Del 300 al 349

Microrrelatos

300
Pedro Gago Lara

CRITERIOS
Era una casa que tenía dos puertas: dos entradas y dos salidas, según su uso. Una de ellas daba a un negro deslunado, la otra a un patio bañado por un sol constante.
Ambos amigos tenían sendos manojos de llaves. Ninguno de los dos sabía que llave era la que abría cada puerta.
Cada uno se dirigió a una puerta distinta. Mientras uno ordenadamente iba probando llaves y descartando con ello la posibilidad de que una de las usadas la abriera, el otro miró la cerradura, distinguió la marca de la misma, remiró las llaves, redistinguió la marca y abrió.
Salieron los dos, cada uno por una puerta distinta.
Cuando el sol se fue, ya de vuelta a casa, uno de ellos se acordaba de la llave que abría pero se equivocó de puerta.
El otro se fue a su puerta pero tuvo que seguir probando para encontrar la llave que abriese.
Se pusieron inconformes a discutir con las manos y hasta que las llaves no chocaron no se dieron cuenta de su increíble absurdidad, rieron y en un efusivo abrazo lograron entrar por la misma puerta.
La casa seguía teniendo dos puertas, dos entradas, dos salidas: tolerancia y comprensión.

301
Pedro Gago Lara

EL FUEGO
Se encontraron hace muy poco tiempo. Ella lo había ansiado y deseado. El había esperado con extrema paciencia la llegada de ese día. El día en que la reconciliación había brotado entre ellos como una gran ola de caudal ilimitado. El día que apareció invadiéndolo todo: un amor muerto que renacía y germinaba por sí mismo como plantas, flores y árboles nutrientes que, situados en tierra fértil con unas estupendas condiciones climáticas favorables a todo tipo de expansión vegetativa, crecían y crecían, llegando hasta los mas inaccesibles intersticios de sus propias almas. Se recordaban. Se veían mutuamente en un pasado no muy lejano, amándose en un apaciguado ambiente de tranquilidad, junto al fuego encendido en medio del monte, con un saco de dormir doble, en una estrecha tienda de campaña. Las llamas desde el exterior se reflejaban en la lona dando forma a figuras candentes. Una grande, enorme, semejaba un deslunado oscuro junto a un enorme pupitre con su plumier, sus lápices, gomas y sacapuntas. Otra, de tamaño similar, parecía una expansión estelar. Una gran explosión había dado paso al corrimiento de la materia y del centro hacia fuera volaban como planetas y meteoritos las briznas encendidas.
Las briznas encendidas llegaron a la tienda de plástico y ésta ardió en segundos, gotas de plástico candescentes cayeron sobre los ojos de ella y fue desde ese mismo día la última vez que viera cualquier imagen. Bien es verdad que este accidente tuvo su compensación, pues el rostro de él ardió en llamas y quedó totalmente desfigurado. Y es que si ella no hubiera quedado ciega, de hecho, no habría aguantado su cara de momia calcinada.

302
Salvador Vicente Carretero
Tarragona.

LAS FIESTAS DEL TORO 
La campana tañe el peligro inminente y resuenan los cascos de los caballos sobre el asfalto. El corredor de la camiseta blanca corre sereno sin perder de vista la mancha negra de puñales plateados que azuza por detrás. Al rebasar la puerta de la plaza, escucha el grito desgarrador de la gente y ve entre el polvo la silueta de un hombre en el aire. Corre hasta la talanquera y cuando está a buen recaudo escucha algunos reproches, los mismos de otros años, pero todo se disipa cuando ve la emotiva y altanera mirada del abuelo: porque el niño que antaño lloraba cuando no veía entrar corriendo a su papa, ahora cruzaba España para coquetear con el peligro y rendir culto a la tradición.

303
Salvador Vicente Carretero
Tarragona.

PERICO, EL ORDENADO.
Perico era un amante del orden y detestaba la improvisación. Dejó sobre la mesa el dietario abierto con los asuntos pendientes. Compró comida para su perrita Luna en el super de la esquina. Al llegar al rellano de la escalera del apartamento, escuchó los ladridos lastimeros de Luna. No le daba la bienvenida, su voz quebrada delataba sufrimiento. Buscó desesperado la llave de la puerta y no estaba en la cartera, en su lugar una inscripción previsora: "debajo del macetero". Y allí en la base, pegada con celofán estaba la copia. Luna cesó en sus lamentos. Perico entró como un torbellino y lo que vio le dejó estupefacto: Luna estaba copulando sobre la alfombra con Tenorio, el perrito de la vecina.

304
Ignacio Hernández Romeo

LA HISTORIA DE LA MERETRIZ FILÓSOFA.
Se llamaba María. Era la puta más singular del Missisipi, un garito con clase de la nacional uno. Por sólo diez euros te hacía una mamada y disertaba contigo sobre Wittgenstein y la levedad del ser.
Murió de hambre.


305
Yolanda.

TEXTO PARA GINES
Éramos siete, hasta que la más rojita se calló al patio, al lúgubre patio de luces de la comunidad. La portera fue la primera en reconocerla.
La verdad es que somos las más gorditas de todas las cuerdas, las pinzas más exóticas, la envidia de las vecinas.
El problema de rojita es que era muy presumida, tanto que aveces perdía seguridad y flojeaba. Una pena.
Ahora somos seis, pocas pero bien avenidas.

306
Seudónimo: Urulóki

SILBATOS
Todos esperaban el silbato. Era la señal de que debían calarse el casco, empuñar el fusil y saltar de la trinchera. El momento en que un hombre demuestra ser un hombre y un soldado demuestra para lo que ha sido entrenado. Había que lanzarse a la carga y desafiar al destino y al fuego enemigo con resolución y valor. Antes de que suene el silbato tienes tiempo para pensar lo que te va a ocurrir, tienes tiempo de sentir miedo e incluso de dudar de si lo que haces sirve de algo. Pero cuando por fin suena el silbato no queda tiempo para pensar.
De pronto te ves siguiendo el silbato hacia una carga de valientes o hacia una matanza de descerebrados. No vas a retroceder, no vas a pensar, sólo vas a correr hacia delante mientras el silbato te resuena en los oídos. El tuyo, el que tienes que seguir, pero también el de las otras compañías de soldados dispuestos a morir. El fuego enemigo hace que te olvides de los otros, incluso de tus propios compañeros. No tienes miedo, no tienes tiempo de tenerlo, sólo la adrenalina haciendo que la sangre te reviente los tímpanos de pura emoción y que tus manos sujeten el fusil como si fueran el tesoro más preciado de la tierra. En la antigüedad los soldados cargaban mientras proferían gritos o himnos de combate, bajo el fuego de las ametralladoras los soldados lo único que hacen es correr y apretar los dientes. Avanzas, sin detenerte, mientras tus compañeros son alcanzados y caen al suelo. Nadie se detiene a recogerlos, no hay tiempo, es tiempo de cargar. Hay que ganar unos metros en la trinchera esquivando el fuego de las ametralladoras, buscar una posición de disparo y demostrar si de verdad sabes disparar. Pero una de esas balas estalla en tu pecho, el fusil cae al suelo y tus piernas se clavan en la tierra mojada de la trinchera. Sólo un soldado más que cae al suelo, mientras sus compañeros corren hacia la muerte.
La profesora estaba regañando a los niños. Cada día ocurría lo mismo. Con el silbato que indicaba la salida se producían carreras alocadas para ver quién salía antes y siempre, entre los empujones, algún niño caía y se lastimaba. Uno de los pequeños seguía en el suelo llorando pues las heridas que más duelen son las que no se pueden ver.

