eterna" escribe un poeta en un bar de enfrente que se la pasa viajando vidas inventadas en una libreta de apuntes.
Las vidas de aquellos que esperan bajar milagros en Santos Lugares o anhelan ver subir margaritas en Ramos Mejía. Vidas de los que no han de llegar jamás a destino mientras ese viejo reloj marque un tiempo que ya no ha de volver y otro que no acaba nunca de venir, al mismo tiempo.
"Donde termina, donde comienza esa sensación de infancia o será que no hacemos otra cosa que viajar estúpidos y miserables trayectos repetidos." reflexiona el poeta.
Un tren que parte despeina, suavemente, ese pasto salvaje que crece y crece a pesar del ladrillo y que trata - inútilmente - de coartarle los reclamos por aquellas viejas conquistas territoriales sepultadas bajo aquella comarca de fierro y cemento.
Un tren que se aleja, parte en dos las horas de ese caldo de luz que es el atardecer de cualquier día, los minutos que faltan para llegar a la próxima estación, tan irreal como cierta.
Cuál es el verdadero viaje - se pregunta , ya sin escribir el poeta - el del que está ubicado en una butaca del convoy o será que el que viaja es - irremediablemente- el paisaje, y casi siempre en sentido contrario a nuestros anhelos, empecinados en llegar a ningún lugar y a todos... al mismo tiempo.
TAL VEZ EL VERDADERO VIAJE ES EL QUE TODAVÍA NO HEMOS REALIZADO.

202
(fuera de concurso, no se ajusta a las bases)
Ruben Amato.
Buenos Aires,

LOS CIELOS DE LORNA 
Lorna Mancuso llega al orgasmo mucho antes que el tipo. No dice nada. Es un regalito para ella sola. Algo aprendido en sus días sin macho a la vista. Una mentira piadosa para el "coso" siga trabajándola. Es apenas un primer desahogo tanto como para seguir viaje hacia su segundo cielo. Se mantiene quietita para gozar de esa soledad acompañada que es el placer. Después de media hora dos o tres gemidos bastan para que el tipo descargue sus ansias con furia mientras las nubes malhumoradas desaparezcan y su cara se ilumine de tal forma que las sábanas se incendien por un rato hasta que los cuerpos se restrieguen desesperadamente antes de tener que llamar a la dotación mas cercana de los bomberos de Gerli, ayudados por el sudor del cual se desprende un olorcito a Lux el jabón de las estrellas. Y luego, los formales besos de agradecimiento y cada uno a su costado en la cama y reaparecen los ruidos de la canilla del baño y la tele con ese zumbido de moscardón al dar la señal de ajuste justo a las cinco horas.
El tipo empieza a roncar suavemente, agotado, después de sostener una erección de casi tres cuartos de hora. La Mancuso esta a tope, mas despierta que lechuza, pensando que pueden pasar por su pelvis los integrantes de un equipo de rugby.
Comienza a tocarse como una adolescente en su etapa de reconocimiento genital y su cuerpo se le antoja recién estrenado en cuestiones de erotismo. Empecinada en conocer su tercer cielo se dice a sì misma que el paraíso no se comparte, no al menos ese que nos corresponde acá en la tierra y la habitación se hace liviana y junto a Lorna comienza a levitar por encima del barrio, en vuelo por la calle de los boulevares con esos árboles embarazados llenos de flores violetas. Nave y capitana atraviesan nubes de algodón y patrullan con una sola mano la noche sobrecargada de estrellas y sin una gota de viento. Navega durante un tiempo sin horas lo que tardan las neuronas en festejar los abismos del placer.
Hasta que un sueñito anestésico la toma tan fácilmente como suelen hacerlo los cosos y los tipos de ocasión y se deja voltear por el cansancio sin temor a que la nave naufrague a sus delirios ya que con sólo accionar la perilla del velador pueda desaparecer entre los laberintos del sueño pues todo queda en piloto automático mientras Lorna Mancuso avizora el próximo cielo.

203
Seudónimo: Juvenal
Argentina

EL ENCUENTRO
Caminaba sin darse cuenta, como si su cuerpo fuera una figura etérea, perdida en la soledad de la calle. Recordaba como la charla accidental con el desconocido la había sacado de su letargo, el recuerdo fresco de una relación amorosa destruida por su permanencia. El desconocido le participaba su visión cósmica lejos de la mundanería paralizante, encaramándose en el edificio intangible de lo inmaterial. Su convencimiento de que lo terrenal era irrelevante y que el espíritu trascendía las leyes de la física, la materia y lo finito. El equilibrio de lograr el control de las emociones, los deseos y las añoranzas para comprobar que nada existe, que todo es irreal y que lo único tangible es el camino que domina la casualidad. Siguió tocando físicamente el suelo en un inconsciente afán de zafarse de ese estado emocional provocado por las palabras del desconocido y comprendió que las mismas habían desgarrado el velo de su propia vaciedad. Pensó que quizás era cierto, su vida no tenía sentido, el amor pasado era ya historia, los amaneceres y atardeceres igualaban en su monotonía desesperante la mediocridad de su existencia y la ausencia de su sensibilidad. ¿Sería posible, como dijera el desconocido, encontrar el Nirvana despojándose de sus emociones y comulgándose con lo inmaterial? Llegó a su casa y al abrir la puerta encontró las rosas que había recogido esa mañana de su jardín. La recibieron con una acogedora muestra de amistad. Reaccionó su mente y una sonrisa esbozó una vuelta a lo natural. La belleza sí existe, pensó, también lo físico y lo temporal. Lo que trasciende es la vivencia y no la inmortalidad. Recordó al desconocido y comprendió que no solamente había que pensar sino existir. La pureza, lo perfecto, eran pantallas que no podían ocultar la necesidad de sentir, sufrir y gozar. La sangre en su cuerpo volvió a circular, sus sentidos se soltaron y ya no tuvo dudas que nuevamente estaba preparada para corresponder y arriesgar§

204
Maykel Paneque
Cuba

POR EL CENTRO DE TU DESNUDES
Desde el martes 17, el pintor no sale de su estudio, se ha enamorado de una mujer dibujada por su mano; su esposa al llevarle de comer, lo sorprende entretenido con su obra. Tiene algo que le impide la perfección. Sin virarse, abre una mueca de fastidio. Siempre jodiendo con tu criterio, Elena. No seré académica, pero tengo buen gusto. No sé cómo puede adivinarme el pensamiento. Te dejo al lado de la grabadora los pasteles y el te. Quédate si quieres. No resisto esos silbadores que chiflan poemas de montaña en montaña, ¿eso es música para ti?, ¿entiendes algo que no dice nada? El pintor permanece concentrado. Le dicen Gomeros, ¿no? Y ahora qué, cómo sigo, dónde paro. ¿No vas a merendar? Después, no tengo hambre. Cómo la vas a tener si tienes el estómago mirando el cuadro; mírate, siete días sin apenas. Hoy termino. Desde ese día, el pintor permanece frente al cuadro inconcluso. Elena sale todos los días a pasear, espera encontrar la modelo y perfeccionar la obra. Y nuestra vida volverá a ser normal, como antes, amor.

205
Maykel Paneque
Cuba

CATOBLEPAS
¿Qué?... ¡Tampoco tú vas a atenderme! Se acerca más al espejo. ¡Que nadie reconozca a nadie está bien, pero que tú no… me… a… mí! ¿No vas a hablarme? Desanudas la corbata, te quitas el saco. ¡Y ahora...! La camisa, los zapatos, las medias, el pantalón, el calzoncillo. ¿Aún no? El falo establece un puente, acaricia la imagen estática. Tomas una de sus manos. ¡Siempre como los perros, mendigando! Hazme lo mismo. La escupes. Ni siquiera eso me devuelves, para martirizarme más ¿no? y recordarme que estoy solo tan acompañado, cagándome de miedo. Entras a la cocina, regresas con cuchillo y tenedor, sudas, arremetes contra la imagen castrándola. Te descuartizaré el resto si no hablas. Atacas con saña, en los fragmentos te ves multiplicado. Uno que me diga algo, ¿ninguno? Te sientas cómodamente, los masticas y digirieres lentamente. Te levantas y llegas al balcón, te observas con desprecio. ¡Háblame! ¿También te vas a negar? Y lo lanzas.

