Del 400 al 449

Microrrelatos

400
Ileana Helguero Cardiff
Argentina. Fuerteventura

UN, DOS, TRES
Cuando era niño, solía escuchar a su madre cantar una nana, que más que una nana, parecía el himno de las pesadillas.
-Un, dos, tres… ojos que te ven… cuatro, cinco, seis… no lo encontrareis… siete, ocho, nueve... la sombra que se mueve…
A partir de entonces, miraba bajo su cama, detrás de las cortinas, por si acaso que se encontrase algo escondido. Se acostaba y se cubría con las mantas, como si éstas fueran una protección contra el peligro que rondaba por allí. Después de un tiempo, descubrió que nunca había nada. Aún así, seguía con su manía de revisar su habitación antes de dormir.
Pasaron los años, pero su miedo seguía en él como si todavía fuese aquel niño de 7 años. Ahora estaba por cumplir 26, pero seguía traumatizado.
Tiempo después conoció a una chica. Al año de relación, comenzaron a convivir. Una noche, ella le dijo que debía reemplazar a una compañera que trabajaba del bar, porque estaba enferma. Y esa noche, estuvo solo. Intentó dormir. Había dormido tantas noches junto a ella, que el miedo le había desaparecido. Hasta esa noche.
Esa noche, sus más terribles miedos volvieron a él. Su madre había muerto por un cáncer detectado muy tarde. Pero aún la recordaba cantándole esa horrible nana. Se acostó en la cama y se tapó como cuando era un niño. Sonó el teléfono, pero tenia tanto miedo, que no se atrevía a levantarse. Dejó que sonara hasta que reconoció la voz del contestador. -"Hola, somos Leo y Dalia, déjanos tu mensaje". Escuchar esas voces le reconfortaron por un breve momento.
-Hola Leo… soy mamá… -dijo la voz gutural del teléfono. Podía reconocerla en cualquier lugar del planeta.
Su corazón parecía un caballo desbocado. Sintió una mano fría recorriendo sus cabellos. Acariciándolo como cuando era pequeño. El olor a violetas, todo le era familiar… Abrió los ojos… Su madre, sentada a su lado, le pasaba sus dedos huesudos por sus cabellos. Su cara estaba desfigurada. Trozos de piel putrefactas se balanceaban desde su rostro y una sonrisa maligna se formaba con los pedazos de labios que le quedaban. -Un, dos, tres…
La policía llego al departamento. Encontró a Leo cubierto con las mantas, pálido, una mueca de terror en su rostro y una nana en el contestador...

401
Marisol Espinosa Ramelli

RECORRIDO

El 372 va por San Pablo al oriente. La escolar, sentada en la última fila, revisa su agenda y cuenta dos meses y medio. Tiempo límite, piensa. En General Velásquez con Alameda la viejecita del ato de margaritas pregunta: ¿Avenida La Paz? No, responde el chofer de la camisa abierta y el pelo graso. Con los dedos renegridos de metal pone marcha y grita: Bandera para el cementerio. La anciana ha quedado sobre la vereda con la mano puesta en la oreja, preguntando: ¿Cómo dijo?
Sentados en los escalones de la puerta trasera, los adolescentes hambrientos de sexo se besan mientas dos músicos tocan el bongó y cantan: "Bum, bum que te lo pongo todo mi amor", para acompañar al descamisado que se soba en un pilar manoseado y va mojándolo de lengua mientras se afloja el pantalón. En Brasil el sapo muestra dos dedos. 372 acelera estrellándose en Dieciocho. Un saltimbanqui se pierde entre los fierros, sus pelotitas aplastadas por los neumáticos. El vedetto rueda desnudo por el pasillo. De la puerta trasera caen los enamorados, los músicos y a la escolar, que está a punto de llegar a destino, le está chorreando sangre por entre las piernas.

402
Pedro Peinado Galisteo

MASCOTA
Por fin me ha dejado bajar al sótano para verla. Dice que como está preñada no puede moverse y que no debo tener miedo. A la luz de la linterna la tela me decepciona un poco; me la imaginaba como las que tejen las arañas gigantes de las películas y resulta que sólo se trata de un nido de seda enmarañada, con el color amarillento del algodón sucio.
La araña sí es grande. Mi padre la quiere mucho. Ha sacrificado para ella hasta el último animal de la granja. También ha tapiado los vanos de las ventanas para que no se escape.
Mi padre dice que las crías necesitarán alimento y que, aunque no será suficiente, su madre se dejará comer para que no mueran..., demasiado terrible para quedarme a mirar.
La puerta se ha atascado.
Papá no responde.

403
Pedro Peinado Galisteo

SIESTA
El juego es simple. Me saco las chancletas, llevo el dedo gordo junto a la entrada, donde se amontona el mayor tráfico, y espero muy quieto amortiguando el sonido de mi respiración. En seguida las hormigas cogen confianza, se me suben. Al principio no siento nada, pero en cuanto alcanzan la planta del pie estalla la fiesta. Entonces ya no hay insectos sino itinerarios de cosquillas, líneas de la risa que se prolongan de los pies a las rodillas, de las rodillas a las ingles, de súbito al ombligo... Debo contener las carcajadas para no espantar a mis pequeñas, hasta que al final no lo aguanto y rompo a reír estruendosamente, con lágrimas en los ojos. Feliz de la vida.
Hoy, sin embargo, no han subido. Supuse que el bochorno las aletargaba, como si adivinaran la inminencia de la tormenta. No estaba dispuesto a rendirme y me he mantenido un buen rato a la expectativa. En algún momento me he debido de quedar dormido porque un intenso pinchazo me ha sobresaltado bruscamente. Al principio no entendía, y aún no sé cómo ha ocurrido, el caso es que tengo el pie incrustado en el hormiguero y noto cómo siguen tirando de mí dolorosamente. Su fuerza colectiva me supera: ganarán los tobillos. Voy a necesitar ayuda. Mis padres me van a matar.

404
Seudónimo: Naira

HABLAR SIN PALABRAS
Aquel personaje de una serie de televisión que veía a escondidas de mis padres - cuando se suponía que ya debía estar en la cama - introdujo en mí el deseo de empezar a escribir, de plasmar mis pensamientos, primero, en forma de diario para más tarde desarrollar todo un afán por transmitir lo que llevaba dentro a todo tipo de gente, conocidos y no conocidos. La era internet todavía no había llegado, pero si que me manejaba con gran soltura con los sobres y sellos.
De éste modo conocí a un chico cubano, que me hablaba del valor de un dólar en su país, y vi como se entusiasmaba con cada recorte de revistas sobre cantantes y actores que adoraba y que yo le enviaba cada vez que le escribía. Trabajaba en una pequeña radio de su ciudad, amaba la música y el cine, y su vida era bastante modesta, aunque parecía feliz.
Más tarde conocí a mi amigo Fran, a 400 Km. de mí, y nunca nos hemos visto, lo que son las cosas. Pasamos de contarnos nuestras desventuras amorosas y como íbamos solventando los estudios hasta que fuimos creciendo juntos en la distancia y ya hablábamos de bodas, de nuestros trabajos y de cómo nos trataba la vida en general.
Un día no quise ir al cine con una pareja amiga, y la suerte me llevó a conectar mi ordenador y volví a escribir, y lo seguí haciendo durante cuatro días más hasta que al quinto, el día de fin de año, decidí conocer a aquel chico de mi ciudad con el que había mantenido unas conversaciones muy interesantes.
Al escribirte con alguien te pierdes una parte muy importante de su ser, el lenguaje no
verbal, y no tienes unos ojos que te orienten y te apoyen. Recuerdo aquella tarde como algo mágico, de hecho, al ser Navidad, las luces nos acompañaron durante todo el paseo hasta aquellas viejas cafeterías del centro de la ciudad. Al despedirnos, sentí que no quería perderlo, me había costado mucho encontrarle, muchos me decían que él no existía, pero yo no había perdido esa confianza ciega.
Aquel último día del año cambié el mundo que conocía de cartas, escritos y desconocidos por la más pura realidad plasmada en unos ojos azules que me enseñaron a contar las cosas sin utilizar palabras.
Y todo por no quererme ir antes a dormir cuando era pequeña…

