Del 150 al 199

Microrrelatos

150
Roni Bandini

INERCIA
Laura entró en silencio, evitando caer en una conversación amable que pudiera ser el puente hacia un momento cotidiano, si es que alguna vez hubo tal cosa entre nosotros. Estaba hermosa. Preparé unas tazas de café y procuré entender si estaba sucediendo algo fuera de lo normal. Laura lloraba y yo pensé "otra mujer me está dejando" y me dio gracia hasta que me di cuenta que oscurecía y que las noches iban a ser más duras sin su risa en el teléfono. Se fue y me puse a pensar en infinidad de cosas por solucionar, desde un corte de pelo hasta ordenar el placard pero entonces me di cuenta que no me importaba verme bien ni tener el placard ordenado si Laura no estaba conmigo y pensé que había estado un poco ciego todo el tiempo, sin escucharla lo suficiente, inmerso en mi mundo de escritor fracasado, leyendo pijaditas y coqueteando con las mujeres del colegio. Se hizo de noche y llamé a una de mis alumnas pero no es lo importante porque estuve pensando todo el tiempo en Laura y en las palabras de una carta para hacerla regresar. Las ideas estaban ahí, sabía que podía pero la voz de mi alumna era como un taladro insistente que me incomodaba diciendo "che esto, che aquello". Supuestamente un intercambio estudiantil en Buenos Aires la habilitaba para hablar como Maradona. Me dio bronca saber que me faltaba coraje para echarla pero igual la desvestí, resignado a la inercia de ser como venía.

151
Nuria Alvaro Garcia

UN DÍA EN ALTA MAR...
Me fui, como cada mañana calle abajo y sentí una oleada de angustia recorriendo mi ser, no pude imaginarme sin ti. Corrí y en el horizonte marchito estudié la silueta de un día sin fin, era un Lunes de Abril.
Nos despedimos hasta la tarde, pero la tormenta no lo quiso así, pues pescador de alta mar, desapareciste entre truenos al amanecer, sin de ti yo saber más que tu traje añil y tu almuerzo en pan de ayer. Aquel momento, no fue más que un simple hasta luego, entre tantos otros de tu vida, marinero, pero el trabajo te arrancó de mí entre olas y anzuelos.
Nubes grises, cielo negro, mar furioso y embustero, suponía ya tendrías muchas perlas en tu adentro, pero ese maldito día, no tuviste poca hombría, pues el mayor de los retos era vivir cada día.

152
Nuria Alvaro Garcia

UN GIRASOL EN INVIERNO
Cuéntame algo interesante que me haga imaginar, soñar, volar y que me lleve de paseo por un lugar de ensueño nunca descrito en cuentos ni por poetas muertos...
De esta manera termina esta historia de amor que si quieres conocer más abajo has de leer.
Nuestro jardín se había tapado con una enorme manta de hojas secas que le había regalado el Otoño, y los árboles desnudos, yacían silenciosos al paso del frío viento; mientras, un girasol marchito, gastaba su último aliento en seguir a su oscuro destino.
- ¿Sabes que día es hoy? Me preguntó ella asustada.
- Sí, ha pasado ya un año desde entonces.
- Tengo miedo.
- Yo también, no puedo imaginar lo que sería esta casa si te vas, no puedo imaginar lo que de mí sería si te vas, pero no me apetece hablar del tema, no quiero ponerme triste.
- Claro, tienes razón, hay que disfrutar del momento y aprovechar al máximo el tiempo que nos queda para estar juntos. ¡Y quien sabe!, igual el destino fabrica milagros de vez en cuando y me toca quedarme otros tantos años.
Me fui llorando de la habitación; si me viera así, sería el mayor de sus sufrimientos; debía mantenerme fuerte y hacerla reír, pero ¿cómo?; que alguien pueda sufrir y reír a la vez es algo imposible. Intenté olvidar lo triste y sacar lo alegre cuando estábamos juntos, mantener mi cabeza pensando en las cosas divertidas que ocurrían cada día, hasta que me acostumbré a ello y no fue tan difícil, pero seguía llorando a escondidas.
Ya han pasado dos años de risas y alegres momentos juntos pero de amargas lágrimas a solas; ahora debo despedirme pero no sé cómo hacerlo; supongo que eso no se planea, así que no he preparado nada. El médico me ha comunicado que es el momento.
Me acerqué a ella y la vi brillando de felicidad; me miró fijamente a los ojos y me dedicó sus últimas palabras en forma de petición; no le dio tiempo a escuchar mi voz.

153
El Viso del Alcor

EL DEMENTE
Ese es Pepe Ferrer, jefe de Reyes Meléndez. Es demente. Cree ver peces celestes en redes verdes. Bebe té trece veces en el semestre. Cree tener tres endebles bebés. Beben leche en el tren de Jerez; deben crecer. Teme enfermen. El relente en el tren es repelente.
- ¡Ven, Reyes! Es menester se desteten de leche de Nestlé-Pepe se entremete.
- Sé clemente, jefe.
- ¿Pretendes estremecerme?
- Les meteré vehemente sed.
- Deje de entenebrecerme. Tener tres nenes me enternece. Me creen endeble.
- Eres excelente, Pepe, decente, deferente.
- ¡Detente!, tres bebés temen perecer.
El deber de Reyes: defender gente de fenecer. Es efervescente.

154
Pseudónimo: Mariamarinera.
Ciguñuela (Valladolid)

QUINCE AÑOS
- Maria, me estoy haciendo mayor.
- Sí, ya lo sé.
- ¿Te da pena?
- Sí, mucha.
- ¿Vas a llorar?
- Sí… digo ¡no!... bueno, no sé.
- O sí, o no, o no sabes; venga, Maria, decídete.
- Que no sé…
- Sí o no, Maria.
- Bueno, ahora no. Luego sí, y después…no sé.
- ¿Por qué ahora no?
- Porque estás aquí.
- ¿Y?
- Pues no sé, hija… no me voy a poner a llorar ahora delante de ti.
- ¿Por qué?
- Pero ¿eres tonta?
- ¡No! Venga, Maria ¿por qué no lloras ahora?
- Porque es una bobada. Ahora no tengo ganas de llorar, pero luego, cuando te vas, lloro.
- ¿Lloras?
- Sí.
- ¿Por?
- Porque sí… no sé.
- Pero ¿por qué? Dime, Maria.
- Pues… porque me pongo triste.
- Pero ¿por qué te pones triste?
- Porque te vas.
- Y ¿qué? Si luego voy a volver…
- Ya… o no.
- ¿Cómo que no?
- Pues… a lo mejor… bueno, a lo peor, un día ya no vienes.
- ¿Por qué no voy a venir?
- Porque te haces mayor.