307
Liza Josefina Porcelli Piussi

MEDIA HORA MÍA
Hoy viernes, Báez se va más temprano y no queda nadie que controle. Felisa me contó que es porque tiene una casa en un country, lejos de la capital. La pobre ni terminó tercer año. Por eso la pusieron en los baños del personal. Para estar en baños de clientes, tenés que tener secundaria completa, como yo.
Me gusta escribir las puertas de los baños para ver qué me contestan. Nunca sospecharían de mí porque nadie elige limpiar de más y Báez no soporta los baños escritos.
Sólo dos veces en lo que va del año, Báez no se fue temprano un viernes. Esos días me deprimí y me sentí una sirvienta. Necesitaba mi media hora.
La semana pasada fui al baño en la estación de ómnibus. Eso sí que es feo: pobre mina, ahí sentada entregando rollitos de papel o jabón por moneditas.
Igual, siempre pienso que alguien tiene que limpiar los baños, eso es así. ¿Y por qué debería hacerlo otra y no yo? ¿Hay alguien que nazca para este trabajo?
Ya son las cuatro. Báez se fue. Ahora sólo espero el segundo en que el baño quede vacío y cierro la puerta.
-¿Disculpame, puedo pasar?
-No. ¿No viste el cartel de la puerta? El baño está fuera de servicio. Calculale media hora.
Voy a averiguar cómo se dice en inglés así me armo otro cartelito para los yanquis que vienen al shopping. Cada día son más.

308
Seudónimo: CALA

A TRAVES DE LA VENTANA
Ella miro a través de la ventana de su despacho en la undécima planta de uno de los edificios más modernos de la ciudad, un edificio inteligente, lo ultimo en tecnología avanzada.
De repente tuvo un impulso incontrolable, se levanto de su mesa y lentamente se dirigió hacia la ventana. Observo la calle empedrada que surcaba a través de casas de una y dos plantas de piedra con los tejados de pizarra; se veía salir el humo de las chimeneas, caía una lluvia fina que le daba un brillo a toda la estampa. Miro la iglesia con la torre bien alta erguida sobre el horizonte, y más allá altísimas montañas de un verde profundo, rodeadas de valles inmensos surcados por ríos. Y vio la tierra de las laderas trabajadas divididas en cuadraditos perfectamente delineados y a gente trabajar en ellos. Y observo una paz que la dolía en el alma; y no pudo reprimir las lágrimas. Se vio encerrada en una cárcel de cristal en lo alto del cielo, rodeada de microchips, internet, cámaras, etc.; y se asfixiaba. Quería respirar y no podía. Cerró la puerta de su despacho y bajo las escaleras tan rápido como podía y a medida que descendía se notaba mucho mejor; no miró hacia atrás, salio del edificio, cogió su coche y se dirigió hacia aquel lugar que su corazón ya sabía donde estaba desde hacia tiempo, mucho tiempo…..
Pero nunca se atrevió hasta hoy a mirar a través de la ventana.

309
María Claudia Capelli
Buenos Aires-Argentina

ALGUNAS VECES, LA LLUVIA.
Algunas veces la lluvia ilumina su vida, y Andrea se siente planta. Verde, perfumada, suave.
En esas ocasiones no le importa demasiado viajar como cada mañana, apretujada entre extraños en el metro, empujando con la ferocidad de un luchador de Sumo.
Algunas veces, sólo algunas, Andrea pisotea intencionalmente los charcos mugrientos que se forman entre las baldosas rotas de las veredas, y salpica de barro el ruedo de sus pantalones. Entonces siente el agua traspasar la suela de sus zapatos y empaparle los pies que como raíces, se alimentan y viven y materializan savia.
Algunas veces la lluvia la ayuda a escapar, a despreciar su calidad de persona. Es que bien sabe que, de haber nacido rosa o jazmín o geranio, su vida habría sido simplemente perfecta. Y vibra con solo pensar en sentirse parte del reino vegetal; tan austera, tan sencilla y generosa.
Existir en una pequeña porción de tierra, alimentándose sólo de lluvia.
Cuando siente la magia de las gotas golpear contra el vidrio de su habitación, Andrea presagia un gran día. Una enorme sonrisa se dibuja en sus labios y sale, valiente, a enfrentar la miseria con capa y espada, luchándole mano a mano al destino que cada tanto amenaza con vencerla.
Porque cada vez que siente que sus fuerzas claudican, que ya no puede, que el peso de la soledad y la desesperanza curvan demasiado su espalda, ahí, siempre ahí, está la lluvia. Y Andrea-planta continúa resistiendo, y viviendo un día más, y soñándose lirio. Así, ella se levanta de la cama, se viste y hasta se maquilla. Mirando en el espejo su rostro enmarcado en nubes se dice "un día más". Afuera la lluvia, y Andrea siempre sin paraguas.
Sin ese tiempo de calma, sin ese placer infinito y secreto, ella, como una planta, se secaría.
Algunas veces la lluvia ilumina su vida, y le da la fuerza de dar otro paso.
Pero hoy no. Hoy brilla en el cielo un sol obsceno.

310
Seudónimo: Attila el Huno.

PIES MOJADOS
Mirando al horizonte y acariciando una especie de colgante, se encuentra él mas joven de los pasajeros. Sus ropas son extrañas. Lleva una hora tocando ese rosario, y farfullando una especie de rezos. En la barca, todos me hablan en lenguas ininteligibles, me miran fijamente, y eso no me gusta. Tan solo llevo dos horas en esta barca y ya me siento extranjero. Me pregunto si es verdad lo que dicen de Europa.
Esta oscureciendo. Tengo miedo. Todos gritan y algunos me empujan. En el horizonte se pueden ver luces. Son muy pequeñas, pero se nota que poco a poco se acercan. Aumentan los gritos. La barca empieza a tambalearse y el agua me llega por los tobillos. Intento levantarme para ver que pasa. Una mujer me sujeta y me sienta bruscamente. Me incorporo enfurecido. El patrón levanta el remo e intenta golpearme. Falla, y golpea al joven del colgante. El extranjero cae al agua. Se incrementa los gritos y agarrones. No sé que pasa. De repente todos callan. Las luces están cerca. Puedo ver claramente como el patrón hunde la cabeza del joven del rosario, en el agua. Ha debido cometer un terrible crimen para sufrir tal muerte. Se oyen voces en la lejanía. En la barca todos callan.
No hay estrellas en el cielo. Las luces de antes se desvanecen y solo se oye el leve llanto de una mujer. No hay rastro del joven del rosario, pero aprovecho su espacio para secar mis pies. Otro joven de aspecto tosco se levanta. Tembloroso señala lo que parece ser la costa. Murmullos. Nuevamente el patrón se levanta. Cual serpiente venenosa asesta varios "remazos" a diferentes hombres. Caen al agua. Hábil como un guepardo se abalanza sobre los pasajeros. Con certeros golpes los envían al fondo del mar. No entiendo nada. Solo quedo yo. Sin verlo venir, me tira al fondo del oscuro mar. No sé nadar. Seguro que al otro lado, estaré mas seguro. Quizás encuentre al chico del rosario.

311
Seudónimo: Attila el Huno.

ENTRE VINO Y POEMAS
Mejor hubiese muerto en Zaragoza. Entre lagrimas y protestas, espero impaciente mi ejecución. Ultimamente solo pienso que penetra una fría bala en mi cabeza, y me libera de esta condena que sufro en el penal de San Martín. Es fácil burlar la vista, e imaginar que el sucio rancho se convierte en un delicioso guiso, ó escapar de estos lúgubres muros cual pequeño gorrión que salta por primera vez del nido. Pero me es imposible mantener tranquilo el corazón, si no tengo papel y pluma. Me están robando el alma. ¿Que clase de tortura siniestra es la que sufro? Ni en el mejor de sus sueños, el generalísimo hubiese imaginado victoria igual. Un comunista como yo, tan digno, tan carismático en el ámbito intelectual, que tantas noches confabulaba contra el régimen en tertulias mojadas con vino y poemas de Lorca, abatido por la más vil de las injusticias.
Sé que mañana, me van a matar. Lo sé, porque los soldados siempre limpian sus armas al atardecer, y desde aquí, si me encaramo a los barrotes, puedo verlos como disfrutan limpiando los restos de pólvora en sus fusiles. ¿Sabrían esos soldados, que van a matar a un hombre que sin dudarlo, se sentaría junto a ellos para escribirles poemas con que conquistar a sus amadas? ¿Sabrían esos soldados, que entre estos mohosos muros, casualmente moraba un poeta que perdía su alma al no poder disfrutar del blanco color de una hoja de papel?
Justo cuando amanece, los rayos de sol me dejan ver el interior de mi celda. No hay otro momento en el día en que pueda ver lo que me rodea. Es el momento en que aprovecho para leer una frase que seguramente escribió otro preso antes de morir: "En el regazo de Dios encontraré la paz". Me gustaría saber si existe Dios realmente, y si también me acogerá a mí. Ahora, antes de morir, siento un poco de miedo.