405
Paz Monserrat Revillo

AMORES RAROS 
El famoso etólogo Konrad Lorenz crió, entre otros muchos animales de los que observaba su conducta , a una grajilla macho a la que le puso el nombre de "Choc".
Choc seguía a su amo allá donde fuera, de pequeño creyendo que era su madre y de mayor pensando que era su pareja sexual. Estaba profundamente enamorado de Konrad. Siempre le fue fiel, a pesar de las bandadas de grajillas que sobrevolaban el cielo de la granja en primavera.
Choc empleaba horas en tratar de convencer a Konrad para que se introdujera reptando en la pequeña cavidad que había elegido como nido, y aunque nunca consiguió llevarlo a su casa, le cebaba en el nido grande de Konrad, donde éste se dejaba dócilmente introducir los mejores gusanos en la boca.
Choc notaba que a Konrad le encantaba tenerle siempre cerca y disfrutaba al ver cómo su pareja lo contemplaba embelesado. La suya fue una historia de amor sólida y sin fisuras.
La única cosa que nunca le quedó clara al pájaro, auque no le quitaba el sueño, fue saber si eran un matrimonio de humanos y él era el raro, o si por el contrario eran una pareja de grajillas y su amorcito era, además de preciosa, desproporcionadamente grande.

406
Emanuel S. H. Marin
Argentina, Buenos Aires

EL PEQUEÑO MENDIGO
En la estación de un subte repleto de gente un niño harapiento se encontraba pidiendo. Primero camino un poco entre las personas y luego se acerco a un hombre de traje que le daba la espalda. Tiro con una de sus manitos de sus ropas para llamar su atención. Y este se dio vuelta, viendo al niño con los bracitos extendidos hacia él. El hombre lo miro y le entrego una moneda. El pequeño mendigo no dijo nada, se alejo mirando la moneda y luego de sacar otras de su bolsillo y de juntarlas todas en su mano pensó; "Ahora solamente me falta saber donde venden los abrazos".

407
Emanuel S. H. Marin
Argentina, Buenos Aires,

EL PAISAJE
Hacia meses que intentaba pintar aquel paisaje que tanto lo cautivaba. Pero le resultaba imposible, la magnitud de su belleza le parecía cada vez más imposible de contener en su lienzo. Día tras día, semana tras semana había intentado lograrlo, pero cada vez que parecía hacerlo observaba nuevamente el paisaje y sentía su pintura imperfecta.
Al pasar los meses estaba tan exhausto que decidió rendirse, pero a pesar de ello seguía yendo a la misma hora y permanecía el mismo tiempo que antes. Y sin saber porque lo siguió haciendo por semanas, descubriendo cada fragmento y luego uniéndolo al resto ya descubierto. Hasta que llego el día en el cual instintivamente levanto su brazo, y observando el paisaje en la plenitud de su belleza, con una gran sonrisa, firmo su nombre en el aire.

408
Seudónimo: Rocamambo
Montevideo, Uruguay

EL MARINERO Y LAS CARACOLAS

El océano lamió los pies descalzos del poeta, las algas le abrazaron fraternalmente y desde las oscuras profundidades, los dioses marinos descubrieron en él a un hermano que les admiraba y comprendía. Las olas le contaron sus secretos mejor guardados y las caracolas susurraron a su oído tiernos poemas de amor. La arena de la playa le fue desgranando sus lamentos por el tiempo perdido, las piedras relataron duras injusticias y las gaviotas le trajeron hasta su Isla Negra historias de mares lejanos, desiertos calcinantes y cordilleras nevadas donde el hombre americano sufría y moría, luchando por un mundo ideal.
Cual bravo capitán de goleta en medio de una feroz tormenta, escribió sus versos más tiernos y apasionados en pleno arrebato de amor y furia. Dolorosamente acentuado por el clima desconsolado y cruel del destierro. Como un marinero cualquiera, besó y se fue. Intermedio íntimo y lírico vivido en el anonimato, cuando el bardo nuevamente alcanzó la misma intensidad de sentimiento de sus famosos veinte poemas y aquella canción desesperada.
El aire salitroso del Pacífico y la leve brisa fresca del amanecer andino le imploraron que volviese y recopilara todo lo contado tan en secreto, para que las futuras generaciones de amantes pudiesen soñar, comunicándose entre sí de la forma más bella. Para que las ideas fuesen más poéticas. Y aquel niño con orondo cuerpo de hombre, gozoso y obediente, innovador de palabras, revolucionario de la poesía, cual mensajero alado de la mitología, cumplió con creces su cometido, convirtiéndose en el poeta universal de los enamorados.

409
Juan Antonio Chamorro Barrientos

UN GOLPE DE SUERTE
Se dirigió hacia la mesita de las bebidas y se sirvió un "Napoleón". Había sido una comida espléndida en compañía de varias amigos a la que había seguido una sobremesa bastante entretenida, amenizada, cómo no, por los últimos chismorreos que circulaban por los pasillos de la empresa.
Por fin, solo en la casa, se dejó caer sobre el sofá de piel y cerró los ojos. Recapacitó sobre lo que había cambiado su vida en las últimas semanas. Realmente parecía increíble. ¿Quién era el imbécil que había afirmado que la suerte no existe? ¿Quién había asegurado que no se puede luchar contra el destino? Pues bien, ahí estaba él, la prueba evidente que hacía trizas aquellas infundadas teorías.
Sólo unos siete meses atrás no era más que un desempleado crónico de 42 años que se las veía y deseaba para pagar la pensión del extrarradio donde había llegado desde el pueblo un año antes. Solo, sin familia ni conocidos que quisieran saber de él, se las arregló para sobrevivir en la maraña hostil de la capital mientras los pocos que le conocían no le auguraban un final muy prometedor.
Hasta que uno de esos monótonos días y, como él había vaticinado, la suerte quiso saber de él. Lo conoció en aquella vieja pensión destartalada y lo paseó a hombros por las mejores avenidas de la felicidad con vistas a la Tierra. Sí, de un día para otro ya no era él, es más, había dejado de ser él para vivir otra vida distinta, con dinero, amigos, amantes y todo lo que un simple mortal podría anhelar en su existencia.
Un par de timbrazos lo sacaron del apacible sopor obligándole a levantarse de mala gana del sofá. Al abrir la puerta de roble se encontró cara a cara con aquel individuo al que casi no recordaba. Seguía llevando el maletín de piel y aquel impecable traje gris. Con media sonrisa artificial se dirigió a él:
Buenas tardes. ¿Me recuerda señor Gallardo? Supongo que sí. Hoy es el día, vengo a cobrar lo pactado… ¿Me permite pasar?

410
Lili Muñoz
Argentina

BAILARINA EN LA PLAZA
Mirna es un torbellino de pies y una cintura que mimbrea. Sombra y sol juegan en la plaza atardecida. Su público se va acercando.
Llega con la alegría de las palmas y la escasez de monedas en las bolsas. Rodea el tablado. Hace eco a los ecos del pandero y a la cítara del negro.
Largo ha sido el camino. Todo el día, toda la noche se alargó el quehacer de Mirna, la bailarina. Ahora ya tiene catorce años, pero desde los diez, si es que ella los sabe contar, danza en los campos polvorientos, en los tablados o en los patios, recita, juega con los osos mirándolos a los ojos, desanda su misterio y su deseo, canta.
Viene viajando sola. Pero esta vez ha estado muy cerca del grupo de saltimbanquis del este. Entre los caminantes iba también un negro citarista llegado desde la arena, más allá de la meseta. Y también ella, Justina, la mima de trenzas rubias, con alguna más edad que Mirna. Calor y más calor. Presagios al cielo por agua, por más agua, por mucha agua.
El golpeteo de las gotas y mi ritmo te han traído. Un títere gigante se ha posado en la estampa de la plaza. Se esfuma. Aparece de nuevo. Abres la niebla y el sudor de la tierra.
La risa baila con ellos. Celebran la lluvia que aliviaría la sequedad de campos y de vidas. Celebran la ilusión de un respiro.
Reconocí sin ver tu propia danza. Te sentí en el canto de mis pies y de mis brazos. Agradecí tu semen. Y quise olvidar cómo se desprendía tu cabeza. Cómo fueron cayendo los retazos de tu cuerpo y se deshilachó aquel traje de rombos de colores. Cómo hicieron cenizas los papiros. Hice que el baile fuese ronda y palmas. La gorra recogió
las monedas. Entonces habrá pan. Habrá alegría.
La niña ¿tal vez niño de abril? danzaba sutil en mis entrañas.