155
José Javier Gómez Gutiérrez
Valladolid

LAS NOTAS
Al terminar el curso en el Instituto de Nazaret reparten las notas. Este es especial para Joshua Ben Jossin, el hijo de Jossim el carpintero, porque ha sido su último año. Las espera con tranquilidad, observando el nerviosismo y los juegos de los otros muchachos. Al dárselas su profesor esta muy contrariado. Le dice que espera a su padre sin falta esta misma tarde en su despacho.
-"Su hijo es un completo desastre. No sirve para nada. En Historia un cero; dice que sólo importa el futuro que hay que olvidar las afrentas del pasado. En Matemáticas, cero. Da mayor valor al elemento que se resta que al resultado final. No comprende ni las restas ni las divisiones, solo ha aprendido en estos años a sumar y a multiplicar. En Economía otro cero. Cuando encuentra una cifra perdida se gasta más en la celebración invitando a sus amigos que el valor de lo recuperado; y se atreve a pagar el mismo salario al que ha trabajado una hora que al que lo ha hecho la jornada completa."
"En religión es un blasfemo, porque dice que Dios es padre y habla de una nueva alianza. Alguna vez ha matizado la Ley dando una nueva interpretación. Los padres de algunos chicos han venido a quejarse muy enfadados."
"Además, se le ha visto por la calle con una prostituta, con unos inmigrantes africanos y hablando con drogadictos. Solo parece servir para las actividades al aire libre en equipo. Los compañeros le siguen sin apenas proponérselo. ¡No lo entiendo!".
De vuelta a casa está comentando la entrevista con su mujer. Los dos le miran como pensando. Intentando comprender.

156
Esteban Navarro Soriano

SIEMPRE TE QUEDARÁ PARÍS.
Tus palabras de aliento me embriagan como el perfume de aquella corista que conocí en un burdel de les Champs Elysees de París, mientras un camarero desgastado por el humo del tabaco y los largos sorbos de Pernod, al que los
clientes de la carcomida barra llamaban garçon, llenaba nuestras enormes copas de cristal de bohemia con Grand Marnier Cordon Rouge. Bailábamos toda la noche al son de canciones de Charles Aznavour y Edith Piaf, que nos hacían llorar y soltar redondas lágrimas de alcohol por todos los poros de nuestra sudada piel mientras la chica sostenía entre los rojos labios un cigarrillo gitanes, y que yo esperaba impaciente el momento en que se le cayera de su jugosa boca, para arrancarle un beso y tragarme, junto con los restos de hielo del cognac francés, toda la pasión encerrada en esas fauces que cada noche atrapaban a más de cien hombres, a más de mil, a cientos de miles.
A través de los inmensos ventanales del garito de les Champs Elysees podía ver la figura alta y esbelta de la Torre Eiffel, mientras ésta me miraba impasible e impávida y esperaba el momento en que el sol la coronara para poder brillar como hacían los ojos de aquella muchacha esplendorosa, llena de alhajas y sortijas regaladas por los banqueros de la Rue Du Commerce parisina. Podía oler el perfume de las begonias, las rosas, las petunias, sentir el repiqueteo constante y musical de los trabajadores de la Madeleine o Le Pagode y escuchar las risas de las parejas de enamorados que se escondían en los portales de las perfumerías o en los jardines de las Tulleries.
Tus palabras me animan a seguir adelante como aquella bandada de pájaros pequeños y nerviosos que aleteando sus insignificantes alas consiguen posarse en los dominantes árboles del parque de Luxemburgo y ensombrecen al sol que los vio nacer.
Tus palabras me animan a volver a París..


157
Ricardo René Cadenas
Argentina.

ELECTROSTÁTICA
Después de aquella terrible discusión con su mujer, decidió tranquilizarse un poco. Entró en su dormitorio con rapidez. Y allí inició el asiduo ritual que lo deleitaba: apagó la luz y empezó a sacarse el buzo grueso hecho de alguna mezcla de material sintético que lo hacía tan especial. Como siempre, parado frente al espejo y en oscuridad total, se entretuvo con los destellos que despedía la corriente electrostática de su cuerpo: primero sus brazos, luego el pecho, su cabeza, y sus pelos erizados.
Sin embargo, esta vez todo siguió más allá. El torso comenzó a emitir una luminosidad excesiva; sus dedos se alargaron como rayos fosforescentes; en el espejo, el contorno de su cara se fue definiendo; sus cabellos dejaron de erizarse pero se volvieron rojos, como iluminados por un cartel de neón. Entonces vio las cuencas de sus ojos completamente negras, que comenzaban a irradiar un fulgor especial que le permitía ver cosas, cosas hasta ahora no vistas.
En ese momento entró al cuarto su mujer y encendió la luz.
Él dejó de ver.
Para siempre.

158
José María Cuenca Araujo
Argentina.

LA IMPLACABLE
Desesperado, corro cada vez más rápido y por más que me esfuerzo siempre estoy en el mismo lugar; mi agitación es cada vez más pronunciada, me duele el pecho y el bazo y me detengo.
Como en una feria de diversiones aparezco en un laberinto lleno de espejos. Me miro en uno y en otro y me veo vestido de blanco con una túnica que llega a taparme apenas los tobillos; mis pies están descalzos, sé que estoy dormido, que todo es un sueño, pero no logro despertarme; intento mover mis brazos pero los siento paralizados y mi terror es cada vez mayor ¿estaré realmente dormido? Los espejos me miran con su mirada plateada e infinitos haces de luz inundan mi existencia. Camino lentamente con una mano rozando los cristales; es la única manera de salir de ese intrincado y tortuoso camino; ellos me llevarán indefectiblemente a la salida.
Estoy nuevamente en el parque y nuevamente corriendo. Mis piernas se mueven descontroladas dando trancos largos y desgarbados como si quisieran abarcar una gran superficie para alcanzar una salida; rápidamente la veo: ella está allí, vestida de blanco, se acerca a mí y me mira sonriente; me da vergüenza de que me vea así tan perturbado.
Ella sonríe, ¿quién eres? le pregunto temeroso. Ella sonríe. Imprevistamente mis piernas me impulsan en un salto descomunal y me alejo y cada vez que me doy vuelta para mirarla, veo que estoy más lejos aún y sonrío y ya no podrá alcanzarme y la noche se hace luz y mis brazos entumecidos comienzan a moverse y los estiro para quitarles el dolor.
Mi espalda está empapada por la transpiración me siento en la cama, enciendo la luz del velador y me levanto y me acerco a la cómoda y me busco en el espejo...

159
José María Cuenca Araujo
Argentina.

LA PÓSTUMA PUERTA [1]
«Tú sueñas, dijo él, a causa del niño dormido en el nido de tu cuerpo». Tú sueñas, repitió, dulcemente, mientras pasaba la mano por la frente de su mujer adormecida.
Hacía varios meses que ella estaba en cama, su enfermedad no le permitía disfrutar los últimos días de su embarazo y él sabía que tampoco podría gozar plenamente a su hijo, pues el trueque se haría indefectiblemente, al momento de dar a luz: una vida por otra.
Puso su mano junto a la de ella que reposaba sobre el prominente vientre y sintió el movimiento ondulante. ¡Faltaba tan poco para tenerlo entre sus brazos...!
Cerró los ojos y se vio, junto a su mujer, en un inmenso escenario. Cientos de actores iban y volvían; unos con sus parlamentos, monologando dramáticamente, otros, dialogando con efusión. De pronto, se encontraron frente a un gran espejo que les devolvió sus imágenes demenciales. ¿Quiénes eran en realidad?, ¿actores que interpretarían una obra tan dramática como dolorosa?, ¿o simples espectadores que no hablarían y se dispondrían a escuchar?
Como si se hubieran puesto de acuerdo, se miraron a los ojos y comenzaron a recitar una escena de Romeo y Julieta:
«Julieta._¡Si no hallas un remedio en tu sabiduría, aprueba, al menos, mi determinación! ¡Y con esta daga acabaré inmediatamente con mi mal! (...) De modo que procúrame al momento un consejo nacido de tu larga experiencia, o, de lo contrario, entre mí y el rigor de mis penas decidirá la cuestión esta daga, sedienta de sangre, resolviendo lo que la autoridad de tus años y tu saber no pueden llevar a honroso término.(...) ¡Tárdame el morir, si lo que vas a expresar no habla de remedio!
«Fray Lorenzo._ Detente, hija mía; vislumbro cierta esperanza...»
Con un estremecimiento, volvió en sí de ese sueño fugaz y se dijo: No encontraré consuelo alguno que pueda aliviarme tanto dolor y se sintió caer en un profundísimo pozo y deseó irse con ella y traspasar la última puerta.