206
Ainhoa Corral Luna

LAS ESPERANZAS DE UN BANCO DE UN PARQUE.
Un parque. En otoño. Leve frío que arrastra hojas muertas con suaves ráfagas de nostalgia. Un banco. El mismo banco de todos los parques, que espera y espera durante años para presenciar un reencuentro. El árbol, que da sombra o filtra entre sus hojas la luz para que la escena sea más hermosa. Y ella, que llega por fin y se sienta, a punto de llorar, el rostro desencajado por la tristeza y en sus puños la rabia de no poder cambiar su destino. Las ramas se estremecen y dejan pasar algo más de calor, a ver si consiguen evaporar la primera lágrima. Pero el banco sólo espera porque sabe que apenas quedan unos segundos. Él aparece por el caminillo de grava, mirando sus zapatos gastados, sin fijarse en nada en especial. Ella levanta la cabeza, no sabe por qué, y se le ilumina la cara. Hacía tanto que no le veía...

207
José Antonio Sanz Cubero
Valladolid

CONVERSACIONES PLAYERAS
-¿Y dices que no tardaste?
-Sí, fue llegar y besar el santo. Además, no había nadie, así que me atendieron nada más llegar y... chica... ¡majísimos!.
-¡Encima no tuviste que esperar! ¡Que suerte!. Y... ¿de pesó?.
-Pues hija, muy bien, hermosaza. Cuatro kilos y medio.
Ya no pude aguantar más y levantando la cabeza de la toalla dirigí la vista, un poco clandestinamente, hacia las dos mujeres que, sin yo darme cuenta, se habían hecho mis vecinas de sombrilla. Una tenía un carrito con un sanote bebe y la otra una bolsa de plástico con una enorme, verde y apetitosa sandía.
Por más que seguí atento al resto de la conversación no llegué a enterarme de lo que me tenía estúpidamente desazonado: si aquellas primeras frases que oí, justo después de despertarme, eran elogios hacia el bebé o hacia la sandía.

208
Luis Fernando Guadarrama

NO BIEN
No bien hubieron pensado, claramente no lo hacían, lo sabían, tirando, jalando, hincapié en todo lo demás, nunca lo de menos, que mal encontraron final sin consuelo; ancestral herencia, piedra de toque, identidad y significado, un yugo pesado e inamovible, completo, único, sencillo y contundente. No bien hubieron pensado, que mal encontraron final sin consuelo.
Dos o tres, cuatro o veinte, tal vez uno o ninguno, pero jamás lo demás; eso, jamás.
El día mordía, luz de calores olores, se perdía en la noche pinta encinta, de luna llena ¡qué pena! Me basta la pasta, que no tengo más, jamás. Sin ritmo sin son, sin esmero y sin ton; tanto llanto, a cielo de hielo. Alto el salto, despedida de ida y nomás... jamás.
Sólo existe una visión sobre la penuria extrema; a veces la penuria es de quien la cuenta, pero las más, es de quien la imagina para siempre.

209
Luis Fernando Guadarrama

¡QUÉ PROPICIA NOCHE PARA BUSCAR DEBAJO DE MÚLTIPLES FALDONES!
PROPICIA ES... SIN LUGAR A DUDAS...

Así se van desmenuzando los últimos días; entre deseos, y todos los demás buenos deseos. Sucesión de eventos inconexos, como momentos escupidos con la torpeza de un organillero. La endiablada caída sin vértigo de la que tanto nos han contado. Llegué deslocalizado de uno que otro mundo.
Instalado en las tinieblas más densas; donde oscuros y luminosos dejan de insultarse; los silencios se mueren detrás de la eterna cortina tranquilizante; y las miradas ya no importan. Redescubrir el alcance de la mano, persecución continua. ¿Qué buscaba en el estira y retrocede... ahora? Es la época, poco se sabe... pero no era un juego. Al menos podía presumir de siempre haber pedido permiso... aunque hubiese sido concedido de las más diversas formas de la aceptación benévola... posteriormente, fuera del alcance. ¡Qué diablos! Es la época del año y a nadie se le puede echar en cara su cara... ni el intento.
¡Ah... finalmente! El estambre casi metálico en la mano. Alambre húmedo disparado, berreando de entre los pliegues de la Madre Tierra. Estira... ya no retrocede... ya lo recuerdo... el permiso de volar por siempre.
Pasaron días en esos minutos; malabares del espacio, la vida pasando por mis dedos. Por entre mis dedos. De la punta de mis dedos. Sudores y silencios, por supuesto no hay miradas... ya no importan; sólo el gemido hirviente de una noche de invierno... ultrajada... y de todo lo fluido, la caridad.
Fue en la propicia noche de las tinieblas más densas, en esa época del año, que recibí el único regalo de Navidad que no he olvidado.

210
Seudónimo: Carina
Chile

EL TOBOGÁN
Mañana, cuando sepa que éste es el mejor de los mundos ya será tarde, pero quién detiene el tobogán que me lleva cada vez más abajo. Las dalias me miran con su ojo de ángel y ni aún esa magia logra sacarme de la inmóvil posición de vidrio sucio en que me voy convirtiendo.
El cielo raso tiene marcas de mosca, pequeñas y regulares, que forman constelaciones oscuras, casi obscenas.
En el rincón del frente una araña apenas visible se mueve afanosa, y cerca de ella revolotea una polilla.
- ¿Para quién trabaja la araña?
Me responde la polilla:
- Para mí. Cuando su tela esté lista yo revolotearé alrededor como si no supiera, y ella me espiará desde su castillo como si no supiera que yo sé. Fingiré alejarme y luego arrepentirme para proseguir mi danza aparentemente sin sentido, cada vez más cerca de la tela, cada vez más cerca.
- Raro, querida polilla - digo sin emoción.
- No es raro, es encantador. Ella me seduce y yo me dejo seducir pero de pronto soy yo quien la seduce, me embriago de cercanía, casi rozo, casi, casi, el último tirante de la red y lentamente, como a mi pesar, caigo en la liga amorosa. Entonces viene ella con cautela primero, luego jubilosa, seducida por mí, la seducida.
Me levanto de la silla y saludo a las dalias, al día y a la araña y la polilla unidas, abrazadas en la seda que no suelta.

211
Pilar jabary
Valladolid

FUENTES DE ENERGÍA
En un planeta lejano vivía un ser transparente como una medusa y cruel como un tiburón. Se dedicaba a la cría de hombres airados para el mercado de crudos: había descubierto que su sangre aventajaba al mejor combustible.

212
Pilar jabary
Valladolid

LAS GEMELAS
La joven morena de largas trenzas se ocupa, en la cocina de su casa de campo, de preparar la mermelada de melocotón para el invierno. Frente a ella, la misma joven morena de largas trenzas hace exactamente lo mismo. Son gemelas idénticas y se odian, pero nadie lo sabe, ni siquiera una de ellas que en estos momentos ensaya su propio truco: añadiendo un poco de zanahoria a la confitura consigue una textura mucho más agradable. Una vez terminado el trabajo y después de retirar las peladuras de la mesa, una de las dos envía a la otra a la cama mientras ella termina de cerrar los tarros. Cuando se ve sola, corre al cubo de la basura y rescata, uno a uno, los titos de los melocotones. Sobre el suelo y con un pequeño martillo, como si fueran piñones, rompe las cáscaras y extrae la pepita blanca de la semilla. Consigue reunir unas noventa que guarda cuidadosamente en la nevera. A la mañana siguiente cuando su hermana le pregunta para que son las pepitas sonríe y dice que son para fabricar esencia. Está harta de dar explicaciones, saciada de ser la otra y de que sus actos, incapaces de ir más allá, reboten siempre en su hermana. Sabe que de si misma que está condenada a ser nada a no ser que la otra desaparezca. En alguna parte ha leído que los síntomas son fulminantes: pérdida de conocimiento, convulsiones, rigidez muscular característica. La respiración irregular y entrecortada se hace difícil y el pulso desaparece. El libro decía que la víctima, al caer al suelo fulminada, lanza un grito parecido al del inicio de una crisis epiléptica y fallece a los pocos segundos. Cree recordar la dosis: diecisiete gotas de esencia de almendras amargas o cianuro. La joven morena de largas trenzas frunce el entrecejo ¿o son quizá dieciocho?