411
Sedónimo: Bordemar
Concepción, Chile

40 AÑOS
Nunca conocí a mi padre. Cuando cumplí cuarenta años, miré un álbum fotográfico y lo vi por primera vez en un retrato. Él se había suicidado a los 32. Absurdo y real. Allí estaba mi padre, más joven que yo.

412
Sedónimo: Bordemar
Concepción, Chile

ILUSIÓN OPTICA
Después de obtener el primer lugar en una carrera de motocicletas, ser el mejor samurai, haber conquistado la cima del Everets y ganado todas las batallas, Juan, no entiende, que tiene que apagar el computador y terminar de hacer el aseo en la oficina donde trabaja como Junior.

413
Francisco José Herranz López.

ESPERO SALIR PRONTO DE AQUÍ
Seguramente la explosión se debiera a un escape de gas. No se el tiempo que llevo en este agujero negro. No puede dejar de pensar en lo sucedido. Por lo menos en principio no tengo nada roto. Me imagino que los equipos de rescate estarán sudando lo suyo para sacarme de aquí. Me pregunto si tardarán mucho en rescatarme. El silencio es total, pero creo que ya me estoy acostumbrando. Ningún ruido. La oscuridad lo llena todo, es claustrofóbico. No debo perder los nervios. Tengo que mantener la calma, si la pierdo, estaré acabado. Debo de mantenerme tranquilo. Quiero salir de aquí y abrazar a los míos. Seguro que estarán preocupados por mi suerte. Los hombres que luchan para sacarme de aquí estarán trabajando como posesos para socorrerme. Los conozco. Confío en ellos. Como trabajador de la mina, cuantas veces abre participado en ayudar a otros compañeros a salir de ese agujero negro, que se convierte en una trampa mortal cuando se derrumban los techos y bloquean la salida a esos hombres que con esfuerzo titánico extraen el mineral de la tierra. Cuantas veces. A cuantos después de mucho esfuerzo y tanto sacrificio, al final se le ha encuentran muertos. Se que no debo pensar en esas cosas, pero no puedo evitarlo. Cerrare los ojos y cuando los vuelva a abrir, espero que todo esto solo haya sido una horrible pesadilla.

414
Mariana Toriz Rivera

DURMIENDO CONTIGO
Me di la vuelta sobre la cama y de pronto me encontré contigo, sí, aquí estas tú a mi lado tan tranquila durmiendo. La sábana mal acomodada deja ver tu hermosa espalda blanca que me incita tanto al deseo.
Estas aquí sin que nada interrumpa tu sueño y el único movimiento que se percibe es el de tu respiración, tan suave como el aire que lleva a una mariposa en su vuelo. Dejo que mis piernas se entrelacen con las tuyas gentilmente para evitar despertarte.
Mi cuerpo esta cada vez más cerca del tuyo y puedo percibir el dulce olor de tu cabello, mis manos toman las tuyas y abrazan tu cuerpo mientras mis labios se topan nuevamente con tu espalda y tu respiración se vuelve mas como un largo suspiro.
En este momento, puedo recordar claramente cuando bailamos aquella noche bajo las estrellas. Aún puedo ver tu largo vestido de seda blanca en medio de la playa y como éste dejaba ver parte de tu cuerpo mientras se volaba con el aire. Ese día sería el último que iríamos a la playa, después la enfermedad ya no te dejó salir y tuvimos que resignarnos a la memoria.
Pero ahora que te veo aquí a mi lado, veo que no necesito la playa o el vestido de seda, te sujeto fuerte para que no te escapes de mis brazos y así poder sentir tu respiración que se sincroniza con la mía, mientras la persiana deja entrar el primer rayo de sol de este nuevo día.
De pronto al fondo percibo el sonar del teléfono, a ti parece no importarte y sigues tan tranquila durmiendo a mi lado, pienso en que no voy a contestar para no separarme de ti.
El teléfono sigue sonando, debe ser algo urgente o no habría tanta insistencia por parte del que llama. Y me pregunto, cómo es posible no tener un teléfono cerca de la cama, empiezo a separarme despacio para atender la llamada, el teléfono sigue sonando y tu tomas mis brazos como queriendo decir que me quede ahí a tu lado , pero el teléfono sigue sonando una y otra vez , ahora he perdido la concentración y la paciencia.
Me levanto y tú volteas, me sonríes, tu mirada se funde con la mía. Cierro los ojos un instante y al abrirlos nuevamente, ya no estas ahí, el teléfono sigue sonando y entre el despertar y las lagrimas contesto...es tu madre recordándome la hora de tu entierro.

415
Helena Martín Roldán

UN PAR DE ZAPATOS
Allí estaban, limpios y brillantes.
Usados en tantas ocasiones especiales, tanto tiempo guardados.
Con su aire siempre distinguido, con su dignidad preservada entre los marcados pliegues de sus punteras, con las arrugas exactas en su memoria.
Con tantos y tantos pasos sobre su cuero como dieron mis pies; con toda la paciencia con la que siempre soportaron mi peso, mi arrogancia, mi miedo
Ahí estaban aún.
Me los calcé despacio y caminé un poco: Siempre suaves y cómodos... ¡se adaptaron a mí!
Su horma fué creciendo a la vez que crecían y se endurecían los huesos de mis pies y cuando se deformaron las huellas de mis plantas...
Fuertes y resistentes. Cuidados, sí...¡pero qué resistentes!
Bajé al salón
¡Viva el novio!, gritaron nuestros nietos.
Y apareció su abuela Y apareció radiante " ¡Viva la novia!", aplaudieron.
"Ahí está mi mujer, -pensé yo-, decidida y enérgica, caminando hacia mí desenvuelta, elegante...,
sonriendo confiada; en la total certeza, en el asombro de saber que la amo y que me hace feliz que ella me ame"
Cuando nos pidieron que bailáramos un vals en ese día del 50 Aniversario, ambos descubrimos que llevábamos puesto el mismo par de zapatos que en aquél otro de la celebración de nuestro matrimonio.
Y nos deslizamos sobre ellos tal y como habíamos recorrido aquél largo camino:
Apoyados el uno en el otro al compás de la música.

416
Marga Villarroya
Guipuzcoa

INFIERNO EN EL PARAISO
Dos náufragos llegaron a una isla desierta. En el naufragio uno perdió las manos; el otro, las piernas.
Habían pertenecido a clases distintas; apenas se hablaban.
Vivían rodeados de papayas, mangos, guayabos y bananas pero tenían que contentarse con sobrevivir a base de hierbajos del suelo y algunas bayas a las que alcanzaban; el primero con la boca; el segundo estirando penosamente sus brazos dada su corta altura.
- ¡Dios, esto es un infierno! - se lamentaban.
Un día se les ocurrió que podían ayudarse.
El manco subió a hombros al tullido, quien con sus fuertes brazos sacudía las ramas para hacer caer la fruta.
Comieron hasta hartarse.
Sintieron una gran paz interior. Por primera vez observaron la isla con una calma y serenidad inusitada. AQUELLO ERA EL PARAISO.
Entonces descubrieron un extraño árbol que nunca antes habían visto.
Tenían sus estómagos llenos, pero aquel color, aquel aroma… eran irresistibles.
Y ¡qué sabor! No dejaron ni una.
Al rato empezaron a sentir unos retortijones que les desgarraban las tripas.
- ¡Dios, qué nos has dado! - se quejaban.
Aquello era un infierno.

