Del 0 al 49

Microrrelatos

0
Ximena Cancino Cifuentes
Chile

TE ESPERO EN EL PARQUE
Esperé tu llegada, casi una hora.
Alrededor del árbol que fue testigo, han construido un hermoso parque.
Eras mi profesor de educación física. El tiempo no ha logrado borrar tu imagen.
¡Cuánto he luchado para no recordarte!
Me enteré por el diario que hoy estarías aquí. No podía dejar pasar la oportunidad de sentir placer mientras miro cómo te van bajando.
Si pudiera, también me quedaría a ver cómo los gusanos van comiendo el cuerpo de quien me violó cuando tenía ocho años

1
Guillermo M. L.

ME DIJO
-¡Me has engañado! -me imputó Alicia aquella tarde, a la orilla del río pausado e invernal. En sus ojos había lágrimas de llanto silencioso.
Si llegó a sospechar de mi aventura, fue sólo gracias a una cochambrosa coincidencia. ¿Pudiérase, en rigor, aseverar que yo la traicioné? Es el caso que Alicia tenía por entonces un novio, allá en el norte, de esos a los que se denomina "formal" a ojos de familia y conocimientos.
También tenía una amiga: 'Heli', quien, ¡qué casualidad!: vivía justo enfrente del último mohicano de los cines de programa doble, al que yo había ido acompañado de Carlotina a revisar un peliculón. A Heli también la vi. En el balcón de su casa. Una vez que levanté la vista. Tal vez sintiéndome observado.
A la orilla del río, miré a Alicia, con algo de pena quizá, pero sin sombra de arrepentimiento. Serenado el torrente emocional, se mostró en parte aliviada y hasta con disposición a ser comprensiva. Clavó sus ojos húmedos en los míos y me increpó débilmente, entre hipidos:
-¡Podías haberte buscado una más guapa! -eso me dijo.
Aún me dura la sorpresa que me causaron sus palabras.

2
Cristina Álvarez.

EL INSONDABLE ORIGEN DE LAS OBSESIONES . 
Desde la terraza semicircular de su ático podía sentir como el pesado olor a salitre de la playa se le adhería a la piel. Había a su alrededor una calma inquietante: la de los toldos azules casi inmóviles y la de los brillantes marcos blancos de las ventanas.

Débil y aletargado por el perezoso silencio del verano a la hora de la siesta -cuando el sol y la quietud lo invaden todo y el tiempo se vuelve lento y elástico- achinó los ojos y, en vano, se concentró de nuevo en ahogar su atormentada conciencia entre los apaisados colores del mar que le nublaba la vista.

Incluso cuando empezó a correr sólo oyó el eco de sus pies descalzos contra el suelo de baldosas calientes y, por última vez, su cabeza estalló en imágenes, dolorosos negativos de su vida que se difuminaban a la velocidad de la luz mientras él y sus esperanzas caían tristemente frustradas, se estrellaban contra el suelo, horadaban el hormigón y la piedra, viajaban ciegas y decididas hacia el centro de la tierra y se esparcían como semillas vírgenes y caprichosas para acabar deambulando eternamente por el tiempo convertidas -por gracia de esa broma macabra que es el olvido- en pasto incesante para las obsesiones de futuras identidades.

3
(fuera de concurso, no se ajusta a las bases)
Seudonimo: Silvermaster

EL SEÑOR ANCIANO DE LA CABAÑA DE BARRO.
Esta es la historia,
Del señor anciano de la cabaña de barro.
Quien esta ya buenos meses,
Sin trabajo y sin centavos.
Él me recibió en su casa,
Con tazones de greda hechos a mano.
Me dio agua de un pozo.
Mientras en su mesa juntos conversamos.
Hace ya buenos meses estaba parado.
Sus grandes ideas de hombre luchador,
De pura mala suerte se habían acabado.
Tanto así que se recordaba
y ponía cara de malhumorado.
- " antes ordeñaba una gran vaca
Y de la leche vivía.
Pero acá el camino pasaba nevado,
Así que yo poco vendía.
Era tan poco trabajadora esta vaca lechedora,
Que la vendí al viejo Ordóñez por unos pesos
Y esa roñosa mecedora".
- "He allí que tome los pesos y me hice un invernadero
(De apoco lo hago crecer) - dije yo.
Tengo unas botas en el ropero,
Con ellas trabajo y lo hago duradero".
Pero el invernadero se demoraba mucho,
La fruta no nacía nunca.
El pobre viejo necesitaba dinero.
Leña no le faltaba,
Pero necesitaba plata para cuando llegara con las provisiones el remero.
Entonces se le ocurrió una genial idea...
" Le diré a la Eulalia
Que me fíe mientras tanto unos conejos.
Me hago en aquel rincón el criadero
Y le pido a ella misma me dé algunos consejos".
Fue entonces que el Señor anciano
Tomo madera, martillo y clavos.
Armo su nuevo criaderos de conejos,
Pensando ganaría unos buenos centavos.
Los conejos se cruzaron
Y muchos nacieron.
Esperó que crecieran un poco,
Para venderlos y comerlos.
Así una mañana se dio cuenta,
Que los conejos se comieron lo del invernadero.
Dejaron solo los tomates,
Una pala y el madero.
"-¿Que haré ahora?- decia el anciano.
Puse toda la plata de la vaca
En ese pequeño invernadero".
"¡! Malditos conejos de mierda!¡,
Se comieron hasta el regadero".
Fue allí que un muy buen amigo,
Le dio de regalo un gran perro.
-"Se llama "Meme", es ovejero.- dijo el amigo.
Prometo traerte la hembra y con los perros te armas otro criadero".
Feliz estaba el anciano.
Esperaría la hembra para "Meme".
Ocuparía el espacio del invernadero
Y allí haría su criadero.
Pero la hembra no llego nunca.
Pasaron meses y el amigo jamás se presentó.
Mucho menos llego la hembra, ni siquiera una carta le mandó.
Entristecido salió a su patio el señor anciano de la cabaña de barro,
Cuando vio como Meme muertos a sus conejos enterraba,
Dejando solo las patas al cielo ventiladas.
- " ¡! Perro de porquería ¡!.
Con Razón el otro te regaló
Al primer tarado que por al frente pasó".
He allí que con una patada en el trasero,
El pobre Meme sin casa se quedó.
Esta historia me la contó,
El señor anciano de la cabaña de barro.
Mientras agua de pozo este me había dado,
En unos tazones de greda
Que él con sus manos había creado.
"Le diré una cosa Señor...
Su mala suerte mucha risa a mí me dió
Haga conmigo un buen negocio " - Le dije yo.
....Fue así que al irme me traje los tazones
Y él con buenos centavos por fin se quedó.

5
Saturnino Rodriguez Riverón

EL NIÑO Y LA FIERA.
El niño es alto y escuálido, como su padre escuálido y alto, empleado de una oficina que trasiega muchos papeles. Por esos papeles el hombre no ha cumplido la promesa de llevar a su hijo al nuevo zoológico.
Pero este fin de semana sí. Ha trabajado fuerte tras el buró, ha sudado sobre los folios para saldar su deuda filial. Y ahí van ambos tomados de la mano, entre jaulas, barrotes y arroyos practicados en el terreno.
Junto a las fieras en cautiverio se detienen y el niño se extasía en la contemplación de un jaguar que lo mira desafiante detrás de las rejas.
Mientras el padre conversa con una joven platinada, el muchacho aprovecha la ocasión para escabullirse.
El alboroto es general. Tanto el público como el celador dan gritos de alarma, el niño está dentro de la jaula. El padre repara en la algarabía, gentes que le tiran del brazo: - Señor, su hijo, su hijo. Dentro, con el jaguar...
- No hay de qué preocuparse. Será rápido- dice.
Nadie entiende. Un momento tan difícil para un padre, su hijo puede ser despedazado sin piedad por el felino, trucidado en incontables partes, y él ni se inmuta.
Como indicara el hombre flaco y alto todo fue rápido. La lucha del tigre enano con el niño alto y flaco es breve, relampagueante. Solamente unos minutos ha requerido el muchacho para devorar a la fiera y, ante la incredulidad del público, dedica el resto del tiempo a mondar los huesos hasta dejarlos resplandecientes. El padre dice al auditorio boquiabierto:
- Les advertí que no se preocuparan. Cada vez que lo traigo a un nuevo zoológico sucede lo mismo. La vez anterior fue un hipopótamo.