213
Manuel Bermejo Atienza

PAQUITO.
Dicen las malas lenguas que Paquito era un hombre de poco fiar porque se le había visto en compañía de melenudos y barbudos desconocidos por aquellos pagos.
Como de costumbre, lo desconocido y lo ajeno al código establecido, era poco de fiar. Pero bueno, hay que disculpar a aquellas pobres gentes que su vida se limitaba a un espacio muy reducido y a lo que la televisión y los corrillos pudiesen sacarles de su vida monótona.
Pero Paquito era un chico amante de la vida, se daba a todo el mundo y le faltaba tiempo para hacer un favor si estaba en sus manos.
En cierta ocasión se estropeó el reloj de la iglesia. Paquito era un manitas. Ante la urgencia de la Fiesta Mayor del pueblo intentan convencerlo para que lo arregle.
Al día siguiente Paquito emprende rumbo a lo alto del campanario con su caja de herramientas.
La cosa no parecía muy complicada. Una simple limpieza y quitar alguna pelusilla apelmazada durante todos estos años era suficiente para devolver al pueblo el sentido del tiempo que tan importante como innecesario era para ellos.
Desmontó la maquinaria, la limpió y la volvió a montar. Puso en hora el reloj y bajó.
Mientras hacía esto, las doce campanadas del mediodía se hacían oír en todo el pueblo.
Paquito fue felicitado, cogió el coche de línea y regresó a la ciudad con sus amigos.
Al cabo de una hora el reloj volvió a dar las campanadas. En esta ocasión fueron once. Paquito había puesto la maquinaria al revés y el tiempo transcurría hacia atrás. Pero bueno, cuando fuesen otra vez las doce, el reloj daría la hora correcta.
Veis? Si ya decía yo que este chico no era de fiar.

214
Patricia Marta Kieffer

LA OPORTUNIDAD
Abrio la puerta. La fuerza del huracán golpeo su cuerpo, intentando llevarla con él. El cielo se desplomaba en millones de gotas duras, frías, que punzaban su piel. Por el aire volaban cientos de objetos que amenazaban con aplastarla en su caída. El suelo, ahora convertido en agua, se arremolinaba a la altura de sus rodillas impidiéndole dar siquiera un paso en la dirección deseada. Todas las fuerzas naturales se habían desatado en un pandemónium climático digno del Apocalipsis. Pero ella resistía. Abrazada al endeble tronco del sauce, se aferraba a la única esperanza que la mantuvo viva durante todos esos años: cambiar el pasado. Metida en ese sueño que se repetía una y otra vez, recordando la tragedia, ella esperaba. Esperaba ese instante, ese preciso instante que se le había fugado tan rápido...Y sucedió: escuchó el grito de ayuda. Luego vio la pequeña y amada manito que se agitaba por sobre la turbulencia del agua. Su mente intentó gritar - como la otra vez - ¡No puedo!... Intentó sembrar la duda - como la otra vez - ¿Será él?... Intentó avivar al límite su instinto natural de supervivencia para que siguiese aferrada al tronco. Pero ella resistió. Esta vez resistió. Entonces lo hizo: se soltó de la seguridad del tronco y se lanzó al voraz remolino que se tragaba todo... maderas, chapas, ramas... y esa manito... Cerró los ojos y confió, braceando segura y decidida hacia su objetivo. Hasta que por fin, en un esfuerzo sobrehumano, sintió que había aferrado la débil mano que se escurría entre las fauces mortales del agua. Tiró de ella y logró abrazar ese cuerpo pequeñito al suyo, con la fuerza más poderosa del universo: la invencible fuerza del amor. ¡Lo tengo! _ Gritó, más bien rugió, mientras sentía que la corriente los arrastraba hacia la nada... Luego, silencio. Oscuridad. Olvido... Abrió los ojos en la cama de un hospital. No podía recordar nada, ni quién era ni qué hacía allí. Entonces vio a la enfermera que, sorprendida se acercó y le dijo con una sonrisa. _¡Por fin has despertado! Acá está tu hijo..._ Vio a la pequeña figura acercarse y tenderle los brazos... se aferró a él...
Y supo que lo había logrado.

215
Eva Raquel García Rodríguez

COMUNICANDO
Hola, buenos días, está... ¿Cómo? Que ¿quién soy? Pues vaya, soy yo ¿quién va a ser? No, no, no soy... ¿Qué? No, no, si me dejas de una vez, quizás pueda decírtelo, vaya, no me dejas, como siempre, porque si me dejases hablar desde el principio, no estaría aquí diciendo tonterías, porque siempre es lo mismo, siempre igual, la misma cantinela todo el tiempo ¿Perdón? ¿Un mensaje? Pues claro, llevo todo el tiempo queriendo hablar, te lo he dicho, pero es que es difícil hacerlo con una persona al otro lado, bla, bla, bla y bla, sin parar, en fin que si me dejas... Nada, ¿eh? Tú a lo tuyo, di que sí, si es que así es imposible, lo mismo voy y cuelgo, te lo digo en serio, porque no me dejas, el otro día igual, llamo, y dale, un monólogo al otro lado del teléfono, estoy harta, lo sabes ¿no? Voy a colgar, te lo juro, como no pares, es la última vez, la próxima me llamas tú, no veas la sensación de pérdida de tiempo que tengo en este momento, dos personas hablando a la vez, sin decir nada, son ya 2 minutos, cuándo vas a parar, nunca, cuelgo, te lo juro que esta vez cuelgo ¡qué! Que no estás en casa, que puedo dejar mi mensaje después de oír la señal - piiiiiiii - En fin, ya no quiero, gracias, porque se me ha olvidado lo que quería decirte con tanta palabrería sin sentido, adiós, no vuelvo a llamar.

216
Emi Gonzaga.

JIRONES DE CORAZÓN
Desde el primer instante en el que sus padres le recibieron entre sus brazos, sintieron un escalofrío. Fue creciendo entre la permisividad de su familia y el rechazo del vecindario, que todos percibían como un presagio. Su comportamiento dañino, que no atendía a razones, le predestinaba al fracaso.
Conforme iba aumentando su corpulencia, sus conductas incívicas, que alteraban la convivencia, le fueron conduciendo al delito. Debido a su corta edad, sus primeras fechorías terminaron en amonestaciones judiciales que le dejaban indiferente, ajeno al sufrimiento que causaba a sus aterrorizados progenitores.
El día que violó y asesinó a una anciana, fue encarcelado y, sólo entonces, se empezó a hablar de reeducación.
Habitualmente parco en palabras, en la cárcel descubrió que tenía talento literario. Las largas cartas apasionadas, que intercambiaba con sus admiradoras, dieron su fruto. Durante los vis a vis, el amor platónico, de una de las muchachas, se materializó al engendrar un querubín.
Ambas criaturas fueron acogidas por los abuelos paternos que veían en ellas una recompensa divina por tanto sufrimiento inmerecido. Acababan de conseguir la hija cariñosa que siempre habían deseado y el nieto mimoso que nunca se habían atrevido a soñar.
Eran ya doce años de paz y felicidad pero en el que el dolor y el temor permanecían aletargados. Ahora, habían vuelto a sentir un escalofrío. Trás cumplir condena y salir del olvido, el hijo debía regresar a casa.

217
Emi Gonzaga.

LA CORTE DE LOS MILAGROS
Estaba tumbada sobre el diván, cubierta con joyas exóticas, de marfil y oro. Sus pies menudos, pintados de nácar, asomaban bajo su fina túnica de seda, que dejaba adivinar el contorno de sus piernas, de piel suave y bronceada. Entre brocados y rasos, recibía a sus pretendientes, bañada en esencias del misterioso Oriente. Estos esperaban, pacientemente, a la entrada de sus aposentos, para poder agasajarle, con los brazos repletos de delicados presentes.
Su dedicación al placer carnal le había hecho olvidar sus sueños y a su niño de corta edad que las Instituciones le habían arrebatado. Y es que la savia adulterada que recorría sus venas le exigía un combustible cada vez más puro y más heroico. Ya no tenía fuerzas para deambular por las calles, exhibiendo su miseria al mendigar, para poder comprar heroína. Sus órganos se habían ido disolviendo poco a poco en su interior, impidiéndole comer y caminar. Ahora, llena de costras y hematomas, se negaba incluso a pensar, en sus escasos momentos de lucidez. Cuando le llegaba el subidón, que le incendiaba las neuronas, se convertía en una complaciente odalisca que ofrecía sus servicios a cambio de una sucia papelina.
Se había refugiado en los bajos, del esqueleto de un edificio en construcción que, como ella, sólo presagiaba muerte. Tumbada sobre un colchón mugriento y húmedo, rodeada de basura, jeringuillas, heces y orines, recibía a una pléyade, de poli consumidores que se hacían llamar colegas, y que dejaba en mantillas a la Corte de los Milagros de unos tiempos, al parecer, más oscuros.