417
Pseudónimo: Iskariot
Madrid

UNA VOZ ASÉPTICA 
Una voz aséptica al otro lado del hilo telefónico me informó de que había tenido un accidente. El corazón me dio un vuelco y no pude disimular mi sorpresa. Saqué la cartera del bolso y al mirar la fotografía de mi carné de identidad vi que, efectivamente, no era yo. ¿Quién era entonces la persona que se debatía entre la vida y la muerte en el hospital? ¿Quizá la muchacha que se había sentado a mi lado en el autobús y que se había llevado por equivocación mi bolso, igual al suyo? Tuve una visión de mí misma arrollada por un taxi en un paso de cebra y apreté contra mi pecho la cartera de la desconocida que me había salvado la vida.

418
Miguel Ángel Zapata Carreño

MIEDO
Poco temía yo a la ceremonia, al boato y la pompa sacra, a mi ineludible compromiso ante el altar con Martita, poco. Ningún atisbo de duda, nada que objetar al magret de pato, la impagable lista de bodas o los diez días de desenfreno en Tijuana. Hombre de principios y finales yo, hombre enamorado.
Pero aquí estoy, temblando cual nene perdido, la mirada de mi mujer clavándose en mí con un indisimulado asco, con una aversión que debo considerar comprensible.
Pero aquí sigo, contemplando este mi retrato de boda, reflejo de mis temores, inmortalizado para siempre el momento feliz de recibir la tormenta de arroz sobre pelo y chaqué y.
Pero en la plantación ya es enero, las lluvias dejadas por el monzón han traído una excelente cosecha y la familia camboyana sigue afanándose ahí dentro en las labores de recolección, sacando a veces aquí fuera sus tenaces cabezas de gorros cónicos, asomando al abismo bajo mi pabellón auditivo sus oblicuas miradas para desaparecer de nuevo allende mi tímpano cavernoso y volver sin demora a las tareas propias de este arrozal profundo que siento ya como algo mío, un humildísimo modo de vida colonizando mis entrañas, colmando mis horas y mis orejas y mi cabeza todísima con ese infernal sonido de azada y chapoteo, cánticos jemeres e insistente chirimiri.
Porque donde un solo grano de arroz pueda alojarse (un terruño bien regado, un macetero bajo la lluvia, el húmedo interior de un tímpano desprevenido) y crecer hasta lo inaudito, allí y sólo allí reside el verdadero miedo, la tortura definitiva, el fracaso irreversible de cualquier matrimonio.

419
Purificación Eva Ruiz Gómez.

APRENDE A AMAR LA PUBLICIDAD.
Aquél día supe que sería el último que trabajaría en publicidad.
Hasta entonces había logrado superar mis contradicciones espirituales y materiales, incluso esconder mis principios para sacar adelante cualquier campaña. La agencia no podía permitirse renunciar a ningún cliente. Y mientras la cosa no pasara a mayores,
a nadie hacía daño exagerar las supuestas cualidades de un detergente o las condiciones ventajosas de una nueva cuenta bancaria. Pero entonces llegaron ellos. Y se empeñaron en hacer campaña vacacional de un país en guerra perpetua con sus vecinos. Resultaba difícil hasta seleccionar los posibles destinos, la mayoría de ellos en territorios ocupados o en abierta disputa fronteriza.Y de repente, encorsetado por las circunstancias, me lancé a divagar, ¿por qué disimular que existe una guerra? ¿Por qué no lanzarse a publicitar la inigualable emoción de un viaje de aventura en plena contienda? Cazas que te sobrevuelan, controles que te detienen, sangre que te salpica..."LO PASARÁ BOMBA", "ESTAMOS A TIRO", podrían ser algunos de los eslóganes. Y por primera vez en la historia, un "REALITY TRYP". Antes de darme cuenta, ya estaba comentando en alto la idea y vi como el cliente babeaba y se le afilaban los colmillos...La guerra en directo...¿Por qué no sacar tajada de los seres aburridos en búsqueda de sensaciones fuertes? Y me compraron la idea entre grandes aplausos y exclamaciones jubilosas.
Aquél día supe que sería el último que trabajaría en publicidad.

420
Pseudònimo: Soraya
Solingen. Alemania

LA ÉTICA ENTRE REJAS
Ni un paseo vespertino pudo levantarme el ánimo ante mi sentencia. Necesitaba sensaciones externas y apremiantes que respetaran lo integro. También la celda lo había intuido. Incluso mis padres ante preguntas insaciables. "¡Qué será de nuestra hija!"- suspiraba mi madre. "No la vamos a casar nunca. Es tan rarita"- comentaba mi padre. Mi abuela, en paz descanse, era una mujer consciente de mis cualidades. Se divertía cuando me observaba contando las burbujas que desprendía el gas del cava en nuestras fiestas. "Son 232"- afirmaba yo satisfecha, mientras a escondidas, comparaba siempre este fenómeno con el encanto que emanaba de su persona. Después enumeraba una a una las pecas dispersas en su rostro. Me concentraba en cada una de ellas sin bizquear. Para mi suerte, no eran tantas como las pompitas de ese delicioso vino espumoso. Otras veces me las imaginaba vivas por dentro. Microorganismos que se desplazaban a una velocidad incluso mayor que la de la luz. Células que danzaban envueltas en sus sedas respiratorias, las mitocondrias. Si hoy me viera investigando, se sentiría dichosa. He transformado a la ciencia en algo humano. No torturo a animales en nombre de ella. Tampoco defiendo métodos que debilitan el organismo mientras pretenden salvarlo. Intento no contradecirme y proseguir el difícil camino en que me hallo. "Prevenir siempre es la mejor medicina"- decía mi abuela. Y yo añadía: "la alimentación sana, el movimiento y la calma, la mejor escuela". Estoy convencida que hubiese apoyado mi lucha como médico contra los intereses creados por la industria más potente de nuestro siglo. Sé que mi abuela se sentiría orgullosa de que desde el patio de la cárcel que me rodea, rememore cual Quijote, los sabios y justos consejos que me dio. Tengo la seguridad de que velará por mis ideas cuando me reciba cariñosa, mañana en sus brazos.

421
Carla Tanco
Tierra Del Fuego- Rep. Argentina

TRENES
Siempre en la estación alguien ríe y alguien llora. Siempre un niño se va con el alma desamparada para volver algún mañana como hombre, desamparado igual en lo que de niño conserva. Y esa madre que empieza a transitar la espera del hijo ausente, que mañana el café me sabrá tan amargo. Llora su emoción el que llega. Y hay los rostros inmutables, socavado el gesto por el miedo; qué me deparará esta tierra más que el pan que ando buscando para un hijo con hambre; qué he de encontrar de mí, aquí, en estos parajes remotos donde intento perderme. Alguien va en busca de alguien y es encontrado por quien no lo busca.
El tren nos lleva y nos trae por la vida, hacia la esperanza, hacia los funerales.
Nos arrastra por la diferencia, nos detiene en cada viajante; para que lloremos su llanto, para que gocemos su alegría. Vemos pasar las poblaciones, que algún viejo tren allí los lanzó ayer; sólo cada cual, allí bajaron, que las piernas ya querían andarme caminando. Y está el niño, que no registra el recuerdo de la madre que en su vaivén lo acunara; hace tanto ya de eso, que aquél que en mí te hubo plantado no pudo más que ofrecernos una despedida, un boleto de tren que le distanciara la vergüenza. Hay quien espera un algo, que los trenes deparan sus sorpresas; y aquí estoy dejándome teñir por otros amaneceres.
Así son los trenes.
En la estación, estamos todos.
En los vagones, nos vamos encontrando