6
Saturnino Rodriguez Riverón

ULTIMA BATALLA.
La guerra comenzó imperceptiblemente, sin que nadie comprendiera la catástrofe irreversible que sobrevendría a un simple intercambio de pareceres encontrados. Ganó proporción cuando desoyeron opiniones juiciosas que los instaban a detener la ofensiva verbal. De las palabras pasaron a mayores desenfundando largos cuchillos de matarife que una vez fuera de las fundas hendieron a izquierda y derecha en surtidores de sangre.
Los seguidores sólo esperaban un gesto para complicarse en la trifulca y el gesto fue proclamado. Entró en combate la infantería mecanizada y el propio enfrentamiento reclamó el uso de las fuerzas aéreas. La otra parte ripostó activando la artillería de aire, mar y tierra. Entraron en acción unidades especiales propinando golpes contundentes al enemigo de uno y otro lado, y la contienda se convirtió en irrazonable intercambio de bombas, obuses y proyectiles cada vez de mayor poder destructivo. Ciudades enteras fueron barridas del mapa, los sembrados arrasados, las aguas contaminadas por productos químicos letales. Los blindados mordidos por infinidad de impactos; los aviones derribados, las flotas de barcos hundidas , los hombres muertos. La guerra tocaba a su fin , sin victoria para ninguno de los bandos. Las pérdidas humanas y materiales fueron casi totales.
De la destrucción sólo alcanzaron a salvarse dos computadoras, con grados de general, una por cada parte involucrada, con los teclados medio carcomidos por la metralla y los videoterminales casi carbonizados que, en un arranque último de amor al prójimo, se autoprogramaron para firmar el armisticio.

7
Jesús Fernández Morillo

ESCRITO AL AMANECER
Te voy a desnudar despacio; con cada movimiento irá descendiendo el sol y se quemarán en él tus telas. Tu cuerpo, ampo y brillante, aparece delante de mi espejo, como un retazo perfecto del Universo.

Cae una persiana, suena el silencio, y baja el calor desde tus ojos a mis rodillas, levemente flexionadas hacia ti. No hay una sola palabra en nuestro encuentro, ni sonrisas, ni gemidos, ni recuerdos; sólo este presente especialmente señero, verde y cariñoso, que nos impregna de una especial melancolía y hace que nos unamos tan fuertemente. Hemos empezado a conocernos hoy de un modo diferente; hasta fluye de nosotros el amor. La tristeza se ausenta; palpita extrañamente una palabra. Queda en el aire una sonrisa.
Va haciéndose de noche… y nuestros cuerpos se encuentran tan cerca que perciben cómo se trasladan y corren del uno al otro efluvios de amor, sienten el tacto por cada uno de los poros, están tan a gusto que se acercan para permanecer en un beso casi eterno.
Pasan los instantes, como hojas levemente caídas en el otoño, como gotas de rocío que se deslizan por el pétalo de un nardo, como gira lentamente una flor mirando al día.
Hoy sé que te amo, que te estoy pensando como hálito fugaz, que te necesito de nuevo, como flecha extraña y como humo de tinieblas. Ahora hasta me queman los rayos de la luna, y el fulgor de las estrellas me hace daño.
Quiero besar de nuevo tus caderas y rezar sobre tu vientre. Te has vestido de nuevo. Tomas mis cabellos entre el tacto de tus dedos. Sonríes cerca de mis labios. Pronunciamos el último beso. Sangro amor por los ojos.
Te dejo ir. Se enfría nuestro lecho. Amanece… te escribo...

8
Susana López Rubio

MARILYN MONROE
Teo nunca logró superar el sentimiento de culpa por la muerte de Bruno. Al fin y al cabo, él fue quien le contó el chiste. "Se abre el telón y aparece una mujer que se llama Mary y está royendo un limón. ¿Sabes como se llama la actriz? ¡Mary limón roe!"
Bruno sonrió pero estaba demasiado ocupado maquillándose como para prestar verdadera atención. Los siguientes minutos no fueron menos ajetreados. Aplausos y un revuelo de satén, lentejuelas y lycra por los pasillos. El rugido de un tigre después de pasar por el aro. Un caniche con un tutú enredado entre las piernas de la funambulista.
Bruno y Teo saludaron al público. Las caricias del foco, los suspiros colectivos, el tintineo del metal... lo de siempre. Hasta que Teo, con los brazos extendidos para coger a Bruno, escuchó su tremenda carcajada.
"¡Marilyn Monroe! Tiene gracia" Bruno pilló la broma pero perdió las manos de su compañero. El circo estuvo dos semanas de luto. Teo no volvió a subirse a un trapecio.

9
Beatriz Hernández Bilbao

DESPEDIDA.
Desde mi ventana azul te lancé un beso.
Mis labios rojos surcaron el mar de tu mirada llenándola de sueños con olor
a menta y albahaca.

10
Miguel Delrio Mate

¿POR QUÉ?......
La mirada perdida, su grito desgarrador, lagrimas de sangre por sus mejillas, en brazos, su dolor.
Rodeada de polvo, destrucción y miseria. ¿Por qué?, ¿por qué?......
No entiende de territorios ocupados, ni de religión, tampoco de política, no sabe que es oriente u occidente, solo entiende de amor.
Amor inerte en sus brazos tras cinco años de complicidad, carne de su carne, mutuas miradas, sonrisas y aveces, las más, mutuo dolor.
Por su mente, en un segundo, sus manos, su piel, su ternura, su amor.
Invoca a su dios, mirada al cielo, aun sangrante de fuego y odio. ¿por qué?, ¿por qué?...
Impotente, portando el dolor en sus brazos avanza bajo una lluvia de fuego de ametralladoras y morteros, sin rumbo, como si de un espectro se tratara.
Su túnica blanca, manchada de sangre, se convierte en una diana perfecta.
Apenas veinte metros y su dolor desaparece.
Juntos, sobre el polvo, cuerpo sobre cuerpo, sangre sobre sangre, amor sobre amor.
Su ultimo aliento: ¿Por qué?, ¿Por qué?....

11
Seudónimo: Piluno

LÁZARO
Cuando Lázaro resucitó, la mortaja le impidió ver la enorme losa de su tumba, tropezó con ella, cayó, y volvió a morir. Jesús cabeceó, decepcionado.

12
David Gerardo Colina Gómez

EL CIEGO
Jesús sanó al ciego que pedía limosna a las puertas del templo de Salomón. El antiguo ciego abrió los ojos, miró el sol poderoso del mediodía que lo llenaba todo de colores que recordaba de su infancia y a un hombre que arrojaba con violencia a los mercaderes y cambistas que ocupaban el patio exterior del templo. Luego vio el antiguo ciego a su compañera, tan llena de llagas y podredumbres que sintió el vómito acudir a su garganta y como pudo se puso de pie y se alejó con premura del sitio. Y el antiguo ciego recorrió el mundo, dichoso con su don y un día sintió hambre y pensó en el hombre que le había sanado y le llamó a gritos maestro y como el maestro no respondió y nadie supo dar noticia de él, el antiguo ciego se dijo, con serenidad: "Debo trabajar" y probó muchos oficios pero cuando se aprende un oficio y se adquiere una cierta maestría en él, ya no se puede desempeñar otros a cabalidad o por lo menos de un modo medianamente satisfactorio y he aquí que el antiguo ciego volvió a sentarse a las puertas del templo de Salomón a pedir limosna a los que pasaban y nadie le dio nada porque vieron que veía y terminaron arrojándolo de allí con violencia, los sacerdotes o los otros mendigos. El antiguo ciego murió de hambre, murmurando terribles maldiciones y lamentando la ida de un tiempo pasado que había sido mejor.

13
David Gerardo Colina Gómez
Venezuela

¡RECÓRCHOLIS!
La noticia llegó antes que yo a mi casa: había renunciado a Satanás, inocentemente, al hacer de padrino en el bautismo del niño de un amigo. "Lo dije con ligereza", dije, fingiendo indiferencia y sentándome sobre mi mano izquierda que comenzaba a temblar. "¿Luis no estaba contigo?", me preguntaron, "Ese muchacho es muy consciente ¿No?", dijeron también sin creerlo mucho. "Sí, estaba Luis y me dio una vela para prenderla por el descanso de los abuelos. Lo que pasa es que luego no pude ir a beber cerveza y a comer carne donde el papá del niño porque me dio desánimo", dije intentando desviar el tema. "Pero es que tu eres abogado. ¿No te gusta tu profesión? ¿De qué piensas vivir?", gritó mi familia y entonces hice con la mano un gesto como si espantara a una mosca y salí. En la esquina compré el periódico y me puse a leer, con tristeza, las ofertas de empleo.