218
Seudónimo: ÁNGEL DE CABELLO
Argentina.

LOS PELOS
Supieron que merodeaba el campamento cuando apareció una lucecita en los radares. Pero se mantenía lejos y era imposible determinar su naturaleza. Regaron el terreno de minas antipersonales. Pero sobrevolaba el área sin poner pie en tierra. Vertieron toneladas de dioxinas en los arroyos. Calcinaron la vegetación de muchos kilómetros a la redonda. Pero el extraño no parecía necesitar ni agua ni alimento. Declararon la alerta máxima, triplicando la vigilancia. Noche y día lo esperaron. Pasaron meses.
Por fin, avanzó. Eso les permitió obtener dos datos: era pequeño y era ágil, por lo que no sería blanco fácil. Cuando las pantallas registraron una cabriola indescriptible, sin duda no humana, sintieron unánimemente la amenaza en cada fibra.
Se acercó más. Aún estaba fuera de alcance. Hasta que se lanzó a toda velocidad por la estepa, directo hacia ellos. Y vieron con claridad: el otro estaba armado y les apuntaba. Ya lo tenían en la mira. Tragaron saliva. Lo ametrallaron. Sin parar. Y cayó muerto.
La atmósfera se colmó de un silencio sólido.
Avanzaron. De cerca, era tan bello que nadie se animó a descuartizarlo. Por primera vez algo les impedía fagocitarse al enemigo abatido.
El líder, queriendo salir del aprieto, ordenó que --aunque sea-- le cortaran los cabellos a Cupido y los hirvieran esa misma noche. Sin falta.

219
Virginia Trabéis

EL OLOR DEL JUEGO
Este olor…Qué es este olor…
Me era familiar, pero no acertaba a recordar dónde lo había percibido por primera vez. No importaba. Era repugnante. Intenté no respirar pero después de cuarenta segundos, la vida pedía paso y no me quedaba más remedio que dar una gran bocanada de aire. Un aire que se difundía a mis pulmones que por aquel entonces se comportaban ya como duras branquias de pescado; pero no tan duras como esas timbas clandestinas en las que el tiempo parecía detenerse y la muerte acechaba a nuestras espaldas con una guadaña en forma de As de espadas, en la que se reflejaban nuestras pupilas dilatadas por efecto de la peor droga. El póker no limit acabó por no gustar a lo largo del tiempo. Después de haberlo perdido todo, la verdad es que me doy cuenta de que no lo necesitaba. Lo dejo todo menos la cerveza. La cerveza, que me hace darle tantas vueltas a la vida, que me hace ver cosas, que me hace oler cosas. Este olor…

220
Virginia Trabéis

LAS MARUS Y PASIÓN DE GAVILANES
Todo empezó un caluroso día. La cola para entrar al cine era interminable. Algo inaudito para una película iraní. Esa cola interminable era muy divertida ya que podías oír a las marujas licenciadas en saraos by the patin hasta dónde "coge" la gente que tiene opción a entrar. Aunque estas "marus", no contaban con los francotiradores que había apostados en los tejados, que comenzarían a disparar a las personas que ocupaban las posiciones par de la cola. Sudaban y sentían el olor de su sudor impregnado en las ropas. Nadie sabía a ciencia cierta si esa cálida noche las tortugas volarían sobre sus cabezas. Y sólo entonces se darían cuenta de que lo que ellos llamaban cielo era mar, y lo que llamaban tierra era mar, y lo que llamaban mar…De pronto todo su mundo se derrumbaba y todo lo que habían creído conocer no era más que un sueño. Esos sueños que se apoderan de uno cuando ves tranquilamente "Pasión de Gavilanes" y te despiertas u la historia puede que haya avanzado mucho, pero puedes volver a dormirte porque al día siguiente ponen el resumen del día anterior, o alguien te lo contará cuando no tenga nada mejor que decir.

221
Diego Palacios Marxuach

"YO IBA PARA CAMPEÓN DEL MUNDO"
¡Sí, como lo oyes!: yo iba para campeón del mundo. Sí, sí, sí. ¡No pongas esa cara, hombre! ¡Campeón del mundo, ahí es nada! No me crees, ¿eh? Te comprendo. Me miras y no ves más que a un viejo encorvado e inútil que gasta los pocos días que le quedan echando migas de pan a las palomas y malgasta la tarde jugando al mus con el Tibur, Pedrito y Ramiro en el bar de Leo… Menuda estampa, eh. Pero ya ves, la vida tiene estas cosas.
Si al menos tuviera nietos… Pero el Señor no me los ha dado, por lo menos no todavía. Aunque si los tuviera no creo que mis hijos pensaran en mí para cuidarlos. No porque no se fiaran, ¡ojo! Seguramente los llevarían a una guardería de esas en las que hasta les dan de comer.
¡Yo que voy a ir a guardería! ¡Qué cosas dices! Y mis hijos tampoco. Los criamos la Mari y yo en casa, como Dios manda, como tiene que ser.
¿Mis hijos? No. Tú todavía no los conoces… Cada uno tiene ya su vida montada y vive a su aire. De vez en cuando nos llaman a mí o a la Mari y se interesan por nosotros. Por mi cumpleaños me regalan una caja de puros y alguna tontería. Eso sí, los puros son de los buenos, eh, unos "Cohiba" que son gloria bendita. Pero la verdad es que verlos verlos, los vemos muy poco. El trabajo les absorbe todo el tiempo. Les absorbe toda la vida. No trabajan para vivir: viven para trabajar. Yo me daría con un canto en los dientes si alguna vez se presentaran en casa por sorpresa, sin avisar. ¡Coño, que sólo nos vemos en Nochebuena y Año Nuevo!
¡Ay, los hijos! ¡Hay que ver cómo pasa el tiempo! Y pensar que hace dos días la Mari les daba el pecho… y ahora ya todos casados, con sus coches, sus casas, sus hipotecas,…
Pero… ¿qué hora es ya? ¡La una y media! Huy, qué tarde. Vámonos, Thor, qué verás qué bronca nos echa la Mari. Ven que te ponga la correa.
Pues sí. Como te iba diciendo estuve a esto de hacerme con el campeonato, ya te lo he contado alguna vez, pero en el último momento…

222
Araceli Bernáldez García

BUENOS TIEMPOS PARA CHICO MALO
Chico Malo apenas tuvo un segundo para pensar. Saltó.
Ahora está sentado a la derecha del padre.

223
Yago Gallach Pérez
Valencia

NO SOMOS NOSOTROS
Parece imposible, mamá, que ahora te esté contando esto. Y si lo parece, no es por nada, sino por todo, pues se ha convertido en certeza lo que antes era suposición. Suponía que todo aquello que me habían dicho acerca de la entropía era mentira; pero no, desde la cosa más nimia hasta el hecho más relevante, el desorden de un sistema y de un sistema de sistemas existe. Aseguran astrofísicos, matemáticos y teólogos que nos dirigimos hacia un mundo desordenado (los primeros), infinito (los segundos) e impío, confuso y apocalíptico (los terceros, que gustan de marearnos con mucha palabrería). La mejor prueba de ello -y ya que es igual mirar dentro que fuera- es nuestra casa. Los fantasmas no existen, la entropía sí: la cama, siempre que llego a casa por las tardes, está revuelta; mis cosas, sucias y fuera de lugar; la habitación de Rebeca parece un estercolero; y no veas cómo queda la cocina sólo con que la pisemos, no hace falta ni que nos preparemos la merienda, con entrar basta. Eso es solo un poco de lo que vengo observando. Bueno, y a papá, que para plantar cara a la situación ha comenzado, entre otras cosas, a orinar de rodillas (para no salpicar, dice; ya sé que no te lo puedes imaginar, no te culpo, se trata de todo un ejercicio de gimnasia: hinca una rodilla -generalmente la izquierda- e inclina su cuerpo hacia ese lado para levantar un poco la otra pierna -como los perros, pero es más grosero en él- y con la mano trata de dirigir lo que en esa postura parece imposible) y a no fregar ollas ni sartenes (para que la grasa no se extienda, afirma; aunque, ahora, en lugar de grasa tenemos bichos, y muy gordos).
Al principio, nos lo tomamos muy en serio y tratamos de vencerla, mas, una vez que nos dimos cuenta de que la lucha era imposible -aun cuando redoblásemos esfuerzos-, nos abandonamos a ella. Ahora ya parece imposible detenerla. Es más, como averigüé con el tiempo, el desorden dentro de un sistema siempre es creciente. Con ello no voy a excusarme de nada, pero sí quiero llamar la atención sobre un hecho muy importante. Mamá, acaba pronto tu trabajo en la China y vuelve, te echamos de menos.