312
Pseudónimo: Estrella Fugaz

SENCILLEZ Y VULGARIDAD. 
Palabras con las que intento expresarte las mil y una sensaciones que me provocas, y no puedo ni siquiera acercarme a todo lo que quisiera decirte. Las palabras me faltan, y tengo la sensación de que no llego a demostrarte todo lo que Te Amo. Mi dependencia hacia ti aumenta cada día, sin poder abrazarte yo no soy nada, y el vacío me inunda si tus ojos no me acompañan.. en fin, ¿qué decirte? Yo ya no sé expresarme.. todo se queda mínimamente pequeño.
El pinchazo en el estómago causado por su dejadez, no se aparta.. pero, ¿sabes chiquitita? Voy a terminar decidiendo arrancarte de mi vida, como a ellos. Porque.. ¿te acuerdas? Cuando aquel chico al que le mostré total sinceridad, te apuñaló, lo apuñaló.. mintió, creó daños, y mil cosas más [tú, seguiste ahí..]. Has pasado tres meses al lado de gente que no sólo te traicionó a ti, sino a mí, y a mi alrededor. Y tú decidiste seguir ahí.. y mintiéndome. Haciéndome sentir la palabra traición más que nunca, haciendo que me plantease tu amistad cada media hora.. tú te distanciaste, y cuando vuelves para recobrar la amistad casi desaparecida, yo perdono. Te victimizas con cosas evidentemente difíciles, me recuerdas lo estúpida que soy. ¿Qué quieres? Me apuñalas con tus palabras, lo suavizas con un 'te quiero mucho'. La inocencia la he ido perdiendo con el tiempo.. no te conozco, todo transcurre como con ellos. Te alejas y vuelves cuando te sientes sola, pero.. ¿y cuando yo te he necesitado? Psé, luego me dirás que no fue a propósito, que olvide un poquito.. pero, llevas años haciendo lo mismo. Y, ahora, quieres ser la víctima de algo que provocaste tú. No me dejas olvidar, no quieres que todo se estabilice [..cómo hemos cambiado, qué lejos ha quedado aquella amistad].

313
Aldo Roque Difilippo

EL TAXISTA CULTO Y POCO FISONOMISTA
A veces los escritores son protagonistas involuntarios de situaciones surrealistas, quizá porque se pasan la vida jugando con la magia o los demonios de las palabras. Cierta vez Borges tomó un taxi, y para su sorpresa se encontró con un taxista culto que no demoró en reconocerlo y profesarle su admiración. "¡Que suerte!", habrá pensado don Jorge Luis, "siempre es reconfortante encontrarse con un hombre lector", y se recluyó en su timidez abrumada por la ceguera.
- Usted no sabe cuanto lo admiro -repetía el taxista sin cansarse de declararle su idolatría mirándolo por el espejo retrovisor.
El anciano sabio apenas si dijo: "Gracias; muchas gracias", con sus manos nerviosas en el bastón.
- ¿Cuanto le debo? -preguntó al terminar el viaje.
¡No!... ¿Cómo voy a cobrarle a usted señor Sábato?

314
Aldo Roque Difilippo

BUENA LETRA
Pancho sabía que no era posible la vida sin la revolución. Que la dignidad y el respeto debían ganarse a lo macho o resignarse a acatar, bajar la cabeza y rumiar como una mula resignada y sin utopías. Pero también sabía que poco, o ningún efecto podían surtir las balas o el arrojo, sin una buena retórica. Que la revolución podía hacerse bien o mal, por una causa justa o equivocada, pero que si la tinta se negaba a imprimir el nombre de alguien o sus ideas, de poco valdría la pólvora estallada. Por eso siempre andaba junto a un periodista que le escribía discursos, le embellecía las ideas; es que el silencio del papel puede hacer estragos en cualquier revolución, mucho más que cualquier certero rugido de revólver o cañón.
Todo eso lo sabía Pancho Villa, y también sabía que muchos caerían, y que nacerían nuevos descalzos más andrajosos que los anteriores, pero si la revolución tenía buena letra, tendrían la esperanza más encendida y sería más fácil brotarles las utopías.
Por eso el día que recibió su último balazo volvió la vista para mirar al periodista, preguntándole: "Mi amigo, ¿cuáles fueron mis últimas palabras?"

315
Seudonimo: Pygmalion

CORRESPONSAL
La religiosa cerró los ojos para que yo tocara sus labios con los míos. No pude; sus formas me aterraron; su amor me había mantenido inmerso en un mar de oscuridades. Oí las detonaciones a lo lejos. Los carros, las sirenas. "Eres un mal periodista, un pobre diablo", dijo. Por qué lo aseguró con tal displicencia como si lo estuviera leyendo en mis ojos, como si toda mi existencia se lo revelara. "Yo también soy una pobre diabla" murmuró tragándose el deseo de amar.

316
Seudonimo: Pygmalion

LA NOTA DE SUICIDIO
Estaba perdido, el alcohol lo estaba matando de todas formas. Su nota de suicidio es lo único vivo en el dormitorio. Se me congela el alma. Su tormento es irregular. Irrita la carne cuando se esta junto a ella. Da tristeza ver tanta personalidad en el trazo de sus letras, impelida la caligrafía por los vientos de torpeza.

317
Francisca Rivera Pardo

CLIENTE
El viejo estira una mano, se lamenta. Los transeúntes del bulevar circulan sin mirarlo.
El "hombre del carrito" pedalea, va transpirando. Arriba dos gordas cotorrean.
Una muchacha con la falda abierta a un lado y un joven con chambergo se cruzan al ritmo de Piazzolla.
El vejete sigue quejándose. Me acerco.
- Tengo hambre, hermano -, me dice. - Una monedita, por el amor a Dios.
Busco en mis bolsillos. No llevo monedas. "¡Qué mala suerte!", pienso. "Otro día le compraré el lamento".

318
Francisca Rivera Pardo

INSPIRACIÓN
Miro la lluvia de naipes cayendo en un sembradío. Después observo una moneda de oro ocultándose tras una montaña de papel. Desvío la mirada hacia un martillo golpeando un clavo de olor. Contemplo la imagen mojada de María dentro de una vasija metida en una cacerola con agua sobre el fuego. Después detengo los ojos en unos copos de nieve precipitándose en un tarro de leche. De ahí fijo la vista en un silabario remojándose en un plato de sopa. Después examino un rebozo cubriendo unos huevos. Veo la espuma de un caballo goteando en un balde de cerveza. Sonrío. Dejo el pincel sobre la paleta. La musa se ha retirado.

319
Marta Martínez Matute
Valladolid

EL LIBRO DE LAS ONCE
Entre los escombros de la antigua biblioteca de la facultad, el profesor Pelillo rescató un libro cubierto de polvo. No era de filosofía. Las lágrimas volvieron a desvanecerse atravesando su rostro, pese a la impávida expresión de su mirada, como perpleja, muerta en el tiempo. En realidad, toda sonrisa se había perdido desde la desaparición de su mujer, Eva Curinova, hacía un año. Abandonó su mesa de bibliotecaria en busca de una cafetería, a las once de la mañana del primero de diciembre. El reloj del señor Pelillo marcaba ahora las diez cincuenta y cinco. Miró a su alrededor. La nube de hojarasca sobre la que mantenía sus pies no dejaba duda, era el mismo primero de diciembre. Sin embargo, la pesadilla había concluido en ese instante. Cinco minutos antes.
Cerró los ojos. Sopló. Su mirada se deslizó sobre las letras estampadas en la cubierta del libro. Informe sobre el proceso de adopción internacional de Andrei Curinova. El mundo se derrumbó, como la biblioteca en la que pasó horas muertas durante el descanso de las clases, que hoy derribaban para ampliar los despachos. Él mismo había registrado esa biblioteca, su mesa, sus papeles, en busca de una bobina que recompusiera a su mujer. Hoy, quería hacerlo por última vez. Pero ahora ambos eran ruinas. La biblioteca, la bibliotecaria. Su vida. En su memoria surgió una imagen, la fotografía que colgaba del periódico en esa misma mañana, un mozalbete pecoso, rubio, de ojos chisposos, que brillaba con el idéntico destello que ella. Un titular: una mujer y su hijo mueren en un accidente de tren a once kilómetros de San Petesburgo.
Sus dedos abrieron la última página del libro. Inconsciente ya. Una gélida anotación, escrita desde una cafetería a media mañana de un primero de diciembre. Una rúbrica, la de Eva. Un destino: Rusia.
- ¡Lástima!- pronunció su voz,- ¿Por qué nunca me lo dijo?- pensó mientras contemplaba cómo la escavadora invadía el etéreo lugar.
El descanso terminó. Ojos húmedos. Un minuto más tarde, regresó a su vida. Clase de Lógica. El profesor Pelillo se dirigió al aula, como siempre, como todos los días. Mas no hoy. En su mano, un delirio: un libro.