[1] Lo entrecomillado pertenece a Poemas, de Stephen Spender

160
Mª Soraya Geijo Uribe

LA ESENCIA DE LA BELLEZA:
Adoro contemplar tu belleza. Esos dos mechones blancos que escapan como cascadas de espuma del manantial de tu moño. Las seis arrugas que casi cercenan tu frente, testigos de tantas noches en las que mi llanto suplantó tu sueño. Las comisuras de tus labios que, desafiando a la gravedad, dibujan esa sonrisa bondadosa que ha sido el faro de mi vida. Y tus manos, con esos dedos deformados por la artrosis que parecen garras de rapaz; aunque bien sé yo que su transformación se inició en el avión en el que fuiste a buscarme, tal era el afán con que me aferrabas. Pero, por encima de esos veinte rasgos de belleza, están tus ojos. Tan grandes y claros como un lago. El espejo donde aprendí a imitar todos tus gestos, hasta los más nimios. Ahora, al fin, cincelados por el tiempo, ennegrecidos y festoneados por tantas arrugas que casi los sepultan, son como mis pequeños ojos de chinita. Por esos veintidós rasgos de belleza, te quiero, madre.

161
Eduardo Gómez Cuadrado

EL RUIDO
Llegue a la habitación agotado. Tras dejar la cazadora sobre una silla, miré de reojo el reloj de la mesilla que marcaba las 4 y 32 de la noche. Tomé un vaso de leche fría y encendí un cigarro mientras miraba por la ventana. Nada nuevo bajo las farolas.
Esquivando los golpes del silencio y del aburrimiento, recorrí la distancia que me separaba de la cama y me tumbé al tiempo que me quitaba los zapatos con los propios pies.
Cerré los ojos, buscando el sueño. Un sueño. El que sea.
De repente lo oí. Ese maldito ruido al otro lado de la habitación. Ese molesto estruendo que traspasaba mi cerebro como una bala.
La nausea que me provocaba tal sonido me inmovilizaba. Me fijaba a las sabanas como los clavos a un ataúd. Era horrible.
Me di la vuelta y traté de amortiguar el ruido colocando mi cabeza bajo la almohada. Inútil. Todo inútil. Las ondas sonoras de aquella detonación constante y sin tregua traspasaban todos los muros. Era una fuerza imparable que a buen seguro recorría toda la ciudad. Era la razón de que los perros ladrasen sin aparente motivo por las noches. La voz de la conciencia del esquizofrénico. Era la gota que colma el vaso de la neurosis. La excusa para salir corriendo del cobarde. El argumento que alimenta el insomnio del culpable.
No pude aguantar más. Me levanté, me dirigí al baño y cerré el maldito grifo.
El goteo cesó. Los perros dejaron de ladrar. El esquizofrénico dejó de oír voces y su neurosis no rebosó. El cobarde siguió siendo cobarde pero aguantó el tipo. El culpable por fin durmió y yo con él.

162
Jorge Omar Díaz
Argentina.

EL ROMPE HUESOS
Todo el tiempo supo que eso existía. No era un cuento de la infancia, traído a la memoria para poder dormir de vez en cuando. Teo tenía problemas de insomnio. Pasaba noches enteras intentando descubrir por qué no podía dormir como sus hermanos. Todos dormían menos él. El silencio de la noche lo llevaba a descubrir nuevos ruidos. Ruidos muchas veces inasibles. No eran voces, sino ruidos reacios a dejarse escuchar. Una noche era el motor de un avión que se caía en el océano (no pudo precisar exactamente en qué océano); otra, el ruido del viejo ventilador Aurora, que ya no tenía, girando forzadamente; otra, el bombeo frenético de un tanque de agua pegado al respaldo de su cama.
Ya estaba cansado de intentar compartir sus desvelos con sus hermanos. Ninguno le creyó cuando, en cuclillas al borde de la cama, se agarraba la cabeza gritando que esa bestia venía a pisarlo.
Una noche escuchó pasos; era extraño ya que ellos dormían en el último piso de una vieja casa de pensión casi abandonada. Esos pasos eran cada vez más claros, definidos y estruendosos. No era la primera vez que los escuchaba, a veces, se mezclaban con los otros ruidos, confundiéndolo más y, por fin, haciéndolo dormir. Esa noche era algo distinto, por eso tuvo que saltar de la cama y agacharse por temor al pisotón. La bestia no se presentó. No lo hizo como en muchas otras noches. Tantas que ya había perdido la cuenta y eso lo ayudaba a dormirse.
Cuando todo fue un recuerdo, lo volvió a asaltar el insomnio. La cuestión se resolvía más fácilmente ahora: tomó un libro de la biblioteca y lo comenzó a leer. Cuando llegó a la mitad reparó en el título: "El libro de los huesos".
"¡Que tendrá que ver!", exclamó no menos preocupado por su asombro.
El libro contaba la historia de un ruido que veía personas tratando de dormir por todos lados, molestándolo, impidiéndole ejercer su "destino": hacer ruido.
"¡Qué pavada, qué estupidez!", sentenció. Furioso cerró el libro y lo regresó a su lugar.
En la cama recordó cuando era un insomne y cualquier ruidito lo molestaba. Pensaba en esas noches perdidas, aburridas, sin sentido.
A su lado sus hermanos lo veían reírse. Pisados y con los huesos rotos no tenían un buen aspecto, pero dormían plácidamente.

163
Encarnación de Frutos Barahona
Valladolid

SIGUE SOÑANDO
Aquella mañana, como cada mañana, Aurelio Jerez alargó su brazo izquierdo y pulsó el botón que paraba la alarma del despertador.
-¡Ojalá pudiera seguir durmiendo eternamente!-pensó aquella mañana, como lo había pensado otras trece mil trescientas trece mañanas más.
Entonces, sólo unos segundos después, se volvió a dormir con la tranquilidad de saber que no tenía que levantarse. Era domingo, el único día de descanso en su tedioso y odioso trabajo en el matadero.
Al tercer día de su ausencia laboral, la policía entró por la fuerza en su domicilio para encontrárselo plácida y eternamente dormido. Ningún forense ni ninguna autopsia pudieron dictaminar la causa de su muerte.
Sin saberlo, aquel domingo era el día en el cual le estaba reservado a Aurelio Jerez que su primer deseo se hiciera realidad.
Todos tenemos, como Aurelio, un día en el cual nuestro primer deseo al despertar nos será concedido que se haga realidad. No sabemos el día, pero si debemos saber, conocer y cuidar nuestro primer deseo al despertar cada nuevo día.