14
Seudonimo: F
León

RECUERDOS DE AMOR DESAFINADO
Ya no sabría decir ni cómo empezaron a quedarse. Ahora los pienso como recuerdos que siempre he tenido, desde que dormitaba, caliente, en el vientre de mi madre, aunque todavía no los hubiera vivido.
Recuerdo bajar al patio del colegio corriendo, ansioso por darle patadas a un balón y a mis compañeros durante media hora escasa. Recuerdo una rebanada de pan enorme, sobre la que ponían miel oscura después de habernos explicado lo buena que es para la salud.
Recuerdo remolinos de viento ensuciando la calle, volviéndola desordenada (más
desordenada) con sus bolsas de plástico, sus periódicos, la prisa de la gente que no me miraba mirar, y eso me encantaba.
Las clases de inglés y de matemáticas, los domingos por la tarde, los lunes por la mañana, lo que pesaba la mochila repleta de libros y apuntes; mis amigos y yo en un banco del parque, riéndonos hasta hacernos daño en la barriga.
Recuerdo estar enamorado y besarlas en los portales de vuelta a casa, tomar cafés en los bares, el perfume de mi primera novia, la chaqueta que llevaba el día que decidió largarse, los fuegos artificiales de una noche de San Juan, el sabor del licor de melocotón mezclado con refresco de naranja.
Recuerdo un prado quemado, a mediodía, y yo de pie buscando la línea del horizonte.
Ya no sabría decir ni cómo empezaron a quedarse. Ahora los pienso como recuerdos que siempre he tenido, desde que dormitaba, caliente, en el vientre de mi madre, aunque todavía no los hubiera vivido. Por eso te recuerdo a ti también, que todavía no has llegado, que ni siquiera te conozco. Te recuerdo acariciándome por la mañana, justo antes de marcharte a trabajar. Comiendo conmigo al pie de la cama, viendo películas en un televisor viejo, respondiendo sin prisa mis cartas de amor desafinado, haciendo las noches infinitas... Recuerdo tu capacidad sanadora y mi capacidad de hacerte daño, recuerdo todas y cada una de las horas que nos quedan y sin embargo, no consigo recordar tu nombre, tu cara, tu manera de caminar, el timbre de tu voz, el color de tu pelo, la ropa te gusta vestir, cuándo es tu cumpleaños.
Te recuerdo tomando algo en la cocina, viniendo por el pasillo, interrumpiéndome con un beso mientras escribo...

15
Florencia Morales Gorleri de Gómez
Argentina

OTOÑANDO
A Jacinto se le otoña el alma en otoño.
Se le escarcha el pecho, se le puebla de musgos la planta de los pies y las palmas de las manos.
Llueve lagrimitas y se le caen, desteñidas, las escamas de la piel.
Jacinto tiene mirada nublada en otoño y la voz se le hace viento de hojarasca.
En otoño, Jacinto se muere un poco para reverdecer, como siempre, en primavera.

16
Florencia Morales Gorleri de Gómez
Argentina

ERA
Belisario la vio y lo supo (como suele suceder en estos casos): Consuelo era.
La vio de refilón, casi no la vio, que la percibió como a una estela indefinida, un halo, una vaga luminosidad
Un ánima.
Era.
Consuelo era.
Más allá de lo terrestre, irreal, intangible.
Se fue Belisario atraído irresistiblemente por el remolino que hacían en el aire las caderas de Consuelito.
Consuelo se dejo seguir.
Se dejó querer.
Era.
Belisario era.
Y Consuelo se dejó toda.
(Como suele suceder en estos casos)

17
Seudónimo: Eric Ert
Chile

EL ASCENSOR
Era claustrofóbico extremo. Su máximo temor eran los ascensores. Siempre los evitaba. Pero un día se topó con un particular edificio. Era uno moderno, modernísimo para ser exacto. Su ascensor pendía por fuera de la estructura, siendo sus paredes de vidrio las que permitían tener una panoramica en altura de la ciudad.
Dudó. Quedó extático ... un ascensor diferente... por primera vez tenía la posibilidad de "ver" su ascenso. Estuvo paralizado segundos que parecieron horas. LLegó a sudar frio. Era un verdadero imán pero sus temores a su vez lo repelían. Algo en su interior le dijo que esta era una gran oportunidad que no podía desperdiciar. Decidió parar el barullo interno y ligeramente entró.
Estaba solo, la luz era magnifica, leve radiacion matinal primaveral, conjugada prefectamente con una temperatura ideal dada por el sistema de calefacción. El sudor frio desapareció dando lugar a un tibio arruyo. Ninguna palabra interrumpió la experiencia.
El acaso le dio la oportunidad de ser ascensor y no la desperdició. Ahora siempre sabría lo que potencialmente había fuera de las paredes de metal...

18
Roxana Heise Venthur

EL LUNAR
Este extraño lunar que crece y crece, piensa él cada mañana frente al espejo. No es que sea grande grande, sin embargo, a él le parece que está cada vez más puntiagudo, que adquirió de pronto el carácter de una montaña, después de haber sido sólo un punto muerto en medio de la cara. Y no es que le preocupen las marcas en el rostro y esas tonterías, es sólo que él, está consciente de la azarosa lucha por el sustento diario y de sus graves problemas económicos, protestos piensa, mientras se rasca el lunar y le mueve sutilmente la cúspide. Vendrán los acreedores y lo coge de la base, incrustando levemente la uña de su índice derecho. Aquello del jefe fue una chambonada, mire que considerarlo incompetente, bueno, son cosas que pasan. Apoya su rostro sobre el espejo, el lunar no lo percibe y parece no existir, la humedad de su respiración empaña sus facciones, lo vuelve dúctil y etéreo como la nada. Piensa que esta vez todo acabó, que hoy recibirá el sobre azul, quizás sí, quizás no. Su esposa ignora la situación, sus hijos juegan a ser grandes en la habitación contigua mientras él se aleja del vidrio, su rostro está sudoroso, el lunar sigue allí, más grande aún, en verdad piensa, esta vez ha crecido demasiado, su tamaño se ha vuelto cósmico, será mejor que lo extirpe.

19
Diego Marín Abeytua
Logroño (La Rioja)

EL PRIMER ALUMNO QUE IBA A LICENCIARSE EN FILOLOGÍA HISPÁNICA SIN HABER LEÍDO UN SOLO LIBRO
Estaba a punto de convertirse, por méritos propios, en el primer alumno que se licenciara en Filología Hispánica sin haber leído uno solo de los cien libros incluidos en los programas de sus más de cincuenta asignaturas, gracias a resúmenes, internet y diversas adaptaciones cinematográficas que le llevaban más tiempo y dedicación que la lectura misma de las obras, cuando un compañero, al acabar el último examen, le preguntó si había respondido a la pregunta de la lectura, si había leído la novela, si le había gustado, a lo que él respondió serio y firme que no leía, él nunca leía, él devoraba las páginas, y, en medio de las sonrisas comprometidas que fingen lo que realmente no se siente, a Genaro le sobrevino una arcada producida por la calidad del café la máquina universitaria y vomitó millones de páginas impresas que se desparramaron por el pasillo de la facultad hasta formar una alfombra literaria que construyó un camino que conducía de las escaleras del edificio a la puerta del aula de donde que salió en aquel preciso momento el profesor, quien, al comprobar semejante acumulación de hojas con narraciones, artículos, poemas y, sobre todo, prólogos de compañeros y enemigos académicos, miró al alumno que estaba a punto de convertirse, por méritos propios, en el primer alumno que se licenciara en Filología Hispánica sin haber leído uno solo de los cien libros incluidos en los programas de las más de cincuenta asignaturas y con voz severa que pareció una palmada en la espalda le espetó: «Nos vemos en septiembre».