422
Carla Tanco
Tierra Del Fuego- Rep. Argentina

SAMURAI
Estoy blandiendo un arma y no sé usarla.
No logro con su acero atravesar las armaduras de la indiferencia, su filo no encuentra mezquindad donde adentrarse, no ha recibido aún la honorable invitación a decapitar la vergüenza más no sea de un sólo hombre. Estoy aquí con la temeridad del guerrero vistiendo mis mejores galas para ofrecerme; estoy aquí con la bravura del valiente y su soledad. Alrededor, todas las guerras. Alrededor, la desidia de la humanidad en un combate sin tiempo ni heráldicas. La humanidad y yo, a la espera; en esta batalla donde se trazan los destinos de vencedores y vencidos. Y en sus ojos como espejos me reflejo en la propia corrupción; y no encuentro ya virtud que me discrimine de otros. No encuentro compañeros o adversarios. Henos aquí apostados todos, en las filas de la humanidad y a la espera, cada quien alistando sus armas para esta guerra de los hombres.
Y tomo de mis alforjas mis riquezas; y con empeño doy lustre al don de la poética en el que ejercito mis horas. Tengo unas hojas en blanco, y tanta sensación que espera ser versada. Afilo mi pluma y la cargo de las mejores tintas, orgánicas e indelebles como la misma sangre. Y estos versos que no encuentran como acercar misericordia y hermandad; esta oscura soledad moderna.
Con mis mejores armas me dispongo como el Samurai, a dar la vida en la batalla.
He de morir herida de palabras.
Ajenas; o propias.

423
Seudónimo : Ismael

LUZ
LUCÍA LUCIRÁ
Lucía entra en el mundo acompañada de una luz primitiva. Brote de primavera, como velero que iza sus velas brinda a manos llenas su frescura recién estrenada.
LUCÍA LUCE
Rosal cargado de rosas, sol en la plenitud del mediodía; todo el que ve ahora a Lucía desea ordenarle sin dejar lugar a la desobediencia: "¡permanece ahí!"
LUCÍA LUCIÓ
Los vientos que inflaban las velas van, poco a poco, amainando, la calma se adueña de su mar y con mansedumbre y obediencia los ojos que contemplaron todo el espectáculo se cierran.
LUCÍA LUC-
Nunca el nombre-imperfecto de Lucía fue tan absoluto. Los recuerdos que grabó en las memorias de quienes la amaron, ahí quedan, ajenos a si lucirá, luce o lució.

424
Harel Farfán Mejía
México

CERVANTES
Despertó.
Reconoció el campo de batalla y se sintió seguro.
El viento penetraba por aquella vieja ventana que daba a su celda.
El sol con el sol, desapareció.

425
Florencia del Rocío López

ALGO SOBRE EL GÉNESIS
"Y había un principio, y había un hombre. Un hombre sin nombre que se parecía a un dios.
Entonces, en un principio primario, antes del principio, había un dios.
Y había un principio, y había un dios. Un dios mudo, sin voz, porque a nadie tenía que hablarle.
Entonces, si decimos nadie, era porque alguien había habido. Así, había alguien antes que aquél dios, en un principio primero, antes del principio primario.
Y había un principio, y había alguien más. Alguien más que juntó necesidades, y creó un dios.
Entonces, el dios de las necesidades creo al hombre, entonces el hombre de necesidades creó un dios. Y creó un principio, que fue éste dios. Y lo creó a su imagen y semejanza, otorgándole sabiduría y eternidad.
Y había un principio, que ya no era el comienzo, y había alguien, que podía ser un dios, y era hombre.
Entonces el hombre negó su eternidad, acabando con su sabiduría, para tomar distancias de su dios, para que sea más poderoso, fuerte y omnipotente, para que en él esté la Salvación. Y así, se exilió a un oscuro y sombrío mundo de guerras, destrucción y muerte, para darle oportunidad al dios de ofrecer un Edén, para ser Pecado, y un Paraíso, para ser Anhelo: una utopía incierta, a la que el hombre aspirará por los siglos de los siglos, reconstruyéndose en las carnes avenientes, reencarnando en cada hijo, cargando cada cruz, doliendo cada clavo. Y amén."
Luego de leer estas palabras, eligió una mano anónima, perdida entre los miles de años de historias, y comenzó a escribir: "En el principio creó Dios los cielos y la tierra...".

426
Seudónimo : Gaba.

"…¡NO DEBERÍAS HABER NACIDO!!..." 
"…¡No deberías haber nacido!!..." ¿No es acaso esa la peor forma de empezar?. Mi madre ha negado esa frase hasta el cansancio, ¡pero insisto con ella!.
Muchas personas dicen que es imposible tener tan vivos los recuerdos que tengo de mi infancia, la verdad es que siempre creí que se morían por dentro de la envidia que les causaba verme recordando tan intensamente mis primeros pasos, las primeras palabras y ...¡cómo olvidar el mantel verde con flores blancas que mi mamá dice haber tirado cuando yo tenía apenas 2 años!, motivo por el cual alguien tendría que haberme contado sobre él (¡como si hablar de manteles viejos y agujereados fuera un pasatiempo o la mejor nana para arrullar a un bebé!!)...
Por este desarrollo sobrenatural de mi memoria me convertí en una excelente creadora de excusas y explicaciones sin sentido.
¡Ahhh, si!... Y varias visitas al hospital... estadías mejor dicho; ¡si! ¡Lo recuerdo muy bien!. Un brazo roto dos veces, sordera del oído izquierdo, regaños constantes... "¡esta niña vive golpeándose!"...
Repaso una, diez, mil veces cada momento de mi vida, cada instante aparece lujosamente detallado... ¡Me sobra el tiempo para hacerlo!.
Un hombre ya mayor y con pocas ganas de seguir respirando, viene a visitarme; apenas si puedo comprender lo que me dice... Prórroga, declaración, psicosis, sentencia... Habla de otra persona, ¡estoy segura de eso!... Sólo que aún no entiendo por qué veo mi nombre una y otra vez en esas hojas atestadas de sellos y firmas...
... Dicen que maté a mi madre ..., ¡debe ser un error!... por más que busco no tengo recuerdos de ello...

427
Javier González Delgado.

EL INCAUTO
Tecleó la palabra "ojo" en el buscador de Internet y acabó encontrando una página para fisgones.
No lo dudó, se introdujo en ella y comprobó que podía ver lo que estaba pasando en cualquier parte del mundo, parques, calles, carreteras. Qué aburrido se sintió después de dar la vuelta al mundo a lomos de una webcam. Regresó al buscador, tecleó "ojo curioso" y descubrió un sitio web que le prometía poder curiosear en el interior de una casa particular. Pensó que no sería correcto, pero la alternativa de ver las cámaras de la Dirección General de Tráfico no le seducía en absoluto.
Hizo un clic de ratón, y luego otro, otro más y luego dos más seguidos; entonces se abrió la puerta de un salón en blanco y negro y le pareció ver la figura de un hombre sentado de espaldas a la cámara. Quiso salir de allí y navegar hacia algo más excitante, pero alguna cosa sugería que aquella imagen le iba a revelar una secreta intimidad. Continuó con el zoom hasta el cogote del incauto, se quedó fijo en aquella cabeza pepino y casposa tratando de averiguar qué estaba haciendo. Quien fuera parecía que estaba escribiendo algo en su ordenador.., el teléfono le distrajo y al cogerlo observó que el imprudente de la cabeza pepino también cogió el teléfono, igual que él, y dijo "dígame", igual que él.

428
Javier González Delgado.

LA SUPERFICIE COMO FRONTERA, 
Cuando salimos de la exposición ninguna de las dos nos atrevimos a decir nada. Caminamos sin tan siquiera rozarnos con la mirada, como si el mantener una distancia asegurara nuestra integridad. Yo no pude callar por más tiempo y pregunté qué le había parecido lo que habíamos visto. Ella parecía que también estaba deseando compartir lo que había sentido al ver aquella colección, con un rostro de alucinada creyó que participaría de su mismo sentimiento. Yo no le dije nada de su impresión, de sus palabras cuando me decía que los personajes estaban retratados de una manera perfecta y que cada mirada reflejaba un carácter distinto y una personalidad diferenciada que ningún otro artista era capaz de plasmar. Yo escuché callada y asintiendo con la cabeza pero, en el fondo, seguía sin olvidar que todas las miradas retratadas eran una sola, que todos los colores pintados sólo reflejaban un único ambiente, que al otro lado de la impresión de mi amiga no habitaban los sentimientos de una disparidad de personajes, al otro lado de la superficie estaba la mirada solitaria y profunda del propio artista.