164
Inés Ramos Panchón.

DESEO
Volabais rápidas, a ras del agua, como una exhalación. Subíais, bajabais. Azules,
incansables, contra el viento, a su favor. Menudas, alegres, sin miedo.
Yo, desde la orilla de la acequia, os miraba entusiasmada pensando:
"Desearía ser golondrina"

165
Daniel Diez

LA EXPEDICIÓN
A pesar de que el bosque se había vuelto cada vez más pegajoso, atravesábamos la espesura con obstinación. Al mediodía nuestras ropas de abrigo empezaron a picarnos. Los bultos en donde llevábamos el equipo de fotografía y filmación parecían pesar el triple y entorpecían la marcha. Ya cuando pensaba que toda la expedición había sido inútil, los descubrí a unos diez metros a mi izquierda, detrás de unos helechos gigantes.
Estaban sentados alrededor de unas brasas. Al notar nuestra presencia se quedaron inmóviles y se silenciaron. Fui el primero en acercarme con un bollo de carne y un durazno. Se los tendí a uno que, para poder agazapar las chispas de sus ojos, me miraba de perfil. Tomó el bollo y la fruta y empezó a comer la carne despacio. Me senté a su lado; con mi mano le rocé la cabeza. Los que venían conmigo me imitaron. Mientras los mirábamos comer, alguien dejó escapar una risita que casi fue un susurro. No podíamos creer que los teníamos ahí, al lado nuestro. Por fin los habíamos encontrado.
Sentí que el aire se transformaba y me di cuenta de que la comida se había terminado. Hubo un ruido de hojas secas y entonces muchos más de ellos nos rodearon. Uno emitió un grito que no comprendí, pero que parecía contener una mezcla de orden, arenga e intimidación. Aunque hubiésemos reaccionado a tiempo, no hubiéramos podido escapar.

166
Iñaki Calvo Sánchez

EL AGUA ES LÍQUIDA; EL HIELO TAMBIÉN.
El agua es líquida,
Pero intentamos helarla.
Viendo quietud en el movimiento,
Creemos inmutable lo cambiante,
Y cuando el hielo se derrite en nuestras manos
Nuestra seguridad también se hace agua:
Agua de lágrima...
El agua es líquida; el hielo también.

En estas últimas semanas mi iglú se ha derretido. Al parecer, ha hecho
demasiado calor y los bloques de hielo que hice a lo largo de los últimos
años no han podido mantener la forma que les di. El fuego del sol ha hecho
de mi trabajo un charco.
Ahora no tengo casa, puesto que vivía en el iglú. Incluso viendo el agua que
se acumula en el suelo me resulta difícil creer que se ha derretido. He
pasado tanto tiempo allí. Creía que sería para siempre. Había olvidado que
un iglú está hecho de hielo; ya no sabía que el hielo es agua sólida; hace
tiempo que olvidé que el calor derrite el hielo. Por eso me cuesta tanto
aceptar que se ha desecho.
Empiezo a darme cuenta de que siempre fue de agua, al fin y al cabo, el
hielo no es más que agua. He pasado los últimos años en una casa de agua;
¡qué vivienda tan extraña!
Al mirar los alrededores veo mucha agua. También hay árboles en tierras
cercanas. Me haré una casa flotante, de madera, que se moverá sobre las
aguas. Dejaré al agua ser agua. Y a mí, también.

167
Mª Ángeles Manso Argüelles

NADA BAJO MIS PIES
Si me paro a pensarlo creo que fueron los días más extraños de mi vida .Si me empeñaba en decirme que nada había cambiado y que a pesar de todo yo seguiría sien do la misma ,me bastaba mirar el paisaje de tejados ,jardines prefabricados y papeleras a cada paso. Los árboles no extendían allí sus ramas de forma retorcida y caprichosa ,no había malas hierbas y las flores no tenían olor .Era como el escaparate de una floristería ,verde perfecto, de figuras recortadas por manos expertas.
Las mañanas transcurrían plácidamente bien paseando entre aspersores ,bien deshaciendo maletas y cajas o lo mejor de todo ,comprando en el mercado donde sí encuentra una olores ,recuerdos de melocotones en aquella playa ,recuerdos de cerezas como pendientes y sonrisas de sandías del verano áquel en el pueblo, con no más de nueve años y mis colegas de la peña Hoguera.
El pasado cierra su puerta de repente .Los recuerdos permanecían en mi memoria .Lo que no conseguía es sentir como sentía ,emocionarme como lo hacía hasta entonces .Había ganado pero a qué precio.
.En el pueblo me gustaba columpiarme de noche en las cadenas mientras cantaba a pleno pulmón bajo las estrellas. La sensación de no tener nada bajo los pies me encantaba entonces .Después sólo ha habido dos momentos en mi vida en los que he tenido esa sensación : cuando empezamos a besarnos bajo aquel sauce detrás de San Benito ,comenzaba yo a amarte y, ahora ,que terminaba nuestra historia. Inútilmente me buscaba en el espejo .El vértigo de amar en vano, de sentir demasiado , había sido sustituido por aquel no sentir y hasta el cuerpo ,esa cáscara vieja conocida ya, parecía acorchado .Fue entonces que me aficioné a actuar ,ya que no tenía sentimientos propios y que todo se me antojaba inútil y vacío .

168
Henar Cillero Pedrero

SENTIDO
Caía muy rápido. El frío pudo llegar a congelarme. Me sentía parte de un equipo homogéneo y amenazante. Cuando caí en su cabello sentí una humedad cálida. La maraña de hilos negros me hizo resbalar siguiendo la trayectoria de un tirabuzón.
Yo palpitaba. Ella corría protegiéndose de mi. De pronto paró. yo quedé suspendida en lo que consideré el final, con un balbuceo lento e indeciso.
No se cuanto tiempo pasó, el ruido era incesante. Mi estado dependía de ella. Dentro de ese portal, contemplando la calle mojada y vacía comencé a creer en mi individualidad. Fue su gran regalo.
Mi situación era única o así me parecía. Cuando agitó la cabeza, me desprendí hasta su cuello. Ese olor a cítricos, a frescor, contrastaba con el fuego de la piel. Sentía el palpitar de la vida mientras me hundía acompasada y segura. Como un recién nacido, como un amante enamorado.
Me fundía en su pecho, en lo más íntimo de su alma, entre la piel y su ropa.
Yo, una desconocida, una extraña, fusionándome con la primera persona que he visto en mi vida. Que dulce metamorfosis......para una gota de agua.

169
Henar Cillero Pedrero

SENTIDO
Caía muy rápido. El frío pudo llegar a congelarme.
Me sentía parte de un equipo homogéneo y amenazante. Cuando caí en su cabello sentí una
humedad cálida. La maraña de hilos negros me hizo resbalar siguiendo la trayectoria de un tirabuzón.
Yo palpitaba. Ella corría protegiéndose de mi. De pronto paró. yo quedé suspendida en lo que
consideré el final, con un balbuceo lento e indeciso.
No se cuanto tiempo pasó, el ruido era incesante.
Mi estado dependía de ella. Dentro de ese portal, contemplando la calle mojada y vacía comencé a
creer en mi individualidad. Fue su gran regalo.
Mi situación era única o así me parecía. Cuando agitó la cabeza, me desprendí hasta su cuello. Ese olor a cítricos, a frescor, contrastaba con el fuego de la piel. Sentía el palpitar de la vida mientras me hundía acompasada y segura.
Como un recién nacido, como un amante enamorado.
Me fundía en su pecho, en lo más íntimo de su alma, entre la piel y su ropa. Yo, una desconocida,
una extraña, fusionándome con la primera persona que he visto en mi vida. Que dulce metamorfosis......para una gota de agua.

170
seudónimo de *Patricio Antolín*
saint nazaire. Francia.