20
Eduardo Martínez Carnicer

EL PRIMER CIGARRILLO.
Habíamos quedado en el viejo barranco. No hacía falta cruzar el río ni la vía del tren. Bastaba con pasar la carretera general y bajar una callejuela empinada. Olía a desagües, a heces, a podrido. Las cañerías, enormes, las podías atravesar, si te atrevías. Esos grandes tubos, unos cilindros como un túnel oscuro, eran señal de peligro y aventura. Había matojos, humedad, hierbajos. Arriba quedaba la ciudad, con el ruido de los coches a lo lejos, y de repente, nos creíamos casi en la selva, como unos exploradores. Nos mojamos el calzado y comprendimos pronto que no íbamos bien equipados, aunque uno llevaba una cantimplora. Queríamos entrar allí: saber si lo habitaban enormes ratas, sentir su sonido desde dentro, impregnarnos de oscuridad.
Llevábamos cerillas. De esas flexibles y pequeñas que se encendían en cualquier sitio. Contaban que los mayores las prendían en su barba. Cada uno traíamos algún cigarro, cogido en casa, a escondidas: Bisontes, Celtas, Ideales. El Bisontes era rubio y más caro, debía ser mejor.
A la entrada del barranco encendimos el primer pitillo y tosimos mucho. Sabía fatal, olía raro y quemaba. Pero te daba un aire de mayor, era como aprobar, o mejor aún, como pasar de curso. Aunque ponías esa cara de asco de cuando apartabas en el plato de arroz trocitos de pimiento verde o rojo.
Entramos al túnel en fila india. No vimos estalactitas, pero nos calamos de humedad y hacía mucho frío. Anduvimos un buen trecho a oscuras, unos siete u ocho metros. Gastamos algunas cerillas, que se apagaban pronto y te quemaban los dedos.
De pronto, dimos la vuelta, corrimos. Salimos disparados porque el primero se asustó por algún ruido extraño y nos pusimos muy nerviosos. El de la cantimplora, la perdió.
Al llegar a fuera nadie sabía por qué ni de qué huíamos. Daba igual. Lo importante era que habíamos ido a fumar por primera vez. Nos sentíamos orgullosos y sucios, felices y cansados; teníamos diez años.

21
Juan Carlos Vecchi
Argentina

CALIBRE 38
Éste es un Pérez que abre la puerta de la cocina con toda delicadeza y gatilla dos veces al bulto que le da la espalda aunque el citado bulto desearía darle otra cosa pero ocurre que Pérez no quiere saber nada.
El bulto se llama Graciela y prepara la comida como lo hace el resto del calendario.
La primera bala asesina la cacerola. Su acero solía ser inoxidable pero no anti- balas y se desparrama con el calibre 38 sobre la mesada, la mesa, las tres sillas, el delantal, la pollera azul con flores blancas y el piso de madera cansada.
La segunda bala, la que a duras penas se desvia por el temblor de la mano, entra por el ojo derecho del abuelo. Descansa en paz el abuelo con su sonrisa desde la fotografía colgada en una de las paredes, entre la heladera que sí y el lavaplatos que no funciona hace tiempo.
En pocos momentos, de susto a pánico y enseguida esa angustia que sale con llanto, pasa Graciela, sin moverse de su baldosa confidente hasta que reacciona y se anima girando su asustada cabeza hacia la puerta desde donde vinieron los disparos. La mujer mira a su Pérez y le llora al miedo.
En los siguientes tic tac tic tac, Graciela, bajará y subirá los párpados media docena de veces con la intención de cortar el llanto. Graciela tiene oficio en ésto: ahorra lágrimas para los sustos venideros.
Junto a la puerta, está inmóvil Pérez que la sigue mirando con un solo ojo, el ojo que la sigue apuntando. Ese ojo está abierto y alerta por las dudas.
De las que no tiene Graciela que ahora dispara hacia la puerta la pregunta que cerrará de un portazo otra historia a esconder mientras el conteo de Pérez ya va por el número ocho en su mente en cortocicuito:
- ¿Tan mal cocino, Esteban? ¿Tan mal? -pregunta Graciela pero no se engaña.

22
Seudonimo: filonilo catalina
Perú

HISTORIA DE UNA HOJA
Esta era una hoja en blanco.

23
Seudonimo: filonilo catalina
Perú

LEUZEMIA
No sé
si quererte con un puñal
o con una flor en las manos
con un puñal al menos sabría que estás viva.
Cuando despertó lo primero que notó fue su ausencia y volvió a hundir su rostro entre las almohadas y también volvió a sentir esa amargura que en una especie de masoquismo disfrutaba (o aprendió a disfrutar) desde hacía ya dos años, prendió la radio, se puso de pie y vio el mismo rostro frente al espejo, pensó que hacía demasiado frío para bañarse ese día y repitió el acto mecánico del día anterior, agarró el bisturí que había cambiado hace dos semanas y se hizo un fino corte de aproximadamente un centímetro y de forma horizontal en el costado izquierdo, luego se miró ese lado del cuerpo y mientras se pronunciaba un hilo de sangre recordó que era domingo y se volvió a tender en la cama, cerró muy lentamente los párpados y con las yemas de sus dedos repasó e intento contar una a una las cicatrices en la parte superior de su cuerpo, cuando perdió, por quinta vez, la cuenta miró lo que alguna vez fuera una fotografía y con una dulce amargura hizo una raya más sobre aquella imagen desfigurada que pendía en la cabecera de su cama, en ese momento, cuando terminó de rasgar la fotografía, con el mismo bisturí que se había echo el corte, le asaltó la repentina angustia de qué iba a suceder cuando no quede ya más espacio en su cuerpo y se llevó una ves más los dedos sobre esa parte que aún quedaba intacta de su cuerpo.

24
Seudónimo: Joela nyteo
Bogotá - Colombia

LOS CAMINOS DE SUIDEL
Un buen día Suidel despertó, vio el amanecer y decidió buscar sabiduría.
Desde aquella época recorrió muchos caminos que lo acercaban cada vez más al final de su búsqueda.
Un buen día, Suidel se encontró tal vez con la prueba más difícil; detuvo su andar y observó que había llegado al limbo que separa a la justicia y la prudencia.
Cerró los ojos con ayuda de sus dedos y pasó un poco de saliva.
Se dio a la tarea entonces de recordar las innumerables situaciones que lo habían llevado hasta ese lugar, y así recopilar enseñanzas para tomar nuevamente un sendero, pero no obtuvo revelación alguna. Analizó los pro's y los contra's de las consecuencias de cualquiera que fuera su elección, pero se dio cuenta que debía escoger entre la justicia y la prudencia en todo lo que deducía.
Esto lo condujo a contemplar la posibilidad de detener sus pasos para siempre.
Cerró los ojos con ayuda de sus dedos y pasó un poco de saliva.
Después de un tiempo, Suidel decidió dar un primer paso.

25
Noelia Antonietta

RECURSIVIDAD VICIADA
Te percibo arrastrándote, como un gusano, en un panegírico lascivo. Lo único que ansías es carne. La cabal manera de sentirte vivo es rozándote, restregándote, despellejándote en contra de un organismo presto. No te queda más dignidad que el recuerdo de la infancia, hastiada por el grito gozoso de tu madre cuando tu padre regresaba de las batallas y cruzaba la aldaba tras de sí. Odiabas que hiciera eso. Lo celabas inconfesablemente hundido en la cuenca de tu catre.
Lo único que te importa ahora es demostrar tu hombría a rajatabla. En tu orden de prioridades priman la eficacia de la emboscada tendida a tu víctima y, una vez asegurado esto, el perfecto funcionamiento de tu virilidad. Sos el peor de los protozoos. Mordés la carne para saber que vivís, y no te importa asfixiar si eso te da oxígeno. Estás ahí, en la espera de la desesperación ajena e impropia para el ofrecimiento de condolencias a crédito. Tus intenciones subterráneas no se asoman a los ojos. Envuelves, tranquilizas, drenas las palabras del ser extraño que te hurga las pupilas pretendiendo encontrar... no sé... algo. Inmovilizas, paralizas, adiccionas con tus tácticas sofísticas, depravas. Has cumplido con el ritual del consuelo y has prometido, sin escuchar las cuitas del caído en desgracia, ni la voz emergente de tu garganta. Te has sometido sólo unos segundos a la inspección omeopática del ánima. Reconoces ya la sumisión corporal insalvable. Sólo en ese punto asomas tu expectación, tu tentáculo de sorna, tu exitosa sonrisa de tracción concupiscente consumada. Desesperas con tu espera constante, prostituyes al otro, y una vez que éste esté loco, loco,
loco, aprovechas y te sueltas.
Pero no me conoces, y tu mano queda encajada en el sitio cuando logro penetrar en las pupilas gracias a tu risa jactanciosa. La despreocupación de cazador presuntuoso te ha tendido la trampa. Ya logré categorizarte, ya has perdido tu delicioso tiempo conmigo. Yo me llevaré la mejor parte, tú te irás lleno de libidinosidad insatisfecha y de vergüenza, pues, de yapa, tanteé tu zona para demostrarte el influjo de la esencia sobre la materialidad de la sustancia y, ya ves, ella misma ratificó con tu nulidad.