429
Yolanda Cervera Moreno

EROSIÓN DEL CAOS -comienzo del cosmos-
Hablábamos -o no- y yo temía que la columna decidiese dejar caer el cielo encima nuestro...
Entró como un duende en el mundo de mis hadas y nada importaban las miradas y palabras que los pequeños seres nos lanzaban sin saber que ayudaban a construir un muro más alto.
Nuestros ojos no se dejaban y yo temía y deseaba que una palabra en falso rompiese la burbuja que estábamos creando. La ruptura siempre sucedía y yo esperaba que se repitiese para no traicionarme.
Pero mi humo lo acogió y yo empecé a temblar; mis hadas se tiraban de los pelos bajo la mesa, se retorcían ante el intruso que podía desplazarlas y con sus gritos consiguieron que yo escapara asustada al pútrido lavabo de ese bar de clones amarillos.
Se levantó y no esperé ni un segundo para agarrar a mi conciencia de la mano y arrastrarla conmigo a la puerta escatológica. Ella rió, como siempre, mientras yo le hablaba de terremotos. Y como siempre me ordenó que me hundiese entre las grietas dejando arriba los miedos que tan abrazada me tenían a mí misma. Mi conciencia reía mientras las lágrimas paseaban por sus ojos al ver quebrarse mi locura solitaria, y es que ella también sentía miedo.
Volví a la mesa y mi cuerpo decidió sentarse al lado de la columna para que no se derrumbara. No era el momento aún, no era así como el duende debía asesinar a mis hadas.
Bebí, junto con los pequeños seres constructores, el poso de esa odiada cerveza insípida y mis ojos tejieron delicadamente y después de tanto tiempo, un pequeño hilo hacia el duende que él recogió.
Incontable tiempo después todos nos levantamos de la mesa y comenzamos la peregrinación de retorno a nuestras cuevas; el duende no lo vio, pero un hada había muerto abrazada a la columna.

430
Pilar Mir Vicente
Yecla, Murcia

LA BODA
"Así, recién cumplidos los dieciséis años, él con veinticuatro, nos casamos en Santa Catalina. El mismo día, antes de irnos de viaje, mi marido puso mucho empeño en que lleváramos mi ramo de novia al cementerio de Yecla, a la tumba de sus padres, para que también ellos participaran de nuestra boda, pues solo hacía siete años que habían muerto y aún no se le había cerrado la herida.
Mi marido y toda la familia lloraron en aquel emotivo acto, mientras yo, con la mirada lagrimosa por aquel incomprensible acontecer, observaba mi flamante ramo lleno de cintas y flores blancas estremeciéndose entre aquellas fotografías de los antepasados bigotudos y enlutados, pero si con este sacrificio los muertos se alegraban…"

431
Ariel Díaz
Buenos Aires. ARGENTINA

EL MONSTRUO AGAZAPADO
A mis nietos, Oriana, Rodrigo y Francisco.
En el silencio de la noche cargada de susurros, la negrura se cierne sobre la figura solitaria que se atreve a caminar por el estrecho camino de tierra que hiende la espesura del bosque. Alguien avanza con los ojos muy abiertos, los labios resecos y temblorosos, alguien al que aterran los sonidos velados, la soledad y el juego alternado de luces y sombras.
Es un niño, quizás un muchacho. Aguza el oído tratando de escuchar los rumores nocturnos, escudriña las tinieblas buscando la amenaza en cada sombra, en cada destello. Y tiembla al oír el rumor sordo de sus propios pasos.
Un ulular mortecino nace del centro de la laguna -que se extiende más allá de la hilera de árboles- se expande como una reverberación febril e invade el espíritu del pequeño; receloso, transforma cada siseo en rugido, cada agitar minúsculo de las hojas en la formidable embestida de un monstruo al acecho.
La luz fantasmagórica de la luna mete sus dedos entre las ramas de los árboles frondosos y descubre sombras que quizá cobijan aves agoreras de picos curvos y ojos amarillos, murciélagos envueltos en el sudario negro de sus propias alas. Los dedos se alargan, atraviesan la espesura, llenan el camino, el espacio, rodean al niño y le estrujan el corazón. Sin embargo, el temerario gladiador continúa avanzando con la respiración suspendida, gira buscando al enemigo, las imágenes tortuosas que la imaginación y sus sentidos se empeñan en descubrir. Una masa viscosa e inquietante de niebla compacta se propaga desde la laguna e invade los bajíos; rodea los pies del caminante como si pretendiera digerirlos.
El tiempo se estira, un viento helado susurra entre las hojas de los árboles, entre los pajonales yertos; se dirige a la nuca del pequeño, que se estremece de frío y miedo. De pronto, el niño se detiene, mira en derredor, da dos pasos atrás y queda paralizado de terror cuando me descubre a su lado.
Entonces extiendo los tentáculos y lo agarro de un brazo; pero se me resbala y escapa corriendo mientras da un alarido. Creo que esta noche me quedo sin comer.

432
Ariel Díaz
Buenos Aires. ARGENTINA

DESERCIÓN
Como todos los días, de todos los meses, de todos los años, el desayuno transcurrió mientras sentía que la mujer se adueñaba de cada momento, poseía al noble silencio y lo plagaba de palabras. Éstas emergían como un manantial, pasaban a su lado como avalancha devastadora, torrente mancillante; y lo salpicaban, lo envolvían, lo golpeaban, lo inundaban, lo violaban, lo sepultaban. Finalmente, buceando desde las profundidades de esos miasmas repelentes, emergió chapoteando cerca de la puerta de calle, esquivó la última andanada matinal y logró escabullirse con un suspiro hacia el trabajo.
Ya de regreso, el ritual continuó persiguiéndolo inexorable; en la cena mientras procuraba escuchar música, en la sobremesa mientras pretendía mirar televisión, en la cama mientras intentaba dormir. Hasta esa mañana.
- ¿Qué te pasó en el dedo?
- Nada, ¿por qué?
Sin embargo, la mitad de la uña del dedo mayor había desaparecido. Pero no había sangre ni le dolía. Siguió tomando el café.
- ¿Qué te pasa en la mano?
Podía sostener la taza, pero sus dedos se estaban esfumando.
Cuando se quitó el pijama vio sus brazos terminados en muñones y el torso erosionado en múltiples cavernas que lo traspasaban de lado a lado. Se contempló en el espejo, atónito, y disfrutó del silencio: ella, aterrada, había enmudecido.
La mujer observó cómo el aire inundaba con violencia el resto del cuerpo. Ríos veloces penetraron por las carnes y devoraron los últimos islotes. No quedó nada. Lo llamó, primero quedamente, y luego le lanzó una cerrada salva de palabras. Alcanzó a escuchar una risa que se alejaba, un ligero chapoteo y la puerta de calle que se abría.

433
Nelly Galasso
Rosario. Argentina

ENSUEÑO
Ella estarà reclinada entre almohadones bordados en oro, su esplèndida belleza ofrecida a los ojos sabios del sultàn,
...estarà reclinada entre almohadones,una mano lànguida entre sus pechos; en esa mano, rutilante,la esmeralda màs perfecta y soñada, que el hombre todopoderoso acaba de deslizar en su dedo.
...estarà reclinada entre almohadones,su mirada en el anillo,su mente en las secretas horas de amor gozadas con el màs dulce de sus esclavos.
...estarà reclinada entre almohadones, sonriendo levemente; frente a ella, en el trono enjoyado, el sultàn, acariciando la magnìfica cabeza de un tigre de Bengala echado mansamente a sus pies, los ojos de miel ardiente fijos en su señor.
...ella estarà entre almohadones, cuando el imperceptible movimiento en la mano del hombre y la orden apenas susurrada, haràn que la bestia,como un salvaje resorte, encuentre con un salto la garganta en la que su instinto ejercerà el eterno ritual de sangre.
...ella habrà muerto entre almohadones, mientras el tigre y su amo se alejan con paso majestuoso.