224
Diana Ivonne Martínez Tovilla

SOLO ESO
El mundo se redujo un instante. Su vida estaba ahora determinada por el tamaño del charco. Se preguntaba en qué forma se había convertido en aquello. No podía creerlo: se había transformado en un reflejo de sí mismo.
En un reflejo rojo su rostro, sus manos, y lo peor, su alma quemaba de tanto rojo.
Su cuerpo temblaba. Su respiración era cada vez más agitada. Pasar saliva por la garganta nunca había sido tan difícil. Un frío inexplicable lo abrasaba. Frío y calor lo paralizaron durante unos segundos.
¿Un reflejo de sí mismo? Cientos de ideas cruzaron por su mente; una de ellas fue la de huir. Se contuvo. Minutos antes sabía quién era y quién deseaba ser. ¿Será que en verdad existe el destino, que rige nuestras vidas? - se preguntó. ¿Puedo elegir, o es una prueba, tal vez el precio que tengo que pagar...? ¿Por qué? ¿Qué es lo que debo? Observó el cuerpo que yacía inerte en el suelo. ¿Por qué tengo que ser yo su destino?
El charco de sangre crecía. De nuevo se vio en él y repitió en voz baja: No soy un asesino; ese es mi reflejo pero en nada soy yo. Caminaba regresando a casa. Me negué a darle la cartera, quería protegerme. Sólo eso, sólo eso...

225
Rubén Antolín Heredia
Mendoza. Argentina

YO NO TE VOY A ESPERAR MÁS
Yo no te voy a esperar más. No te puedo esperar. No tengo tiempo. No puedo esperar a que tengas un primer novio, que con él aprendas a amar, que un año después lo dejes y descubras, con el próximo o con el tercero, que con aquél nunca llegaste a aprender nada. Que te cases con el que le tenga más paciencia a tus caprichos, esos que nunca vas a perder del todo. Que tengas hijos, que los críes y malcríes y que un día te des cuenta que ese esposo que tienes al lado, no era tu príncipe azul. Y empieces a mirar a otros. Y entonces me mires a mí, a mí que casualmente iré pasando por tu calle en un caballo blanco. (O caminando, que se presta más para el diálogo casual)
No puedo esperar eso, falta mucho para ese día y después de todo ni siquiera sé si me va a gustar lo que quede de ti en ese entonces. De mí, ni hablar, estaré varios años más viejo y es probable que ni siquiera pueda subir a ese caballo. Compréndeme, es pedirle mucho al destino. Por eso no te voy a esperar más, y aunque nunca te lo dije y ni siquiera me conoces, te aviso que a partir de hoy puedes disponer de tu futuro a tu antojo. Para decírtelo más claramente: Haz de cuenta que no existo.

226
Oscar Oriolo
Argentina

INTROMISIÓN
Cuando Gregorio Samsa despertó de su sueño aquella mañana, la National Geographic comenzó a hacer pública su vida.

227
Oscar Oriolo
Argentina


CENIT

Lo llamé varias veces pero no me escuchó; tal vez me restó importancia. Se dirigía inexorablemente hacia el mediodía. Su cuerpo era de agua y estaba habitado por diminutos peces. Le grité que volviera; le grité que era su amigo pero tampoco me escuchó. Siguió su camino.
Los peces murieron porque el agua de su cuerpo se evaporó con el sol del mediodía.

228
Ángel Martínez García.
El Raal (Murcia).

LA PROCESIÓN
Los feligreses y las máximas autoridades del lugar caminan en procesión tras la venerada imagen de su patrona. Una decena de mozos, uniformados para la ocasión, traen el trono con gallardía. La Guardia Civil regula el tráfico, suspendiendo la circulación a través del recorrido que seguirá la comitiva. Tradición y devoción se dan la mano, mientras los participantes entonan durante la marcha el himno local de la madre de Dios.
Ya retornan hacia la iglesia, en dos bien ordenadas filas. Portan velas y cirios, y van dejando sobre el asfalto dos regueros blancos; la cera derretida que gota a gota multiplicada por más de cien almas se solidifica de nuevo sobre la calzada.
Por fin, entre vivas y aplausos, hace entrada la regia efigie en su santuario. Afuera, patinando sobre la pista de cera: ruido de frenazos, golpes metálicos y cristales rotos; gritos, atropellos, choque en cadena, amasijo de hierros, sangre y despojos. Multitud de heridos y cinco fallecidos que la Virgen María seguro acogerá en su seno, mientras el diablo se descojona de risa.

229
Seudónimo: Anastasia

PRIMER DESENGAÑO
Ella estaba sentada en la orilla del camino que serpenteaba entre las dunas hacia la playa solitaria. Era la noche de la luna llena de agosto. Tenía quince años.
El silencio sólo era roto por el murmullo de la brisa entre las hojas de los eucaliptos y el rumor de las olas. Miraba la luna en su melancólica soledad y se preguntaba si él también estaría mirándola en ese mismo momento (así lo habían acordado antes de tener que separarse por las vacaciones). Pero, aunque el corazón así lo quería creer, su mente le decía que no.
Habían pasado ya quince días desde que llegara con sus padres a aquélla remota playa de la costa gallega y todavía no había recibido una sola carta de él.... demasiado tiempo para una excusa aceptable de mucho trabajo o retraso del correo.
Tarde tras tarde acudía ansiosa al bar del camping, para ver si había llegado siquiera una postal.... para volver con las manos vacías y una sensación de opresión en el corazón difícil de soportar.
A veces se animaba, diciéndose que alguna razón habría. No podía evitar imaginarse la vuelta, donde él estaría esperándola con una sonrisa y una explicación ¡Pero si es que no hacía ni un mes él no se apartaba de su lado un momento y se enfurruñaba si ella intentaba respirar una bocanada de independencia!. ¿Cómo era posible esa total indiferencia pocos días después?
Lo más duro era disimular ese dolor. Demasiado orgullosa como para reconocerlo ante los demás, también lo era para dar el primer paso y llamarle.
Sólo tenía dos certezas en este mundo: que la luna estaba helada aquélla noche, y que ya jamás ningún olor sería tan maravilloso como el de aquélla colonia barata que le había regalado por los enamorados.

230
Ángel Martínez García.
El Raal (Murcia).

SAMSARA
No me juzguéis por mis actos, por la decisión extrema y última que tomé y que, bien lo sé, entra en contradicción con la auténtica filosofía y creencias que impregnan el convencimiento de que hay otra vida después de la vida, en este mundo, en otros seres. La reencarnación, el renacimiento del alma en un nuevo cuerpo.
La vida después de la muerte en la antigua civilización egipcia, ciertos aspectos de las doctrinas pitagóricas, las teorías de Platón sobre el alma humana, los planteamientos de los cabalistas místicos judíos, los gnósticos, los maniqueos o los herejes primitivos cristianos, hinduismo, budismo, jainismo, mis viajes por medio mundo al encuentro de chamanes, gurús y líderes espirituales de toda calaña son sólo algunas de las ramificaciones en que se fue extendiendo mi pertinaz obsesión por el estudio de la transmigración.
Un día, con el convencimiento pleno de que la muerte no es el fin, sino que representa el punto de inflexión cósmico que genera un tránsito decidí hacerme con un arma de fuego y saltarme la tapa de los sesos. Y así lo hice, sentado en la posición del loto y escuchando cantos tibetanos. Parte de los pelos de mi cabeza quedaron pegados en el techo para satisfacción del morbo del vecindario y sin embargo, después, ni Atmán ni Brahmán ni cosa que se le pareciera, en contra de todo lo que yo pensaba ya no sucedió nada más.

231
Seudónimo: Chala
Santiago Del Estero. Argetina

EL LORO DE FARAT.
Como tenía ascendencia Árabe comercializaba en localidades vecinas. Así lo hacía este señor, que tenía un Loro como único compañero, en su vida.
Esto sucedió entre las localidades de Bandera y Añatuya, hoy ciudades de Santiago del Estero. Farat comercializaba Gallinas con los puesteros del mercado de abasto, previamente solicitadas, por estos.
Sucede que una vez, en el mes de septiembre, que llevaba Gallinas al mercado, varias maestras se encontraban haciendo dedo en el camino que va desde Bandera a Añatuya, Farat las levantaba, pero les pedía el pago con un favor sexual, y como no querían las iba bajando del Ford A que poseía. Para poder realizar sus trapisondas, tuvo que largar el Loro en la jaula, junto a las Gallinas, porque este contaba todo.
Al llegar al mercado, grande fue su sorpresa al ver únicamente al Loro espulgándose en la jaula. Este fue su dialogo:
- Farat
¿ Que hiciste con las Gallinas que traíamos?.
- Loro
Lo mismo que vos.
- Farat
¿ Que hice yo para merecer este castigo?.
- Loro
Y..., como no me quisieron prestar las largue a todas en el camino.
Seguramente el animalito escuchó las discusiones del hombre y la mujer cuando éste quería sobrepasarse, aprovechándose de la circunstancia.