320
pilar galindo salmerón

AVESTRUZ
Querida:
Dada mi torpeza para advertir las señales que sin duda me has mandado, indicativas de que nuestra relación iba por mal camino, tengo que pensar que, en la otra vida, fui avestruz. Mi mejor actuación en todo este tiempo ha sido esconder la cabeza bajo el ala para ignorar lo evidente.
Si escogiste el turno de tarde en el instituto, de modo que tu jornada de trabajo se iniciase cuando yo terminara la mía, no fue por todas esas razones que desplegabas ante mis ojos, como las nubes de arena que levantan algunos animales para ocultarse de sus perseguidores; si no porque no tenías interés en mi compañía.
Y si los fines de semana salías desde muy temprano a pasear por el puerto, no era por observar el trajín de los pescadores, sino porque no resistías compartir conmigo el escueto espacio de la cocina. Tanto tiempo huyendo de mí con la mejor de tus sonrisas y yo con la cabeza metida bajo el edredón o el periódico. Siempre esperando, confiado, a que tuvieras tiempo para mí. Y eso no ocurría nunca.
Cansada de nuestra fantasmal convivencia y de la torpeza de quien la creía suficiente, has decidido prescindir del mínimo tiempo que me dedicabas y te has marchado lejos; tal vez con alguien que sabrá leer en tus ojos, en tus gestos y en tus pálidas manos de niña.
Y a mí, avestruz irredento, has tenido que escribirme esa triste carta de despedida y explicación, sabiendo que si no era así nunca caería en la cuenta de tu desamor, que es aún mayor que mi estupidez. Mensaje recibido. Que tengas suerte y des, ahora, con un lince que te adivine los sentimientos y no precise de burdas explicaciones.

321
pilar galindo salmerón

EL ODIO.
Ya no tengo esperanza. Creí que no habría nada peor que la soledad y el duelo que han destrozado mi vida. Pero sí lo hay.
Durante las noches interminables, lloro por mi juventud perdida. Siento mi cuerpo de escarcha, solo y estéril en esa cama grande y vacía. Me ahoga la conmiseración a mí alrededor, esa exigencia férrea de los lutos debidos, que me persigue con su ley, escrita desde siempre en el alma de las viudas. Debo, además consolar a mis hijos y responder sus cándidas preguntas sobre el cielo y una vida mejor. ¿ No es esto suficiente dolor?.
No. Hay más. Ella también estuvo allí, entre los cipreses y el frío. Claro que la reconocí. Porque vive en mi cabeza desde ese día…ese maldito día, en el que tuve el triste privilegio de saber Estaba apartada, medio escondida, pero viva. Y no tiene derecho a estar viva. La tormenta que ha desatado en mí es más destructiva que los días de agonía y las noche en vela, más que la impotencia y la desesperación, peor que el desconsuelo y la melancolía.
¡Ojalá pudiera concentrarme en el dolor de la pérdida!. Lo otro es más fuerte. Es un odio infinito que me sacude y me llena de acíbar la boca.
Ella…, allí, despidiéndose de mi marido, haciendo ver que era suyo también.
Quisiera ser nada más que viuda. Él está muerto, pero el odio está vivo.

322
Angel Larena Tamaturgo

ESCOTANDO
De todos era sabido que, por dinero, las dos amigas se dejaban tocar los senos. Mejor dicho, dejaban que les tocasen lo que de sus pechos no tapaban sus escotados vestidos.
Cuando se decidieron, los dos amigos se acercaron a ellas y les hicieron la proposición pertinente. El problema vino cuando (una era tetuda y la otra no) se enteraron de que el precio estaba en consonancia con el volumen del busto.
Después de unos instantes de desconcierto, como al que le gustaba la de las tetitas, le llegaba el dinero y le sobraba, y al otro no le alcanzaba para la tetona, dado que por separado no se dejaban «O nos pagáis y nos tocáis las tetas a las dos, o no hay trato», los dos amigos llegaron a un acuerdo: pagaron a escote...

323
Iván Humanes Bespín

DRÁCULA

Eso era lo peor, no poder coger del brazo a Lucy, convencerla de que él no merecía la pena, de que con sus idas y venidas de vampiro quién sabe dónde acabaría ella. Y en esto la madre que va y se acerca a ti y te ordena que la sueltes, que ella ya sabe lo que hace a su edad.
-¡Escritor loco! -dice.
Y las ves alejarse a las dos por la calle, entre el rodar de los carros y las pipas de los señores elegantes de Londres. Entonces, imaginarse al tipo clavando sus colmillos en la garganta blanca de Lucy, la mordedura y la lengua bebiendo, los cristales de la ventana rotos y las flores de ajo desordenadas, a la madre chillando al ver la cara más que muerta de Lucy por la mañana.
-¿Acaso olvidaron que ella es Lucy Westenra? -grita uno.
Aun tienen tiempo de girarse y buscar un policía entre tanta gente. No hay remedio, hay que aceptarlo y bajar la cabeza, subir enfadado por Paterson Avenue y enviar un telegrama urgente:
"A Van Helsing.
Esta noche. Sucederá. Llame a su amado doctor Seward. A Mina y a Jonatan Harker. Suyo.
Bram Stoker".
Y al sonar las doce en el reloj del salón, agarrar la pluma y una botella de brandy. Invocar a los personajes. Escribir la historia de un vampiro con alma de lobo y cejas pobladas.

324
seudónimo Verde Eléctrico
Cartagena (Murcia).

ZIG-ZAG
Él se iba a meter en la cama, pero ella dormía, deseable . Y él, mientras tanto, movió su cuerpo femenino y encontró un kit-kat. Lo engulló rápidamente, mas unas tímidas migajas cayeron sobre su piel indiferente. Él la limpió, la abrazó y cerró los ojos.
Ella no se iba a meter en la cama, pero él aún no se había dormido. Ella no hizo nada, no comió nada... inmóvil, impasible. Porque ella ya estaba allí.

325
seudónimo Verde Eléctrico
Cartagena (Murcia).

MONÓLOGO DIALÓGICO ( EN LA CIUDAD PERDIDA)
Estamos a primeros de agosto y ya no sé qué decirte. Quizá la monotonía ha roto los cristales de nuestra pasión. Tú me reprochas y yo me encolerizo (miradas, gestos, abrazos, gritos, desesperación...). Ahora, cuando veo las calles vacías, la ciudad perdida por su orgullo, el sol quemando abrasadoramente nuestras ilusiones... ahora, que se suponía que teníamos que estar tranquilos, yo no sé, quizá tengamos que luchar entre las olas de nuestra podredumbre diaria. Ahora.
¿Que qué? Dejémoslo así. Háblame con voz muy queda si no quieres que me derrumbe. No quiero oírlo. Me dices que estamos a dos pasos y que no nos vemos. Vale. Yo te digo que eres tú la que no quieres verme, sentirme, desearme. Hace ya mucho que no me palpas. Parece que te gusta más el invierno o cualquier otra estación. ¿Me oyes? Parece que no. Aquel día. Sí. No sé lo que nos pasó. Tengo que sobrevivir jugando a que estás tocándome, acariciándome cada metro de mis carriles erizados.
Ya hace un año. Las farolas de la ciudad siguen apagadas. Y ella y tú vacías de mí. Negritud de negritudes.
Voy a apagar la luz. Ya. Estoy desnudo frente a ti pero no te das cuenta. Quisiera fundirme en tus pensamientos y recuerdos. No me mires así, te lo ruego. Gracias.