26
Seudónimo: Manuel Eleiceta

VARIACIONES ALEGÓRICAS DE DOS FINALES, EN VEINTIDÓS PALABRAS MUY BIEN CONTADAS, PRECEDIDAS DE ESTE TÍTULO LATOSO, PROLIJO E IMPORTUNO PARA UN MICRORRELATO
A/ El viajero, cuando oscurecía, se sentó en el ribazo y, al abrir su
mochila, sólo encontró un espejo que reflejaba su rostro.
B/ ...Y llegando al otro lado, supo la verdad: no hay nada más
peligrosamente cegador en esta vida que verlo todo muy claro.

27
Alvaro Lugo

... NO MÁS ...
... caminaba, se detenía, el bosque era grande e imponente, inmenso, los arboles que llegaban a treinta metros arriba de su cabeza, formaban un manto de obscuridad, donde apenas se filtraban unos pocos y casi miserables rayos de luz en las partes donde las hojas no cubrían por entero todo el cielo; todo aquello, pensó, sería tan hermoso, si tan sólo no le doliera tanto, si la sangre no brotara tan rápido, si pudiera detenerse a descansar. Estaba tan agotado, tan adolorido, se tambaleaba, caía una y otra vez, dando un paso o dos entre caída y caída, pisando en charcos o en tierra firme.
Un mal paso, una caída más y presintió que no volvería a levantarse, sus ojos se cerraban a pesar de su lucha por mantenerlos abiertos, ya no podía más, se cansaba hasta de respirar, tirado de espaldas sin siquiera saber si sus ojos estaban cerrados o si permanecían abiertos y con miedo de no volver a ver la luz de los días, un último suspiro le dio la respuesta, sabía lo que pasaba, ya no volvería a sentir nada, jamás...

28
Alvaro Lugo

EL AFICHE 
Mis ojos volvieron recrearse con su belleza, deseé de nuevo aquel cuerpo vetado para los mortales, pero que un mortal había profanado, me hundí en aquellos labios hechos para soñar con ser besados más que para ser besados per se, parado en medio de aquel anónimo pasillo de un cine, me vinieron a la mente razones de más para escribir el más erótico de los cuentos que ser alguno halla escrito o inspirado, una historia real.
Unos ojos de papel que me miraban desde un afiche en la puerta de salida, donde la exhibición de tu único aporte al séptimo arte, te convirtió en la razón del sueño entrecortado de un gran grupo de hombres que fantaseaban con tener lo que disfruté, y es que en esta calidad de pobre hombre anónimo cuyos quince minutos de fama (si es que así puede llamarse al reconocimiento de amigos, familiares y uno que otro desconocido desvelado) se han alargado más allá de lo que nadie pensó, pero dicho reconocimiento queda anulado, al compararse con el haberte besado, tocado y compartido tu desnudez con el silencio de mi habitación.

29
seudónimo, Diego Luis Kerx

GENEROSO.
Tras el suicidio del padre Zermatti, fue hallada en su habitación del convento una nota de su puño y letra que decía:
"Puede el mundo vivir tranquilo. He matado al anticristo."

30
estela passaglia

UN DÍA DISTINTO
Alicia se levantó con la idea de que hoy sería un día distinto; estaba tan habituada a que todos los días se repitieran monótona, mecánicamente, que soñaba con algo mágico y misterioso.
Inició el rito de las mañanas; la ducha, el café, y la partida hacia la oficina; subió al ómnibus, siguió el mismo recorrido de siempre; se bajó en el lugar de todos los días, llegó a su trabajo, pasó por la puerta y entró a un salón del siglo XVII se bailaba al son de la maravillosa música; dejó que los caballeros besaran sus manos, inclinó la cabeza saludando graciosamente; sonrió a las damas, y bailó con inmenso gozo, los valses, las mazurcas, las polkas, que se sucedían, se sucedían, se sucedían vertiginosamente, hasta que finalmente, agotada, se desplomó en una silla giratoria de su oficina, ante la mirada atónita de sus compañeros.

31
Pablo Soria Verano
Logroño (La Rioja)

LA NIEBLA
La Niebla... ese fenómeno atmosférico tan fascinante a la vez que peligroso. Tan majestuoso, tan envolvente, tan misterioso. Todo lo que se ve envuelto con un manto de niebla cobra una apariencia especial, mágica, casi fantasmagórica. Los pueblos dejan vislumbrar a lo lejos las torres de sus iglesias, como salidas de la nada, en medio de un haz de sombras. Las cosas no toman su relieve hasta estar próximos a ellas, permaneciendo mientras tanto en una completa ausencia.
Todo es gris. Oscuro, desapacible, frío. La humedad nos cala bien hondo, hasta el interior de nuestras entrañas. El frío consume nuestras energías, sumiéndonos en un halo de tristeza y melancolía. Sin embargo, no podemos dejar de apreciar la belleza de las imágenes que nos muestran nuestros ojos. Damos gracias por tanta belleza y deseamos que nunca se vaya el manto de niebla que nos rodea.
A veces nos alejamos de la zona de niebla, y salimos de nuevo a la claridad del sol. Al principio la luz daña nuestras pupilas, que se van acostumbrando poco a poco a la nueva visión, clara, luminosa. Pero no podemos dejar de echar la vista atrás y contemplar como, poco a poco, la bruma abandona nuestra vida.
El camino soleado que tenemos enfrente, aunque brillante, se nos antoja menos hermoso que el gris que dejamos atrás. Su belleza era lánguida, pero irresistible a la vez que dolorosa. Nuevamente no podemos evitar volver la vista atrás. Con dolor. Pero sin poderlo evitar. Y sin contemplar el haz de luz que tenemos enfrente. El camino luminoso que se ha presentado delante de nuestra persona, y que no somos capaces de apreciar.
Dejadme que vuelva atrás, con mi niebla. No estoy preparado para salir de nuevo a la luz, y me siento más cómodo oculto entre la bruma, intentado escabullirme del paso del tiempo, y permanecer anclado en mi pasado. Ver todo pasar de nuevo ante mis ojos, pero pasar desapercibido ante el resto del mundo.
Algún día la niebla desaparecerá de mi vida, y sé que la echaré de menos. Aunque entonces tal vez, sólo tal vez, pueda continuar mi camino hacia un nuevo amanecer.

32
Palacios

¿ATROPELLO?
Pisó el freno en cuanto notó el impacto. Tardo algo en reaccionar, en bajar del coche. Estaba asustado. ¿Y si había atropellado a un hombre? ¿Qué le esperaba entonces? ¿La cárcel otra vez? ¿Ver crecer a sus hijos cada domingo cuando fueran a visitarle? O peor: ¿Verlos crecer en las fotos que le llevara su mujer? ¿Quién iba a creerle? Fue un accidente. Estaba muy oscuro… Todo esto se le pasó por la cabeza en cuestión de segundos. Sin embargo, se recuperó, sacó la linterna de la guantera y bajó del coche. Hacía frío, y empezaba a nevar. Los faros iluminaban un cuerpo a varios metros del vehículo. Caminó hacia él, apuntándole con la linterna. No parecía una forma humana. Parecía un animal, un perro, un husky siberiano o algo así. Llegó a su altura. Se agachó y lo palpó. No respiraba, tenía los ojos abiertos y la lengua fuera. Se sintió aliviado y apenado. Aliviado porque no volvería a la cárcel. Apenado porque, al fin y al cabo, era un ser vivo que se cruzó en su camino. Tomó el cuerpo en sus brazos y se dirigió al coche. Casi había llegado a la puerta. Lo que vio le dejó helado. Una manada de lobos le rodeaba impidiéndole acceder al coche. El "husky" que sujetaba en brazos, si realmente era un husky, se revolvió y se lanzó a su cuello. La linterna cayó al suelo…