EL AUTOR SONRIÓ 
El autor sonrió; ya te tengo, dijo y se recostó en el respaldo de su butaca, las yemas de los dedos reposando aún sobre el teclado.
Detrás de la pantalla del ordenador, el personaje, una mujer joven, yacía desmadejada, en medio de un charco de sangre escarlata. A un costado del pecho le sobresalía la empuñadura de un cuchillo de monte. Era fácil adivinar que la hoja, invisible, le había partido el corazón. De sus manos muertas, de su ropa arrugada y manchada de sangre brotaban tenues relámpagos azules provocados sin duda por la electricidad estática...
Por el balcón abierto se coló un grito que quiso ser agudo sin conseguirlo, y una ráfaga de aire gélido, que el autor se apresuró a cambiar en húmedo, jugueteó con los visillos. El personaje se estremeció como si hubiera recibido una descarga más fuerte que las suaves caricias electroestáticas.
-¡Acá falta algo! -protestó incorporándose con movimientos torpes. Parecía que nadara dentro de una pecera llena de líquido amniótico.
El autor estaba acostumbrado a esos movimientos de protesta. Era la prueba definitiva. Un personaje que no es capaz de rebelarse sólo merece la papelera como único destino.
-No puedes hablar -dijo-. Estás muerta.
-Tenía toda la vida por delante. ¿Por qué, por qué me mataste?
Veinte líneas. El editor no nos da más. Dice que subió el precio del papel.

171
seudónimo de *Patricio Antolín*
saint nazaire. Francia.

(SIN TÍTULO)
La madre le pone el plato delante y espera sin saber qué hacer con los brazos, si cruzarlos o qué. Él coge la cuchara. Oye que su madre le anima:
-Anda, hijo, tómate este potaje.
Llena la cuchara y se la lleva a la boca. Enseguida escupe, con ruido.
-No me gusta -suplica mirándola a los ojos.
-¡No te gusta, si apenas lo has probado! -suena desolada su voz.
-Los cachos están muy duros...
-Pues lo he tenido hirviendo toda la mañana -se lamenta-. Bébete el caldo por lo menos.
Él agarra el plato con ambas manos y sorbe el líquido. Cuando termina vuelve a dejar el plato sobre la mesa, se limpia la boca con la manga y pregunta:
-¿De qué es?
Ella no responde. Bracea ahora como si quisiera echarse a volar. Luego le acaricia el pelo. Con los ojos húmedos, retira el plato de la mesa y se lo lleva a la cocina. Abre la ventana, asegurándose de que su hijo no la mira, y devuelve las piedras del plato a la aridez de la tierra.

172
José Daniel Palma Llera

EN FUGA PERPETUA.
Cuando atropellé a aquel individuo no pude hacer otra cosa que acelerar por el angosto camino. Han pasado muchos años y sigo acelerando por esta senda sin destino. No hay nada ni nadie en sus márgenes, pero sé que detrás de mí vienen cientos de animales con tres cabezas y un pastor que incesantemente me llama para pedirme explicaciones. Sigo adelante intentando no mirar por el espejo retrovisor, aunque es ardua tarea porque sus murmullos y alaridos me están atrapando.

173
José Daniel Palma Llera

¡QUÉ SUEÑO TAN CRUEL!
¡Qué sueño tan cruel! ¡Qué pesadilla tan desagradable!: un terremoto sacudía con fuerza mi espacio, numerosas contracciones iban y venían, abriendo un desfiladero por donde se fueron, de súbito, los mares y ríos de mi planeta. A lo lejos, voces y gritos, ecos metálicos, llantos y risas, proclamas, y un foco que proyectaba una luz intensa en esa oquedad que se iba haciendo cada vez más amplia.
¡Qué angustia para mi paz! ¡Qué naufragio tan brutal! De pronto, aprecié unas manos sobre mi cabeza: unos dedos largos y fuertes me agarraban con sumo cuidado, pero esta sensación desapareció por unos instantes. Momentos en que sentí morir, que me ahogaba, que sucumbía asfixiado. Pero la tragedia de este mal sueño no quedaba aquí: algo succionó mi testa de forma bestial, lanzándome de forma directa al abismo...¡No, no, no...!
Desperté con la sensación de haber recibido una paliza, de haber sido partícipe de un combate sin final. Abrí los ojos, y me di cuenta que ya nada era lo mismo: alguien había cortado el cordón de mi supervivencia, mientras muchas caras me observaban con gestos de incredibilidad.

174
Edda Ottonieri de Maggi
Argentina

TODO VUELVE 
El calentamiento trajo el deshielo. Aguas despeñadas barrieron las cumbres. Junto las morenas, un cadáver sepultado por siglos, siguió los derroteros del agua hasta encallar en el río de la aldea.
Ramajes y pastizales, enlazaron al insepulto, como larva entre aguas.
Cuando la correntada cesó, los chicos recorrieron la ribera. Y lo vieron. Primero, desde lejos. Después, demasiado cerca. Les llamó la atención la cara aindiada, expuesta al sol, después de siglos de helada sepultura. Vieron las pústulas abiertas en la piel, como cráteres. Sin hablar, emprendieron el regreso.
Dijeron a sus padres lo que habían visto, y éstos, informaron a las autoridades.
El cadáver fue sepultado en tierra, luego de siglos entre las nieves.
A los siete días de ese hecho, los chicos enfermaron. En sus caras, las mismas pústulas del indio.
La peste se propagó como una maleza. Muchos murieron.
Antes que la Cruz Roja llegara, la muerte, hacía estragos…
Tras la investigación, dieron con la enfermedad. La viruela, desaparecida de la tierra, despertó. Nada para combatir lo ya combatido. Humaredas hacia el cielo de cadavéricas fogatas, ardían depuradoras…
El valle era llamado: "De la Muerte"
Las vacunas y medicamentos recuperaron a los enfermos… El fuego y la ciencia, trajeron normalidad a la población.
-La peste siempre regresa- dijo el cura en el Sermón. Los males que en el pasado trajeron los invasores, hoy, se abatieron sobre sus descendientes.

175
Jaime Palacios Chapa
México

LOS PAPELES NO VUELAN SOLOS.
SIEMPRE ES EL ALIENTO DE UN ALMA LO QUE LOS LEVANTA.

Por eso cuando vi elevarse a todas las páginas de un libro roto, a las de un periódico, a multitud de bolsas y empaques, decidí mejor no salir y encerrarme a ver televisión. Nunca he podido soportar tanta elocuencia (¿y quién aguanta que le griten?).

176
Jaime Palacios Chapa
México

ESCALERA (ROTA) AL CIELO 
Sor Pasionaria de los 55 Azotes pidió llegar más lejos que Santa Teresa, suplicó trascender todos los planos conocidos por el espíritu de sus contemporáneos y entonces vio, con sus ojos abiertos a pesar de las noches de desvelo absoluto y los días de ayuno en oración, que se descubrían los cielos para ella y le revelaban, en exclusiva, un trono dorado donde un hombre inmenso, de barba majestuosa, túnica brillante y un cetro que parecía hecho de puros relámpagos la miraba con la lujuria contenida durante 3000 años de olvido: "Soy Zeus y deseo complacerme en carne mortal", lo escuchó decir con voz de trueno, antes de perder el conocimiento, y la pureza.