232
Santiago Carabias

CONTROL
-No te preocupes, que yo controlo.
Nueve meses más tarde, nacía Ignacio.
Marta, su madre, se acordaba diariamente de aquel gallego guapo al que conoció en las fiestas de su pueblo. El conocimiento entre ambos fue exclusivamente en el sentido bíblico. Marta sólo sabía del padre de Ignacio que era gallego, que se llamaba Manuel, y que pese a lo que dijera, no controlaba.
Tres años más tarde, Ignacio era un niño normal y corriente.
Marta, su madre, también era una madre normal y corriente. Vivía con sus padres en el pueblo, y seguía trabajando en el bar de su tío.
Manuel, el falso controlador gallego iba desapareciendo poco a poco de la memoria de Marta.
Diez años más tarde, Ignacio tenía diez años. Evidentemente.
Marta, su madre, empezaba a estar harta de su tío, de sus padres e incluso de Ignacio. Ya no se acordaba casi nunca del falso controlador gallego. Se acordaba más bien de sus familiares fallecidos, suponía que también gallegos. Para colmo de males, Ignacio cada vez se ponía más pesado con las preguntas sobre su padre.
Dieciocho años más tarde, Ignacio decidió ir a buscar a su padre a Galicia.
Marta, su madre, no se lo impidió. Le facilitó toda la ayuda que era capaz de darle para que la búsqueda fuera fructífera: -Se llama Manuel, es gallego y no controla. -¿No controla el qué? -Preguntó Ignacio. -No controla -respondió Marta.
Dieciocho años y un mes más tarde, Ignacio había vuelto de Galicia sin saber nada de su padre y bailaba despreocupado en las fiestas de su pueblo. Alguien entró en el bar del tío de Marta, su madre, y dijo: Hola, me llamo Manuel, soy gallego, no controlo y estoy buscando a Marta, que es camarera, y sabe que no controlo.

233
Eduardo Alonso Franch
Valladolid

DE VISITA AL RODAJE
Marta había escrito al estudio en donde se rueda el programa "Cuéntame" una atenta carta en la que comentaba lo mucho que le gustaba la serie. A consecuencia de ello, y sorprendentemente para ella, la invitaron a presenciar la grabación de un capítulo.
Imanol Arias y Ana Duato, los protagonistas de la serie, estuvieron encantadores y preguntaron a Marta por su familia y por sus ocupaciones.
-Trabajo de enfermera, estoy casada y tengo tres hijos y algunos nietos- les respondió Marta.
Imanol Arias se quedó sorprendido de que Marta, rubia y con un rostro casi juvenil, pudiese ser abuela.
-Suelo comer muchas legumbres y hortalizas.No sé si influirá eso... -Señaló Marta al respecto.
En el intermedio de la grabación, decidieron irse a comer a un restaurante no demasiado alejado del estudio, en el que continuaron en conversación.

234
(fuera de concurso, no se ajusta a las bases)
Seudónimo: Mik616

OUROBOROS
Ouroboros llora lágrimas de azufre por los hombres.
Los hombres construyen sueños dentro de otros sueños, pero lo destruyen absolutamente todo. El Todo se siente vacío porque está solo, y sólo espera que le llamen universo. El universo se expande y se contrae en un ciclo eterno que no termina nunca. "Nunca" es una palabra que no debería salir nunca de tus labios.
Los labios de Caín están manchados de sangre. La sangre es la savia que nos da vida. La vida es una pausa que se toma la muerte para fumarse un petardo.
Los petardos hacen ruido y te estallan en las manos.
Las manos son el instrumento de nuestras emociones, con ellas matamos, con ellas amamos. El amor es una utopía, como los viajes en el tiempo. El tiempo es una abstracción humana para dar sentido a la erosión que ejerce la velocidad sobre el espacio. El espacio da sentido a la distancia. La distancia más corta entre dos puntos es una curva de radio infinito. El infinito no existe. Existo, luego siento. Siento no poder decirte lo que pienso. El pienso es el alimento de los pájaros. Los pájaros construyen nidos en los árboles, ponen huevos y alimentan a sus crías con gusanos. Los gusanos se arrastran y hacen agujeros en el suelo. El suelo se compra y se vende como si fuese nuestro.
Nuestro es el poder, suya la gloria. Gloria. ¡Dios!
¡Qué buena estaba Gloria, y que idiota he sido yo! El yo es el hermano gemelo del ego. El ego es el germen de la soberbia. Soberbia la gracia con que mueves tus caderas, soberbia la curva de tus nalgas, soberbia la sinceridad con que lo digo. ¿Digo lo que pienso sobre la esencia del cariño? El cariño es lo que me hace sonreír cuando te veo. Veo porque la luz rebota en los objetos. El objeto de este texto no está claro. Claro es antónimo de oscuro. Oscuro es mi destino, la luz que ilumina mi camino. El camino atraviesa un bosque de cristales rotos y hierros cubiertos por una costra de óxido. El óxido no se puede producir en ausencia de oxígeno. Oxígeno es lo que respiramos para que no se
mueran nuestras células. Las células terroristas están formadas por fanáticos que alivian su dolor provocando más daño. El daño es la acción más rastrera que un ser vivo puede hacerle a otro. Otro día te cuento por qué sigo escribiendo cuentos. Los cuentos se repiten, como todo lo que es cíclico. Cíclico es el pecado que obligó a Eva a obedecer a la serpiente. La serpiente que se muerde la cola se llama .Ouroboros.

235
Seudónimo: Mik616

UN BALÓN DE FUTBOL
No quisiera parecer narcisista ni nada por el estilo, pero dicen que la esfera goza de una geometría perfecta, y su belleza no sólo radica en su admirable simetría, sino en la ausencia de aristas que dañan la vista y entorpecen el tacto. Tal vez por eso, en un deporte de contacto, sea el medio ideal de conectar a un equipo y conseguir que se mueva y actúe como un único ente. Tiene gracia que emplee el lenguaje académico para justificar el fútbol. A fin de cuentas
se trata de un juego muy simple. Un número indeterminado de individuos pateándome con saña y, ¿por qué no? pateándose también entre ellos con más saña todavía, hasta conseguir introducirme en una absurda jaula de cuerdas dispuestas a modo de redecilla.
No deja de ser una paradoja que el animal más inteligente de la tierra disfrute tanto, e invierta gran parte de su economía, en un ejercicio tan absurdo.
A pesar de lo que podáis suponer, me gusta ejercer mi profesión, no por el trabajo en sí mismo, sino por la oportunidad que me brinda de ser despedido por el aire y sentir el efecto del rozamiento con el medio gaseoso que me rodea. Que maravilla alzarse por encima de los monos sin pelo y describir un tiro parabólico que desearía prolongar hasta el fin del universo. Es una sensación mágica, adictiva. Una burda aproximación al sueño de todos los balones.
El mejor día de mi vida fue aquel 15 de junio, cuando mi dueño me usó para su trabajo de ciencias. A medida que me pintaba comprendí por qué me gustaban tanto aquellos golpes con efecto que me permitían rotar sobre un eje imaginario a medida que me desplazaba por el aire. Entendí que el sueño de todo balón de fútbol es único y utópico. Una aspiración inalcanzable, hermosa y egocéntrica. Cuando colocó la pelota de tenis de forma que pudiese orbitar a mi alrededor con una trayectoria medianamente elíptica la miré con curiosidad y pude ver la envidia en todas las fibras
de su rugosa superficie. Entonces lo supe. Comprendí qué era aquello que me cosquilleaba por dentro siempre que estaba a punto de comenzar un partido. Así que la miré con orgullo y le susurre.
-Chica. Por primera vez en mi vida puedo decir: ¡Soy un planeta!

236
Belén Méndez Pérez.

LA VENGANZA 
Eran las doce de una noche cerrada. Regresaba del cine con unas amigas.
Solo me acompañaron hasta la esquina de mi calle. La calle estaba vacía. Exceptuando ese maldito gato que me miraba con cara de venganza, como siempre lo había hecho y como si tuviera una cuenta pendiente conmigo.
Eran solo ilusiones mías, un gato no puede tener sed de venganza… ¿o si?.
Lo ignoré por completo y avancé hacia mi casa con un mal presentimiento. Me dispuse a abrir la puerta y en ese preciso instante sentí un dolor desgarrador en mi espalda. Pude apenas girarme. Cuando iba a descubrir la identidad de lo que había sido un mal presentimiento…me desperté. Estaba sentada en mi cama, sudorosa. Tan solo había sido una pesadilla.
La noche siguiente a la del horrible sueño fui al cine con mis amigas. Cuando regresé, allí estaba otra vez ese estúpido gato mirándome como en mi sueño, con esos ojos que clamaban venganza, pero no podía ser, solo había sido un sueño, era imposible.
De repente, me entró un pánico terrible, fui a abrir la puerta y la llave se atascó en la cerradura.
El felino aprovechó la ocasión, saltó sobre mi espalda y así pudo consumar su venganza.
Días después y recuperada de las heridas, recordé una tarde de otoño años atrás. Iba con varios amigos del colegio y nos encontramos con una gata muy débil que hacía unos días que había dado a luz. Murió apedreada, cosas de críos.
Pude recordar las miradas de esos gatos tan pequeños y especialmente, la mirada de uno de ellos.