33
Isabel Fernández

LAS ÚLTIMAS HORAS
Jokin salió llorando del instituto como cualquier otro viernes.
La gente le trataba como si fuera la peste negra en persona. Nadie le miraba.
"¿Dónde estarán aquellos institutos en los que la gente no se despega de los amigos y hablan con ellos sin parar, hacen planes para todo el fin de semana, dónde van a bailar y a emborracharse?¿Será fantasía o realidad?"
De repente, apareció su padre con el coche como todos días que había clase. ¿Jokin porque lloras? ¿Han vuelto a pegarte y a humillarte hoy también?". Jokin asiente. "Hagamos lo que hagamos, nada de esto va a cambiar, me tratan todos como a un extraño, como si nunca hubiera estado aquí", le dice. "Si que puedes, Jokin", le reprocha su padre. Jokin no contesta. Acaba de parar junto a la puerta de casa.
"!Qué bien huele a comida", piensa nada más bajarse del coche.
"Hoy me mato, paso de seguir viviendo en este infierno. Esta vida es una puta mierda y no tiene más que injusticias", piensa mientras come, "y encima el culpable de todo esto soy yo por querer tener amigos y una vida normal".
A primera hora de la tarde, después de un rato pensativo, dice a sus padres que sale a dar una vuelta, mientras termina de pensar por donde tirarse para que del golpe no pueda vivir. Por fin, piensa mentalmente dónde está el barranco donde se suicidará.
Unas horas más tarde, alguien llama a casa diciendo que ha visto su cadáver. Unos minutos después, avisan a la policía y se presentan en el lugar del suicidio. No se puede hacer nada por su vida. Sus padres lloran desconsolados, "nadie nos escuchó mientras sufría y encima nos quedamos sin hijo". "Teníamos que haberle cambiado de colegio".

34
Seudónimo: Eric Ert
Chile.

SARGENT PEPPER'S LONELY HEART'S CLUB BAND

... lo miró con furia diciéndole:
- ... y nunca me gustó hacerlo con el Sargent Pepper.
Fue un duro golpe, siempre pensó que le encantaba. La obra maestra del cuarteto de Liverpool parecía dar el ambiente adecuado: sicodelia, nostalgia, bellas melodías. Realmente estaba choqueado, fueron tantas veces, su amor parecía encajar perfecto al ritmo de los Beatles... pero ella siempre lo aborreció... no lo podía creer.
- no me busques, no me llames, hasta nunca
Se fue y conociéndola nunca la volvería a ver. Casi como autómata buscó entre sus cds el vapuleado Sargent Pepper, lo puso. Mientras su ánimo se rehacía cobijado por aquellas grandes canciones, llegó a una indubitable conclusión: "La próxima tiene que amar este disco".

 

35
Gustavo Boschetti
Argentina

LOS GUSANOS Y LA HERIDA
Buck estuvo tres días fuera de casa. Al cuarto lo encontré tendido en la entrada del garage. Tenía las marcas del hambre y una batalla perdida. Respiraba agónico, con la piel pegada a los huesos. Observé que sangraba mucho de un costado, a través de una escara negra y profunda, del tamaño de su cabeza. Casi podía vérsele el alma por el agujero de su cuerpo.
Minutos después, llamamos a un viejo veterinario del pueblo, con fama de poco ortodoxo pero eficaz a la hora de curar. Llegó en una motocicleta destartalada y ruidosa, con un bolso de cuero negro que le pendía del hombro.
No hablaba. O quizás lo hacía, pero sólo en el tácito idioma de los animales. Era mi única esperanza y la de mi perro moribundo. El viejo se arrodilló frente a él, roció la carne lacerada con un líquido oscuro y, sin más, comenzó a meter su mano en la herida, sacando gusanos de a puñados. Buck temblaba y gemía. Yo presionaba su cabeza contra el suelo, para mantenerlo quieto. El viejo sacó y sacó gusanos del costado de Buck. Escarbó la carne durante minutos, sin asco, sin amor, con una indiferencia que daba espanto. Luego volvió a rociarlo con el líquido oscuro. Y se marchó.
Días después, Buck caminaba por el parque. Pero ya no me pertenecía. Dedicó el resto de sus días a oler mis manos, y las de todos, buscando aquellas de los gusanos y la herida.

36
Gustavo Boschetti
Argentina

ENSAYO SOBRE LAS ESFERAS
Y cómo evitar el pavor al descubrir que ya nada es como el día anterior, que todo ha cambiado sustancialmente, que lo cotidiano ha adquirido para todo y para todos un mismo impulso y una forma precisa e inconfundible, porque el mundo ha caído bajo un hechizo implacable. Sobreviene el espanto de comprobar que todo cuanto existe va adquiriendo una conformación esférica. Y queda revelado que estas formas esféricas que se apoderan poco a poco de la vida no son ni más ni menos que... ¡pelotas de fútbol! Y las hay por doquier, porque el mundo mismo ya es una pelota de fútbol; un mundo cuyos mares y campos y desiertos han perdido su textura uniforme para convertirse en grandísimos gajos de cuero, blancos y negros, unidos por costura. Si hasta la ciudad es una gran pelota y las luces del alumbrado público se han convertido en balones con luces encendidas en su interior. Pero lo más escalofriante es, quizás, comprobar que los hombres han perdido sus cabezas, y que éstas fueron bruscamente reemplazadas por pelotas de fútbol, quedando fijas sobre la base de los cuellos, y capaces de girar trescientos sesenta grados sobre sí mismas; de manera que usted puede imaginar un mar de balones transitando las calles, yendo a sus trabajos, a las escuelas, a los restaurantes, todos con sus trajes y sus maletines y sus ropas deportivas y sus bolsas de compras, atropellándose unos a otros, como indiferentes pelotas de fútbol que llevan sus cuerpos a los lugares de siempre; el relator ha decidido, entonces, dejar testimonio escrito de la estremecedora mutación que tiene por delante, tarea que a duras penas ha llegado hasta este punto; porque quien suscribe descubre con horror que también sus manos y su cabeza y su vida toda va transformándose en pelota de fútbol; y hasta el monitor que tiene frente a sí adquiere una forma redonda y cueriza.
Y así es como la narración queda suspendida, al memos hasta que el narrador recupere su ser y pueda retomarla, hasta que suene el silbato final, hasta que concluya el hechizo esférico suspendido sobre nuestras vidas, hasta que las cabezas de los hombres vuelvan a ser cabezas, las calles, calles, y todo el mundo, todo, sea otra vez como antes.

37
Esther Rosales de Serebriany
Caracas, Venezuela

FOTO BIBI Vs. BIBI PINTURA PRIMITIVA

Bibi se preparaba frente al tocador para su fiesta de quince años. En su vestido de plumetí blanco sobre el lado del corazón su madre le acababa de colocar una hermosa orquídea blanca, regalo del padre viudo de Coral, su compañera de infancia y estudios. De repente por la ventana entró una ráfaga de aire portando un aroma confundido de exquisitos perfumes franceses, uno de esos toques traviesos de santos jóvenes que saludan o despiden a sus devotos de su hermosa juventud. Extasiada por semejante milagro Bibi bajó las escaleras hasta el salón para bailar su primer vals con su padre. Se sentía deslumbrada y admirada, especialmente por el padre de Coral, Don Benito. El fotógrafo plasmó el instante con su mirada en él, un hombre tan mayor como su padre. Se enamoró de repente. Setenta años después ahí está la foto, sobre una mesa en la sala. Él no existe y seguramente dentro de poco ella tampoco, y entonces ese preciso momento en la foto desaparecerá sin ningún sentido. Será como si ella y él nunca hubieran existido a pesar de trascender a través de la historia por medio de su genética. Es el juego de los ancestros que nada suelen importar. La historia si no se escribe se desdibuja.
Más perdura a través de la historia, quizá, ese gran amor de un pintor cavernícola quien plasmó en un garabato la figura de su amor, sin plumetí y sin orquídea, tampoco sin orquesta. Allá está esa otra Bibi patente en una cueva, inserta en un pasado, con mucho que contar y con un amor que posiblemente terminó en la boca voraz de un animal primitivo.