434
Nelly Galasso
Rosario. Argentina

AMANECER
Como todas las mañanas al salir el sol, el Emperador meditaba frente al
ventanal, descansando su cabeza entre las manos. Cuando la dulce Shuang-Li
se acercò silenciosamente y besò sus cabellos grises, la cabeza rodò sobre
el regazo del Emperador.

435
Pedro Pujante Hernández.

UNA LARGA VIDA.
Cuando las aguas de aquel antiguo río regaban mis raíces yo era sólo un pequeño arbusto sin pretensiones. Pronto hubiese llegado a ser un enorme y sabio árbol si no hubiese sido cercenado por aquellos hombres con hachas, que llaman leñadores, porque la ley de carreteras imponía un nuevo puente justo donde se encontraba mi ribera.
Mi cuerpo de madera joven y fresca fue mutilado. Me retorcieron y sometieron a la más cruel de las torturas. En formas rectangulares, hasta entonces desconocidas por mí, me transformaron en una estantería inmóvil, con unas raíces en forma de patas y sin hojas con las que acariciar el viento. Sobre mí colocaron decenas de botellas de vinos que envejecían silenciosos. Pero pronto llegó la prohibición del alcohol: entraron los hombres de trajes azules, que llaman de la ley, rompieron cada botella y con violencia arremetieron contra mí.
Mis restos en forma de astillas yacieron sobre el suelo por mucho tiempo. Hasta que aquel hombre de pelo cano, que llaman artesano, se acercó a mí y me llevo a su hogar. Allí con sutil destreza, paciencia y cariño me transformó en veinte pipas. A pesar de estar en veinte lugares distintos, con veinte hombres distintos, que me rellenan con veinte clases de tabaco distintas siento que por primera vez soy feliz. Ahora sólo temo que ese rumor de la ley de prohibición del tabaco no llegue nunca.

436
Pedro Pujante Hernández.

ACCIDENTE
(Tomando los datos del seguro, tras un pequeño accidente, justo antes del alba)
SEÑORA-Miré por el espejo retrovisor, lo prometo, miré pero no se reflejó, señor agente, y se me vino encima.
AGENTE DE POLICÍA -No hace falta que lo jure, señora, estos malditos vampiros siempre tienen los mismos problemas en la carretera.
VAMPIRO EN MOTO-No me culpen, pero es que las prisas, ¡ya ven!, está casi amaneciendo.

437
Alvaro Fuentealba
Chile

CAMINANDO EN LA TARDE POR LA ALAMEDA
Se detuvo junto a ese gran ventanal frente al cerro Santa Lucía. La luz del interior le daba un aspecto de quirófano y en cierto modo lo era.
Vio como ella tomaba cuidadosamente esa blanca lámina de tela fusionada y la ubicaba con matemática precisión en el lugar correcto. Rojo. Blanco. Rojo. Era lo que se veía claramente desde el exterior.
Él habría usado barbas para darle mayor firmeza, pero eso era metodología antigua y asumió que ya había pasado su cuarto de hora.
Pensó: Tomará las puntas y con "costura francesa" le dará un toque más casual. Mas no fue así. Vio como una rigurosa formación de instituto era aplicada para darle consistencia y frialdad a ese cuello de camisa roja
El motor sonó fuerte, como cortando con su ruido el aire, el tiempo y el mudo exterior.
Ella se manejaba con la máquina.
Vio cómo tomó las tijeras, con su clásico modo de sujetarlas por los extremos para cortar el hilo. Vio cómo levantó la vista al sacudir las hilachas sobrantes. Vio como lo vio, vio su rictus de pánico, vio cómo alguien ve a su asesino, vio a alguien que ve a alguien tirarse contra el ventanal, vio a alguien que vio a alguien blandir unas tijeras, vio a alguien que vio a alguien que le arrebata la vida y la coronaba con un cuello rojo de camisa.

438
Alvaro Fuentealba
Chile

ASÍ ES LA VIDA
Estaba claro, era ella.
Leía.
Él salió de su asiento para discapacitados que ocupó equivocadamente. Cruzó el vagón que a esa hora no transportaba mucha gente. Miró el letrero que corría tan veloz como el tren y que estaba en la orilla del túnel: "Toesca 238. Los Héroes 1535" y siguió en la dirección que había tomado. Se detuvo. Ella continuó leyendo. Se acercó más. La miró. Confirmó por última vez y la golpeó con ambas manos contra el vidrio hasta que su cara sangró tumefacta.
El tren paró, se abrieron las puertas y salió.

439
Seudonimo: Irene

EXTRACTO DE UN DIARIO
23 Agosto Lunes
El final del verano va llegando. No renuevo el trabajo temporal, examen el día 13, hasta Noviembre permanezco matriculada en el gimnasio, y de cosas diarias nada más. Este fin de semana ha sido extraño. A Jaime le amo (¿de verdad le amo?), pero el sábado creo que volví a cruzarme con una de mis otras partes. Es el vecino de Sara, fuimos los tres a tomar un café y como si fuera una fuerza extraña, la velada se prolongó más de lo que llevaba idea. No sé que pensar, algo fluía entre él y yo. No quería irme a casa, por mí la noche podría haber parado en esa esquina antes de despedirnos. No sé como me siento, pero me siento inspirada para sentir y para dejarme llevar por mis sentimientos. Racionalmente no puede salir bien, ¿salir bien qué?. Sé que me apetece sentirle cerca, oler su cuerpo, desnudarle con la imaginación y con las manos, besarle, escucharle, callarme y sentirme suya. No es curiosidad, tampoco es un capricho, amo a Jaime pero no es lo mismo. ¿Qué tipo de otra parte es? ¿aquella que roza un momento de mi vida y justifica mi existencia? ¿o aquella por la que hay que luchar porque inevitablemente va a acompañarme esta vida?. Nunca tuve que leer Brida, esa novela de Paulo Coelho que me atormenta cuando pienso en él.
Nunca he sentido con Jaime esto, ¿pero qué?, ¿voy a sacrificar lo que tengo ahora por una hipótesis de Coelho?, ¿o es qué realmente he tenido la suerte de cruzarme con una de mis partes?. Amo a Jaime, pero sé que nunca fuimos una parte. Me tendré que refugiar en el mundo del 21 de Agosto para poder estar con él.

440
pseudónimo: Stakijach?

OSCURA NOCHE DE ESPERANZA
Y después de despedirse de Carlos, Ana entró sigilosamente en su casa evitando hacer ruido. Tras encender la luz se encontró con la última persona a la que quería ver.
-Lo has vuelto ha hacer, ¿no?
-No sabes de lo que estás hablando. Hago lo que me da la gana. Ya soy mayorcita.
-¡Estoy harto! Mi querida Ana, no seas tan insolente. Te juro que no te lo consentiré.
-Como si pudieras hacer algo para evitarlo…
Tras decir esto le dio la espalda para dirigirse al baño. Pero él la agarró y, apuntándola con la pistola a la sien, la recordó aquella fatídica promesa…
-Por favor, no lo hagas. Ya sabes que…
-¡No!, no Ana. Eres preciosa como las flores, pero se marchitan. Memento mori…
Sonó un disparo. Un ruido que partió la noche en dos…
-¡Corten! Perfecto, estáis contratados. Mañana comenzamos el rodaje.
Vanesa se levantó emocionada, manchada de falsa sangre. Abrazó entusiasmada a Oscar que todavía llevaba la pistola en la mano.
- ¡Oscar!- dijo entre sollozos- ¡Quizá con este dinero podamos salvarla!…

441
Johanna Martín

DELIRIOS

Cuando asistí al siquiátrico por primera vez, fue que la divisé. La Loca me observó a través de los vidrios y me sonrió. Fue amor a primera vista. Era joven y hermosa. La visité con frecuencia e intenté liberarla de la penumbra. Fue inútil. Su mal era irreversible. Mi sueño de tenerla se desmoronó. Jamás sería mía.