177
María Alejandra Trujillo
Santa Fe - Argentina

(SIN TÍTULO)
Quizás cientos han reparado en este mismo crepúsculo de oros y púrpuras muriéndose, como de a poco. Mas no sé a cuántos les ha desconcertado la agonía de un mosquito. Supongo ahora que no se puede culpar a nadie por su instinto. Ni a él ni a mí, cada uno en su batalla. Violencia impertinente contra mi deseo de no sufrir en vano. Y su beso tan suave al principio, arde en roncha granate. El beso que más perdura en la piel, cabe reconocerle. Inocente perpetrador de la dermis. Corruptor del néctar de mi sangre. Ser alado sin magia alguna. Espartaco de siglos remotos. Te he enviado a la tumba. Y que nadie diga que exagero.-

178
Sara Morales Manso

DRAGONES EN EL PARQUE
A veces me parece que camino bajo la sombra de los árboles por el mero placer de hacerlo, y me entretengo observando los juegos de los niños en el parque añorando los dorados años de la infancia. Recuerdo cuando bajaba con mis amigas, nos peleábamos por montar en las cadenas y terminábamos todas subidas en el tobogán haciendo el payaso. Todos nuestros problemas eran enormes como dragones a los que matar pero entre todas éramos invencibles. Discutíamos sin parar y sin embargo no podíamos estar separadas. Para prolongar nuestro tiempo de libertad condicionada a los deseos de nuestros padres procurábamos juntarnos a cenar cada día en una casa y atracar la despensa hasta que los dueños de la casa en cuestión nos echaban entre risas y amenazas de castigos horrorosos de no salir al día siguiente o quedarnos sin los cinco duros de propina . Estuvimos así hasta que ella se fue. No es que Aida fuera especial ;era tan especial como las demás .Es que nuestra unidad se desmoronó como un castillo de naipes en el que todas las cartas son esenciales y si quitas una ,se caen todas.
Ahora las puedo ver en la cara de estas niñas del parque .Aida se marchó a Madrid por asuntos de esos de adultos ,tan importantes. Aquel verano ninguna entendíamos que otra cosa más importante podía haber sino nuestra amistad ,la que nos daba fuerza para matar incluso los dragones de Nerea con un padre alcohólico y sin madre .Las cosas de mayores se han convertido en el dragón más poderoso y aquel verano se que nos dejamos vencer. Suele pasar .A menudo se lo digo a mi hija pero ella no me cree .Está inmersa en ese mundo mágico de elfos y hadas y yo he vuelto a ser un caballero de reluciente figura que le ayuda a matar dragones. No aguantaré mucho más; el tiempo corre en nuestra contra y hoy es su cumpleaños.

179
Gabriel Pablo Pastor Allué

CINCO @ÑOS
Pasaron cinco años hablando de todo y nada, de sus vivencias, sus emociones, sus tristezas y sus deseos... pero nunca se habían visto.
Mago de Oz y Dulcinea, esos eran sus nombres o al menos eso decían (aunque sabían que en realidad eran Miguel y Dolores nunca lo usaban) y tampoco tenían motivo alguno para creer lo contrario.
Durante mucho tiempo se escribieron, se vieron por foto y hablaron con un micrófono... pero jamás se habían conocido cara a cara y a pesar de ello los dos se estaban enamorando de la persona que existía más allá de su teclado.
Creo que deberíamos vernos- dijo Mago de Oz
No sé, me asusta un poco conocerte en persona- respondió ella
Al cabo de unas semanas y de mucha labia por parte de Miguel, Dulcinea accedió y quedaron para conocerse tras tan tiempo siendo imágenes en un ordenador.
Ella decía que era rubia con ojos azules y pequeñita, el era rubio de ojos verdes y un poco alto... pero ya se sabe que muchas veces la gente miente y aunque se habían visto por foto no podían dejar de pensar "¿y si no soy como piensa?".
Miguel esperó y esperó, pero Dolores no llegaba... y tras más de media hora decidió volver a su casa completamente entristecido.
Hola- Dijo Dulcinea - ¿estás enfadado?-
¿Qué ha pasado? Estuve allí durante casi tres cuartos de hora y no apareciste - Respondió
Miguel no supo que responder, estaba parado mirando el brillo de la pantalla, "Te quiero y sé que tú me quieres, pero... si nos conocemos quizá no sea igual y no podría soportar perderte" había escrito su querida Dulcinea.
... pasaron Cinco años hablando de todo y nada ...

180
María Jesús J. Meseguer
Murcia

PRINCIPIO
Después del azaroso camino que es aprender a conocerse uno mismo. Tras
descartar miles de opciones distintas, al fin decidió lo que hacer con su
vida: empezaría por perderse en un campo de girasoles.

181
María Jesús J. Meseguer
Murcia

EL EXTRANJERO
Su diaria visita al café de la plaza era magia.
Sus pasos hasta la primera mesa vacía producía una extraña percusión en mi alma.
Y sus ojos voraces y curiosos de mundo animaban a devolverle una sonrisa.
Era una media hora casi eterna la que duraba el trabajo de tomar un zumo de naranja con tostadas, y salía corriendo.
A veces mal leía el periódico o entablaba breves conversaciones con alguno de los clientes del local.
Luego, siempre igual:
-Sacaba el dinero justo de su roída cartera.
-Dejaba treinta céntimos para la camarera.
-Agarraba las llaves de su coche.
Y desaparecía de mi pequeño universo.
Así hasta el 31 de Agosto, como todos.
Seguro que ese día habría vuelto a su camino natural y rutinario.
Casi no supo de mi existencia.
Casi no supe de su existencia.
Pero aquel personaje me marcó tanto y tanto que, a pesar de los años que han pasado, nunca nadie ha vuelto a acariciarme de esa forma. con una mirada.

182
Antonio Jorquera Garcia

A LA ORILLA DE LA CHIMENEA
Luisa, apoyada la cabeza sobre el cristal de la ventana de su salón, observa sin prisas cómo el humo de su cigarrillo choca suavemente contra el cristal. Mientras, fuera del cálido hogar que la protege, la tormenta otoñal amenaza en su lejanía. Hace muy poco tiempo que ha puesto a calentar una buena cafetera, y ahora Luisa escucha el delicado silbido que anuncia el tesoro de aroma y sabor que esconde en su interior. Luisa tiene 32 años y es profesora de diseño en la escuela de arte moderno de la ciudad portuaria, y desde que fue abandonada por Tomás, dos años más joven que ella y con una incipiente y prometedora carrera como arquitecto de moda, no quiere saber más de nada que no sea de ella misma. A Luisa le encanta su trabajo y su casa. Vive dedicada a su propia existencia, tranquila y sola. No quiero decir que Luisa haya renunciado voluntariamente a encontrar un buen hombre que la ame y la respete como ella merece, simplemente el amor es una faceta de la vida que en este momento no tiene ningún interés para ella, no lo necesita porque ya ha aprendido a vivir sin el.
Luisa se sirve una taza de café recién hecho con un poco de leche condensada, siempre le gustó el sabor dulzón que le daba al café ese tipo de leche desde que su abuela materna se lo diera a probar aquel verano que ya resulta tan lejano en la memoria de Luisa, y vuelve a situarse junto a la ventana con la taza humeante de aroma en su mano; una ventana que tantas veces le ha mostrado la inmensidad del mar, o la esperanza de un nuevo amanecer cuando no puede dormir y decide observar cómo nace un nuevo día. Ha pasado tantas noches pegada a ella con un libro en la mano y una copa de licor en el poyete sobre el que ella toma asiento que para Luisa es el rincón mas intimo de la casa. En su viejo tocadiscos que aún conserva de su adolescencia suena "a la orilla de la chimenea" de Sabina, y entonces, justo cuando a terminado el último sorbo de café y mirando las densas nubes tormentosas que se avecinan, Luisa suspira tranquila, enciende un cigarrillo y una pequeña lágrima cae brotando lentamente de sus ojos.