38
Garcia Alonso Margarita
Francia

SEGURO A CIEGAS
Esta tarde rompí mis espejuelos y tecleo de memoria, y esa, no es muy buena noticia, así que hago en lo breve y paso a mañana que voy a repararlos
Esta tarde fui, y como entran en el seguro, discusión de una hora: "El seguro marcha si…el seguro no marcha si…el marcha en caso de... y patatin y patatin"
Si es reparable se repara, y el seguro paga a partir de cincuenta euros; si es una gran reparación, el seguro se hace cargo de la cuenta… y pata ti patata patati tatum.
Yo quería que me colaran una patica, " eso no …eso si…" Salí de la oficina de espejuelos con seguros, ciega y medio trastornada. No encontré piedras en esta cabrona ciudad, y tuve que llegarme hasta la casa, donde le di un martillazo al cristal para que me los hagan nuevos.
Cuando regresé ya estaban cerrando. La dama me reconoció y dijo:
_ ¿Pero es usted de nuevo?
_ Si, vengo por los espejuelos.
_ ¿Trajo el cristal roto?
_Si, aquí lo tengo _entre nosotras, echo añicos
_Oh, ¿fue un golpe bastante fuerte?
_Si, metí la cabeza contra un martillo.
Ella no comprendió. Mañana me levanto, y voy con la loca que no ve a hacerle la guerra.

39
Garcia Alonso Margarita
Francia

TUVE UN HOLANDÉS 
Yo tuve un holandés algunos días del verano 2004, en una cama gigante de dos metros por dos metros.
En ese tiempo hicimos confitura; marchamos en la multitud del catorce de julio, con banderitas francesas, en un pueblo de doscientos habitantes ancianos.
En las tardes descubrimos molinos de viento, al vuelo, en un recodo del camino donde cantaban las cigalas.
Después él partió con sus parientes a Nice, a visitar la playa de los arios; y me quedé en la casona comiendo chocolate, la noche venida, recorriendo una cama de dos metros por dos, para una sola. Hasta que me fui a escribir, pues una vez tuve un holandés que no estaba en mi libro.

40
Orángel Morey Lezama

EL ANILLO
Entró a la habitación a las 8, como de costumbre, pero esta vez un poco angustiado. Abrió las persianas, observó -como siempre- la gente que recorría las calles apresuradas para llegar temprano a casa. Dirigió la mirada a la habitación de Elena, en el edificio de enfrente. Las luces estaban apagadas. Esta vez no estaba, algo debía haberle pasado. Siempre era puntual. Qué le habría pasado, se preguntaba. Buscó con desesperación el anillo en las gavetas. No lo encontró. Las cosas comenzaban a complicarse y Luís pensó que era cierto. Trató de alentarse, pero el sólo hecho de pensar que su hermano... ¿si fuese capaz? A esta hora estarían en un gran restaurante, él y ella, y el anillo que no puede faltar, se decía. La idea lo turbaba sobremanera. Indeciso, comenzó a llorar, mirando la ventana que ofrece la vista a casa de Elena.
- Fue como a las 3 -diría luego- hora perfecta: Luís estaría en la universidad y no regresaría hasta entrada la noche. Sabía por Mauricio que Luís había escogido ese día para declarársele a Elena. Entré a su habitación buscando el anillo y no fue difícil conseguirlo, estaba entre las gavetas. Lo hice por broma, una forma de vengarme del hijito de mamá. Se lo confesé a los muchachos, entre ellos Mauricio, quien salió apresurado. Seguro que iría a decírselo a Luís. Por eso fue que le dije que Elena me esperaría por la noche en un restaurante de lujo, que iría a declararle mi amor secreto.
El semáforo cambia al rojo, una mujer a bordo de un vehículo mira el reloj y se desespera, lamenta que se le hiciera tarde, 8 y 30 p.m. y allí todavía, ¿se molestaría Luís?. Si el profesor no se hubiese retardado, si no hubiese tantos vehículos en la ciudad, si mejor hubiese sido tomar otro taxi, otra vía, se dice a sí misma mientras se despeja el tráfico. Al llegar al edificio de su residencia, un policía la desvía y le avisa que ocurrió un incidente con un joven en el edificio de enfrente. No los pisó, pero se percató de los vidrios desparramados en el suelo. Una punzada fría en el corazón le auguraba un mal presentimiento. Miró a su alrededor y lo que le sorprendió fue darse cuenta que en el cielo había una esfera dorada, y era la luna llena.

41
Orángel Morey Lezama

PARÁBOLA POSTERIOR
Desde que tu esposa te insinúe que puede estar embarazada, no dejarás de mostrarte inquieto ante la presencia de tus amigos y, además, ensimismado en horas de trabajo.
Tu jefe, que tratará de considerarte, manifestará su preocupación por el descuido que mantendrás en horas de labor y decidirá, pensando que te hará bien, adelantarte dos semanas de vacaciones por ser el mejor empleado, alegará. Si bien es cierto, estas dos semanas de ocio no ayudarán en nada a mejorar tu condición, por el contrario. Según tu esposa, comenzarás a hablar menos que antes y crecidamente te volverás más huraño. Tu esposa no llegará a comprender, se preguntará qué pudo haberte llevado a caer en esa situación que empezará a arruinar, de esa forma, su radiante y venturoso matrimonio. Tan felices que fueron hasta hace poco, se dirá. Recordará que hace algún tiempo ponías en práctica toda clase de ideas, estúpidas y locas, que se te ocurrían para demostrar el amor que sentías por ella. Como la vez que salía de la Universidad con sus amigas y te apareciste corriendo desnudo para llamar su atención. Sonreirá al evocar aquellos memorables recuerdos, pero se preguntará qué podía estar perturbándote.
Al enterarse tus amigos, por boca de tu propia esposa, que habías comenzado a comportarte de manera extraña a partir de una conversación donde ella te refería un posible embarazo, intentarán comprenderte y ayudarte a superar esa etapa difícil de no querer ser padre, de no madurar y asumir responsabilidades de adulto. Con el tiempo uno se acostumbrará, comenzará a amar y hasta aprenderá uno a ser buen padre, te dirán y lo llevarás grabado en la piel.
Tu esposa, que regresará del medico esa misma tarde, te encontrará en solitario, tirado en el sillón y decidirá resolver el asunto de una vez por todas.
Te dirá que ahora sí está confirmado, estoy embarazada, declarará ella.
Se mostrará sorprendida al ver las emplumadas alas que sobresalen por tu espalda, inmarcesibles ante la tentación carnal, sin asideros terrenales. Comprenderá. Sabrá que sin pretensión alguna conoces su verdad.

42
Pseudónimo: Kyra

LA ETERNA LUCHA
Las piernas le temblaban. El entumecimiento placentero que había sentido minutos antes desapareció por completo. Sintió el inconfundible hedor que otras veces había olido, el aroma de lo que está a punto de acabarse. Una horrible sensación de vacío comenzó a invadir todo su ser, pero esta vez se encontraba dispuesto a luchar contra aquella amenaza que se cernía sobre él. Se sabía inferior a aquella misteriosa fuerza que le acechaba, pero iba intentarlo. Se levantó estrepitosamente de su cómoda estancia y echó a correr sin sentido preciso tan rápido como podía. A cada paso recordaba más vagamente lo ocurrido hace unos minutos, sin encontrar ninguna forma de volver a ello, ya que la pesada puerta se había cerrado tras de sí, una puerta firme e impenetrable. Se sentía incómodo y los nervios se le aceleraron al darse cuenta de que la convicción de la derrota le invadía a cada momento, pero se resistía a pensar en el fracaso. Se increpó por ello y no cesó en su intento. Observó que había miles de puertas en aquel pasillo arduo como es la mente, pero todas ellas cerradas. No intentó abrirlas, aquella amenaza cada vez le iba ganando terreno y no podía permitirse perder ni una décima de tiempo. Continuó su carrera, con la mirada al frente, notando como sus fuerzas se escapaban. Sólo cuando advirtió la progresiva claridad que lo invadía en contraste con su anterior oscuridad, cuando divisó de dónde procedía aquella luz, entonces lo supo. Había elegido un camino equivocado. No tardó en alcanzar la única puerta abierta, fuente de toda esa luz. Se preparó para lo peor y asumió por fin su derrota, dejando apartada la lucha por ahora. No sintió pena. Pensó en el próximo encuentro que tendrían no dentro de mucho, y juró ganarlo. Mientras tanto su perseguidora ya le había alcanzado. Se dejó llevar sabiéndose indefenso. La realidad le había atrapado.