326
Elías Manrique Dorador
Granada

EPÍLOGO BREVE Y HERÉTICO
Muchos años después, no dudéis que demasiados, el triunfo de la Revolución le permitió regresar del exilio.
Para entonces, las refinerías incandescentes de la Yahvé Oil Company habían sepultado el olor a tabaco y caña, y los retratos del difunto general Abel, arrancados por el pueblo de sus podios, le sonreían desde el asfalto luminoso del Malecón de Edén.

327
pseudónimo: Anxo

MI LUGAR
Por fin sola. Sola en medio de la nada. Rodeada de mar por todos lados. Únicamente detrás de mí sobresalen unas rocas un par de metros. Alejada por fin de todo y de todos. Sola, pero acompañada. Mucho se habla de estar con mucha gente pero sentirte sola, pero nunca del caso al revés. Pero no me siento marginada. Éste es mi lugar: el mar. Nací en el mar y moriré en el mar. El mar se tragó todo lo que yo tenía, pero el mar no es malo. Para mí es como el amigo que nunca tuve. Le cuento todas mis confidencias y él me las responde con las olas. Por culpa del mar no me queda casi nada material, pero sin él no tengo identidad. Desde que nací la ventana de mi habitación da al mar, por eso convive conmigo a diario. El mar es algo asombroso, tanto puede hacer el bien, trayendo comida a casa; como hacer el mal, como esas olas que se tragaron la que hasta ahora fue mi vida.
Mi familia sólo pudo rescatar unas latas de comida, ropa de abrigo y la vieja zodiac. Con ella pude llegar hasta aquí, un pequeño saliente en medio de la nada, a veces utilizado como faro. Aquí venía a veces con mi tío a esperar a los pescadores que finalizaban tu jornada en el mar. Y muchas otras veces vengo sola, nadando, o como esta vez, en la zodiac. Siento este pequeño saliente como un escondite al que poder huir de la realidad. Aquí no hay ni problemas ni alegrías, sólo tranquilidad, aunque casi nadie puede entender a qué me refiero. Muchas otras niñas lo tienen en su casa, como más lejano en el jardín, y por eso me miran sin entender cuando me ven marchar hacia aquí. Todos piensan que estoy loca, pero yo sé que no es así. Para mí es mucho más coherente tener un sitio en el que poder pensar lejos de todo el ruido, en medio de mi medio; que tenerlo en mitad de los problemas a donde todo el mundo puede acceder.
Hoy el mar y el tiempo están de acuerdo conmigo. Ni una nube en el cielo, el sol bien alto y el mar tranquilo. Las olas chocan suavemente en las piedras que están a mis espaldas, de cara a tierra. Delante de mis ojos no paran de pasar barcos mercantes, por el tamaño la mayoría petroleros. Pero las barcas de los pescadores ya no zarpan. Es triste. Esperemos que algún día todo vuelva a la normalidad.

328
pseudónimo: Anxo

OJALÁ...
Ojalá pudieras estar conmigo aquí arriba. Siento que floto, y lo oigo y lo veo todo. Acabo de enterarme: no podré volver. Por favor, no llores. Ahora que no puedo regresar cuida tú del grupo. Pero no te preocupes por mí. No estoy triste, tampoco sé por qué debería estarlo. Más bien tengo curiosidad en qué pasará ahora. No sé a dónde voy a ir. Lo que tengo claro es que no os voy a olvidar. Espero que vosotros tampoco. No sé que decirte... tengo tanto que contarte... ¿Sabes? Te voy a echar de menos. Si pudieras venir, por lo menos poder despedirte... ya sería feliz el resto de mi vida. Pero, tú también lo sabes, no puede ser. Así es la vida. Unos van por un lado y otros por el otro. Y nuestros caminos se separaron esta noche. Espero que no tengas nada grave. Siento tener que irme y dejaros atrás. Tú, los amigos, la familia... sé que voy a tener ese vacío el resto de mi existencia, vaya a donde vaya.
Ojalá pudiéramos estar juntos para siempre, como prometimos. ¿Te acuerdas? Pero no va a poder ser, hay poderes aquí arriba más fuertes que nosotros, lo deciden todo. No me lo puedo creer... esta noche prometí no beber, pero no lo pude cumplir. No le eches la culpa a nadie, porque no la tiene. Tuve que haber dicho que no. Pero no lo hice. Y ahora estoy separada de ti para siempre. Quisiera poder volver a abrazarte, volver a sentirte a mi lado. Pero no va a poder ser.
No llores, anda. Ahora empieza otra vida para los dos. Espero que tu mundo mejore, y el mío sea mejor que el anterior. Intenta hacer que sea así colaborando y convenciendo para que se colabore. Y recuerda, esto no es el final, es otro principio. No te encierres en el pasado, ahora ya no estoy y tienes que seguir con tu vida. Pero no me olvides. Recuérdame como una ex amiga, que disfruta viéndote feliz con otra gente. Eres joven, no te encierres en ti mismo. Y aprovecha cada momento de tu vida, que se pasa en nada. Créeme. No te preocupes, yo estaré bien. No hagas ninguna tontería. Y dile a los chicos que los echaré de menos, pero, entre tú y yo: siempre te recordaré más a ti que al resto. Tomad ejemplo y no bebáis. Recuérdame con cariño. Me llega la hora de partir. Perdona todo el mal que te pude haber echo... no llores...

329
Pseudónimo: Estrella Fugaz

SENTIMIENTOS DESORDENADOS
Ves que el reloj corre demasiado, y te prestan ilusión y fuerzas, ahora los rasguños han desaparecido, y la escala de grises se vuelve del revés. Sus manos te cosquillean el estómago, su nariz es inevitablemente irresistible, su ombligo y tu mundo se vuelven del mismo color, y los giros que se van dando en tu entorno te crean sonrisas.. dejo el vértigo y los miedos, los dejo por las ganas de vivir, de conocer. Lloré, y ahora lo olvido.. se acabaron las discusiones, su tono de voz alto que te creaba inseguridad hasta en los tobillos.. Ahora dibujo espirales en los rincones, sueño con los cuadros que colgaremos en nuestra habitación, me concentro en pensar cómo será todo allí.. Porque mi vida dará un cambio radical, y el vértigo que siento es tan jodidamente optimista.. Nunca me he sentido así, tan segura del cambio que voy a dar, tan convencida de que todo irá bien.
Ya no hay razones por las que abandonar, no hay razones por las que sentirte pequeña y frágil.. ahora me siento fuerte, segura, feliz.. Quizás les eche de menos con el tiempo, y me rasgue el estómago que su cara se dé la vuelta cuando me mire.. pero ni una lágrima más, ni un recuerdo punzante, ni una sonrisa invertida más por él. Se acabó, me cansé de luchar por una amistad que nunca lo fue.. y ojalá, ojalá no te conociese, ojalá el 'no te conozco de nada' fuese cierto, y nunca hubieses entrado en mi vida.. Porque cuando alguien entra en tu vida a patadas, sin avisar, tú intentas que te conozca transparentemente, y sólo recibes desconfianzas, palabras punzantes, medias sonrisas que no significan nada, y una despedida a voces y miradas de odio.. es preferible olvidarlo. Porque has conseguido, rubio, que en el mejor año de mi vida haya recuerdos que me pinchan en la punta de los pies, en el ojo izquierdo, en el ombligo, en el estómago..

330
Ana M. Psijas

FATALIDAD
Se levantó temprano esa mañana. Ese sería su último día como chofer de micro. Había encontrado un buen comprador, la vendería y el dinero serviría para pagar la operación que necesitaba su vieja hacía mucho tiempo. ¡Pobre vieja! al fin podría hacerlo.
Tomó un té caliente y salió. El frío le calaba los huesos cuando echó a andar la fiel y destartalada máquina que lo había acompañado durante tantos años.
Anduvo nostálgico todo el día y ya entrada la noche decidió volver a casa tomando los últimos pasajeros. Faltaba poco para terminar el recorrido y solo quedaban una señora gorda que parecía trabajadora de casa particular, un joven obrero de la construcción y tres muchachos de entre 12 y 15 años que seguramente eran escolares que se habían quedado vagabundeando después de clases.
Cuando se bajaron los dos pasajeros observó por el espejo que los muchachos se acercaban a él. De pronto sintió un cuchillo en su cuello.
¡Entréganos todo el dinero viejo!
No opuso resistencia, para que no le hicieran daño pero vio brillar una hoja acerada y sintió un líquido caliente que le corría por el pecho mientras su cuerpo se doblaba lenta muy lentamente y quedaba tendido en un charco de sangre.