237
Mario Sandoval
San Carlos de Bariloche, Argentina.

DRAGONES
El muchacho llega con su humor de perros, cansado después de matar a todos los dragones. Luego vuelve a la casa donde siente que nadie mira. Siente que inaugura espacios para el miedo, rincón por rincón.
Le tienta enrojecer de sangre los ojos ajenos. Se sienta frente a ella y se pierde hasta la madrugada en explicaciones acerca de quién fue el primero en pisar la costa de los débiles. Le parece que ambos se vuelven pequeños frente a la inevitable fascinación de uno por el otro.
Los criterios de justicia no se logran definir a fuerza de interrogantes. Pos eso es que aguantan con heroísmo las presencias y las sutilezas poco sutiles. Se sienten extranjeros en las mesas que comparten.
Cuando ella calla, surge el principal de los miedos pero le parece que su silencio, en cambio, sirve para resguardarla. No logra ver cómo su amor grita por palabras y pide de todas maneras, no quedarse sola.
Solo el amor es capaz de curarle, a veces, los labios cerrados. Parece que los devuelve, siempre dando saltos, a su país rodeado de duelos. Empiezan a parecerse a los buenos de su calle, mucho mejor que cuando se encontraron por primera vez y habiendo ganado oficio en aquello de quemar con los labios los signos de interrogación, de dormir los espantos a fuerza de tardes compartidas.
El amarse dejó de molestarles, quitándose el disfraz. Solo algunas tardes se reparten turnos para helarle la espalda al otro. Es en esos días, cuando es mejor salir a recorrer las calles en busca de dragones y tapizar el suelo con sus cadáveres.

238
Daniel Hugo Leto
Rosario- Argentina

SIMBIOSIS
Encontró la moneda tirada en el parque. Vieja, oxidada, no se podía leer el año. Solo el sol mostraba el brillo de otros tiempos. La recogió y la guardó en el bolsillo de la camisa. Pensó que era buena suerte. Subió al colectivo de siempre. Purgando la pena del trabajo ingrato en un viaje parado y apretujado. Apretados, igual que tallos en un jarrón. Sin poder moverse, estaban destinados a mirarse de frente. La mina lo observaba fijo. Sus ojos clavados en los de él. Calcándose. Sus senos contra su tórax. Las manos, pegadas, se apareaban en el pasamano. Sus pieles parecían conocerse de años. Sintió como los brazos que colgaban al costado de sus cuerpos, se rozaban envidiosos de sus pares. La moneda en el bolsillo, se iluminó de pronto. Como si el sol despertara de su sueño de mugre cotidiana. Se bajaron juntos también.

239
Daniel Hugo Leto
Rosario- Argentina

DESTINO
Tenía que encontrarlo a la vuelta de la esquina. Lo venía siguiendo desde hacía días. Apuró el paso. El ángulo recto de la esquina se aproximaba a la velocidad de sus pasos. Su corazón se aceleró. Llevó la mano hacia atrás automáticamente. Giró de golpe, al mismo tiempo que la navaja salía de su bolsillo trasero y se hundía fácil, blandamente en la camisa del otro pegada a la piel. Sin embargo se desplomó primero él, apoyándose sobre la pared de ladrillos con el afiche de Piazzola doblado sobre el bandoneón. Se tocó el costado lacerado. Quedó tendido con la mirada fija en la figura tanguera. Le pareció ver una línea de sangre, roja y despareja que caía como una lágrima desde el fuelle del maestro, hasta gotear en el piso áspero de la vereda. El otro se alejó despacio, maldiciendo la mala suerte por una camisa rota.

240
Seudónimo: Aprilium
Argentina.

EL DESEO DE UNA PROMESA.
"... el último pájaro de la tarde..."
Edith Vera.

Lucía se había enamorado de un pájaro. Sentada a la ventana miró hacia el cielo buscando una solución a su problema. En realidad, la enamoró el volar de ese pájaro a pesar de todo y de todos, ese trino que se oía más allá del dolor.
A lucía no le interesaba el amor de un hombre, ella amaba a ese pájaro que le enamoraba el alma. La había visitado cada mañana desde hacía tiempo. Nunca dejó de despertarla, siempre solo, como ella. Le golpeaba la ventana con el pico y cantaba hasta que ella se acercaba. Entonces la miraba y después abría sus alas y se iba.
No era sólo la mirada de un pájaro, él había sido mucho más, estaba segura, por eso le gustaba esperarlo cada mañana y aquel día lo esperó también por la tarde. Y esa tarde el pájaro apareció. Golpeó su ventana con el pico, ella se acercó, él la miró, profundo, y se fue. Lucía supo en ese momento que el pájaro también la deseaba, que ella era importante para él.
Al día siguiente se levantó radiante. Si viene esta tarde voy a pedir un deseo, pensó, mientras imaginaba el encuentro. Esa tarde se sentó en la ventana, miró al cielo y lo descubrió en vuelo sereno. El pájaro se posó en su ventana. Esta vez no golpeó con el pico, ella lo estaba esperando. Se miraron como siempre, más que siempre y después se fue.
Lucía se metió en la cama y antes de dormirse pidió un deseo. Cuando despertó por la mañana, supo que se había cumplido. Admiró su plumaje blanco, lo acarició y voló hasta la ventana para aguardar al que amaba.
Lucía vio pasar el tiempo del olvido, mientras se le caían las plumas. Dejó escapar el tiempo del recuerdo, hasta quedar desnuda.
La encontraron muerta en la cama. Eligió morir cuando comprendió, que el último pájaro de la tarde no le había prometido volver.

241
Seudónimo: home zaid
colombia

EL EDECAN
De lejos el edecán, fausto, timado emite un gesto de gracia: ¡ella es! se dice. Se expresa a sí mismo mientras se dispone a caminar en contra de su deber. Deja su espada, y su fuego interno ahoga el invierno intenso y gris de la noche. ¡Sí!.¡ Ella es! Ahora la ve de cerca, pasando por su lado y contoneando sus caderas que desbordan entre su talla firme y exuberante. Y es entonces cuando él, desnuda sus manos, inhala profundo y cae. Cae consumido, si tan siquiera haberse permitido un beso.

242
Seudónimo: home zaid
Colombia

ABRACADABRA
cuentan de la gran sorpresa que se llevó una niña correcaminos que en el origen de su inocencia se dejó seducir por las palabras mágicas de un coyote repentino, y adquirió en un abracadabra, una dulce muñeca que se le hizo real - a los pocos meses- dentro de ella.

243
Seudónimo: "Piova"

NADIE NUNCA DICE LO QUE QUIERE
…toda mi vida está encerrada en este cuarto y estoy dispuesto a largarme…y lo único que puedo pensar es en darme un cigarrillo y en escribir esto…algo tan serio como largarme de mi vida, mis padres…todo lo que soy/era yo, por el mero hecho de que ya no puedo, o nunca pude (probablemente lo último)…nunca he estado capacitado para enfrentar las cosas…por eso el escape, el alcohol, las drogas…lo que sea…lo que me haga olvidar de esta vida tan buena y dichosa que he tenido y que solamente he podido convertir en pura mierda…en una zona de desastre…una nada…
…no me atrevo a tomar decisiones serias como ésta…quiero rechazarlo todo…acaso ese ha sido mi plan oculto por los últimos cuatro años…rechazarlo todo, quedarme con nada y ahora que puedo hacerlo, más o menos, me estoy retrayendo…porque regresaría, o se manifestaría de alguna manera el error que estaré cometiendo…y el dolor que causaría…"SAVE"…no quiero perder esto…esto si que no…

Estoy perdido y lo sé…pero no quiero hacer nada…no pienso hacer nada…será por eso que busco una salida siempre…(un relámpago por la ventana)…¿cuántas veces somos honestos con los demás?...¿y con nosotros mismos?...probablemente bien poco, o por lo menos en mi caso…yo admito (a lo mejor) lo simple pero cuando trato, a fuerzas, encontrar razones más profundas, verdades que no se separan de uno por más que uno quiera, paro…busco algo que me distraiga…me voy en blanco hasta recuperar lo que sea que no sea lo que busco descubrir…¿estará correcta esa gramática?