43
Noelia Antonietta

INSTANTÁNEA
Tomas bastante distancia del volante, tu brazo extendido, sólo usas uno en este instante en que te observo, y la cara que gira pero no desciende.
Gestos cortos y veloces, de vez en cuando un movimiento con la boca. Sabe que lo observo, creo que cree que no me doy cuenta de que lo advierte. Trata de no darse por aludido mientras expone con mayor firmeza la actitud de
indolencia pedestre.
La modestia fingida de no darse por percibido es realmente acaparante. Qué filosos relojeos a los costados. Está diciéndome "este soy yo ...ya que me miras...", con mucho miedo de no serlo. Está en su hora pico de abiotismo.
Y lo peor no es la sequedad de movimientos, la practicidad casi fría y totalmente indiferente del pensamiento que lo tiene... Yo debería sentirme algo irrealizada por no lograr mi secreta meta de sensibilización, por el
fracaso del apaciguamiento que me propuse en un tiempo, por no significarle nada en este corto instante, por ser capaz de mostrarme ese pedazo de hielo.
Lejos de eso, su mirada perfectamente puesta en el horizonte, casi con insignificancia egoísta respecto del entorno, su ceño fruncido indolentemente y los bruscos sacudones a la palanca de cambio que me dicen
"no me importa nada, nada de nada...", me fascinan. Eso es lo peor. Eso es lo peor.
Quizá me cautive porque sé que puedo disminuirlo, aplazarlo y reventarlo sólo con un gesto. A pesar de que su seguridad cartesiana crea implicarme por inclusión, es justo al revés. Qué bueno.

44
Sonia Remiro Fondevilla

SOLEDAD V.2.0
Hoy es un buen día para empezar a amar. Eso me dije a mí misma mientras intentaba abrir los ojos completamente y buscar a manotazos el interruptor para que el despertador callara de una maldita vez. No es que sea una tierna infante que me deje llevar por el sentimentalismo, todo lo contrario; mis 72 años de existencia me dicen que llevo suficiente tiempo -quizá demasiado- en este mundo para conocer consecuencias, pros y contras de eso que llaman amor. Pero nunca lo he experimentado. Es curioso comprobar cómo si te dejas llevar, todo parece girar alrededor de él: películas, libros, canciones... pero en la vida real es fácil sobrellevar su ausencia con un poco de pintura de camuflaje. Ésta y otras artimañas permiten una rápida adaptación y un amplio conocimiento de los mecanismos que lo rodean -eso sí, nunca se llegan a comprender. No ha surgido a lo largo de mi vida ocasión en la que me preocupara por la falta de experiencias empíricas hasta hoy: he descubierto mientras me vestía que venía con la opción desinstalada de serie.

45
Carlos Rivero

EL FIN DE LA CULTURA
La Cultura cayó de espaldas sangrando por un costado. La herida que acababan de abrirle tenía muy mal aspecto. Gateó sobre el polvo hasta que le fallaron las fuerzas.
-Ha llegado tu fin -anunció el agresor.
-Mientras hay vida, hay esperanza -replicó la Cultura.
-Despídete de tus hijos legítimos y de tus bastardos. De la prole que infecta el mundo con réplicas y artificios.
-¿Qué les vas a hacer a ellos?
-Nada. No son más que hombres y mujeres. Cuando desaparezcas, se olvidarán para siempre de ti y se ocuparán de otros asuntos.
-¿Por qué me odias? ¿Por qué me haces esto?
-Yo no actúo de acuerdo a ideales ni objetivos. Eres tú la que copió del hombre esa debilidad.
-Al menos dime tu nombre.
-Mi verdadero nombre no importa. Puedes llamarme El Aniquilador de la Cultura.
-Las futuras generaciones tienen derecho a preguntar, a conocer, a soñar.
-Lo que todavía no existe no tiene ningún derecho.
-Acaso el de saber quién acabó conmigo impunemente.
-Siempre has sido muy astuta. Saber quién te mató engendraría una nueva forma de cultura. Alguien escribiría o pintaría o compondría sobre ello. Y sus defensores, tarde o temprano, vendrían a buscarme.
-Entonces soy inmortal. Nunca tendrá éxito tu misión.
-Eso, amiga mía, vamos a verlo.
El arma del Aniquilador se levantó hasta el cielo. Se quedó allí arriba una eternidad, con toda la furia congelada en el aire. Luego, de un solo golpe, hizo rodar a sus pies la cabeza de la Cultura.

46
Aymer Waldir Zuluaga Miranda
Colombia

ESCENA
Ella se aferra al cuello de su chaqueta en tanto que sus pies se hunden bajo el piso. Sus ojos imploran clemencia y él, inalterable, una y otra vez la apuñala rencorosamente. Terminado el acto, se enciende la luz, el público aplaude; al escenario regresa el actor agradecido, saluda, se despide y los espectadores comienzan a salir. Baja el telón y nadie advierte que la actriz aún no se levanta.

47
Aymer Waldir Zuluaga Miranda
Colombia

PRISIONERO DEL MIEDO
Los férreos barrotes de las ventanas dejaban entrar la luz, sin permitirle una digna salida luego. Las cuatro paredes de color aguado contenían el pánico de los veinte cautivos. Parado frente a sus compañeros de encierro, el temeroso Julián intentaba contener el goteo persistente que ya evidenciaba un charco ambarino en las baldosas. Muy tarde escuchó la voz que le absolvía de culpa, le ordenaba borrar el tablero y le enviaba de nuevo a su pupitre para continuar la clase.

48
Mariano Nicolás Hochman
Argentina

LOS GATOS Y LOS DIOSES
Creía en Dios, con sus dudas y contraexplicaciones, pero creía en Dios. Hasta que vio el Discovery Channel. Y allí desapareció su fe.
Era innegable, luego de haber escuchado la cantidad de argumentos científicos por parte de todo tipo de profesionales asociados a las biologías más variadas: los gatos se frotaban con los hombres para demostrar que estaban a su entera disposición. El gato le decía al Hombre que éste era superior, que éste era su Dios. Y claro, como los gatos son muchos y los hombres también, por cada gato había un dios, aunque muchas veces los hombres (los dioses) no supieran que eso eran.
Pero las historias se repiten, siempre se repiten, y siempre hubo gatos, y siempre hubo dioses. ¿El Sol, la Luna, el Trueno, la Lluvia, el Dios Unico e Irrepetible? ¿Qué antropólogo podría venir a justificar al Discovery que todos ellos no habían sido entes presentes en la Tierra hace miles y miles de años, cuando el Hombre les levantaba todo tipo de altares para demostrar que estaba a su entera disposición? El Hombre le decía al Trueno que éste era superior, que éste era su Dios. Y claro, como los hombres son muchos y los truenos también, por cada hombre había un trueno, aunque muchas veces los truenos (los dioses) no supieran que eso eran.
Creer en Dios era creer en el Hombre; es decir: era creer en los gatos. Pero las historias se repiten, siempre se repiten, y siempre hubo gatos, y siempre hubo dioses.

49
Nestor Quadri
Argentina
PUEBLO CHICO INFIERNO GRANDE

Al entrar en su casa a la noche, atisbó una silueta y comprendió que se trataba de doña Juana. Pueblo chico infierno grande, pensó. Por esa mujer, todos conocían su noviazgo y sus andanzas con Rodolfo. Sin embargo, ahora ya no tenía importancia. Ya nada valía la pena. Fue hasta su cuarto y se encerró. El la había dejado…
Al atardecer, habían ido en motocicleta, a una casita prestada en un pueblo cercano. Antes de regresar, él ya había bebido bastante. Fue allí cuando le contó que estaba embarazada y que deseaba tener a la criatura. La reacción de Rodolfo no la esperaba. Le dijo que no quería saber más nada con ella, que no era su hijo, que nunca lo reconocería, que estaba enamorado de otra. Mientras nervioso la conducía a su casa, ella tomó conciencia de lo ruin y mezquino que era y que si tenía el chico sin un padre, las habladurías en ese pueblo serían infernales.
Estaba envuelta en estos pensamientos, cuando sonó el teléfono: era una amiga:
- María, por favor, escúchame. Rodolfo ha tenido un accidente. Te paso a buscar...
Al llegar, María pudo ver en la oscuridad, lo que había sido la moto de Rodolfo y su cuerpo destruido. Algunos comentaban que al parecer bebió demasiado, lo que hizo que patinara y chocara contra un árbol. Era cierto, había bebido y discutido. Pero eso solo ella lo sabía. Ahora él había muerto y no le importaba. Trató de pensar con calma. De pronto, mientras la amiga la consolaba comprendió, y evitó esbozar una sonrisa perversa. Se había salvado: ahora María, que para esa gente del pueblo hubiera sido una despreciable mujerzuela abandonada, se había convertido en una novia destrozada por la fatalidad, que Dios bendecía con un niño en sus entrañas….