331
Alberto Lardiés Galarreta
Madrid,

UNA PÉRDIDA IRREPARABLE 
Los sentimientos que afloran cuando perdemos algo que queremos, deseamos y necesitamos al mismo tiempo y de la misma forma, tan irracional como imparable, son tan fuertes que se podrían calificar de indescriptibles e incomprensibles. Llegué a esta conclusión hace un par de días, cuando la desgracia me sobrevino súbitamente al perderle a él. Siempre a mi lado, con él me sentía segura, reconocible, con un lugar en el mundo diferente al del resto de los mortales, era como si fuese mi guía o mi punto de referencia en este difícil sendero que es la vida moderna. Siempre paciente, despertaba mis nervios cuando me daba alguna noticia o, simplemente, cuando le tenía cerca y me entraban unas ganas locas de tocarlo y mirarlo durante horas; algo que, por novedoso en mi vida, denota el fuerte amor que sentía hacia él. Además, la comunicación con él siempre fue perfecta, inigualable, apenas una mirada bastaba para entendernos; y también a causa de su influencia mi relación con los demás era próspera. Su único defecto era que, como suele ser habitual, yo era más detallista que él, pero lo remediaba con el resto de sus virtudes. Precisamente, en los últimos días de nuestra relación le hice un par de regalos: un abrigo y un colgante. En cuanto a la prenda, solo se me ocurre decir, quizá tan tópica como acertadamente, que nadie sería capaz de vestirlo con tanta elegancia y saber estar como él. Y en lo que se refiere al colgante, cuando se lo ponía, yo le sentía cerca, como si permaneciese instalado junto a mi corazón eternamente. Por una vez en mi vida tenía la relación perfecta y, como consecuencia de un simple descuido, ya la he perdido de forma irreparable. Creo, sin miedo a equivocarme, que estoy deprimida y la verdad es que no sé cómo saldré de este infierno si no recupero cuanto antes, aunque sea gracias a un milagro, mi preciado y anhelado teléfono móvil.

332
Juan Ramón Santos

TEMPUS FUGIT.
Aparte de muchas virtudes, la tecnología encierra la vocación perversa de
hacernos sentir cada vez más viejos. Muestra de ello es cómo a diario, al
tiempo que se intenta saciar la voracidad acaparadora de los coleccionistas de
música, la perfección metalizada del CD, la enorme capacidad de almacenamiento
del DVD y los misterios condensados e insondables del MP3 nos ponen
despiadadamente de manifiesto la vertiginosa certidumbre de haber nacido vinilo
tempore.

333
Juan Ramón Santos

LA MEDIDA DE TODAS LAS COSAS.- 
Tendría cuatro o cinco años cuando el abuelo Teodoro iba a buscarlo a la puerta del parvulario. El niño le daba un beso, el hombre lo cogía de la mano y juntos recorrían un trayecto que sabían de memoria y que arrancaba en la calle Encarnación, atravesaba la plaza de la Catedral, recorría un tramo de la calle Blanca y luego la calle Trujillo abajo, pasando bajo el cañón de la Salud y cruzando a continuación el río. Al otro lado del puente se despedían con otro beso y el niño volvía corriendo por escondidas callejuelas que serpenteaban hasta su casa en lo alto del cerro San Miguel. Durante ese breve recorrido, el abuelo lo entretenía contándole chistes, historias y chascarrillos que lo dejaban completamente anonadado y lo enviaban de vuelta a casa dándole vueltas y más vueltas a la cabeza. Un día, cuando pasaban delante de la puerta de la catedral, intrigado por la desmesura de semejante construcción ?inconcebiblemente grande desde su baja perspectiva?, el niño preguntó tirando de la mano, Abuelo, ¿por qué la catedral es tan grande?, Porque cuando la levantaron los hombres eran enormes, respondió el abuelo, mucho más altos de lo que somos nosotros ahora. Pese a la ávida ignorancia de sus cuatro o cinco años, extrañado por tan insólita revelación, el niño lo miró con unos ojos muy redondos y bastante incrédulos, pero entonces el abuelo añadió irrefutable, ¿Es que no te has fijado alguna vez ahí dentro en los libros esos tan grandes que leían?, y el muchacho, con la boca abierta, recordando los formidables volúmenes que tantas veces había visto abiertos de par en par, recostados sobre el soberbio facistol en medio del coro, asintió del todo convencido pero profundamente preocupado, preguntándose cómo era posible que los hombres hubiésemos podido llegar a caer tan bajo.

334
Humberto Caballero Zambelli

LA CAGADA
Esa noche llegué a casa muy tarde, dentro de poco amanecería. Ella dormía, la encontré medio destapada, la luz del velador aún encendida. Entonces abrió los ojos y me sonrió. ¿Cómo llegaste? murmuró todavía un poco entre sueños. Me incliné para besarla. Seguro que yo olía a trago, si habíamos estado tomando con los amigos. Ella de inmediato advirtió algo raro, no era el tufo, de eso ya estaba acostumbrada. ¿Qué es ese olor que traes? No era una queja, ni siquiera un reproche, tan solo un reconocimiento. Nunca pude mentirle, aunque quisiera, se me nota en la cara. Es que después de la reunión, mascullé, pasamos por ahí. Se irguió en la cama, casi sin sueño. Me acosté con una de esas…, musité. Ella estaba sorprendida y en su rostro, además de la sorpresa, estaba el asco. No fue como te lo imaginas, le dije, la verdad es que me acosté, pero no pude hacer nada. Permanecimos mucho tiempo en silencio y después me acerqué y la abracé. De pronto, con mucha sabiduría, ella, lentamente, me comenzó a desvestir.
En un comienzo, tampoco funcioné. Pero después, cuando sentí su calidez y su abrazo acogedor, todo se transformó y el gusto amargo en la boca y el cansancio y la frustración, todo desapareció.

335
Max Valdés Avilés

ALZHEIMER

De lo último que estuvo enterada fue que una mañana de noviembre había perdido la memoria; el pasado y el futuro dejaron de existir y comenzó a vivir una existencia extraña, distante, peligrosa.
Mi madre está hoy encerrada en una o dos palabras que la detienen, le cierran el mundo, clausuran su viaje dentro de casa. Palabras cerrojo. Palabras sótano. Palabras oscuridad. Nos produjo gran desconcierto cuando desconoció a mis hijos y a mi padre. Se sentaba frente al balcón que daba hacia el parque durante horas. Cuando le llevé el desayuno preguntó por qué entraba una desconocida a su pieza. Me pidió que fuese a buscar a su hija, su nieto y su marido quienes creía la habían arrojado a ese horroroso asilo de desmemoriados. La miré a los ojos. No tenían fondo. Tampoco sonrisa No sólo la tristeza y la soledad la habitaban sino también el pánico de olvidar para qué servían los objetos sobre la bandeja del té ¿Usted quién es? Insistió. No supe qué decir. ¡Llévele esta carta a mi hija!, me señaló entregándome un sobre sin contenidos.