244
Seudónimo: Eva

FLASH-BACK
En apenas dos segundos, mi hermana quedó tendida en el suelo, sus ojos muertos contemplando el vacío.
Un minuto antes yo había sopesado bien el cenicero en mi mano, con la mente fría y su espalda ante mí.
Cinco minutos antes, ella me amenazaba con ir a sus abogados y revelar toda la verdad, hacer público el engaño y mi vergüenza.
Una hora antes, entraba con furia en mi apartamento, alta, delgada, soberbia, sus tacones clavándose con autoridad en el parqué desgastado.
Un día antes, yo había recogido el test de embarazo en la farmacia, rezando, aunque nunca he creído en Dios. Las náuseas habían hecho que esa mañana me precipitara al baño, con el alma encogida, preguntándome si era posible que un pecado así pudiera pasarme factura tan pronto.
Dos meses antes, después de dar muchas vueltas al plan, me había presentado por sorpresa en el despacho de Andrés -maquillada, el pelo liso y una falda corta-, había tirado al suelo todo el contenido de su mesa y me había sentado encima con las piernas cruzadas, tentadora, mientras él ordenaba a su secretaria que no le pasara llamadas.
Un año antes, él había dado el sí quiero a mi hermana, enamorado como un colegial, mientras, dos bancos más atrás, yo fingía que mis lágrimas eran de alegría.
Una madrugada cualquiera, dos años antes, yo había despertado a mi hermana a sacudidas después de una noche de juerga, radiante, loca, feliz, para contarle que acababa de conocer al hombre de mi vida y que necesitaba presentárselo.
Diez años antes, ella me comunicaba que había decidido llevar el pelo liso definitivamente, porque es más elegante. Y entonces sentí aquel crujido de ruptura, aquella certeza de que ya no éramos dos mitades de una misma cosa.
Trece años, dos meses, un día y dos segundos después, retuerzo mis rizos mientras pienso en la única salida posible para esta historia. Limpio el cenicero. Me peino. Me pongo la ropa de mi hermana y coloco su cadáver en un ángulo que haga creíble la tesis de 'accidente doméstico'.
Cuando cierro la puerta del apartamento, dejando atrás mi vida, me pregunto qué pensaría ahora el médico que, hace veintisiete años, tras un parto interminable, se inclinó hacia mi madre y le dijo: "Enhorabuena, son gemelas".

245
Pseudonimo: flor de sueño

MANHATTAN
La vio una tarde; el reflejo de su rostro se mostró ante el espejo que él tenía enfrente mientras tomaba un cortado en aquel tugurio llamado Manhattan. Ella era un rayo de luz dentro de tanta suciedad y pestilentes olores. La contempló mientras ella miraba de un lado a otro buscando a alguien; se fijó en sus ojos rasgados, sus labios de rojo carmín y el lunar sobresaliente y promiscuo de su mejilla. Cuando más ensimismado estaba, ella salió del local.
El pintor volvió a casa y fue directo a coger lápiz y papel; el rostro de la muchacha grabado en su memoria saliía de sus dedos rápida y claramente, un trazo por aquí y otro para allá, reflejando la hermosura de la chica que el artista acrecentaba con el ardiente deseo que había encendido en él.
Sintió ganas de besar su obra, casi tanto como de besarla a ella si hubiese logrado verla un sólo instante más.
Al acabar, firmó como Manhattan.

246
Ernesto Bondy Reyes

ARREGLO EMPRESARIAL
El gerente me condujo a un cuarto tras su oficina, deseaba mostrarme lo que me reveló la noche anterior en la cantina.
-Mire abogado -me dijo complacido, como orgulloso, abriendo un viejo refrigerador-. Acá es en donde guardamos el alma de nuestros empleados.
Adentro del aparato, bajo la luz tenue de la nevera se apreciaba numerosos frascos, llenos con un líquido oleoso de distintas tonalidades.
-Como verá -continuó explicándome el americano-, capturamos paulatinamente el alma de nuestro personal por medio de favores y dádivas que les otorgamos, a ellos como a sus familias. Luego, almacenamos su esencia en estos botes etiquetados durante el tiempo que laboran en la Compañía bananera. Así, mientras los poseemos, prevalece siempre la voluntad empresarial sobre sus propias opiniones, evitándoles contradicciones que les atormenten la conciencia. Es una relación feliz y duradera. Como las quimeras de Huxley.
¿Se entera? -me preguntó, al verme confundido- Tanto el espíritu como el ánimo de cada empleado permanecen en esta nevera, inventariados, hasta que renuncian o se jubilan. Entonces, según nuestra disposición reglamentaria, se los devolvemos.
Súbitamente comprendí mi excesiva ingenuidad, mi insignificancia, aquella sensación de mediocridad que me agobiaba hacía tanto tiempo, pero guardé silencio.
-Mire. A propósito. La suya es esta -indicó displicente, tomando y agitando el recipiente con mi nombre con el fin de homogenizar su contenido-. Después de treinta años que lleva laborando con nosotros hasta se había sedimentado. Si prefiere se la envío a Tegucigalpa ahora que se jubile, porque muchos de su edad ni siquiera la reclaman y entonces las tiramos por el caño.

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Ernesto Bondy Reyes

EL DIAGNOSTICO
La mujer sacó de entre sus tetas la mano regordeta con un rollo de billetes arrugados, hediondos a sudor y pachulí, para pagar el augurio de la gitana con su dinero pecaminoso.
La adivinadora tiró solamente tres cartas sobre el tapete: dos calaveras y un basilisco, vaticinándole el mismo mal que le diagnosticaron en el policlínico. "Leucemia", había dicho el galeno al ver los resultados de las pruebas de laboratorio, mientras que la mujer presagió un maloliente fluido marrón que la mataría.
-No solamente las viejas ricas padecen de cáncer -reflexionó fastidiada-, parece que también nos da a las putas.
Con las imágenes de las cartas aún en la mente se fue a la taberna, pidió un güisqui doble y quedó contemplándolo fijamente. Le fascinaba el tono ambarino de aquella bebida cuando era atravesada por la luz. Le recordaba los celajes de su pueblo y la luz neutra del semáforo, a la resina que manaba de los pinos, al color de la primera orinada del día y los ojos de aquel seminarista de sus quebrantos cuando apenas era quinceañera, que por su idiota vocación no logró conquistar ni aunque se le desnudó en el baptisterio.
Entonces, extrajo de un envoltorio estañado la pastilla para curar frijoles y la echó en la bebida, observando como el ámbar se enrojecía al diluirse el fósforo venenoso. Sin esperar más, cerró los párpados y tragó de un sorbo el contenido, luego se arrellanó en el asiento en espera del desenlace oportuno.

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William Torcátiz
Maturín - Venezuela

TRIZAS
PANCHO MENDOZA

Francisco Mendoza, cariñosamente Pancho como lo llamaban, desde sus inicios todo lo hizo perfectamente bien, de mil maravillas, tan así que cuando nació lo hizo tan bien que nació vivo en un pueblo del interior a través de una partera y en un hogar más que humilde. Creció con el triunfo en sus manos.
Todo le salía bien, en cualquier deporte o actividad que intentara sobresalía y muy bien, siempre estaba entre los mejores y entre los ganadores. Si cantaba, lo hacía como los Ángeles, levantando carajitas era buenísimo, el instrumento que cayera en sus manos brindaba sus notas al mundo de una manera especial y como jamás lo había hecho.
Nada, en absoluto nada le salía mal, todo lo contrario, era un fenómeno enderezando entuerto y arreglando cosas mal hechas.
Era como tan perfecto, hacía las cosas tan bien la primera vez para no tener que repetirlas, tan así, que cuando se murió, se murió sólo una vez. Cuando le tocó morirse lo hizo tan bien que no tuvo la necesidad de volverlo hacer

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William Torcátiz
Maturín - Venezuela

LA FOTO DEL ÁLBUM
A William Antonio.
Desde que nació le hemos hecho un registro fotográfico permanente.
A él le encanta ver el álbum de fotos donde aparece, incluso, desde antes de nacer, desde que la madre lo tenía en el vientre.
Anoche mientras veía las fotos, jugaba a meterse dentro de las páginas, de repente, sin darnos cuenta y sin ninguna explicación lógica hasta ahora, desapareció. Comenzamos a buscarlo por todos los rincones de la casa, no lo hallamos; pero se nos ocurrió hojear el álbum buscando alguna pista, mayor sorpresa nos llevamos cuando en la única página que quedaba libre encontramos una foto suya en tamaño natural.