442
Johanna Martín

TIMIDEZ
Es la tercera vez que voy a la misma librería. Ahí está como siempre ese maldito libro, desafiándome al final de la segunda estantería. Provocándome. Sería cuestión de estirar la mano, tomarlo, caminar con seguridad con él hasta la caja, cancelarlo, colocarlo en una bolsa y ya está. Pero ese título tan revelador e indiscreto: "Como vencer la timidez en diez días". ¡Qué va pensar la cajera!...y además tan atractiva. Mejor me llevaré un libro sobre los orígenes de las araucarias, mañana, ..quizás....tal vez... lo intentaré de nuevo.

443
Cecilia Araya Maturana

LA DIFERENCIA
El perro lustroso, rutilante y bien comido contempló con desprecio a través de la reja de la mansión al maltrecho quiltro callejero, raquítico y pulgoso que pasaba trotando con sus costillas sangrantes a flor de piel. El perro de la mansión era un poderoso Doberman con un reluciente collar . El quiltro vagabundo era de todos y de ninguno. Por supuesto que entre ambos había una enorme diferencia: La reja

444
Cecilia Araya Maturana

DIETA ETERNA
El doctor le advirtió que tenía que ser más prudente y más sensata con su vida, que disminuyera el consumo de sal, que no fumara, prescindiera del alcohol, evitara el exceso de grasa y que abandonara definitivamente esa existencia sedentaria que la estaba matando en vida y que por lo menos caminara algunas cuadras de vez en cuando, para que la energía circule. Así lo hizo. Salió a eso de las seis de la consulta, y a eso de las siete ya estaba paseando por el Parque Forestal, a las ocho la asaltaron, le dieron una feroz paliza y murió en el acto.

445
Miguel Hidalgo Prince

CUENTO TRUNCO
Había una vez un cuento que quería ser de nunca acabar, pero en la primera frase, después de la tercera coma, terminó.

446
Miguel Hidalgo Prince

EL REVÓLVER
Se disparó solo desde su funda pero el tiro fue a dar al pie del hombre. Después se desquitaría mejor el que lo tuvieran todo el día colgado boca abajo.

447
Hugo Forno Naranjo
Chile.: Santiago

VETERANO
Un día, te tomaron por sorpresa en plena calle republicana. Comenzaba la Guerra Civil Española. Te dieron una cantimplora. Un casco. Y un fusil. A la trinchera soldado. Listo y dispuesto para matar fascistas. De noche, dejaste la cantimplora, el casco, el fusil y saltaste la trinchera. Corriste como endemoniado. Lo tuyo era Franco y sus secuaces. En la otra calle te dieron una cantimplora. Un casco. Un fusil. A la trinchera soldado. Listo y dispuesto para matar republicanos. Terminó la guerra (nunca me dijiste cuantos rojos mataste). Te dieron una medalla. Nacía tu flamante carrera militar. Meses después, te hiciste voluntario. Segunda Guerra Mundial la llamaban. Nazis les decían. Franco los bautizó como la División Azul. Te pasaron otra cantimplora. Otro casco. Otro fusil. Más allá de España te habían reservado otra trinchera. A Rusia los boletos. ¿La orden? Liberar a la Unión Soviética de la plaga comunista. Matar en nombre del Fürher. Pero algo salió mal. Viste morir a tus compañeros. Despedazados. Pero sobre todo, congelados. El fin de la guerra te pilló en Checoslovaquia. Sin la cantimplora. Sin el casco. Sin el fusil. Sin nada, salvo hambre. Pero hambre-hambre. Volviste caminando a España. A Valencia. Tu ciudad. Te dieron más medallas, más cantimploras, más cascos, más fusiles. Años después te hiciste padre de mi madre. Abandonaste tu carrera militar. Tomaste un barco con tu mujer y tus dos hijas. Cruzaste el Atlántico. Llegaste a Argentina.
Volaste sobre la Cordillera de los Andes. Te radicaste en Chile. Pasaron otros años y un día te convertiste en mi abuelo. En el abuelo más duro del bosque genealógico. Hoy, mayo del 2004, te tengo frente a mí. Sentado frente a tu televisor. Sintonizando TVE. Medio sordo. Un preinfarto a cuestas. La mirada casi perdida. La rabia a flor de piel. Básicamente, un veterano de guerra. Un soldado al que entre todos los familiares le escondimos su cantimplora, su casco y su fusil. Intimamente creemos que el mundo nos debe una.

448
Hugo Forno Naranjo
Chile.: Santiago

SOPA DE AGUA
El idiota tiene hambre. Corre hacia la cocina. Tropieza contra la pared. Un golpe. Dos golpes. Tres golpes. Todos secos. Todos golpes de idiota. La casa está vacía. Sus padres están en misa. El idiota tiene prohibida la entrada a la Iglesia. Culpa de un domingo. De un domingo de ramos. Bajarse los pantalones entre los salmos no fue apropiado. Mear a la virgen, menos. Los feligreses gritaron de espanto. Su madre de pena. El padre de vergüenza. El cura le dijo idiota. El idiota lo llamó mamón. Cura mamón. A esta hora, la cocina quieta. Una taza de té sobre la mesita y la olla que hierve a fuego lento. Mientras, la misa sigue. Fieles contra infieles. Perdones contra pecados. Justos contra injustos. A la madre le llora el corazón. Al padre el bolsillo. Al cura la culpa. Ahora el idiota quiere comerse la sopa. Ahora la madre se acuerda de la olla. Sopa. Sopa. Sopa. Comerse la sopa. Sin cuchara.
Sin la fría cuchara de todos los días. Y como no hay tiempo que perder. Y como el hambre lo perturba. Manos a la obra. Y levanta la tapa de la olla. Y mira hacia a un lado. Y mira hacia el otro. Y el vapor le moja la cara. Y el estómago se retuerce. Y la boca exige lo suyo. Y el idiota esboza una sonrisa. Su ingenua sonrisa idiota. Y cierra los ojos. Y los puños. Y el alma. Y splash. Sumerge su rostro en la olla. Su rostro idiota envuelto en un grito de idiota. Silencio. Silencio en la iglesia. Por mi culpa. Por mi culpa. Por mi gran puta culpa.

449
Graciela Zolezzi Faure
Buenos Aires - Rca. Argentina

EN LA PENSIÓN
Una mañana veo salir a La Lombriz de la pieza de Juárez. Una salida de esas indudables, no sólo porque desembocar antes del desayuno, arreglándose las mechas sin peinar, hecha un desastre de mugre como siempre, cantaba que no había pasado ni cerca de una ducha, además del hecho reconocido de su profesión - la más antigua del mundo - sino porque él la acompañaba con su mano en la cadera casi inexistente con aire de propietario y la guiaba a través del patio central de la pensión, hacia la lobreguez de las cocinas, como si fuera una reina.
La Lombriz tenía el sobrenombre bien puesto, por color, delgadez informe, parecía recién salida de la tierra húmeda y más que caminar lo suyo era un arrastre sinuoso.
Yo no lo quería creer y en cuanto lo vi solo, me acerqué y le dije: Pero Juárez! Un hombre como usted que consigue la mujer que quiere ¿cómo se mete con esa?. Y él, de taquito, me contesta con una mirada de soslayo de los ojos pícaros: ¡Ah ingeniero! ¡el que desprecia, se enyeta!
Sin más, ambos nos encaminamos al comedor a tomar el desayuno. Yo, más sabio, él, satisfecho y socarrón. Por la puerta entreabierta veía a La Lombriz que entre mate y mate, comentaba con un aire triunfante.