336
Max Valdés Avilés

JUICIO FINAL
Una madrugada de invierno nos visitó Jesús. Aguardaba en el primer piso. Hacia frío y yo iba - entre sueños- a buscar mantas para cubrirme cuando mi abuelo me detuvo en el corredor
-¡Jesús está aquí. Habla con él! - me rogó - ¡Dile que todavía me quedan tres cosas por hacer y enseguida me iré adonde él diga. Luego se dio la media vuelta encerrándose en su cuarto.
La casa donde vivíamos era un verdadero potrero y era factible que el buen hombre hubiese entrado por cualquiera de las muchas puertas que rodeaban la propiedad.
No tenía más alternativa que dar la cara. Crucé el corredor y sin prender las luces sentí la presencia del divino. Me acerqué lentamente y asomé la cabeza. Jesús leía una Mecánica Popular que el abuelo había abandonado sobre la mesa.
-¡No sacas nada con ocultarte... te he visto! - me señaló sin dar vuelta la nuca
Parece que eso de que él estaba en todas partes y sabía de nuestros pensamientos era un hecho.
-¡Ven aquí! - dijo con voz grave y dura.
Me acerqué yendo como al patíbulo.
Jesús era chico, guatón y llevaba puesta una casaca de cuero negra. Tenía varios días sin afeitarse.
-¡Le llegó la hora. Dile que venimos a buscarlo!.
Me devolví rápidamente escaleras arriba a decirle que el famoso Jesús no era como lo pintan sino una especie de narcotraficante o delincuente común venido a menos.
La sorpresa fue tremenda: el abuelo había huido por la ventana dejándome una nota:
" Querido nieto, perdona abandonarte pero con ese desgraciado de Jesús no se juega"
Bajé ante el Nazareno. Se le habían unido tres más que le protegían las espaldas.
-¿Y éstos quienes son? - pregunté
Jesús se hizo a un lado y los nombró indicándoles con el arma: Mateo, Juan y Lucas
Después subieron al cuarto del abuelo. Jamás pensé que esa era la forma de acceder al reino de los cielos.

337
Juan Pedro Sánchez Díaz

DESDE LA VENTANA 
Desde la ventana raíces soleadas bañaban mi espalda formando dibujos caprichosos en los pliegues de mis raídas vestiduras, mientras ajeno a todo resquicio de realidad permanecía desenmarañando mi caótica telaraña mental perdida en un bosque de ideas que, lejos de seguir el sendero acertado huían de todo posible entendimiento racional. Pude haberme quedado dormido durante la noche, más bien fue así, mientras perseguía ideas fugaces que pudieran plasmar con acierto historias concretas de personajes etéreos, lugares idílicos que tomaran forma como si de alquimia se tratase, y supieran desde el más puro y límpido silencio cambiar el desasosegado ritmo de nuestra aparente verdad. Y es que a mi edad ya no me es fiel el vigor del muchacho, ni la templanza que manifiesta el que es diestro en los lances a daga, sino se acrecienta en mí la desventura y final de la andanza, y ya no arde sino se apaga la llama.
Lejos quedan las mil alabanzas de que fui objeto por alegrar sin medida las noches enteras al calor del fuego, o los aplausos que las funciones por mí escritas recibieron, o mayor peso tuvieron sentencias resueltas a hombres sin cultura. Viejos testigos de la verdad empolvada en el tiempo, que ya sin fulgor ni fuerza ninguna imprimen su huella en la página de la historia.
Sólo el reloj y mi jarra de arcilla son los que mueven el puro sentido de mi realidad, pues en el tiempo se desarrollan las frescas ideas que los efluvios marcan a modo de impulsos sobre esta pluma, que con más tristeza que alegría deja plasmada mi frustrada vanidad.

338
Rodrigo Montero Morales.

ELLA.
Ella se vino desde la laguna del Itata. Tenía 20 años. Segundo básico aprobado se lee en el único certificado de estudios que carga en su cartera nueva. Los zapatos de taco le molestan, hacen de la llegada una pequeña tortura. Viene con una dirección de una tía que vive en Franklin. Sus ojos se concentran en el viejo empedrado de la calle Exposición. Los tacos le siguen molestando. Decide tomar un refresco de guinda, con un pequén. El jugo de la empanada recorre los pliegues de su pudor. Con dificultad ordena su falda planchada con la vieja plancha de fierro forjado. La ciudad la encandila. Sólo la conocía a través de los avisos de la radio que estaba junto a la mesa del comedor de sus años infantiles. El paso de las jaulas de madera con gallinas y pavos dejan un aroma que le recuerda el patio de su casa lleno de ropa blanca lavada con perlina. Su partida había terminado. La Ida se había transformado, con el viaje, en una luminosa llegada a la capital de sus sueños. Era hora de partir con sus pies dados vueltas hacia atrás hacia la dirección anotada en la servilleta de la fuente de soda donde lo vio por última vez.

339 ¿?????
Rodrigo Montero Morales.

MEDIAS DE SEDA.
A sus 86 eneros no abandonaba su coquetería. Acostada en una cama de hospital público no deseaba olvidar las escenas de su memoria que le permitían mantener su dignidad. Menos aquella escena que siempre contaba los veranos cuando en el centro del jardín de la piscina algún nieto hacía un paréntesis en su agitada adolescencia veraniega y se acercaba a conversar un rato con la Mitatel, como cariñosamente la había bautizado Antonio, el mayor de sus nietos.
La escena ocurría en el centro. Década de los 40. Interior de un local de medias de seda, esas de antes, no las porquerías que se hacen ahora. El sitio la galería imperio. Compraba medias caladas en Agosto.
El dependiente solicitaba que le mostrara las piernas para ver el talle.
Ella levantaba la pierna a partir de la rodilla. Le salían desde las caderas posadas en la banca forrada de terciopelo. Sus ancas generosas se extendían hasta el suelo gracias a las piernas contorneadas que apretaban su secreto bulbar. (¿Qué puede haber mas caliente que el sonido del tafetán al rozar unas piernas de seda cruzadas coronando unas caderas que se proyectan al suelo desde la cintura?).
El dependiente-pretendiente exclamaba, según la leyenda, "con esas piernas cualquier media se le ve hermosa"...
El doctor doblaba los pies de la anciana intentando devolver la elasticidad necesaria para poder vivir lo que le quedaba por vivir.
(La vida no se quiere abandonar así, como así. Cuesta más que la mierda doblarse para adentro y ver como se acaban los años, poco a poco no se toleran los espejos. Se desarrolla una suave rabia con los que te miran morir.)
El tratamiento consideraba varias sesiones de kinesiología para acostumbrar el perno nuevo de su cadera al movimiento.
Los hijos se turnan para acompañarla en la lenta recuperación.
Una sonda transparente es la proyección de su vergüenza.
Unas sábanas con rótulo público cerraban el cuadro.
El médico hacía lo suyo intentando no violar el fino límite del pudor de sus 86 años. El cuerpo acostado llenaba la fisura del colchón. La piel blanca, blanda. Sin el sol de los veranos, desde hacía muchos veranos.
Los pequeños ojos de ester se perdían en el cielo descascarado.
Le costaba mirarse al espejo y reconocer que sus piernas ya no estaban para medias de seda, compradas en el centro a comienzos de agosto.
Ya no, Ya no, nunca más se repetía, mientras el nieto de turno, entraba al baño a limpiar una lágrima que le hizo desenfocar su mirada.

340
seudónimo: ale lamas

UNIDOS PERO SEPARADOS.
Es demasiada la diferencia cultural entre los pueblos latinos y anglosajones, que paradójicamente comparten América. Con mayoría de ingleses y franceses se fundaron Estados Unidos y Canadá, mientras el resto fue poblado por españoles, portugueses e italianos. La carrera empezó sin ventajas, Colon descubrió ese nuevo continente hace ya mas de 500 años, por lo tanto todo empezó de cero, como las construcciones, caminos, y el sueño de ir a una tierra nueva, despoblada. La mentalidad de liberación de Europa vino casi al mismo tiempo, para finalizar en nuevos países independientes.
Actualmente los norteamericanos han constituido un territorio de prosperidad, donde la ley es muy respetada y a toda persona se le garantiza un juicio justo. El uso del sentido común es generalizado y gracias a ello es que han sido inspirados y fueron los primeros en redactar constituciones de libertades para el ser humano, han aceptado a los inmigrantes para que trabajen, han creado sistemas democráticos, que a pesar de que los griegos lo hayan tenido en la antigüedad no fue tenido en cuenta en los últimos siglos, y hoy son la base fundamental de gran parte del planeta.
Latinoamérica se encuentra a años luz de alcanzar la mentalidad americana, puesto a pesar de no ser naciones pobres la mayoría del pueblo carece del talento de un pensamiento acertado en materia humanista, algunos ejemplos pueden ser su afán en robar, de defender a quien hace un engaño, asemejándose a la ley de la selva donde el mas fuerte es quien se impone.