183
Cristina Martín González

EL MAÑANA DE LAURA
Cuando el sol se esconde del mundo, bañando los cielos de ese intenso color naranja, Laura se sienta en la orilla del río, mientras observa la serenidad de las aguas, sus ojos se colman de lágrimas, no entiende cómo el hombre ha llegado a crear esta situación, cómo ha contribuido a hacer que la palabra humanidad sea tan sólo eso: una palabra.
El hombre al servicio del hombre y a su alrededor: muerte, destrucción, temor...
Se pregunta cómo a diario sus oídos pueden escuchar en las noticias muertes de personas a manos de otras personas. Cómo sus ojos pueden ver tantas atrocidades, cómo sus labios se abren paso para dejar salir un grito de rabia.
Parece ser que a nadie le importa la vida de nadie, todos tienen sus propias preocupaciones, están demasiado ocupados.
Laura se pone en pie, ahora las estrellas brillan constantes en el cielo. Está cansada; cansada de ver cómo el mundo se desmorona a su alrededor y ni ella ni el resto hacen nada para evitarlo.
Ya lo ha decidido, no hay vuelta atrás, sus pies se elevan del suelo para hundirse en el río, cierra los ojos y deja su alma volar, mientras ésta se separa de su cuerpo, piensa en aquella frase que tantas veces había repetido sin lograr que se hiciera realidad, ahora sí: "Mañana será otro día".

184
Seudónimo: ROCAMAMBO
Uruguay

SALVADOR
Ojos surrealistas, bigotes extravagantes. Mirada desafiante que intentó descifrar todo lo onírico e inconsciente que encierra el ser humano. Artista que sorprendió proponiendo objetivar y sistematizar el delirio. Pintor que concibió la paranoia como una exaltación orgullosa de sí mismo y que tomó propiedad de sus obsesiones, sueños y deseos. Organizándoles de forma genial como material artístico. Permitiendo que de su palestra brotasen imágenes estrafalarias y mundanas: relojes blandos, figuras dobles y temas religiosos, todos ellos tratados con procedimientos extremos, paranoicos y críticos.
Su inspiración inagotable llegó incluso a girar en torno al diseño de joyas, la física nuclear, la holografía y la estructura molecular del ADN...
Durante su alocada juventud, mientras su talento se extendía al campo de la escenografía teatral y cinematográfica, compartió sueños y proyectos surrealistas con otros dos gigantes hispánicos de las artes, un cineasta aragonés y un poeta granadino. Los tres marcaron el camino y dejaron huellas profundas en el acervo cultural de España.
Sin embargo, el hombre inquietante e inquieto que llevaba dentro fue víctima consciente de su propio éxito. Al llegar a su madurez intelectual, en medio del escándalo, la adulación y el asombro que su arte y comportamiento histriónico provocaban entre el público, este genial catalán universal acabó siendo presa, cual un adolescente inexperto, de la telaraña emocional que tejía su musa predilecta. Siempre tan enigmática y manipuladora. Tan surrealista e indescifrable como él. Y mientras su mirada penetrante, casi demencial, escudriñaba el horizonte de Port Lligat, redescubriendo siluetas de barcas de pesca que se meneaban rítmicamente en aguas encrespadas y profundas del Golfo de León, aquel hombre-genio-loco-artista sufrió en doloroso y estoico silencio, su inexplicable y tortuoso mal de amor. Castigado sin piedad por la ostentosa infidelidad de su amada Gala y aventado por la inclemente Tramontana.

185
(fuera de concurso, no se ajusta a las bases)
Álvaro Acuña López

LA DECISIÓN
Ocurrió de madrugada. Pero pudo haber ocurrido en cualquier otro momento. Porque hay cosas que son inexorables, que siguen su curso hasta que desembocan en su inevitable final. Y ella siempre lo supo, y siempre se preparó mentalmente para ello. Fue como si se hubiera entrenado durante años para conseguir el oro del dolor, la copa del sufrimiento.
Se levantó de la cama silenciosamente, para evitar despertarle. Entró en el cuarto de baño. Se miró en el espejo.
La imagen que de ella le devolvía era como piezas de un puzle roto, imposibles ya de montar. Se lavó la cara y se dió cuenta que la noche anterior no se había quitado el maquillaje. Pensó en ducharse, pero el ruido de la ducha podría despertarle. Además su deseo de abandonar la casa lo antes posible le hizo desestimar la idea. No quiso ni lavarse los dientes. Cogió el dentífrico y para quitarse el mal aliento del sueño, se metió un trozo en la boca para sentir un poco de frescor. Se ahogaba. El latido de su corazón le retumbaba fuertemente en las sienes. Se vistió con la misma ropa del día anterior que aún estaba esparcida por el suelo de la habitación. Miró por la ventana hacia la calle. La noche era cerrada, haría frío-pensó-pero esto no sería obstáculo, ni la lluvia que seguía callendo ininterrumpidamente desde hacía varios días. Su único pensamiento era salir, abandonarlo todo, abandonarle, alejarse de él, respirar un aire no viciado, no estancado. Ese aire que se había adueñado de la casa desde hacía ya tiempo. Hizo un esfuerzo para recordar cuándo había empezado todo, si realmente hubo un detonante que justificara el cambio de comportamiento de él, su actitud violenta, amenazante, agresiva. Nunca se sintió culpable de nada. Si de algo era culpable era de no haberle dejado antes. Volvió su mirada hacia la cama. Ahí seguía él, plácidamente dormido, ajeno al torbellino de pensamientos, de recuerdos, de dudas, de indecisiones de ella.
Antes de salir todavía tuvo tiempo de mirarse en el espejo. Los golpes recibidos el día anterior, empezaban como otras tantas veces, a manifestarse en su cara. Abrió la puerta que daba a la calle con miedo pero con decisión. Le miró por última vez, y murmurando una frase para sus adentros cerró la puerta y salió.

186
Daniela Roitstein
Australia

MÚLTIPLE Y BREVE
Vestía sus personalidades como quien viste una ropa.
Los lunes era misteriosa. Los martes, tímida. Los miércoles, gozosa. Los jueves, ansiosa. Los viernes, alerta. Los sábados, meticulosa. Los domingos, asesina.
Los lunes, por tanto, era misteriosa.

187
Lucía Quintanilla García
San Miguel del Arroyo. Valladolid

EN EL FONDO
-"Vamos, prueba otra vez".
Me volví, buscando a mi alrededor una piedra plana. Encontré una que me pareció adecuada y me situé cara al mar. Sujeté la piedra entre mis dedos, como él me había enseñado, doblé un poco las rodillas y guiñé un ojo. ¡Chof!. La piedra se hundió en el agua sin botar siquiera una vez.
- "Jo, qué torpe eres. ¿No ves que esa piedra no sirve?. Tiene que ser plana"- Y buscó por la orilla. -"Mira y aprende, chaval".
Se agachó y buscó otra piedra. Era perfecta. Seguro que valía. La lanzó a ras de la superficie del agua, sin prisa y con suavidad. Como un profesional. Uno, dos, tres, cuatro, cinco.
-"¿Has visto, enano?. Así hay que hacerlo".
-"¡Jopé, ha botado cinco veces!".
Y mientras regresábamos, le miré con profunda admiración, como era mi obligación por ser el hermano pequeño. Él se dejaba admirar y caminaba con la cabeza alta, mirándome de reojo y con una media sonrisa en los labios. Me cogió de la mano y tiró de mí.
No quise romper aquél mágico momento. No quise decirle que su piedra, igual que la mía, había terminado en el fondo del mar.