341
Pseudónimo: DOS TOY EVSKY
Entre Ríos, Argentina.

SIAMESES
Uno y uno, monogamia
uno y uno, once
uno y uno, Gardel y U2

No escribieron los libros, pero sí las dedicatorias. De un tratado de relojería: "A las 2". De un manual de numerología: "A los 2". Nada más, pues murieron jóvenes, pese a llevar una doble vida.

342
Salvador Solano Salmerón

DESTROZANDO A LOS CLÁSICOS
¿Qué es poesía?, preguntas mientras clavas en mi pupila tu pupila azul, haciendo brotar regueros de espesa sangre. El bueno de Bécquer no advirtió de que doliera tanto… Me cuesta horrores sostener tu mirada impávida, al tiempo que borbotones de líquido rojo oscuro, casi negro, se deslizan cual tétricas lágrimas, humedeciendo mis mejillas, introduciéndose en mi boca, goteando, goteando sobre losas menos frías que tu corazón, tan lentamente como si tiempo fuera sólo una palabra.
Al fin bajas la vista, suspiro y tú sonríes, mientras jugueteas puerilmente con tus yemas en mi sangre, dibujando palabras en el suelo; palabras con las que luego escribiré los versos del alivio, creyendo, orgullosa y neciamente, que son míos.
¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas? Poesía es la inocente belleza de todo el daño que me causas, y del que ni siquiera te apercibes.

343
Diego García Gusano

HEBDÓMADA
Raimundo H. es un escuchante. Cuando se baja del autobús de Arauco ha oído por lo menos unas cuatro mil palabras de personas que no conoce. Una señora hablaba con un señor, que quizá fuera su marido, sobre la boda de Jorge, algún familiar suyo. Otra mujer, esta vez más joven, habló un poco para decir Disculpe me deja pasar. Gracias. Luego se apeó del auto y desapareció en algún sitio.
Raimundo H. lleva oyendo palabras, con sus respectivas letras y significados, así como giros gramaticales y corrupciones semánticas, durante treinta y ocho años. Los ojos ya los tiene vidriosos y secos de no usarlos. Y en cambio, la cera de sus orejas es una maravilla con la que se podrían hacer ánforas de cerumen, cuberterías de cerumen o libros de cerumen en el caso de que se pudiera escribir sobre el cerumen.
Raimundo H. nunca habla. Todo lo que tiene que decir, más tarde o más temprano, ya lo dicen otros. Los cualquiera. Esos con los que se encuentra en autobuses, parques, gasolineras, bancos, ascensores, pasillos, salas de espera, actos académicos, televisores, aviones, pasos de cebra, safaris, travesías a nado, paseos espaciales…
Por eso, siempre ha permanecido callado. Y cuando ya no le ha quedado más remedio, ha hablado.
Al llegar a Santiago, un hombre chaparro y bigotudo se ha acercado a él, y le ha preguntado distraídamente ¿Qué hora tiene?
Entonces, Raimundo H. se quedó mirando al hombrecillo y sonrió. Tras unos segundos de duda dijo: ¿Sabe que hebdómada es la única palabra del diccionario que no he oído en mi vida?
Las cejas del otro se contrajeron sobre su rostro como intentando acechar. Después se tragaron sus ojos. Y por último se comieron al hombre, que desapareció por entre la multitud. Devorado y confuso. Y naranja.
Raimundo H. ya no escucha. Abandonó su profesión. Ahora se dedica al negocio inmobiliario y por las tardes de lunes vende guías telefónicas de ciudades españolas. No se saca mucho dinero, pero a él no le importa. Su único afán es llamar a todos los números de teléfono de cada guía que consigue.
Siempre le dicen: ¿Hola? ¿Si? ¿Quién es? ¿Diga?
Raimundo H. sólo espera oír hebdómada de boca de otros. Cuando, esta mañana, lo hemos llamado, comunicaba.
Hoy no es lunes.

344
Julia Guzmán. Córdoba.
Argentina

MIRADAS
Aquì se habla de los dolores humanos como si fuesen fábulas. Cada vez que me acerco a la cama 23 y veo las vendas sobre los ojos del muchacho iraní no sé cómo mirarlo ni sé cómo me ve.
Quiero que sea él quien diga que las esquirlas ya no le queman tanto, para que los huecos de sus ojos sean tal vez una moraleja.

345
Julia Guzmán. Córdoba.
Argentina

INDIFERENCIA
Clavó los frenos para no cruzar la calle en el momento en que el semáforo se ponía rojo. Lo sobresaltó el golpe en la ventanilla del auto. Sin bajarlas, le dijo "no" al niño con la mano.
Cuando la luz verde le dio paso, aceleró huyendo del "no" que acababa de dar no sin antes mirar por el espejo retrovisor. Vio la silla de ruedas que se alejaba mientras las mandarinas se desparramaban sobre el asfalto húmedo.
Supo que el sabor de las mandarinas que comiera a partir de ese día ya no sería igual. Entonces, comenzó a llorar.

348
Seudónimo: Aprilium
Argentina.

LA CAÑADA.
La tarde cumple su ciclo, y como cada año él, también su ceremonia. Saca la caja que le había pedido a la enfermera. Está poblada de imágenes y de recuerdos. "Vamos adentro abuelo", dice la enfermera mientras se dispone a tomar una silla de ruedas. Está muy fresco y le puede hacer mal." Mujer insolente, tratarme de viejo. El anciano no deja de mirarla, no se mueve del sillón de mimbre, ni guarda la foto. "¿Es su hijo abuelo?" La mirada del viejo se endurece. La enfermera entiende que ha hecho la pregunta equivocada.
Cuarentón, bien parecido, como siempre, frente al espejo, examinará sus dientes con detenimiento. La piel suave. Loción para después de afeitar. Se peinará. Sacudirá levemente el pelo para darle naturalidad. Bastante bien, No cualquiera, pensará mientras se calza la campera de cuero y sale del departamento.
Lo ve de lejos, grande, lindo, y el sol de la mañana es testigo de un abrazo que no disimulan. Cuando él la vea, se verá por primera vez, viejo. Ella, colgada de su cuello, los pies en el aire, lo apretará con fuerza y girarán en la Cañada. Ella se olvida de sus hijos, para volver a los dieciocho años y se deja abrazar sin miedo, pero descubre que su cuerpo extraña a otro, que la abraza todos los días. Él sabrá que no puede contener a ese cuerpo más grueso, no por eso menos bello. Igual de frágil. Él sufrirá por haber querido abrazar otros, quizás con formas mejores, pero sin la tibieza de éste que por un momento cree recuperar. Y esa sonrisa, la misma de hace veinte años, fresca, como si el tiempo la hubiera iluminado. Y sus propias arrugas, nuevas para ella, arrugas profundas que le han inventado años. El cómo estás que él evitará preguntar. La tristeza de saberlo sólo cuando pudo haber sido suyo, y el orgullo de cuatro hijos que pudieron ser de él pero que no fueron. Y ése estás igual, mentira que él quiso creer porque fue el mejor halago; verdad que le dolerá reconocer. En adelante sólo tendrá la duda de no saber si él le hubiera dado tanto, la bronca por haberle dejado su lugar a otro, y la certeza de que ella pudo ser feliz sin él. El chau, hasta siempre, su corazón vacío, las manos de ella, llenas con las de sus hijos, y él reteniéndola el minuto que no supo retener a tiempo. Con ese mismo gesto de acomodarse el pelo detrás de la oreja. El querer seguir mirándola. Estoy apurada, dirán sus ojos de ternura lejana porque sabrá que los suyos disimularán nostalgia. Ella se dará vuelta para despedir con una sonrisa, a su primer amor. Él ya de espaldas no querrá ver, ni volver a verse en el espejo porque sabe que si se mira, se verá como lo que es ahora, un viejo que solo vive para el recuerdo de aquel encuentro, reflejo de su presente y predicción inexorable de su futuro.

349
Roberto Malo
Zaragoza

SEXO ORAL
Mi amada está cansada de chupármela. Ya vale de sexo oral, me dice. Pero dada tu condición, intento razonar, pellizcándole un pezón, es de lo poco que podemos hacer. Ella se pone roja como un cangrejo. ¡Me voy, ahí te quedas, que eres un guarro!, me grita, y mi sirena salta del barco y se aleja por el ancho mar, meneando su cola de pez con brío y cierto despecho.