188
Margarita Merino Vázquez

ESPERANDO A ROBESPIERRE
Manuela, ¿qué te sugiere mi muerte?.
En ese empeño de mostrar todos tus encantos, virtudes, bondades y demás méritos capaces de conquistar el independiente corazón del bohemio de turno, conseguí librar gran cantidad de energía que me sirvió para quererme más a mi misma, así que por lo menos eso obtuve del que, una vez más, no me quiso. Y ella siempre estuvo allí.
No era la primera vez que le planteaba, a la que era una de mis mejores amigas, una pregunta de estas características: insignificante por lo mucho que tiene de estúpida, pero trascendental y relevante para una persona como yo, que a la vez que imagina, y en ocasiones desea, su muerte, se aventura en los placeres más banales.
Era muy buena persona, mi gran confidente para todo aquello que me atrevía a confiar. Inteligente, guapa, osada... ella admiraba en mi esas mismas cualidades, y gracias a ella fui capaz de sentirlas al fin mías.
Princesa, así me llamaba, cuando tú me faltes viviré para volver a encontrarte. ¡Cómo la quiero!.
Me dejó poco después de celebrar nuestros recién cumplidos treinta y cinco. Y en el empeño de vivir como si nada hubiera cambiado, mientras la vida te va frenando sucesivamente proyecto tras proyecto, ilusión tras ilusión, ¿qué te queda?, intentar que nadie se entere de ello.
 

189
Marcos Wappner
10 años
Colegio Pestalozzi
Buenos Aires. Argentina

REUNIÓN DE PADRES
En una reunión escolar, a las ocho de la noche, yo estaba sentado al lado del papá del chico que es el mejor amigo de mi hijo. Esa noche había luna llena pero las nubes la tapaban.
Todo transcurrió sin problemas. En un momento, las nubes dejaron de cubrir a la luna y la luz de ésta apuntó hacia mí.
Quise manifestar un bostezo pero de mi boca escapó un aullido.

190
Ezequiel Barrionuevo
10 años
Colegio Pestalozzi
Buenos Aires. Argentina

DESCUARTIZADA
-¿Cómo murió Margarita? - pregunta el detective.
-Decapitada. Y le cortaron el torso por la mitad - dice el policía.
El detective fue al jardín y miró al jardinero enfurecido que cortaba flores, rabiosamente.
-Caso cerrado.

191
Carlota Gómez Ortega von Zeschau
10 años
Colegio Pestalozzi
Buenos Aires. Argentina

LA TORRE
Yo fui construida desde los tiempos más remotos para proteger castillos, para que me escalaran por dentro y por fuera, para ver el primer rayo de sol y al primer amigo en el horizonte.
Fui construida para ser alta e inmóvil, para ser fuerte e inmóvil, para ser IMPORTANTE e INMÓVIL…
¡Pero alguien tuvo que venir a inventar el ajedrez!

192
Carlota Gómez Ortega von Zeschau
10 años
Colegio Pestalozzi
Buenos Aires. Argentina

LA HOJITA VOLADORA
Cuando yo era chiquita le pregunté a mi mamá cuándo podía salir a volar.
- Cuando seas mayor - me respondió.
Pasaron muchos meses y, como ya soy mayor, decidí volar.
Es maravilloso. Estoy flotando y volando, flotando y volando, flotando y volando…¡CRUNCH!
Lástima que existan las jirafas…

193
Agustina Castaños
10 años
Colegio Pestalozzi
Buenos Aires. Argentina

LA HISTORIA DEL DELFÍN
Estaba yo una vez nadando sin parar y comiendo pececitos por debajo del mar.
Por si no me presenté, señores, yo soy el delfín y sigo contando qué me pasó:
Como ya dije, estaba yo una vez nadando sin parar y comiendo pececitos por debajo del mar y, todo el mundo piensa que los delfines sólo nadamos, pero me peleé con una ballena y me sacó volando.

194
Julián Martínez M.
10 años
Colegio Pestalozzi
Buenos Aires. Argentina

EL NOTICIERO
Era una noche fría. Estaba aburrido, prendí la tele y vi una noticia: "Un asesino está suelto".
Yo me reí y dije: "¡Qué tontos! Jamás me encontrarán".

195
Natalia Rovner
10 años
Colegio Pestalozzi
Buenos Aires.Argentina

MEJOR NO ACEPTO NADA MÁS
Un día yo estaba en una pista de patinaje. Patinaba maravillosamente, todos me miraban. Yo daba volteretas en el aire.
El dueño de la pista les dijo a todos que saliesen. Yo también salí, pero él me pidió que entrara sola y acepté. Apenas toqué la pista, me resbalé.
Sin público no soy nada.

196
Lisandro Díaz Devicenzi
10 años
Colegio Pestalozzi
Buenos Aires. Argentina

EL AVIADOR
Yo soy un gran aviador, manejo un Jet 300. Mi papá me acompaña al despegue. Antes de irme me despido de todos. Por las estrellas estoy volando, llegué hasta Marte y Plutón y…¡ay, no! Papá ¿me das otra moneda?

197
Lisandro Díaz Devicenzi
10 años
Colegio Pestalozzi
Buenos Aires. Argentina

LA SELVA
Estoy en la selva africana. Luché con un leopardo, un rinoceronte, un elefante y un león. Peleé contra la corriente del río y ahora estoy combatiendo con un tigre. ¡No! ¡Me está ganando!
-¡Corten! Lo filmamos mañana…

198
Beatriz Gamble
Argentina

LOS PECADOS
- Nadie lo sabrá, te lo juro -
- Pero Dios tiene ojos, unos enormes que ocupan todo el cielo - respondió el niño de seis años.
- A veces se queda dormido y no ve nada. Acércate, aquí, a mi lado, ven niño
- No, no es cierto, mi madre dice que Dios es el Padre de Todas las Cosas y está en todas partes -
- Ven niño, hazme caso, sin miedo, ya verás qué caliente está el gatito que llevo escondido aquí dentro -
- Mi madre me ha dicho que Dios escribió los diez mandamientos en una hoja de piedra y hay que respetarlos y que si me porto mal es pecado -
- Niño, acariciar un animal no es pecado -
- Mire señor cura, mejor lo veo en misa de once mañana -

199
María Luisa Landman Rodríguez
Santiago. Chile.

VALENTÍA
No es que resista muy bien el dolor ¡todo lo contrario! Es que la humillación la soporto todavía peor... Fue por eso que, con la pierna en carne viva, sintiendo los pinchazos punzantes del pulso golpeándome cada vez más duro a cada nuevo latido sobre el ardor lacerante de la piel lastimada, que arrugué la cara en un gesto que pretendía ser bravío y respetable, forzando los músculos faciales sobremanera para que no se convirtiera toda mi bravura en puchero... Fue por eso que cuando me preguntó, con aire triunfal y desafiante, casi irónico, ¿quieres otro...? Yo me armé de valor, tragué los mocos como pude, enardecí aún más mi aspecto hosco y, valientemente, exclamé: ¡No me dolió! Con apenas un hilo de voz, pero salvado el honor...